La vida de Ximena había cambiado en cuestión de unos cuantos meses. La decisión de adoptar un bebé junto a Valeria fue el cambio más significativo. Cuando Alain llegó a sus vidas, lo revolucionó todo. Era un bebé muy glotón y dormilón, pero le encantaba jugar con sus madres. Vicenta, la madre de Valeria, se encargaba siempre de su cuidado cuando estaban trabajando. La mayoría del tiempo se llevaba a Alain a la tienda para que Ximena lo pudiese ver. Se sentaba en una silla con el bebé en brazos y se entretenía mirando a la gente y cotilleando.
Otro de los cambios en la vida de la pareja es la tienda. Ximena siempre quiso montar una tienda como las de su pueblo. Vendían de todo, pero en especial muchos dulces y chucherías. Al final encontraron una pequeña tienda en venta y se animaron. Desde entonces, Ximena trabajaba allí todos los días. Valeria seguía trabajando como guardabosques, pero le echaba una mano siempre que podía.
Ximena: Se han terminado los caramelos de cereza. Vicenta, recuérdeme que lo incluya en el pedido.
Vicenta: No hables muy fuerte, Alain está durmiendo.
Ximena: Perdón. Qué guapo está mi hijo.
Vicenta: No pierdas de vista a esos niños. Llevan demasiado tiempo cogiendo chucherías.
Ximena: Les cuesta decidirse. No sea malpensada.
Vicenta: Eres demasiado inocente.
Ximena: ¡Señor Agripino!
Su querido oso de peluche estaba en una bolsa de transporte. Asomaba medio cuerpo y parecía estar pidiendo a gritos que lo cogiese en brazos.
Ximena: Ahora no le puedo coger, señor Agripino. Estoy trabajando. Ya sé que se aburre, pero no puedo hacer nada para remediarlo.
Karim, Anita y Paula estaban comprando chucherías en ese momento. Cuando vieron a Ximena hablar a su peluche de esa manera, se echaron a reír.
Paula: ¡Está loca!
Anita: Trata al oso de peluche como si fuese de verdad. Alucino.
Karim: Vosotras también lo hacéis con las muñecas.
Paula: Pero eso es totalmente diferente. Sé que mi Clickona tacones no es real.
Ximena: Descanse, señor Agripino. Le prometo que luego estaré un rato con usted.
Paula: Me voy a pillar dos chuches de mora, están muy ricos.
Anita: Yo de fresa. Ay, también quiero sabor melón.
Paula: A mi me llega para dos chuches más.
Anita: Yo tengo diez cleuros. Mi padre está muy generoso. Desde que mi madre se fue, me da todo lo que quiero.
Paula: ¡Qué suerte! A mi mis padres me dan lo justo. Son unos tacaños.
Anita: Bueno, yo preferiría tener a mi madre conmigo.
Paula: ¿Y no sabes dónde está tu madre?
Anita: Mi padre dice que lo está investigando.
Paula: Las amigas de mi madre dicen que se ha ido al Caribe con otro hombre.
Anita: Mentira cochina. Mi padre seguro que la encontrará. A lo mejor la han abducido los extraterrestres.
Paula: Ay, qué miedo.
Anita: ¡Chicles de melocotón! De estos quiero unos cuantos.
Paula: Yo quiero, cógeme algunos para mi, por fa.
Anita: Vaaale.
Karim: Yo ya estoy.
Ximena: ¿Ya está? Espera, voy a pesar las chuches. Veo que has cogido bolitas de coco. Esas están riquísimas. Son tres cleuros.
Karim: Toma.
Ximena: Me das cinco y te sobran dos. Toma, este es tu cambio.
Cuando Ximena les cobró a los tres las chucherías, abrieron la puerta de la tienda a toda prisa y casi arroyan a una señora que entraba.
Isidora: ¡¡Cuidado!!
Isidora era una vecina muy conocida por su implicación en todo aquello que estuviese relacionado con el barrio. La gente la respetaba y temía al mismo tiempo. Era muy radical con aquello que no le gustaba o le parecía mal. Muchos negocios habían cerrado a causa de sus quejas al ayuntamiento y reuniones de vecinos. Siempre vestía con colores muy oscuros y se tapaba el pelo con un velo blanco que le hacía parecer una monja.
Isidora: Malditos niños. Se nota que no les han dado ningún tipo de educación. Son salvajes como animales.
Mientras tanto, Caitlyn hablaba con todo su equipo del flamenco rosa. Todos subieron a su despacho y escucharon atentos lo que su jefa les quería comunicar.
Caitlyn: Se acerca la inauguración del flamenco rosa. Os necesito con las pilas repuestas y todas las ganas del mundo. Si queremos que esto funcione, tenemos que colaborar todos y cumplir con nuestro cometido. Confío plenamente en vosotros, por eso estáis aquí. Sé que será un éxito gracias a vosotros. Necesito que repartáis flyers por toda la ciudad. Que la gente sepa que estamos aquí y que la inauguración es algo que no se pueden perder.
Caitlyn: Sé que nos hemos encontrado algunos obstáculos. Las quejas de la señora Isidora al ayuntamiento han puesto en nuestra contra a algunos políticos locales y vecinos radicales. No podemos dejar que se salgan con la suya. Somos fuertes y este local será un referente para muchas personas LGTBI+ que no tienen a dónde ir. Flamenco rosa será su local de referencia, su casa. Aquí podrán ser ellos mismos, sin ataduras ni prejuicios.
Paca: ¡Así se habla, jefa!
La señora Hermenegilda estaba comprando en la tienda de suministros de Cassandra. Llevaba su cesta en la que metía todo aquello que necesitaba. La fruta estaba carísima, así que maldecía al universo cada vez que veía los precios. Todos sus nietos comían en casa después de las clases, así que no tenía más remedio que comprar más de lo que necesitaría para ella sola.
Hermenegilda: Haré sopa de pasta, que eso alimenta y llena el estómago.
Otras clientas paseaban por la tienda e iban seleccionando todo aquello que necesitaban. Cassandra estaba muy contenta, pues su negocio funcionaba a las mil maravillas.
Artemisa: La señora Hermenegilda no para de maldecir.
Cassandra: Sí, se queja de los precios. Yo poco puedo hacer, adquiero la fruta a precios desorbitados. Por cierto, ¿sabes algo de Agnes y Lúa?
Artemisa: Me dijeron que pasarían a vernos durante el día. Su ave creo que ya llegó hace un par de horas.
Cassandra: Tengo ganas de verlas.
Artemisa: Y yo, hace mucho que no nos vemos.
Hermenegilda: Sandra, ya estoy.
Cassandra: Mi nombre es Cassandra, señora Hermenegilda.
Hermenegilda: Ah sí, eso. Oye, que la fruta está muy cara. Yo soy jubilada, ¿no hay descuento?
Cassandra: No, lo siento.
Hermenegilda: ¿Y por ser pensionista?
Cassandra: No...
Hermenegilda: ¿Y por viuda? Por eso seguro que algún descuento hay. Mi querido marido Gregorio me dejó sola hace ya unos años. El muy tonto, se tomó sin querer todas aquellas pastillas. Recuerdo que estábamos encerrados en el cuarto de la lavadora, en casa. La puerta se atascó y no había manera de abrir. Mi movis no tenía pilas, así que no podíamos llamar a nadie, bueno, a las vecinas pero a grito pelado. Como denuncié a la de arriba y con la de abajo no me hablo, pues no hacían caso a mis gritos. Yo pensé que no hay mal que por bien no venga. Aproveché para contarle a Gregorio todo lo que nunca podía contarle, siempre se dormía cuando le hablaba o se iba corriendo al baño, estaba mal del fistro. Pues a las dos horas de contarle lo de mis pastillas, los dolores y cuantos médicos he tenido, sus nombres y tiempo que me han atendido, se tomó las pastillas. Imagino que se pensaba que eran caramelos. Mi Gregorio era algo tonto y muy visceral. Ay, no sé lo que significa visceral pero la quería decir, parece una más telectual. Hay palabras que las dicen mucho en la tele y ni pajotera idea de lo que significan. Por ejemplo, gel hidracólico. Entiendo Gel, pero, ¿hidracólico? A mi hijo le dio un cólico al riñón, que ya se recuperó, pero no creo que sea...
Artemisa: Ay, me importa un pepino...
Hermenegilda: ¿Disculpe?
Cassandra: Que le regalamos un pepino.
Hermenegilda: Anda, gracias. ¿Es por ser viuda?
Cassandra: No, por su simpatía.
Hermenegilda: Muchas gracias, maja. Me voy ya, que os ponéis a hablar y esto es un no parar. Soy vieja, pero tengo muchas cosas que hacer. Voy a preparar la comida para mis nietos y mi hijo, el mayor. Ahora vive conmigo en casa, se ha separado de su mujer, la muy petarda. Esa es más mala que el veneno, ya se lo dije en su momento. Les voy a preparar sopa de pasta. Os dejo que ya me estás enredando otra vez. Al final les tendré que preparar bocadillos.
Artemisa: Menos mal que se ha ido. Me estaba empezando a doler la cabeza.
Casandra: ¡Mira quién viene por ahí!
Artemisa: ¡Son Agnes y Lúa!
Agnes: ¡Hola, chicas!
Artemisa: ¡Agnes! ¡Lúa!
Cassandra: ¡Qué alegría veros!
Artemisa abrazó a Agnes con mucho cariño. Agnes le correspondió con el mismo entusiasmo.
Artemisa: Estás guapísima. Sin embargo yo me veo fatal.
Agnes: ¿E logo? ¡Estás también muy guapa, Artemisa!
Artemisa: Muchas gracias. Tenía muchas ganas de verte.
Agnes: Y yo. Nos tenemos que contar muchas cosas y ponernos al día.
Lúa: Tenía muchas ganas de venir a veros.
Cassandra: Estáis las dos radiantes. ¿Cenaremos todas juntas esta noche?
Agnes: ¡Sí! Me encantaría.
Cassandra: Podríamos cenar en mi casa. Haré empanadillas de verdura, pastel de tomate y alguna cosita más.
Agnes: Nosotras hemos traído wica.
Artemisa: Qué rica.
Lúa: De la panadería que tanto nos gusta.
Cassandra: Pues ya tenemos postre.
Paca: ¡Holaaa, nenaaas! ¿Se puede?
Cassandra: Claro, pasa.
Paca: Huy, nena, Qué elegancia. ¿Eres modelo?
Lúa: No...
Paca: Pues podrías. Me muero de la envidia. El vestido te queda maravillosamente bien. Mira, os traigo invitaciones.
Cassandra: ¿Para qué?
Paca: Para la inauguración de un garito nuevo que vamos a abrir. Será la repera, nena.
Cassandra: ¿Dónde es esto?
Cassandra: Está cerca, al final de la calle. La vamos a liar parda y estáis todas invitadas. Por guapas, elegantes y porque me sale a mi de la peineta.
Cassandra: Muchas gracias, guapa. No faltaremos.
Continuará...
¡Ay qué ilusión qué ilusión que salgan Agnes, Artemisa, Casandra y Lúa! ¡Y también la señora Hermenegilda! Pero ¡qué historias tiene esta mujer! Me encanta que Casandra tenga una tienda de comestibles, le pega mucho, y también que vayan a asistir a la inauguración del Flamenco rosa. Está muy interesante la historia y no quiero que la señora Isidora ésa se meta donde no la llaman. También me ha dado pena que los niños se rían de la pobre Ximena. Siendo niños, deberían entender esas cosas más que nadie, pero me da la sensación de que últimamente los niños tienen menos magia que nunca. ¡Voy a seguir leyendo!
ResponderEliminar¡Ay qué rica la bica....!
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