jueves, 30 de junio de 2022

Historias del barrio - Capítulo 05: Skateboard

Era una tarde ideal para salir a hacer algo de deporte y jugar. Así lo pensaron muchísimos jóvenes aquel día. Muchos grupos de amigos se reunían en las pistas del skate park de la ciudad. No hacía frío y el día invitaba a moverse y dejarse llevar por la adrenalina.

Algunos montaban en monopatines y se atrevían a hacer piruetas imposibles. Se animaban entre ellos, compitiendo por ser los mejores. Otros llevaban patines o bicicletas.


Más de uno se caía al intentar hacer un nuevo movimiento, pero parecían estar hechos de plástico (y así era). La pista estaba rodeada por enormes rascacielos y más de uno se asomaba por la ventana para verlos disfrutar.


El barullo era algo estresante. Unos reían, gritaban o cantaban, era una auténtica locura para el que le guste el silencio y pasear tranquilo.


Renzo y la pandilla también habían ido al skate park, aunque no todos para hacer deporte. Ema prefería estar sentada y charlar. Echaba de menos a Willy, pero estaba con su abuelo. No le quedaba más remedio que hablar con Ariadna, que siempre se apuntaba a todos los planes con la pandilla. Kim se pasaba todo el tiempo sentada sobre las piernas de Renzo y no dejaban de besarse apasionadamente. Azur, Luna y Junior preferían hablar. Coincidían en gustos en cómics y series japonesas. 


Manolete era una apasionado de los monopatines. Aunque estaba sudando y le dolía una rodilla de una caída, seguía montando el monopatín. Quería ser el mejor.


Se desanimaba al ver a otros chicos hacerlo mucho mejor que él, pero seguía intentándolo una y otra vez.


Justo al lado del Skate Park, se reunían los grupitos de jóvenes más adultos (y algunos ya bastante adultos), para hacer botellones y trapichear. La temida banda de los Latin Clicks siempre se reunían ahí. Era imprescindible llevar bebidas para pasarlo bien, no sabían disfrutar de la vida de otra forma.


Otros jóvenes, no pertenecientes a ninguna banda pero con las mismas ganas de hacer botellón, se reunían en ese mismo lugar. Llevaban sus coches modernos tuneados a su gusto. Ponían la música a todo volumen desde los equipos instalados en los coches, casi siempre de gran calidad de sonido.


Algunos padres desconocían ese lado negativo del skate park, por lo que no ponían impedimentos para que sus hijos pudiesen ir.


Si no se andaban con cuidado, se podían meter en muchos problemas con estos personajes tan conflictivos.


El grupito de amigos de Suselle y Dante se reunieron para ir al parque. Quedaba muy cerca del skate park. Pradito y Suselle iban montadas sobre sus patinetes, últimos regalos de los reyes magos.

Suselle: Cuidado, estamos pasando por la zona de los botellones. Tenemos que acelerar el paso, Pradito.
Pradito: Sí, cuanto antes pasemos este sitio, mejor. No te preocupes, Suselle, yo te defiendo si se meten contigo.
Suselle: Gracias,  Pradito.


Dante iba en su flamante moto de carreras nueva. Amarilla, con un tiburón dibujado en el lado y con pintas de correr mucho (no era así, lo mismo que una bicicleta). Le encantaba salir con la moto, se sentía el niño más molón del mundo.


Paula iba montada en su híbrido bicicleta/patinete. No sabía montar en bici y este híbrido era ideal para ella.

Paula:¡Sois muy lentos!
Dante: ¡A ver si me alcanzas! 


Karim montaba su bici amarilla y Walter su triciclo de carga, en el que su hermana podía ir cómodamente sentada.

Anita: ¡Pedalea más fuerte que somos los últimos!
Walter: ¡Lo haría si no tuviese que cargar contigo!
Anita: Eres un flojo, hermanito. 


Llegaron al skate park y no pudieron evitar pararse a mirar a los adolescentes haciendo piruetas. 

Pradito: ¡Woow! Mira lo que son capaces de hacer.
Suselle: ¡Es una pasada!
Paula: Eso lo sé hacer yo.
Paradito: Ya, claro.
Pradito: Sí, pero lo que pasa es que ya me resulta aburrido.


Suselle: Mirad, ¿esos no son Renzo y los demás?
Pradito: ¡Son ellos! Huy, Renzo se está dando el lote con su novia.
Suselle: No dejan de besarse.
Paula: Yo hago lo mismo con mi novio todos los días.
Suselle: ¿Tienes novio?
Pradito: Sí, en sus sueños.
Paula: Pues claro que lo tengo.


Suselle: ¡Mirad a Jorgito!
Pradito: Es el mejor.
Suselle: Dicen que se quiere apuntar al concurso de skate que monta el ayuntamiento.
Pradito: Pues ganaría seguro.


Paula: ¿El rubio ese quién es?
Pradito: Manolete.
Suselle: También hace cosas muy chulas con el monopatín.
Paula: Es muy mono el chico.
Pradito: No le mires más, que tu novio se pondrá celoso.
Paula: Pues no, a él no le importa.


Suselle: Será mejor que sigamos hasta el parque. Allí estaremos más tranquilos.
Pradito: Sí, vamos.


Walter: ¡Esperad, chicas!
Anita: Venga, haz que no me avergüence de ti. ¡Dale caña!
Walter: ¿Quieres pedalear tú?
Anita: Paso, que me pongo a sudar.
Walter: Pues no rechistes más. 


Karim: ¿No vienes con nosotros, Dante?
Dante: Es que he quedado aquí con una amiga.
Karim:¿Quieres que me quede contigo?
Dante: No hace falta, no tardará en venir. 


Dante se sentó en un banco con su casco sobre las piernas y esperó. Había quedado con Eva, su nueva amiga de las clases de repaso. En un principio querían ir a ver ese lugar especial que ella le había dicho, pero prefirieron dejarlo para el día siguiente.


Se cansó de esperar, así que decidió ir en busca de ella. Se montó en su moto, se puso el casco y arrancó. Tenía que pasar de nuevo por la zona de los botellones, pero montado en su moto se sentía invencible. 


Creía que lo tenía todo controlado, pero una de las botellas que estaban en el suelo le hicieron perder el control de la moto. Salió disparado hasta caer sobre uno de los coches que había allí aparcado. La moto quedó tendida en el suelo, sin ningún desperfecto.


Aquel coche pertenecía a uno de los asistentes al botellón. Estaba allí aparcado, con las ventanillas abiertas y la música a todo volumen. El dueño, al ver a Dante sobre el capó de su coche, entró en cólera. No se preocupó por Dante, le dio totalmente igual si se había hecho daño.

El Chispas: ¡Mi carro!

Dante pudo bajar del coche sin problema, no se había hecho daño. Sin embargo, el coche tenía un bollo en todo el capó. Dante corrió a comprobar si su moto estaba rota. Al ver que no tenía ni un rasguño, respiró tranquilo. El hombre le seguía gritando sin parar, muy enfadado.

El Chispas: ¡Has bollado mi carro, pendejo!
Dante: Lo siento. Ha sido un accidente.


El hombre agarró a Dante del cuello.

Dante: ¡Ahhh!
El Chispas: Te voy a bollar esa cara de chamaco irrespetuoso que eres. Mi carro no lo toca nadie, es sagrado.
Dante: ¡Por favor!


Agarró con fuerza la camisa de Dante y lo levantó del suelo. 

El Chispas: ¡Vas a aprender a respetar las cosas de los demás! 
Dante: ¡Te he dicho que lo siento!


Maka: Deja al chico en paz, Chispas.
El Chispas: ¿Estás de broma? Este chamaco insolente me ha bollado el coche.
Maka: Te ha pedido perdón. Ha sido un accidente, todos lo hemos visto.
El Chispas: ¡Me importa un carajo! Tiene que pagar por lo que ha hecho.
Maka: Es un niño. Deberías meterte con alguien de tu tamaño.


El Chispas: ¿Y esa eres tú? 
Maka: Sí, yo y mis compañeros de los Latin Clicks.
El Chispas: No quiero problemas.
Maka: ¡Por fin nos ponemos de acuerdo! Yo tampoco quiero problemas. Deja a ese chico en paz. Tu coche sobrevivirá. Ese bollo tiene fácil solución. 
El Chispas: Pero...


Los chicos de la banda rodearon a Chispas, que levantó los brazos en señal de rendición.

Maka: A partir de ahora este chico es mi protegido. Quién se meta con él, se las verá con nosotros.
El Chispas: Vale, mensaje recibido. Es un bollo muy pequeño, casi no se ve. Lo importante es que el chamaco está bien, no más.
Maka: Así me gusta. Sigue disfrutando del botellón.


Dante: Muchas gracias.
Maka: De nada, amigo. No me gustan las injusticias. Me llamo Maka, ¿y tú?
Dante: Dante.
Maka: A partir de ahora, nadie se meterá contigo. Si alguien lo hace, ven a pedirme ayuda. ¿De acuerdo?
Dante: Si no llega a ser por ti, ese hombre me habría pegado...
Maka: Ni lo pienses, ya no es un problema para ti.
Dante: Gracias, Maka. Eres guay.
Maka: Lo sé. Tú también lo eres.


Maka agarró la moto de Dante y se la dio.

Maka: Parece que tu moto está bien.
Dante: Menos mal. Pensaba que se había roto.
Maka: Mola mucho. Dante, ha sido un placer hablar contigo. Conduce con cuidado, por favor.
Dante: Lo haré. Gracias Maka.


Dante se disponía a irse cuando alguien le llamó.

Eva: ¡Dante!


Dante: ¡Eva! Iba a ir a buscarte.
Eva: Perdona el retraso. Si no termino los deberes, no me dejan salir. Oye, ¿qué hacías hablando con esa? Es de la banda chunga de los latin clicks...
Dante: Pues me ha defendido. Es una tía legal.


Elliot: Hola. Me gusta mucho tu moto.
Dante: Gracias.
Elliot: Voy al parque, ¿puedo ir con vosotros?
Dante: Claro, puedes venir. Yo me llamo Dante y ella es Eva.
Elliot: Yo soy Elliot. Estoy pasando unos días aquí con mi padre. ¡Anabel, me voy con ellos al parque!
Anabel: Muy bien, guapo. Enseguida voy contigo.


Eva: ¿Y ese traje de capitán de barco?
Elliot: Es que soy capitán de uno. Bueno, es mi padre, pero es como si lo fuera.
Dante: ¡Mola!
Eva: Qué emocionante. 


Continuará...













domingo, 26 de junio de 2022

Historias del barrio - Capítulo 04: Chucherías

La vida de Ximena había cambiado en cuestión de unos cuantos meses. La decisión de adoptar un bebé junto a Valeria fue el cambio más significativo. Cuando Alain llegó a sus vidas, lo revolucionó todo. Era un bebé muy glotón y dormilón, pero le encantaba jugar con sus madres. Vicenta, la madre de Valeria, se encargaba siempre de su cuidado cuando estaban trabajando. La mayoría del tiempo se llevaba a Alain a la tienda para que Ximena lo pudiese ver. Se sentaba en una silla con el bebé en brazos y se entretenía mirando a la gente y cotilleando.


Otro de los cambios en la vida de la pareja es la tienda. Ximena siempre quiso montar una tienda como las de su pueblo. Vendían de todo, pero en especial muchos dulces y chucherías. Al final encontraron una pequeña tienda en venta y se animaron. Desde entonces, Ximena trabajaba allí todos los días. Valeria seguía trabajando como guardabosques, pero le echaba una mano siempre que podía.

Ximena: Se han terminado los caramelos de cereza. Vicenta, recuérdeme que lo incluya en el pedido.


Vicenta: No hables muy fuerte,  Alain está durmiendo.
Ximena: Perdón. Qué guapo está mi hijo.
Vicenta: No pierdas de vista a esos niños. Llevan demasiado tiempo cogiendo chucherías.
Ximena: Les cuesta decidirse. No sea malpensada.


Vicenta: Eres demasiado inocente.
Ximena: ¡Señor Agripino!

Su querido oso de peluche estaba en una bolsa de transporte. Asomaba medio cuerpo y parecía estar pidiendo a gritos que lo cogiese en brazos.

Ximena: Ahora no le puedo coger, señor Agripino. Estoy trabajando. Ya sé que se aburre, pero no puedo hacer nada para remediarlo.  


Karim, Anita y Paula estaban comprando chucherías en ese momento. Cuando vieron a Ximena hablar a su peluche de esa manera, se echaron a reír. 

Paula: ¡Está loca!
Anita: Trata al oso de peluche como si fuese de verdad. Alucino.
Karim: Vosotras también lo hacéis con las muñecas.
Paula: Pero eso es totalmente diferente. Sé que mi Clickona tacones no es real.
Ximena: Descanse, señor Agripino. Le prometo que luego estaré un rato con usted.


Paula: Me voy a pillar dos chuches de mora, están muy ricos.
Anita: Yo de fresa. Ay, también quiero sabor melón.
Paula: A mi me llega para  dos chuches más.
Anita: Yo tengo diez cleuros. Mi padre está muy generoso. Desde que mi madre se fue, me da todo lo que quiero.
Paula: ¡Qué suerte! A mi mis padres me dan lo justo. Son unos tacaños.


Anita: Bueno, yo preferiría tener a mi madre conmigo.
Paula: ¿Y no sabes dónde está tu madre? 
Anita: Mi padre dice que lo está investigando.
Paula: Las amigas de mi madre dicen que se ha ido al Caribe con otro hombre.
Anita: Mentira cochina. Mi padre seguro que la encontrará. A lo mejor la han abducido los extraterrestres.
Paula: Ay, qué miedo.


Anita: ¡Chicles de melocotón! De estos quiero unos cuantos.
Paula: Yo quiero, cógeme algunos para mi, por fa.
Anita: Vaaale.
Karim: Yo ya estoy.


Ximena: ¿Ya está? Espera, voy a pesar las chuches. Veo que has cogido bolitas de coco. Esas están riquísimas. Son tres cleuros.


Karim: Toma.
Ximena: Me das cinco y te sobran dos. Toma, este es tu cambio.


Cuando Ximena les cobró a los tres las chucherías, abrieron la puerta de la tienda a toda prisa y casi arroyan a una señora que entraba.

Isidora: ¡¡Cuidado!!


Isidora era una vecina muy conocida por su implicación en todo aquello que estuviese relacionado con el barrio. La gente la respetaba y temía al mismo tiempo. Era muy radical con aquello que no le gustaba o le parecía mal. Muchos negocios habían cerrado a causa de sus quejas al ayuntamiento y reuniones de vecinos. Siempre vestía con colores muy oscuros y se tapaba el pelo con un velo blanco que le hacía parecer una monja.

Isidora: Malditos niños. Se nota que no les han dado ningún tipo de educación. Son salvajes como animales.


Mientras tanto, Caitlyn hablaba con todo su equipo del flamenco rosa. Todos subieron a su despacho y escucharon atentos lo que su jefa les quería comunicar.

Caitlyn: Se acerca la inauguración del flamenco rosa. Os necesito con las pilas repuestas y todas las ganas del mundo. Si queremos que esto funcione, tenemos que colaborar todos y cumplir con nuestro cometido. Confío plenamente en vosotros, por eso estáis aquí. Sé que será un éxito gracias a vosotros. Necesito que repartáis flyers por toda la ciudad. Que la gente sepa que estamos aquí y que la inauguración es algo que no se pueden perder.


Caitlyn: Sé que nos hemos encontrado algunos obstáculos. Las quejas de la señora Isidora al ayuntamiento han puesto en nuestra contra a algunos políticos locales y vecinos radicales. No podemos dejar que se salgan con la suya. Somos fuertes y este local será un referente para muchas personas LGTBI+ que no tienen a dónde ir. Flamenco rosa será su local de referencia, su casa. Aquí podrán ser ellos mismos, sin ataduras ni prejuicios. 
Paca: ¡Así se habla, jefa!


La señora Hermenegilda estaba comprando en la tienda de suministros de Cassandra. Llevaba su cesta en la que metía todo aquello que necesitaba. La fruta estaba carísima, así que maldecía al universo cada vez que veía los precios. Todos sus nietos comían en casa después de las clases, así que no tenía más remedio que comprar más de lo que necesitaría para ella sola.

Hermenegilda: Haré sopa de pasta, que eso alimenta y llena el estómago. 


Otras clientas paseaban por la tienda e iban seleccionando todo aquello que necesitaban. Cassandra estaba muy contenta, pues su negocio funcionaba a las mil maravillas. 


Artemisa: La señora Hermenegilda no para de maldecir.
Cassandra: Sí, se queja de los precios. Yo poco puedo hacer, adquiero la fruta a precios desorbitados. Por cierto, ¿sabes algo de Agnes y Lúa?
Artemisa: Me dijeron que pasarían a vernos durante el día. Su ave creo que ya llegó hace un par de horas.
Cassandra: Tengo ganas de verlas.
Artemisa: Y yo, hace mucho que no nos vemos. 


Hermenegilda: Sandra, ya estoy.
Cassandra: Mi nombre es Cassandra, señora Hermenegilda.
Hermenegilda: Ah sí, eso. Oye, que la fruta está muy cara. Yo soy jubilada, ¿no hay descuento?
Cassandra: No, lo siento.
Hermenegilda: ¿Y por ser pensionista?
Cassandra: No...
Hermenegilda: ¿Y por viuda? Por eso seguro que algún descuento hay. Mi querido marido Gregorio me dejó sola hace ya unos años. El muy tonto, se tomó sin querer todas aquellas pastillas. Recuerdo que estábamos encerrados en el cuarto de la lavadora, en casa. La puerta se atascó y no había manera de abrir. Mi movis no tenía pilas, así que no podíamos llamar a nadie, bueno, a las vecinas pero a grito pelado. Como denuncié a la de arriba y con la de abajo no me hablo, pues no hacían caso a mis gritos. Yo pensé que no hay mal que por bien no venga. Aproveché para contarle a Gregorio todo lo que nunca podía contarle, siempre se dormía cuando le hablaba o se iba corriendo al baño, estaba mal del fistro. Pues a las dos horas de contarle lo de mis pastillas, los dolores y cuantos médicos he tenido, sus nombres y tiempo que me han atendido, se tomó las pastillas. Imagino que se pensaba que eran caramelos. Mi Gregorio era algo tonto y muy visceral. Ay, no sé lo que significa visceral pero la quería decir, parece una más telectual. Hay palabras que las dicen mucho en la tele y ni pajotera idea de lo que significan. Por ejemplo, gel hidracólico. Entiendo Gel, pero, ¿hidracólico? A mi hijo le dio un cólico al riñón, que ya se recuperó, pero no creo que sea...


Artemisa: Ay, me importa un pepino...
Hermenegilda: ¿Disculpe?
Cassandra: Que le regalamos un pepino.
Hermenegilda: Anda, gracias. ¿Es por ser viuda?
Cassandra: No, por su simpatía.


Hermenegilda: Muchas gracias, maja. Me voy ya, que os ponéis a hablar y esto es un no parar. Soy vieja, pero tengo muchas cosas que hacer. Voy a preparar la comida para mis nietos y mi hijo, el mayor. Ahora vive conmigo en casa, se ha separado de su mujer, la muy petarda. Esa es más mala que el veneno, ya se lo dije en su momento. Les voy a preparar sopa de pasta. Os dejo que ya me estás enredando otra vez. Al final les tendré que preparar bocadillos.


Artemisa: Menos mal que se ha ido. Me estaba empezando a doler la cabeza.
Casandra: ¡Mira quién viene por ahí!
Artemisa: ¡Son Agnes y Lúa!


Agnes: ¡Hola, chicas!
Artemisa: ¡Agnes! ¡Lúa!
Cassandra: ¡Qué alegría veros!


Artemisa abrazó a Agnes con mucho cariño. Agnes le correspondió con el mismo entusiasmo.

Artemisa: Estás guapísima. Sin embargo yo me veo fatal.
Agnes: ¿E logo? ¡Estás también muy guapa, Artemisa!
Artemisa: Muchas gracias. Tenía muchas ganas de verte.
Agnes: Y yo. Nos tenemos que contar muchas cosas y ponernos al día.


Lúa: Tenía muchas ganas de venir a veros.
Cassandra: Estáis las dos radiantes. ¿Cenaremos todas juntas esta noche?
Agnes: ¡Sí! Me encantaría.
Cassandra: Podríamos cenar en mi casa. Haré empanadillas de verdura, pastel de tomate y alguna cosita más.
Agnes: Nosotras hemos traído wica.
Artemisa: Qué rica.
Lúa: De la panadería que tanto nos gusta.
Cassandra: Pues ya tenemos postre.


Paca: ¡Holaaa, nenaaas! ¿Se puede?
Cassandra: Claro, pasa.
Paca: Huy, nena, Qué elegancia. ¿Eres modelo?
Lúa: No...
Paca: Pues podrías. Me muero de la envidia. El vestido te queda maravillosamente bien. Mira, os traigo invitaciones.


Cassandra: ¿Para qué?
Paca: Para la inauguración de un garito nuevo que vamos a abrir. Será la repera, nena. 
Cassandra: ¿Dónde es esto?
Cassandra: Está cerca, al final de la calle. La vamos a liar parda y estáis todas invitadas. Por guapas, elegantes y porque me sale a mi de la peineta.
Cassandra: Muchas gracias, guapa. No faltaremos.


Continuará...