martes, 15 de junio de 2021

Celos - Capítulo 17: Soy un peligro

Capítulo 17: Soy un peligro

Dos semanas después de lo ocurrido, le dieron el alta médica a John. Era un click fuerte y consiguió sobrevivir al disparo. Debía descansar y terminar de recuperarse en casa, así que tendría que estar de baja durante un tiempo. Sabrina estuvo a su lado en todo momento, preocupada por su estado de salud. En casa, intentaba atenderlo lo mejor posible. Aunque las heridas físicas no eran lo único que le dolían a John. La muerte repentina de su madre le afectó profundamente. Su estado de ánimo era muy bajo. Sabrina no lo había visto así jamás. Estaba en cama dolorido y sin ganas de nada. Rex permanecía a su lado todo el tiempo, tumbado en la cama junto a él. Los niños intentaban animarle, pero era muy difícil arrancarle una sonrisa.


Sabrina preparó su zumo de naranja preferido y fue a servírselo a la cama.

Sabrina: ¡Servicio de habitaciones!

John la miró con ojos llorosos. Sabrina sabía lo mal que lo estaba pasando. La muerte de su madre le había afectado mucho. Ella lo entendía, y aunque Cloti nunca fue santo de su devoción, era la madre de su marido.

Sabrina: Zumo de naranja para mi paciente preferido. ¿Cómo te encuentras?
John: Mal.


Sabrina: El zumo te vendrá muy bien.
John: No me apetece.
Sabrina: John, tienes que...
John: Mi madre está muerta, Sabrina. Sé que no te caía bien, pero era mi madre. 
Sabrina: Cariño, pero jamás habría deseado su muerte. Era una mujer...especial y sé que la querías mucho. No creas que estoy bien, ni mucho menos. Me siento culpable. Por liarla en casa de Leticia su tía casi te mata y Filomena está muerta. Ella perdió al bebé y estás malherido... 


John: Tus decisiones nos afectan a todos. La has liado mucho, Sabrina.
Sabrina: Ya me he disculpado varias veces. No sé que otra cosa podría hacer...
John: Cambiar. Leticia recordó que fuiste tú la que le tiraste por la borda en aquel barco. ¿Pretendías matarla? ¿Por celos?
Sabrina: No, yo...
John: Déjame solo. 
Sabrina: Pero...
John: Quiero estar solo.
Sabrina: Está bien.


Lo dejó descansando con Rex. Tenía razón, su intención era acabar con la vida de Leticia. John no sabía lo del veneno, pues había intentado acabar con su vida en dos ocasiones. Fue a ver a Walter, que estaba estudiando en su cuarto.


Entró en el cuarto y se sentó en el suelo.

Walter: ¿Qué ocurre?
Sabrina: Me gusta verte estudiar. Eres el listo de la familia.
Walter: Bueno...
Sabrina: ¿Cómo llevas lo de la abuela?
Walter: Mal. La echo de menos. También echo de menos al abuelo.
Sabrina: Se tuvo que marchar, cariño. Ya iremos a verlo algún día. ¿Qué estás leyendo?
Walter: He vuelto a mirar algunas fórmulas que quiero probar. Hay un veneno que...
Sabrina: ¿Más venenos? Cariño, es peligroso. Por suerte, el veneno que hiciste no funciona (y Bruno está vivo, menos mal). Aunque no quiero que sigas trasteando con esas cosas.
Walter: Mamá, te vi metiendo el veneno en la botella de agua de Leticia. ¿Qué pretendías hacer?
Sabrina: ¿Me viste? Pues...es que sabía que tu veneno no funcionaba y le quise gastar una broma a Leticia.


Walter: Sí que funciona. Yo hice el cambiazo y el veneno lo metí en otra botella.
Sabrina: ¿En otra botella?
Walter: Sí, en una que tiene papá guardada y que nunca usa. Lo siento, pero no quería que Leticia se envenenase y me daba pena tirar el veneno...
Sabrina: ¿En qué botella lo metiste?
Walter: En una negra que no usáis nunca. 

Sabrina palideció. Su suegra había bebido de esa botella el día de su cumpleaños. Sin querer, la había envenenado. De ahí su muerte repentina y que pensasen que había muerto de forma natural. El veneno de Walter funcionaba. Todo el dolor que estaba sufriendo John se debía a su mala cabeza. Había matado a su madre, eso la dejó en shock. 


Al día siguiente...

Leticia estaba sentada en el sofá del comedor de la casa de su tía. Tenía las luces apagas y quería estar en silencio. Ella y Bisbi eran los herederos de todo el patrimonio de tía Lidia. La casa y una gran cantidad de dinero en el banco ahora les pertenecía. Ahora tenían un lugar en el que vivir, pero no eran felices. Habían perdido a su madre y su tía en el mismo día. Además, Leticia había perdido a su bebé. Aquellos traumas la cambiaron para siempre. Le costaba sonreír y ya no se fiaba de nadie. Su hermano era lo que le daba ánimo para seguir adelante.

Bisbi: Hermana, ¿estás bien?
Leticia: Hola, Bisbi. Estaba pensando en mamá.
Bisbi: La echo de menos, Leti.
Leticia: Ven, siéntate a mi lado.


Bisbi: ¿Estará en el cielo?
Leticia: Eso no lo dudes. Nos cuidará y protegerá desde el cielo.
Bisbi: ¿La Tía Lidia también está en el cielo? Fue mala, quiso matar gente...
Leticia: No lo sé, hermanito. Tía Lidia siempre se portó bien con nosotros, pero la violencia nunca es la solución a los problemas. Ella creía que nos protegía, que hacía lo correcto, pero no fue así. Aunque una cosa la tengo bien clara, nos quería mucho.


Bisbi: ¿Esa mujer mala no está en la cárcel?
Leticia: ¿Sabrina? No, es libre. Podría denunciarla, pero prefiero olvidarla. Por culpa de sus malas decisiones, provocó la muerte de mamá y por muy poco no muere su marido. Espero que algún día reciba su castigo por el daño que ha provocado. 
Bisbi: Y no te olvides de mi sobrino...¡Yo quería ser tío!
Leticia: No creo que lo olvide nunca. Ahora debemos pensar en nosotros. Es lo que querría mamá y tía Lidia.


Unos golpes en la puerta interrumpieron su conversación. Leticia abrió y se encontró a la agente Rose.

Rose: Espero no molestar, pero quería saber cómo estás.
Leticia: No molestas. Puedes pasar.


Entraró y se sentaron a la mesa de la cocina. Leticia le ofreció bebida, pero Rose declinó la invitación.

Rose: ¿Cómo estás?
Leticia: Mal, no te voy a engañar. No puedo dejar de pensar en todo lo que pasó.
Rose: Has sufrido mucho, es normal que estés así. Siento de verdad lo ocurrido. La tuve que abatir para evitar más muertes.
Leticia: Hiciste tu trabajo. No te culpo. Mi tía perdió la cabeza a causa de todo lo ocurrido. 
Rose: Sabrina encendió la mecha. 
Leticia: Sí. Presentarse en mi casa para acusarme de cosas terribles e insultarme, gritar a mi madre y contarle lo de mi embarazo la mató. Del trauma perdí a mi bebé...y mi tía perdió la cabeza. Pensar que casi mata a John y que estuvo tan mal...todavía me cuesta creer que todo esto ocurrió. Es como una pesadilla...


Rose: Sabrina no es una buena clack. Siento que la hayas conocido. No trae más que desgracias.
Leticia: ¿Es cierto que la madre de John murió ese mismo día?
Rose: Sí. Al parecer, por causas naturales. En la autopsia no salió nada extraño.
Leticia: Pobre John.
Leticia: Sí, lo está pasando muy mal. No ayuda nada tener una mujer como Sabrina. Ni te imaginas las cosas que ha hecho y John le ha perdonado.
Leticia: Yo nunca entendí la razón por la que se comportaba así conmigo. Era cruel y siempre se imaginaba cosas que no eran verdad. Al menos no tendré que volver a verla nunca más.
Rose: Imagino que la odiarás.
Leticia: No me gusta ese sentimiento. Simplemente la rechazo y no quiero volver a verla nunca más.
Rose:Si quieres, podemos denunciarla. Ella causó la muerte de tu madre, te calumnió y por lo que me he enterado, te empujó al mar cuando estabais en aquel barco. Eso es un intento de asesinato.
Leticia: No quiero que los niños y John sufran más. Prefiero dejar las cosas como están. Si existe un dios, espero que sea él quién la castigue.


Cuando ya hacía un buen rato que Rose se había marchado, volvieron a llamar a la puerta. Leticia sonrió feliz al ver a todos los niños ante ella. Anita, Walter, Suselle, Pradito y Dante. 

Leticia: ¡Niños! ¿Qué hacéis aquí?
Anita: Hemos venido a verte.
Suselle: Estamos preocupados por ti.


Leticia los abrazó. A pesar de todo lo ocurrido, había conseguido el mayor tesoro que podría desear, el cariño de todos esos niños.

Dante: Sentimos lo de tu mamá.
Pradito: Es muy triste...
Leticia: Muchas gracias, niños. Yo también siento lo de vuestra abuela.
Walter: La echamos de menos.
Anita: Encima el abuelo se fue y tú también...
Leticia: Podéis venir a verme siempre que queráis. ¡Bisbi, mira quién está aquí!


Bisbi: ¡Chicos! ¡Menuda sorpresa!
Suselle: Sentimos mucho lo de tu mamá.
Bisbi: Gracias...
Pradito: Nosotros seremos tus amigos y nunca te abandonaremos.
Bisbi: ¡Muchas gracias!
Leticia: Id al piso de arriba a jugar. Ahora os llevaré la merienda.


Aquel día las visitas no cesaban. Bruno se disponía a llamar a la puerta y hablar con ella. Desde lo ocurrido, no había sido capaz de hacerlo. Después de hablar con Luna, terminó rompiendo la relación. A ella no le pilló por sorpresa y tampoco le montó un drama. Sabía que la dejaba en mal momento, pero no podía alargar esa situación por más tiempo. Amaba a Leticia y estaba dispuesto a luchar por ella.


Leticia abrió la puerta y se sorprendió al verlo. Bruno la saludó tímidamente y le enseñó el ramo de flores. Acostumbrado a verla vestida de rosa y colores alegres, le chocó su vestido y zapatos negros. 

Bruno: Es para ti. Espero que te gusten.
Leticia: Bruno...


Bruno: Debería haber venido antes, pero no era capaz. He dejado a Luna. Tengo claro que a quién amo es a ti.
Leticia: No puedo aceptar el ramo.


Bruno: Leticia, por favor. Dame una oportunidad.
Leticia: No es por ti, es por mi. Ya no soy la misma clack de la que te enamoraste. 
Bruno: Yo también sufrí al enterarme que perdiste al bebé. Lo habría querido con locura. 
Leticia: Lo sé, Bruno. Ahora mismo no estoy capacitada para amar a nadie. Tengo que recomponer los trozos que han quedado de mi y recuperarme.
Bruno: No tengo prisa. Te esperaré.
Leticia: No lo hagas. Es mejor que no esperes nada de mi. 


Bisbi: Leti, ¿no queda más zumo de piña? Anita quiere más.
Leticia: Ahora mismo voy.


Bruno: ¿Volverás a trabajar en alguna otra casa?
Leticia: No, de momento quiero descansar. ¿Y tú? ¿Volverás a darle clases a Anita?
Bruno: No, prefiero no volver más a esa casa. Me ocurrieron cosas extrañas a las que no encuentro explicación. 
Leticia: ¿Cosas extrañas?
Bruno: Ya te contaré en otro momento. Leticia, me da igual lo que digas, te esperaré.
Leticia: Eres un chico maravilloso, encontrarás una clack que te ame. Lo siento, tengo que dejarte.
Bruno: Leticia...


Leticia cerró la puerta y Bruno se marchó cabizbajo. Miró por la ventana, oculta entre las cortinas. Le dolía en el alma rechazarle, pero creía que era lo mejor para él. 


Mientras tanto, Junior y Azur hablaban tranquilamente sentados en un banco. Ella lo llamó y lo citó para hablar. Quería saber que es lo que le ocurría.

Azur: Junior, no sé si he hecho algo que te haya podido molestar. Ya casi nunca hablamos...
Junior: No has hecho nada, Azur. Son cosas mías. ¿Cómo estás? Te noto triste.


Azur: Es que te echo de menos y...he roto con mi novio.
Junior: ¿Qué? ¡Eso es maravi...muy triste! Lo siento...
Azur: No estábamos en la misma onda. No pasa nada.


Junior: Si te digo la verdad, me pareció un presumido insoportable.
Azur: ¿En serio?
Junior: Mereces alguien mejor.
Azur: Qué cosas más bonitas me dices, Junior.


Luna: ¡Hola, Junior!
Junior: ¡Luna! Mira, ya está aquí Luna.
Azur: ¡Qué guapa!


Luna: Hola, soy Luna.
Azur: Yo soy Azur.
Junior: Azur lo ha dejado con su novio.
Luna: Vaya, pues a mi me ha dejado el mío.
Junior: Al final tenías razón...
Azur: Bah, pasemos de esos idiotas.
Luna: Sí, no gastemos nuestro tiempo hablando de ellos. Venga, os invito a un helado en el puerto.
Junior: De eso nada, hoy invito yo.


Llegada la noche...

A las dos de la madrugada, Sabrina se levantó de la cama sin hacer ruido. Ya tenía guardada la maleta con su ropa y enseres más esenciales, así que la sacó y terminó de meter algunas cosas más. Se vistió rápidamente. Miró a John una última vez.

Sabrina: Te quiero y siempre te querré. 

Dejó la carta sobre la mesita de noche. Era una carta para John. En ella, le explicaba los motivos de su marcha, lo mucho que lo amaba y que nunca lo olvidaría. Le pedía que cuidase a los niños, aunque sabía que lo haría fabulosamente.


John dormía profundamente. Todavía estaba muy resentido del disparo, pero se recuperaría. Escribió un mensaje al móvil de su hermana, que en esos momentos estaría durmiendo. Le pedía que fuese a su casa por la mañana, bien temprano. Sabía que Donna, cuidaría de John hasta que se recuperase.

Sabrina: Lo siento, mi amor....


Fue hasta el cuarto de Walter y lo encontró dormido y con la tablet encendida. La apagó y lo arropó. Le dio un beso en la frente y acarició su pelo.

Sabrina: Estoy segura de que serás alguien importante. Estoy muy orgullosa de ti.

Le dejó una carta en la mesita, para que la leyese cuando se despertase. Le decía que debía marcharse y que aunque los quería con locura, no podía permanecer a su lado. Que hiciesen caso a su padre y fuesen buenos. 


Hizo lo mismo con Anita. Dejó la carta en su mesita y la besó en la frente.

Sabrina: Eres igualita a mi, Anita. No quiero que mi influencia te convierta en una mala persona. Sé que estarás bien con papá. Te quiero, mi pequeña.


Bajó a la cocina y dejó su móvil sobre la mesa. No quería que nadie la localizase por las ondas de su teléfono. Se había comprado otro barato, sin contrato. Elvis se acercó a ella moviendo la cola.

Sabrina: Elvis...


Parecía saber que se marchaba y la quería acompañar. Empezó a gimotear. Sabrina se puso a llorar y lo abrazó.

Sabrina: No puedes venir conmigo, Elvis. Soy un peligro. Te terminaría haciendo daño. Han muerto demasiadas personas por mi culpa, y casi perdemos a John. Al lugar al que voy, no puedes acompañarme.

Notó una vibración en su teléfono nuevo. Era un mensaje de su contacto. Esa persona que le ayudaría a desaparecer y empezar una nueva vida, sin poner en peligro a aquellos que quería.

Sabrina: Estarás bien con John y los niños. Se pondrán tristes por mi marcha, intenta animarlos. Te quiero, Elvis. Siento tener que dejarte.


Abrió la puerta de la calle y el frío penetró en la casa. Hacía viento y parecía que se aproximaba una tormenta. Un coche la esperaba fuera. Miró por última vez a Elvis, a su casa. Se secó las lágrimas y se despidió. No pensaba volver nunca más.

Sabrina: Adiós, nunca os olvidaré.

Cerró la puerta y se montó en el coche. El conductor arrancó y se marcharon en plena oscuridad de la noche. Sabrina lloraba mientras el coche se alejaba de su familia, del lugar que había sido su hogar hasta ese momento. Se marchaba lejos, a un lugar en el que nadie la encontraría. Sabía que de ese modo, su familia estaría a salvo.


FIN



viernes, 11 de junio de 2021

Celos - Capítulo 16: Venganza

Capítulo 16

Venganza

Sabrina se alejó de su padre muy enfadada. No deseaba verle ni en pintura. No podía creer que Nerea se hubiese enrollado con él. Le daba todo mucho asco. Los asistentes a la fiesta se lo estaban pasando bien pero ella estaba deseando que terminase.


Al llegar a la cocina, John estaba con una chica que llevaba muletas. No sabía quién era y no entendía que hacía en su fiesta de cumpleaños. 

John: Sabrina, ven un momento. 


Sabrina: ¿Qué ocurre? ¿Quién es ella?
John: Se llama Luna. Es la novia de Bruno. Dice que todavía no ha aparecido. Ella y su familia están preocupados. 
Sabrina: Vaya...
Luna: Disculpe interrumpir su fiesta, no quiero molestar, pero es que estoy muy preocupada.
Sabrina: No es molestia...
Luna: Me vendría bien cualquier información que tenga, por muy insignificante que parezca. Quizás le dijese dónde pensaba ir o lo encontrase indispuesto o algo mareado.


Sabrina: No, lo siento. Aquel día no dijo nada raro. Trabajó como siempre y se marchó.
Luna: No lo entiendo. Está enfermo, quizás le haya dado otro de sus ataques o puede que le preocupara algo y no me lo quiso decir. No lo sé, todo es muy confuso.
Sabrina: Lo siento, no puedo ayudarte.
John: Cariño, haz un esfuerzo. Piensa con calma, puede que se te pase algo.
Sabrina: He dicho que yo no sé nada.
John: A veces se nos pasan detalles que parecen sin...
Sabrina: ¡Ya está bien!
John: ¿Pero qué te ocurre?


Sabrina: No puedo más, ya no puedo más...
John: ¿Puedes decirme que es lo que te está pasando?
Sabrina: Ha sido culpa mía.
John: ¿A qué te refieres?

Sabrina se puso a llorar. Golpeó la mesa con el puño y cerró los ojos.


Sabrina: ¡Yo he matado a Bruno!
John: Pero, ¿qué estás diciendo?
Sabrina: ¡Sí, fui yo!


Bruno: Hola. ¿Alguien sabe que hago aquí? Me duele mucho el cuello...

Bruno estaba de pie en la cocina, visiblemente desorientado.

John: ¡Bruno!
Luna: ¡Estás aquí!
Sabrina: Pero...
John: Sabrina, otra vez bromeando...


Luna abrazó a Bruno. Este se quejó del dolor en el cuello.

Luna: ¿Dónde estabas? ¡Nos tenías muy preocupados!
Bruno: Creo que me ha dado otro de mis ataques y perdí el conocimiento. No sé cómo, pero he aparecido en el piso de arriba.
Luna: Bruno, temía no volver a verte.


Sabrina: ¿Qué es lo último que recuerdas?
Bruno: Recuerdo que estaba tomándome un refresco con Leticia, poco más.
Sabrina: ¿Te encuentras del todo bien?
Bruno: Me duele el cuello, es como si me hubiese caído por unas escaleras. Siento haberos preocupado. Cuando tengo uno de mis ataques, me desmayo y pierdo el conocimiento. Lo que no había hecho nunca es caminar sonámbulo.

Sabrina tenía ganas de saltar de alegría.

Luna: ¿Y eso de que lo había matado usted? ¿Qué quería decir con eso?
Sabrina: Estaba bromeando. Le quería quitar hierro al asunto...
Luna: Ah...pues es usted una extraordinaria actriz. Ay Bruno, menos mal que estás bien.


Bruno: Vamos, necesito descansar.
Luna: Al menos has estado bajo techo. Peor habría sido desmayarte en el bosque. Te echaba de menos, Bruno. Estaba tan preocupada...
Bruno: Estoy bien, no te preocupes. Solamente necesito descansar.

Sabrina vio felizmente como se marchaban. No entendía muy bien lo que había ocurrido, pero Bruno estaba vivo y ella se había quitado un marrón de encima. Por muy poco no confesaba lo ocurrido y lo mandaba todo al traste. Ahora le apetecía celebrar su cumpleaños y olvidar lo ocurrido.


De pronto, Cloti se empezó a sentir mal. John fue hasta ella y la agarró.

John: Madre, ¿estás bien?
Cloti: Estoy algo mareada. 
John: ¿Quieres sentarte?
Cloti: No, creo que estoy bien.

Sabrina no podía creer su suerte. La pesada de su suegra se encontraba mal y seguro que se marcharía a su casa, dejándoles disfrutar el cumpleaños.

Sabrina: Será mejor que la lleves a su casa, John.
John: No me quedo tranquilo. Será mejor que te quedes a dormir con nosotros.
Cloti: Pues sí, creo que me irá bien. Me estoy mareando cada vez más...


Cloti cayó al suelo y quedó inconsciente.

John: ¡Mamá! ¿Qué te ocurre?
Sabrina: A lo mejor le ha bajado la tensión.
Walter: ¡Abuela!
John: ¡Tenemos que llamar a una ambulancia!


Valeria: ¡Dejadme sitio! ¡Tengo conocimientos de enfermería! 
Anita: ¿Se pondrá bien mi abuela? Por favor, cúrala...
John: ¿Está bien?
Valeria: ¡No tiene pulso! ¡Intentaré reanimarla! 


Tía Lidia encontró la puerta abierta. Luna y Bruno se marcharon sin reparar en ella. Llevaba consigo la escopeta y entró en la casa con decisión. 

Diamante: ¿Quién ese esa?
Sebastián: ¡Lleva un arma!
Tía Lidia: ¡Os encontré!
Sabrina: ¿Qué hace aquí?
Tía Lidia: Mi hermana está muerta. Tú la has matado. 
Sabrina: Lo siento...
John: No puede entrar en mi casa y menos armada. Soy policía y...
Tía Lidia: Y le hizo un bombo a mi Leticia. Por muy policía que sea. No se preocupe, mi sobrina ha perdido el niño, si eso es lo que le preocupaba.
John: Se confunde, señora.


Tía Lidia: A mi no me engaña. Su mujer vino a casa y nos lo confirmó.
Sabrina: ¡Estaba equivocada!
Tía Lidia: Eso lo dices ahora. ¡Mi hermana está muerta y mi sobrina en el hospital!
John: Señora, tranquilícese. No empeore las cosas. Entiendo su dolor, pero esto no soluciona nada. 
Tía Lidia: Algo soluciona. Mi hermana no volverá a la vida, pero yo haré justicia.
John: Se lo ruego. Tengo que llamar a una ambulancia, mi madre está enferma.
Tía Lidia: ¡Esto es por mi hermana!


John se lanzó a por ella. Intentó arrebatarle el arma, pero era demasiado tarde. Tía Lidia disparó y alcanzó a John. Este cayó al suelo, ensangrentado.

Sabrina: ¡John!

Todos salieron corriendo. Intentaron proteger a los niños alejándolos de allí. Valeria dejó de intentar reanimar a Cloti, estaba definitivamente muerta.

Sus: ¡Rápido, por aquí!
Duclack: ¡Agacharos! 


Sabrina: ¡Le has disparado a mi marido! ¡Estás loca! 
Tía Lidia: Loca de venganza. El tiro de gracia lo tengo para ti. Has humillado a mi sobrina, asesinado a su hijo y a mi hermana. Mereces la muerte.


Valeria: ¡Señora,  déjala en paz!
Tía Lidia: ¡Silencio!
Sabrina: Por favor, deje que ayude a mi marido. No quiero que muera...
Tía Lidia: Es un infiel asqueroso. 
Sabrina: ¡No es verdad! Le repito que me equivoqué...
Tía Lidia: Las equivocaciones se pagan. Esto por mi hermana y mi sobrina.


Sonó un disparo, pero no fue el de su escopeta. Tía Lidia había sido abatida por la espalda. Su rostro reflejaba sorpresa, no entendía que había ocurrido. Se intentó tocar la herida de la bala, pero no lo logró. Acto seguido cayó de rodillas y finalmente se desplomó. Murió al instante. Rose, la compañera de trabajo de John le había disparado. Llegaba tarde a la fiesta, pues hasta ese momento había estado trabajando.


Sabrina: ¡Rose!
Rose: ¿Qué narices está pasando?

Se agachó para tomarle el pulso a tía Lidia.

Sabrina: ¿Está muerta?
Rose: Me temo que sí.


Sabrina fue hasta John y le tocó la cara. No respondía a ningún estímulo. 

Sabrina: ¡John, no me dejes! ¡No te puedes morir! ¡Despierta! 


Continuará...