Artemisa: ¡Dejadme paso!
Todo el mundo se apartó cuando la vieron aparecer. Artemisa imponía respeto sin pretenderlo. Había percibido el intenso dolor que emanaba de todos aquellos clicks. No pudo evitar acercarse hasta allí para averiguar que es lo que estaba ocurriendo.
Leandra: ¿Quién es esa?
Othello: No lo sé...
El poder de la diosa circulaba por su sangre con más fuerza que nunca. Se sentía segura, valiente y decidida. Cuando vio a Wen tumbado sobre el cuerpo de Estrella un feroz desgarro la sobrecogió.
Wen: Estrella...
Sus: Wen...lo siento mucho...
Duclack: Wen...
Por alguna razón, el dolor y desesperación que estaba sintiendo Wen en aquellos momentos lo percibía Artemisa en su alma.
Todos lloraban. No eran capaces de decir ni hacer nada. Se sentían impotentes ante aquella traumática situación.
Artemisa: Puedo percibir el dolor que te aflige, que te desgarra por dentro...Puedo ayudarte mediante el poder de la Diosa.
Wen: No puedes hacer nada...está muerta...mi Estrella...
Artemisa: Yo soy una simple mortal, igual que tú, pero el poder de la Diosa está en mi cuerpo. Puede ayudar a tu amada, pero para ello debes confiar en mi.
Wen: ¿Quién eres tú?
Artemisa: Me llamo Artemisa, pero eso ahora carece de importancia. Debemos darnos prisa antes que el poder de la Diosa abandone mi cuerpo.
Wen: No sé muy bien de que estás hablando, pero adelante...
Aquel fino rayo de esperanza que Artemisa le estaba ofreciendo lo consiguió calmar. Artemisa sonrió para tranquilizarle y Wen se apartó para dejarle hacer.
Artemisa colocó sus brazos sobre el cuerpo de Estrella. Cerró los ojos y se concentró. Notaba la fuerza de la Diosa en cada uno de los poros de su piel. Aquel poder puro y brillante recorría su cuerpo cada vez con más fuerza. Estaba a punto de desaparecer, lo percibía. Toda aquella mágica energía se concentró en las palmas de sus manos.
Artemisa: No la dejan marchar...
Estrella no podía regresar, la retenían en un lugar oscuro. Cerró los ojos con fuerza y ordenó que la soltasen. Esas cosas se resistían, pero el poder de la Diosa los deslumbró. Se apartaron del alma de Estrella y la dejaron marchar. En ese momento prácticamente toda la energía de la Diosa la abandonó y penetró en el cuerpo de Estrella.
Artemisa se sintió débil y mareada. Perdió el equilibrio y cayó al suelo. Su hermana acudió en su ayuda al momento.
Cassandra: Mila, ¿te encuentras bien?
Artemisa: Ya no me llamo Mila, hermana...
Cassandra: Veo que estás bien. ¿Me puedes explicar que es lo que ha sucedido?
Artemisa: Todavía no lo sé...
Estrella: ¿Wen?
Wen: ¿Estrella? ¡No es posible! ¡Estás viva!
Estrella: No puede ser...¡La herida ha desaparecido!
Se abrazaron llorando. La vida les había dado una segunda oportunidad y estaban dispuestos a aprovecharla.
Wen: ¿Estás bien? ¿Buscamos un médico?
Estrella: Wen, estoy bien. Es más, me siento mejor que nunca.
Todos saltaban y gritaban de felicidad. Habían sido testigos de un increíble milagro.
Wen: Artemisa...no comprendo cómo lo has hecho, pero muchas gracias. Has salvado la vida de mi esposa, no tengo forma de agradecértelo...
Artemisa: Debes agradecérselo a la Diosa. Yo he sido solo una vía para que ella la ayudase. Me siento feliz por haber podido ayudar.
Duque: Lilu...Siento haberte dejado. Me sentí confuso y agobiado por los acontecimientos. Por favor, dame otra oportunidad. Llevo todo el día buscando el momento para hablar contigo, pero no era capaz de reunir el suficiente valor. Cuando esa loca te apuntó con su arma lo vi claro, te amo y no quiero perderte.
Lilu: Duque, estaba deseando que me lo dijeras...Has sido muy valiente queriéndote intercambiar por mi. No digas nada más y bésame.
Se besaron con pasión. Tenían que recuperar el tiempo perdido.
Lulú: Ay, que bonito el amor...y yo más sola que Adán en el día de la madre...
Uma: ¡Tengo que acabar con él! ¡No me toquéis con vuestras sucias manos!
Carmelo: ¡Eres una asesina!
Hércules: ¡Pagarás por lo que has hecho!
Artemisa: ¡Tú! Eres una casquivana crapulosa! Un ser repugnante indigno y despreciable.
Uma: ¡Me importa un cuerno lo que pienses de mi!
Artemisa: ¡Zurumbática!
Uma: No entiendo nada de lo que dices.
Artemisa: Quiero que experimentes el dolor y la tristeza que has provocado en estas personas. Sufrirás de por vida este castigo hasta que aprendas a amar y respetar a los demás. Mientras el odio y la venganza habiten en ti, vivirás con el intenso dolor que Wen, Estrella y todos los presentan han sentido por tu culpa.
Uma: Estás loca.
Artemisa: ¡Todavía reside en mi la magia blanca y poderosa de la Diosa!
Alzó los brazos al aire y Uma sintió un intenso dolor en el pecho. Asustada, salió corriendo a toda prisa.
Hércules: ¡Se escapa!
Artemisa: Déjala ir. Está maldita. Os puedo asegurar que sufrirá un gran castigo.
Uma corría a toda prisa. Se sentía muy mal. Desesperación, tristeza y un dolor agudo en el pecho que le cortaba la respiración. Lloraba, pero no le aliviaba la gran angustia. Sentía que se moría, que nada tenía sentido. Se dejó caer al suelo conmocionada. No podía dejar de llorar. Aquella ansiedad desbocada le retorcía las entrañas.
Susanne: Ernesto...amor, antes de que sea demasiado tarde. ¿Te parece bien que nos reunamos en casa de Sus y Diamante un día de estos? Te lo explicaré todo. Quiero que sepas toda la verdad.
Ernesto: Está bien...esperaré tu llamada.
Estrella: ¡Artemisa! Estoy viva gracias a ti y tu diosa. Os estoy inmensamente agradecida. Eres maravillosa, gracias por todo. Por favor, me gustaría compensarte de alguna forma. ¿Hay algo que pueda hacer por ti?
Artemisa: Sí, hay algo.
Estrella: Lo que sea.
Artemisa: Tu ramo de flores, lo necesito.
Estrella: ¡Claro que sí! Estoy segura que te casarás pronto.
Artemisa: No lo quiero por la ridícula creencia de que quién se haga con el ramo de la novia será la próxima en casarse. No estoy interesada en ningún hombre y por el momento no entra en mis planes. Esas flores que componen tu ramo de novia son Pitusas inolvidables. Las estaba buscando, son muy difíciles de encontrar. Las necesito para curar a una persona que está enferma.
Estrella: Por supuesto, es tuyo. Pero algo más podré hacer por ti...
Artemisa: Si quieres, búscame. Veo en ti una luz blanca. Tu alma es pura y quizás te apetezca pasar unos días conmigo.
Estrella: De acuerdo, será un placer. ¿Cómo te encontraré?
Artemisa: Vivo en Bosque Intenso, cerca del río Caudaloso. Deja que tu instinto te guíe y me encontrarás.
Artemisa agarró el ramo de flores y se marchó junto a su hermana.
Artemisa: Te dije que aquí encontraríamos Pitusas inolvidables. Tienes poca fe en mi, hermana.
Cassandra: Debo reconocer que estabas en lo cierto. Jamás pensé que las encontrarías en el ramo de una novia. Debemos darnos prisa, Gaya nos necesita.
Artemisa: Sí, con esto se recuperará.
Cassandra: Estoy deseando contar a todo el aquelarre lo que has hecho hoy.
FIN