sábado, 31 de marzo de 2018

Fuego en mi alma - Capítulo 07: La mujer misteriosa

Capítulo 07

La mujer misteriosa

Troy deseaba terminar cuanto antes. Germán Estello y su novio le iban a pagar muy bien por provocar unos cuantos incendios. Austin había decidido que era mejor dividirse y así provocar los incendios más dispersos. Tenían bidones de gasolina escondidos en el bosque, por lo que la tarea era mucho más fácil. 

Troy: Me pienso comprar una moto.

Hablaba en voz alta, convencido de que nadie le escuchaba. No lo sabía, pero muchos ojos estaban posados en él. 


Gracias a su comentario en voz alta, Valeria, Artemisa y Agnes consiguieron encontrarle. Se escondieron tras unas rocas y se asomaron. Cuando descubrieron que ya había iniciado el incendio, salieron de su escondite de inmediato.

Agnes:  ¡Lume!¡Está quemando el bosque!
Valeria: Maldita sea, ¡tenemos que impedirlo! Vosotras encargaos del fuego y yo intentaré reducir al hombre.


Troy miraba las llamas hipnotizado. Mientras las veía bailar descontroladas, pensaba en la nueva moto que pensaba comprarse. Valeria aprovechó el momento para acercarse por detrás y agarrarle por sorpresa.


Se lanzó encima de Troy con tanta fuerza que lo tiró al suelo. El hombre intentaba zafarse de Valeria propinando golpes y puñetazos. Artemisa la vio apurada, así que intentó ayudar agarrando a Troy de los brazos. Agnes no pudo evitar ponerse a gritar desesperada. 

Agnes: ¡El fuego se está propagando!


Se había levantado viento, por lo que el fuego avanzaba descontrolado por las plantas y matorrales.

Agnes: ¡Oh, no!

Agnes agarró unas ramas e intentó apagarlo dándole golpes. Mientras tanto, Valeria había conseguido reducir al hombre y dejarlo inconsciente. Artemisa lo miraba terriblemente agotada.


Artemisa: Me ha dado una patada en la rodilla...
Valeria: Gracias por tu ayuda, Artemisa. ¿Te duele?
Agnes: ¡Axuda!


Agnes no podía controlar la situación. El fuego atrapaba árboles y todo tipo de vegetación. Unas flores blancas se chamuscaban impotentes ante las llamas.

Artemisa: ¡No consigo apagarlo!
Agnes: ¡El fuego avanza! ¡No se apaga!
Valeria: ¡Es por la gasolina! Debemos salir de aquí, es muy peligroso. Avisaremos por radio a los demás.


Agnes se resistía a marcharse. Sentía que el fuego quemaba su alma. Como si de una parte de su cuerpo se tratase. Artemisa la agarró de la cintura y tiró de ella.

Agnes: ¡Noooo quiero dejarlo así!  ¡Se quema!
Artemisa: ¡No podemos hacer más, Agnes!
Valeria: ¡Rápido, esto se está poniendo muy feo!


Valeria arrastraba a Troy, que seguía inconsciente. Artemisa obligó a Agnes a caminar y finalmente accedió con lágrimas en los ojos.

Artemisa: ¡Hay fuego por todas partes!
Valeria: Espero que no nos atrape o estaremos muertas.
Agnes: Ay, Artemisa...no puedo soportarlo...esto es horrible.
Artemisa: ¡Debes ser fuerte, Agnes!


De pronto, Agnes vio un cervatillo escondido en un hueco entre la maleza. Estaba rodeado de llamas y pronto le darían alcance. El animal le miraba muy asustado e inmovilizado por el miedo.

Agnes: ¡Es un cervatillo! 



Artemisa la vio avanzando hacia las llamas y aunque la intentó retener agarrándole de un brazo, Agnes se soltó.

Artemisa: ¡Agnees!
Agnes: ¡No puedo dejarlo ahí!


Agarró al animal con gran esfuerzo y lo cogió en brazos. El cervatillo temblaba de terror y Agnes lo acariciaba para tranquilizarlo.

Agnes: Ya estás a salvo.
Artemisa: ¡Un cervatillo! ¡Lo has salvado!
Valeria: ¡Chicas, por aquí! ¡He encontrado ayuda!


Germán y Crispy llevaban horas caminando por el bosque. Su intención era subir a su coche y marcharse, pero Germán se había desorientado. Cuanto más caminaba, más rodeados estaban de vegetación. Crispy llevaba rato quejándose y culpando a su novio de la situación.

Crispy: ¡Me duelen los pies y tengo sed! Mira cuantos bichos, ¡aaaarg! ¿Eso era un gusano? ¡Esto es un infierno!
Germán: Deja de quejarte. Me he desorientado un poco, nada más. Creo que el coche debe estar por aquí...


Llegaron a una zona sin camino a seguir. Era prácticamente imposible avanzar entre tanta maleza. Crispy se puso todavía más histérico.

Crispy: ¡Me voy a perder Gran Hermano por tu culpa!
Germán: Intenta tranquilizarte, seguro que encontramos la forma de salir de aquí.
Crispy: ¿Sabes volar? ¿Eres Fran de la Jungla? ¡Yo tampoco! Ayyy, que hoy es día de expulsiones en Gran Hermano. ¡Ahhhh! ¡Una araña! ¡Me está atacando!
Germán: Es una rama, Crispy. Los móviles no tienen cobertura, maldita sea. Espero que al menos esos desgraciados hayan iniciado los fuegos lejos de aquí.
Crispy: ¡¡Espero que arda el bosque entero!!


Germán: Un momento...
Crispy: ¿Qué ocurre?
Germán: Ahí hay alguien.
Crispy: ¡Es verdad! ¡Hola! ¡Necesitamos ayuda!

Era una mujer de pelo rubio color oro y largo. Tenía una corona en el pelo y vestía de verde, con un vestido largo hasta los pies. Solamente tenía un tirante, por lo que los brazos estaban desnudos. Estaba descalza. Sus ojos eran profundos y azules, muy azules. Los miraba oculta entre la vegetación y no parecía tener la más mínima intención de ayudarles.


Germán: Estamos perdidos, ¿sería tan amable de mostrarnos el camino a la civilización? 
Crispy: ¿Qué pasa? ¿No sabe hablar?
Germán: ¿Hola?

La mujer les sonrió pero seguía sin moverse.

Germán: ¿Eres tonta? ¡Que necesitamos ayuda!
Crispy: ¡Debe ser otra de esas naturalistas!
Germán: ¡Tienes razón! ¡Escucha, bruja! Si no nos ayudas a salir, iré a por ti y por tu familia.

El rostro de la mujer cambió de pronto y los miró con ojos cargados de odio.

Crispy: ¡Ahhhhh!


Germán: ¿Por qué gritas?
Crispy: ¡Fuego!

Aparecieron llamas por todas partes y avanzaban peligrosamente hacia ellos.

Germán: Maldita sea...
Crispy: ¡¡Vamos a morir quemados!!
Germán: Oiga, necesi...

La mujer había desaparecido sin dejar rastro.

Germán: ¡Socorro! ¡Oiga!


Germán: Crispy, si te aúpo, ¿podrás llegar a lo alto de esa roca?
Crispy: No sé, lo puedo intentar.

Crispy se subió a los hombros de Germán y se agarró a unos sobresalientes de la gran roca. Gracias a eso, consiguió llegar arriba.


El fuego avanzó hasta alcanzar la zona en la que estaba Germán.

Germán: ¡El fuego me está alcanzando!
Crispy: ¡Amor!


Estiró el brazo para que Germán se pudiese agarrar y subir. Aunque lo intentaba, estaba demasiado alto.

Crispy: ¡Agárrate a mi mano!
Germán: ¡No puedo! ¡Ahhhh!
Crispy: ¡Germán! ¡Nooo!


El fuego atrapó  Germán quemando su ropa y su cuerpo como si de papel se tratase.

Crispy: ¡Germán! ¡Noooo!
Germán: ¡Ahhhhhhh!



Cuando Germán desapareció entre las llamas, Crispy se agarró a un árbol en lo alto de la roca y se puso a gritar llorando. No se había percatado que a lo lejos, la mujer misteriosa lo estaba observando.


Cuando Crispy la vio, no pudo evitar insultarle y culparle por lo ocurrido.

Crispy: ¡¡Pienso denunciarte por no prestarnos ayuda!! 

La mujer saltaba por las copas de los árboles, alejándose poco a poco. De pronto, levitó y desapareció entre las nubes. Crispy no podía creer lo que acababa de ver.


Pasada una hora, la situación cambió por completo. Los bomberos consiguieron apagar todos los pequeños incendios con rapidez. Por suerte, se quemaron muy pocos metros. Gracias a la actuación de los guardabosques y los voluntarios, la situación no derivó en una catástrofe. La policía arrestó a todos los delincuentes a excepción de Germán, que murió en el incendio.


Quedaban algunas llamas por sofocar, pero los bomberos estaban sobre ellas y era cuestión de minutos que las extinguieran. 



La policía había esposado a Austin, Troy, Cole y Crispy. Este último, lloraba por la pérdida de su novio pero también por haber sido arrestado. Sabía que pasaría muchos años tras las rejas. Además de todo esto, parecía haber enloquecido. 

Policía: Deje de decir tonterías.
Crispy: ¡Saltaba por las copas de los árboles y brillaba como una luciérnaga! ¡Me miraba desde los árboles y no nos ayudaba! ¡Jajajajajaja! ¡Su pelo era de oro!
Policía: ¡Silencio!
Crispy: ¡Buaaaaaaa! ¡Mi novio a muerto y la mujer de pelo de oro saltaba por los árboles! ¡Jajajajabuaaaa!


Policía: Haga el favor de guardar silencio.
Austin: Nos pagarás igualmente, ¿no?
Troy: ¡Yo quería una moto!
Crispy: ¡Tienen que buscar a esa mujer!


Cerraron el portón policial de la furgoneta y Crispy se puso a gritar enloquecido.

Crispy: ¡¡Tiene el pelo de oro y salta por las copas de los árboles!! ¡Va descalza y sus ojos brillan como piedras preciosas! ¡Sabe levitar y tiene una corona en el pelo! ¡Tienen que arrestarla!
Austin: Ha perdido el juicio. 


Agnes estaba sentada en el suelo, apoyando su espalda en el camión de bomberos. Había bebido agua y estaba más tranquila. Salvar al cervatillo y que el incendio hubiese sido extinguido le había ayudado a serenarse. 

Artemisa: ¿Estás mejor?
Agnes: Sí, ya estoy mucho más tranquila. 
Sus: Debes sentirte satisfecha, has salvado a ese cervatillo.
Agnes: Y este cervatillo me ha salvado a mi, Sus.

Lo acariciaba con cariño y el animal cerraba los ojos agradecido.


Se levantó y lo dejó en el suelo. El cervatillo se puso a cuatro patas y caminó lentamente.

Agnes: El latido de su corazón y su mirada de amor infinito han conseguido que no pierda la cordura.
Artemisa: Mira, parece que puede caminar sin problemas.
Sus: Aunque parece débil. 
Artemisa: Dejemos que camine un poquito, a ver si se va animando.


Agnes acompañaba con su mano al animal, que caminaba con torpeza. Sus y Artemisa la seguían en silencio.

Agnes: Venga, debes ser fuerte. Yo te protegeré.

Sus no pudo evitar ponerse a llorar. Aquel indefenso cervatillo y el gran corazón de Agnes le habían emocionado.


Artemisa: ¡Mirad!

Unos metros más allá, un ciervo los observaba nervioso. No se atrevía a acercarse y bramía mirando al cervatillo.

Agnes: Es su madre.
Sus: Ay, no puedo dejar de llorar. Lo estaba buscando.
Agnes: Debe volver con ella.


Artemisa: Está muy preocupada.
Agnes: Tiene miedo por su cría. El incendio y las atrocidades cometidas por esos repugnantes humanos le han afectado profundamente.
Sus: No me extraña. Hace bien en desconfiar.


Agnes abrazó al cervatillo con delicadeza y le acarició la cabeza. En muy poco tiempo había sentido una conexión muy profunda con aquel animal. En su interior tenía la necesidad de cuidarlo, de protegerlo de todos los peligros a lo que se pudiese encontrar, pero sabía que tenía que volver junto a su madre, ella lo protegería mejor que nadie.

Agnes: Adiós, mi pequeño amigo.

El animal se dio la vuelta, miró a Agnes con ojos agradecidos y se alejó lentamente. Su madre lo esperaba nerviosa.

Sus: Esta es una de las experiencias más bonitas que he vivido nunca. 
Artemisa: Yo también.


Madre e hijo se reencontraron finalmente. Ella le lamía comprobando que no estuviese herido. Estaba feliz y más tranquila. El cervatillo se pegaba a su madre, feliz de volver junto a ella. Después del intenso encuentro, caminaron tranquilamente hacia la intensa vegetación.


Agnes: Me siento completa. He vivido cosas horribles, pero la vida te sorprende cuando crees que ya no hay esperanza. 
Artemisa: Has hecho algo admirable, Agnes.
Agnes: Gracias, Artemisiña. Sé que estará bien junto a su madre, pero por alguna extraña razón he sentido una conexión especial. Me he acordado de Némesis...
Sus: A lo mejor algún día os volvéis a encontrar.
Agnes: Es extraño, pero estoy segura de que así será.


Artemisa: Volvamos con el grupo. 
Sus: Sí, es ya muy tarde y mi Suselle estará preocupada en la cabaña.
Artemisa: Seguro que no se está aburriendo. La dejamos jugando con Ximena.
Sus: Sí, con Ximena nadie se aburre.


Agnes no podía dejar de mirar el lugar por dónde se habían marchado los ciervos. Sus y Artemisa caminaban sin percatarse de que Agnes no las seguía. De pronto, descubrió a una mujer observándole. Estaba escondida entre los árboles y le sonreía. Era la misma que Crispy había visto levitar y saltar por las copas de los árboles. Su corazón dio un vuelco. La paz y el amor que aquella mujer le transmitía con su mágica mirada la emocionó profundamente.

Agnes: ¿Quién eres?


La mujer le seguía sonriendo. No abrió la boca, pero la escuchó hablar como si estuviese a su lado.

Mujer: Tu corazón puro y tu alma blanca siempre serán bienvenidos a mi hogar. No olvides nunca que la naturaleza forma parte de ti y que jamás olvidaré tu nombre y tu pureza. No temas por las adversidades, confía en tu instinto y lucha por ser quién eres.


Unas lágrimas recorrieron las mejillas de Agnes. Esas palabras le habían llegado a lo más profundo de su alma. Fue hasta ella pero había desaparecido.

Agnes: ¿Hola? Deseo hablar contigo.
Mujer: Puedes hacerlo siempre que quieras.


La vio unos metros más alejada, junto a un árbol. Temía que volviese a desaparecer, por lo que no se atrevió a acercarse.

Agnes: Gracias por todo lo que has dicho.
Mujer: No necesites que te digan lo mucho que vales, Agnes. Eres un ser puro, no lo olvides. No esperes que los demás te lo digan, pues pocos son capaces de verlo. Gracias por proteger mi hogar.
Agnes: Vives en el bosque.
Mujer: Vivo en todas partes. Estoy en ti.
Agnes: Quizás podríamos vernos y hablar, me gustaría saber más sobre ti.
Mujer: Con cada latido de tu corazón, sabes más sobre mi.


Agnes se acercó a ella pero en un abrir y cerrar de ojos, desapareció.

Agnes: ¡No te vayas! ¿Dónde puedo encontrarte?
Mujer: Estoy en todas partes. En una hoja, en un árbol, en la luna, en una mirada, en una canción...
Agnes: ¡Agarde!


Agnes corría sin rumbo definido. Intentaba encontrarla desesperadamente. Escuchó ruidos tras unos matorrales y fue hasta allí. Gritó de terror al ver un ser con un hacha, con la cabeza blanca y una enorme pistola en la mano. 

Bombero: ¿Se encuentra bien?

Era un bombero que comprobaba que el incendio no se reactivase. Llevaba consigo una manguera que había confundido con una pistola y un casco blanco. En su cinturón tenía un hacha.

Agnes: Sí, perdone.
Bombero: No debería estar sola por aquí, es peligroso. Aunque tenemos todo controlado, todavía podría reactivarse el fuego.


Agnes: Sí, ahora vuelvo al campamento.

El bombero siguió caminando. Agnes miraba alrededor, en un último intento por encontrar a la mujer misteriosa. Sabía que no la encontraría. 


Días más tarde...

Ben y Keira se calentaban junto al fuego. Ben lo había encendido junto a su cabaña. Después de todo lo que había ocurrido, se sentía triste y solo. Paula había vuelto con su novio. Ella le había creado perfiles en las redes sociales y aunque no se manejaba demasiado bien y no le interesaba mucho, había visto que le había bloqueado en todas ellas.

Keira: Ben, esa chica no te convenía. ¿Es que todavía no lo ves?
Ben: Sí, ahora lo veo claramente. No es que quiera volver con ella, es que...me duele que me haya olvidado tan rápidamente y que me bloqueé en frasbuk, istagam y triter.
Keira: Veo que estás muy puesto, eres muy moderno...Mira, eso es una tontería. Yo no tengo redes sociales y soy plenamente feliz. Es mucho mejor para ti que te haya olvidado. ¡Esa chica era tonta!
Ben: Nunca te cayó demasiado bien.


Keira: Desde la primera vez que la vi aparecer. No la aguantaba. Tú te mereces una clack mucho mejor que esa.
Ben: Gracias, Keira. Siempre me apoyas en los malos momentos.
Keira: Sabes que conmigo puedes contar siempre que lo necesites.


Ben: Sabes que también puedes contar conmigo. Eres una gran amiga.
Keira: Ben, hace tiempo que deseaba decirte algo.
Ben: ¿Qué ocurre?
Keira: Quizás no sea buen momento, pero necesito decírtelo. Desde hace mucho tiempo, siento algo muy especial por...


Suselle: ¡Abuelito!
Ben: ¡Suselle! Pero menuda sorpresa. Bienvenidas.

Suselle, Duclack, Agnes, Artemisa, Sus, Casandra  y Pandy los interrumpieron. Keira no pudo evitar sentirse frustrada.

Keira: Hola, chicas. 


Casandra: Vaya, este lugar es hermoso, hermana.
Artemisa: ¿Verdad? Te dije que te gustaría.
Casandra: Este bosque debe estar repleto de plantas medicinales. ¡Mira esa cabaña! Nunca había visto una tan grande. ¿Ese es Ben? Vaya, es muy atractivo.


Casandra se sentó junto a Ben. 

Artemisa: Ben, te presento a Casandra, mi hermana. Casandra, él es Ben.
Ben: Siempre es un placer conocer a bellas damas.
Casandra: Oh, zalamero. El placer es mío. Mi hermana y Agnes hablan maravillas sobre ti.
Ben: Tengo ese efecto en las mujeres.

Casandra y Artemisa lo miraron sorprendidas.

Ben: Estaba bromeando.

Las dos rieron al unisono y Ben se unió a ellas divertido.

Ben: Ahora en serio, muchas gracias por hablar bien de mi. ¿Deseáis algo para beber? Tengo todo tipo de infusiones.
Casandra: Gracias, me apetece mucho. Hace una tarde fresca y necesito entrar en calor.
Ben: Calentaré agua y traeré todas las hiervas, así podréis elegir.


Keria: ¡Las heroínas! Estoy tan agradecida por todo lo que hicisteis. Habéis demostrado gran valor.
Duclack: No hay nada que agradecer, de verdad. Es algo que hicimos de corazón.
Keira: Lo sé.
Suselle: ¿No está Ximena?
Keria: No,Valeria tiene fiesta.
Agnes: Hace una tarde fresquita pero agradable.
Keira: Cierto. Venid y calentaros junto al fuego.
Sus: Gracias.


Todas se sentaron junto al fuego. Ben caminaba hacia la cabaña para coger las infusiones cuando Keria lo llamó.

Keira: Ben, ¿puedes venir un momento?
Ben: ¿Qué ocurre?


Lo empujó contra unas rocas y le besó sin mediar palabra. Aunque pilló a Ben por sorpresa, no pudo evitar dejarse llevar. Siempre se había sentido atraído por Keira.


Mientras tanto, las chicas y Pandy se calentaban junto al fuego.

Casandra: ¿Y ese hombre murió quemado?
Sus: Era el que pretendía destruir el bosque. Por lo que dicen en la tele, tras su muerte y descubrirse sus ilegalidades, la empresa quebró y ahora mismo ya no existe. 
Casandra: No es sano desear la muerte o la mala suerte a nadie, pero que me aspen si siento pena por lo que le ocurrió. 
Agnes: Yo no me alegro, pero tampoco me pongo a llorar apenada.
Suselle: Era un hombre malo.
Duclack: Su novio está en un psiquiátrico. Dicen que enloqueció.
Artemisa: ¿Por la muerte de su novio?
Duclack: No. Por lo visto cree que una mujer que levita, con cabellos dorados y que salta por los árboles fue la que mató a su novio.
Suselle: ¿Sailor Moon?

Agnes palideció. Recordó a la mujer que había visto en el bosque. 

Agnes: ¿Eso cree?
Artemisa: ¿Te encuentras bien?
Agnes: Sí. Es que recordar todo aquello me entristece.
Suselle: No estés triste, Agnes.

No estaba triste, al contrario. Cuando recordaba lo que aquella mujer le había dicho siempre pensaba que se lo había imaginado. Nunca se lo había contado a nadie. Se había autoconvencido de que aquello no fue real y que su mente le había jugado una mala pasada. Ahora estaba convencida de su existencia y no pudo evitar sentirse feliz y por primera vez en mucho tiempo, plena.


Casandra: Quizás no esté loco y lo que dice sea verdad.
Sus: ¿Hablas en serio?
Casandra: La naturaleza lleva años aguantando todo tipo de atrocidades. Algunos creen que un día tomará cartas en el asunto y se vengará, o simplemente se protegerá. No me parece tan descabellado que en algunas ocasiones, sea capaz de intentar protegerse.

Agnes sonrió feliz. Ella sabía la verdad, sabía quién era.


Días más tarde, Agnes le propuso a Artemisa llevarse a Suselle y Dante de acampada. Aceptó encantada y fueron a un lugar no muy lejano a la cabaña de Ben. Allí montaron una tienda de campaña y prepararon un pequeño campamento. Artemisa jugaba a las cartas con Dante en la tienda y Agnes hablaba con Suselle junto al fuego.

Suselle: Gracias por invitarnos de acampada.
Agnes: Me hacía mucha ilusión estar con vosotros.
Suselle: Agnes, quiero ser tan mágica como tú.
Agnes: ¿Crees que soy mágica?
Suselle: Sí, mucho.
Agnes: Tú eres muy mágica, más que yo.
Suselle: ¿De verdad?
Agnes: Claro que sí.


Suselle: ¡Qué guay!Agnes, ¿seremos amigas para siempre?
Agnes: Eso no lo dudes.
Suselle: Pero me han dicho que te quieres ir a Galicia.
Agnes: ¿Crees que la amistad se mide por la distancia o que supone el fin? 
Suselle: Pero no podremos estar juntas.
Agnes: He aprendido que el amor y la amistad no entienden de distancias. Estaremos juntas, aunque nos separen muchos kilómetros.


Suselle: ¡Tienes razón! Eres la mejor amiga que se puede tener, Agnes. ¿Podemos ir a ver el río?
Agnes: ¡Por supuesto! Se lo decimos a tu hermano y Artemisa y nos vamos.

Agnes sabía que la felicidad era efímera, que iba y venía a su antojo, pero desde que vio a la mujer misteriosa, era inmensamente feliz. En ese momento, junto a Suselle en aquel maravilloso lugar, sintió que la vida le sonreía. Sí, era feliz y no le daba vergüenza reconocerlo.


FIN