Caitlyn estaba organizando las cosas para la inauguración cuando Chelo la interrumpió. La vio alterada, pero no sabía si estaba preocupada o emocionada.
Chelo: Está aquí la policía.
Caitlyn: ¿Quieren hablar conmigo?
Chelo: Con todos. Dicen que si les podemos atender, que nos quieren hacer unas preguntas.
Caitlyn: Lo que sea para ayudar en la búsqueda del asesino de Paca.
Rose y John decidieron interrogarlos por separado. De esa forma podrían averiguar si sus declaraciones coincidían y no estaban confabulados los unos con los otros. La primera en ser interrogada fue Caitlyn. Llevó a los agentes a las mesas del bar musical y se sentó frente a ellos.
Rose: ¿De qué conocía a Paca?
Caitlyn: Era mi amiga. Nos conocimos en un bolo. Las dos actuábamos en un garito de mala muerte. No pagaban mucho, pero nos lo pasábamos bien. Desde el primer día nos hicimos amigas.
John: ¿Tenía usted algún conflicto con ella? ¿Quizás problemas con el negocio?
Caitlyn: Ninguno. Ambas estábamos interesadas en que este negocio funcionase. Jamás me peleé con ella en serio. Era enamoradiza y a veces se lanzaba pensando que era correspondida. Yo siempre intentaba que no se declarase tan rápido, que esperase, pero era muy impulsiva.
Rose: ¿Cree que alguno de esos hombres es el responsable de su muerte? ¿Tenía enemigos?
Caitlyn: No lo creo. Todos esos hombres desaparecieron hace tiempo. Paca no caía bien a todo el mundo, eso es una realidad. Por su forma de vestir, por su personalidad, por ser diferente. Me preguntan si tenía enemigos, es posible, pero ella quizás ni fuese consciente de ello.
Llegó el turno de Chelo. Cuando empezaron las preguntas, John y Rose prácticamente la descartaron como sospechosa. Chelo parecía enterarse de todo y aunque al principio le prestaron mucha atención, empezaron a cansarse ante tal avalancha de palabras.
Chelo: La vecina de la esquina, la señora Anastasia, la miraba mal. Veía como cotilleaba mirando por la ventana y cómo se llevaba las manos a la boca cuando Paca pasaba por su puerta. El señor Román también la criticaba todo el tiempo. Es el dueño de la librería. No estaba de acuerdo con la apertura de este local. El churrero tiene mucho genio y el otro día se puso a criticarla. Yo la defendí y lo dejé con un palmo de narices. Ah, también la señora Isidora, esa mujer es muy mala, una...
Rose: Creo que ya tenemos suficiente información, Muchas gracias.
John: Capitán Bryan, del crucero Panama. ¿Qué le trae hasta aquí? Está muy lejos de su tripulación.
Bryan: Caitlyn. Ella trabajó en mi barco durante unos años. He venido a hacerle una visita junto a mi hijo.
John: ¿Tan bien se llevan? Pasa mucho tiempo con ella, según algunas fuentes.
Bryan: La amo, pero hasta hace poco tiempo no quería verlo. Ella también me ama, así que esa es la razón por la que nos llevamos tan bien.
Rose: ¿No estaba usted saliendo con otra clack?
Bryan: No veo la relación con la muerte de Paca.
Rose: ¿Paca se le insinuó alguna vez? Nos cuentan que era enamoradiza. Se lanzó como siempre hace y usted la rechazó. Quizás lo importunó y quiso deshacerse de ella.
Bryan: ¡Eso es ridículo! Es cierto que Paca me piropeaba mucho, pero sabía muy bien que yo y Caitlyn nos amamos.
Rose: ¿Dónde estaba el día que asesinaron a Paca?
Bryan: Con mi hijo. Estábamos en el hotel, durmiendo.
John: Lo comprobaremos.
Chumina: ¡Ha debido ser uno de los vecinos! Paca salía mucho a pasear por la zona y a promocionar el local. Nos odian por ser diferentes. Nos consideran monstruos, aberraciones. No me lo invento, muchos de ellos me lo han dicho a la cara.
Rose: ¿Tiene algún nombre en concreto?
Chumina: No, pero estoy segura de que ha sido alguno de ellos. Paca también despertaba envidias, por guapa y por su personalidad arrolladora.
John: ¿Es cierto que estaba usted disgustada por la conducta de Paca? No ensayaba con usted lo suficiente y se estaba cansando de su pasotismo.
Chumina: Era muy loca cuando quería. Yo soy más disciplinada con mis espectáculos y ella se deja llevar a lo que salga.
John: ¿Era Paca una molestia para usted? ¿Prefería actuar sola?
Chumina: En absoluto. Aunque me volvía loca, Paca era mi mejor amiga. Actuar con ella, aunque era un caos, me hacía inmensamente feliz. Dejen de buscar culpables dónde no los hay. El asesino está ahí fuera.
Anabel: No la conocía mucho. Llevo aquí poco tiempo. Me parecía una chica estupenda. Era divertida y siempre estaba bromeando. Me gustaba estar con ella. Le encantaba mi forma de vestir y decía que tengo mucho estilo.
John: Según cuenta Caitlyn, a usted la considera su mejor amiga.
Anabel: Sí, desde hace muchos años.
Rose: Aunque para ella Paca era especial y también dice que era su mejor amiga. ¿Sentía celos de su amistad?
Anabel: Claro que no. Caitlyn puede tener más amigas, faltaría más. Además, no siempre puedo estar junto a ella y me gusta que tenga más personas con las que relacionarse.
Rose: ¿Dónde estaba la noche en la que asesinaron a Paca?
Anabel: Estaba en el flamenco rosa, junto a Caitlyn y los demás. Escuché gritos y salí a ver lo que ocurría, y encontré a Paca en el suelo. Caitlyn y Chumina intentaban reanimarla sin éxito.
Al día siguiente...
En el banco siempre se formaban colas. Para ser atendido había que pedir cita previa por la página, la aplicación o por teléfono. La página estaba colapsada, la aplicación te daba hora para varias semanas y el teléfono nunca lo cogían. Muchos se presentaban, se sentaban y esperaban pacientemente (o no), su turno. Olivia Porter se había cansado de intentarlo por teléfono. Tras esperar una hora, su número apareció en pantalla. Ella no se percató, alguien la avisó de que le tocaba. Se acercó a la ventanilla decidida a cantarle las cuarenta, pero cuando vio la cara de mala ostia del hombre, se cortó.
Olivia: Que se me ha terminado la cartilla.
Banquero: Para la renovación de la cartilla tendría que pedir cita con su gestor.
Olivia: No hay forma de contactar con mi gestor.
Banquero: Señora, ahí tiene las indicaciones. Mediante la página oficial de Internet, por la aplicación o por teléfono.
Olivia: No tengo Internet, no tengo móvil moderno y no me cogen el teléfono aunque llame mil veces al día. Una vez me lo cogieron, y era un robot.
Banquero: Se lo haré, pero de todas formas, hoy no se hacen estas cosas. Para renovar la cartilla tiene que venir usted un jueves.
Olivia: Pues menuda tontería. Antes me la hacían en un momento.
Banquero: Ahora las cosas funcionan de otra manera. Tome, la cartilla renovada. La próxima vez, pida cita.
Olivia: Al cuerno.
En la sala de espera estaba sentada Agnes. Miraba su teléfono móvil intentando que la espera fuese más amena. Leía una novela y contestaba mensajes de whatsaclick. La señora Hermenegilda estaba sentada a su lado. Se había llevado a su nieto, que más que un niño parecía un huracán .Agnes intentaba concentrarse en la novela, pero Hermenegilda parloteaba sin parar.
Hermenegilda: Y claro, trabajando los dos, me tengo que quedar al niño. Mi hijo llega tarde a casa y su mujer se va del trabajo a bailes del zumbao. Será por eso que la veo tan zumbada últimamente. Yo no entiendo de bailes modernos, pero bailar como un zumbao no me parece ni medio normal. Encima yo me quedo con mi nieto, que no es que me importe, pero es su madre y en vez de zumbar por ahí lo que debería hacer es cuidar a su hijo, que no lo he parido yo.
Agnes: Claro...
Hermenegilda: ¡Estate quieto, Pedrito! Es que encima el niño es hiperreactivo, no para. Eso dicho por los médicos. Les he dicho que le pidan una paga, pero nada, que dicen que por eso no dan nada.
Agnes: ¿Se refiere a hiperactivo?
Hermenegilda: Eso he dicho.
Pedrito: ¡Quiero dinero pa comprar gominolas!
Hermenegilda: Gominolas no que se te caen los dientes.
Pedrito: ¡Mejor, así viene el ratoncito Pérez! ¡Quiero dineroooooo!
Agnes: Puffff.
Hermenegilda: ¡Calla de una vez, Pedrito! Espera que la abuela termine las gestiones en el banco.
Pedrito: ¡Abu, quiero dineros pa comprar gominolas y cromos! ¡Quiero cromos!
Hermenegilda: ¡Siéntate, leches! Este niño no para. Como no te portes bien, ni gominolas ni cromos ni leches que valgan.
Pedrito: ¡Quiero los cromos de la selección! ¡Me falta Clickstiano Ronaldo y Clickonel Messi!
Hermenegilda: Si te mantienes en silencio durante un buen rato, te los compro.
Pedrito: ¡Vale!
Agnes: Ser máis lista que un allo.
Hermenegilda: ¿Se parece a un gallo? Ahora que lo dices lo parece. Mi nieto muy agraciado no es. Cuando sea mayor, creo que no se comerá una rosca.
Agnes: No, quería decir que es usted muy lista. La estrategia de que guarde silencio está muy bien.
Hermenegilda: Ah, pues no te creas. Este crío no sabe estar callado.
Isidora esperaba su turno sentada tras Agnes y junto a Gallofa. Estaba muy malhumorada. Le desesperaba la espera y los gritos insoportables de Pedrito. Tenía ganas de decirle cuatro cosas bien dichas a Hermenegilda y su nieto.
Isidora: Menudo niño más maleducado. Si yo fuese su abuela, le daría dos buenos azotes para que aprendiese a respetar.
Gallofa: Señora, es solamente un niño.
Isidora: ¿Y? Yo solamente soy una mujer. No tengo que aguantar gritos y comportamientos incívicos de los hijos de los demás. Debería amaestrar a esa pequeña bestia gritona.
Gallofa: Es un poco pesado, pero...
Isidora: Pues si no le molesta, se lo lleva usted a su casa para disfrutar de sus gritos y protestas insoportables.
Banquero: ¡Número BCW234RGJL!
Gallofa: ¡Me toca! ¡Voy!
Isidora: Vaya, atienden antes a este zarrapastroso que a mi, que estaba antes. El mundo se va al infierno.
Banquero: ¡Número BCW234RGJL!
Gallofa: ¡Voy!
Caitlyn y Anabel entraron en el banco. Al ver a tanta gente esperando se desmoralizaron. Necesitaba actualizar las cuentas del negocio. Sacó el número de la máquina que había en la entrada.
Anabel: ¿Qué número tienes?
Caitlyn: El CST456DLD.
Anabel: Ah, ¿y eso que es lo que significa?
Caitlyn: Ni idea. Tocará esperar a que aparezca en pantalla. Vaya, la señora esa tan desagradable está allí.
Anabel: ¿Aquella de allá?
Caitlyn: Sí. Me ha dejado claro que me odia, a mi y a todos los que somos diferentes.
Anabel: Tiene cara de amargada.
Caitlyn: Su cara es el reflejo de su alma.
Anabel: No sé cómo habéis podido abrir el local en un lugar con vecinos así. Esa mujer me da mucha grima.
Caitlyn: No podemos permitir que personas así nos quiten la libertad.
Anabel: ¿Crees que algún vecino ha sido capaz de matar a Paca?
Caitlyn: No lo sé. El odio que nos procesan es muy intenso, pero no sé si hasta el punto de matar. Esa mujer si pudiese matar con la mirada, ya estaríamos muertas.
Gallofa: Vengo a cobrar un cheque.
Banquero: ¿Está a su nombre?
Gallofa: Sí.
Banquero: Deme su documento nacional de identidad.
Gallofa: Tome.
Banquero: Todo correcto. Por esta vez se lo he hecho, pero recuerde que el día de cobrar los cheques son los martes de once a doce.
Chino Juan: Hola. Venil a inglesal dinelo.
Banquero: Puede hacer el ingreso por el cajero. ¡Siguiente!
Chino Juan: Sel mucho dinelo.
Banquero: Caballero, para eso están los cajeros. Si desea ingresar desde la caja, deberá pedir cita previa.
Chino Juan: ¿No es posible inglesal ahola?
Banquero: Le he dicho que no, caballero. Será mejor que se aparte para que siga trabajando.
Chino Juan llevaba consigo un maletín metálico. Lo abrió delante del banquero y le enseñó el contenido. La cantidad de billetes que ese maletín contenía era asombroso.
Chino Juan: ¿Cómo metel todo esto pol cajelo?
Banquero: ¡Disculpe, caballero! Me había expresado mal. Hoy se pueden hacer ingresos en caja, para eso estamos. Deme el maletín, por favor.
Chino Juan: Me dijelon que me dan legalos pol inglesal dinelo en cuenta.
Banquero: Así es. Un televisor de última generación y un robot de cocina.
Llegó el turno de Agnes, que aliviada por librarse de la señora Hermenegilda se levantó corriendo.
Agnes: Me ha llegado un aviso sobre un impago. Yo lo tengo todo al día y no sé que es lo que podría ser.
Banquero: Puede mirarlo a través de la aplicación.
Agnes: ¿No me lo puede mirar usted?
Banquero: Pues deme su DNI. A ver...
Agnes: Gracias.
El banquero consultaba el ordenador con muy mala cara. Tras un rato sin saber lo que ocurría, Agnes le preguntó.
Agnes: ¿E logo? ¿Sale algo en su ordenador?
Banquero: Paciencia, señorita. Ya, ahora me sale. Se trataba del pago de un alquiler. Ya está solventado. Su casero tenía problemas con hacienda, pero por lo que veo aquí, está ya solucionado.
Agnes: Menos mal. Yo siempre pago al alquiler sin falta, no entendía el problema.
Llegó el turno de la señora Hermenegilda. Le pidió a su nieto que se esperase sentado mientras la atendían, pero no le hizo caso. Se levantó y se puso a saltar por las sillas. Cuando llegó justo al lado de Isidora, le sacó burla. Isidora lo ignoraba, pero el niño no dejaba de sacarle la lengua y de gritarle tonterías.
Hermenegilda: ¡Pedrito, estate quieto!
Pedrito: ¡Buuuuuh! Señora, tiene cara de caracola.
Isidora: ...
Pedrito: Parece una bruja, señora. ¿Dónde tiene la escoba voladora?
Isidora: ...
Pedrito: ¡Buuuuh! Bruja piruja, ¿a que no me pillas?
Isidora: Te voy a dar un azote en todo el culo que no te vas a poder sentar en toda tu vida. ¡Largo!
Pedrito se asustó y salió corriendo junto a su abuela. Isidora sonrió satisfecha.
Caitlyn y Anabel seguían esperando su turno. Isidora las miraba de reojo, analizando su forma de vestir y comportarse. Sentía un profundo desprecio por ellas.
Isidora: Espero que venga a pedir la cuenta en el banco y se marche a otra parte. Aquí no queremos gente así. Tenemos hijos por los que preocuparnos.
Hermenegilda: Pero señor banquero, no lo entiendo. De toda la vida he sacado dinero por la ventanilla.
Banquero: Ahora están los cajeros, señora.
Hermenegilda: ¡Yo no sé utilizar esos aparatos!
Banquero: Pues aprenda o llame algún hijo para que se lo haga.
Hermenegilda: ¿Usted no me podría ayudar?
Banquero: No puedo abandonar mi puesto de trabajo, señora.
Hermenegilda: Necesito sacar dineros para ir a la compra.
Banquero: Yo no puedo hacer nada, señora. Pídale a alguno de sus hijos que le saque el dinero o aprenda. Nunca es tarde para aprender.
Hermenegilda: ¡Pero yo quiero mi dinero! ¡Es mi dinero el que tienen ustedes guardado! ¡Exijo que me lo den ahora mismo o llamo a la policía! El hijo de mi amiga Fernanda es policía.
Banquero: Llame a quién quiera.
Caitlyn: Disculpe, señora. Si quiere, yo le puedo ayudar.
Hermenegilda: ¿Haría usted eso por mi? El besugo ese no piensa mover el culo por una mujer mayor que tiene una pensión muy bajita.
Caitlyn: Claro que sí, le ayudaremos.
Anabel: Cada vez lo ponen más difícil. Es complicado para nosotras que somos jóvenes, cuanto más para las personas mayores.
Hermenegilda: Ay sí, hija.
Caitlyn: Meta la cartilla por esa rendija.
Hermenegilda: ¡Se la ha tragado!
Caitlyn: Luego se la devuelve. Mire, se está actualizando.
Hermenegilda: Seguro que se han cobrado el agua, el gas, la luz, la contribución, los muertos, la basura y la manta que me compré a plazos en un viaje de la imserso.
Caitlyn: Vale, ponga la cantidad de dinero que quiere sacar y luego el pin. Yo miraré para otro lado. Siempre vigile que nadie se percate de su número secreto. No se fie de nadie.
Hermenegilda: Ay sí, hay gente muy mala por ahí. A Herminia le robaron el otro día.
El cajero sacó el dinero que quería y le devolvió la cartilla. Hermenegilda le dio las gracias a Caitlyn y Anabel.
Hermenegilda: Sois dos ángeles.
Caitlyn: No ha sido nada. Recuerde tener cuidado cuando saca dinero del cajero y si es posible, ir acompañada.
Hermenegilda: Gracias, hermosa. Siempre me llevo a alguien. Hoy voy con mi nieto. Por cierto, ¿dónde se habrá metido? Este niño del demonio. ¡Pedrito, nos vamos! ¡Deja de tirar papeles al suelo!
Pedrito: Abu, esa señora es mala.
Hermenegilda: El malo eres tú, que no paras quieto. Me tienes hasta el moño. Vamos, que tenemos que ir a la frutería, la carnicería y la droguería.
Pedrito: ¿Me darás dinero para comprar cromos?
Hermenegilda: Venga, como te has portado bien, te daré cinco cleuros.
Pedrito: ¡Eres la mejor abu!
Llamaron por teléfono y el banquero se puso a hablar largo y tendido. Los clientes estaban ya cansados de esperar. Algunos se marchaban desesperados por la larga espera.
Banquero: Ajá, sí sí. Por supuesto. Efectivamente. Está claro. Evidentemente. No hay duda.
Ximena entró en el banco. Seguía buscando a su oso por todas partes. Empezó a preguntar a todos los presentes por el señor Agripino, pero nadie lo había visto.
Ximena: ¿A visto al señor Agripino?
Isidora: ¿Hablas de tu oso de peluche? ¿Es que tiene pilas y se ha ido caminando solo?
Ximena: No tiene pilas, pero puede caminar solo. Creo que lo han secuestrado. Alguien se lo llevó de la tienda.
Isidora: Pues cómprate otro. Hay muchos osos de peluche a la venta. No entiendo el revuelo.
Ximena: El señor Agripino es único.
Isidora: Háztelo mirar, hija mía.
Llegó el turno de Isidora. El banquero la atendió sin protestar y un poco asustado. Sabía del carácter de esa mujer y la influencia que tenía en el ayuntamiento y la asociación de vecinos.
Isidora: Quiero los mismos regalos que le habéis dado a ese chino.
Banquero: Son regalos por ingresar una gran cantidad de dinero.
Isidora: Pues toma, 50 cleuros. Con eso hay más que suficiente. No me gustaría llevar una queja al ayuntamiento sobre tu trato y la política del banco a las personas mayores como yo...
Banquero: Sí sí, no hay problema. Con los 50 cleuros ya es suficiente.
Isidora se marchó no sin antes lanzar una mirada asesina a Caitlyn. Esta la ignoró y sonrió a Anabel haciéndose la tonta.
Caitlyn: Pues que buena tarde se ha quedado.
Anabel: Sí, una tarde preciosa.
Isidora: Degeneradas...
Caitlyn hizo algunas gestiones y actualizó las cuentas del local. Necesitaba tenerlo todo en regla para que no hubiese ningún tipo de problema. Anabel estaba junto a ella, esperando a que su amiga terminase las gestiones. No pudo evitar mirar a la calle para ver dónde estaba Isidora.
Un escalofrío recorrió todo su cuerpo cuando la vio allí fuera, mirándolas fijamente.
Anabel: Esa mujer nos sigue mirando. Me da mucho miedo, Caitlyn.
Caitlyn: No le hagas caso. Es lo que quiere, meternos el miedo en el cuerpo.
Anabel: Tendrías que explicarle a la policía lo de esta mujer. Me da muy mala espina. Capaz que tenga algo que ver con lo que le ocurrió a Paca...
Caitlyn: Dejemos a la policía hacer su trabajo, Anabel. No quiero acusar a nadie de algo tan horrible.
Anabel: Sí, quizás tengas razón. Hazme el favor de tener cuidado con ella.
Caitlyn: Lo tendré, no te preocupes.
Banquero: Esto ya está, chicas. Todo actualizado.
Caitlyn: Gracias.
Cuando ya fue atendida, se disponían a salir del banco. Anabel miraba todo el tiempo al exterior. Veía al nieto de la señora Hermenegilda dando golpes al cristal y a ella regañándolo una y otra vez, pero ni rastro de Isidora.
Anabel: Creo que se ha ido.
Caitlyn: Al final se ha debido de cansar. Debe ser todo un trabajo tedioso estar todo el día de mala leche.
Al salir, se encontraron con ella y su hijo. Anabel pegó un brinco del susto. Caitlyn la miró y pudo percibir su odio en su cara.
Caitlyn: Señora, déjenos en paz.
Isidora: ¿Me hablas a mi? Será maleducada. Yo miro dónde me da la gana. Si quiero mirarla, lo haré. Se cree la dueña del barrio.
Caitlyn: Puede mirar, pero ya le adelanto que no me gustan las mujeres, y menos las bruja amargadas como usted.
Isidora: ¡Cómo se atreve!
Caitlyn: Disculpe, tengo cosas más importantes que hacer que perder el tiempo con alguien tan despreciable como usted. Vamos, Anabel.
Continuará...
No imaginas cuánto y cuánto me he reído con este capítulo, hasta llorar de risa, te lo prometo. Con la señora Hermenegilda me río siempre mucho, pero en este capítulo ha sido genial su intervención. me he reído muchísimo, hasta llorar de risa, cuando dice que la mujer de su hijo va a clases de zumbao, que bailar como un zumbao no le parece ni medio bien (¡ni medio!) y que debería cuidar a su hijo en vez de zumbar por ahí. Cómo me he reído con eso, de verdad. Me he reído mucho también con Pedrito, cuando Agnes le dice a la señora Hermenegilda: máis lista que un allo, y la señora Hermenegilda entiende que se parece a un gallo, jajajajajajaja. Luego me he reído mucho con la dinámica con la que "funciona" el banco, con lo de la página web y la aplicación, cuando el banquero no deja de decir que eso lo tienen que hacer a través de la aplicación y que incluso hay días y horas concretos para cada cosa. También me he reído muchísimo con los números de turno que hay, con tantas letras y números. Menos mal que al final él le mira el impago a Agnes y me he reído mucho porque sé perfectamente en qué te has inspirado. También me da muy mal rollo Isidora (supongo que ha habido una confusión y pusiste Adolfina en vez de Isidora) y yo también sospecho de ella. No sé si fue ella quien mató a Paca, pero está ganándose con creces la desconfianza. Qué risa también cuando el chino Juan ingresa tal cantidad de dinero. ¡Es un capítulo muy muy bueno que me ha encantado y me lo he pasado genial leyéndolo! ¡No tardes en poner la continuación!
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