Capítulo 01
Una mala noticia
Ernesto disfrutaba de una tarde de lectura en su alcoba. Le gustaba elegir un libro de su biblioteca personal y pasar la tarde leyendo. Era su lugar preferido de la casa. Sentado en su silla de ruedas en un ambiente relajado y escuchando su radio favorita de música clásica.
Ismelda interrumpió la lectura de Ernesto para despedirse. Por ese día, había terminado su jornada laboral. Se llevaban muy bien, ella era para Ernesto una más de la familia.
Cuando Ismelda se marchó, volvió a sumergirse en la lectura. Aquella novela le estaba entusiasmando. Un militar que volvía de la guerra con un montón de traumas encima, debía adaptarse a la vida rural de su pueblo natal. La chica a la que amaba le había esperado pacientemente pero antes de su llegada, sus padres la obligaron a casarse con un millonario afincado en el pueblo.
Ernesto: Abandona a ese cretino y vuelve con él, es un héroe.
De pronto, se sintió indispuesto. Un extraño dolor recorrió su cuerpo. No supo determinar de dónde procedía. Se tocó la frente para comprobar si tenía fiebre, pero no supo detectarla. Movió la silla y se dispuso a salir de su alcoba. Pediría ayuda de inmediato. Debía ir al médico. El dolor iba en aumento.
Una punzada de dolor le atravesó la cabeza. Gritó sorprendido y se cayó de la silla al suelo. El suelo estaba enmoquetado, por lo que no se hizo daño al caer. Se tocó la cabeza y se mordió la lengua para intentar aguantar mejor el dolor. Por suerte, quedó inconsciente segundos después.
Pasada media hora, Ann le llevaba a Ernesto su té negro. Lo acompañaba con unas galletas de chocolate que preparaba ella misma. Llamó a la puerta, pero no recibió respuesta. Insistió varias veces hasta que decidió abrirla sin permiso.
Gritó asustada cuando se encontró a Ernesto en el suelo. Se le cayó la bandeja al suelo y corrió a socorrerlo sin pensárselo dos veces.
Ann: ¡Don Ernesto! ¡Don Ernesto!
Ernesto estuvo ingresado un mes en el hospital. Los doctores recomendaron ingresarlo en una residencia, para que profesionales lo pudiesen atender las 24 horas. Wenda se negó en rotundo. Su padre debía volver a casa, con los suyos. Una vez estuvo de vuelta en casa, la doctora de la familia se reunió con sus hijas y su mujer. Ya tenía los resultados de la pruebas que le habían hecho y no eran precisamente muy esperanzadoras. El lugar elegido para la reunión fue el comedor de la mansión. Ricardo y Chidi asistieron para dar apoyo a sus parejas.
Sonia: Siento ser portadora de malas noticias. Los resultados no son buenos y a Ernesto no le queda mucho tiempo de vida.
Susanne: No es posible...
Sonia: Lo siento.
Susanne: ¿No hay nada que podamos hacer?
Wenda: Sí, algún tratamiento experimental.
Sonia: No, lo siento. Hemos encontrado la medicación que le controlará la enfermedad y por lo tanto, le proporcionará una mejor calidad de vida el tiempo que viva.
Leandra: ¿Cuánto tiempo le queda?
Sonia: No lo sé con seguridad. Es posible que con el tratamiento pueda vivir más tiempo, pero no creo que supere el año.
Susanne: Un año...
Wenda: ¿Y si buscamos ayuda en algún hospital extranjero? Me han dicho que en el Hospital de Housclick tienen tratamientos muy innovadores.
Sonia: Le voy a ser sincera. No deberían marear tanto a su padre. Cuanto más le molesten, más sufrirá. Esos tratamientos son muy caros y en la situación actual de Ernesto, dudo que sirvan de mucho. Quizás tras gastar muchísimo dinero y a base de cansar a su padre, consigan que sobreviva algunas semanas más, pero no sé si esas semanas merecerán realmente la pena. Mi consejo es que disfruten al máximo el tiempo de vida que le quede, sin marearle y exponerle a tratamientos dolorosos. Es una opinión, ustedes deben hacer lo que consideren más oportuno.
Aquellas palabras habían destrozado a todos los presentes. La angustia se apoderó de ellos.
Susanne: Siempre pensé que sería yo la primera en marcharse...
Susanne lloraba desolada. Amaba a su marido, a pesar del tiempo que estuvieron separados.
Ricardo: ¿Quieres que mande preparar una tila?
Leandra: No, gracias. Creo que prefiero un whisky con hielo.
Ricardo: Yo mismo te lo prepararé. Amor, superaremos esto juntos.
Leandra: Debemos decírselo a las niñas. Con lo que quieren a su abuelo...
Wenda lloraba en el hombro de Chidi. Él le acariciaba el pelo y le besaba la cabeza con lágrimas en los ojos. No soportaba ver llorar a Wenda de esa forma.
Chidi: Lo siento, mi amor.
Wenda: No quiero que mi padre se muera, Chidi. No quiero perderle...
Chidi: Lo sé. Ahora está aquí, con nosotros. Debemos ser fuertes por él.
Wenda: No sé cómo...
Wenda se llevó a Chidi a la primera planta de la mansión. Allí estaba el despacho en el que su abuelo se reunía con personajes importantes e influyentes. Disponía de chimenea, así que Chidi la encendió. Se sentaron en un sofá y Wenda lloró durante un rato mientras Chidi le agarraba la mano.
Chidi: Me gusta esta sala. Es acogedora.
Wenda: Tengo tantos recuerdos vividos aquí junto a mi padre. De pequeña, le traía cada sábado un dibujo a este despacho. Él lo colgaba en la pared y se quedaba ahí durante toda la semana. Lo llamaba, el dibujo de la semana. Para mi era un orgullo ver mis dibujos decorando este despacho tan importante para mi padre.
Chidi: Estáis muy unidos.
Wenda se levantó y se acercó a la chimenea. Miraba fijamente las llamas.
Wenda: No puedo imaginar mi vida sin él.
Ernesto debía permanecer en cama un tiempo, al menos hasta que consiguiese mejorar un poco su movilidad. Sus dos hijas y su mujer fueron a verle a su alcoba.
Wenda: Hola, papá. ¿Cómo te encuentras?
Ernesto: Estoy perfectamente. No entiendo que tenga que estar en cama.
Leandra: Es por tu bien, papá. Pronto podrás salir a pasear.
Ernesto: Eso espero. Tengo cosas importantes que debo hacer.
Susanne: Todo eso puede esperar. No te quejes que estás muy bien atendido.
Ernesto: Venga, ayúdame a levantarme.
Wenda: Papá, debes estar en cama. Deja que nosotras nos ocupemos de todo.
Ernesto: Lo siento, es que me desespero.
Leandra: Un poco de paciencia. Pronto estarás bien.
Los nietos de Ernesto también le visitaron. Wen, Sus, Lilu, Lulú y Willy.
Ernesto: Tiene uno que ponerse malo para ver a todos sus nietos juntos.
Sus: Abuelo, ¿estás bien?
Ernesto: Pues claro que sí, pequeña. No debéis preocuparos por mi.
Wen: Queremos que te recuperes, abuelo. Sabes lo mucho que te queremos.
Lilu: Abu, vendremos a verte todos los días.
Willy: Te pondrás bien.
Ernesto: Tengo unos nietos maravillosos.
Sus abrazó a Ernesto con lágrimas en los ojos.
Ernesto: Pero bueno, no os quiero ver llorar. ¡Estoy bien! Venga, tenéis que salir por ahí y seguir con vuestras vidas. Vuestro abuelo está viejo, pero todavía tiene cuerda para rato.
Sus se marchó a su cuarto de soltera. Se tumbó en la cama y abrazó a uno de sus viejos peluches. Vivir aquello le parecía una pesadilla. No sabía cómo afrontar una situación así.
Suselle: ¿Mami?
Sus: Oh, hola Suselle. Estaba descansando en mi cama de soltera.
Suselle: Tu cuarto es precioso, mamá.
Sus: Ven, siéntate en la cama conmigo.
Se sentó junto a su madre. Sus le agarró la mano y le sonrió, aunque no podía disimular su tristeza.
Suselle: ¿Estás triste?
Sus: Sí, un poquito.
Suselle: ¿Es por el abuelo? Se pondrá bien, mamá. Dice papá que es muy fuerte.
Sus: Sí, papá tiene razón. Ahora necesita nuestro cariño para que se recupere cuanto antes.
Diamante: ¡Estáis aquí! Os estábamos buscando.
Dante: ¿Reunión de chicas?
Bosco: ¡Hola!
Sus: ¡Mi bebé! Venid aquí.
Diamante se sentó en una silla frente al tocador. Miró la decoración de la habitación de Sus. El azul en toda su gama de variedades dominaba el color del cuarto.
Diamante: Siempre te gustó el azul, cariño.
Sus: En especial el azul marino. Mi color preferido desde niña.
Suselle: El mío es el azul celeste.
Dante: Pues a mi me gusta el rojo.
Suselle: Mamá está triste.
Sus: Estoy bien, de verdad.
Dante: ¿El abuelo se pondrá bueno?
Suselle: ¡Pues claro!
Sus: Está muy enfermo, pero le ayudaremos a ponerse bien.
Diamante se sentó en la cama junto a su familia.
Diamante: El abuelo es un hombre muy fuerte. Cuando conocí a vuestra madre, me daba mucho miedo. Era conocido por su fuerte carácter. Siempre me ha parecido un click muy fuerte y valiente. Conseguirá recuperarse.
Mientras tanto, Wen estaba con Estrella y Briana en su habitación. Tocaba una canción con su pequeño piano. Briana miraba fascinada a su padre sentada sobre sus piernas. Estrella estaba junto a ellos, observando la escena con ternura. Cuando la canción terminó, Briana y Estrella aplaudieron.
Estrella: Ha sido precioso.
Briana: ¡Bonito!
Wen: Me alegra que os haya gustado. Mi abuelo siempre me pedía que le tocase esta canción. Es su preferida.
Wen se tumbó en el suelo y resopló. No podía dejar de pensar en su abuelo.
Estrella: No estás solo, Wen. Briana y yo estamos contigo.
Wen: Si no fuese por vosotras, creo que me volvería loco.
Todos los amigos de Willy quisieron apoyarle en un momento tan duro de su vida. Se reunieron en una de las terrazas de la mansión. Renzo no se apartaba de Willy. Le tocaba el hombro y le daba la mano. Emma tampoco quería estar lejos de él. Llevaba todo el día a su lado, pendiente de lo que pudiese necesitar.
Willy: Os agradezco todo esto, chicos.
Emma: No tienes que agradecernos nada, Willy.
Renzo: Sabes que eres como un hermano para mi, y a un hermano no se le deja solo.
Kim: Para eso están los amigos.
Jorgito: Luego iremos al parque y así te distraes. Te enseñaré lo que soy capaz de hacer con el monopatín. He ensayado un nuevo movimiento que lo vas a flipar.
Azur: Qué bonitas las vistas de esta terraza.
Junior: Sí, esta casa es una pasada.
Azur: Creo que mi casa es más pequeña que esta terraza. Me da mucha pena Willy. Se nota que está muy unido a su abuelo.
Junior: Sí, lo quiere mucho. Yo no valgo para animar, me siento torpe y no sé lo que decir. Si hablo seguro que meto la pata.
Ariadna estaba apoyada en la pared, junto al fuego a tierra. Luna intentaba hablar con ella, pero en seguida se percató de que eran incompatibles. A pesar de ello, siguió hablando.
Luna: Sé lo que significa estar enfermo y también que los demás se preocupen por ti. Conozco poco a Willy y ya le tengo cariño. Espero que su abuelo se pueda recuperar pronto.
Ariadna: No entiendo tanto revuelo.
Luna: ¿A qué te refieres?
Ariadna: Pues que su abuelo es muy mayor, ¿no? Los viejos se mueren, no van a vivir eternamente. Ya ha vivido su vida, no se puede quejar.
Luna la fulminó con la mirada y la dejó sola.
Ariadna: ¿Qué he dicho? Oye, que no digo que no me de pena, pero...así es la vida.
Emma: Willy, ¿te apetece salir? Yo creo que la idea de Jorgito es muy buena.
Kim: A mi también me parece buena idea.
Willy: No estoy muy animado...
Renzo: ¿Piensas perderte el espectáculo que Jorgito nos tiene preparado?
Manolete: Yo he visto sus ensayos y es alucinante lo que hace con el monopatín.
Junior: Hace una pirueta en el aire que te mueres. Eh, quiero decir de morirse de lo bien que lo hace, pero no muerte de verdad, si no de...
Kim: Te hemos entendido, Junior.
Willy: Está bien, vamos.
Sus amigos habían conseguido sacarle una sonrisa.
Duclack tampoco quiso dejar sola a su mejor amiga. Fue junto a Pradito y Sebastián a ver a Ernesto y animar a Sus y Wen. Se sentaron en el sofá, frente la chimenea.
Sus: Gracias por venir, Duclack.
Duclack: No pienso dejarte sola, Sus. Puedes contar conmigo para lo que sea. Debes pensar en positivo. Tu abuelo sigue vivo y parece fuerte. De momento, eso es lo que cuenta.
Sus: Tienes razón, tengo que pensar de esa forma. De nada sirve deprimirme y llorar por las esquinas.
Duclack: Tienes todo el derecho a hacerlo, pero no dejes que esa angustia te invada por completo.
Sus: Gracias, Duclack.
Continuará...
Los artistas tenemos la suerte de poder desahogar y canalizar nuestros sentimientos a través de lo que nuestra inspiración nos ayude a hacer. Los que escribimos, podemos encontrar en las palabras la posibilidad de crear historias que expresan lo que llevamos por dentro y que son un reflejo de lo que vivimos. Me encanta que hayas hecho esta historia, no tanto por lo que explica, sino sobre todo porque estoy segura de que te ayuda mucho escribirla. Siempre me pasó también que las cosas duras que me ocurren las reflejo en los personajes que llevo por dentro y que nacieron de lo más profundo de mi alma y creo que éste es uno de esos casos. Me da mucha pena que estén pasando por un momento así, pero también pienso que han de disfrutar de Ernesto todo lo posible mientras puedan estar con él. Lo que me gusta mucho también de esta historia es que tenga tantos personajes y que se vea cómo lo vive cada uno. Ariadna me ha parecido una insensible. No recuerdo quién es, pero creo que su comentario está totalmente fuera de lugar y creo intuir de dónde viene ese comentario... Me encanta esta historia, de verdad, y te escribo este comentario intentando concentrarme ignorando los insistentes y fuertes golpes que están dando en el piso de abajo, que están haciendo obras, y es que me parece que están dándolos en mi cabeza, que se me mueve el cerebro y todo.
ResponderEliminarMuchas gracias por abrirnos tu corazón a través de esta historia que es un reflejo muy nítido de lo que estás viviendo. ¡No tardes en poner la continuación!