domingo, 30 de mayo de 2021

Celos - Capítulo 12: Un descanso mortal

Capítulo 12: Un descanso mortal

Leticia estaba pasando la aspiradora por el dormitorio de Sabrina y John. Se le escapaba alguna lágrima, pero intentaba mantener la compostura. No sabía cómo proceder. Estaba embarazada y tendría que criar el niño ella sola. Le ayudaría su madre, al menos eso creía, pero antes tendría que confesárselo y aguantar el chaparrón.

Leticia: Para ella será una humillación. No aceptará mi embarazo. No sé lo que debo hacer. Tampoco puedo deshacerme del niño, eso va en contra de mis principios y lo cierto es que ya empiezo a quererle, a imaginar cómo será.


Sabrina la observaba desde la habitación de Walter. No la soportaba. Es cierto que un momento dado, se arrepintió de haberla tirado al agua, pero eso cambió cuando la volvió a ver hablando con John.


Sabrina: Escucha, Leticia. Termina de aspirar todo el cuarto y luego me limpias los cristales
Leticia: Entendido.
Sabrina: Cuando termines, baja y descansa un poco. Te he dejado una botella de agua con gas fresquita en la nevera.
Leticia: Gracias, Sabrina.
Sabrina: No hay de qué.


Sabrina: Después de lo que te ocurrió en el barco, quiero que estés más tranquila. Sé que soy muy exigente contigo, pero tampoco soy un monstruo.
Leticia: Te lo agradezco.
Sabrina: Venga, termina mi dormitorio y baja a refrescarte.


Sabrina bajó corriendo a la cocina. Tenía muy claro el plan a seguir. Efectivamente, había puesto una botella de agua con gas en la nevera para Leticia, pero sus intenciones no eran precisamente que se refrescase.


Abrió la nevera y buscó la botella.

Sabrina: Aquí estás.


La sacó de la nevera sin hacer ruido. Tenía que ser sigilosa. Su plan fracasaría si era descubierta. 


Buscó la botella con el veneno de Walter. Le había dicho a su hijo que la había tirado, pero no era así. La tenía oculta en un armario de la cocina.


Añadió veneno a la botella de agua con gas y lo mezcló bien. Leticia era la única en la casa que le gustaba el agua con gas, por lo que nadie más correría peligro.

Sabrina: Oh, Leticia de mi corazón. Este agua con gas te va a encantar. De esta no te escapas. Esta vez John no aparecerá para salvarte.

Se decía mientras mezclaba el veneno. 


Walter observaba la escena confundido. Estaba escondido tras uno de los muebles de la cocina. Su madre le dijo que había tirado el veneno y sin embargo, allí estaba. Lo estaba mezclando con la botella de agua con gas de Leticia.

Walter: ¿Qué pretenderá hacer con eso?

Recordó las palabras de advertencia de Morgana.

Walter: Mamá...


Dejó la botella en la nevera y subió a ver a Anita. Estaba en clase particular con Bruno.

Sabrina: Siento interrumpir. ¿Todo bien?
Bruno: Sí, todo va bien.
Anita: Mamá, me desconcentras.
Sabrina: Vale vale, ya me voy.


Al entrar en su dormitorio, descubrió a Leticia hablando con John. La sangre le hervía al verles hablar tan cerca. No podía creerlo. Había sido amable con ella y se lo agradecía tonteando con su marido.

Sabrina: ¡Será posible!


John se puso nervioso cuando Sabrina los pilló hablando. Le dijo algo al oído y Leticia se apartó.

Sabrina: ¿Me estoy perdiendo algo?
John: No, estábamos hablando de lo bien que ha dejado los cristales. ¿Verdad, Leticia?
Leticia: Sí, claro.


Sabrina: ¿Creéis que soy tonta? 
John: No te alteres, cariño.
Sabrina: Pues claro que me altero. Venga, vete a descansar. Déjame a solas con MI marido.
John: Sabrina...
Leticia: Sí, me iré a descansar un poco.
Sabrina: Eso, vete ya.


Cuando Leticia se marchó, John agarró a su mujer de los hombros y le miró a los ojos.

John: Sabrina, ¿qué te está pasando? Estás demasiado alterada.
Sabrina: Lo sabes muy bien. Esa petarda te está tirando los tejos. ¿Es que no te das cuenta?
John: Vaya...sigues pensando así. Por favor, te ruego que confíes en mi. Leticia solamente me está ayudando en una cosa.
Sabrina: ¿Qué cosa?
John: No te lo puedo decir.
Sabrina: Me lo imaginaba. No me tomes por tonta, John. 


Bruno terminó la clase con Anita y bajó hasta la cocina para marcharse. Se encontró a Leticia apoyada en el fregadero, con dificultad para respirar.

Bruno: ¿Leti?


Leticia: Hola, Bruno.
Bruno: ¿Estás bien?
Leticia: No, la verdad es que no estoy nada bien.
Bruno: ¿Qué ocurre?
Leticia: ¿Puedo hablar contigo?
Bruno: Sí, por supuesto.


Se sentaron a la mesa. Leticia se miraba las manos en silencio. Bruno esperaba que empezase a hablar, pero ella no parecía decidirse.

Bruno: ¿Leticia?
Leticia: ¿Cómo estás? Perdona, no te he preguntado en todos estos días. 
Bruno: Estoy bien, gracias. ¿Y tú? Me has dicho que no estás nada bien.


Leticia: Así es. No estoy bien, Bruno. Tengo algo que contarte.
Bruno: Dispara.
Leticia: No sé por dónde empezar.
Bruno: ¿Tan malo es?
Leticia: Pues...depende.


Bruno: Somos amigos, Leticia. 
Leticia: Para mi es difícil.
Bruno: Pues para mi lo es todavía más. Estoy enamorado de ti, Leticia. Quiero estar contigo.
Leticia: Y también con tu novia.
Bruno: Piensa que ahora no la puedo dejar, sería un palo para ella. No está en un buen momento.
Leticia: Pero es injusto para ella, y para mi. Lo siento, pero así no.
Bruno: Dame un poco de tiempo y...


Leticia: Voy a tomar agua con gas. ¿Quieres?
Bruno: Vale.

Leticia sacó la botella de agua con gas envenenada de la nevera. Llenó dos copas y le entregó una de ellas a Bruno.


Leticia: Bruno, me habría gustado que las cosas hubiesen sido de otra forma. 
Bruno: Lo he hecho todo mal.
Leticia: A pesar de todo, tengo que reconocer que he sido feliz, aunque ahora duela.


Bruno: No tiene que acabar aquí.
Leticia: En realidad, es posible que no acabe. Tengo algo importante que decirte.

Leticia agarró la copa para dar un primer sorbo.


El padre de Sabrina los interrumpió. 

Faustino: Leticia, la tele no se ve. Estaba viendo el fútbol y se ha quedado la pantalla en negro. ¡No me puedo quedar así!
Leticia: ¡Oh! Espera, que seguro que es el cable de la antena. Ahora vuelvo, Bruno.


Bruno: No te preocupes, te espero.
Faustino: Eres un ángel. Necesito ver ese partido como sea.
Leticia: Ahora mismo lo soluciono, no se preocupe.


Bruno se quedó solo en la cocina, esperando. Agarró la copa de agua con gas y se la bebió de un solo trago.

Bruno: Qué rica.

Pensaba en el amor que sentía por ella y lo incapaz que era de dejar a su novia.

Bruno: No sé cómo dejarla...


Pasados unos minutos, Sabrina entró en la cocina. Se encontró a Bruno inconsciente en el suelo.

Sabrina: ¡Bruno!


Se agachó e intentó reanimarle. 

Sabrina: ¡Bruno! ¿Qué le ocurre?

Por más que lo intentaba, no reaccionaba.


Entonces vio la botella sobre la mesa y las dos copas. Una de ellas vacía y la otra llena.

Sabrina: No...no puede ser...¡Ha bebido de la botella!


No podía dejar que muriese. Lo agarró de las piernas y tiró de él. Lo reanimaría sin que nadie se diese cuenta. Tenía que intentar salvarle la vida.


Lo arrastró hasta el despacho situado al lado de la cocina.

Sabrina: Vamos, Bruno. No te mueras, por favor...


Con mucho esfuerzo, consiguió tumbarlo en el sofá. Siguió con la reanimación pero de nada le sirvió.  Intentó encontrarle el pulso, pero su corazón parecía que se había detenido.

Sabrina: ¡Mierda! Tengo que llamar a Nerea, quizás ella sepa lo que debo hacer.


Leticia volvió a la cocina para reencontrarse con Bruno, pero este ya no estaba. Vio la copa vacía sobre la mesa.

Leticia: ¿Bruno? Se ha ido. No me ha dado tiempo a contarle nada...


Continuará...


 

jueves, 27 de mayo de 2021

Celos - Capítulo 11: Boca a boca

Capítulo 11: Boca a boca

Sabrina observaba a Leticia luchando contra las olas. Le costaba mantenerse a flote. Gritaba, pero a penas se escuchaba. Se alejaban de ella y nadie se había percatado de su caída. En un momento dado, Leticia desapareció. Sabrina sintió pánico y satisfacción. Una parte de ella le advertía que aquello era ir demasiado lejos, pero otra, disfrutaba con la situación.


Leticia apareció de nuevo levantando los brazos desesperada.

Junior: ¡Hay alguien en el agua!
Sabrina: ¿En serio?
Luna: ¡Sí, yo también la veo! ¡Que alguien la ayude! ¡Socorro!


John: ¿Qué ocurre?
Junior: ¡Alguien se ha caído al agua!
Luna: ¡Se está ahogando!
John: ¡Iré a por ella!
Sabrina: ¡No, es demasiado peligroso! ¡¡Este chico tan majo irá a por ella!!
Junior: ¡No sé nadar!


John se lanzó al agua a pesar de las protestas de Sabrina. No podría haber imaginado que las cosas saldrían de esta manera. Ahora la vida de John estaba en peligro.

Sabrina: ¡No lo hagas John!


John nadó hasta Leticia y la agarró de la cintura.

John: ¡Te tengo! No te preocupes, estás a salvo.


La ayudó a llegar hasta el barco. Josefa les lanzó un salvavidas.

Josefa: ¡Agárrense al salvavidas!


Sabrina: ¡No deberías haberlo hecho! ¡Ha sido una temeridad!
Diamante: ¡Tu marido es un héroe! 
Sus: ¡Pero si es Leticia! ¿Cómo se habrá caído del barco?


John la subió al barco. Leticia no respiraba. Todos se acercaron, preocupados por su vida.

Junior: ¿Está muerta?
Sus: ¡Oh, no puede ser!
John: No respira.
Sabrina: Has hecho todo lo que  has podido por ella. Que descanse en paz.
John: De eso nada.


John le hizo el boca a boca. Sabrina enfureció al momento.

Sabrina: ¡Eso no! ¡John, que ya está muerta!
Diamante: No pierdas la esperanza, Sabrina. 
Sus: Ya sabía yo que en el fondo la querías. Tranquila, John la salvará.


Sabrina: Esto es alargar lo inevitable...John, es mejor que lo dejes estar...
Duclack: ¡Parece que reacciona!
Sebastián: ¡Está viva!
Sabrina: ¿Está viva?


Leticia expulsó agua y tosió. Abrió los ojos y miró alrededor. Sabrina tenía el corazón en un puño. Iba a descubrir que había sido ella la que le había empujado. 

John: ¿Estás bien?
Leticia: Sí...creo que sí.
Sus: ¡Le has salvado la vida!
Diamante: ¡Eres todo un héroe! 


John: Nos has dado un buen susto. Por muy poco no lo cuentas. ¿Te ayudo a incorporarte?
Leticia: Sí, gracias.


Leticia: No sé lo que pasó. De pronto me vi en el agua...
Sabrina: Perdiste el equilibrio. Es normal, eso suele suceder a menudo.
Leticia: No sé...


Leticia se puso de pie y todos aplaudieron. John le sonrió y ella lo abrazó agradecida.

Leticia: Me has salvado la vida, John. Nunca lo olvidaré.
John: No ha sido nada. Lo importante es que estás bien.
Sabrina: Grrrrrrr.
Josefa: ¿Recuerda lo que le ocurrió?


Leticia: No muy bien. Tengo la sensación de que alguien me empujó...
John: ¿Crees que alguien te empujó?
Leticia: No lo sé, estoy aturdida. 
Sus: A lo mejor ha sido el viento.


Sabrina: Yo vi que te asomabas demasiado para ver los peces. Luego me despisté mirando otra cosa y ya no estabas. Pensaba que habías ido con John, como siempre estás pegada a él como una lapa.
Leticia: Es posible.
Josefa: Ahora será mejor que se relaje hasta que lleguemos a puerto. 


Sabrina se tranquilizó. Leticia no recordaba bien lo ocurrido. No se había librado de ella, pero al menos no la había descubierto.


Horas después...

Leticia lloraba en su dormitorio, en casa de su tía Lidia. Había sido un día de muchas emociones. Lo había pasado muy mal en el agua y aquella sensación de ahogo no se le marchaba. Además, al llegar a casa, descubrió algo que no era capaz de sobrellevar. Su tía entró en el cuarto, para saber cómo estaba. Se le partió el corazón al verla en ese estado.


Tía Lidia: Sobrina, no llores más.
Leticia: No puedo, tía Lidia. Soy muy desgraciada.
Tía Lidia: Eso es lo que piensas ahora, pero no es verdad. Eres una muchacha muy afortunada. Anda, deja que me siente a tu lado.


Leticia: Todo me sale mal, no puedo más.
Tía Lidia: ¿Lloras por un hombre?
Leticia: Sí, entre otras cosas.
Tía Lidia: Leticia, te lo he dicho muchas veces. Los hombres no traen nada bueno, son escoria. Se aprovechan de una y luego te tiran como un trapo.
Leticia: Yo pensaba que este era diferente...
Tía Lidia: Todos son iguales, menos tu abuelo. Ese era un hombre santo.


Leticia: No llegué a conocerlo.
Tía Lidia: Oh, te habría gustado mucho. Era un hombre íntegro, un verdadero caballero. De esos no quedan, mi niña. ¿Ves esa escopeta que tengo colgada en la pared?
Leticia: Sí.
Tía Lidia: Era suya. Me la regaló antes de morir. La utilizó contra un chico que me rondaba. Insistía y no me dejaba tranquila. Un día se sobrepasó.
Leticia: Oh, no lo sabía...
Tía Lidia: Son episodios de mi vida que prefiero olvidar y por eso no lo sabías. Llegué a casa muy mal, me quería morir. Tu abuelo agarró esa escopeta y le disparó.
Leticia: ¿Lo mató?


Tía Lidia: Así es. Era un pueblo pequeño y todos callaron. Mi padre era un hombre conocido por su gran carácter que daba trabajo a mucha gente, así que la versión oficial fue que lo asaltaron en un camino para robarle. Ese cerdo miserable recibió su castigo. No dejes que ningún hombre te deshonre, sobrina. Si alguno se sobrepasa contigo, habla conmigo, no estás sola. Tu madre es igual que tu abuela, más tranquila, pero a mi no hay quién me pare. Por la familia, lo que sea.
Leticia: Gracias, tía Lidia.
Tía Lidia: Te voy a preparar una infusión para relajarte y unas galletas de coco, que sé que te gustan.
Leticia: Muchas gracias.


Su tía se marchó a preparar la infusión. Leticia se tumbó de nuevo en la cama y no pudo evitar ponerse de nuevo a llorar. No era capaz de confesarle a nadie, y mucho menos a su madre y su tía, que estaba embarazada. 


Continuará...