Estado de alarma
Capítulo 02
Profesores, Leticia, Nino y Merche
Evelino era un hombre solitario. Cuando se declaró el estado de alarma, al igual que todo el mundo, se tuvo que quedar en casa. Eso no le supuso un gran trauma, pues vivía solo en su casa (de propiedad), y no era dado a tener muchas relaciones sociales. Tenía un amigo con el que hablaba alguna vez por teléfono y poco más. Su madre era la persona con la que más contacto tenía, pero se veían muy poco. Profesor de matemáticas en un instituto, tampoco era el profesor más querido ni preferido de los alumnos. Le llamaban Don Pimpón y a él le molestaba profundamente, pero nada podía hacer para impedirlo. Sus compañeros le apreciaban, pues era un click responsable, siempre amable y atento. No era dado a tener largas conversaciones ni salía con sus compañeros por ahí (lo intentaba evitar a toca costa). Tenía manías y costumbres muy particulares que siempre sorprendía a los demás. A sus 47 años seguía soltero, pero enamorado.
El despertador del móvil lo despertó de un dulce sueño. Lo apagó y cerró los ojos con la esperanza de poder seguir soñando con ella. En su sueño, Irene y él estaban en una isla, desnudos en la orilla de la playa. Estaban solos y el agua no estaba fría. El sol calentaba sus cuerpos mientras daban vueltas entre besos y abrazos. Aunque lo intentó, ya había perdido la oportunidad de seguir soñando.
Don Pimpón: Maldición.
Irene era su compañera de trabajo. El primer día que la vio se enamoró de ella. Era encantadora, simpática, inteligente y muy bella. Nunca se había atrevido a declararle sus sentimientos, pues se creía un fracasado que no tenía ninguna oportunidad con ella. Además estaba ese tal Narciso. Un chico joven y guapo que estaba interesado en ella."Es el chico perfecto", le había escuchado decir a Irene. A ella también le gustan los pepinillos en la pizza, igual que a mi, se decía pensativo. Recordaba aquel día en la pizzería. Pensaba que estaba surgiendo algo especial entre ellos.
Se había quedado dormido con el portátil encendido y todos los apuntes del trabajo sobre la cama. Se sentó y miró a su alrededor.
Don Pimpón: Es hora de levantarte, Evelino.
Miró el móvil. Tenía muchas llamadas perdidas de su madre. Con el estado de alarma, le llamaba constantemente.
Se estiró y se quedó pensativo. "Es el chico perfecto". Esas palabras pronunciadas por Irene se le repetían una y otra vez. Se desconcentraba cuando estaba trabajando y se sorprendía muchas veces resoplando al recordad la frase.
Don Pimpón: Qué tonto he sido. No debería fijarme en otra chica nunca más. Me tengo que sacar la oposición, ese debe ser mi objetivo. Lo demás me tiene que dar igual.
Hizo la cama con tranquilidad. Es verdad que nadie vendría a verle, pero odiaba las camas deshechas. Además, le gustaba que no quedara arrugas en la cubierta ni descuadrada.
Don Pimpón: ¡Perfecta!
Fue hasta la cocina y abrió la nevera. Una cebolla y una botella de agua con gas era lo único que había en su interior. Pensó en alguna combinación de estos dos productos para hacer de comer, pero no encontró ninguna.
Don Pimpón: Tendré que salir a comprar.
No le gustaba salir a comprar. Cuando lo hacía, le descuadraba el horario de tareas que se había impuesto.
Rosquillas todavía le quedaban. Para él era sagrado. Un café largo americano y una rosquilla para desayunar. Luego al lavabo pasados cinco minutos y como nuevo. Se preparó el café y agarró una rosquilla.
Don Pimpón: Encenderé la televisión, a ver como va el tema del clickvirus.
Llegó al comedor y tomó asiento en su sillón preferido. Encendió la tele y dio su primer bocado a la rosquilla.
Don Pimpón: Deliciosa.
Primero el bocado a la rosquilla y luego, un sorbo de café. Seguía ese procedimiento hasta terminar por completo el desayuno. En la televisión salía una reportera muy conocida, Mercedes Clická. Evelino solía decir ante los demás que no sabía quién era y que él no seguía los programas basura que presentaba, pero había sido un gran fan de Gran Click Hermano. Mercedes estaba a pie de calle, con un micrófono en la mano. Llevaba una mascarilla que le tapaba la boca y la nariz.
Mercedes Clická: Seguimos en la calle, compañeros. Me encuentro en la calle Princesa Alexia. Estamos siendo testigos de un terrible suceso. Un ciudadano ha caído al suelo, por lo visto, enfermo del clickvirus. Como ya saben todos nuestros espectadores, este virus desmonta a los clicks y si no se coge a tiempo el desenlace puede ser mortal.
Don Pimpón: ¡Córchlis!
Mercedes Clická: En todos los años de profesión nunca había visto nada parecido. De momento, el gobierno mantiene el estado de alarma, pero no se descarta que se endurezcan más las medidas.
Don Pimpón: ¿¡Más!?
Mercedes Clická: Me debo a ustedes, queridos espectadores, por eso estoy aquí, al pie del cañón. La información es de vital importancia y yo pienso encargarme de que todos ustedes sepan lo que está ocurriendo.
Mercedes Clická: Mientras tanto, los sanitarios están intentando recomponer a ese pobre click. He de decir que la ambulancia llegó al momento. Los vecinos de la zona llamaron a urgencias cuando se percataron de lo que estaba ocurriendo.
Mercedes clická: Vamos a preguntar a los pocos ciudadanos que salen a la calle. Queremos saber cómo están viviendo esta situación. ¡Allí hay un ciudadano paseando a su perro!
Mercedes Clická: Disculpe, ¿me permite un par de preguntas?
Nino: Claro, Merche.
Mercedes Clická: ¡Nino! Perdonen ustedes, pero es mi peluquero. ¡Ay, cuanto te echo de menos! Dime, ¿cómo estás llevando el confinamiento?
Nino: Lo mejor que puedo. Salgo para pasear a mi perrita y para hacer la compra semanal, pero el resto del tiempo lo paso en casa, como debe ser en una situación así.
Mercedes Clická: ¿Crees que esto afectará a tu negocio?
Nino: Indudablemente. Aunque me reinvento, Merche. Estoy haciendo directos para enseñar trucos de peluquería y por el momento, mi canal está siendo todo un éxito.
Mercedes Clická: Gracias, Nino. Los sanitarios se llevan al pobre click desmontado. Este clickvirus es terrible. Parece que se lo van a llevar desmontado en la camilla.
Don Pimpón: Un momento...esa que está ahí...¿Es Irene? ¡Es Irene! ¿Se encontrará bien?
El corazón le dio un vuelco. Irene estaba esperando poder pasar. La ambulancia le impedía el paso hasta su casa. Llevaba dos bolsas repletas de alimentos.
Se había dicho mil veces que debía olvidarse de ella, pero no era capaz. Verla ahí, en la calle, vulnerable ante un virus tan mortal, le hizo mandar esos pensamientos al infierno. Estaba en un grupo de profesores de whatsaclick, así que entró para encontrar su número de teléfono y llamarla cuanto antes. Cuando lo metieron en el grupo, dijo hola y desde entonces, no volvió a decir nada. No solía entrar y tenía configurado su móvil para que no se descargasen fotos ni vídeos de los grupos. Llamó a Irene, pero no cogía el teléfono.
Irene: Esto es terrible. Tengo que volver a casa cuanto antes.
Los sanitarios subían la camilla con el click desmontado en ella. No parecía que se fuese a recuperar fácilmente.
Duclack, Sebastián, Pradito y Tinger salieron al balcón cuando escucharon ruido. Al ver la escena, Duclack agarró a Pradito para que no pudiese ver nada.
Pradito: Ay, no me dejas ver.
Duclack: No quiero que veas estas cosas, cariño.
Sebastián: Sí, será mejor que entremos en casa. Es hora de hacer más tortitas.
Pradito: ¡Yupi!
La ambulancia se fue a toda velocidad calle abajo. Mercedes Clická seguía informando con su inseparable cámara, Paco. Llevaban ya varios años casados y tres hijos en común.
Irene llegó por fin a casa. Su compañera de trabajo y de piso la estaba esperando en la puerta del garaje. Irene era la encargada de ir a por la compra.
Olga: ¡Irene! ¡Has tardado mucho!
Irene: ¿Lo has visto?
Olga: Sí, terrible.
Irene: Salir es toda una odisea.
Olga: Pasa, que por ahí viene alguien.
En esos momentos pasaba Sabrina. Llevaba dos horas paseando a Elvis, su perro. Ella se pasaba el confinamiento por el arco del triunfo.
Muy cerca vivía Leticia con su madre y su hermano, Bisbi. Se había asomado a la ventana para ver lo que estaba ocurriendo en la calle. No pudo evitar derramar unas lágrimas al ver a ese click desmontado en el suelo.
Leticia: Madre, esto es horrible...
Filomena: Haz el favor de cerrar la ventana. El virus puede entrar con el viento.
Leticia: Dicen que no se contagia de esa forma.
Filomena: Ay hija mía, sigues siendo muy inocente. Cierra de una vez, anda.
Leticia se sentó en el sofá junto a su madre. Filomena había prohibido encender la tele. Solamente podían escuchar la radio y ver películas en VHS.
Filomena: ¿Estás llorando?
Leticia: Sí. Ese pobre click, ahí en el suelo...me recuerda mucho a...
Filomena: No me hables otra vez de ese. Hace ya mucho que murió, hija mía. Tienes que aprender a pasar página.
Leticia: Es que murió así, en el suelo. Me salvó la vida, madre. Se llevó una bala que debería haber sido para mi.
Filomena: Eso antes de de secuestrarte, robar en casa de los señores, atacar a la policía, secuestrar una ambulancia...¡Menudo elemento era!
Leticia: Lo sé...
Filomena: Si no llega a ser por eso, todavía estaríamos trabajando para Sus y Diamante. Ahora ninguna de las dos tenemos trabajo y con esto que está ocurriendo, no parece que podamos acceder a ninguno en mucho tiempo. No tengo ni idea de cómo vamos a pagar las facturas este mes.
Leticia: Lo sé. No puedo evitar echarle de menos, madre. Ojalá pudiese olvidarle.
Filomena: Yo te ayudaré, hija. Ahora deja de pensar en cosas tristes y vamos a ver Titanic en VHS. Prepararé unas galletas e infusión. Dile a tu hermano que baje, que está arriba jugando.
Bisbi estaba asomado a la ventana.
Bisbi: Como pille al virus ese le voy a dar una patada que ni el Chino Juan. ¡Ven a por mi, virus! ¡No eres capaz de ir a por mi!
Leticia: Hermano, vamos a merendar y ver una peli. ¿Te apuntas?
Bisbi: ¿Qué peli?
Leticia: Titanic...
Bisbi: ¡Otra vez! Prefiero ver alguna del oeste.
Leticia: Vale, por mi no hay problema. Se lo diremos a mamá.
Una vez en el interior del garaje.
Olga: Te suena el móvil, Irene.
Irene: Lo sé, lleva un rato sonando. Luego lo miraré. Por cierto, no queda pasta ni click cola cero.
Olga: ¡No fastidies! La gente arrasa con todo...
Una vez desinfectada, Irene guardó la compra en la despensa y se fue a trabajar (a su cuarto). Tenía muchas cosas que hacer. Miles de tareas que organizar, corregir y mandar. Se estaba volviendo completamente loca. La forma de contactar con los alumnos era deficiente y a veces se convertía en toda una odisea entenderse con ellos. Le dolía la cabeza (más de una vez había llegado a pensar que estaba contagiada con el virus, pero era evidente que no se trataba de eso) de tanto mirar la pantalla del móvil y el ordenador.
Echaba de menos su vida. Su trabajo, por muy estresante que fuese en ocasiones, le encantaba. Adoraba salir con sus compañeros, pasear e ir a correr por la ciudad. Aunque sus alumnos a veces eran unos trastos, se preocupaba por ellos. Deseaba volver a la normalidad, no temer por su vida ni por la de los demás.
Irene: Este es el último que corrijo por hoy, no puedo más. A ver...este es de Jorgito. Pufff, menudo desastre. Como de costumbre, no se esfuerza. Este y Manolete están aflojando demasiado.
Olga: ¡Irene! ¿Que tal vas? ¿Todavía currando?
Irene: Sí, pero lo dejo ya.
Olga: Tienes cara de cansada. Te terminará doliendo la cabeza.
Irene: Ya me duele.
Olga: No me acordé de decirte que llamó Evelino preguntando por ti.
Irene: ¿Evelino?
Olga: Sí, estaba preocupado por ti. Te vio en la tele.
Irene: ¿En la tele? No entiendo.
Olga: Por lo visto has salido en directo en las noticias, cuando se estaban llevando a ese que estaba desmontado.
Irene: ¿En serio?
Olga: Dice que te ha llamado varias veces al móvil. "No deseo molestar", ha dicho con esa forma particular que tiene de hablar. Le he dicho que le llamarás.
Irene: Es un gesto muy bonito el que se haya preocupado por mi.
Olga: En vez de una llamada, que sea un skype.
Irene: No sé...
Olga: ¡Y hacéis cibersexo!
Irene: ¡Jajajaja!
Olga: ¡Hablo en serio! Yo llevo toda la semana haciéndolo con ese que conocí en la disco. Tiene su morbo. Con mi novio también lo he hecho un par de veces y es muy divertido. Tienes que probarlo.
Irene: No pienso hacer eso ni loca, pero le llamaré por skype.
Olga: Está por tus huesos.
Irene: Anda ya.
Olga: Bebe de tus manos. Eso lo noto yo. Ay, ¿sabes algo del floristo devora pasteles?
Irene: Sí, me llama todos los días y hablamos un rato. Es muy agradable.
Olga: Menudo éxito tienes, compañera.
Cuando Irene le comentó a Evelino de verse por skype, se puso muy nervioso. Pensó que el mejor lugar para verse era la cocina. La luz parecía más adecuada. No le dio tiempo a vestirse del todo. Se puso su jersey favorito y su chaqueta, pero no pudo quitarse el pijama de la parte de abajo. Se peinó y se quedó de pie frente al ordenador, esperando la llamada. Cuando sonó, su corazón latió con mucha fuerza. Cogió aire y aceptó la llamada.
Don Pimpón: ¡Irene!
Irene: ¡Evelino! Vaya, qué bien te veo. Siempre vas impecable.
Don Pimpón: Sí, ya sabes, me gusta cuidarme. Te he visto en la televisión. (maldición, no le he dicho que ella también está impecable).
Irene: Eso me ha dicho Olga. Ha sido justo cuando he ido a hacer la compra. Es espantoso, lo de ese click desmontado.
Don Pimpón: Sí, una verdadera tragedia...¡Estás impecable! (Ay, no sé si era buen momento para decirlo).
Irene: Gracias, Evelino.
Evelino: ¿Te encuentras bien?
Irene: Sí, perfectamente. Con miedo por lo que está pasando, pero bien. ¿Y tú?
Evelino: Bien. Aquí en casa, solo.
Irene: Siento que estés solo. Estaría bien poder vernos y que vengas a casa a comer pizza.
Evelino: Con pepinillo.
Irene: ¡Exacto!
Evelino: Estoy deseando repetir pizza contigo.
Irene: Lo haremos. En cuanto esto pase, repetimos. Aunque podríamos ir a tu casa, así me la enseñas.
Evelino: Eso estaría muy bien.
Irene: Te tomo la palabra.
Evelino: ¿Que tal con Olga?
Irene: Muy bien. Con ella no me aburro. Me hace reír con sus locuras y no me siento sola. También me llaman muchos amigos y familiares.
Evelino: A mi me llama mi madre. Es una mujer adorable y la quiero, pero se hace extremadamente pesada.
Irene: ¡Jajajaja! Las madres son así.
Evelino: El trabajo también se hace extremadamente pesado. Algunos alumnos han conseguido colmar mi paciencia.
Irene: Es que es muy complejo trabajar en estas circunstancias. Huy, me llaman por teléfono. Un segundo...
Evelino: Descuida.
Irene: Hola, Narciso.
Evelino: ...
Irene: Sí, ahora estoy usando el skype con un compañero de trabajo pero en cuanto termine, te llamo.
Evelino: ...
Irene: Vale, hasta luego. Perdona, era un amigo.
Evelino: Veo que estás muy solicitada.
Irene: Es Narciso, aquel chico que conocimos cuando le compramos flores a Rosarito.
Evelino: ¿Narciso? (Hazte un poco el tonto, Evelino). ¡Ah, ahora lo recuerdo!
Irene: Ahora somos amigos.
Evelino: Ya veo. Bueno, será mejor que te deje (no soporto que hablen todos los días... al final se acabará enamorando de él...). Me estoy saltando el horario que me he impuesto. Ahora debería estar corrigiendo trabajos.
Irene: Ah, vale...
Evelino: Me alegra saber que estás bien.
Irene: A mi también. Tenemos que hablar más veces, si te parece bien.
Evelino: (¡Sí, Sííííííííííííííííííííí!) Sí, estaría bien. ¿Te llamo mañana a la misma hora?
Irene: ¡Genial! Pues hasta mañana. ¡Adiós!
Evelino: ¡Adiós!
Lo de Narciso había sido todo un golpe. Sabía que la llamaba todos los días y que se estaba ganando su confianza. Aunque ella misma le había propuesto hablar más veces y no estaba dispuesto a dejar escapar esa oportunidad. "Quizás tenga una oportunidad con ella", pensó mientras apagaba el ordenador.
Continuará
¡Me encanta el capítulo! Hay personajes nuevos que realmente me caen muy bien. Evelino me parece muy gracioso y me gusta que sea tan meticuloso con sus horarios. Me siento identificada con ellos por todo lo que está pasando y me ha hecho mucha gracia que el virus les afecta de esa manera a los clicks, desmontándolos, jajajajajaja. Me ha hecho mucha gracia también la escena de Leticia y Filomena y Bisbi diciendo que quiere ver una película del Oeste. Yo, por muy aburridísima que esté, jamás perderé el valioso tiempo de mi vida viendo una película del Oeste. Prefiero ver Titanic mil veces, jajajajaja. Me cae muy bien Irene, tan sencilla y simpática. No quiero que surja algo romántico entre Narciso y ella. Prefiero que se enamore de Evelino, que se ve un hombre muy especial y Narciso seguro que es el típico chico que se mata en el gimnasio y que enamora a cualquiera. En cambio, me figuro que Evelino no tiene esa suerte. Me ha gustado mucho ese personaje. También me ha hecho gracia la aparición de Mercedes Clická y Nino paseando a su perrita. Luego la sinvergüenza de Sabrina pasándose el confinamiento por donde mea, si es que siempre la tiene que liar... ¡Me encanta esta historia! Lo que más me gusta es que cada capítulo es único en sí mismo y no tiene mucho que ver con el anterior. Eso me encanta porque no sabes por dónde va a salir la historia. ¡Que siga pronto!
ResponderEliminarMe gusta mucho ver cómo van viviendo los diferentes personajes esto del cickvirus. Es una forma de sacar al exterior muchos sentimientos que ahora nos inundan. Gracias por la entrada dando voz y continuación a mis personajes y por tener en cuenta las ideas que te comenté y que deseaba plasmar. Me gusta mucho como lo has hecho y, en general, has conseguido captar perfectamente la esencia de los personajes. Me hacía gracia la conversación de Don Pimpón con Irene. Esas respuestas que da él tan poco espontáneas y a veces desacertadas, muestra de su poca habilidad social y más con una clack. Me hace mucha gracia ver también el pantalón del pijama y la camisa y chaqueta en la parte de arriba. Esto de las videollamadas van a crear una nueva moda.
ResponderEliminarHe echado en falta algún comentario de Sabrina. A ver si luego vemos una entrada solo de ella.
Y me ha sorprendido lo de que Merche está casada con Paco y tienen 3 hijos desde hace años. El Gran Hermano Click dio sus frutos.
A ver quienes son los siguientes personajes que salen en esta historia.