Estado de alarma
Capítulo 06
Sabrina 2ª Parte
No le apetecía en absoluto hacer cola. No había salido a la calle para perder el tiempo de esa forma. El supermercado estaba quedándose sin género. La gente se lo llevaba todo. A Sabrina lo único que le interesaba era la rosquilla, y estaba decidida a conseguirla. La primera de la fila era Mary Sarrat. "Mira, la pija petarda amiga de Sus", pensó al verla. A ver si consigo que me deje pasar.
Sabrina: Hola, Mary.
Mary: Hola.
Sabrina: Me preguntaba si me podías dejar pasar. Es que tengo mucha prisa.
Mary: Lo siento, pero yo llevo haciendo cola mucho tiempo. Tendrás que tener paciencia.
Sabrina: Si solamente quiero una rosquilla, iré rápido.
Mary: Lo siento, Sabrina. Si fuese por algo más urgente...
Sabrina: No me extraña que sigas soltera, con ese carácter...
Mary: ¿Perdona?
Sabrina: Nada, que hasta luego.
Mary: Esta mujer no cambiará nunca. Sigue siendo tan maleducada como siempre. Menuda jeta tiene...
Sin más remedio, tuvo que ir hasta el final de la cola.
Sabrina: Para una miserable rosquilla tengo que hacer esta cola...
Le preguntó al último de la fila si le dejaba pasar. El hombre negó con la cabeza y Sabrina le sacó la lengua. Con la mascarilla, no se notó.
Sabrina: Qué insolidaria es la gente. ¿Has visto, Elvis? La gente, en momentos así, saca lo peor.
Elvis: ¡Grrrrr!
Pinhead estaba en comunicación con Fune, su novia. Habían quedado en verse y escapar. Querían refugiarse en una casa ocupa del centro y esperar a que todo pasase. Fue hasta la puerta de su casa y esperó el mensaje de su novia. No tardó en recibir un whatsaclick en el que le decía que ya estaba fuera.
Llevaban muchas semanas sin verse y se les estaba haciendo insoportable. Fune ideó el plan. Conocía una casa desocupada en el centro en la que estarían la mar de bien. Su dueño, un hombre de negocios, estaba fuera por causa del clickvirus y no aparecería en meses. Era una casa enorme, con todas las comodidades. Escondiéndose entre los coches y las farolas, llegó a la calle en la que vivía su novio. Le envió el mensaje para que saliese de su casa.
Sabrina se cansó y empezó a toser de forma exagerada. Todo el mundo se apartó y ella empezó a caminar hasta entrar en la tienda.
Sabrina: ¡Ay, perdón! ¡Cof cof cof cof! ¡Ay, qué mal llevo el clickvirus!
Filomena acompañaba a dar un paseo a su hijo, Bisbi. Dado su especial estado de salud, necesitaba ese paseo diario. Bisbi llevaba su mascarilla y Filomena un pañuelo.
Bisbi: ¿Podemos ir a ver a Suselle?
Filomena: Sabes que en estos momentos no puedes ver a ningún amigo.
Bisbi: ¿Y podemos ir al parque?
Filomena: Tampoco. Están todos cerrados.
Bisbi: Pues vaya un rollazo. Mami, ese coronavirus es de lo más fastidioso.
Filomena: Lo sé, hijo mío.
Bisbi: ¿Esa señora nos echará de casa?
Filomena: No lo sé, hijo mío. He intentado llegar a un acuerdo con ella, pero se muestra inflexible.
Bisbi: Yo no me quiero ir de casa. Si quieres, te doy todos mis ahorros y se los das.
Filomena: Eres muy bueno, cariño. Me temo que con eso, no es suficiente...
La madre de Pinhead, (Ramona), estaba asomada a la ventana. Era uno de sus pasatiempos preferido. Ejercía de guardiana del barrio y cuando algo le parecía mal o fuera de lugar, protestaba. Su marido veía la televisión y sus dos hijas jugaban con el móvil.
Ramona: ¡Mira esa! Dándose un paseo por la calle como si nada. ¡Oiga, señora!
Filomena: ¿Se dirige a mi?
Ramona: Sí, no disimule. ¡Es usted una sinvergüenza! ¡¡Sale a dar paseos con su hijo cuando eso está prohibido!!
Filomena: ¿Disculpe? ¡No tengo que darle a usted ninguna explicación! Tengo permiso para pasear con mi hijo.
Ramona: ¡Y un pepino! ¡Pienso llamar a la policía! ¡¡Menuda irresponsable!!
Pinhead aprovechó el desconcierto para salir.
Pinhead: Es el momento.
Dalia, su hermana pequeña, lo vio salir y lo llamó.
Dalia: ¡Hermano! ¿A dónde vas?
Pinhead: Con mi churri.
Dalia: Como te pille la mama, te va a canear.
Pinhead: Eso no lo hará si tienes el pico cerrado.
Dalia: Eso te costará 50 cleuros.
Pinhead: ¡Ni lo sueñes!
Dalia: ¡Ma...!
Pinhead: ¡Shhh! Está bien. Si te pregunta, le dices que no me has visto.
Dalia: No diré una palabra.
Pinhead: ¡Fune!
Fune: No hay tiempo que perder, ¡vamos!
Fune agarró a Pinhead de la mano y salieron corriendo.
Pinhead: ¿Queda muy lejos esa casa?
Fune: Un poco, pero sé un camino por el que lo pasma no suele pasar.
John patrullaba la zona junto a su compañero, Tomás. Era un agente novato, pero muy apto para el trabajo. John conducía el coche policial y Tomás estaba sentado en el asiento del copiloto. Rex descansaba en la parte trasera el vehículo.
John: Un día tranquilito.
Tomás: Sí, no ocurre nada. Menudo rollazo...
John: Créeme, es mejor que la cosa siga así.
Fune y Pinehad fueron a parar justamente por la calle por la que estaban patrullando. Les dieron el alto inmedatamente.
John: ¡Otra vez estos dos!
Tomás: ¿Quienes son?
John: Dos delincuentes reincidentes. Estoy cansado de detenerlos...
Fune: ¡Maldita sea!
Pinhead: ¡La pasma!
John: Buenas, chicos. Otra vez nos vemos las caras.
Pinhead: Sí, pero ya nos íbamos...
John: ¿Motivo por el que estáis en la calle?
Fune: Ehhh, hemos ido a llevarle comida a una mujer mayor.
Pinhead: Sí, estaba hambrienta. La pobre se estaba comiendo los geranios.
John: Chicos, que nos conocemos...
Fune: ¡Es la verdad!
John: Volved a casa, es mi primer y único aviso.A la próxima, os tendré que multar.
Fune: ¡Y un cuerno! ¡Yo no vuelvo a mi casa! ¡A por ellos!
Fune y Pinhead se enfrentaron a ellos. Preferían pelear antes que rendirse y volver al confinamiento. Daban patadas y puñetazos a los dos agentes.
Pinhead: ¡Nadie nos volverá a separar!
Tomás: ¡Cálmese, señor!
John: ¡Rex!
Rex se lanzó sobre Fune y Tomás sacó su pistola.
Pinhead: ¡Ehhh! ¡Eso no es necesario!
Fune: ¡Quitadme esa bestia de encima!
John: Chicos, lo vuestro no tiene remedio. Quedáis detenidos.
Sabrina salió del supermercado con la rosquilla en la mano y burlándose de todos los que seguían en la cola. La gente la miraba indignada.
Sabrina: ¡Hasta luego, pardillos!
Bisbi estaba muy alterado. Ramona no cesaba de gritar desde la ventana a Filomena.
Bisbi: ¡No insultes a mi mamá!
Filomena: Bisbi, tranquilízate.
Ramona: ¡Menudo hijo tienes! ¡Lo tienes malcriado! ¡Ya he llamado a la policía y te va a caer un puro de los gordos!
Filomena: Pues hablaremos con las autoridades, no se preocupe. No tengo miedo de nada.
Sabrina: Huy, ¿y esto de que va?
Vio aparecer el coche policial conducido por John y el corazón se le salió del pecho.
Sabrina: ¡Es John! ¡Corre, Elvis!
Salió corriendo antes de ser vista.
John: Algo está ocurriendo aquí.
Pinhead y Fune estaban esposados en los asientos traseros.
Pinhead: ¡Mi madre! ¡Por favor, que no me vea!
Tomás: Pues tenemos que parar.
Pinhead: ¡Me matará!
John: Nos ahorraría trabajo. Estamos hartos de tus fechorías.
Sabrina se alejó unas calles y se sentó en un banco.
Sabrina: Por los pelos. Me sentaré aquí a comerme la rosquilla y luego volveré a casa. ¡Mmmm! ¡Deliciosa!
Rose detuvo la moto frente al banco dónde Sabrina se había sentado.
Rose: Veo que te lo estás tomando con calma.
Sabrina: ¡Rose! Es que estaba cansada y me he sentado a descansar...
Rose: Esta ya no te la paso. ¿Me tomas por tonta? Te dije que volvieses a casa.
Sabrina: Pensaba hacerlo después de comerme la rosquilla. ¿Quieres un bocado?
Rose: ¿Es que no ves las noticias? ¡Esto no se puede hacer!
Sabrina: ¿Comerme una rosquilla sentada en un banco? ¡Ni que estuviese robando!
Rose: ¡Ya está bien! Tu actitud nos pone a todos en peligro. Te he avisado, Sabrina.
Sabrina: Afloja un poco, chica. Mira, me voy para casa y aquí no ha pasado nada.
Rose: Demasiado tarde para eso. Te tengo que multar. Serán 600 cleuros.
Sabrina: ¿Perdona? ¡Estás loca!
Filomena: Por eso, siguiendo las instrucciones de su médico, salimos todos los días a pasear. Esa es la documentación que lo acredita.
John: Ya veo. Está todo correcto.
Ramona: Ah, pues no lo sabía. El chico tendría que llevar un distintivo que avisase que es un caso especial y puede salir a la calle. Los demás no podemos adivinar que el chico tiene problemas...
Filomena: No pienso señalar a mi hijo para que gente como usted no nos insulte por la calle.
John: Haya paz, por favor.
Ramona: Pues yo creo que no estaría mal ponerle algo para que sepamos que es un chico especial. Un brazalete o algo. Yo lo único que hago es vigilar el barrio y que todo el mundo cumpla con la ley.
Tomás: Se lo agradecemos, señora, pero antes de formar estas peleas, llame para que nosotros nos encarguemos.
Rex empezó a tirar de la correa. John sabía que cuando hacía eso, algo había captado. Quizás un rastro que lo llevaría a la escena de un crimen o un delito.
Rex: ¡Guau guau!
John: ¿Has captado algo, amigo?
John: Encárgate tú, Tomás. Parece que Rex ha captado algo.
Tomás: Descuida.
John: ¡Vamos, Rex!
Rex: ¡Guau guau!
Sabrina: ¡Siempre me has tenido envidia! Estás enamoradita de mi John.
Rose: ¡No digas sandeces!
Sabrina: No pienso pagar 600 cleuros de multa por sentarme en un banco a comerme una rosquilla.
Rose: ¡Que estamos en estado de alerta! Está en juego la salud de todos, inclusive la tuya.
Sabrina: ¡Me tienes manía!
John: ¿Sabrina?
Sabrina: ¡John!
Sabrina palideció al ver a su marido y Rex frente a ella.
Sabrina: ¡Sorpresa! Quería sorprenderte...
Rose: Tu esposa es una mentirosa compulsiva. Lleva horas dando vueltas por el barrio. La vi golpeando a un limpiador y le avisé, que debía volver a casa cuanto antes. No me hizo caso y me la he encontrado en este banco, como Pedro por su casa. Encima, me falta al respeto y se ríe en mi cara.
John: ¿Es eso cierto?
Sabrina: ¡Es todo mentira! Yo he salido para darte una sorpresa y pasear a Elvis, que el pobre está cansado del bosque. Tu amiguita me está haciendo la vida imposible. Con el rollazo del clickvirus ese no se puede una ni sentar en un banco. ¡Me quiere multar con 600 cleuros!
John: No me lo puedo creer...
Sabrina: Sí, me tiene envidia. Se las da de querer proteger a todo el mundo, que estamos en alerta, pero todo es una estrategia para vengarse de mi. ¡Es una envidiosa!
Rose: John, somos amigos desde hace años. Entiendo que es tu mujer, y sabes que yo no me meto, pero esto ya pasa de castaño oscuro. Sabes que mi abuela ha muerto del clickvirus hace pocos días y que lo único que quiero es que esto pare. No me siento con fuerzas para discutir con ella y explicarle algo que todo el mundo sabe. Dejo en tus manos lo que quieras hacer con ella. Por nuestra amistad, me marcharé, pero a la próxima, ten por seguro que me dará igual que sea tu mujer.
John: Rose...
Sabrina: ¿Ha muerto su abuela?
John: Así es.
Rose subió a la moto y se marchó.
John: ¿Has perdido el juicio? ¡No le puedes decir esas cosas a un agente de la ley!
Sabrina: Yo...
John: ¡Y tratar a Rose de esa forma!
Sabrina: Pero ella me quería poner una...
John: ¡Basta ya! Me has decepcionado, Sabrina. Esto es muy serio y parece que no quieres entenderlo. ¿Por qué te empeñas en dejarme mal ante mis compañeros?
Sabrina: Eh...
John: Parece que no te importase nada. Te da igual mi trabajo, nuestros hijos, tu salud y la de nuestra familia. Sales a pasear, saltándote la ley sin motivo alguno.
Sabrina: Yo...
John: Volvamos a casa, si es lo que quieres. No te impediré que te marches por ahí a pasear y hacer el indio, pero atente a las consecuencias...
Faustino movía el guiso que estaba preparando. Había cocinado un par de veces en su vida con un resultado desastroso. Temiendo que Sabrina hiciese realidad sus amenazas de meterlo en un asilo, se puso a cocinar. Pidió ayuda a Walter, que lo supervisaba mientras ponía la mesa. Walter era un gran cocinero, a pesar de su corta edad. Sabrina cocinaba muy mal, por lo que muchas veces se había visto obligado a cocinar. Cuando Sabrina, John y los perros entraron en casa, pillaron a los niños poniendo la mesa. Anita ponía los platos y Walter llevaba el pan.
Walter: ¡Ya estáis aquí!
Anita: Sabrina, estaba preocupada...
Sabrina: Estoy bien, no pasa nada...
Sabrina intentaba disimular las lágrimas. No había parado de llorar durante todo el trayecto en coche hasta casa. John estaba realmente enfadado.
Fuastino: ¡La cena está casi lista! Ehhh, ¿cómo se llama esto?
Walter: Tagliatelles con verduras.
Faustino: ¡Tauralletes con verduras!
John: Estoy muy cansado, Sabrina. No hago más que tirar de ti y tú no haces más que tirarme piedras.
Sabrina: Lo siento, John. Estaba cansada de estar en casa y...
John: No es solamente esto, es todo. Necesito que recapacites de una vez por todas. Ya no somos unos niños. Tenemos responsabilidades.
Sabrina: Yo...
John: No sé cuanto tiempo podré aguantar esta situación...
Sabrina: John...
Anita escuchó toda la conversación. Vio a Sabrina llorar mientras John se alejaba enfadado. Se sintió muy identificada con su madre. Ella era igual de incorregible y sus padres adoptivos la habían regañado miles de veces.
Sabrina salió corriendo hacia su cuarto. Necesitaba llorar. Walter no se había percatado de la discusión. Llevaba la barra del pan a la mesa y daba órdenes a su abuelo para que no se le quemase la comida.
Walter: ¡Mami! Estamos preparando una comida deliciosa.
Faustino: ¿Problemas con tu maridito?
Sabrina: Nada que te importe.
Faustino: Hagamos las paces. Os estoy preparando una cena de categoría. Este hijo tuyo es todo un artista. Lo podrías apuntar al Chef click junior.
Rex: ¡Guau!
Faustino: Mira, hasta el perro quiere probarlo.
Sabrina: ¡No tengo hambre!
Se metió en su habitación y se tiró a la cama. Lloró arrepentida y enfadada. John nunca le había hablado así y temía perderlo para siempre.
Sabrina: ¡¡Soy un puñetero desastre!!
Anita entró en el cuarto y la vio llorando en la cama. Por primera vez desde que la conoció, deseó abrazarla.
Anita: Sabrina, ¿estás bien?
Sabrina: No es nada ,cariño. Se me pasará...
Hablaba, pero sin dejar de llorar. No despegaba la cabeza de la cama. No quería que Anita la viese así, pero era incapaz de tranquilizarse.
Anita: No estés triste.
Sabrina: No pasa nada...
Anita: He escuchado la discusión. Yo también me he preocupado por ti. Me daba miedo que te pasase algo por el clickvirus.
Sabrina: He sido una irresponsable, perdóname.
Anita: Bah, yo también he metido la pata muchas veces. Mi madre...me regaña cada dos por tres. Somos iguales en eso. Nos gusta meter la pata.
Sabrina: ¿De verdad? Anita, no seas como yo. No soy un buen ejemplo...
Anita: Eres más divertida que mi otra mamá.
Sabrina: Pero soy una madre horrible...
Anita: Eso no es verdad, mamá.
Cuando Anita la llamó mamá, Sabrina arrancó a llorar otra vez. Era la primera vez que lo hacía. Anita se sentó en la cama y Sabrina lloró en su regazo.
Anita: Siento haber sido tan mala contigo...pero estaba enfadada.
Sabrina: Mi niña, no hay nada que perdonar. Yo en tu lugar, también estaría enfadada conmigo.
John y Walter llegaron a la habitación.
Walter: ¡Mami! ¿Te pasa algo?
Anita: Está un poco triste.
Walter: Mami...
Sabrina: Ya se me pasa...
Seguía llorando sin parar. Anita acariciaba el pelo a su madre y miraba a John con los ojos llorosos.
Anita: John, ¿la perdonas?
John: ...
Anita: ¡Venga, porfa! Seguro que tú también te equivocas muchas veces. No me gusta ver a Sabrina así...
John era incapaz de estar enfadado por mucho tiempo y verla así, le rompía el corazón.
Se tumbó junto a ella y Walter también. Estaban los cuatro sobre la cama, abrazados. Sabrina se tranquilizó y miró a John con los ojos llorosos.
John: Has sido una clack muy mala.
Sabrina: Lo sé. Lo siento, no te casaste con Sus o la Princesa Alexia.Soy así, meto la pata...
John: Lo sé, y te quiero como eres, pero...
Sabrina: Ya...a veces me paso. Intentaré ser más...racional.
John: Con eso me vale. Ahora deja de llorar.
Sabrina: Pide perdón a Rose de mi parte y dile que siento mucho lo de su abuela.
John: Lo haré.
Walter: ¡Bieeen! ¡Ya está arreglado!
La puerta de la habitación se abrió y entraron Rex y Walter corriendo. Se subieron a la cama con ellos y empezaron a jugar. Faustino miró la escena sorprendido.
Faustino: ¿Me he perdido algo?
Anita: Te has perdido lo mejor.
Faustino: La cena ya está lista.
Sabrina: Papá, siento haberte dicho lo del asilo...
Faustino: No te preocupes, reconozco que soy un viejo insoportable. Aunque cuando me lo propongo, puedo ser adorable. La cena está lista, ¡espabilad que se enfría!
Continuará...