miércoles, 27 de febrero de 2019

Mi vida ahora - Capítulo 05: Ay, Fernanda

Capítulo 05: Ay, Fernanda

Las cosas iban muy bien en casa de Sus y Diamante. Desde que Filomena y Leticia trabajaban para ellos, Sus tenía más tiempo para todo. Gracias a las clases de repaso de Filomena, los niños entendían mejor las lecciones. Dante, que era al que más le costaba estudiar, estaba progresando a pasos agigantados. 

Filomena: ¡Muy bien, Dante! ¿Ha visto? Le dije que lo entendería.
Dante: Sí, no pensaba que me fuese a resultar tan fácil.
Filomena: Suselle, ¿ha conseguido terminar el ejercicio?
Suselle: Sí, está terminado.

Estudiaban en la mesa del comedor con la supervisión de Filomena. Pandy jugaba con un ovillo de lana en su canasto.


Leticia limpiaba el polvo de toda la casa. Los muebles lucían más limpios que nunca. Era muy eficiente en su trabajo y parecía encantada por hacer todas las labores del hogar.

Leticia: Laralararitoo, laralalaraaa, laralaralitooo...


Dante: Oye, ya hemos estudiado mucho. Quiero salir a jugar...
Filomena: Debemos terminar los deberes, Dante. Después podrá salir a jugar.


Sus bajó las escaleras. Había quedado con Duclack para hacer unos recados al centro. Se había arreglado a conciencia, con un vestido que no se solía poner.

Leticia: ¡Oh, estás guapísima!
Sus: Gracias, Leti. No me puedo creer que pueda salir sin preocuparme de la casa. Estaré por aquí en un par de horas.
Leticia: No te preocupes.


Sus: ¿Todo bien por aquí?
Filomena: Estamos terminando los deberes. 
Sus: Estoy muy contenta con vosotros. Veo que os estáis esforzando mucho y obedecéis a Filomena sin rechistar. Os traeré alguna cosita del centro.
Dante: Bueno...
Filomena: Son dos ángeles. Dante desea salir a jugar, pero primero debemos cumplir con nuestras obligaciones.
Sus: Claro que sí. Me voy que llego tarde. Filomena, tiene mi número, ¿verdad? Llámeme si pasa cualquier cosa, por favor. 
Filomena: Puede ir tranquila, señora. Estarán bien.



Diamante estaba en la sala del piano, en su santuario. Allí, con su sofá, su televisión y su cerveza y palomitas, estaba disfrutando de su programa de coches favorito. Subió el volumen con el mando a distancia para que no se le escapase ni una sola palabra del comentarista.

Comentarista:  BMW nos sorprende con una nueva gama de la serie uno. De líneas elegantes y con unas prestaciones más avanzadas que sus predecesores. 


Diamante: Cochazo. Ya me queda menos para comprar el coche de mis sueños. De momento me conformaré con la videoconsola que he comprado. La Clickstation 5.
Comentarista: Su interior está cuidado al detalle, con acabados en cuero y...
Diamante: ¡Wooow! ¡Lo quiero! Voy a contar el dinero que tengo ahorrado. 


Se levantó y fue a por su cofre dorado.Ahí escondía todo el dinero que estaba ahorrando para comprarse un coche. Su hobby número uno era contarlo una y otra vez, amontonado las monedas e imaginando que pronto conseguiría su objetivo. Guardaba el cofre en un mueble que habían comprado no hacía mucho.


Se sentó en el sofá y lo abrió con delicadeza. Se le caía la baba ante tanta cantidad de monedas de oro. Los últimos viajes en barco con Duclack habían sido muy fructíferos. 

Diamante: ¡Mi tesoro!


Sus se encontró con Duclack en la puerta de la casa.

Duclack: ¡Hola, Sus! 
Sus: ¡Holaaa! No me puedo creer que podamos salir, estoy siempre tan liada...


Caminaron tranquilamente por la calle.

Duclack: ¿Que tal Filomena y Leticia?
Sus: Oh, Duclack. Estoy encantada con ellas.
Duclack: ¿No son un poco raras?
Sus: Raras no sé, aunque sí peculiares. Hacen muy bien su trabajo, no tengo queja.
Duclack: Yo no las perdería de vista.


Sus: ¿No te fías de ellas?
Duclack: No sé, no me terminan de convencer.
Sus: Deberías conocerlas, son muy buenas clacks. Filomena es algo seria, pero es maja.
Duclack: Ya...


Una furgoneta de transporte DHL, llegó a casa de Sus y Diamante. Traía un paquete urgente. El transportista aparcó la furgoneta en esa misma acera.

Transportista: Creo que es aquí.



Fue en busca del paquete y se aseguró de que la dirección era correcta.


Diamante estaba desesperado. Le hacía mucha ilusión tener la videoconsola. Se asomó al balcón para ver si veía al repartidor, y cual fue su sorpresa que estaba a punto de llamar a la puerta.

Diamante:¡Yupi! ¡Ya está aquí!


Ding dong

Leticia: ¡Ya voy yo, madre! ¿Quién será?


Abrió la puerta y se encontró con el repartidor. Llevaba consigo un paquete gigante.

Repartidor: Traigo un paquete para Diamante. ¿Es aquí?
Leticia: Sí, vive aquí. Un momento, que le aviso.


Diamante: ¡Ehhh, ya estoy aquí!
Leticia: Un paquete para ti.
Diamante: ¡Lo sé, es mi Clickstation5!
Leticia: Oh, yo tengo la primera Clickstation.


Diamante firmó rápidamente y salió corriendo hacia la sala del piano. Allí podría conectar la consola y jugar a su aire.


Agnes había metido en el horno otra bandeja de bizcochos.Estaba cansada, pero feliz por lo bien que estaban saliendo las cosas.

Agnes: E logo?
Artemisa: Es que me veo tan diferente con este peinado...¿De verdad que te gusta?
Agnes: Artemisiña, ¡estás preciosa!


Alexia había llamado a sus amigas Mary Sarrat y Hilary para charlar. Después de muchos meses, se pudieron sentar juntas para tomarse un café tranquilamente. 

Alexia: Cuanto tiempo sin vernos, chicas.
Mary: Estamos muy perdidas.
Hilary: Han sido tiempos muy difíciles. Hemos tenido amigos en común que han enturbiado nuestra amistad.
Alexia: Será mejor que dejemos ese tema, Hilary.
Mary: Os echaba de menos.
Alexia: Yo también. Venga, nos tenemos que poner al día, chicas.


Mary: Pues he pasado una etapa de mi vida muy complicada. He vivido momentos terribles de los que prefiero no recordar...
Hilary: Mary...
Mary: He conseguido trabajo como directora de una de las cadenas de moda más famosas del Playmundo y eso me ayuda a no pensar demasiado, pero el trabajo es agotador. Estoy muy ausente, pero espero que sepáis entenderme. 
Alexia: Claro que sí. Mary, puedes contar con nosotras, ya lo sabes. Llama y ahí estaremos.


Mary: Gracias, chicas. Alexia, ¿que tal tú?
Alexia: Tengo muchos eventos a los que ir, entrevistas e inauguraciones. Me paso el día viajando de acá para allá y sin tiempo para nada. Estoy preocupada por Ambrosio. Su relación con Eddy no va muy bien. Lo veo triste y apagado.
Mary: Se podría haber venido con nosotras.
Alexia: Es verdad, no lo pensé.


Hilary: Yo abrí hace cosa de dos semanas una tienda en el centro. Me va fenomenal y las clientas están encantadas. A pesar de lo mal que lo pasé por culpa de Lilu, las cosas me van bien. Ahora tengo novio y si todo sale como tengo calculado, me pedirá matrimonio en breve.
Alexia: Eso es fabuloso, Hi. No quiero meterme dónde no me llaman, pero...¿se puede saber que es lo que ha pasado entre Lilu y tú?
Mary: Es verdad, no entiendo que de ser tan amigas ahora os llevéis a matar.
Hilary: Quería tener todo el protagonismo. En las entrevistas sobre nuestros nuevos diseños no me mencionaba y mi presencia en los eventos de la tienda y las promociones era casi nula. Protesté y eso desató un huracán. Yo le sobraba. Le dije cuatro verdades a la cara y se terminó la amistad.
Mary: Es una pena...


Emma había invitado a Flavia, que era su mejor amiga, a conocer a todos sus nuevos amigos. Había ido de visita a la gran ciudad y estaban aprovechando para estar juntas todo el tiempo posible. Se habían reunido en la cafetería. Emma invitó a Kim, Renzo, Willy y Jorgito. Manolete se tuvo que ir a ver a su padre torear.

Kim: Así que tú eres la famosa Flavia.
Flavia: No sabía que era famosa, hahaha. Me encanta tu estilo, Kim.
Kim: Gracias. Ya te daré algunos consejitos y trucos para estar más guapa.
Emma: Flavia y yo somos amigas desde siempre, ¿verdad?
Flavia: Sí, amigas inseparables.
Willy: Eso es genial, Flavia. ¿Cuanto tiempo te quedarás por aquí?
Flavia: Creo que bastante.


Emma: Un día te tienes que venir al instituto. Así ves lo grande que es.
Flavia: No sé, me da vergüenza.
Emma: Hay chicos muy guapos...
Flavia: ¡Me has convencido! 


Kim: Puedes mirar a todos los que quieras menos a Renzo. Me pertenece. ¿Verdad, mi niño?
Renzo: Sí, soy todo tuyo.
Kim: Pídeme otra magdalena, cariño. ¡Están deliciosas!
Renzo: Es que no me llega...tengo lo justo para pagar lo tuyo y lo mío.
Kim: Vaya...me voy a quedar con ganas de comerme otra...
Jorgito: ¡Yo te la compro! 
Kim: Oh, gracias Jorgito. Eres tan bueno conmigo.
Jorgito: De nada...ya sabes, no me importa.
Renzo: ...


Doña Hermenegilda abrió la puerta y golpeó la silla de Renzo, que se retiró un poco para que pudiese pasar.

Hermenegilda: Gracias mozo. Esto está muy estrecho para entrar. 
Fernanda: Está muy lleno de gente. Tiene pinta de ser muy caro y no llevo muchas perras encima.
Hermenegilda: Ay, Fernanda. En nuestros tiempos con cinco pesetas íbamos al cine y nos sobraba. Ahora con eso no te dan ni los buenos días.


Agnes vio a la señora Hermenegilda y se le cayó el mundo encima. Artemisa sentía el impulso de tirarse al suelo y esconderse detrás de la barra, pero se contuvo. Fernanda la miró de arriba a bajo. 

Hermenegilda: ¡Rapaza! ¡Mira, Fernanda! ¡Esa es la que te digo, la gallega! ¡Es moderna y tiene novia!
Fernanda: ¿Es libiana?
Hermenegilda: Sí, es libirana.
Fernanda: Ay, amiga, a que sitios me traes...estas cosas tan modernas no me gustan y no las entiendo.


Agnes: ¡Hola, señora Hermenegilda! Cuanto tiempo sin verla.
Hermenegilda: Claro, si es que no venís a verme. Os dije que os pasarais por casa y que os preparaba un caldo gallego de los de chuparse los dedos.
Agnes: Es que estamos muy liadas...
Hermenegilda: Esta es mi amiga, Fernanda.
Agnes: Hola,un placer conocerla.
Fernanda: A mi me gustan los hombres y estoy casada.
Agnes: Oh, una forma...diferente de presentarse...


Hermenegilda: Mira la Artemisa. ¡Artemisa!
Artemisa: Hola, señora Hermenegilda.
Hermenegilda: Luego voy y te doy dos besos como dios manda. 
Fernanda: No hagas eso, Hermenegilda...que son libianas.
Hermenegilda: Ay, Fernanda. ¡Si yo estoy para el arrastre! En mi no se fijan ni los perros, ¿no ves que mis huesos son más viejos que los disauros antiguos? Agnes, bonito el sitio, si señor. Me gusta la decoración.
Fernanda: ¿Es caro? No llevo muchas perras.
Agnes: No se preocupe, no tenemos precios abusivos. 
Hermenegilda: ¿Hay descuentos para los jubilados?
Agnes: Pues...no, pero ya verá que no le resultará caro.


Hermenegilda: ¿Y dónde nos sentamos?
Agnes: Tenemos todas las mesas ocupadas. Podrían sentarse fuera, en la terraza.
Fernanda: ¿Nos quiere matar de frío?
Agnes: Tenemos estufas que dan mucho calor.
Hermenegilda: Nada, somos ancianas y tenemos prioridad. Dile a esas que se marchen. Ya han terminado y están de cháchara.
Agnes: No puedo hacer eso...esperen un momento, seguro que se marchan pronto.
Hermenegilda: Más sabe el diablo por viejo, que por diablo.


Las ancianas se aproximaron hasta Alexia, Hilary y Mary. Estaban hablando animadamente cuando Hermenegilda las interrumpió.

Hermenegilda: Buenas tardes, jovencitas. Perdonad que os interrumpa, pero veo que ya habéis terminado de merendar.
Alexia: Sí...
Hermenegilda: Mira, yo estoy mala de casi todo. Mi médico de cabecera me dice que la próxima vez que vaya, le diga lo que no me duele y así terminamos antes. Me conozco a todos los especialistas y hasta les envío felicitaciones cuando cumplen años. Sí, soy vieja y estoy muy escacharrada. Tomo tanta midicinas que las meto en un plato hondo y me las como con cuchara. 
Mary: Vaya...eso es terrible.
Hermenegilda: Ser vieja es un asco, chiquita. Imagina, con todo lo que me duele y lo vieja destartalá que soy, ahí de pie esperando que terminéis de rajar.
Fernanda: ¿No se te parte el alma?
Hilary: Pues...
Hermenegilda: Ayy, que majas que son. Muchas gracias, guapísimas.


Se levantaron sorprendidas de sus asientos. Hermenegilda no tardó ni un segundo en sentarse y Fernanda tampoco.

Fernanda: ¿Sois libianas?
Alexia: ¿Eso que es?
Fernanda: Eso tan moderno de ahora.
Hilary: No sé lo que es.
Mary: Vamos, chicas. Podemos ir a mirar tiendas.
Alexia: Sí, vamos.
Hermenegilda: ¡Muchas gracias, guapiñas!


Artemisa se ocupó de sacar todas las tazas y platos de la mesa y se los llevó en un carro. Agnes limpiaba la mesa con un paño.

Agnes: Mira que arte limpiando.  ¿Te duele la espalda?
Agnes: No, ¿por qué lo pregunta?
Hermenegilda: Mi madre decía que si no te duele la espalda, no es un trabajo.
Fernanda: Yo toda la vida trabajando en mi casa, tengo la espalda machacada viva. El doctor dice que tengo la columna como un acordeón. 
Agnes: Pues olvidemos los dolores y disfrutemos un poquito. ¿Que les apetece?


Hermenegilda: Yo no puedo tomar dulce, que te lo diga Fernanda.
Fernanda: No puede tomar dulce.
Hermenegilda: ¿Ves? Pero me dijo el doctor que un capricho me puedo dar de vez en cuando. Así que algo me quiero llevar a la boca. Para beber un café con leche bien caliente, para entrar en calor.
Fernanda: Yo un chocolate caliente y algo dulce.
Hermenegilda: Algo gallego, de la tierra. ¿Tienes bica o tarta de Santiago?
Agnes: Sí, ambas cosas.
Hermenegilda: Pues un cacho grande de bica. Sé generosa.
Fernanda: Yo quiero churros.
Agnes: Churros no tenemos.
Fernanda: Pues vaya un sitio...
Agnes: Tenemos unos melindros deliciosos.
Fernanda: Pues de eso.
Hermenegilda: Yo preparaba en casa los dulces. Soy buena repostera, no te vayas a creer. Mis hijos, se chupaban los dedos con los postres. La tarta de Santiago la hacía a mi manera, con el toque que le doy yo a las cosas. El único que me critica es su marido, el Bartolo.
Fernanda: Ese es tonto.
Hermenegilda: Yo hago la tarta de Santiago con mermelada de naranja. Dice que así no se hace, ¡pero yo la hago como me sale de la peineta!
Fernanda: Es pa darle palos y no parar. Ese hombre me trae por la calle de la amargura.
Hermenegilda: Se parece a mi primer marido, Gregorio. Ay, Fernanda. La pobre tiene ganado el cielo aguantando a ese hombre.


Continuará...

viernes, 22 de febrero de 2019

Mi vida ahora - Capítulo 04: Un maletín de dinero

Capítulo 04: Un maletín de dinero

El despertador sonó muy temprano, como todos los días. Sus lo apagó a tientas y siguió durmiendo un minuto más. Abrió los ojos perezosa y se estiró. Diamante dormía como un tronco a su lado. El timbre de la entrada sonó y eso la espabiló rápidamente. Se levantó y se lió una sábana al cuerpo. Fue a la puerta de entrada, extrañada de que alguien llamase a la puerta a esas horas.

Sus: ¡Voooy!


Abrió y encontró a Filomena y Leticia en la puerta. Sonrieron y le dieron los buenos días.

Filomena: Buenos días, Sus.
Sus: Huy, no os esperaba tan temprano.
Filomena: Venimos a levantar a los niños y hacer el desayuno.
Sus: Oh, eso es fantástico. 


Sus las hizo pasar. Estaba muy contenta. Eso de que alguien se encargase del desayuno y de levantar a los niños era para ella algo totalmente nuevo.

Leticia: No te preocupes por nada, Sus. Yo me encargaré del desayuno de toda la familia.
Sus: Gracias, Leti.
Leticia: No las merecen.


Sus: Yo voy a cambiarme y a despertar a mi Diamante. Estoy muy feliz por teneros aquí, chicas.
Filomena: El placer es nuestro, señora. 
Sus: Señora, como suena eso.  Puedes llamarme Sus. Pues os dejo hacer, chicas.


Sus despertó a Diamante como a él más le gustaba, con besos y caricias. Bajó a la cocina y encontró la mesa preparada. Olía a café y tostadas. Leticia freía huevos y un par de salchichas para Diamante.

Sus: Leti, es fabuloso.
Leticia: Estoy aquí para hacerte la vida más fácil. Por favor, toma asiento y disfruta del desayuno.


Sus: Gracias.
Leticia: En el horno tengo la pata de cabrito y en un momento me pondré con las galletas. Traigo la masa preparada de mi casa.


Sus tomó asiento y mordió una tostada con mermelada de fresa.

Sus: ¡Qué rica!
Leticia: El café está caliente, ahora mismo te sirvo.
Sus: No hace falta, ya me sirvo yo. Sois para mi una bendición. Necesitaba un poco de paz.
Leticia: Nosotras también estamos muy felices de trabajar aquí. Los huevos están listos. Sacaré los kellogs por si los niños quieren.


Diamante salía de su habitación para ir al lavabo. Llevaba solamente sus calzoncillos largos blancos con lunares rojos. En ese momento, pasaba Filomena por el descansillo de esa planta.

Diamante: ¡Ops!
Filomena: Buenos días, señor. El desayuno está casi listo.
Diamante: Gracias...


Diamante entró de nuevo en la habitación y se sentó en la cama.

Diamante: No sé si seré capaz de acostumbraré a ver a la señorita Rotenmeyer todos los días por casa. Me gusta desayunar en ropa interior y me cohíbe...


Filomena subió al cuarto de Suselle y encendió la luz. Dio varias palmas al aire para despertarla. Suselle se removió en la cama. No entendía que estaba ocurriendo.

Filomena: Señorita Suselle, es hora de levantarse.
Suselle: ¿Eh?


Subió las escaleras que daban a su cama y le habló de nuevo.

Filomena: Suselle, debe levantarse de inmediato. El desayuno ya está listo y si no se da prisa, se lo comerá Pandy, ya sabe usted el hambre que arrastra ese animal. Arriba, venga.


Suselle se sentó en la cama y bostezó. Miró sorprendida como Filomena se alejaba camino al cuarto de Dante.

Suselle: Qué pesada.


Entró en el cuarto de Dante y encendió la luz sin piedad. Estaba todo por medio. Los juguetes estaban esparcidos por todas partes. Miró alrededor indignada. 

Filomena: Menudo desastre.



Filomena: ¡Señorito Dante, es hora de levantarse!
Dante: ¡No quiero!
Filomena: ¡Debe ir al colegio!
Dante: ¡Quiero dormir!
Filomena: Tiene que hacerse un hombre de provecho.


Dante: Cinco minutos más...
Filomena: De eso nada, señorito. Recuerde que tiene que ir al colegio. 
Dante: ¡Déjame dormir!


Filomena: El desayuno está listo, usted mismo. Si no baja de inmediato, se quedará sin desayunar. Es una falta de respeto despreciar la comida de esa forma. ¡Piense en los niños de África! Ellos bajarían como alma que lleva el diablo. Venga, compórtese como un caballero y no sea holgazán. 


Se marchó como un huracán mientras hablaba.

Filomena: También le ayudaré a valorar el preciado don del orden y la limpieza.

Suselle entré en el cuarto de Dante. Este se había levantado de la cama y no se creía lo que había ocurrido.

Suselle: No sé tú, pero yo prefiero que me despierte mamá.
Dante: ¡Es una bruja! Pienso quejarme por esto.
Suselle: Me parece que no tenemos otra que aceptarlo...


Cuando los niños desayunaron. Sus les dio un beso a cada uno y les acompañó a la puerta. Leticia les había preparado un bocadillo para la hora del recreo. Filomena los llevaría hasta la parada del autobús escolar. 

Suselle: Tenemos que esperar a Pradito, siempre viene a buscarnos para ir juntos al cole.
Dante: No tenemos dos años para que nos acompañe nadie al colegio.
Filomena: Iremos en busca de Pradito. Me parece muy mal que siempre sea ella la que venga a buscaros. Y aunque sé que no tenéis dos años, aprovecharemos el camino para repasar las lecciones que daréis en clase.
Sus: Oh, es una gran idea.
Dante: Yupi...
Suselle: Vale.
Dante: Mamá, esto no me gusta...
Sus: Haced un esfuerzo por mi, por favor. Aunque sea un tiempo.
Suselle: Bueno...


Sus: Gracias, chicos.
Suselle: Quiero ir a la cafetería de Agnes, mamá. ¿Me acompañarás luego?
Sus: Hoy no puedo, cariño. Tendrá que ser otro día...
Suselle: ¡Jooo!


Leticia: Os puedo acompañar yo. Así nos conocemos más y de paso, merendamos juntos.
Suselle: Prefiero ir con mi madre.
Sus: No seas así, Suselle. Eso será fantástico, Leticia.
Dante: ¡Síii! Me parece genial.
Suselle: A mi no me lo parece.
Filomena: Vamos, que perderemos el bus.


Sus: ¡Adiós, niños!
Suselle: ¡Adiós, mami!
Dante:¡Hasta luego!
Sus: ¡Haced caso a Filomena!


Leticia estaba barriendo. Se detuvo y suspiró. Parecía estar triste. Sus se acercó y le puso una mano en el hombro.

Sus: Siento que Suselle sea así contigo. De verdad que es una niña maravillosa y muy buena.
Leticia: No le caigo bien...
Sus: Dale su tiempo.
Leticia: Sí, eso haré. Espero que algún día me vea como una amiga.


Ben desayunaba junto a Keira en la cafetería en la que trabajaban Agnes y Artemisa. Ella se había pedido un bollo de fresa y un café largo. Ben un té con hielo.

Ben: Está bien este lugar.
Keira: Sí, todo el mundo habla maravillas de este sitio.


Ben dio un sorbo a su té con hielo y miró preocupado a Keira. Estaba extraña y distante.

Ben: ¿Ocurre algo? 
Keira: Sí, necesitaba quedar contigo y hablar las cosas, Ben.
Ben: No me asustes.
Keira: Me gusta la sinceridad, sobretodo conmigo misma. Nuestra relación no va a ningún lado.
Ben: ¿Hablas en serio? ¡Pero si estamos muy bien!
Keira: Estamos estancados, Ben. Yo necesito mucho más de lo que tú me puedes ofrecer. En el fondo, esto lo sabías. Necesito algo más serio y contigo nunca lo obtendré. Te quiero, pero no lo suficiente como para seguir perdiendo el tiempo.
Ben: Keira, dame más tiempo y...


Keira se levantó y le sonrió con tristeza.

Keira: Ben, nunca nos iremos a vivir juntos ni compartiremos proyectos. Los dos lo sabemos, pero yo soy la única capaz de decirlo en alto. No soy la clack de tu vida, Ben. Lo he pasado muy bien contigo y espero que podamos seguir siendo amigos, pero lo nuestro se acabó. Lo siento.
Ben: Keira...


Keira se marchó dejando a Ben allí sentado, incapaz de reaccionar. Artemisa se acercó a Ben y le habló con delicadeza.

Artemisa: ¿Se encuentra bien? Siento su ruptura...
Ben: No me lo esperaba.Quizás tenga razón, pero siento algo especial por ella.
Artemisa: ¿Puedo ofrecerle uno de nuestras infusiones? Invita la casa.
Ben: Oh, pues...
Artemisa: Es una infusión deliciosa y muy eficaz contra el desamor. Contiene un ligero toque a chocolate, plátano y nueces. Le aseguro que al menos, le ayudará a superar este mal momento.
Ben: Eres muy amable. Acepto encantado esa infusión.
Artemisa: Ahora mismo se la traigo.


Fatumata: Vaiana, decídete ya. 
Vaiana: Es que todo tiene muy buena pinta. ¿Y si me pido dos porciones de tarta?
Fatumata: Con una tienes suficiente. Hoy tenemos ratones con arroz para comer y sabes que terminas empachada.
Eddy: Qué pesada la niña...estaremos aquí hasta mañana.
Ambrosio: No seas impaciente, cariño. 
Vaiana: Pues...una porción de tarta de frambuesas.
Agnes: Buena elección. Su sabor es muy intenso y delicado. Te gustará mucho.
Vaiana: ¿Has visto, mamá? Soy buena eligiendo tartas.


Cuando Fatumata y Vaiana se marcharon, Agnes atendió a Eddy y Ambrosio. Eran pareja desde hace muchos años, aunque la cosa no iba del todo bien.

Eddy: Quiero dos porciones de bizcocho con naranja y dos cruasanes. 
Ambrosio: El mío de chocolate, por favor.
Agnes: ¿Alguna cosita más?
Eddy: ¿Le parece poco? No quiero ponerme como un ceporro. 
Agnes: Oh, disculpe...
Ambrosio: Eddy...no le haga caso.
Eddy: Como te gusta tener siempre la última palabra...
Ambrosio: Eddy, no empieces. Por favor, cóbreme.
Agnes: Sí.

A Agnes no le gustó nada Eddy y le dio pena Ambrosio, que parecía avergonzado por el comportamiento de su pareja.


Silvia entró en la cafetería.Artemisa le había llamado para decirle que un hombre preguntaba por ella y que tenía algo importante que proponerle. Silvia acudió intrigada.

Silvia: Hola, Artemisa.La cafetería no puede ir mejor.
Artemisa: ¡Hola! Sí, estamos abarrotados.


Silvia: ¿Necesitáis algo?
Artemisa: No, nos apañamos bastante bien. Agnes me está enseñando mucho.
Silvia: Es fantástico. Dime, ¿quién pregunta por mi?
Artemisa: Es aquel señor de ahí.
Silvia: ¿El chino gordo?
Artemisa: Sí.Lleva desde primera hora esperando.


Silvia se acercó hasta él y le saludó.

Silvia: Buenos días. Soy la propietaria del local. Me han dicho que preguntaba por mi.
Chino Juan: Un placel, señolita Silvia. Pol favol, siéntese.


Silvia: Dígame, ¿que es eso tan importante que desea proponerme?
Chino Juan: Estoy muy intelesado en complal este local.
Silvia: Oh, siento que haya perdido el tiempo esperando. No está a la venta, lo siento. Hemos inaugurado hace poco y nos va muy bien.
Chino Juan: Lo sé, pol eso me intelesa. El negocio funciona bien y me gustalía que fuese mío.
Silvia: Lo siento, pero no está en venta.


Chino Juan: Señolita Silvia.Ahora la cosa va bien, pelo es fácil que todo se tuelza. Los negocios que suben muy lápido, bajan mucho más. Mile esto.

Sacó un maletín metálico y lo puso sobre la mesa. Lo abrió y enseñó su contenido. Estaba repleto de billetes.

Silvia: ¡Es una maletín de dinero! Señor, no puede ir por ahí con tanto dinero encima...
Chino Juan: Tleintamil cleulos en metálico.Son suyos si acepta la ofelta.
Silvia: No...lo siento. No estoy interesada.


Chino Juan cerró el maletín y se puso en pie. 

Chino Juan: Volvelé con otla ofelta bajo el blazo.
Silvia: No es necesario, de verdad que no deseo vender.
Chino Juan: Hasta el plóximo día, señolita Silvia.


Ben había sido testigo de la escena. Miraba fascinado a Silvia, pues le había parecido una clack deslumbrante, tanto por su forma de ser como por su espectacular aspecto.

Ben: Es un hueso duro de roer.
Silvia: ¿Habla conmigo?
Ben: Sí, disculpe. No he podido evitar escuchar la conversación. Quería decir que usted es un hueso duro de roer.
Silvia: Es posible.
Ben: Conozco a Chino Juan. Es buena gente, pero insistirá.


Silvia se acercó hasta Ben y se fijó en él. Era un hombre maduro muy atractivo.

Silvia: ¿Mal de amores?
Ben: ¿Perdone?
Silvia: Lo digo por la infusión. Es todo un clásico cuando se sufre una ruptura.
Ben: Así es. Está delicioso. ¿Le gustaría sentarse y charlar un rato?
Silvia: Me gustaría, pero debo irme. En otra ocasión será.
Ben: Es una pena.
Silvia: Recupérese de su ruptura.
Ben: Gracias...


Continuará...