Dina se había despedido de su querida amiga Mina. Sabía que su nueva vida le arrebataría mucho tiempo y no podrían compartir tantos momentos como a ella le gustaría. Hacía frío y viento por lo que se sintió aliviada cuando entró en su casa.
Cuando Pandy la vio entrar, no tardó en ir a saludarla. Dina lo acarició agradecida, necesitaba su cariño. Terminar su novela de una forma tan repentina le había provocado una gran tristeza. Además, la marcha de Mina no ayudaba a mejorar su estado de ánimo.
Dina: Eres el mejor gato del mundo, Pandy.
Deseaba volver a leer el final de su novela y cerciorarse que realmente quería terminarla de esa forma tan triste. Algo en su interior la animaba a cambiarlo. Sus no merecía un final así y todavía tenía muchas cosas que contar.
Dina: No puedo terminar mi novela y mucho menos de esta forma. La voy a reescribir.
De pronto, escuchó un ladrido. Era Pandy, que quería llamar su atención.
Pandy la miraba juguetón. Era un perro tan bonito que le fue imposible reprimir las ganas de acariciarlo. Su pelo blanco y esos lacitos rosas en sus orejas eran irresistibles.
Dina: Ya voy, Pandy.
Se sentó en el suelo y lo acarició. Pandy lamía sus manos y su rostro agradeciéndole las caricias.
Dina: Pandy, me estás poniendo perdida. Lo sé, yo también te quiero. Eres el perro más bonito del mundo. ¿Tienes hambre? Te voy a preparar la cena y de paso ceno yo también.
Llenó su cuenco con su comida y Pandy se puso a comer inmediatamente.
Dina: Con calma o te sentará mal.
Fue hacia un armario a buscar algo que prepararse para cenar, cuando se percató que algo raro estaba ocurriendo. ¿Pandy no era un gato? Un fuerte dolor de cabeza apareció de repente. Cerró los ojos y se agarró al mueble para no caer al suelo.
Buscó a Pandy y para su y tranquilidad, seguía siendo un gato. ¿Había soñado que era un perro?
Dina: Estaré perdiendo la cabeza...no entiendo nada. Pandy, ¿te lo has comido todo?
Se acercó hasta Pandy pero algo no volvía a cuadrar. Pandy era rosa. Estaba segura de que su gato era blanco y negro y que por eso lo llamó así.
Dina: ¿Has sido siempre rosa? No puede ser...
Pandy la miraba indeciso. Empezó a maullar y se tiró al suelo juguetón, pero Dina no era capaz de prestar atención a sus juegos. El dolor de cabeza regresó con más fuerza.
Fue de tanta intensidad que estuvo a punto de caer al suelo. Tenía la visión borrosa y se estaba mareando. El gato rosa se acercó a ella intentando llamar su atención, pero Dina era incapaz de reponerse.
Una voz en su interior le dijo que no se rindiese, que debía seguir luchando. El dolor disminuyó considerablemente. Se recompuso y cuando miró a Pandy, gritó aterrada. El extraño gato rosa era ahora un oso hormiguero.
Dina: Tú no eres Pandy. Mi Pandy no es un oso hormiguero ni un gato o un perro.
El oso hormiguero se acercó a ella suplicando una caricia. Mina no pudo evitar complacerle, pues no era capaz de negarle su cariño. El dolor de cabeza reapareció más fuerte y eso hizo que se apartase del animal.
Algo en los ojos del oso hormiguero la asustaba. Ya no parecía suplicar cariño. Parecía estar enfadado, cansado de su inseguridad. De pronto, tuvo claro que ella no se llamaba Dina y que ese no era su hogar.
Dina: Me llamo Sus y esta no es mi casa. ¡Diamante!
Oso hormiguero: Te llamas Dina y yo soy Pandy. ¡Deja de complicarlo todo!
Dina: Esto tiene que ser una pesadilla.
Fue hasta la puerta e intentó abrirla sin éxito. Tenía que salir de allí cuanto antes. Forcejeó con la puerta y la golpeó con desesperación, pero no se abría.
Sus: ¡Socorro! ¡Necesito ayuda!
Señor Grey: Parece que eres más fuerte de lo que pensaba.
El oso hormiguera era ahora un enorme demonio. Su piel era azul y sus ojos rojos. Unos enormes colmillos sobresalían de su boca y sus brazos y manos eran enormes. Tenía dos enormes cuernos en la cabeza y algunos más en el rostro, los brazos y la espalda. Con su cola golpeó el suelo enfurecido.
Señor Grey: Voy a tener que acabar contigo.
Sus salió corriendo escaleras arriba. Ya que no podía salir a la calle, subió las escaleras al piso superior para encontrar otra forma de escapar o algo con lo que defenderse.
Señor Grey: ¡Aquí no puedes huir de mi! ¡Soy el dueño y señor de todo esto!
Intentó agarrarla del pelo, pero consiguió escabullirse y llegar al piso superior.
Señor Grey: ¡Maldita! No alargues más este momento. Tu final es inevitable.
Sus: ¡Déjame en paz!
Ya en el piso de arriba buscó algo con lo que defenderse, pero no encontró nada. El demonio subía la escalera destruyendo cada escalón con sus enormes pezuñas.
Señor Grey: No tienes escapatoria.
Sus se quedó arrinconada contra un armario. El demonio se acercaba sonriente a ella.
Señor Grey: Te lo dije, no tienes escapatoria. Ni esa tal Nesi puede salvarte.
Sus: No entiendo nada. ¡¡Quiero que me dejes en paz!!
Señor Grey: Pronto todo habrá acabado, pequeña.
Sus no estaba dispuesta a rendirse. Abrió una de la ventanas y se asomó. Era de noche y corría mucho viento. Miró abajo y para su sorpresa, una inmensa oscuridad rodeaba la casa. No había suelo al que caer.
Salió y se agarró a las tejas para no caer. Caminaba con dificultad, alejándose de la ventana. El demonio salió por ella, destrozándola. Estaba todavía más enfurecido que antes. Eliminaría a Sus con más saña de la que tenía pensado emplear con ella.
El demonio se movía por el tejado con gran agilidad. Sus sabía que la atraparía. Ella caminaba con gran dificultad y el viento le hacía perder el equilibrio. No tenía otra salida. Debía saltar al abismo.
Señor Grey: ¡Ya eres mía!
Sus cerró los ojos y saltó. Mientras caía, la oscuridad más infinita la engulló.
Continuará...
¡Me refería al final del otro capítulo, no de la otra historia!
ResponderEliminarEstoy empanada totalmente.
¡Uhhhh! ¡Ha saltado! ¡Qué interesante este capitulo! Me ha gustado mucho como nos introduces en un mundo onírico con las transformaciones de Pandy y cómo Sus va recobrando su realidad al tomar conciencia de que ella no es Dina. ¡Sí, Sus! ¡Tienes que volver! Me gusta también la foto del monstruo corriendo por el tejado. Ese monstruo me gusta mucho.
ResponderEliminarA ver cómo sigue todo esto.