miércoles, 3 de noviembre de 2021

Halloween 2021 - Capítulo 03 - Payasos y muñecos

Capítulo 03

Payasos y muñecos

Amanda: Siento interrumpir, pero vuestro pedido ya está listo.

Amanda llevaba consigo una bandeja con todo lo que Steve y Carol habían pedido. Los dos estaban hambrientos. Las patatas y las hamburguesas tenían una pinta estupenda.

Calabazo: Faltaría más, Amanda. Respeto tu trabajo.
Carol: ¡Qué buena pinta!
Steve: Tengo tanta hambre que me comería una vaca. 
Amanda: Pues a comer se ha dicho.


Calabazo: ¿Os está gustando la historia?
Steve: Sí, pero de momento no me da miedo.
Carol: Es cierto que un circo en lo más profundo de un bosque me da un poco de yuyu, pero no tengo miedo. A mi me da pena Candy. No sé que hace con esa gentuza. Debería marcharse. 
Steve:  Le falta personalidad. Esa chica terminará muy mal.


Carol: ¿Cómo sigue la historia?
Calabazo: Nuestros cuatro inconscientes protagonistas, caminaban por los extraños e interminables pasillos de aquel circo. No encontraron malabaristas ni payasos, allí no había nadie....o eso es lo que parecía. 


Caminaban por largos pasillos y estancias que no llevaban a ninguna parte. Candy se estaba empezando a poner muy nerviosa.

Candy: Esto parece un laberinto. Deberíamos salir de aquí y volver al coche.
George: Deja de preocuparte, preciosa. Esto es divertido.
Jane: Es como un room scape.
Axel: Necesito una birra.
Jane: Me tienes a mi, cariño.


Axel se dio la vuelta y besó a Jane en la boca. Ambos se pegaron como lapas, dejándose llevar por la pasión.

George: ¡Ey tíos! ¡Tenemos que seguir!
Axel: Creo que nosotros nos quedaremos un ratito aquí, ¿verdad?
Jane: Sí, ya os alcanzaremos.


Axel: Eres la clack más sexy del playmundo.
Jane: Pues bésame.
George: ¿En serio? ¡Venga, tíos!
Candy: No me apetece quedarme a ver el espectáculo.


George agarró la mano a Candy y tiró de ella.

George: ¡No los necesitamos para nada!
Candy: ¿Y si volvemos al coche?
George: De eso nada. Seguiremos explorando este lugar. 


Abrían puertas, recorrían pasillos y descubrían nuevas estancias, pero allí no había nadie. Se encontraban objetos olvidados y polvorientos, baúles, bidones y todo tipo de extraños complementos típicos de un circo.

Candy: Algo en este lugar no cuadra. Es imposible que sea tan grande.
George: La magia del circo, preciosa.
Candy: Este lugar no me transmite buenas vibraciones.
George: ¡Mira, un cañón!


George se acercó a un enorme cañón dorado y azul.

George: ¿Será el cañón del hombre bala?
Candy: Es posible. George, quiero irme a casa.
George: ¿Otra vez con eso?
Candy: No me gusta estar aquí.


George la abrazó pero ella se agobió. Estaba cansada de que su opinión no contase para nada.

George: ¿Estás enfadada?
Candy: Sí, lo estoy.
George: Venga, no seas tonta.
Candy: Parece que mi opinión no te interesa.
George: Es que no haces más que decir tonterías. Déjate llevar y disfruta.
Candy: ¡Qué no quiero!


 Agobiada, lo apartó de un empujón y le dio un bofetón. George se tocó la cara, sorprendido.

Candy: ¡Estoy cansada de hacer siempre lo que tú quieres!
George: Me has hecho daño. ¿Cómo te atreves a pegarme? Niña tonta, no sé que narices hago con alguien como tú. 

Candy se puso a llorar y salió corriendo.

George: ¡Corre y piérdete! ¡A tu casa te vuelves andado!


Mientras tanto, Jane y Alex caminaban por un pasillo después de haber vivido un momento de pasión.

Jane: ¿Cómo se sale de este sitio?
Alex: Debe haber alguna salida por aquí.
Jane: ¿Dónde estarán George y Candy?
Alex: Seguro que estarán fuera. A Candy le da miedo este lugar.
Jane: Esa chica es una petarda. Espero que George se canse pronto de ella.
Alex: Ya se está cansando. Ayer lo vi liándose con la camarera del bar de la gasolinera.


Abrieron una puerta que daba a una estancia repleta de muñecos gigantes. Representaban patatas con brazos, pies y caras con diferentes expresiones.

Jane: Atiza, mira esto.
Alex: ¿Y estos muñecos?


Jane se acercó a uno que tenía unos ojos enormes, nariz roja y dientes y orejas de conejo.

Jane: Este me gusta. ¿Nos lo llevamos?
Alex: ¿Estás de broma? Estos muñecos deben pesar mucho.
Jane: Eres fuerte, seguro que puedes cargar con uno de estos y llevarlo al coche.


Alex agarró las manos a su novia y le sonrió.

Alex: Si mi novia quiere una cosa de estas, la tendrá.
Jane: Sabía que no me defraudarías. 


No se percataron del cambio de expresión de la figura patata que tenían a su lado. La simpática cara del muñeco conejo cambió de repente. Sus ojos eran malignos y sus colmillos los de un lobo furioso.


Agarró a Alex y se lo tragó hasta la cintura. Jane gritó horrorizada y salió corriendo sin mirar atrás.

Alex: ¡¡Jane, ayúdame!!

Ella hizo caso omiso a sus gritos y siguió corriendo. Alex notaba los colmillos del muñeco clavándose en su piel. Intentó pedir de nuevo ayuda, pero el monstruo se lo tragó.


No muy lejos de allí, George gritaba enfurecido mientras Candy se alejaba. Pensaba dejarla allí mismo y marcharse con Jane y Alex en su coche. Seguro que si escribía a la camarera con la que llevaba días saliendo, aceptaría quedar con ellos para salir de fiesta.

George: ¡¡Espero que te guste caminar!!


Otro de esos muñecos enormes apareció tras él. Emitió un gruñido y George se giró. Pensaba que se encontraría a Alex gastándole una broma, pero en su lugar encontró a esa extraña criatura mirándole fijamente.

George: ¿Y esto qué narices es?


Jane se escondió tras unos bidones de colores. Era una zona más oscura que las demás. No sabía si Alex había sobrevivido al ataque de la criatura, pero no estaba dispuesta a ir a comprobarlo. Permaneció en silencio, intentando tranquilizarse.


Escuchó pasos. Alguien se estaba acercando a su posición. Deseaba que fuese Alex, aunque le recriminase que lo hubiese abandonado. Se asomó y vio a un payaso de piernas largas con un enorme cuchillo en la mano.


Se asustó y golpeó sin querer un bidón. Al caer al suelo se abrió y un cadáver salió de su interior. Jane gritó aterrada. El payaso se detuvo y sonrió. 


Levantó el cuchillo e intentó alcanzarla, pero Jane fue más rápida y consiguió escapar.

Jane: ¡Socorro!


Siguió huyendo del payaso a toda velocidad. Empezó a encontrarse más cadáveres. Algunos en avanzado estado de descomposición y otros eran ya un montón de huesos. Los bidones con muertos en su interior estaban por todas partes.


Tropezó con un hueso y cayó al suelo. Se golpeó en la cabeza, pero solamente quedó algo aturdida. Cuando se recompuso, ya era demasiado tarde. El payaso la había alcanzado.


Candy caminaba por otra zona más agradable. Por allí no habían cadáveres y los pasillos estaban bien iluminados. Estaba llorando sin cesar. Recordaba una y otra vez las palabras de sus padres, advirtiéndole de George. No les hizo caso, se dejó llevar por el encaprichamiento del momento. Se arrepentía profundamente de haber conocido a George. Se sentía humillada y utilizada. Deseaba salir de aquel lugar cuanto antes y volver a casa.

Candy: Recuperaré mi vida.


Un pasillo le llevaba a otro, aparentemente todos iguales. No había forma de encontrar una salida. 

Candy: ¿Hola? ¿Hay alguien ahí?


Allí no había nadie. Estaba muy asustada. Temía estar perdida en aquel circo durante horas, encontrarse a George y lo que conllevaría regresar a casa caminando, a través de un bosque y en plena noche.


Un pasillo la llevó a una zona sin salida. No había ninguna puerta, pero en su lugar, encontró a tres payasos. Los tres vestían con colores alegres, pelucas de colores y enormes zapatos. Candy se sobresaltó al verlos, pero disimuló.

Candy: Hola, disculpen que les moleste. Me he perdido y no encuentro la salida. ¿Serían tan amables de indicármela? 


Los payasos la miraban sonrientes. Parecían amigables, pero no contestaron. Candy volvió a preguntar sin recibir ninguna respuesta. Estaba empezando a asustarse de verdad.

Candy: Oigan, no quiero problemas. Solamente quiero volver a mi casa.

De pronto, los payasos dejaron de sonreír. 

Candy: Por favor, necesito ayuda.


Sacaron cuchillos y hachas de sus enormes bolsillos y empezaron a correr a por ella. Candy gritó y no perdió ni un segundo para empezar a huir.


Aparecieron más payasos y todos portaban cuchillos, hachas y todo tipo de armas afiladas. Candy no sabía a dónde ir, no tenía ningún tipo de escapatoria.


Intentó zafarse de uno de ellos, pero la golpeó en la cabeza. Candy cayó al suelo desorientada. Intentó levantarse, pero un fuerte dolor se cabeza de lo impidió. Supo que no podía hacer nada, así que cerró los ojos y esperó lo peor.


Continuará...

 

2 comentarios:

  1. ¡Qué terrible experiencia! Es horrible cuando a la pobre Candy la empiezan a perseguir todos esos pallasos malévolos con la única intención de matarla. Los demás no me dan nada de pena e incluso me alegro de que pasen ese miedo atroz al sentirse en peligro. Se lo merecen. El lugar es terrorífico, con esos pasillos interminables que no llevan a ninguna parte, con las estancias vacías, los tóneles llenos de cadáveres... ¡No me gustaría estar allí por nada del mundo! Me gusta mucho cómo de vez en cuando la historia vuelve al momento inicial y luego regresa a lo que les ocurre a los cuatro jóvenes. Me alegro de que Candy se haya dado cuenta de que ha metido la pata hasta el final... pero no sé si ya será demasiado tarde para remediarlo. ¡No tardes en poner la continuación!

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  2. No quería decir que metió la pata hasta el , sino hasta el fondo.

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