sábado, 4 de septiembre de 2021

Vacaciones en Galicia - Capítulo 02: El tesoro del esqueleto dorado

Capítulo 02: El tesoro del esqueleto dorado

Al día siguiente, viajamos a la costa. Contemplar las olas golpeando con una fuerza colosal las rocas, me hipnotizó. El sonido, el viento y el refrescante olor a mar, me relajaron. Cerré los ojos para disfrutar del momento agarrando a Bosco entre mis brazos. Me sentí pequeña e insignificante frente al oleaje y el enorme océano. Diamante hablaba animadamente con Dante, que no dejaba de dar saltos de un lado para el otro. Suselle sin embargo, observaba tranquilamente el paisaje. 


Bosco: ¡Brrrr! ¡Ga!
Sus: ¿Te gusta? Parece que también eres un enamorado del mar.
Suselle: A lo mejor querrá ser pirata como papá.
Sus: Espero que no, es una profesión muy peligrosa.


Bosco: ¡Buaaaa!

Me relajé un momento y Bosco aprovechó mi despiste para salir corriendo. Reaccioné rápido y corrí tras él. Estábamos apartados del acantilado pero me asusté mucho.


Lo atrapé al momento, pero ya me puse nerviosa. Le dije a Diamante que era el momento de marcharnos y nos fuimos al coche. Era el momento de relajarnos un poquito en la arena y descansar.


Encontramos una maravillosa y solitaria cala. Era un lugar perfecto para pasar unas horas en familia. Diamante se trajo la barca, para navegar con los niños. Les dejé hacer mientras me quedé a cargo de Bosco. 


Nos rodeaban unas enorme rocas que nos protegían del viento. Me tumbé en la toalla y me puse a jugar con Bosco. Nunca lo había visto así, tan entusiasmado con lo que le rodeaba. 

Sus: Mira, Bosco. Eso es una gaviota. Anda, viene a saludarnos.
Bosco:¡Otaaa!
Sus: Sí, parece que le gustas.


Bosco: ¡Usta ota!
Sus: Hola, bonita. Huy, ¡nos contesta!

Aquella gaviota parecía querer saludarnos. Se acercó bastante y debo reconocer que me asusté un poco. Era muy grandota y su pico imponía. Creo que se percató de mi temor, pues se detuvo y seguidamente se marchó volando.


Dante: ¿Podemos jugar a piratas? Yo seré el capitán.
Suselle: Yo preferiría jugar a ecologistas que salvan animales.
Dante: Menudo coñazo.
Diamante: De momento intentaremos que la barca flote y ya veremos. Hay mucho oleaje. 


Subieron a la barca pero se hundían continuamente. Dante y Suselle se peleaban todo el tiempo y Diamante terminaba perdiendo la concentración. Aquel día me reí muchísimo. No había forma de mantener aquella barca a flote.

Diamante: ¡¡Concentración, chicos!!
Dante: ¡¡Yo llevo el remo!!
Suselle: ¡Siempre tienes que ser el protagonista!
Diamante: ¡Cuidado que nos hundimos!


Agnes nos contó que en aquella zona, había un tesoro escondido. Se decía que una criatura velaba para que nadie lo robara. El valor de dicho tesoro era incalculable, pero era mejor olvidarse de su existencia, pues enfrentarse a aquella criatura significaba una muerte segura. Diamante era un gran amante de los tesoros y sobre todo, del oro. Se imaginaba un cofre repleto de monedas de oro muy valiosas. Así que le quitó importante a la criatura y se llevó a Dante para intentar encontrarlo. 

Dante: ¿Me podré quedar con parte del tesoro?
Diamante: Te daré una moneda.
Dante: ¡Eso es muy poco!
Diamante: Está bien, te daré dos.
Dante: Me quedo con la mitad del tesoro.
Diamante: De eso nada. Con dos monedas ya tienes suficiente.
Dante: Ya....


Dante: Mira, papá. Aquí hay una gruta.
Diamante: Iremos por ahí. Cuidado con las rocas, te puedes cortar.
Dante: Qué emocionante, estoy viviendo una aventura.


De pronto, vieron un cofre medio enterrado en la arena. Dante saltó de alegría cuando lo descubrió.

Dante: ¡Hemos encontrado el tesoro!
Diamante: ¡Shhhhh!


Diamante hizo callar a Dante. Por allí pasaba un chico (muy guapo, me atrevería a decir), y no quería que se enterase. Lo último que deseaba era compartir el tesoro con nadie. Además, le daba miedo que apareciese la supuesta criatura.

Dante: ¿Qué ocurre?
Diamante: No queremos que venga nadie a reclamar el tesoro y que lo tengamos que compartir. Vamos, abriremos el tesoro con mamá, Suselle y Bosco.


Diamante nos enseñó el pequeño cofre dorado. Estábamos todos muy intrigados. Diamante pensaba en todas las monedas de oro que habría en su interior. Tenía los ojos tan grandes como platos. 

Diamante: El oro será para mi colección particular. Le daré una moneda a Dante por ayudarme.
Dante: ¡Me has dicho dos!
Suselle: ¿A mi no me darás ninguna?
Diamante: Es que...
Sus: Cariño, ya tienes muchas monedas. Te pareces al tío Gilito.
Diamante: Vaaaale.

Cualquier día, os contaré dónde tiene escondidas todas sus monedas. Desde que nos entraron a robar en casa, las tiene en un escondite mucho más seguro. 


Abrimos el cofre y encontramos una preciosa caracola azul. Diamante perdió el brillo en sus ojos y resopló decepcionado. Suselle, Bosco y yo, saltamos felices cuando la vimos.

Suselle: ¡Es mucho mejor que una moneda de oro!
Bosco: ¡Uta!
Sus: ¡Qué bonita!


Dante y Diamante se sentaron en la arena con cara de pocos amigos. Suselle, Bosco y yo, nos sentamos en nuestras toallas y tocamos ilusionados la caracola. La visualicé como adorno en casa, recordándonos estas maravillosas vacaciones.

Suselle: ¡Yo quiero tenerla un ratito!
Bosco: Ereeeeee.
Sus: La tendremos un ratito cada uno.


Diamante no estaba conforme con la caracola. Quería el tesoro de la criatura maligna. Me pidió que le acompañara y nos metimos por una ruta estrecha. Impresionaba caminar entre esas enorme rocas. Eran grandes como rascacielos.

Sus: Aquí hace frío.
Diamante: El tesoro tiene que estar por aquí, lo presiento.
Sus: Si ya tenemos la caracola.
Diamante: Eso no es tesoro ni es nada.


Sus: Dices que ese tesoro está custodiado por una peligrosa criatura. No tengo ganas de encontrarme con un ser malvado y poner nuestras vidas en peligro.
Diamante: No te preocupes, cariño. Yo te protejo. No le tengo miedo a nada.


Diamante: Aquí hay una cueva.
Sus: Nos estamos alejando demasiado. Será mejor volver...
Diamante: Venga, te daré un par de monedas.
Sus: De eso nada, monada. Si encontramos un tesoro, vamos a partes iguales.
Diamante: Bueno...


Sus: Diamante, mira ahí...

Una momia mugrienta nos observaba desde el interior de la cueva. Frente a ella, un cofre dorado. Diamante pegó un brinco. No tengo muy claro si del susto o de la emoción. Le pedí volver y olvidarnos del tesoro, pero no me hizo caso.

Diamante: Ese tesoro tiene que ser nuestro, Sus. 
Sus: ¿Y esa momia?
Diamante: Seguro que no hace nada.


Nos acercamos para poder verla mejor. A mi me daba miedo, y estoy segura de que a mi marido también, pero deseaba conseguir el tesoro a toda costa.

Sus: No sé si esto es buena idea.
Diamante: Yo iré por delante y agarraré el cofre. Tú vigila la momia.
Sus: Ten cuidado, por favor...


Caminamos lentamente, sin hacer ruido. La momia seguía en su sitio. Se escuchaban gotas de agua cayendo y salpicando las rocas. Me percaté que aquella cueva solía estar bajo el agua con la marea alta.


Diamante estaba a un palmo del cofre. Alargó el brazo para agarrarlo y fue en ese momento cuando escuchamos un gruñido. Los dos nos paralizamos, intentando averiguar de dónde procedía aquel sonido. Quise pensar con todas mis fuerzas que se trataba de algún tipo de animal, pero sabía que no era el caso.


La momia se partió en dos y de su interior apareció un esqueleto dorado. Estaba vivo y muy enfadado. Llevaba consigo un cetro con cuernos rojos y fuego verde y una corona amarilla y brillante.

Esqueleto dorado:¡¡El tesoro es mío!! ¡¡Os castigaré por intentar robarme!! 


Diamante: ¡Ahhhhhh ¡Corre, Suuuus!
Sus: ¡Te dije que era una mala idea!
Esqueleto dorado: ¡¡No huyáis!!
Diamante: ¡¡Lo siento!! ¡¡Puedes quedarte con tu tesoro!!


Corrimos muchísimo y nos alejamos todo lo que pudimos de esa cueva. Estábamos muy cansados y nos sentamos un poco para recomponernos. 

Diamante: Lo siento, pensaba que no había peligro...
Sus: Ha ido por poco. Será mejor que nos olvidemos del tesoros y monedas de oro. 
Diamante: Sí, no tengo ganas de enfrentarme con más criaturas terroríficas. 


Cuando ya pensábamos que había pasado el peligro, el esqueleto dorado apareció de nuevo. No parecía dispuesto a rendirse tan fácilmente.

Esqueleto Dorado: ¡¡Tú me querías robar y ahora seré yo el que te robe a ti!!
Diamante: ¡Yo no tengo nada, estoy tieso!
Sus: ¡Sigue corriendo, Diamante!
Esqueleto Dorado: Tienes una bella dama que podría ser mi eterna esposa. Custodiar juntos el tesoro por toda la eternidad.
Sus: ¡Y un cuerno!
Diamante: ¡Ella no es una pertenencia, esqueleto de las cuevas! ¡No te acerques a ella!


Corríamos con todas nuestras fuerzas, pero aquella criatura era muy rápida. 

Esqueleto dorado: ¡¡No huyas, cobarde!! Lucharemos por su amor. El vencedor, se quedará con ella.
Sus: ¡Pero que yo no soy un trofeo! ¡Déjanos en paz!


Esqueleto dorado: Al fin tendré una compañera. Deseaba con todas mis fuerzas encontrar el amor, y el destino me ha traído esta bella dama.

Aquel extraño ser me recordó a Payaso Demonio. También quiso obtener mi amor a la fuerza, pero gracias a mi hermano Wen y Pandy, pude librarme de él. Años después, cambió y pudimos ser amigos.


El ser me agarró del pelo y me lanzó hacia un lado, lejos de Diamante.

Diamante: ¡Te las verás conmigo, maldito! ¡No le toques un pelo!
Esqueleto dorado: Lucha, pirata de agua dulce. ¿No eres capaz de defender a tu amada?


Diamante: ¡Pues claro que lo soy!
Sus: ¡Diamante, ten cuidado!
Esqueleto dorado: Haz caso a mi futura esposa. Será mejor que te rindas si no quieres morir.
Diamante: ¡Jamás!


Golpeó a Diamante en la cara y cayó al suelo dolorido. Me pareció terrorífico que un esqueleto, precisamente de oro, fuese el que nos estuviese haciendo todo eso. ¿No queríamos oro? Pues ahí teníamos dos tazas. Temí por Diamante, por los niños y por mi propia vida.


Continuará...

 

1 comentario:

  1. ¡Qué emocionante! El capítulo empieza muy tranquilo, ¡pero termina de una manera trepidante! Me encanta cómo Sus va narrando las impresiones y las reacciones que todos tienen frente al mar porque sé que no son inventadas y que son las que tú también tuviste cuando viste la costa de Galicia. Para mí son muy especiales todas estas palabras. Me reí mucho con el momento en el que juegan con la barca y enseguida supe que, si se acercaban a las cuevas ésas para intentar encontrar el tesoro, algo malo iba a ocurrir. No sé cómo conseguirán librarse de ese esqueleto maligno que quiere atrapar a Sus... o tal vez sí me lo imagine. ¡Voy a por el siguiente! ¡Menos mal que los colgaste los dos porque no soportaría la intriga!

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