Wen se había pasado el día buscando información sobre los vampiros. Había encontrado todo tipo de creencias y leyendas. Algunas de ellas aseguraban que eran seres demoniacos, hijos del demonio. Los describían como seres malvados y sádicos, que se alimentaban de los humanos sin piedad y no respetaban sus vidas. Aunque esas creencias habían sido empañadas por las recientes películas y libros que trataban a los vampiros como seres que podían ser buenos...aunque estaban dirigidos a un público adolescente y se tomaban demasiadas licencias. Encontró un blog de un chico que aseguraba ser un vampiro, pero no le dio mucha credibilidad.
Aquellas informaciones no le encajaban con Sinéd y Eros. Ellos eran distintos, no eran seres crueles. Decían que despreciaban la vida humana, pero aquello no era cierto. Sinéad era dulce, buena, cariñosa, en soñadora, agradable, bella, romántica...Sin duda esos que se hacían llamar expertos no sabían de lo que hablaban. Cuando miraba a Sinéad a los ojos, podía ver en ella un ser bueno, transparente. Desde que la conoció sintió una atracción muy fuerte por ella. No solo por su belleza, también por su personalidad. ¡Ella no es un monstruo! Odiaba a todos aquellos que menospreciaban a los vampiros sin conocer a ninguno. Escuchó unos ruidos en una de las ventanas de su habitación y se levantó de su escritorio.
Pensaba que algún pájaro se habría golpeado con el cristal de la ventana, pero para su sorpresa, encontró a Sinéad. Estaba levitando frente a la ventana. Todavía le costaba creer que pudiese volar. Pensó que ese sería un poder que le gustaría mucho tener. Sinéad le sonrió desde el exterior. Hacía ya un rato que había anochecido y parecía estar radiante.
Abrió la ventana para dejarle entrar. Su habitación se encontraba en un tercer piso.
Wen: Sinéad, que sorpresa.
Sinéad: Espero no molestar, pero tenía ganas de hablar contigo antes de ir al hotel.
Wen: ¿Te tengo que invitar para que puedas entrar?
Sinéad: Eso es una tontería. Puedo entrar dónde quiera aunque no suelo hacerlo si no soy invitada, por educación y respeto.
Wen: Vaya, se han inventado muchas mentiras sobre vosotros. Pasa, por favor. No quiero que nadie te descubra levitando.
Sinéad: Gracias, Wen.
Sinéad: ¿Esta es tu alcoba? ¡Es preciosa!
Wen: Muchas gracias, me alegra que sea de tu agrado.
Sinéad: ¿Te gusta el color rojo?
Wen: Sí, es mi color preferido. Por eso las paredes y algunos muebles son rojos.
Sinéad: Yo siento pasión por el color rojo.
Sinéad observó la maqueta de un barco pirata sobre el armario y la moqueta azul que cubría todo el suelo. Le pareció una habitación muy elegante.
Su mirada se posó rápidamente en un pequeño piano. Sus dimensiones eran perfectas para que un niño lo tocase. Era precioso, de un color cobre que le otorgaba un aspecto elegante.
Sinéad: ¡Tienes un piano! Nunca había visto uno tan pequeño, es realmente bonito.
Wen: Me lo regaló mi madre cuando era un niño. Tenía una profesora que me daba clases de piano. Mi madre me obligaba, así que aprendí a tocar. En un par de ocasiones toqué ante público.
Sinéad: ¡Wen! Eso es fantástico.
Wen: Bueno, era un público poco exigente. Tocaba en fiestas que se organizaban en el colegio y de eso hace ya muchos años.
Sinéad: Yo también toco el piano, me fascina.¿Podrías tocarme?
Wen: Yo...es que hace mucho que no practico, haría el ridículo.
Sineád: No digas eso, es imposible que hagas el ridículo. No veo que nos observe nadie...
Wen: Está bien.
Debido al tamaño del piano, Wen se tuvo que sentar en suelo para poder tocar. Sinéad permaneció de pie a la espera de escuchar las primeras notas.
Wen: Te tocaré una canción que me gusta mucho pero que es triste. Es la que más me gustaba tocar. Espero acordarme...se titula claro de luna.
Sinéad: Es preciosa, esa canción me gusta mucho.
Wen: Espero no destrozarla...allá voy.
Sinéad escuchaba atentamente mientras Wen tocaba la canción. Aquella canción siempre le había provocado ganas de llorar. No pudo evitarlo, las lágrimas se deslizaban por sus mejillas. Wen no era consciente de ello, ya que ella se encontraba de pie a su espalda. Aquella canción le trajo recuerdos, algunos de ellos habían permanecido ocultos en algún lugar perdido de su consciencia. Todos aquellos a los que había amado, aquellos lugares en los que había vivido, que le parecían parte de un cuento fantástico que jamás volvería a vivir. Deseaba abrazar si aquello fuese posible todos los lugares, todos los seres a los que había amado y fundirse para siempre con ellos para que el tiempo no los devorase, no los distanciase.
Cuando la canción terminó, Sinéad ya se había secado las lágrimas de sangre. Le daba vergüenza que Wen la viesee en ese estado. Tampoco sabía como reaccionaría si la descubriese llorar sangre, no se sentía preparada para explicárselo.
Wen: ¿Te ha gustado?
Sinéad: Wen, ha sido precioso. Tocas muy bien el piano.
Wen: Gracias. Es que esta canción la toqué infinidad de veces, siempre me ha gustado.
Sinéad: ¿Que hay en ese cofre?
Wen: ¡Mis juguetes!
Wen abrió el cofre. Dentro habían muchos juguetes, desde una pelota hasta peluches, figuras de acción y coches. Algunos estaban en perfecto estado pero otros tenían los típicos síntomas de haber sido muy usados.
Sinéad: Yo nunca tuve juguetes...
Wen: Siento escuchar eso... Yo los conservo todos. Pienso que aquella persona que se desprende de sus juguetes se desprende de una parte muy importante de si mismo. Jamás me desharía de ellos. Cuando sea viejo los tocaré y me transportarán a mi infancia.
Sinéad no pudo evitar entristecerse. Odiaba la idea de que Wen envejeciese y muriese. Le gustaría que fuese inmortal. Pensó que ella no podría ser feliz sabiendo que su cuerpo envejecería y un día moriría. No podría dejar de pensar en ello y se pasaría la vida pensando en la muerte. Agradecía con toda su alma a Leonard que le hubiese convertido, no se tenía que preocupar de estas cosas.
Estrella entró en la habitación. Cuando vio a Sinéad con Wen sintió una gran alegría. Le caía muy bien.
Wen: ¡Estrella!
Estrella: Hola cariño. ¡Sinéad! Que alegría verte de nuevo, ¿cómo estás?
Sinéad: Muy bien, gracias. A mi también me alegra volver a verte. Wen me estaba enseñando su habitación.
Estrella: ¿A que es bonita?
Sinéad: Sí, lo es. También me ha tocado una canción con su piano.
Estrella: ¿Claro de luna?
Sinéad: Sí.
Estrella: Yo no puedo evitar ponerme a llorar cuando la toca...
Sinéad: Es una canción preciosa.
Wen: Tenía ganas de verte. Pensaba que habías quedado con Duclack.
Estrella: Sí, pero quería pasarme a enseñarte algunas de las fotos que he hecho. Ayer salí al bosque y tomé varias fotografías muy bonitas. Hay una a una ardilla que es preciosa.
Sinéad: ¿Fotografías animales?
Estrella: Sí, es uno de mis hobbys. Adoro la naturaleza, es dónde me siento más cómoda.
Sinéad: Yo también la adoro. En eso coincidimos.
Estrella: Algún día podríamos ir juntas a hacer fotos al bosque. Bueno, si deseas que sea por la noche pues no hay problema. Sé que te gusta más la noche que el día.
Sinéad: De acuerdo, será un placer.
Wen: Estrella, el problema es que nos tenemos que ir con el abuelo al hotel abandonado. Queremos ir para saber en que estado se encuentra y que se puede hacer para reformarlo.
Estrella: ¡Oh, es cierto! No lo recordaba. No os preocupéis, otro día será. Iré en busca de Duclack.
Cuando Estrella se fue, Wen acompañó a Sinéad al cuarto de su abuelo. Le gustaba pasarse las horas leyendo en su habitación. Disponía de una biblioteca personal con todo tipo de libros. Wen tocó a la puerta.
Ernesto: Adelante.
Ernesto: ¡Que ven mis ojos! ¡Sinéad! Pasad, por favor. ¿Preparada para comprobar el estado de ese hotel?
Sinéad: Creo que sí.
Ernesto: Cuentas con toda la cadena de hoteles, así que tampoco es necesario hacer una gran inversión. Si no deseas complicarte la vida lo puedes vender, seguro que por ese terreno te darían un buen montón de cleuros.
Sinéad: Siento pasión por las cosas viejas y olvidadas.
Ernesto: ¿Lo dices por mí?
Sinéad se ruborizó y Ernesto estalló en carcajadas. Wen también reía mientras Sinéad no sabía que decir.
Ernesto: Disculpa, era una broma de mal gusto. Soy viejo y deliro más de lo habitual últimamente.
Sinéad: No diga eso, será viejo pero es más divertido y agradable que la mayoría de las personas que conozco. Vaya, ¡menuda biblioteca!
Ernesto: Me gusta la lectura. No podré correr con estas piernas pero si con mi imaginación. Puedes coger el libro que te interese.
Sinéad: Algunos son clásicos y parecen antiguos.
Ernesto: Tienes buen ojo. Sí, poseo algunas joyas literarias. Adoro leer frente a la ventana. A veces, en días de lluvia y tormenta, abro la ventana y leo mientras admiro la belleza que nos regala el cielo. Pienso que el cielo es un gran lienzo y cada día se pueden admirar grandes obras maestras.
Sinéad: A mi también me gusta mucho el llamado mal tiempo, aunque considero que la lluvia no lo es. Un día soleado y sin nubes es para mi el mal tiempo.
Sinéad observó un cuadro colgado en la pared. Se trataba de una fotografía en blanco y negro de Ernesto junto a su mujer y sus tres hijos cuando eran pequeños.
Ernesto: De esa fotografía hace ya muchos años.
Sinéad: Se os ve felices, muy unidos.
Ernesto: Así es. Me gustaría volver atrás en el tiempo y revivir aquellos días. Yo no necesitaba una silla de ruedas para desplazarme, estaba sano y...todos mis hijos estaban vivos...
Wen: Será mejor que nos vayamos ya, se está haciendo tarde.
Ernesto, Wen, Sinéad, Eros y Manolo, (experto en todo tipo de reformas) se habían reunido para comprobar el estado del hotel. Wen tiraba de la silla de ruedas de su abuelo mientras que este iluminaba con una linterna el camino. Encontraron las ventanas del hotel cubiertas por maderas y otras con los cristales rotos. La vegetación había crecido a su antojo y la entrada principal estaba inaccesible. Grandes maderas estaban clavadas a lo largo de la puerta y enredaderas y malas hierbas se había hecho dueñas del lugar.
Ernesto: ¡Cáspita! Esto está peor de lo que imaginaba...
Wen: Sí, tiene un aspecto horrible.
Eros: Shiny, ¿este es el hotel? ¿Crees que merece la pena reformarlo?
Sinéad: No lo sé...
Eros: No creo que lo merezca, mira en que estado se encuentra.
Sinéad: Odio ver como el paso del tiempo destruye las cosas. He sufrido la pérdida de innumerables hogares...viendo como se caían sin que pudiese hacer nada. Es una oportunidad para homenajear a esos lugares a los que tanto amé. Le quiero devolver la vida a este lugar.
Eros: Mi Shiny, por cosas así cada día te amo más. Reformaremos este sitio aunque sea lo último que hagamos.
Manolo: A vé, eto ta fatá. Ya adelanto que no zerá na barato.
Sinéad: Es tan triste que un lugar hermoso y lleno de vida se muera lentamente sin que nadie haga nada para evitarlo...
Wen: Sí, es triste.
Ernesto: El problema será acceder al interior, parece que todas las entradas están obstruidas.
Manolo: Cortar toz los matujoz va llevarme muchio tiempo. No zé yo, ¿no zerá mejó venir mañana con la lú?
Sinéad: Debe ser ahora.
Ernesto: ¿Funcionará el ascensor?
Wen empujó la silla de su abuelo hasta la zona del ascensor para comprobar en que estado se encontraba. Desgraciadamente, el ascensor de encontraba inutilizable. Un muro impedía el paso y el ascensor parecía estar oxidado.
Eros: ¡Ey! ¿No pensáis subir?
Manolo: ¡Por la vrigen de los clickores!
Ernesto: ¡¿Cómo ha conseguido subir ahí arriba?!
Eros se encontraba asomado en la barandilla de la primera planta. No parecía estar cansado y sonreía divertido observando las caras atónitas de todos.
Eros: Voy a investigar por estas habitaciones, a ver en que estado se encuentra todo. Luego nos vemos.
Mandó un beso juguetón a Sinéad y ella no pudo evitar sonreír al verle tan alegre y revoltoso.
Sinéad: ¡Ten cuidado!
Sinéad no podía esperar a que Manolo cortase la vegetación de la entrada y la despejase. El hombre hablaba sin parar y prácticamente no entendía lo que decía. Cansada, tiró una piedra en un ventanal y con un gran estruendo rompió el cristal en mil pedazos. Si allí había alguien o algo oculto, ya se habría percatado que no se encontraba solo.
Manolo: ¡Por dió! Cazi me da un infarto.
Sinéad: Vamos Wen, entremos.
Wen: Vamos.
Ernesto: Andad con cuidado y no os hagáis daño. Gritad si hay algo peligroso.
Wen: No te preocupes, abuelo.
El interior estaba en un estado penoso. Había telarañas por todas partes, insectos corriendo todos los rincones, polvo y restos de comida y basura.
Wen iluminaba con su linterna el interior. Aunque a Sinéad no le hacía ninguna falta, podía ver todo lo que le rodeaba con todo lujo de detalle. Habían sillas de oficina, muebles viejos y algunos libros de contabilidad y datos del hotel. Un ordenador de mesa viejo y cubierto de polvo y telaraña permanecía olvidado encima de recepción.
Sinéad: Parece como si hubiesen salido corriendo...
Wen: Lo dejaron todo tal cual...mira, una caja fuerte. Madre mía, y este ordenador es una antigüedad...
Sinéad: ¿Esto es la cocina?
Wen: Sí...que asco, hay gusanos y cucarachas por todas partes.
Sinéad: Está claro que habrá que reformarlo todo...está en un estado lamentable.
Llegaron al comedor. Habían amontonado un montón de trastos en aquel lugar. Monitores de ordenador, televisores de tubo, muebles e incluso un mugriento retrete.
Wen: ¡Que ascazo!
Sinéad: ¡Un cuervo!
Subido en la tapa del retrete, un cuervo los observaba. Parecía desafiarles, advertirles que se marchasen de aquel lugar. Sinéad no temía a los cuervos ni creía en las leyendas que perseguían a estas aves.
Wen: ¡Es enorme! ¿Crees que vive aquí?
Sinéad: No lo sé...
Finalmente el cuervo salió volando por una de las ventanas rotas del comedor y se marchó.
Manolo: ¡Menua cantidá de traztoz!
Sinéad y Wen dieron un respingo al escuchar los gritos de Manolo. El susto fue colosal.
Wen: ¡Que susto! ¿Nos quiere matar de un infarto?
Manolo: Mucho trazterío hay aquí, zi señor. Mía, llamamoz a un colega mío y que ze lo lleve tó.
Subieron al primer piso y encontraron una de las habitaciones abiertas. Eros estaba sentado en una colchoneta azul abrazando a un pequeño perrito. El animal parecía estar bien. Eros jugaba con él y este le mordía los dedos juguetón.
Eros: ¡Shiny! Mira lo que me he encontrado aquí abandonado. ¿No te parece adorable?
Sinéad: ¡Es precioso! Pobre, ¿que haría aquí solo?
Eros: No lo sé...creo que no vive solo.
Sinéad y Wen observaron a su alrededor. En aquella habitación habían muchas botellas de cerveza y restos de pizza. Un carro con ropa mugrienta y objetos inservibles.
Escucharon un ruido entre un montón de muebles amontonados. Todos observaron alerta cuando escucharon más movimientos. El perrito ladraba moviendo la cola. El olor a alcohol en aquella habitación era intenso.
Wen: Esto no me gusta, deberíamos marcharnos de aquí.
Sinéad: Sí, será lo mejor...nos llevaremos al perrito y le daremos un hogar mejor.
Eros: Hay alguien escondido ahí, ¿hola?
Sinéad: Da igual, Eros. Vamos, coge al perro y salgamos de aquí.
De pronto, un hombre salió de su escondite. Corría como alma que llevaba un diablo. Estaba enfurecido, muy enfadado. Sus ojos desprendían ira. Vestía con ropa vieja, rota y muy sucia. Su pelo rubio era largo al igual que su barba. Corría hacia Sinéad y sus intenciones no eran nada buenas.
Hombre: ¡Nooooooooooooo!
Continuará...
Uf, qué bonito capítulo. Es imposible no empezar por las fotos: maravillosas, irradian vida y energía. Tienes ya trucos de maestro, como esa luz que sale de la linterna para iluminar las telarañas, otro clásico que hemos visto ya. La transformación del hotel en una ruina es muy veraz, da penita el abandono de todas las habitaciones, es un escenario espeluzante. La historia en sí misma tiene dos partes muy diferentes, la primera es casi íntima, se nota cómo Wen y Sinéad tienen cada vez más cosas en común; no me gustaría que ninguno de ellos, con lo bien que me caen, tuvieran problemas con sus respectivas parejas, por cierto Estrella es un solete, qué maja. Luego viene ya el recorrido por el hotel con ese "manitas" de acento tan peculiar, devoto de Nuestra Señora de los Clickores, como no podía ser de otro modo. Nos quedamos en la escena del perrito y el vagabundo, sin duda su dueño, que seguro no está dispuesto a separarse de él así como así, ojalá alguien que tiene ese buen detalle consiga una oportunidad y tras la reapertura del hotel le den la ocasión de trabajar de nuevo, ¡que estar en el paro es muy duro, ay! Otra gran entrega que merece verse y repasarse con todo detalle.
ResponderEliminarEnhorabuena, es una entrada preciosa. Contiene momentos románticos (Sinéad y Wen en su preciosa y elegante habitación), momentos tristes (me has emocionado con la canción de Claro de Luna de Mozart y cuando se dice que Sinéad desea abrazar a todos los lugares y seres que formaron su pasado para fundirse con ellos para que el tiempo no los devorase; es algo precioso. Me has hecho llorar con eso), momentos divertidos (como cuando Manolo interviene. Por cierto, he pensado que puede ser perfectamente el hijo de la señora Hermenegilda), de tensión y susto. El estado en el que se encuentra el hotel es profundamente lamentable y escalofriante. Todo está fatal, da vértigo pensar en todo lo que tienen que hacer para reformarlo. Los diálogos me han gustado mucho. Es muy bonito cuando Sinéad dice que quiere devolverle la vida a ese lugar. Me gusta mucho cómo interviene Eros en este capítulo. Me ha encantado, de veras. ¡Se ha quedado infinitamente emocionante! ¿Quién será ese hombre que vive ahí?
ResponderEliminar¡Me ha encantado! Este nuevo capitulo ha sido genial, me ha gustado mucho. En primer lugar, has aprovechado para enseñar la casa con todos los muebles, que es preciosa. Me ha impresionado la biblioteca de Ernesto, muy bonita. El hotel está en estado muy lamentable, la verdad, me ha encantado cómo has ambientado todo con las enredaderas y ladrillos, y con todos los muebles tirados y con telarañas. Ha sido un momento de tensión cuando entraron en esa habitación tan siniestra... Por un lado, el hombre moroso me da un poco de pena, ya que su perro es su única compañía, pero me ha asustado... ¿Qué pasará?
ResponderEliminar¡Qué preciosidad de capítulo! Primero en la habitación de Wen. Me encanta el protagonismo de este personaje y cuando aparece en la ventana Sinéad. Me ha recordado a la serie y los libros que tanto me gustaban cuando era pequeña de El pequeño vampiro, cada vez que Rudy acudía a la habitación de su amigo Anton y me ha emocionado. La habitación ha quedado preciosa. Es una obra de arte. Y ese piano pequeñito es una monería. Me ha emocionado también la canción de Claro de luna, me trae recuerdos especiales para mí y casi me haces llorar, ainss.
ResponderEliminarLuego ha llegado Estrella. Demasiado buena es. No digo yo que debiera ser celosa, que los celos no son buenos. Pero los encuentra en la habitación, que ni se sabe por dónde ha pasado Sinéad, si pregunta a alguien seguro que no la han visto pasar. Y se va tan tranquila a hacer fotos al campo y con Duclack cuando Wen le dice que lo siente pero que tiene que irse con ella a hacer cosas del hotel. Yo me había plantado y me había ido con ellos. Mi Duclack, que es más mala, creo que le va a coger celillos a Sinéad, que ella también quiere mucho a Wen. Ainsss
Segundo la habitación de Ernesto. Es preciosa también. Otra obra de arte. Y esa biblioteca me encanta. Sinéad ha sabido apreciarla. Me encanta, por cierto, cuando interviene. Yo creo que estás muy conectado con Marina y has captado muy bien la esencia del personaje y esa sensibilidad especial que tiene, igual que la pillería y personalidad más traviesa y juguetona de Eros.
Por último, el hotel. ¡Qué pasadaaaa la transformación! Has cuidado todos los detalles al máximo, para que parezca un hotel en ruinas. Hasta el cuervo que primero está con las alas encogidas, después las despliega cómo desafiándolos antes de echar a volar.
Manolo me pone un poco nerviosa. Pero da el punto cómico y divertido. Me ha gustado cuando Eros se sube arriba travieso y cuando Sinéad decidida tira una piedra a la ventana y rompe el cristal para pasar. La luz de la linterna es un efecto para las fotos que las hace perfectas, las telarañas, los ladrillos en el ascensor, las tablas, las malas hierbas, el desorden de muebles y suciedad. Y ese personaje tan especial que aparece muy enfadado. Creo que por lo del perrito. Me gusta la idea de Vicente de darle una oportunidad a ese hombre en el nuevo hotel. Tienen mucho trabajo por delante pero creo que lo van a conseguir. Los deseos de Sinéad de dar vida de nuievo a ese lugar son muy buenos.
Me encanta esta historia. Quiero yaaaaaaaa el siguiente capítulo. Un besote, mi Dani.