En el interior de la gasolinera Isa atendía a los clientes. Con su melena lila y su agradable sonrisa, atendía con amabilidad a todo el mundo. Ese día intentaba mantener la calma, pues la tranquilidad que solía reinar en la cafetería de la gasolinera había desaparecido.
Isa: Aquí tiene su ticket. Muchas gracias por su visita. Que tenga un buen día.
La clienta, que había merendado en la cafetería, se marchaba deseándole lo mismo a Isa.
Una clienta estaba sentada a la mesa, tomándose un té rojo y un donut de coco. Después de un día muy duro en el trabajo, ese era su momento de relax. Durante todo el día había estado pensando en disfrutar de su té en la cafetería, pero por desgracia, el jaleo que tenían montado unos niños le estaban destrozando el momento.
Hermenegilda había llevado a dos de sus nietos a merendar allí. Era más barato que en las cafeterías del barrio y le pillaba cerca del supermercado. Pedrito y Pablito eran muy revoltosos. Su hijo solía dejárselos para que los cuidase mientras trabajaba, así que se pasaba todo el día con ellos. Su nuera también trabajaba, así que no le quedaba otra que apechugar.
Pedrito: ¡Abu, mira lo que hago!
Pedrito hizo gárgaras con el zumo que estaba bebiendo. Hermenegilda le regañó enfadada.
Hermenegilda: ¡Con la comida no se juega, Pedrito! Compórtate como es debido o la próxima te quedas en casa.
Pablito: ¡Cho mge pogto bieg abu!
Hermenegilda: ¡No hables con la boca llena! Ay, no puedo con estos nietos míos. ¡Te has manchado el jersey, Pablito!
Pedrito: ¡Es un guarro!
Pablito: ¡Eso lo serás tú!
Hermenegilda: Me voy a liar a dar tortas que me voy a quedar tan pancha.
Olivia entró junto a Estrella, que miraba expectante la distribución de la tienda y todos los clientes.
Pablito: ¡¡Me ha escupido en la jeta!!
Pedrito: ¡Has empezado tú!
Olivia: Perdona, esto suele estar más tranquilo...
Estrella: No pasa nada. Así me familiarizo antes con las situaciones más estresantes.
Olivia: Isa, te presento a Estrella, tu nueva compañera.
Isa: Un placer, Estrella.
Estrella: Igualmente.
Olivia: Coincidiréis en el cambio de turno. No sé si te dije que se trabaja sola.
Estrella: No...
Olivia: Tendrás a tu disposición un número de teléfono con el podrás contactar con nosotras para cualquier duda o problema que te surja. Luego te meto en el grupo que tenemos.
Isa: Sí, ya lo verás, el grupo es una pasada...
Mientras tanto en el taller...
Jonas, agarró del hombro a Gan y lo alejaba de Alejandra, que no podía dar crédito a lo que estaba ocurriendo.
Jonas: Las clacks se creen que lo saben todo, macho. Me fío de ti, tienes pinta de listo. Mira, necesito el coche para mañana, tengo un...
Gan: Oiga, yo solamente soy el aprendiz...
Alejandra tocó el hombro de Jonas, que se giró disgustado.
Jonas: ¿Qué quieres?
Alejandra: Tienes que hablar conmigo, majete. Gan es mi aprendiz.
Jonas: Pues seguro que sabe lo que se hace. No tengo nada en tu contra, guapa. Es que esto es algo de hombres, aquí una mujer no pinta nada.
Alejandra: Me estás faltando al respeto, guapito. No solamente a mi, también a todas las mujeres.
Jonas: La verdad duele, lo siento. Mejor dedícate a limpiar el taller o lo que sea que hagas, pero deja que los mayores nos encarguemos de las cosas importantes.
Alejandra: Tengo cuarenta años, pedazo de alcornoque.
Jonas: Ey, sin faltar. Desde luego, las mujeres estáis que no se os puede decir nada. Con el rollo este del feminismo no puede abrir uno la boca.
Alejandra: ¿El rollo del feminismo? Esto debe ser una broma, ¿no? ¿De qué caverna has salido tú?
Jonas: Anda, vete a traernos un café mientras hablo con el mecánico y no molestes. Podrías fregar el suelo, que seguro se te da muy bien.
Alejandra agarró el mocho y se lo restregó por toda la cara. Lo hizo con fuerza y mucha puntería. El mocho, que estaba repleto de grasa y suciedad, pasó por todo su rostro. Estaba mojado, por lo que las gotas de suciedad penetraron en su boca y mojaron su camiseta.
Alejandra: ¡A lo que le hace una buena fregada es a tu cerebro de besugo!
Jonas; ¡Puaggg! ¡Socorro!
Alejandra: ¡Fuera de mi taller!
Pam: ¡Muy bien, Ale!
Jonas y Carlos salieron despavoridos del taller. Alejandra los perseguía con el mocho en alto y gritando enfurecida.
Alejandra: ¡¡Y no volváis nunca más por aquí, escoria!!
Pam: ¡Bravo!
Gan: ¿No nos pueden denunciar por esto?
Alejandra: ¡Pues que lo hagan! A este tipo de escoria de seres humanos, hay que tratarlos como lo que son, basura. Estos desgraciados vienen a mi taller a faltarme al respeto y devolverme a la edad de piedra y se piensan que me voy a quedar de brazos cruzados.
Gan: Se lo merecía, la verdad. Voy a sacar su coche a la calle.
Pam: No cambiarás nunca, Ale.
Alejandra: Quién no cambiará nunca son los neandertales como estos, que no saben que hace siglos que salimos de las cavernas.
Pam: Bueno, no te alteres más. Con esta gente no vale la pena. Si un mono te insulta, ¿te enfadarías?
Alejandra: Tienes razón, amiga. Bueno, pensaré en mi cumpleaños. ¿Traerás acompañante?
Pam: Iré sola. Ben y yo hemos roto definitivamente.
Alejandra: Lo siento.
Pam: No pasa nada. Hemos quedado como buenos amigos.
En el exterior, Jonas intentaba explicarle a Maximus lo ocurrido. Se frotaba la cara con la manga de su camisa, intentando secársela.
Jonas: ¡Y esa loca me ha dado con la fregona en la cara! ¡Mira cómo ha quedado mi camisa!
Maximus: ¿Y que es lo que ocurrió para que ella reaccionase así?
Carlos: Nada. Se puso como loca sin venir a cuento.
Gan: Mentira. Le faltó al respeto. La menospreció por ser una clack.
Maximus: Mira, mierdecilla. Si vuelvo a ver tu cara de cerdo cerca del taller o de mi gasolinera, te las verás con esta.
Jonas: ¿Con quién?
Maximus: Con esta.
Le enseñó el puño y Jonas tragó saliva asustado. Subió al coche y Carlos hizo lo mismo. Se marcharon maldiciendo en voz baja.
Maximus: Alejandra, ¿estás bien?
Alejandra: Sí. Lo siento, no he podido evitar darle un escarmiento.
Maximus: No te preocupes, lo entiendo. Para la próxima, me llamas a mi y yo me encargo.
Maximus entró en la gasolinera. Se encontró con la mesa ocupada por Hermenegilda y sus nietos.
Hermenegilda: ¡Que no os voy a comprar más juguetes! En mi época jugábamos con un palo y éramos los más felices. Ahora son todo maquinitas y pantallas.
Isa: ¿Nerviosa?
Estrella: Sí, un poco. No sé si este trabajo es para mi...
Isa: No es el trabajo ideal, no te voy a engañar. Tiene sus momentos duros, pero al final te terminas acostumbrando. Lo peor es cuando entregan cupones descuento o la hora del desayuno, pero se sobrelleva.
Pedrito: ¡¡Maximus!! ¡¡Es el guerrero de la tele!!
Pablito: ¡¡Mira abu!! ¡Holaaaaaaa!
Maximus: Hola, pequeños.
Hermenegilda: Anda, si es el de las películas de romanos. Vaya, es todavía más alto de lo que pensaba. ¡Hola, soy fan de sus películas!
Maximus: Gracias, señora.
Hermenegilda: Soy viuda, mi querido Gregorio me dejó hace años. ¡Podría usted venirse a mi casa! Preparo unos caldos de rechupete. Mira estos, la energía que tienen.
Pablito: ¡¡QUEREMOS JUGAR CONTIGO!!
Hermenegilda: ¡No saltéis encima de las sillas que os podéis caer! ¡¡Niños!!
Olivia: ¡SILENCIOOOOOOO!
Olivia gritó enfurecida. No era capaz de soportar ni un instante más los gritos de los niños.
Maximus: Amor, relájate.
Olivia: No puedo más, no los soporto.
Pedrito: ¿Qué le pasa a esa señora?
Olivia: ¿¿Señora??
Hermenegilda: No estará bien de la cabeza.
Pablito: ¿Está loca?
Olivia: ¿Loca! ¡Será posible!
Maximus: Tranquila, por favor...
La mujer que estaba sentada a la mesa de al lado, se levantó con el alboroto. Se acercó a Maximus y le acarició su musculoso pecho. Él le sonrió sorprendido ante la furiosa mirada de Olivia.
Anacleta: Señor Máximus, está usted muy fuerte.
Maximus: Muchas gracias...
Anacleta: Se nota que va al gimnasio. Oh, soy tan fan de usted...
Maximus: Me halaga.
Anacleta: ¿Le podría decir una cosa al oído?
Maximus: Ehhh, bueno...
Maximus se agachó y ella le susurró al oído.
Anacleta: Es usted mi fantasía más íntima. Sueño con usted todas las noches y fantaseo con la idea de pasar una maravillosa noche juntos.
Sus labios rozaban la oreja de Maximus, que tenía la piel de gallina.
Olivia estalló contra ella.
Olivia: ¡¡Es mi novio, descarada!! ¡¡Te voy arrancar hasta el último pelo de la cabeza!!
Anacleta: ¡Ahhhh!
Maximus: ¡Huye, por tu vida!
Anacleta salió corriendo. Casi tira a Carmen Clickores, que estaba en el interior de la tienda.
Maximus agarró a Olivia por los hombros e intentó tranquilizarla.
Maximus: Por favor, relájate.
Olivia: Menuda fresca. ¡A esa no la quiero volver a ver por aquí!
Maximus; Entre tú y Alejandra, nos vamos a quedar sin clientes.
Olivia: ¿Es que justificas su asqueroso comportamiento? A mi me ha parecido una descarada, pero a lo mejor es que estoy loca, no sé. ¿Es eso? ¿Estoy loca?
Maximus: No, caramaelito mío. Venga, intentemos controlarnos.
Olivia: Tienes razón.
Olivia se giró hacia Estrella, que miraba horrorizada la escena. Estaba a punto de salir corriendo junto a Anacleta, pero se contuvo. Olivia le sonrió como si no hubiese pasado nada.
Olivia: Pues esto es todo, Estrella. ¿Alguna pregunta?
Estrella: No...
Olivia: Perfecto. Ya estás lista para trabajar.
Continuará..
¡Ay, qué susto! ¡No me dejaba escribir el comentario! Me he reído mucho porque me imagino perfectamente la situación en la que estás en una cafetería y no puedes disfrutar de nada porque hay unos niños escandalosos. La señora Hermenegilda tendría que empezar a repartir hostias a diestro y siniestro. ¿Cómo pueden estar tan mal criados? Pero es que siempre fueron así. Me acuerdo de un capítulo que hice en el que Sinéad va a ver a la señora Hermenegilda y están ahí los nietos, que es verdad que más que personas, parecen monos, los pobres monos... y uno de ellos le restriega a Sinéad la mano todo pegajosa por la cara, jajajajajaja. Para colmo, la Anacleta ésta, importándole un pimiento que Olivia esté ahí... Que a Olivia no sé cómo pillarla todavía. Me hace gracia porque es muy visceral. La pobre Estrella... Creo que se la pueden comer con patatas fritas si no saca carácter, sobre todo, si va a tener como clientes a los nietos de la señora Hermenegilda. No sé yo si va a durar mucho ahí... ¡Y luego cuánto me he reído con Alejandra! A cada frase que pronunciaba el atrasado ése, ¡más rabia me daba! Me ha hecho mucha gracia cuando Alejandra dice que la quiere llevar a la edad de piedra y cuando le ha restregado la fregona ...¡He dicho, toma! está genial el capítulo. Por favor, no tardes en publicar la continuación. ¡Quiero saber cómo sigue!
ResponderEliminar¡Qué locura de capítulo! Entre Alenjandra con el mocho, Anacleta desquiciada tan descarada tratando de hacer realidad sus deseos más íntimos con el exótico Maximus y Olivia celosa, jajajajaja. Y no olvidemos los nietos de Hermenegida. Esos clickitos me encantan. Son tan extraños pero dan el pego totalmente. He disfrutado mucho el capítulo.
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