La lancha se situó a pocos metros del barco pesquero. Martina les sonrió, intentando disimular su nerviosismo. Antón sin embargo, no podía evitar poner cara de pocos amigos.
Martina: Buenas tardes.
Francisco: Buenas tardes.
Martina: ¿Algún problema?
Francisco: Disculpen que les molestemos. Estamos buscando un ser un tanto extraño que se ha quedado enredado en una de nuestras redes.
Martina: ¿Un ser?
Francisco: Se trata de un espécimen único. ¿No han visto nada extraño por aquí?
Antón: Aquí está todo en calma. A parte de algún atún, poco más hemos visto.
La sirena, que se mantenía oculta en el barco, estaba visiblemente nerviosa. Antón le acarició el pelo y se relajó.
Alejandro: Es peligroso. Si se encuentran con algo extraño, aléjense todo lo que puedan.
Martina: ¿Se trata de un tiburón?
Francisco: Es algo mucho peor que un tiburón, señorita.
Antón: Gracias por su preocupación. Estaremos atentos.
Martina: Tenemos que irnos.
Francisco: Que tengan un buen día.
Martina: Igualmente.
Antón alejó el barco a toda prisa. Quería perderlos de vista. No se fiaba ni un pelo de las intenciones de esos dos.
Martina: La están buscando. ¿Crees que sospechan que sabemos algo?
Antón: No lo sé. Tenemos que alejarnos todo lo que podamos.
Martina: Pobre Brisa. Quieren hacerle daño.
Antón: No se lo permitiremos.
Alejandro: ¿Crees que saben algo?
Francisco: Algo esconden, pero vete a saber. Quizás sean contrabandistas o estén pescando de forma ilegal. Vamos, sigamos buscando. Tenemos que dar con ella.
Cuando se alejaron lo suficiente, Antón paró el motor. Brisa salió de su escondite y se lanzó a sus brazos. Antón la agarró sorprendido. Ella le besaba en la cara y no dejaba de abrazarle.
Antón: ¡Tranquila, Brisa!
Martina: ¡Se siente muy agradecida! Pobrecita, el miedo que ha debido pasar.
Antón: No hay manera de quitármela de encima.
Martina: No te preocupes. Ya me pongo yo al timón.
Martina navegaba rumbo mar adentro, buscando un lugar tranquilo para Brisa. La actitud de la sirena con Antón iba en aumento. Se sentó sobre sus piernas y apoyó su cabeza en su hombro.
Antón: Pronto estarás libre de peligro y te podrás marchar. Eres muy cariñosa. No entiendo que esos miserables te quieran hacer daño.
De pronto, Brisa empezó a besar a Antón. Este intentaba zafarse de ella, pero tenía mucha fuerza. Martina, al ver lo que estaba sucediendo, paró el barco y fue a ayudar a su novio.
Martina: ¡Brisa, deja a Antón en paz!
Antón: ¡No consigo librarme de ella! ¡Se ha vuelto loca!
Martina: ¡He dicho que lo dejes en paz!
Agarró a la sirena por la espalda y tiró de ella. Esta alargaba los brazos hacia Antón, que se arrastraba alejándose de ella. Estaba asustado y muy confuso. Mientras, Martina seguía tirando de ella con todas sus fuerzas. Brisa empezó a gritar enloquecida.
Martina: ¡Tienes que relajarte! ¡Brisa, por favor!
Antón: ¡Está descontrolada!
Brisa se dio media vuelta. Martina la soltó aterrorizada. El rostro de aquella dulce sirena se había convertido en la de un ser diabólico. Sus ojos miraban con odio a Martina y sus afilados colmillos sobresalían amenazantes de su boca. Quería deshacerse de Martina.
Martina: ¡Antón! ¡Se ha convertido en un monstruo!
Calabazo: Oh, ahora está bella de verdad, ¡es espeluznante! Tengo que averiguar cual es su número de teléfono. Ops, perdón por la interrupción. Sigamos...
Antón: Mantén la calma. Parece que ahora cree que eres una amenaza.
Martina: Brisa, soy yo, Martina. Somos amigas, ¿lo recuerdas?
Brisa abrió la boca y le enseñó los colmillos. Gritó enfurecida. Nunca había escuchado un grito tan aterrador. Supo que no conseguiría hacerle entrar en razón.
Brisa agarró a Martina e intentó desgarrar su piel a mordiscos. Antón la sujetaba para evitarlo y Martina le daba manotazos para intentar librarse de ella.
Martina: ¡Socorro!
Antón tenía que actuar rápido. Agarró el arpón y golpeó a la sirena en la cara. Esta cayó al agua con un grito desgarrador. Martina se puso a llorar al verse por fin liberada.
Antón: ¿Estás bien?
Martina: Creo que sí. Esa sirena es un monstruo.
Antón: Por muy poco no lo contamos.
Martina: ¿Dónde está?
Antón: No lo sé.
Martina: Quizás esté muerta. Le has dado un buen golpe.
Antón: No lo creo.
Se asomaron con precaución al agua. Miraron en todas las direcciones, esperando que Brisa apareciese para volver a atacarles. El agua estaba en calma y no había rastro de ella.
Martina: Se ha ido.
Antón: Puede que se haya asustado y no vuelva.
Martina: Quería morderme. No lo entiendo, la hemos ayudado.
Antón: Yo tampoco logro entenderlo.
Martina: A ti te besaba pero a mi me quería matar.
Antón: A lo mejor ha creído que yo podría ser una posible pareja para ella.
Martina: Y yo la competencia.
Mientras hablaban, Brisa había conseguido subir a bordo. Tenía muy claro su objetivo. Observaba rezagada a Martina, preparándose para lanzarse sobre ella.
Martina: Será mejor que nos alejemos de aquí. Quiero volver a casa. Ya verás cuando se lo cuente a mis padres...
Antón: Esto no se lo creerá nadie, Martina.
Martina: Ya, ni yo misma me lo creo.
En ese momento, Brisa se abalanzó sobre ella y se la llevó al agua. Fue rápida, por lo que no pudieron reaccionar a tiempo.
Martina: ¡Antón!
Antón: ¡Nooooo!
Cayeron al agua y desaparecieron. Antón se asomó aterrado al agua, intentando averiguar por dónde habían ido.
Antón: ¡Martina!
Se lanzó al agua en su rescate. Buceó y nadó hasta la saciedad. Por más que lo intentaba, no daba con ellas.
Antón: ¡Brisa!
Estaba oscureciendo y hacía más frío. El agua estaba más alterada y se veía muy poco. Antón seguía buceando. Se sumergía y salía a los pocos minutos para tomar aire. Se sentía muy agotado y casi sin fuerzas.
Tenía mucho frío pero se resistía a darse por vencido. Buceaba lo más profundo que sabía y podía pero sin ningún resultado. Estaba exhausto.
Su pesquero estaba cada vez más lejos. Se estaba alejando demasiado y si se descuidaba, ya no podría alcanzarlo. Debía volver al barco y reponer fuerzas. Empezó a nadar en su dirección, sin a penas energías.
Una vez alcanzado el barco, se tumbó totalmente agotado. Le dolía todos los músculos del cuerpo. Le costaba respirar y no podía dejar de tiritar. Se aguantaba las ganas de llorar. No quería pensar que había perdido a Martina y que podía estar muerta.
Antón: Martina...
No había podido protegerla. Se sentía inútil. Tenía que levantarse y volver a buscar, pero era incapaz de mover un músculo. Necesitaba reponerse. Cerró los ojos e intentó tranquilizarse. Su respiración se normalizó y sus músculos se relajaron.
Antón: Tranquilo, la encontrarás.
Brisa lo miraba sigilosa. No estaba dispuesta a dejarle escapar. Subía poco a poco a bordo, sin hacer ruido. Sabía que estaba cansado y que era una oportunidad de oro para hacerle suyo.
Continuará...
¡No me esperaba para nada que Brisa fuese así! Me encanta que la historia haya dado este giro. ¡Ahora está mucho más emocionante! Sinceramente, me daba un poco de pereza que la quisiesen atrapar los hombres ésos y ahora resulta que ellos tenían razón. ¿Qué le habrá pasado a Martina? ¡Voy a seguir leyendo! ¡Está muy emocionante!
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