Capítulo 05
Nariz de payaso
Dos de nuestros protagonistas habían perdido sus vidas y sus almas. No consiguieron superar a sus contrincantes en aquel terrorífico juego. Jane y George lucharon con todas sus fuerzas, pero sin inteligencia. Ahora, era el turno de Axel. Entró en la jaula furioso, apretando los puños con fuerza.
Bárbara: ¡Bienvenido a nuestro juego, Axel! Eres nuestro tercer concursante. Atención, es expresidiario. Su carácter violento y conflictivo le ha llevado a la cárcel. A pesar de todo, no recapacita y sigue siendo igual de insensato. Un cabeza chorlito de manual.
Axel: ¿Es esto un challenge de alguna red social? ¡No estoy para tonterías!
Bárbara: Este juego no es ninguna tontería. Te toca enfrentarte a un contrincante, que en estos momentos está sentado en nuestras gradas. Diré un número al azar y te deberás enfrentar a él.
Axel: ¿Un combate de boxeo?
Bárbara: Algo así.
Axel: A mi nadie me obliga a pelear, ¿lo pillas? Abre esta jaula y déjame salir. Tengo que encontrar a mi novia.
Bárbara: Tu novia está de barro hasta arriba.
Axel: ¿Dónde está? ¡Espero que no le hayáis hecho daño!
Bárbara: Yo no la he tocado ni un pelo.
Axel se aproximó a Bárbara con intención de intimidarla. Ella le enseñó los colmillos.
Bárbara: Será mejor que guardes tus fuerzas para tu contrincante.
Axel: ¿Qué eres?
Bárbara: La presentadora, querido.
Axel: ¿Qué es todo esto?
Bárbara: Deberá salir a la pista el poseedor del número...¡43!
Se abrió la puerta de la jaula, y entró un caballero con armadura oscura. Portaba un escudo, un hacha y una espada. Era alto y musculoso, pero le faltaba la cabeza.
Bárbara: ¡El caballero sin cabeza! Según cuenta la leyenda, perdió la cabeza durante una batalla. Lleva muchos años luchando y cortando cabezas. Cree que de esa forma, encontrará una que le pueda venir bien. ¿Será tu cabeza la gran afortunada? Si no deseas averiguarlo, ¡debes luchar! Dicen que a pesar de no tener cabeza, le sigue doliendo.
Axel: Esto no puede ser verdad...
Bárbara ofreció a Axel un hacha idéntico al que tenía el caballero.
Bárbara: El caballero sin cabeza no desea luchar contigo si no estás armado. Ya sabes, la ética de los caballeros. Axel, utiliza la cabeza y no la pierdas.
Axel: No podrá vencerme.
A pesar de faltarle la cabeza, el caballero se movía con agilidad. Parecía estar muy fuerte, cosa que sorprendía a Axel. No se dejó intimidar. Recordó las múltiples peleas en las que había participado. En casi todas, había salido airoso.
Axel: Te agradezco el detalle del hacha, amigo. No por ello voy a ser piadoso contigo.
El caballero no tenía cabeza, por lo que no pudo responderle.
Dio comienzo el enfrentamiento. Ambos utilizaban sus hachas con destreza. Axel conseguía detener todos los golpes del caballero. Esquivaba los golpes y contratacaba, pero sin alcanzar a su rival.
Axel: Eres bueno, caballero del infierno.
Axel utilizaba los barrotes para impulsarse y desorientar a su enemigo. Pudo darle un par de patadas que consiguieron desestabilizarlo. Aprovechaba para golpearle, pero siempre lo esquivaba.
Axel: ¡No pienso rendirme!
No había utilizado nunca un hacha, pero se le estaba dando bastante bien. Si el caballero hubiese podido sudar, seguro que le habría caído más de una gota.
Axel: ¡Ya te tengo!
A pesar de su esfuerzo, Axel cometió el mismo error que sus amigos. Se dejó llevar por sus impulsos, utilizando la fuerza sin pensar.
Ese error marcó su destino. Finalmente, el caballero sin cabeza logró lanzarlo al suelo. Axel perdió el hacha y quedó a merced de aquel siniestro ser. Lo único que pudo hacer es gritar antes de que le cortase la cabeza. El caballero se marchó abandonando el cuerpo decapitado de Axel. Al parecer, su cabeza tampoco le servía para nada.
Bárbara: ¡Es el turno de Candy! ¡Ella es nuestra cuarta y última jugadora de la noche! Pasa, no seas tímida.
Candy temblaba asustada. Había llorado mucho mientras la tenían encerrada. Cuando aquellos payasos la acorralaron, perdió el conocimiento. Al despertar, se encontró en un lugar oscuro. Gritó y pidió ayuda sin ningún éxito. Pasado un tiempo, los payasos la sacaron y la metieron en la jaula.
Bárbara: Renunció a su vida por un cantamañanas. Lo conocéis, se trata de George. La llevó por el mal camino, dejando atrás todo aquello que le importaba. Se alejó de su familia y empezó a hacer cosas solamente por contentar a su novio. Debería haber hecho caso a su intuición. No tiene personalidad y se deja arrastrar por los demás. Sus malas decisiones han provocado que sea la cuarta jugadora de esta noche. ¡Bienvenida!
Candy salió corriendo e intentó salir de allí. Golpeaba los barrotes y pedía ayuda al público presente. Todos reían al verla tan desesperada. La ansiedad se apoderó de ella, provocando más llantos descontrolados.
Candy: ¡Tenéis que ayudarme! ¡Sois unos monstruos!
Aquellas palabras hacían reír más a los presentes.
Bárbara: No todo está perdido, Candy. Te enfrentarás a uno de nosotros. Si consigues vencer a tu contrincante, salvarás tu vida y tu alma. Si pierdes, será tu final. ¿Lo has entendido?
Candy: ¿Por qué me hacen esto? ¡Yo no les he hecho nada!
Bárbara: Créeme, no es nada personal. ¡El número seleccionado es el 666!
La puerta de la jaula se abrió y entró una payasa. Su aspecto era alegre y colorido. Pelo rojo con dos coletas y la cara pintada como la suelen llevar los payasos. Lucía una enorme nariz roja. Su sonrisa era siniestra y su mirada provocaba escalofríos. Llevaba consigo un cuchillo y lo movía de un lado para el otro.
Bárbara: ¡Blasa la payasa! No te podría haber tocado una contrincante más sádica y retorcida. Que su aspecto no te lleve al engaño, Blasa es letal. Ganar no es suficiente para ella. Le gusta recrearse y hacer sufrir a su rival. Es ágil y diestra con el cuchillo, debes tener mucho cuidado. Hará todo lo posible para salvar su nariz y ganar el juego. ¿Estás preparada?
Candy se quedó paralizada. No sabía lo que debía hacer. Nunca había hecho daño ni a una mosca y no se veía capaz de enfrentarse a Blasa.
Blasa: ¿No quieres jugar conmigo?
La payasa se reía mientras corría alrededor de Candy. Estaba tan asustada que creía que iba a perder el conocimiento en cualquier momento.
Blasa se acercó a los barrotes y miró divertida al público.
Blasa: Visto que esta chica no mueve un dedo, empezaré yo. ¿Os parece bien, amigos?
El público silbaba y aplaudía emocionado. Estaba deseoso por ver a Blasa la payasa en acción.
Se dio la vuelta y miró a Candy fijamente. Le enseñó su enorme cuchillo y le sonrió.
Blasa: Vamos a jugar a un juego muy divertido. Ya verás, lo vamos a pasar muy bien.
Candy reaccionó y corrió alejándose de ella.
Blasa la perseguía sin prisa. Corría alegremente mientras saludaba con la mano al público. Sabía perfectamente que Candy no tenía escapatoria.
Blasa: Algo me dice que este enfrentamiento será muy corto.
Candy: ¡Socorro!
Blasa se lanzó a por Candy, pero ella la esquivó sin resultar herida.
Blasa: ¡Maldita sea!
Candy se agarró a los barrotes e intentó trepara por ellos para escapar.
Candy: ¡Necesito ayuda! ¡Socorro!
Blasa: Eres realmente patética. La peor contrincante de la historia de este juego.
Blasa agarró a Candy por las piernas y la tiró al suelo.
Blasa: ¡Ha llegado tu hora!
Candy se negó a rendirse de esa forma. No estaba dispuesta a morir a manos de una lunática disfrazada de payasa.
Se levantó y corrió de nuevo hasta los barrotes. Esta vez llegó a la parte más alta de la jaula y allí, encontró unas lanzas. Adornaban la parte exterior de la jaula junto a un escudo. Agarró una y la arrancó de los barrotes.
Blasa se sorprendió ante el cambio de actitud de Candy. El público aplaudía que las cosas se pusiesen más emocionantes.
Blasa: Vaya, veo que no eres tan mojigata como pensaba.
Candy le tiró la lanza y esta alcanzó a Blasa en el torso. Dejó caer el cuchillo al suelo y tocó la lanza que atravesaba su cuerpo.
Blasa: No es posible...
Candy: He vencido. Ahora, dejadme marchar.
Blasa: Maldita humana...
Blasa agarró la lanza y cerró los ojos.
Blasa: No has vencido.
Sacó la lanza con facilidad y se la mostró feliz al público. Candy no podía creerlo. De su herida manaba algodón del que suelen estar rellenos los peluches. Blasa no era de carne y hueso.
Blasa: Me has estropeado el traje. ¡Estoy muy cabreada!
Candy: No es posible...
Candy agarró el cuchillo y corrió desesperada. Debía encontrar la forma de vencerla. Blasa la perseguía enfurecida.
Blasa: ¡No huyas, cobarde!
En ese momento, recordó lo que Bárbara había dicho en la presentación de Blasa. "Hará todo lo posible para salvar su nariz y ganar el juego". ¿Salvar su nariz? ¿Era ese su punto débil?
Candy se dio la vuelta decidida. Con el cuchillo pinchó la nariz roja y enorme de Blasa. Esta no pudo reaccionar a tiempo y su nariz se desinfló como un globo.
Blasa: ¡No puede ser!
Su nariz se desinflaba haciendo un sonido muy estridente. Se tiró al suelo entre convulsiones y gritos.
Blasa: ¡¡No puede ser!! ¡Ahhhhhh!
Blasa se quedó inmóvil en el suelo. Candy se acercó a ella con precaución. Su cabeza y manos eran de plástico y su cuerpo de trapo y algodón. Se había convertido en un muñeco sin vida.
Candy: He vencido...
Bárbara: Sí, has vencido. Enhorabuena, Candy. Debo reconocer que no apostaba ni un euro por ti.
Candy: ¿Y ahora qué? ¿Puedo marcharme?
La puerta de la jaula estaba abierta.
Bárbara: Lo prometido es deuda.
Candy no se lo pensó dos veces. Salió corriendo por la puerta sin mirar atrás. El público contemplaba la escena en silencio.
Bárbara: Vaya, parece que tiene prisa.
Bárbara llamó a Jaimito, que había visto el espectáculo sentado en las gradas. Entró en la jaula y se acercó hasta ella.
Bárbara: Ya sabes lo que tienes que hacer, Jaimito.
Jaimito: Sí, señora.
Obedeciendo sus órdenes, Jaimito fue tras Candy. Era bajito, pero muy rápido.
Bárbara: No sé a dónde cree que va. Le perdonamos la vida, pero nadie ha dicho que se pueda marchar. En fin, Jaimito se encargará de ella. Querido público, aquí termina nuestro juego anual de Halloween. Espero que les haya gustado. Ya saben, el año que viene más y mejor. ¡Hasta el próximo Halloween!
Continuará...