Capítulo 03: Muchas gracias señora
Calabazo: Aquella montaña tan alta es dónde vive el demonio Amón, uno de mis mejores amigos. Solemos hacer senderismo por toda aquella parte del infierno. Sí, hace mucho calor pero nos llevamos sangre de monja para refrescarnos.En las llamas de aquel abismo hay perros infernales salvajes.
Alice: Es precioso.
Calabazo: Sabía que te gustaría.
Calabazo: ¡Oh! Disculpad, amigos. Le estaba enseñado a mi bella acompañante las vistas desde lo alto de este castillo. El lugar más romántico al que puedes llevar a una dama. Aquí todas las parejas suelen venir a darse un beso.
Alice: ¿Pretendes darme un beso?
Calabazo: Solamente si lo deseas tanto como yo.
Alice: Antes quiero que me sigas contando la historia. ¿El autoestopista está vivo?
Calabazo: En breve lo descubrirás. Ann estaba muy confundida. No sabía si su mente le había jugado una mala pasada o si estaba viendo fantasmas. No quiso averiguarlo y siguió conduciendo. Necesitaba llegar a casa y pensar en lo ocurrido.
Ya no tenía frío. Aquella visión del autoestopista atropellado corriendo tras el coche le había sofocando. Abrió las ventanillas para dejar que el aire fresco de la noche entrase.
Ann: Estoy traumatizada por lo ocurrido. Estoy tan afectada que hasta he creído ver a ese hombre persiguiéndome. No creo que pueda vivir con ese peso sobre mi conciencia. Esto es demasiado para mi...
Por la ventanilla del copiloto apareció el autoestopista. Estaba agarrado al lateral del coche, intentando meter su cuerpo por la ventanilla. Tenía el rostro deformado y un ojo fuera de su cuenca. Estaba ensangrentado pero a pesar de ello, sonreía. Ann gritó aterrorizada.
Autoestopista: Perdone, señora. Gracias por el paseo.
Ann: ¡Ahhhh! ¡Déjame en paz! ¡Socorro!
Autoestopista: Muchas gracias, señooora.
El hombre intentaba darle alcance. Alargaba sus brazos hasta ella con desesperación. Ann cerró la ventanilla, aplastando uno de los dedos del autoestopista. El hombre gritó dolorido y sacó el dedo aplastado.
Ann: ¡Déjeme en paz!
Ya no podía acceder al interior del vehículo, por lo que se arrastró hasta colocarse en la parte delantera.
Ann: ¡¿Qué es lo que quiere?!
Autoestopista: Señora, muchas gracias. Muchas gracias señoooora.
Ann: ¡Déjeme en paz!
Ann lo tenía frente a ella. Les separaba el cristal delantero. Podía ver su rostro deformado y su sonrisa demencial. Tenía las costillas rotas y algunas de ellas salían de su pecho, rascando el cristal con insistencia.
Ann: ¡¿Pero quién es usted?!
Autoestopista: ¡Señoooraaaa!
Ann: ¡¡Maldito loco!!
Pisó el freno y el hombre cayó en la carretera, frente al coche. Parecía definitivamente muerto, pero se sentó en la calzada y volvió a hablar.
Autoestopista: Gracias señora, ¡muchas gracias señooooraaa!
Ann: ¡Ahhhhh!
El pánico más absoluto dominó a Ann. Aceleró y lo atropelló nuevamente. Se aseguró de que las ruedas pasasen sobre su cuerpo.
Ann: ¡¡Muere de una vez por todas, maldito loco!!
Frenó y se asomó por la ventanilla del conductor. El hombre ya no se movía. Parecía que había acabado de una vez por todas con su vida.
Ann: Está muerto...
No se podía creer lo ocurrido. Había atropellado a un hombre por dos veces. A pesar de sus heridas, le había perseguido, intentando alcanzarla.
Ann: ¡¡Pero quién narices es ese hombre!!
Lloraba intensamente, incapaz de seguir conduciendo. Estaba traumatizada.
Ann: Has atropellado a un lunático, Ann. Es eso, un lunático. Tendré que ir a un loquero. Señora Lansin, necesita años de terapia para superar esto. Le costará muy caro, pero quizás se recupere...quizás.
De la ventanilla del conductor, apareció nuevamente el autoestopista. Estaba mucho más deformado. Su rostro era un amasijo de carne y sangre. Con una mueca escalofriante, le sonrió.
Autoestopista: ¡Gracias señora, muchas gracias señooraaa!
Ann: ¡Noooooo!
Tenía la ventanilla abierta, por lo que pudo meter su cuerpo hasta la cintura. Ann perdió el control del vehículo y se introdujo en el bosque. Intentaba sortear los árboles mientras luchaba por zafarse de su atacante.
Autoestopista: ¡Señora, muchas gracias señora, muchas gracias señoraaaaa!
Ann: ¡¡Déjame en paz!! ¡¡No me toques!! ¡¡Socorrooo!!
Logró zafarse de él y tras empujarlo, logró cerrar la ventanilla. El hombre atropellado consiguió agarrarse al espejo retrovisor y colocarse sobre el capó del coche.
Autoestopista: ¡Señoraaa! ¡Muchas gracias señoraaa!
Ann: ¡¡Muere de una puñetera vez!!
Frenó y el hombre se golpeó contra el tronco de un gran árbol. Los focos del coche lo iluminaban. No se movía, pero Ann no se fiaba. Lo miraba aterrorizada, esperando que volviese a hablar.
Movió la cabeza y uno de sus brazos, seguía sonriendo, aunque eso ya no se podía considerar una sonrisa.
Autoestopista: Señora, gracias por todo, señora...
Ann: ¡Voy a acabar contigo! ¡Vas a morir!
Aceleró y aplastó varias veces al autoestopista contra el árbol. El coche golpeaba su machacado cuerpo una y otra vez, sin pausa. Ann se reía, había perdido por completo la cordura. .
Autoestopista: Grxias ñora, graxias pro t....
Ann: ¡¡Muere de una puñetera vez!! ¡¡ Desaparece de mi vista!!
En una de las embestidas contra el árbol, se golpeó la cabeza con el volante y perdió el conocimiento. Tras media hora inconsciente, despertó.
Ann: Ahhhh...
Le dolía mucho la cabeza y le sangraba. Las ventanillas estaban abiertas y tenía mucho frío. El silencio era sepulcral y de no ser por las luces del vehículo, la oscuridad sería absoluta.
Miró alrededor, en busca del engendro. Su cadáver ya no estaba pero había sangre en su lugar.
Ann: Ya no está... Ahh, mi cabeza...¿Dónde estoy? Tengo que volver a la carretera...
Le rodeaba el intenso bosque, por lo que tenía que conducir con cuidado. Debía conducir con cuidado y esquivando muchos árboles.
Ann: Un momento, ¡he tenido un accidente! Claro, todo lo que he vivido ha sido una pesadilla, nada más. Eso es lo que ha ocurrido. Me he salido de la carretera y he chocado contra un árbol. Seguramente he atropellado a algún animal, de ahí la sangre.
Ann: Ahora todo tiene sentido. ¡No existe ningún autoestopista! Ay, mi cabeza...necesito curarme la herida. Mira como he dejado el coche...Señora Lansin, golpear su coche contra un árbol le saldrá muy caro. ¿6.000 cleuros? Quizás más, señora Lansin, quizás mucho más.
Pudo ver la carretera a lo lejos y eso la animó. Temía quedarse atrapada en medio de la nada, en la oscuridad más absoluta.
Ann: Tengo que salir de aquí cuanto antes. Algo bueno saco de todo esto, por fin tengo una excusa convincente para George. Oh George, he tenido un accidente. Me salí de la carretera y llevo horas inconsciente. ¿No crees lo que te digo? Mira la herida de mi cabeza y el estado de mi coche...
Por fin consiguió sacar el coche a la carretera y abandonar el bosque. Estaba repleto de arañazos, golpes, ramas y sangre.
Ann: Ha sido una pesadilla horrible. Necesito una buena ducha y olvidar lo ocurrido.
Encendió la radio pero no sintonizaba ninguna emisora. La calefacción funcionaba, así que la puso a máxima potencia.
Ann: Estoy congelada. No sé cuantas horas habré pasado inconsciente.
Saltando sobre el capó, apareció el autoestopista. Su rostro era una calavera ensangrentada. Sus brazos esqueléticos golpeaban el crisal, intentando entrar.
Ann: ¡No puede ser! ¡No eres real!
Autoestopista: Señoooora, muchas gracias por todo.
Ann: ¡¡Aléjate de mi!!
Autoestopista: ¡¡Señoooraaaa!!
Su aspecto nada tenía que ver con el de aquel inocente autoestopista. Parecía un monstruo salido de sus peores pesadillas. Entonces, recordó algo. Mientras buscaba los cigarrillos en la guantera, vio un arma. Era una pistola que George le había dejado ahí, por si las moscas. Era un gran aficionado a las armas. Hasta ese momento no había recordado que la tenía ahí.
Frenó de golpe y el ser perdió el equilibrio, golpeándose contra la carretera. Ann aprovechó para rebuscar en la guantera y sacar la pistola. Salió del vehículo y sin pensárselo dos veces, disparó contra el hombre.
Vació el cargador y siguió apretando el gatillo, enfurecida. Cuando se percató de que ya no disparaba y que el autoestopista no se movía, se detuvo.
Ann: Por fin has muerto, monstruo.
Se subió al coche y lo atropelló unas cuantas veces más. Disfrutaba cuando las ruedas de su coche aplastaban su cuerpo.
Ann: De esta ya no te levantas, desgraciado.
Aceleró y dejó al cadáver del hombre tendido en el suelo. Lloraba y se reía al mismo tiempo. La radio se encendió de repente. Sonaba una canción que no le gustaba, pero se puso a cantar entre lágrimas como si su vida dependiese de ello.
Continuará...
¡Qué emocionante y bien hecho está este capítulo! Es el que más me gusta porque mezclas muchas emociones y reacciones. >Me he reído mucho con el autoestopista, pero también tengo que reconocer que me da mucha pena. También me he reído con Ann cuando una y otra vez lo atropella y otra vez sale el autoestopista diciendo: ¡muchas gracias señora! Qué bueno es. También me encanta la ambientación, cómo están descritos los escenarios y también cómo creas la ambientación perfecta. Por cierto, no sé si me gusta que Alice se quede con Calabazo, aunque tal vez sean tal para cual, pero no sé qué le ve, jajajajaja, ¡con lo mona que es ella! Pero la verdad es que hacen una pareja monstruosamente bonita.
ResponderEliminarAhora la verdad es que no tengo ni idea de cómo va a continuar la historia. Sé que el autoestopista muerto no está y quien va a perder la cordura definitivamente es Ann. Por un momento creí que alguien la vería disparando al pobre autoestopista muerto. Es muy buena esta historia porque mezclas terror con momentos de risa. Además, creo que está muy bien adaptada.
¡No tardes en poner la continuación!e
¡¡¡Capitulazo!!! Me he reído mucho con lo de "Muchas gracias, señoraaaa". La pobre Ann está desesperada. Ha perdido completamente la cordura atropellándolo una y otra vez. La foto que más me gusta es una en la que sale él con los dos ojos saltones. Muy bueno también lo de los intestinos pegados al coche, uagggh. Me gustan mucho también las fotos y la ambientación del bosque. Creo que has conseguido recrear la historia muy bien. Me gusta incluso más que la original. ¡Enhorabuena! Quedo a la espera del desenlace.
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