En el puente de mando la preocupación iba en aumento. La tormenta que en un principio parecía que se alejaba de ellos, ya la tenían encima. Peter necesitaba hablar con el Capitán.
Peter: Álvaro, busca al Capitán. Esto no me gusta nada...
Álvaro: Ahora mismo, señor.
El Capitán no tardó en presentarse en el puente de mando. Peter le resumió las novedades y lo peligroso de la situación.
Capitán Miller: Maldita sea, pensaba que nos libraríamos de la tormenta.
Peter: Lo peor son las olas, Capitán. Jamás había visto unas tan grandes.
Capitán Miller: Algunos pasajeros se están empezando a preocupar.
Miller observaba el radar preocupado. La cosa no pintaba nada bien. Ordenó un cambio de rumbo repentino y con ello sortearon algunas olas grandes. Intentaba alejarse de la tormenta, pero le resultaba imposible.
Mientras tanto, Blas llegó a su camarote muy enfadado. Le dolían los puños por los puñetazos que le había propinado a Caitlyn, pero le daba igual. Felipe estaba acostado en una de las camas, aunque no estaba dormido. El barco se movía mucho y tenía el estómago revuelto, así que fue directamente a vomitar.
Blas: ¡Buaaagggh! Me estoy mareando con tanto meneo.
Felipe: Mira por la ventana, estamos en mitad de una tormenta.
Blas: Paso, que me mareo más. Por cierto, buen puñetazo el que me has dado.
Felipe: Lo siento, pero es que te has pasado. No podía consentir que siguieses faltando al respeto a Demetria. ¿Que te ocurre en las manos?
Blas: ¡Le he dado una paliza a ese mariquita!
Felipe: ¿De quién hablas?
Blas: De Caitlyn.
Felipe: ¿Caitlyn? Pero si es una mujer...
Blas: ¡No lo es! Es un tío. Qué asco, y pensar que lo he tocado...
Felipe: Un momento. ¿Has pegado a Caitlyn?
Blas: Una buena paliza. Es un pervertido que se viste de mujer y se estaba riendo en mi cara. ¡Yo no soy mariquita!
Felipe: Has pegado a Caitlyn. No puedes caer más bajo.
Blas: ¡Que te digo que es un tío!
Felipe: Pues seguramente sea transexual, ignorante. ¿Crees que golpeándola solucionas las cosas?
Blas: Se lo merecía, por pervertido. Hemos tenido mala suerte. Yo con un tío que se viste de mujer y tú con una famobil monstruosa.
Felipe: ¡No hables así de ella! El monstruo eres tú, pegando a una clack.
Blas: ¡Es un tío! Te has vuelto tonto. Me has decepcionado, Felipe. Jano se pira dándome de lado y tú te pones del lado de un degenerado y una famobil fea de narices. ¡Eres un mal amigo!
La rabia de Felipe aumentaba con la potencia de la tormenta, que era cada vez más violenta.
Felipe: Pero Blas, ¿todavía no te has dado cuenta? Estás solo, nadie quiere estar a tu lado. Caitlyn vio algo en ti y le has recompensado dándole una paliza, eres repugnante. Insultas a las clacks y las utilizas, sin importarte sus sentimientos. Y a los amigos los tratas como súbditos, te ríes de ellos y te crees superior. Se acabó, no quiero volver a verte nunca más.
Blas: ¡Pues vete con la fea esa!
Las luces se apagaron y se encendieron unas de emergencia. Las olas eran muy grandes y la lluvia caía con mucha fuerza. Se repetían los truenos cada pocos segundos. Felipe agarró a Blas del cuello y lo empujó contra la pared.
Felipe: No vuelvas a hablar de ella en tu puñetera vida, ¿entendido? Eres basura.
Blas: Pégame otra vez. El único violento aquí eres tú.
Felipe soltó a su ex amigo y se fue del camarote a toda prisa.
Blas: ¡Esoo, vetee! ¡Maldito cobarde! ¡No te necesito para nada!
Se quedó mirando como Felipe se alejaba y aunque no quería reconocerlo, le dolió perder su amistad. De pronto, las Playgirls aparecieron por el pasillo y se acercaron a su puerta. Blas las miraba anonadado.
Asunción: Hola, guapiño.
Blas: Hola, chicas. ¿Os puedo ayudar en algo?
Justina: La verdad es que sí.
Blas: Estaré encantado de ayudar a tres preciosidades como vosotras.
Piedad: Las tormentas nos aterran. En una noche así, lo pasamos muy mal.
Blas: Vaya...
Blas tenía el estómago revuelto, pero disimulaba.
Asunción: ¿Podrías darnos un poco de amor en una noche tan oscura y tormentosa?
Blas: Por fin me sale algo bien. Claro que sí, preciosas. Una cosa, ¿no seréis transexuales?
Asunción: Oh, para nada. No te preocupes.
Blas: En ese caso, pasad. Os voy a dar todo el amor del mundo.
Asunción llevaba un cuchillo escondido en su espalda, Justina una cazuela y Piedad unas tijeras.
Asunción: Y nosotras a ti, amor.
Blas se quitó la ropa al instante. La mala experiencia con Caitlyn le había dejado a medias.
Justina: No pierdes el tiempo, ¿eh?
Blas: Claro que no. La vida es corta, muñeca.
Asunción estaba asqueada. Cada vez que recordaba a Caitlyn en el suelo, se ponía más furiosa. No lo matarían, pues no son asesinas, pero si que le asustarían para darle una lección.
Demetria y Gabi pasaban por ahí cuando escucharon los gritos de dolor de Blas.
Blas: ¡AHHHH! ¡Ahí no! ¡Auuu!
Asunción: ¿Te gusta? ¡Toma!
Blas: ¡Ahhhh!
Gabi: La gente tiene gustos muy retorcidos. ¿Qué estarán haciendo?
Demetria: Es el camarote de Felipe...vete a saber. Vamos, no quiero escucharlo.
Gabi: ¿Dónde vamos?
Demetria: Ami camarote. Estoy algo mareada con esta tormenta.
En el puente de mando...
Leire: Capitán, esto se está poniendo muy feo...
Capitán Miller: Tranquila, saldremos de esta.
Leire: Hay pasajeros muy preocupados. He intentado tranquilizarles, pero resulta difícil con lo que se mueve el barco.
Capitán Miller: ¡Rumbo 30 grados al este!
Peter: Sí, mi Capitán.
La tormenta empeoraba por momentos. Con cada ola gigante, el Capitán conseguía enderezar el barco y salvar la situación, aunque a duras penas tenía margen de maniobra.
Capitán Miller: ¡20 grados al oeste!
Peter: ¡Sí, mi Capitán!
Leire: ¿Eso que es? ¿¡Es un ola!?
Capitán Miller: ¡30 grados al norte!
Peter: ¡Sí, mi Capitán!
Leire: ¡Es demasiado grande!
Consiguieron sortear la ola, pero no contaban con que la siguiente era todavía más grande. El Capitán cogió el altavoz y habló para todos los pasajeros y tripulación.
Capitán Miller: Les habla su Capitán. Vamos a ser embestidos por una ola gigante. Agárrense fuerte dónde puedan y mantengan la calma. Es importante no perder los nervios. Les mantendremos informados.
Peter: Mi Capitán...
Leire: ¿Que hacemos, Capitán?
Capitán Miller: ¿Sabe usted rezar?
Leire: Sí...
Capitán Miller: Pues rece.
Duque miraba por las cristaleras la tormenta. Era un experto pirata, curtido en mil batallas en alta mar. Sabía que aquella no era una tormenta normal. Había vivido una parecida hacía años y el barco naufragó llevándose consigo la vida de muchos camaradas.
Duque: ¡Agárrense fuerte!
El crucero no fue capaz de soportar el golpe y volcó. Se quedó flotando de lado sobre las furiosas olas.
Con el golpe, el hombre misterioso erró su tiro. Todos cayeron sobre las puertas y las paredes laterales, que hacían ahora de suelo. Beatriz se golpeó en la cara contra un foco de luz. El Hombre misterioso se dio contra una puerta y gritó dolorido. Ignacio no se hizo daño y salió ileso.
Beatriz: Socorro...
Ignacio: ¿Qué está pasando?
Carlota quedó atrapada en la pared de un pasillo, a unos metros de altura de dónde estaban ellos. Miró aterrorizada a su alrededor. Estaba claro que el barco había volcado.
Donato: ¡Carlota!
Vio a Donato caminando desorientado. Caminaba pisando las puertas y cuadros que ahora hacían de suelo.
Ignacio: ¿Estás bien, amor?
Beatriz: No me toques, desgraciado...
Ignacio: No te enfades, amor. Le estaba mientiendo, no hablaba en serio.
Beatriz: Y un cuerno.
Donato: ¿Se encuentra bien?
Beatriz: Me duele el brazo.
Ignacio: Le han disparado.
El hombre misterioso se estaba recuperando del golpe.
Carlota: ¡Donato! ¡Aquí arriba! ¿Estás bien?
Donato: ¡Carlota! ¡Por todos los clicks! Estoy bien. ¿Puedes bajar?
Carlota: No lo creo...está muy alto.
Donato: Salta sobre mi, yo amortiguaré el golpe.
Carlota: Me da miedo...
Donato: Confía en mi.
Carlota saltó y Donato la agarró al vuelo. Su espalda protestó y un calambre recorrió todo su cuerpo. Seguramente se pasaría días dolorido...si sobrevivía.
Donato: Te tengo.
Carlota: Donato, pensaba que te había perdido.
Donato: Soy un viejo duro de roer.
Carlota: ¿Qué está pasando?
Donato: No lo sé, pero debemos salir de aquí cuanto antes. El barco se debe estar hundiendo.
Beatriz: ¡Mi hija! Tengo que encontrar a mi niña.
Ignacio: La encontraremos.
Hombre Misterioso: De aquí no se mueve nadie.
Donato: ¿En serio? ¡Se está hundiendo el barco! Podría dejar su cacería para más tarde.
Hombre Misterioso: Eso me da igual. Tengo que eliminar mi objetivo en las circunstancias que sean. Si el barco se hunde, no es relevante.
Carlota: ¡Maldito lunático!
Blas ya se había vestido y las chicas lo miraban enfadadas. Le habían maltratado un poco, haciéndole prometer que jamás volvería a hacer daño a una clack. Aunque lo prometió, decidieron contarle todo al Capitán, en contra de los deseos de Caitlyn. No se podía salir de rositas. En ese momento, el barco volcó y todos fueron a parar a la pared que daba a las ventanas. Piedad se había golpeado la cabeza contra el lavabo y le sangraba un poco. Justina y Asunción habían caído sobre los colchones y solamente estaban aturdidas. Blas tampoco había recibido muchos golpes.
Asunción: Hermanas, ¿estáis bien?
Justina: Sobreviviré...creo.
Piedad: ¿Qué carallo está pasando?
Asunción: ¡El barco se hunde!
Justina: Imposible...
La pared dónde estaba la puerta era ahora el techo, por lo que les era imposible salir. Blas miró las camas empotradas al suelo y las utilizó para escalar y llegar a la puerta.
Asunción: ¡Ayúdanos, por favor!
Blas: Primero subo yo.
Piedad: Me duele la cabeza...
Justina: Te has dado un buen golpe, hermana.
Blas llegó por fin a la puerta y salió.
Asunción: ¡Lo has conseguido!
Justina: Ayúdanos a subir, por favor.
Blas las miraba rabioso.
Blas: ¿Ahora quién se ríe?
Justina: ¡Vamos, no es momento de recriminar nada!
Asunción: Dame la mano.
Blas cerró la puerta y partió la llave en la cerradura, dejando la puerta inservible. Las chicas gritaron aterradas y le imploraban que las dejase salir, pero no pensaba hacerlo.
Blas: Hasta nunca, locas.
En la sala de fiestas, la gente gritaba asustada. Muchos estaban heridos, aunque de momento no había ningún muerto.
Agnes: ¡Artemisa! ¿Dónde estás?
Renzo: ¡Kim!
Kimberly: ¡Renzo, socorro!
Willy: ¡No veo a Emma!
Alicia: ¡Ayuda, estoy atrapada!
Otra ola movió al barco de tal forma, que finalmente quedó boca abajo. El golpe causó muchos daños en la estructura del crucero, inundando algunas zonas. Muchos pasajeros murieron por los golpes y otros ahogados. Se declararon muchos incendios que nadie podía apagar.
Los que en ese momento estaban en la sala de fiestas, tuvieron suerte. La sala no salió dañada y el agua no entraba. Por el momento, las cristaleras aguantaban.
Se escuchaban gritos de dolor, gente llorando y muchos pasajeros llamando a sus seres queridos. Estaban desorientados y muy asustados. Caminaban por el techo, junto a las lámparas que todavía proporcionaban luz. La electricidad seguía funcionando, aunque no duraría demasiado.
Izan se asomó por los ventanales y vio cómo el agua golpeaba los cristales. Podía ver gente fuera, ahogándose bajo el agua. Desaparecían junto a maletas, mobiliario de las terrazas y objetos en la oscuridad más profunda. Una clack imploraba ayuda, pero él no podía hacer nada por ella. La vio luchar contra las olas hasta que finalmente, desapareció. Tenía que encontrar a Alicia y salir de ahí cuanto antes. El barco se estaba hundiendo.
Continuará...