martes, 14 de octubre de 2014

Piratas en el tiempo: Capítulo 02 - No soy débil

Año 1770

Es posible que no entendáis que se pueda ser feliz siendo pirata, arriesgando la vida cada día. Yo lo era, muy feliz. Mi padre era un capitán severo pero al mismo tiempo cuidaba a sus hombres e intentaba cubrir todas sus necesidades. Yo le admiraba y respetaba. Siempre observaba cómo trataba a sus hombres y su forma de solucionar conflictos y situaciones peligrosas. Me defendió en muchas ocasiones a lo largo de todos aquellos años. Algunos piratas intentaban ganarse mi confianza y aprovecharse de mi inocencia pero mi padre siempre se adelantó a sus perturbados planes. Todos ellos fueron ejecutados para dar ejemplo y dejar bien claro que yo era intocable.


Para sobrevivir a aquella vida de continuos peligros debía aprender a defenderme. Mi padre junto a Piff y Visto (otro de sus hombres de confianza) me enseñaron múltiples trucos y formas de vencer a mis adversarios, ya sea armada o desarmada. Ya era una mujer adulta, con mis 20 años cumplidos me sentía realizada y completamente feliz. Aquella tripulación se convirtió en mi familia. A veces recordaba a mi madre como si de una mala pesadilla se tratase. Me tentaba viajar y hacerle una visita para restregarle que había conseguido mi propósito, ser una pirata libre y respetada.  Mi padre me quitaba siempre esa idea de la cabeza "no es bueno para ti que veas a esa mujer, Diana. Era tu madre pero nunca actuó como tal. Debemos pensar que está muerta, es lo mejor ". Aunque hacía muchos años desde que Tommy murió y vi por última vez a Margaret, los recordaba con cariño todos los días.


Tenía ansias por aprender y absorbía como una esponja las enseñanzas de mi padre y sus camaradas. Tuve que ser valiente y poner a raya a todo aquel que me ponía en entredicho. Si bajaba la guardia me podían considerar débil y no tendría posibilidades de ser capitana. Aquellos años estuvieron repletos de buenas experiencias y grandes aventuras. Buscamos tesoros ocultos en islas desiertas, derrotamos a seres monstruosos y luchamos contra enemigos venciendo en casi todas nuestras batallas.




En un barco que abordamos encontré un pequeño gato naranja que me cautivó. Estaba asustado oculto entre unas cajas y no pude evitar llevármelo conmigo. Lo cuidé hasta que creció y se convirtió en un gato atrevido y travieso al que a todos les gustaba acariciar. Le llamé Charlie, en honor a aquel adorable hombre del que tan buenos recuerdos guardaba. Prácticamente vivía en aquel barco y pocas veces solía pisar tierra firme. A bordo del Fantasía me sentía libre como un pájaro, sin ningún tipo de ataduras. 


Supongo que la vida son etapas y hay que adaptarse a ellas lo mejor posible. Recuerdo aquel día porque fue el último de aquella etapa en la que fui feliz junto a mi padre. Me encontraba en cubierta, disfrutando del sol junto a Charlie, que me lamía la mano cariñoso. Garfio, un pirata serio y poco hablador me observaba desde la sombra. Era un click muy reservado y casi no se relacionaba con los demás. A mi me ponía nerviosa sus extrañas y continuas miradas. Tigre, nuestro vigía, nos alertó de la presencia de un gran barco. Con su catalejo lo veía acercarse a nosotros a gran velocidad.

¡Barco a la vista! - Todos escuchamos la voz de Tigre alertando del posible peligro. 


Se trataba del barco emperatriz, del Capitán francés Gautier Arcens, un antiguo enemigo de mi padre y de todo pirata del Playmundo. Perseguía a los piratas y a los que no mataba los llevaba ante la justicia francesa. Si te capturaba de nada servía rendirse, siempre nos consideraban culpables y nadie se había librado de la horca...a excepción de los traidores. Quisimos enfrentarnos a ellos y terminar de una vez por todas con su constante amenaza. Gautier subió al Fantasía y desenvainó su espada Mi padre hizo lo mismo, dispuesto a enfrentarse a su eterno enemigo.

- Por fin te tengo frente a mi. ¡Llevo años esperando este momento! - Dijo mi padre furioso.
- Magdito pigata, ¡La hoga de tu muegte ha llegado! - Las palabras de Gautier enfurecieron todavía más a mi padre, que se abalanzó sobre el francés sin compasión. 
- ¡Acabaré contigo, Gautier!

Los soldados franceses abordaron el barco, luchando contra nuestra tripulación. No podía evitar estar preocupada por mi padre. Hacía días que lo veía más débil y cansado. Aunque me habría gustado esconderle en el camarote para que no sufriese ningún daño, él jamás lo habría consentido. "El día que muera, espero hacerlo luchando con la espada en la mano y no en una cama esperando entre dolores la muerte" me dijo en una ocasión. Mientras combatía contra un soldado, observaba a mi padre y a Gautier blandir sus espadas con gran maestría.



Conseguimos vencer a los franceses y estos abandonaron nuestro barco para escapar en el suyo. No sé cómo ocurrió, a pesar de estar atenta, pero ocurrió. La espada de Gautier se clavó en el torso de mi padre. Cuando vio que nos acercamos para impedir que lo rematase, saltó del barco y desapareció. Me agaché inmediatamente para intentar ayudarle pero era una herida mortal. Toda esa sangre de mi padre en el suelo me causó tal impresión que por un momento casi pierdo la consciencia. No podía desmayarme como una estúpida y sensible mujercita, así que me esforcé por aparentar tranquilidad. 

- ¡Capitán! ¿Está bien? - Piff estaba muy preocupado. No era solo su capitán, también era su amigo.
- Esa herida no tiene buena pinta - dijo Visto en contestación.
- La he jodido. - Me sorprendió que pudiese hablar. Aquello me proporcionó unas vagas esperanzas. 
- Padre, se pondrá bien.
- Hija mía, creo que de esta no me libro. Necesito una buena copa de ron - Entre todos bajamos a mi padre al camarote y lo tumbamos en la cama. Ordené que saliesen todos menos Visto, él me transmitía confianza y en esos momentos la necesitaba.




Charlie nos observaba en silencio. Parecía saber que algo realmente grabe había ocurrido y debía guardar las distancias. Eché ron en la copa y se la puse en los labios a mi padre. Bebió a duras penas y tosía cuando tragaba.

- Diana, mi niña. Siento que tengas que vivir todo esto...me gustaría haberte dado una vida mejor - Aquellas palabras me dolieron profundamente. Yo me sentía la hija más afortunada del mundo y no deseaba otra vida que no fuese aquella.
- Padre, me ha dado la vida que siempre quise. No hable así, se recuperará. Nadie puede con el Capitán Pain. - Hasta ese momento había pensado que mi padre era invencible, que no había nada ni nadie capaz de acabar con él. Junto a él me sentía protegida, querida y sin motivo para tener miedo por nada.
- Debes aceptar que me muero y no hay nada que se pueda hacer.
- Eso no es cierto, ¿verdad, Visto? - Lo miré con ojos suplicantes pero en su rostro pude ver que mi padre estaba en lo cierto.
- Eres la hija que todo hombre desearía tener.  Estoy orgulloso de ti.
- Padre, no se muera, por favor...¡Debes luchar!
- Visto, confío en que apoyes y ayudes a mi hija en todo cuanto necesite - Visto asintió con la cabeza - Por favor, déjanos solos. Deseo despedirme de mi hija.
- Ha sido un honor servirle, Capitán. - Se dio media vuelta y se marchó dejándonos solos.



- Hija, escucha atenta lo que tengo que decirte. - Apretó los dientes y de su boca salió sangre. Tenía una gran hemorragia interna.
- Padre...
- Nos han traicionado. No te fíes de nadie hasta que averigües quién es el traidor. Alguien les dijo cual era nuestro rumbo.
- Eso no es posible, ¿quién sería capaz?
- Todavía tienes mucho que aprender. Tú serás la nueva capitana de este barco, no creo que encuentres mucha oposición. Eso puede cam...¡Ah! - El dolor le impidió seguir hablando.
- ¡Padre! - No pude aguantar más y me puse a llorar. Aquello era demasiado duro para mi.
- Que no te vean llorar, si flaqueas ellos se aprovecharán. Eres una mujer y debes demostrar mucho más que un hombre. Se fuerte, sé que lo harás bien. 
- Padre, no podéis moriros.. - A pesar de las palabras de mi padre, no podía dejar de llorar.
- Diana, soy feliz. Muero de la mejor forma que un hombre puede morir, herido en batalla. Mi único pesar es no haber dado muerte a Gautier...ese bastardo...
- Juro que vengaré vuestra muerte, padre. Lo encontraré y lo mataré - Estaba tan furiosa que tenía ganas de salir y gritar.
- Esa es mi chica. Que no te ciegue la ira, hazlo con la cabeza bien fría. Sé que acabarás con ese bastardo. Mi...dulce...niña...- Expiró y murió ante mis ojos.

Me abracé a él llorando, sabiendo que aquella sería la última vez que le abrazaría y la última en la que me podría permitir llorar.


Me tomé unos minutos para tranquilizarme y recuperar la compostura. Me limpié las lágrimas y salí al exterior. Toda la tripulación estaba reunida a la espera, desesperados por saber. Cuando me vieron salir con mi sombrero azul, a juego con mi traje y portando mi espada, supieron que salía como capitana del Fantasía. Guardaron silencio y me observaron atentos.

- El Capitán ha muerto. Yo seré la nueva capitana de este barco, ¿alguien más se ofrece como candidato? Entre todos podremos decidir. - Todos guardaron silencio, aunque supe que algunos me darían problemas en un futuro. - Tenemos el deber de vengar la muerte de nuestro Capitán. ¡Todos a sus puestos!



Año 1771

Pasó un año desde la muerte de mi padre. Me convertí en una Capitana respetada y temida por todos. Muchos fueron los que intentaron ocupar mi lugar en el barco pero ninguno lo consiguió. Recordaba las palabras de mi padre, esperando averiguar quién nos había traicionado, pero todos los que montaban motines en mi contra me parecían muy poco inteligentes. Esa persona se mantenía en la sombra, mandando a pobres incautos a enfrentarse a mi. 

Estábamos de celebración, habíamos conseguido gran cantidad de ron y comida de un barco que lo transportaba. Además de alimentos, encontramos objetos de valor que podríamos vender al llegar a puerto. Todo el mundo bebía y comía cantando canciones que hablaban del amor, las mujeres y el buen ron. Yo tomaba una copa de ron junto a Visto, mi hombre de confianza.

- Necesitábamos este golpe de suerte. Los hombres estaban desmotivados - me confesó Visto.
- Cierto. No hemos tenido suerte estos últimos días.Ya hace un año que murió mi padre - No me gustaba demasiado hablar sobre mis sentimientos, por miedo a que me considerasen débil y por vergüenza, pero Visto me inspiraba mucha confianza. - Le echo de menos.
- Capitana, su padre estaría orgulloso. Lo está haciendo muy bien.
- Gracias, Visto.Bueno, no deseo que hablemos de penas. Debemos disfrutar de la fiesta - le dije con una sonrisa forzada.



Piff había encontrado el amor junto a Estrella de Fuego. La llamaban así porque antes de ser pirata trabajaba en un circo ambulante. Jugaba con el fuego haciendo malabares de una forma asombrosa. Se introducía un hierro hirviendo en la boca y no se quemaba.  Besaba el fuego y lo acariciaba como si de un lindo e inofensivo animal se tratase.

- Juega con mi fuego, preciosa - Piff sentía verdadera pasión por ella.
- Eres más peligroso que un gran incendio, ¡eres puro fuego!


Otro de los integrantes de mi tripulación se llamaba Maestro. Lo contraté sin dudarlo cuando comprobé de las cosas que era capaz de hacer. Meditaba horas a veces sentado y otras en las posturas más increíbles. Era un hombre muy inteligente que con el poder de la mente y el espíritu era capaz de hacer movimientos sorprendentes, mortal para todos sus contrincantes. Era reservado pero educado y justo en sus decisiones. Todo el mundo le respetaba.


Pechuga era nuestro cocinero, un click totalmente distinto a Maestro. Era torpe, bruto y hacía las cosas sin meditar ni un segundo. Le llamaban así por su afición a la comida. Debido a su pasión por la comida era un click muy corpulento, aunque no por eso era débil y lento. Le gustaba cantar y beber junto a Calzones, nuestro chimpancé. Desde muy pequeño Calzones hizo buenas migas con Pechuga y eran amigos inseparables. 

- ¡Viva las clacks y el ron! ¡Los mejores placeres de la viidaaaa! Venga Calzones, ¡todavía te queda media botella de ron! - Calzones miró su botella sorprendido y siguió bebiendo a más velocidad. - ¡Ese es mi mono!


Tigre era adorable. Sabía que le gustaba, que se derretía por mis huesos, pero jamás se había insinuado. Le daba miedo mi reacción. Muchos habían sufrido mi ira tras declararse. No es que me molestase una declaración de amor, pero sí que se sintiesen con el derecho a poseerme como si de un objeto se tratase. Junto a Tigre estaba Spuá. Era una mujer bruta y muy desagradable. Odiaba lavarse, así que su olor corporal era nauseabundo. No es que los demás oliesen a rosas, pero su olor era especialmente insoportable. A pesar de todo, era una clack valiente y una fantástica luchadora.

- Se te van los ojos tras la capitana, ¡céntrate muchacho! Es mucha clack para ti. Cuando lleguemos a puerto podrás buscar una a tu medida. En la taberna siempre hay clacks dispuestas.
- Nuestra Capitana es una diosa...Quizás algún día me declare - dijo esperanzado.
- Que poco valoras tu entrepierna, ¿no recuerdas lo que le hizo al Garrafas? Me pasé días riendo como una loca recordando aquel pobre diablo corriendo desnudo por cubierta con las pelotas moradas e hinchadas como bolas de cañón - Tigre recordó la escena y comenzó a sudar.


Magdalena era una preciosa pirata que llevaba pocos meses con nosotros. Existían pocas mujeres en el mundo de la piratería y quería cambiar las cosas contratando a clacks. Era rápida y silenciosa, muy útil en situaciones en las que no se podía utilizar la fuerza bruta. Su piel morena y ese pelo rubio y largo atraía a todo click. Levantaba pasiones en la tripulación pero sabía defenderse muy bien sola. Junto a ella, cantando y dando palmas se encontraba Ronald. Era inglés y aunque no destacaba particularmente en nada, todos lo consideraban un buen pirata. 


Otro de mis hombres se llamaba Saltarían. Era capaz de saltar distancias sorprendentes y aunque le faltaba un brazo y en su lugar tenía un garfio, era un experto manejando cuchillos. Julio era algo parecido a un médico. Sabía curar heridas y las cosas más básicas y eso para nosotros era muy importante. Le faltaba un ojo pero eso no le impedía leer para aprender más cosas sobre el cuerpo humano y la medicina.


Garfio me observaba junto a Darío, un elegante pirata que llevaba dos escasas semanas con nosotros. Fue Garfio quién me convenció para contratarlo. No me terminaba de causar buena impresión. Siempre que me daba la vuelta lo descubría observándome seriamente. Parecía estar aprendiendo de Garfio, los dos se comportaban igual. Aquel día, Darío estaba tramando algo.

- Ahora o nunca, Darío - le dijo Garfio sin dejar de mirarme.
- ¿Está seguro de que los demás me apoyarán? Parece que todos aprecian a la Capitana - le preguntó inseguro.
- Es una mujer, no debería ser la capitana. Tú le gustas y caerá rendida a tus pies, ya lo verás.
- Estoy deseando tomarla y hacerla mía - sus ojos reflejaban lujuria y deseo.



- Atención. - Todos dejaron de cantar y bailar atentos a lo que Darío quería decir. Me miró sonriente - La Capitana es mía. 
- ¿Te has vuelto loco? - Le pregunté atónita.
- Ahora eres mía, me perteneces. Yo seré el Capitán de este barco y estarás bajo mis órdenes. Estoy seguro que todos entenderán que una mujer no es capaz de ejercer un puesto de tanta responsabilidad, necesita a un hombre que le asesore. Yo seré un buen Capitán y os prometo oro y gloria. 
- Has perdido al cabeza. Soy tu capitana y te ordeno que desistas de esta locura o te atengas a las consecuencias - le advertí acariciando mi espada. Darío era un hombre fuerte, así que me preparé.
- ¡Eres una mujer! Yo te enseñaré lo que un hombre es capaz de hacer.


Desenvainó su espada  y rápidamente me le puso al cuello. Todos observaban la escena impacientes. Nadie me ayudaría, debía demostrar que era capaz de defenderme yo sola, que era digna de ser su capitana. 

- Ahora yo soy tu capitán y harás todo lo que te ordene. Baja al camarote y desnúdate - me miró los pechos y eso terminó con mi paciencia.


Desenvainé mi espada con sutileza y de un certero golpe en el estómago conseguí cambiar las tornas. Ahora era él quién tenía una espada en el cuello. Me miraba sorprendido y preocupado. Sabía que lo mataría, no podía dejarle vivir después de la humillación a la que me había sometido.

- Eres habilidosa con la espada - el sudor recorría su frente. Intentó zafarse de mi pero aumenté la presión de mi espada en su cuello y dejó de resistirse. - ¿A que esperas? ¡Mátame de una vez por...! - No dejé que terminase la frase. Lo degollé rápidamente y lancé su cuerpo al agua.



Me di la vuelta y miré a mis hombres. Todos guardaban silencio, temerosos de decir o hacer algo inadecuado. Les sonreí limpiando la sangre de la espada en mis botas.

- ¿Que miráis? ¡Que siga la fiesta! 

Todos estallaron en gritos de alegría y no tardaron en seguir bebiendo como si nada hubiese sucedido. Todos excepto Garfio, que se lamentaba del fracaso de su plan por quitarme de en medio. Yo en esos momentos no me daba cuenta, así que disimuló cantando y bebiendo ron.

- Capitana, ha estado fantástica - Magdalena estaba fascinada por mi actuación. Yo en realidad no me sentía tan bien. Había matado a uno de mis hombres y no disfrutaba con ello.
- Gracias, Magdalena - le sonreí disimulando - Nunca titubees en una situación así. Las clacks debemos estar más atentas y no podemos bajar la guardia. No te quedes ahí plantada, ve y disfruta de la fiesta.



Pasados unos días, Tigre nos alertó de la proximidad de un barco. Miré por el catalejo, deseando que se tratase de La Emperatriz, el barco de  Gautier Arcens. Durante todo aquel tiempo lo intenté localizar sin éxito y ansiaba vengar la muerte de mi padre. Descubrí que no era La Emperatriz pero se trataba de el Orca, el barco de una Capitana pirata con la que me llevaba muy bien. Habíamos luchado juntas en varias ocasiones y era algo así como una amiga.

- Es el Orca, el barco de la Capitana Brandy - les informé.
- Hacía tiempo que no sabíamos nada de ella. Seguro que deseará venir a veros - me dijo Visto.
- Así es, se acerca en barca a nosotros junto a dos de sus hombres.




Brandy no tardó mucho en llegar. Estaba acompañada de una atractiva mujer, de pelo moreno y sensual mirada y de un click chino que lucía un pelo largo y negro. Me sorprendió ver a Brandy con unos kilos de más, pero seguía siendo una clack igual de bella.

- ¡Diana! - Exclamó cuando subió a cubierta. Nos abrazamos felices por volver a vernos. - Siento mucho lo de tu padre, era un gran hombre.
- Gracias, Brandy. Tenía ganas de volver a verte.
- Yo también. No sé cómo lo has hecho pero todos hablan de ti. 


- Tuve un gran maestro - le dije orgullosa.
- Te presento a Xira y Jin. 
- Sentíos como en vuestro barco. Ordenaré que os traigan algo de comer y beber.

Tigre no podía dejar de mirar a Xira. Ella tampoco le quitaba ojo de encima, parecía que se habían gustado. Xira no era una clack tímida, así que se acercó a Tigre decidida. 

- Tienes algo caliente para entrar en calor, guapo - se lo dijo al oído, con una voz sensual.
- Cla-cla-claro... - Estaba tan nervioso que no atinaba ni a pronunciar una sola palabra.
- Vamos, Brandy. En mi camarote podremos hablar más tranquilas.- Nos dirigimos a mi camarote dejando a Tigre y Xira acaramelados.
- Sí, estos dos necesitan algo de intimidad. 




A Jin le llamó la atención lo que estaba haciendo Maestro. Con tan solo la fuerza de sus pies, se encontraba como si de un murciélago se tratase colocado boca abajo en el mástil de la vela cebadera. Unos cuantos tiburones se arremolinaban mirando a tal sabrosa presa, tan cerca pero tan inalcanzable. 

- ¿Que hace? - Le preguntó a Magdalena.
- Está meditando.
- ¿Cómo es posible que se mantenga sólo con los pies? - Aquello le parecía imposible.
- Con Maestro todo es posible.

Jin quiso inmediatamente conocer a aquel hombre, aprender de él. No lo dudó un instante y se colocó a su lado. Era un hombre fuerte y los primeros segundos aguantó sin rechistar, pero pronto comenzaron los dolores.




- ¡Ahh! ¿¡Cómo lo hace!? ¡Duele! - Se quejó Jin.
- El dolor no existe, querido alumno. Todo está en tu cabeza. No pienses, actúa. Deja tu mente en blanco, elimina las influencias de tu cuerpo físico - Dijo aquellas palabras sin mostrar signos de estar cansado.
- Lo in-in-tentalé.


Saqué una de mis mejores reservas de ron y le serví una copa a Brandy. Ella lo agradeció bebiéndose todo el ron de una asentada y con gestos me pidió otra. 

- Delicioso. Estaba sedienta - dijo mientras le servía otra. - Dime, ¿no tienes una isla para tu tripulación?
- ¿Una isla? 
- Así es. Yo tengo una y allí es dónde descansamos cada vez que necesitamos hacer un alto. Deberías hacerte con una.
- No sabría dónde buscar...
- Es fantástico disponer de una isla para ti sola. Mis hombres están encantados. Oye, ¿Porqué no te vienes y te la enseño? Es un lugar paradisíaco - Ya se había terminado la segunda copa y ella misma se sirvió la tercera.
- Ahora mismo debo ir a puerto para vender algunas cosas pero me podría pasar después. - La idea de tener una isla para mi sola me parecía muy tentadora.
- Fantástico. No podrás encontrarla si no te doy las coordenadas, te las apuntaré para que no se te olviden. No se las digas a nadie, es una isla difícil de encontrar y quiero que siga siéndolo. 
- No te preocupes.



- Te presentaré al resto de mi tripulación y a uno es especial, Hércules. - Le brillaron los ojos cuando pronunció su nombre.
- ¿Que tiene de especial?
- Todo. Hércules es puro hombre, macho entre todos los machos. Es varonil, tremendamente guapo, irresistible.
- Brandy, parece que te has enamorado de ese hombre - Dije sonriente. Me hacía gracia escucharle hablar de esa forma.
- No exagero, amiga mía. Ese hombre es tan guapo que llevo días sin poder pensar en otra cosa que no sea él. Tiene un cuerpo musculoso, perfecto. Por no hablar de su culo...
- ¡Brandy! Ese hombre te tiene hechizada - No sabía si era por sus palabras o por las dos copas que me había bebido pero no pude evitar echarme a reír.


- Cuando vengas a mi isla te lo presentaré. Te demostraré que no exagero...¡Hércules, gran dios de culo perfecto y cuerpo pecaminoso! - Las dos nos reíamos sin parar.
- Cuanta lujuria, Brandy. Casi no te reconozco.
- Hércules me ha cambiado, amiga mía. Ya verás, cuando lo veas entrarás en un estado de lujuria constante - Seguimos riendo y bebiendo. Hacía tiempo que no me lo pasaba tan bien - Deja que te apunte las coordenadas antes que me emborrache.

Garfio escuchaba nuestra conversación, atento a cada una de nuestras palabras. Tenía nueva información para transmitir a sus nuevos amigos. No le importaba traicionar de nuevo a sus camaradas. Debía hacerse con las coordenadas de esa isla, estaba seguro que por ello le darían una buena recompensa. 



Continuará...

2 comentarios:

  1. Me encanta esta historia, sobre todo siendo consciente de cuánto valor tiene para ti, de que forma parte de tu pasado y que no podrás olvidarla nunca. Se nota que para ti es muy importante escribirla y transmitírnosla, pues la escribes con una especial sensibilidad y una gran maestría. A veces me olvido de que lo has escrito tú y de pronto regreso a la realidad y me parece que estoy leyendo una de esas historias antiguas que han sobrevivido al paso del tiempo. Me gusta mucho cómo está contada, las palabras que utilizas para expresar los sentimientos y los hechos, la forma en que mueves los hilos y vas desvelando los sucesos. me tiene totalmente enganchada. Diana me cae muy bien y me he reído cuando ha matado a Darío apenas sin esfuerzo. Sólo faltaba que preguntase: ¿alguien más quiere atreverse a desafiarme? Pero no, ha dicho: ¡que siga la fiesta! Aunque es bonito saber que sus palabras no desvelan sus sentimientos. Tiene un mundo interior muy grande que calla para hacerse respetar. Eso me recuerda inevitablemente a nosotros mismos, cuando conocemos a una persona e intentamos esconder la gran parte de nuestros sentimientos para no parecer cursis o cuando nos cuesta revelar lo que nos gusta hacer. Por ejemplo, a veces tardo mucho en confesar que he escrito una novela larguísima. Diana es igual. A veces nos creamos una máscara para defendernos inconscientemente de la realidad, la que a veces es dura e insoportable. Gracias por escribir esta historia y sobre todo por compartirla con nosotros. ¡Ahora estamos a la espera de ver cómo reacciona Diana ante ese hombre divino llamado Hércules!

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  2. Como te ha dicho Sinéad, se nota que esta historia es para ti muy especial y la escribe con una sensibilidad muy especial que logra transmitir ese cariño por cada uno de los personajes. Me encanta como está caracterizado cada uno de ellos.
    La muerte del padre de Diana ha sido un poco triste pero estaba claro que él tenía que morir, para que Diana llegara a capitana. Ahora tiene un destino con una venganza que cumplir.
    Diana es una clack de armas tomar. Me ha impresionado que haya degollado así, sin casi dudarlo a Darío. Lo que ha dicho Darío desde luego era para matarlo pero me ha dado cosilla, era un pirata realmente guapo y parecía más bien una marioneta en manos de Garfio.
    La llegada de Brandy al barco ha aportado nuevas risas y alegrías. Me hace gracia como Maestro se ha enganchado y el pirata chino ha querido aprender de él. Y Tigre parece que ha encontrado a una clack especial. Me cae muy bien, Tigre. Me ha gustado ver cómo era su aspecto antes. Yo lo conozco con su aspecto actual y siempre me ha caído muy simpático. Además se fijó en mi Duclack y le levantó el ánimo cuando estaba de bajón.
    Las dos piratas se ve que son muy buenas amigas. Y me ha hecho mucha gracia como describe a Hércules, con ese culo irresistible, jajajajajaja. Hércules va a ser un personaje muy importante. Estoy deseando que entre en acción y que consigan su propia isla y se venguen de Gautier... ¡Y tantas aventuras como les quedan por vivir! Para mí es también mágico poder conocer esta historia y así conocer una parte de ti tan importante. Gracias por compartirla.

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