La operación había sido
todo un éxito. Hafida, Simbat y Ben esperaron impacientes las horas que duró la
compleja operación. Cuando les informaron que todo había salido bien, Hafida
lloró de felicidad. Al día siguiente pudieron ir a visitar a Hasine. Hafida llevó una
cajita de dulces árabes. Al entrar, encontraron a Hasine despierto. Sin que el
personal médico se percatase, colaron a Swity en la habitación.
Hasine: ¡Sobrina!
Hafida: Tío, ¿cómo estás?
Hasine: Me siento como
nuevo, ¡mejor que nunca!
Hafida: Soy tan feliz…mira, una cajita de dulces, de los que te gustan. La enfermera dice que solo puedes comer uno al día.
Hasine: Gracias, Hafida.
Hacía semanas que no conseguía sentirse tranquila, relajada. Siempre preocupada por la salud de su tío, pensando en que lo podría perder para siempre en cualquier momento. Ese nudo que tenía siempre en la garganta desapareció cuando le escuchó hablar. Volvía a ser el de siempre. Se abalanzó sobre él y le abrazó con cariño. Intentaba no llorar, pero estaba tan feliz que no pudo remediarlo.
Hasine: Mi Hafida, mi querida sobrina. No llores, ya estoy bien.
Hafida: Tenía tanto miedo a perderte...
Swity se subió a la cama
y comenzó a saltar contento. Cuando vio la caja de de dulces, se los quitó a
Hasine y fue a comérselos apartado.
Hasine: ¡Swity! ¡Eres un mono ladrón!
Hafida: ¡Swity! Dame los
dulces, no seas malo.
Hasine: No, deja que se
los coma. Disfruto viendo a Swity comer.
Ben: Señor Hasine, me
alegra profundamente que se encuentre bien. De aquí unos días, podrá volver a
su casa.
Hasine: Soy un hombre
bruto, sin educación. He nacido en el desierto, entre palmeras y camellos. No
sé expresarme como hacen ustedes, los de la gran ciudad, pero quería darle las
gracias. Me ha salvado la vida. Siento haberle juzgado sin conocerle…
Ben: No se disculpe, no
tengo nada que perdonar. Ahora a recuperarse, Hafida le necesita.
Simbat: Con usted no hay
quien pueda. Me alegra mucho que todo haya salido bien.
Hasine: No te miento se
te digo que pensaba que de esta no saldría…esto es un milagro.
Simbat: Es usted muy fuerte. Me gustaría
comunicarle algo importante. Hafida y yo estamos saliendo juntos. Estamos
enamorados.
Hasine: ¡Ya era hora!
Llevo años esperando este momento, ¡yo en mis tiempos no me lo habría pensado
tanto! Hacéis buena pareja. Siempre supe que vuestro destino era estar juntos.
Hafida: ¿Qué más le puedo
pedir a la vida? Soy completamente feliz.
Simbat: Yo también lo
soy, amor mío.
Se abrazaron con pasión.
Hasine observaba atento la escena. Se sentía muy feliz, ahora su sobrina no se
sentiría tan sola si a él le sucedía cualquier cosa en un futuro.
Hasine: Ya que estáis en
la gran ciudad, ¡salid por ahí! Sobrina, enséñale a Simbat las maravillas de la
civilización. Yo estaré bien, aquí me tratan como a un Rey.
La pareja hizo caso a
Hasine. Simbat no había visto cómo era la gran ciudad, así que Hafida le enseñó
todo aquello que a ella le pareció interesante. Comenzaron por ir al cine.
Aunque Simbat sabía que existía y veía la televisión local en un bar cercano a
su casa, jamás imaginó que se vería tan bien. Fueron a ver una de robots que se
transformaban en todo tipo de vehículos. A Hafida no le gustó en absoluto la
película, le pareció aburrida y sin sentido. Sin embargo a Simbat le pareció
tan fantástica que la vieron una segunda vez. En la segunda proyección Hafida
no lo pudo evitar y se quedó dormida.
Hafida estaba segura que
a Simbat le gustaría ver con sus propios ojos los bosques de Wensuland.
Acostumbrado al desierto, aquellos bosques le parecieron el paraíso.
Absolutamente todo le entusiasmaba. Los verdes e imponentes árboles, los
pequeños animales que allí vivían, los ríos y la extensa y colorida vegetación.
Disfrutaron de aquellos paisajes y allí comieron sentados en la hierba.
Sabía de la pasión de
Simbat por el fútbol. Su sueño siempre había sido convertirse en un gran
futbolista y jugar en uno de los mejores equipos del Playmundo. Aunque aquello era un
sueño difícil de cumplir, se le ocurrió una idea. Fueron a unos de los campos
de fútbol de la zona y se llevó un balón. Se puse de portera y lo retó a que
intentara meterle un gol. No es que se creyese buena como portera (nunca había
jugado al fútbol), pero sabía que eso le apasionaba. Ben y Swity vinieron para
animarlos. Aunque puso todo su empeño, era excesivamente mala. Simbat acertó
con todos sus tiros a portería y Hafida no tuvo más remedio que darse por
vencida.
Otro lugar que sabía que
gustaría a Simbat era el Zoo. Fueron al más famoso, el Zooparque. No solo
disfrutaron de la gran variedad de animales que allí vivían (todos cuidados con
mimo y dedicación), también disponía de una gran cantidad de espectáculos y
atracciones. Simbat se fascinó al ver a las cebras y preguntó a Hafida si era
posible comprar una y llevársela a casa.
Hafida: No están a la
venta…piensa que estos animales están en sus casas y nosotros somos sus
invitados.
Simbat: Que pena…me
gustan estos caballos a rayas.
Aunque a pesar de no
tener mucho dinero comían bien en su país, quería que Simbat probase los
distintos alimentos de la gran ciudad. Hafida quedó fascinada por la pizza. La
había probado de piña, champiñones y a los cuatro quesos. Llevó a Simbat a la
más famosa de la cuidad y pidieron una para compartir.
Simbat: El hijo del
frutero me habló de la existencia de esta extraña comida, pero pensaba que se
trataba de una de sus bromas. ¿Estás segura de que esto estará bueno?
Hafida: Confía en mí.
Pruébala, ya verás.
Pegó su primer bocado y
tras saborear la pizza un buen rato con los ojos cerrados, habló.
Simbat: Vamos a necesitar
otra de estas, ¡está deliciosa!
Una noche salieron a
pasear por un lugar tranquilo. Aunque las farolas iluminaban su camino,
las estrellas luchaban por resplandecer. Se sentaron en un banco y escucharon los pájaros cantar una melodía que no habían escuchado nunca.
Simbat: ¿Qué pájaro es el
que canta así? Jamás había escuchado algo tan mágico y misterioso.
Hafida: No lo sé, pero me
gusta escucharlo. Aquí las estrellas apenas se ven...que pena.
Simbat: Es cierto.
¿Recuerdas las veces que las hemos visto subidos en el techo de tu casa?
Hafida: Sí, con esa brisa fresquita tan característica del desierto. No cambiaría esos momentos por nada del mundo.
Simbat: Yo tampoco. Hafida, te amo con locura.
Hafida: Simbat, mi amor. Prométeme que siempre estaremos juntos, que nada nos separará.
Simbat: Te lo prometo. Estaremos siempre juntos.
Se besaron con pasión y se abrazaron fundiendo sus cuerpos en uno.
En el hotel…
Marta se disponía a
limpiar una de las últimas habitaciones que le tocaba. Al abrir, encontró a
muchísimas niñas saltando y gritando por toda la habitación. Tenían una radio
con la que escuchaban una de las canciones de moda.
“Clickas del amor,
sentimientos apasionados del corazóooon,
Sensaciones al
descubierto por amoooor,
Clickas del amoooor,
Clickas del amoooor”
Era el último éxito de
Clingo, su novio. Esa canción se escuchaba en todas partes y lideraba el número
uno en diversas listas musicales. Tanto era así que había conseguido el disco
de oro. Marta hacía meses que no lo veía, incluso no podían hablar mucho por teléfono.
Marta: Niñas, tengo que
limpiar esta habitación…
No la escuchaban, seguían
saltando y gritando al ritmo de la canción de Clingo. Marta escuchaba la voz de
su novio cantando esa melodía y no pudo más. Sentía que se mareaba, todo le
daba vueltas.
Marta: ¡Niñas! Os lo
ruego…
Chelo encontró a Marta
agarrada al marco de la puerta a punto de caer al suelo. Corrió hasta ella…
Chelo: ¡Marta! ¿Qué te
ocurre?
Marta: Nada…y todo. No
puedo seguir escuchando esa canción…y este alboroto, no puedo…
Chelo: Espera, que aquí
pongo orden en un momento.
Chelo apagó la radio y
todas las niñas la miraron sorprendidas. Dejaron de votar y gritar. Algunas
gritaron un “¿Qué haces?” o “¡Fuera de aquí!” pero no sabían con quién estaban tratando.
Chelo: Soy un adulto al
que se le debe un respeto. Desfilando en fila india y ordenada fuera de esta
habitación. Cuando esté limpita y ordenada, podréis entrar de nuevo. Eso sí,
pienso hablar con vuestra profesora. Esta no es forma de comportarse.
Niña: ¡Joo! La señorita
Roberta es muy estricta…es mala.
Chelo: ¡Niña! Un respeto
con la profesora. Venga, todas fuera.
Cuando todas las niñas
salieron, Chelo ordenó a Marta que se sentase en la cama.
Chelo: A ver si se te
pasa. Oye, ¿no estarás preñada?
Marta: ¡No! No es eso…
Chelo: No puedes seguir
viviendo de esta forma, Marta. Sé que quieres a ese chico, pero tienes que
hacer tu vida. Hasta donde yo sé, no
habéis roto, ¿verdad?
Marta: No hemos roto
pero…veo que triunfa, que tiene muchas fans…siento que yo soy poca cosa para
él. Puede tener a quien quiera…
Chelo: No te
menosprecies, Marta. Si podrías ser modelo chiquilla. Anda, que además de guapa
eres buena y con un gran corazón. Anímate, guapísima.
Cuando Marta se recuperó del sofocón, Chelo entró en la última
habitación que le tocaba limpiar ese día. Al entrar, vio un jarrón que le
pareció conocido. Hacía unos meses había vivido un fenómeno paranormal. Un
espíritu le había asustado al salir de un jarrón igualito a ese. Además, el
cojín sobre el que estaba expuesto era persa, igual que el otro.
Chelo: No creo que se
trate del mismo…tranquila, Chelo. No te sofoques.
Pasó su trapo por el jarrón. Quería convencerse de que no se trataba del mismo...
Chelo: ¿Ves? Se parece por no es el mismo...
Una neblina salió del jarrón y se elevó tomando la forma de un ser horrendo y gigante.
Genio: ¿Que quieres? Herme aquí listo a obedecerte como esclavo tuyo...
Era el mismo espíritu maligno que se le apareció en el hotel de Clisandia. Su peor pesadilla se había hecho realidad. Gritó horrorizada ante lo que ella consideraba un espíritu que deseaba atormentarla.
Chelo: ¡Ahhhhhhh! ¡Socorro!
Ben se dirigía a la habitación de Hafida, que ya compartía con Simbat. Al pasar por el pasillo escuchó los gritos desesperados de Chelo. Se asomó y vio a la limpiadora totalmente paralizada ante lo que parecía un ser espectral.
Entró en la habitación y Chelo se lanzó a sus brazos asustada. Agarró a Ben con los ojos llorosos y temblorosa. Ben la acurruco en su pecho y miró desafiante al genio, que miraba la escena atónito.
Ben: Tranquila, no dejaré que le ocurra nada malo.
Sacó su machete de su funda y se enfrentó al genio. Estaba dispuesto a luchar hasta dónde hiciese falta. El genio que no entendía nada, resopló asombrado ante la ignorancia de los allí presentes.
Genio: Herme aquí listo para obedecerte como esclavo tuyo. Tres deseos son los que...
Ben: ¡Deja la palabrería y lucha! Eres muy valiente con una pobre mujer, ¡métete conmigo si te atreves!
Genio: Repito y escuche con antención, click ignorante. Herme aquí...
Ben: ¡Lucha cobarde!
Genio: ¿Que luche es uno de sus deseos, ama?
Chelo: ¡Es un espíritu del más allá! ¡Tenga cuidado!
Ben: ¡No se preocupe por mi! ¡Huya y salve su vida!
Genio: Quizás el idioma que hablo no corresponda con el de ustedes...
Chelo: ¡Ahhh quiero que desaparezca! ¡No quiero volver a verlo nunca más! ¡Nunca! ¡No entiendo que quiere de mi!
Genio: Deseo concedido, ama.
El genio desapareció tal y como vino. Se marchó encantado, ya estaba cansado de soportar improperios y gritos desesperados de gente ignorante y poco receptiva. Ben agarró el jarrón y clavó su machete con fuerza ocasionando cortes y desperfectos.
Chelo: ¡Se ha ido! ¡Lo ha derrotado!
Ben: ¡Y no vuelvas más! No ha sido nada, lo importante es que usted se encuentra bien.
Chelo: Oh, gracias a usted estoy viva.
Mago Raspuclín: ¿Que ocurre aquí? ¡Usted otra vez! ¿¡Que hacen con mi jarrón!?
Chelo: ¡Ese espíritu intentó atacarme! Este hombre tan valeroso me rescató.
Ben: No fue nada, se acobardó cuando vio que...
Mago Raspuclín: ¡Dejen de decir estupideces! ¡Oh no! Mi jarrón...¡¿Que le han hecho a mi jarrón?! No, lo han rajado...¡Tiene cortes por todas partes!
Idalia: ¿Se puede saber a que viene este escándalo?
Chelo: Idalia...
Mago Raspuclín: ¡La incompetente de su empleada! Esta es la segunda vez que se mete en mi habitación y toca mis cosas. Ahora ha destrozado mi jarrón, ¿sabe el valor que tiene este jarrón mágico? ¡Tiene un valor incalculable!
Idalia: Señor Raspuclín, ruego que se tranquilice. Ahora mismo encontraremos una solución a su problema.
Mago Raspuclín: ¡Ya me dirá como piensa hacerlo! ¡Les voy a denunciar! Se les va a caer el pelo.
Chelo: ¡Ese espíritu me estaba atacando!
Idalia: Chelo, basta ya. Esto ya no se lo puedo dejar pasar. Pensaba que había comprendido cual era la política de la empresa, pero veo que sigue comportándose como una loca. Está usted despedida.
Chelo: No puede hacer eso, señorita Idalia. Tengo una familia a la que mantener...
Ben: ¡Un momento! Disculpe, señora. Soy otro cliente de su hotel, Ben Rosales. Soy testigo de lo que aquí a ocurrido. Esta mujer nada tiene que ver con lo ocurrido. Fui yo el que agarró el jarrón. Lo encontré tirado ahí fuera y me disponía a dejarlo en su sitio. Chelo me informó que pertenece a este hombre que hace trucos de magia. Sin duda, uno de sus trucos de magia consiste en que sale un especie de espíritu falso de ese jarrón y Chelo se asustó. Yo me disponía a rescatarla pensando que su vida corría peligro, pero por lo visto todo ha sido un mal entendido. Comprenda que si este hombre es famoso por su magia,sus trucos engañan a la gente. No haga responsable a este mujer tan eficiente por mi culpa, se lo ruego. Es una mujer muy trabajadora que cumple a la perfección con su trabajo. Yo mismo me haré responsable de ese jarrón. Tengo un amigo restaurador que lo dejará como nuevo.
Idalia finalmente no despidió a Chelo y Raspuclín decidió no denunciar al hotel gracias a la intervención de Ben, que lo elogió como un gran mago y se declaró fan suyo. Chelo no sabía como agradecer a Ben su intervención.
Chelo: Ya es la segunda vez en un mismo día que me salva el pellejo.
Ben: Y le salvaría todas las veces que fuese preciso. Es usted una belleza, un monumento de mujer.
Chelo: Adulador...es todo un caballero.
Ben le besó la mano, y Chelo se sonrojó. Sin duda, Ben era el hombre de sus más profundos sueños. Aunque su corazón solo le pertenecía a Resti, su marido, al que amaba con todo su corazón.
Swity estaba viendo un documental. Unos monos saltaban de árbol en árbol. Se peleaban por ser el macho de la manada, y eso a Swity le parecía una soberana tontería.
Swity: ¡Oh oh oh! (Menuda tontería...anda que me pelearía yo por eso)
Mientras Hafida y Simbat estaban tumbados en la cama dándose besos y caricias. Llamaron a la puerta, así que Hafida se levantó para abrir. Estaba esperando a Ben, habían quedado para salir a dar un paseo.
Cual fue su sorpresa al encontrarse a Makin, el hermano de Jessenia. Se sorprendió tanto que no supo que decir.
Makin: ¡Sorpresa! Estaba preocupado y he decidido venir a veros. ¿No te alegras de verme? ¿Hafida?
Hafida: Makin...claro que sí...que sorpresa.
Continuará...