La nieve caía con más intensidad y el frío era más insoportable. Sus seguía intentando encontrar señal para su móvil y se negaba a entrar al coche.
Pam: Sus, no podemos seguir aquí fuera.
Sus: ¡No podemos pasar la noche aquí!
Pam: Aquí fuera desde luego que no. Vamos, entra en el coche antes que se nos congele el culo.
Sus sabía que Pam tenía razón. Entró en el coche y se sentó en uno de los asientos traseros. La calefacción mantenía el coche caliente. Se acurrucó y tras revisar de nuevo el teléfono, se quedó pensativa. Pam estaba sentada en el asiento de copiloto. Miró a Sus y le sonrió.
Pam: Todo saldrá bien.
Sus: Nada sale bien. Esto es lo último que me faltaba.
Pam: Al menos estás conmigo. Imagina quedarte tirada aquí sola.
Sus: Yo no habría tirado por este camino.
Pam: ¿Crees que esto es culpa mía?
Sus: No, perdona. No sé lo que digo.
Pam: Sé que la he liado un poco estos días en tu casa. Siento si te he molestado. Intentaba animarte.
Sus: No pasa nada.
Pam: Claro que pasa. Estás pasando un mal momento. Tu padre me lo contó y por eso estoy aquí. Sé lo que es sufrir la enfermedad de un ser querido.
Sus: Pam, es todo un detalle por tu parte. Soy yo la que debe disculparse. He sido muy distante contigo y estaba todo el tiempo a la defensiva.
Pam: No hace falta que te disculpes. Entiendo que estés así. Oye, me parece que está nevando todavía más fuerte.
Sus: ¡Es cierto! Estamos atrapadas...
Pam: No creo que pase ningún coche por esta carretera y tampoco que venga nadie a rescatarnos.
Sus: Esto es culpa mía, por querer salir a por el regalo para Suselle.
Pam: No es momento de buscar culpables. Son cosas que pasan. Tengo hambre, ¿comemos?
Pam sacó la pizza y abrió la caja. Un delicioso olor a pizza invadió el interior del coche. A Sus se le hizo la boca agua.
Sus: Es imposible que podamos cenar en casa, ¿verdad?
Pam: Ya sabes la respuesta. Nos toca cenar aquí. Por lo menos tenemos algo para cenar. Lo malo es que no tenemos nada para beber.
Sus: Llevo una botella de agua en el bolso.
Pam: ¡Perfecto! Una cervecita sería lo ideal, pero el agua nos vendrá muy bien.
Sus: Fue una buena idea ir a por pizza.
Pam: No es la cena que tenías preparada, pero te aseguro que te vas a chupar los dedos.
Sus: Huele que alimenta.
Pam: Espera, la voy a cortar con la navaja que tengo en el bolsillo.
Sus: Gracias por querer animarme, Pam. Habrías podido hacer cualquier otra cosa con mi padre y sin embargo has preferido pasar estos días apoyándome.
Pam: Para eso estamos las amigas, ¿no?
Sus: Por fin mi padre ha encontrado a la clack de su vida. Creo que tú eres la definitiva.
Pam: No lo soy.
Sus: ¿No crees que lo seas? Si se os ve muy bien.
Pam: Toma, una porción de pizza.
Sus: Gracias. Mmmmm, deliciosa.
Pam: Te lo dije.
Sus: Espero que los niños y mi padre estén bien.
Pam: Estarán bien. Me los imagino poniéndose las botas con la cena que has preparado.
Sus: Yo también. Dante se querrá comer todas las gambas.
Pam: Adoro a ese pequeño diablillo.
De pronto, a Pam se le saltaron las lágrimas.
Sus: ¿Estás bien?
Pam: No es nada, es que con vosotros siento que realmente formo parte de una familia.
Sus: Es que eres parte de la familia.
Pam: Dentro de muy poco no lo seré.
Sus: ¿Qué quieres decir con eso?
Pam: No quiero añadir más preocupaciones a tu vida.
Sus: Yo te he contado mis problemas. Ahora te toca a ti. Cómo muy bien has dicho, ¿para qué están las amigas?
Pam: El otro día pillé a tu padre con otra.
Sus: ¿Qué?
Pam: Fue por casualidad. Ese día había terminado de currar muy pronto. Habíamos quedado por la tarde pero quise darle una sorpresa e ir por la mañana. Fui a comprar algunas cosas para preparar la comida en la cabaña y cuando llegué, lo pillé con otra.
Sus: No me lo puedo creer, ¿de que va mi padre?¡Eso es horrible!
Pam: Sí, me partió el corazón.
Sus: Lo siento, Pam. No te lo mereces...
Pam: Maldita sea, está nevando con más fuerza.
Sus: Vamos a quedar atrapadas en el coche.
Pam: No es seguro permanecer más tiempo aquí.
Sus: ¿Y qué sugieres?
Pam: Iremos a mi casa. Está un poco lejos, pero será mejor que quedarse aquí.
Sus: Está bien.
Salieron del coche y el frío viento las azotó con fuerza. Pam llevaba un jersey y una chaqueta sin mangas, por lo que notó mucho más el frío.
Sus: ¡Esto es una pesadilla! ¡Te vas a congelar vestida así!
Pam: Podré soportarlo. Ten cuidado por dónde pisas.
Sus: ¡Hace mucho frío!
Pam: ¡Intenta no alejarte de mi!
Sus: ¿Por dónde está tu casa?
Pam: Es por aquella dirección. Vamos, tenemos que llegar cuanto antes.
Sus: Lo que daría por estar en mi cama.
Pam: ¿Vas bien?
Sus: Creo que sí...
Sus intentaba ser fuerte, pero no se sentía capaz de caminar con unas condiciones tan adversas. El viento la empujaba, el frío la congelaba y era incapaz de ver poco más que la espalda de Pam.
Pam: ¡Vamos bien! No perdamos el ritmo.
Sus: Las piernas no me responden.
Pam: Debes hacer un esfuerzo. Venga, que en mi casa tengo chocolate caliente para entrar en calor.
Sus: Pam, no puedo más...
Pam: No podemos parar aquí. Tienes que hacer un último esfuerzo.
Sus: Lo intentaré...
Pam: No te alejes de mi. Intenta seguirme el paso.
Sus: Vale...
Sus intentaba seguir el ritmo de Pam, pero siempre se quedaba atrás. Cuando se quiso dar cuenta, la había perdido de vista. La llamó, pero Pam no contestaba.
Se apoyó en una roca, totalmente exhausta y helada. No entendía cómo había acabado así, perdida en mitad de la nada y a punto de morir sola y congelada.
Cayó al suelo y perdió el conocimiento. Por suerte, Pam la estaba buscando y la encontró.
Pam: ¡Sus! ¡Sus, no te duermas! ¡Responde!
Sus abrió los ojos. Ya no estaba nevando, pero estaba todo cubierto por nieve y hielo. No reconocía la ropa que llevaba puesta. Era ropa de abrigo marrón, pero no era suya. Frente a ella había un hombre pescando en el hielo. Una niña muy graciosa estaba sentada a su lado, mirando atenta al hombre. No tardó en identificarles como esquimales. Miró alrededor, confusa.
Sus: ¿Dónde estoy?
Desconocido: ¡He pescado otro!
Niña: ¡Hoy vamos a comer hasta hartarnos!
Desconocido: Amor, ¿te encuentras bien? Tienes mala cara...
Sus: ¿Quién es usted?
Desconocido: Pues quién voy a ser, tu marido.
Niña: Mamá, estás rara.
Sus: ¿Mamá? Yo no os conozco...
Niña: Soy yo, Suselle.
Desconocido: Y yo Diamante, ¿es que no me reconoces?
Sus: ¿Esto es una broma? No os conozco.
Suselle: A lo mejor estás cogiendo frío.
Diamante: Vamos a recoger todo esto y volvamos al iglú.
Sus: ¿Al iglú? Yo no vivo en un iglú...
Suselle: Estás tiritando, mamá.
Sus: No entiendo nada...
Suselle: Mira, por ahí viene Pandy.
Un osezno de oso polar corría hacia Sus. Era tan bonito que no pudo evitar extender los brazos para abrazarle.
El oso lamió su cara contento. Sus lo acariciaba mientras observaba a la niña. Esa no era su hija, eso lo tenía muy claro. Aquel hombre, que decía ser Diamante, tampoco tenía nada que ver con su marido. El oso, por muy bonito que fuese, no era Pandy.
Sus: Este no es Pandy, aunque es precioso.
Suselle: Ya lo sé, mamá. Pandy es aquel.
Un enorme oso polar los observaba desde lo alto de una roca. Parecía estar muy enfadado.
Sus: ¿Ese es Pandy?
Suselle: Sí, y odia que toquen a su bebé. Yo de ti me apartaría de su hijo.
El oso saltó la roca y empezó a correr hacia Sus. En sus ojos se reflejaba lo furioso que estaba. Gruñía y resoplaba enfadado.
Suselle: ¡Ten cuidado, mamá!
Diamante: Ya es demasiado tarde...
Sus: ¡Ahhhhhhhhhh!
El oso se abalanzó sobre ella sin que tuviese opción a escapar. Cuando el animal abrió su boca y enseñó sus enormes colmillos, cerró los ojos esperando lo peor.
Continuará...