Cuando Kimberly encontró las cocinas, no lo dudó un instante. Entró sin pensar que era una zona prohibida para clientes y se puso a buscar a Renzo. Tras buscar un rato, lo encontró limpiando cacharros en la fregadera. Lo primero que hizo es mirarle los músculos, Renzo estaba fuerte. Frotaba con fuerza así que sus bíceps estaban hinchados. Sin duda era un click guapo, justo lo que ella necesitaba.
Kimberly: Renzo.
Pronunció su nombre con suavidad y con una fingida timidez. Renzo se dio la vuelta en el acto. Su voz era inconfundible. Al verla ahí de pie, tan bella y sonriente, no pudo evitar emocionarse.
Renzo: ¡Kim!
Fue hasta ella y aunque estaba muy enamorado, no supo si debía darle un beso o abrazarla. Finalmente la miró a la cara y le sonrió. A ella no le gustó su indecisión, pero disimuló.
Kimberly: ¿Qué estás haciendo aquí?
Renzo: Vine a despedirme de ti y por una serie de cosas que pasaron, nos quedamos encerrados en este barco. No quería que te marchases sin que supieses lo mucho que...
Kimberly: No te cortes, termina la frase.
Renzo: Lo mucho que eso...que te quiero.
Kimberly: Renzo, has hecho una locura por mi. ¿Me quieres?
Renzo: Sí, te quiero mucho.
Kimberly: Es muy bonito lo que has hecho por mi. Eres un buen novio.
Renzo: No pensé, simplemente me dejé llevar.
Kimberly: ¿Y ahora eres el fregaplatos? Eso le quita la magia a la historia.
Renzo: Me han obligado. Pero lo terminaré rápido, ya lo verás.
Kimberly: Así que me quieres...¿Y porqué no me das un beso? Quiero un beso de mi novio.
Aunque a Renzo le daba mucha vergüenza, al final se decidió y le dio un suave beso en los labios. Kimberly le agarró de los hombros y le besó con más intensidad.
Renzo: Wooow, ha sido una pasada.
Kimberly: Besas guay, me gusta. ¿Te vienes conmigo a tomarnos un helado? Los hay de sabores exóticos.
Renzo: No puedo...tengo que terminar todo esto.
Kimberly: Pues no lo termines. El Capitán no es tu padre y no te pueden obligar, eso es explotación infantil. Les puedes denunciar.
Renzo: No quiero meterme en más líos.
Kimberly: Por un lío más tampoco pasa nada.
Renzo: Es que...¡Tengo una idea! ¿Y si me ayudas? Entre los dos lo terminaremos en un momento y así nos podemos ir a tomar ese helado.
Kimberly: ¿Perdona?
Renzo: Juntos lo acabaremos muy rápido.
Kimberly: ¿Me has tomado por una criada? ¡No toco ni un plato de esos ni muerta! Cuando termines, me vienes a buscar.
Renzo: Pero...es que tardaré mucho.
Kimberly: Pues cuanto más tiempo pierdas, más tarde acabarás. ¡Hasta luegi, amor!
Renzo: Kim...
La ilusión que sentía desapareció al momento. Verla marcharse sin ayudarle le defraudó un poco, pero se lo perdonó. "Ella no tiene que ensuciarse las manos por mi", pensó disculpándola, "esto ha sido por mi culpa y no tiene que cargar con mis problemas".
Pasadas un par de horas, Lucía pasó por las cocinas. Para su asombro, la fregadera estaba limpia y todos los platos y cacharros en su sitio.
Encontró a Renzo limpiando el horno a fondo. Frotaba tirado por el suelo, sin importarle si se manchaba. La cocina estaba impoluta.
Lucía: Hola, Renzo.
Renzo: Hola, señorita.
Sacó la cabeza del horno y la miró.
Renzo: Casi estoy.
Lucía: No es necesario que sigas.
Renzo se puso en pie. Estaba agotado.
Lucía: Está todo como la patena. Te felicito.
Renzo: He ido lo más rápido posible.
Lucía: No esperaba que lo terminases tan rápido.
Renzo: Estoy cansado. ¿Tengo que seguir limpiando? Ya he pedido perdón y ya no tengo fuerzas para seguir...
Lucía: Renzo, no tienes que seguir limpiando. Esperamos que hayas entendido que tus actos tienen consecuencias y que es mejor que obedezcas a tu padre y sepas apreciar lo que tienes.
Renzo: Lo he entendido, te lo puedo asegurar.
Lucía: Me alegra escucharte decir eso. Te puedes relajar. A partir de ahora eres un pasajero más de Panama.
Renzo: ¡Yupiii!
Abrazó a Lucía sin pensarlo. Cuando se percató que la podía ensuciar, pues ella vestía con el uniforme blanco, se apartó.
Lucía: Tengo una sorpresa para ti. Ven conmigo.
Wenda y Duclón estaban en la cocina. Lo miraban sorprendidos. Cuando los vio, su corazón dio un vuelco.
Renzo: ¡Duclón, Wenda!
Duclón: Por todos los piratas, ¿se puede saber dónde tienes la cabeza?
Renzo fue corriendo hasta Duclón y lo abrazó. Duclón le acarició el pelo y le dio un beso.
Renzo: No sabéis lo que me alegra veros.
Se emocionó tanto que se puso a llorar. A Wenda también se le escaparon unas lágrimas.
Duclón: No llores, está todo bien.
Wenda: Ya pasó, Renzo. Estamos aquí, no estás solo.
Renzo: He pasado mucho miedo...
Duclón: Lo sé. Espero que hayas aprendido la lección.
Lucía: Le puedo asegurar que sí. Renzo es un gran chico con un corazón enorme. Su problema es que es muy impulsivo.
Wenda: Lo importante es que estáis bien. No sabes el sobresalto que me he llevado cuando me han dicho que estabais aquí.
Renzo: He sido un tonto...
Wenda: No te martirices. Lo hecho, hecho está. Lo que importa es lo que hagas de aquí para adelante. Así que te quiero bien limpito y que disfrutes de este viaje.
Duclón: Eso sí, ahora estás a nuestro cargo. Tienes que obedecer sin rechistar a todo lo que te digamos.
Renzo: Lo prometo.
Renzo saltaba de alegría. Las cosas parecían ir a mejor. Ahora con Wenda y Duclón, se sentía más protegido. Podría estar junto a su novia y Willy y pasarlo bien en el crucero.
En el bar, Ignacio abrió el ordenador y se puso a teclear. Su mujer e hija lo miraban aburridas.
Beatriz: ¿No piensas responder?
Ignacio: Ya he respondido. Estaba paseando por cubierta.
Beatriz: ¿Tanto tiempo? Te he buscado por todas partes.
Ignacio: ¿Y? ¡Este barco es enorme!
Beatriz: ¿Y no has pensado que me apetecería pasear contigo?
Ignacio: Quería estar solo.
Beatriz: ¿Y porqué no cogías el teléfono? Te he llamado mil veces.
Ignacio: Lo tenía en silencio.
No apartaba la mirada de la pantalla del ordenador, así que sin pensárselo dos veces, Beatriz la cerró de golpe. Ignació la miró enfurecido.
Ignacio: ¿Te has vuelto loca? ¡Estoy trabajando!
Beatriz: ¡Estoy cansada de tus excusas! Nunca tienes tiempo para mi ni para tu hija.
Ignacio: Gracias a mi trabajo vives muy bien. No seas melodramática. ¿Te gusta la vida que llevas? ¿Te gusta vivir bien? Pues deja que trabaje y podrás seguir comprando toda la ropa que quieras.
Beatriz: Siempre me sueltas el mismo discurso. Amor, solamente te pido un mínimo de atención. ¿Es tanto pedir?
Ignacio: El trabajo es lo primero, cariño. Luego si eso, paseamos y cenamos juntos.
Beatriz: Te tomo la palabra.
Sinéad y Eros salieron del camarote. Pasearon por el barco, sobretodo por las zonas cubiertas y menos soleadas. Llegaron al bar y se detuvieron a mirar.
Eros: Esta noche podemos venir. Quizás pongan música.
Sinéad: Vale. Espero que no pongan reggaeton, lo odio.
Eros: Mi Shiniy sus odios. Quiero besarte.
Sinéad: ¿Ahora?
Eros: Aquí y ahora.
Eros la besó y Sinéad disfrutó del largo y apasionante beso. El hombre misterioso los observó envidioso. Aunque no se notaba, pues era inexpresivo, siempre había deseado vivir una tórrida historia de amor. Por su trabajo y tosca actitud, nunca se había producido. Intentó dejar de pensar en ello y apartó la mirada.
Demetria hizo muy buenas migas con Gabi. En seguida comenzaron a charlar de diversos temas. Descubrieron que tenían muchas cosas en común.
Gabi: ¡Ese libro me fascina! Lo he leído muchas veces. Me encanta esa frase que dice, "no hay sonrisa más sincera..."
Demetria: ...que la de un click. ¡Adoro esa frase! ¿Has leído Palabra de clickero?
Gabi: Es uno de mis libros preferidos.
Demetria: ¿De verdad?
Gabi: ¡Síii! Me trae muchos recuerdos. Es que la primera vez que me lo leí fue cuando viajé a Clackicia. Leer rodeado de esa naturaleza me cautivó.
Demetria: Nunca he estado en Clackicia. Dicen que es muy bonita.
Willy: Hola, os traigo los helados. Uno de choco y el otro de vainilla.
Demetria: Ay...eran los dos de chocolate.
Willy: Oh, lo siento...entendí mal.
Gabi: No importa, me gusta la vainilla.
Willy: Si eso lo cambio...
Gabi: No te preocupes, así está bien.
Demetria: Si quieres me quedo yo el de vainilla.
Gabi: No pasa nada, de verdad. Me gusta la vainilla. No me supone un problema.
Willy: Siento la equivocación.
Demetria: Bah, no hace falta que te disculpes. Eres muy simpático y haces tu trabajo muy bien.
Willy: Muchas gracias.
Demetria: De nada.
Wenda: ¡Willy!
Cuando Willy vio a su tía Wenda, Duclón y Renzo, por muy poco no se le cae la bandeja al suelo. Unas lágrimas de emoción recorrieron sus mejillas.
Willy: Tía Wenda...
La abrazó llorando y descargó toda la tensión acumulada durante todo el día.
Wenda: Ya, mi niño. ¿Estás bien?
Willy: Sí, ahora sí. ¿Habéis venido a buscarme?
Wenda: Claro que no. Nosotros ya viajábamos en este barco. Gracias a Duclack nos hemos enterado que estabais aquí. Ahora estáis a nuestro cargo, no te preocupes.
Willy: ¿Y mi madre?
Wenda: No te voy a negar que se disgustó mucho, pero sabe lo muy arrepentido que estás. No te preocupes, ella lo único que quiere es que estés bien y regreses a casa.
Lucía: Ahora sois dos pasajeros más. Vuestro camarote es el que Elliot os enseñó. Ahora tendréis llave, nos os preocupéis.
Renzo y Willy saltaban felices. Por fin eran libres y podían respirar tranquilos. Sus preocupaciones habían terminado, al menos por el momento.
Emma fue en busca de su amiga Kimberly, que estaba escuchando la discusión de sus padres. Le propuso bajar juntas a Isla Tortuga y hacer turismo. Kimberly le preguntó a sus padres y ellos aceptaron si prometían tener cuidado.
Fueron en busca de Willy y Renzo y le propusieron el plan.
Emma: Lo pasaremos muy bien.
Kimberly: Y será muy romántico.
Willy: ¿Podemos?
Wenda: Sí, pero quiero que seas responsable y no hagas tonterías. ¿Entendido?
Willy: Sí, no haré tonterías.
Duclón: Os quiero ver en todo momento. Nada de hacer trastadas, ¿de acuerdo?
Renzo: Sí, señor.
Salieron corriendo junto a las chicas hacia la cubierta. Querían ver si faltaba mucho para llegar a Isla Tortuga.
Wenda: Esta juventud...siempre correteando de un lado para otro. Cuanta vitalidad.
Duclón: Tienen toda la vida por delante.
Wenda: Vamos, me quiero poner algo cómodo para bajar a esa isla.
Felipe se acercó hasta Demetria con timidez. Interrumpió la interesante conversación que estaba manteniendo con Gabi.
Felipe: Demetria...
Demetria: ¡Felipe! Hola...siento haberte gritado...
Felipe: La culpa es mía, Demetria. Me dejé llevar y no respeté tus deseos...lo siento.
Demetria: No te preocupes, he sido una tonta. Disculpas aceptadas.
Felipe: Para redimirme, ¿te puedo enseñar Isla Tortuga? Es preciosa y te puedo asegurar que soy un gran guía turístico. Bueno, en realidad he buscado rápidamente información sobre esa isla en Gooclick.
Demetria: ¡Jajajaja! Vale, me parece bien.
Felipe la agarró de la mano y se la llevó corriendo del bar. Sorprendida, se despidió de Gabi rápidamente.
Demetria: ¡Luego nos vemos, Gabi!
Gabi: Sí...
Se deprimió al instante. "La historia de mi vida", se dijo pensativo. Había sentido una sensación extraordinaria cuando hablaba con Demetria. Sentía que podía hablar horas y horas con ella. "¿Habrá sentido ella lo mismo?" Se preguntaba suspirando.
Gabi: No tengo nada que hacer contra ese chico. Es mil veces más guapo que yo y mucho más simpático...Será mejor que deje de pensar en ella.
Continuará...