lunes, 18 de junio de 2018

Vacaciones en el mar - Capítulo 10: La historia de mi vida

Cuando Kimberly encontró las cocinas, no lo dudó un instante. Entró sin pensar que era una zona prohibida para clientes y se puso a buscar a Renzo. Tras buscar un rato, lo encontró limpiando cacharros en la fregadera. Lo primero que hizo es mirarle los músculos, Renzo estaba fuerte. Frotaba con fuerza así que sus bíceps estaban hinchados. Sin duda era un click guapo, justo lo que ella necesitaba. 

Kimberly: Renzo.

Pronunció su nombre con suavidad y con una fingida timidez. Renzo se dio la vuelta en el acto. Su voz era inconfundible. Al verla ahí de pie, tan bella y sonriente, no pudo evitar emocionarse.

Renzo: ¡Kim!


Fue hasta ella y aunque estaba muy enamorado, no supo si debía darle un beso o abrazarla. Finalmente la miró a la cara y le sonrió. A ella no le gustó su indecisión, pero disimuló.

Kimberly: ¿Qué estás haciendo aquí?
Renzo: Vine a despedirme de ti y por una serie de cosas que pasaron, nos quedamos encerrados en este barco. No quería que te marchases sin que supieses lo mucho que...
Kimberly: No te cortes, termina la frase.
Renzo: Lo mucho que eso...que te quiero.
Kimberly: Renzo, has hecho una locura por mi. ¿Me quieres?
Renzo: Sí, te quiero mucho.


Kimberly: Es muy bonito lo que has hecho por mi. Eres un buen novio.
Renzo: No pensé, simplemente me dejé llevar.
Kimberly: ¿Y ahora eres el fregaplatos? Eso le quita la magia a la historia.
Renzo: Me han obligado. Pero lo terminaré rápido, ya lo verás.
Kimberly: Así que me quieres...¿Y porqué no me das un beso? Quiero un beso de mi novio.


Aunque a Renzo le daba mucha vergüenza, al final se decidió y le dio un suave beso en los labios. Kimberly le agarró de los hombros y le besó con más intensidad. 

Renzo: Wooow, ha sido una pasada.
Kimberly: Besas guay, me gusta. ¿Te vienes conmigo a tomarnos un helado? Los hay de sabores exóticos. 


Renzo: No puedo...tengo que terminar todo esto.
Kimberly: Pues no lo termines. El Capitán no es tu padre y no te pueden obligar, eso es explotación infantil. Les puedes denunciar.
Renzo: No quiero meterme en más líos.
Kimberly: Por un lío más tampoco pasa nada.
Renzo: Es que...¡Tengo una idea! ¿Y si me ayudas? Entre los dos lo terminaremos en un momento y así nos podemos ir a tomar ese helado.
Kimberly: ¿Perdona?


Renzo: Juntos lo acabaremos muy rápido.
Kimberly: ¿Me has tomado por una criada? ¡No toco ni un plato de esos ni muerta! Cuando termines, me vienes a buscar.
Renzo: Pero...es que tardaré mucho.
Kimberly: Pues cuanto más tiempo pierdas, más tarde acabarás. ¡Hasta luegi, amor!
Renzo: Kim...

La ilusión que sentía desapareció al momento. Verla marcharse sin ayudarle le defraudó un poco, pero se lo perdonó. "Ella no tiene que ensuciarse las manos por mi", pensó disculpándola, "esto ha sido por mi culpa y no tiene que cargar con mis problemas".


Pasadas un par de horas, Lucía pasó por las cocinas. Para su asombro, la fregadera estaba limpia y todos los platos y cacharros en su sitio.


Encontró a Renzo limpiando el horno a fondo. Frotaba tirado por el suelo, sin importarle si se manchaba. La cocina estaba impoluta.


Lucía: Hola, Renzo.
Renzo: Hola, señorita.

Sacó la cabeza del horno y la miró. 

Renzo: Casi estoy.
Lucía: No es necesario que sigas.


Renzo se puso en pie. Estaba agotado.

Lucía: Está todo como la patena. Te felicito.
Renzo: He ido lo más rápido posible.
Lucía: No esperaba que lo terminases tan rápido.



Renzo: Estoy cansado. ¿Tengo que seguir limpiando? Ya he pedido perdón y ya no tengo fuerzas para seguir...
Lucía: Renzo, no tienes que seguir limpiando. Esperamos que hayas entendido que tus actos tienen consecuencias y que es mejor que obedezcas a tu padre y sepas apreciar lo que tienes.
Renzo: Lo he entendido, te lo puedo asegurar.


Lucía: Me alegra escucharte decir eso. Te puedes relajar. A partir de ahora eres un pasajero más de Panama.
Renzo: ¡Yupiii!

Abrazó a Lucía sin pensarlo. Cuando se percató que la podía ensuciar, pues ella vestía con el uniforme blanco, se apartó.

Lucía: Tengo una sorpresa para ti. Ven conmigo.


Wenda y Duclón estaban en la cocina. Lo miraban sorprendidos. Cuando los vio, su corazón dio un vuelco.

Renzo: ¡Duclón, Wenda!
Duclón: Por todos los piratas, ¿se puede saber dónde tienes la cabeza?


Renzo fue corriendo hasta Duclón y lo abrazó. Duclón le acarició el pelo y le dio un beso.

Renzo: No sabéis lo que me alegra veros.

Se emocionó tanto que se puso a llorar. A Wenda también se le escaparon unas lágrimas.

Duclón: No llores, está todo bien.
Wenda: Ya pasó, Renzo. Estamos aquí, no estás solo.
Renzo: He pasado mucho miedo...
Duclón: Lo sé. Espero que hayas aprendido la lección.


Lucía: Le puedo asegurar que sí. Renzo es un gran chico con un corazón enorme. Su problema es que es muy impulsivo. 
Wenda: Lo importante es que estáis bien. No sabes el sobresalto que me he llevado cuando me han dicho que estabais aquí. 
Renzo: He sido un tonto...
Wenda: No te martirices. Lo hecho, hecho está. Lo que importa es lo que hagas de aquí para adelante. Así que te quiero bien limpito y que disfrutes de este viaje.
Duclón: Eso sí, ahora estás a nuestro cargo. Tienes que obedecer sin rechistar a todo lo que te digamos.
Renzo: Lo prometo.


Renzo saltaba de alegría. Las cosas parecían ir a mejor. Ahora con Wenda y Duclón, se sentía más protegido. Podría estar junto a su novia y Willy y pasarlo bien en el crucero.


En el bar, Ignacio abrió el ordenador y se puso a teclear. Su mujer e hija lo miraban aburridas.

Beatriz: ¿No piensas responder?
Ignacio: Ya he respondido. Estaba paseando por cubierta. 
Beatriz: ¿Tanto tiempo? Te he buscado por todas partes.
Ignacio: ¿Y? ¡Este barco es enorme!


Beatriz: ¿Y no has pensado que me apetecería pasear contigo? 
Ignacio: Quería estar solo.
Beatriz: ¿Y porqué no cogías el teléfono? Te he llamado mil veces.
Ignacio: Lo tenía en silencio.


No apartaba la mirada de la pantalla del ordenador, así que sin pensárselo dos veces, Beatriz la cerró de golpe. Ignació la miró enfurecido.

Ignacio: ¿Te has vuelto loca? ¡Estoy trabajando!
Beatriz: ¡Estoy cansada de tus excusas! Nunca tienes tiempo para mi ni para tu hija.
Ignacio: Gracias a mi trabajo vives muy bien. No seas melodramática. ¿Te gusta la vida que llevas? ¿Te gusta vivir bien? Pues deja que trabaje y podrás seguir comprando toda la ropa que quieras.


Beatriz: Siempre me sueltas el mismo discurso. Amor, solamente te pido un mínimo de atención. ¿Es tanto pedir?
Ignacio: El trabajo es lo primero, cariño. Luego si eso, paseamos y cenamos juntos.
Beatriz: Te tomo la palabra.


Sinéad y Eros salieron del camarote. Pasearon por el barco, sobretodo por las zonas cubiertas y menos soleadas. Llegaron al bar y se detuvieron a mirar.

Eros: Esta noche podemos venir. Quizás pongan música.
Sinéad: Vale. Espero que no pongan reggaeton, lo odio.
Eros: Mi Shiniy sus odios. Quiero besarte.
Sinéad: ¿Ahora?
Eros: Aquí y ahora.


Eros la besó y Sinéad disfrutó del largo y apasionante beso. El hombre misterioso los observó envidioso. Aunque no se notaba, pues era inexpresivo, siempre había deseado vivir una tórrida historia de amor. Por su trabajo y tosca actitud, nunca se había producido. Intentó dejar de pensar en ello y apartó la mirada. 


Demetria hizo muy buenas migas con Gabi. En seguida comenzaron a charlar de diversos temas. Descubrieron que tenían muchas cosas en común. 

Gabi: ¡Ese libro me fascina! Lo he leído muchas veces. Me encanta esa frase que dice, "no hay sonrisa más sincera..."
Demetria: ...que la de un click. ¡Adoro esa frase! ¿Has leído Palabra de clickero?
Gabi: Es uno de mis libros preferidos.
Demetria: ¿De verdad?
Gabi: ¡Síii! Me trae muchos recuerdos. Es que la primera vez que me lo leí fue cuando viajé a Clackicia. Leer rodeado de esa naturaleza me cautivó.
Demetria: Nunca he estado en Clackicia. Dicen que es muy bonita.


Willy: Hola, os traigo los helados. Uno de choco y el otro de vainilla.
Demetria: Ay...eran los dos de chocolate.
Willy: Oh, lo siento...entendí mal.
Gabi: No importa, me gusta la vainilla.
Willy: Si eso lo cambio...
Gabi: No te preocupes, así está bien.


Demetria: Si quieres me quedo yo el de vainilla.
Gabi: No pasa nada, de verdad. Me gusta la vainilla. No me supone un problema.
Willy: Siento la equivocación.
Demetria: Bah, no hace falta que te disculpes. Eres muy simpático y haces tu trabajo muy bien.
Willy: Muchas gracias.
Demetria: De nada.


Wenda: ¡Willy!

Cuando Willy vio a su tía Wenda, Duclón y Renzo, por muy poco no se le cae la bandeja al suelo. Unas lágrimas de emoción recorrieron sus mejillas.

Willy: Tía Wenda...


La abrazó llorando y descargó toda la tensión acumulada durante todo el día.

Wenda: Ya, mi niño. ¿Estás bien?
Willy: Sí, ahora sí. ¿Habéis venido a buscarme?
Wenda: Claro que no. Nosotros ya viajábamos en este barco. Gracias a Duclack nos hemos enterado que estabais aquí. Ahora estáis a nuestro cargo, no te preocupes. 
Willy: ¿Y mi madre?
Wenda: No te voy a negar que se disgustó mucho, pero sabe lo muy arrepentido que estás. No te preocupes, ella lo único que quiere es que estés bien y regreses a casa. 


Lucía: Ahora sois dos pasajeros más. Vuestro camarote es el que Elliot os enseñó. Ahora tendréis llave, nos os preocupéis.


Renzo y Willy saltaban felices. Por fin eran libres y podían respirar tranquilos. Sus preocupaciones habían terminado, al menos por el momento.


Emma fue en busca de su amiga Kimberly, que estaba escuchando la discusión de sus padres. Le propuso bajar juntas a Isla Tortuga y hacer turismo. Kimberly le preguntó a sus padres y ellos aceptaron si prometían tener cuidado.


Fueron en busca de Willy y Renzo y le propusieron el plan. 

Emma: Lo pasaremos muy bien.
Kimberly: Y será muy romántico.


Willy: ¿Podemos?
Wenda: Sí, pero quiero que seas responsable y no hagas tonterías. ¿Entendido?
Willy: Sí, no haré tonterías.


Duclón: Os quiero ver en todo momento. Nada de hacer trastadas, ¿de acuerdo?
Renzo: Sí, señor.


Salieron corriendo junto a las chicas hacia la cubierta. Querían ver si faltaba mucho para llegar a Isla Tortuga. 

Wenda: Esta juventud...siempre correteando de un lado para otro. Cuanta vitalidad.
Duclón: Tienen toda la vida por delante.
Wenda: Vamos, me quiero poner algo cómodo para bajar a esa isla.


Felipe se acercó hasta Demetria con timidez. Interrumpió la interesante conversación que estaba manteniendo con Gabi.

Felipe: Demetria...
Demetria: ¡Felipe! Hola...siento haberte gritado...
Felipe: La culpa es mía, Demetria. Me dejé llevar y no respeté tus deseos...lo siento.


Demetria: No te preocupes, he sido una tonta. Disculpas aceptadas.
Felipe: Para redimirme, ¿te puedo enseñar Isla Tortuga? Es preciosa y te puedo asegurar que soy un gran guía turístico. Bueno, en realidad he buscado rápidamente información sobre esa isla en Gooclick.
Demetria: ¡Jajajaja! Vale, me parece bien. 


Felipe la agarró de la mano y se la llevó corriendo del bar. Sorprendida, se despidió de Gabi rápidamente.

Demetria: ¡Luego nos vemos, Gabi!
Gabi: Sí...


Se deprimió al instante. "La historia de mi vida", se dijo pensativo. Había sentido una sensación extraordinaria cuando hablaba con Demetria. Sentía que podía hablar horas y horas con ella. "¿Habrá sentido ella lo mismo?" Se preguntaba suspirando. 

Gabi: No tengo nada que hacer contra ese chico. Es mil veces más guapo que yo y mucho más simpático...Será mejor que deje de pensar en ella.


Continuará...

martes, 12 de junio de 2018

Vacaciones en el mar - Capítulo 09: Bokiang Liao

Siguiendo sus órdenes, Lucía acudió al camarote del Capitán. Llamó pero la puerta estaba abierta. Entró llamando al Capitán, pero no recibía respuesta.

Lucía: ¿Capitán?


Miró alrededor pero allí no parecía haber nadie. Cuando ya estaba apunto de marcharse, escuchó la voz del Capitán procedente del lavabo.

Capitán Miller: Cierre la puerta, Oficial.


Cerró la puerta y al momento el Capitán salió del lavabo. Solamente llevaba puestos unos calzoncillos azules muy sexys y la gorra de capitán. 

Lucía: ¡Brian!

El Capitán le sonreía de forma sexy y le lanzaba besos. Lucía no pudo evitar reírse. En la intimidad, era un hombre al que le gustaba hacer el payaso y hacerle sonreír.

Capitán Miller: ¿Le gusta mi nuevo modelito?
Lucía: Sí, es muy provocador. ¿Es este el nuevo uniforme?
Capitán Miller: Así es, ¿le gusta?


Lucía: Mucho, mi Capitán.
Capitán Miller: Sabía que le gustaría. Tome, bebe un poco de champán.
Lucía: ¿Quiere emborracharme?
Capitán Miller: ¿Tanto se nota?
Lucía: Me temo que sí.


El Capitán rodeo la cintura de Lucía con sus brazos y la besó. Ella correspondió el beso encantada.

Lucía: Está usted loco, mi Capitán. Me encantas en la intimidad, Brian. ¿Cuando podremos hacer pública nuestra relación?
Capitán Miller: Esperemos un poco más, por mi hijo. Sabes que por el momento no aceptará otra clack en mi vida...
Lucía: Lo sé...es que quiero gritar a los cuatro vientos que te amo. Bésame, bésame como si fuese la última vez.


Amy y Rafa pasaron horas de pasión desenfrenada. Sus cuerpos se fundieron en un solo click una y otra vez. Los dos quedaron exhaustos pero satisfechos. 

Amy: Wooow. Estoy asombrada.
Rafa: Eres maravillosa. ¿Dónde has estado todo este tiempo?
Amy: Buscándote en mis sueños. Rafa, no quiero separarme de ti ni un solo momento. 


Rafa: Yo tampoco. A tu lado me siento completo.
Amy: Me iría contigo al fin del mundo.
Rafa: No salgamos de mi camarote en todo el trayecto.
Amy: ¿Hablas en serio?
Rafa: Totalmente.


Amy se tumbó sobre Rafa y lo besó.

Amy: Eso sería fantástico. Te tendría para mi sola, en exclusiva. 
Rafa: Pediríamos el servicio de habitaciones y así no tendríamos que salir.
Amy: Sería maravilloso pero...eso no es posible.


Se sentaron en la cama. Rafa parecía decepcionado.

Rafa: ¿Cuál es el problema?
Amy: Jean, ese es el problema. Me buscaría y pondría el barco patas arriba hasta encontrarme. 
Rafa: Aquí no nos encontrará. 
Amy: No lo conoces. Es peligroso. 
Rafa: Me da igual. Amy...creo que te quiero.


Amy se levantó asustada.

Amy: No digas eso, por favor.
Rafa: Lo siento, yo...
Amy: Rafa, yo también siento algo muy fuerte por ti, pero...todo esto me da miedo. No quiero que sufras por mi culpa...
Rafa: Te he dicho que no tengo miedo, me enfrentaré a él.
Amy: ¿Y a su padre también? ¡Estamos hablando de la mafia!
Rafa: Debe haber alguna forma de librarte de ellos.
Amy: No la hay...


Rafa: La encontraremos.
Amy: No quiero que te metas en problemas por mi culpa. 
Rafa: Por ti, lo que sea.
Amy: Hay algo que podría funcionar. Jean ama el dinero sobre todas las cosas. Quizás podría pedir un préstamo al banco y darle una gran cantidad de cleuros para que me deje marchar, sé que no me ama. Si le dice a su padre que me abandonó o mejor, que estoy muerta, me dejarán en paz.
Rafa: Eso es como comprar tu libertad...
Amy: Lo sé, pero quizás funcione. De momento no quiero pensar en ello, Rafa. Quiero disfrutar de ti y dejarme llevar.


Izan disfrutaba de la compañía de Cecilia. Era una clack simpática y muy inteligente. Alicia seguía con el ordenador, por lo que ya no contaba con ella. Al menos con Cecilia podía hablar y le hacía compañía. Los dos disfrutaban de un relajante baño en la piscina.

Cecilia: Fue entonces cuando la Reina Evelyn acabó con SAM, el enemigo más terrorífico de Wensuland y todo el Playmundo.
Izan: Anda, pues no tenía ni idea. Por eso le han puesto Reina Evelyn a esa avenida tan importante del centro de Wensuland.
Cecilia: Sí, hay muchos lugares que homenajean la labor de la Reina y su hijo, Adam.
Izan: Alicia habría disfrutado con esta conversación...
Cecilia: Es una clack muy ocupada.
Izan: Demasiado. Serán los genes de su padre, que no es capaz de pensar en otra cosa.
Cecilia: Debería disfrutar de este viaje. Al menos intenta disfrutar del viaje, aunque ella trabaje a todas horas.
Izan: Eso intento. No sé, lo nuestro no va bien...
Cecilia: ¿No van las cosas bien entre vosotros?
Izan: No lo sé...ahora mismo estoy confuso.
Cecilia: Dale más tiempo, quizás reaccione antes de que sea demasiado tarde.
Izan: Eso espero...


Cecilia: El amor es complicado, Izan. Oye, pronto pararemos en isla tortuga. ¿Bajarás conmigo?
Izan: Sería estupendo.
Cecilia: Cuenta la leyenda que era la isla en la que los piratas escondían sus tesoros. A lo mejor encontramos uno, ¿te imaginas?
Izan: Sería una pasada.


Izan: En el pantano en el que trabajo, he encontrado muchas reliquias.
Cecilia: ¿Trabajas en un pantano?
Izan: Soy piloto. Tengo una avioneta y realizo viajes para turistas y también para llevar suministros a zonas de difícil acceso.
Cecilia: ¡Eso es una pasada! Debe ser muy emocionante. Me encanta tu trabajo.
Izan: ¿En serio? Me alegra que alguien lo valore. Alicia menosprecia mi trabajo.
Cecilia: Pues a mi me parece apasionante. Izan, es hora de hacerte ese masaje. Túmbate boca abajo.


Izan se tumbó boca abajo con la cabeza y los brazos fuera del agua y apoyado en un lateral de la piscina. Cecilia empezó con el masaje y en seguida consiguió relajar a Izan.

Izan: Por todos los clicks, esto es una pasada...
Cecilia: Me alegro que te guste. Aquí tienes un nudo.
Izan: Ahí me suele doler de vez en cuando.
Cecilia: Se te acumula toda la tensión en esta zona.  Relájate, intentaré deshacerte el nudo.


Después de unas horas sirviendo y ayudando a Vera y Dora, llegó el momento de descansar. Willy estaba agotado. Los chinos no habían dejado de pedir en ningún momento y hasta que no se marcharon, no pudieron relajarse. Dora se acercó a Willy. Parecía estar muy cansado.

Dora: Hola Willy, ¿estás bien?
Willy: Muy cansado...Tengo ganas de volver a casa.

A Willy se le escaparon unas lágrimas. No estaba acostumbrado a trabajar y menos en esas circunstancias.


Dora: ¡Oh, Willy! No llores, por favor. 
Willy: Quiero regresar a casa...esto no me gusta.
Dora: Vamos, esto no es tan malo. Te voy  a contar un secreto...el Capitán os quiere dar un escarmiento, pero solamente por unas horas. 
Willy: ¿En serio?
Dora: Conozco al Capitán. Además, me han chivado que os tienen una sorpresa preparada.
Willy: ¿Una sorpresa?
Dora: Sí, pero no digas nada, por favor. Es un secreto, ¿vale?


Emma: ¡Hola, Dora!
Dora: ¡Emma! Hola, guapísima.
Emma: Vengo a por un helado de chocolate.
Dora: Tú si que sabes vivir la vida, amiga. Ahora mismo le digo a Vera que te lo prepare.
Emma: Gracias.


Dora: Mira, te presento a mi amigo Willy. Willy, ella es una de las chicas más guapas y simpáticas del barco. Se llama Emma, es alemana y tiene quince años. 
Emma: Hola, Willy.
Willy: Hola...

Emma era una niña muy guapa. Rubia, con el pelo corto y unos ojos grandes y azules como el cielo. Su sonrisa era sincera y radiaba felicidad con su mirada.


Emma: ¿Eres amigo de Dora?
Willy: Se puede decir que sí.
Emma: Los amigos de mis amigos, son mis amigos. ¿Estás triste?
Willy: Un poco.
Emma: No lo estés, Willy. ¡Estamos de crucero!
Willy: Ya...


Emma: Vaya, estás triste de verdad. Del uno al diez, diría que un diez.
Willy: Es que estoy aquí por error. Echo de menos a mi madre y no me gusta trabajar en el bar...es muy duro.
Emma: ¿Trabajas aquí? ¿Dónde está tu madre?
Willy: En casa. Trabajo aquí pero obligado...
Emma: ¡Eso es escalvismo! Oh, ¿se dice así? Espera, ¿esclavizismo?
Willy: ¡Jajajajaja! No lo sé. Creo que se dice esclavitud.
Emma: Eres muy listo, Willy.
Willy: ¿Yo? Que vá...


Kimberly vio a Willy hablar con Emma y no podía dar crédito. No entendía que podía hacer Willy en el barco. Fue hasta ellos y los interrumpió.

Emma: Yo no soy demasiado lista. Tengo que repetir curso, aunque eso no es malo. Mi abuela dice que...
Kimberly: ¿Interrumpo?
Emma: ¡Kim!


Emma y Kimberly se conocieron horas atrás en la piscina. Pronto se hicieron amigas. Emma había ido a por un helado y Kimberly la estaba esperando. Cansada de esperar, decidió ir en su busca.

Willy: ¡Kimberly!
Kimberly: Willy, ¿qué haces aquí? No sabía que viajabas en el barco.
Willy: Sí, pero por error.
Emma: Incluso trabaja aquí obligado.
Kimberly: ¡No entiendo nada!


Willy le contó toda la historia. Cuando terminó de narrar lo ocurrido, Kimberly no podía creerlo.

Kimberly: ¿Dices que Renzo también está aquí?
Emma: Kim, es una preciosa historia de amor. Es todo tan romántico. 
Kimberly: Estoy flipando, tía. ¿Dónde está?
Willy: Lo tienen trabajando en las cocinas. Espero que esté bien...
Kimberly: ¡Tengo que ir a verlo!


Vera: Emma, aquí tienes tu helado.
Emma: ¡Gracias, Vera! Bueno, ya que tienes que ir a ver a tu novio y Willy está trabajando, iré a ver dónde está mi abuela. ¡Luego nos vemos!


Kimberly salió corriendo en busca de Willy. No sabía exactamente dónde estaban las cocinas, pero estaba dispuesta a averiguarlo. Willy se quedó hablando con Vera. Aunque deseaba marcharse, de momento no se podía mover de ahí.

Vera: Paciencia, Willy. Pronto serás libre.


Donato vio a Carlota tomándose un café con leche en el bar. Su rostro seguía transmitiendo tristeza. Era una clack hermosa y le gustaba mucho. Algo en ella le atraía. Decidió acercarse a ella e intentar e intentar disculparse. De paso, intentaría hacerle sonreír.


Donato: Hola, Carmen. Vengo a disculparme, no quería molestarte y me he excedido con las confianzas.
Carlota: Hola, Donato. No tienes que disculparte. No has hecho nada malo, de verdad. Soy yo, que estoy un poco alterada y...tengo problemas.
Donato: Salta a la vista. Se te ve muy triste.


Carlota: Lo estoy, pero son cosas complicadas de explicar. ¿Sabes en que estaba pensado? En Boliang Liao. 
Donato: ¿Bokiang Liao?
Carlota: Eso, Bokiang Liao. Me gustaría mucho poder ir a visitarlo. Quizás sea eso lo que necesite, alejarme todavía más.


Donato: Te gustaría. Es un lugar con mucho encanto. Mi amigo tiene una casa muy grande, allí no tendrías problemas de alojamiento. Se come muy bien y muy sano, que es importante. Las noches son mágicas y es el lugar dónde me siento más en paz conmigo mismo y con el mundo.
Carlota: Suena maravillosamente bien.


Donato: Es una pena que no quieras cenar conmigo, tengo tantas cosas interesantes de Boqiang Liao que contar...
Carlota: Está bien, cenaré contigo.
Donato: No tienes que hacerlo por pena o sentirte obligada.
Carlota: Cenaré contigo porque me apetece.
Donato: ¡Estupendo! No te arrepentirás.


Leire llevaba un buen rato ayudando en las cocinas a Renzo. Aunque le tocaba descansar, le daba pena dejar al chico con tanto trabajo. Estaba todo patas arriba. Cacharros por todas partes por limpiar, copas, platos, cubertería, ollas...una locura. A pesar de llevar tanto tiempo ayudando, quedaba mucho por hacer. Había barrido y fregado el suelo y ordenado muchas cosas.


Se asomó al fregadero y vio a Renzo limpiando cacharros sin parar. "Se ve muy buen chico. Me da pena dejarle con toda esta faena" pensaba mientras dejaba la escoba en su sitio.


Renzo limpiaba a toda prisa. Quería terminar toda la faena y poder regresar junto a Willy. Juntos, podrían ir en busca de Kimberly. Se desanimaba al ver a su alrededor pilas y pilas de platos y cacharros por limpiar.


Leire: Renzo.
Renzo: ¿Sí?
Leire: Tengo que volver al trabajo. Siento no poder ayudarte más...
Renzo: No te preocupes, has hecho suficiente...
Leire: Ánimo, luego me pasaré a ver cómo lo llevas. Te traeré algo rico.
Renzo: Eso será si sobrevivo. ¡Es demasiado!


Fueron a los fogones, estaba abarrotado de trastos por limpiar. Mirar aquella escena desmoralizaba a cualquiera.

Renzo: Moriré aquí metido.
Leire: Quieren que limpies el horno. Hazlo, pero no te mates. Renzo, no te desanimes. En cuanto termines con esto, te espera algo muy bueno.
Renzo: ¿El qué?
Leire: No lo sé, pero es algo que te alegrará mucho. Luego me paso, ¿vale?
Renzo: Vale...
Leire: ¡Ánimo, campeón!



Renzo la vio marchar y le dieron ganas de gritar. Ahora todo aquel trabajo lo tendría que hacer sin ayuda. Estaba triste y desanimado.

Renzo: Todo me sale mal...

Recordó lo mucho que se quejaba trabajando en el restaurante de su padre. Aquello era gloria bendita comparado con esto. Deseaba con todas sus fuerzas regresar y ayudar a su padre. Lo echaba de menos. Prometió no quejarse nunca más por trabajar en el restaurante.

Renzo: Espero que mi padre me perdone...


Se puso a tararear una canción muy conocida y volvió al trabajo. Estaba decidido a limpiar todo aquello en un tiempo récord.


Continuará...