Capítulo 02
El rostro de la maldad
Hotel Stanley
Londres, 1845
El hotel Stanley había sido un hotel de referencia en Londres. Sus huéspedes eran clicks adinerados, famosos artistas, personalidades selectas y familias de alta cuna. Aquella fama y prestigio desapareció cuando uno de sus huéspedes murió en el hotel. Hugh Crain era un prestigioso doctor que solía alojarse en el hotel con asiduidad. En una de aquellas ocasiones, la policía irrumpió en el hotel buscándole por el asesinato de varias mujeres y niños. Lo encontraron en una de las habitaciones, apunto de asesinar a la encargada de la limpieza. Crain se resistió por lo que lo abatieron allí mismo y murió. Desde ese día, se cree que el espíritu maligno del doctor sigue en el hotel, con ansias de venganza y atormentando a sus huéspedes. El miedo corrió como la pólvora por toda la ciudad y la cantidad de huéspedes bajó de forma alarmante. A pesar de todo,el hotel conseguía mantener sus puertas abiertas. El perfil del cliente bajó, y se aceptaba cualquier huésped que pudiese pagar su estancia.
Theo era la dueña y al mismo tiempo recepcionista del Stanley. Rubia, ojos azules, delgada y de piel muy blanca. Había luchado mucho por mantener el hotel a flote y no estaba dispuesta a rendirse. Fue capaz de adaptarse a las circunstancias y de renunciar a una vida acomodada por el mantenimiento del negocio familiar. Cuando escuchó la campanita sonar, dejó el libro que estaba leyendo y dedicó la mejor de sus sonrisas a sus nuevos clientes.
Theo: Bienvenidos al hotel Stanley.
Grace: Gracias.
Grace, Jonathan y la pequeña Mina observaron la recepción. Les pareció limpia y elegante. Grace era una mujer muy bella, aunque sus ojos transmitían una profunda y desgarrada tristeza. De pelo castaño y largo, ojos marrones y de piel blanca. Vestía con un vestido blanco que se ajustaba a su espléndida figura. Mina tenía los mismos rasgos que su madre. Era una niña alegre e inteligente. Vestía de blanco, al igual que sus padres. Jonathan era un hombre elegante, de pelo negro, barba, gafas y delgado.
Jonathan: No está mal, querida. Pasaremos aquí la noche. Estoy agotado y deseo descansar.
Grace: Sí, a mi también me vale.
Mina observaba la recepción con fascinación. Parecía un lugar misterioso y eso le llamaba profundamente la atención.
Theo: ¿Desean alguna habitación? Nuestras suites están disponibles y son muy confortables. Tenemos servicio de habitaciones y nuestra carta es muy extensa con manjares exquisitos.
No deseaba perder nuevos clientes, así que intentaba por todos los medios que se quedasen.
La pequeña Mina vio a un hombre gordo, con un largo bigote y muy elegante junto a un niño de pelo oscuro y muy guapo. Estaban sentados en recepción y en seguida se sintió atraída por aquel niño desconocido.
Se acercó hasta él y le saludó de una forma muy animada.
Mina: Hola, me llamo Mina. ¿Cómo te llamas?
El niño giró la cara y miró a su padre ignorando por completo a la pobre Mina. Se indignó al momento y en seguida lo odió. Había sido amable y él la había tratado muy mal.
Mina: Idiota.
Tras insultarle, volvió junto a sus padres.
Mina: Mamá, ese niño es un maleducado.
Theo: ¿Me podría facilitar su nombre, caballero?
Jonathan: Jonathan Harker.
Grace: Que sean dos habitaciones. Una para nosotros y otra para Mina.
Jonathan: ¿¡Dos!? Con una tenemos suficiente.
Grace: Mina es mayor y tiene que dormir en su propia habitación.
Jonathan: Grace, no deberíamos tirar el dinero de esa forma...deberías entenderlo de una vez por todas.
Grace: Estamos hablando de nuestra pequeña y sus necesidades.
Jonathan: Está bien, que sean dos habitaciones.
Mina: ¡Yupiiii! ¡Una habitación para mi sola!
Mina saltaba feliz. Después del disgusto con el niño maleducado, aquello le había devuelto la ilusión.
Theo llamó a un hombre que acudió al instante.
Theo: Edward, lleva a nuestros nuevos huéspedes a las habitaciones 1408 y 666.
Edward: Sí señora.
Era un hombre mayor, prácticamente calvo. Vestía completamente de negro. Agarró las llaves y se dirigió a los nuevos clientes.
Edward: Edward Myers, para servirles. Por favor, sean tan amables de seguirme.
Edward llevaba consigo un candelabro con tres velas. Comenzó a caminar y se metió por un pasillo. Ellos lo siguieron de cerca.
Antes de marcharse con sus padres, Mina se detuvo un momento para mirar de nuevo al niño maleducado. Le sacó la lengua y luego le insultó.
Mina: Tonto.
Caminaron por varios pasillos en los que habían muchas puertas enumeradas.
Grace: Es un hotel muy grande.
Edward: Así es, señora.
Jonathan: Aquí es fácil perderse.
Edward: No se preocupen, disponen de mi ayuda para moverse por el hotel. Es por aquí, síganme.
Mina sentía que alguien la estaba mirando. Se giró y vio a una niña rubia observándole en el marco de una puerta. La quiso saludar pero desapareció y no le dio tiempo.
Edward: Esta es la 1408.
Llegaron a la puerta de una de las habitaciones. Mientras Edward introducía la llave en la herradura, Mina notó una presencia.
Asustada, se giró para comprobar si había alguien tras ella. No veía a nadie, pero estaba segura de que los estaban siguiendo.
Un hombre alto, fornido y con rostro poco amigable apareció caminando hacia ellos. Su sombrero de copa era viejo y su ropa había conocido mejores tiempos. La limpieza no parecía una de sus virtudes. Mina se asustó tanto que salió corriendo junto a sus padres.
Edward se giró al escuchar ruidos. Vio al hombre y se disculpó con ellos, pues quería hablar con él.
Se acercó al hombre, que lo miraba serio.
Edward: Michael, no deberías estar aquí. ¿Quieres espantar a todos los huéspedes? ¿Ya has deshollinado todas las chimeneas? Te dije que debías hacerlo en todas las habitaciones.
Michael: Me faltan unas cuantas. Tenemos un pequeño problema en una de ellas...
Edward: Regresa a tu alcoba cuanto antes. Luego iré a verte y te ayudaré a resolver el problema.
Edward: De acuerdo.
Edward miró a Grace dedicándole una mirada lasciva. Un escalofrío recorrió todo su cuerpo. Aquel hombre le repugnaba.
Finalmente entraron en la habitación. Mina saltaba feliz por todo el cuarto. Era una habitación preciosa, con una lujosa cama presidiendo la estancia.
Mina: ¡Me encanta, mamá!
Grace: Es perfecta para mi niña.
Edward: ¿Y bien?
Jonathan: Nos alojaremos en la 666.
Edward: Como deseen...
Jonathan: Vamos, querida.
Se disponían a marcharse, pero Grace se dio la vuelta.
Grace: Mina, disfruta de esta habitación.
Mina: Lo haré, mamá.
Grace: Buenas noches, Mina.
Mina: Buenas noches, mamá.
Mina se sintió triste. Aunque deseaba dormir en aquella maravillosa habitación, separarse de sus padres le dolió. No soportaba estar lejos de ellos. Aunque su padre era un hombre serio, que pocas veces le sonreía, sabía que la quería mucho. Recordaba aquellas tardes de juegos que pasaban juntos y sentía que quería volver a ser más pequeña para que le dedicase más tiempo. Ya no jugaba con ella y siempre estaba fuera de casa. Su madre sin embargo siempre le sonreía y la trataba con mucho amor.
Una vez sola en su habitación, se animó. Debía aprovecharse de aquella situación y disfrutar. Se sentía una princesa en su palacio.
Mina: Eso es lo que soy, una princesa. No dejaré que un niño maleducado me arruine la noche. ¡Esta es mi habitación!
Se tumbó en la cama. Descubrió que era muy confortable y que allí podría dormir mejor que en su propia casa. Llevaba tiempo sin poder dormir y aquella cama era su billete al mundo de los sueños. Se imaginó que era una princesa a la que todo el mundo quería y respetaba.
Mina: Mina, la princesa más bella del Playmundo y la más buena.
Jugó un rato hasta que la llama de la vela se apagó. Estaba dispuesta a dormir cuando algo la sobresaltó. No estaba sola en la habitación. Se esforzó en mirar en la oscuridad, pero no conseguía ver nada sospechoso.
Mina: ¿Hay alguien ahí? ¡Voy armada!
Mentía, pero esperaba que aquello que estuviese oculto en la oscuridad se marchase asustado.
Regan: Soy Regan McNeil, a su servicio princesa Mina.
Mina: ¡Eres la niña de antes!
Regan: Sí, la misma. ¿Te llamas Mina?
Mina: Ese es mi nombre. No soy princesa...
Regan: Lo sé, pero te he visto jugar y me ha parecido divertido. A mi también me gustaría ser una princesa.
Mina: ¿Que haces en mi habitación?
Regan: Quería conocerte y...necesito tu ayuda. Siento no haberte saludado antes. ¿Quieres ser mi amiga?
Mina: ¡Sí! No tengo amigos...Excepto a mi madre, que es mi mejor amiga pero...es mi madre.
Regan: Claro, ella no puede jugar contigo. Yo no sé dónde está mi madre...Hace mucho que no la veo.
Mina: ¿Cómo has entrado? La puerta está cerrada...
Regan: Este hotel tiene muchos pasadizos secretos. Me puedo desplazar a mi antojo sin ser descubierta.
Mina: ¡Eso es la repera! Oye, ¿y para que necesitas mi ayuda?
Regan: Un niño está en apuros y necesita nuestra ayuda. Además, es muy guapo. Moreno, con unos ojos...
Mina: ¡Lo he visto! No pienso ayudarle en nada. Le saludé en recepción y me giró la cara. Es tonto, maleducado y muy idiota.
Regan: Entiendo que estés molesta, pero si no actuamos morirá.
Mina: ¿Morirá? Es una broma, ¿verdad?
Regan: ¡No estoy bromeando! Esto es muy serio. Un hombre malvado lo matará si no le ayudamos...
Mina: Puedo buscar a mis padres y que llamen a la policía...
Regan: No puedes meterlos en esto. Además, no hay tiempo para eso...debemos actuar cuanto antes.
Regan fue hasta un sofá y lo corrió a un lado. Escondido tras él, había una pequeña compuerta.
Regan: ¿Me ayudarás? Ahora somos amigas y las amigas se ayudan cuando lo necesitan. Ven, iremos por los pasadizos secretos.
Mina: Vale, te ayudaré...pero tengo que regresar pronto a la habitación. Mis padres se podrían preocupar.
Regan: No se preocuparán, te lo prometo.
Regan desapareció tras esa compuerta oculta. En el interior de aquel pasadizo estaba muy oscuro. Un viento helado salía de su interior produciendo un ruido siniestro y escalofriante.
Mina: Tengo miedo...
Regan: No temas, recuerda que eres un princesa.
Mina: No soy ninguna princesa...
Una vez en el interior, caminaron lentamente. A veces entraba luz por algunas grietas que daban a otras estancias ocultas. Podían escuchar voces procedentes de las habitaciones por las que pasaba aquel pasadizo oculto. Había mucho polvo, bichos y telarañas.
Un ruido cercano alertó a Mina, que se agarró a Regan asustada.
Mina: ¿Eso que es?
Regan: Es un ratón, no temas.
Mina: Quiero regresar a mi habitación...
Regan: No tengas miedo, Mina.
Se vieron invadidas por telarañas y Mina gritaba de asco y miedo. Una araña de grandes proporciones parecía dispuesta a defender su territorio. Mina gritó al verla y se sacudió la telaraña de la ropa lo más rápido que pudo.
Cuando ya pensaba que no podría ocurrir nada más horrible que aquello, una rata enorme pasó justo a su lado.
Mina: ¡Una rata! ¡Socorro!
Regan: Tranquila...da miedo, pero no nos hará ningún daño.
Mina: Deseo volver a mi habitación, Regan...
Regan: Mira, ya se va. Venga, debemos seguir adelante.
Llegaron al final del pasillo. A simple vista no parecía haber salida, pero Regan tocó una palanca y la pared se movió.
Empujaron un armario y salieron a la cocina. No había nadie y todo estaba en orden. Mina sintió un gran alivio cuando salieron del pasadizo. Estaba harta de bichos y suciedad.
Mina: ¿Dónde estamos?
Regan: Es la puerta secreta de la cocina. Ahora tenemos que buscar otro pasadizo secreto.
Mina: ¿Otro? No me gustan esos pasadizos...
Regan: Debemos ser valientes. Si nos rendimos, el niño morirá.
Mina: Está bien...Mira, manzanas...hace tanto que no como manzanas.
Regan: Y yo.
Llegaron a una salita de estar. Regan le pidió silencio a Mina y se acercó a hurtadillas hasta el umbral de una puerta. Asomó la cabeza con sigilo para comprobar que estuviesen solas.
Regan: ¡Oh, no!
La cara de Regan era de puro terror. Miró a su amiga nerviosa y la agarró de los hombros.
Regan: Está ahí.
Mina: ¿El niño en peligro?
Regan: No, Hugh Crain.
Mina: ¿Quién es ese?
Regan: El espíritu de un hombre malvado. Es un asesino despiadado que mató a muchas personas...
Mina: ¿¡Un espíritu!? No...no qui-iero se-seguir jugando. Me da mu-mucho miedo...
Regan: Pasaremos sin que nos vea. Debemos ser muy sigilosas.
Mina: Tengo miedo...
Regan: No podemos rendirnos ahora, estamos muy cerca de salvar al niño.
Regan pasó a gatas hasta llegar a una mesa en el centro de la sala. Se escondió allí y le indicó a Mina que hiciese lo mismo. Mina negó con la cabeza pero Regan le insistió.
Regan: Vamos...no es tan difícil. No tengas miedo...
Se armó de valor y entró en aquella sala. No pudo evitar mirar al espíritu maligno. Su aspecto era terrorífico. Sus ojos estaban inyectados en sangre. Sus dientes podridos y su piel putrefacta. Pelo gris y muy alto.Vestía con ropa vieja, que en otros tiempos habría sido elegante. Se quedó totalmente paralizada. El miedo más profundo invadió cada uno de sus músculos. Hugh Crain la vio. Hasta ese momento había estado quieto, con la mirada perdida en un rincón de la sala. Movía los labios murmurando algo imperceptible. Mina lo perturbó y reaccionó al momento.
Hugh Crain: ¡Túuu, maldita mocosa! ¡Te atormentaré durante el resto de la eternidad!
Regan: ¡Mina, muévete! ¡Nos ha visto!
Mina: No...no pu-puedo moverme...
Hugh Crain: ¡Esa maldita escapó con vida! ¡Necesito saciar mi sed de venganza!
Regan: ¡Mina! ¡Correeee!
Mina: So-socorro...
El espíritu maligno saltó con gran facilidad desde su esquina hasta colocarse sobre la mesa. Sonreía mostrando su oscura y retorcida boca. Era el rostro de la maldad.
Hugh Crain: ¡Sufriréis conmigo por toda la eternidad!
Regan: ¡Corre, Mina!
Continuará...