viernes, 28 de agosto de 2015

Epidemia Zombie: Capítulo 03 - Bellezas y esperpentos

Roula empujaba el bidón que contenía a Y-321. Facunda caminaba a su lado, examinando la zona. El pantano de Payaso Demonio era un lugar ideal para deshacerse del bidón. Aunque su tío le había ordenado que lo llevase al centro de residuos tóxicos de Ambrella, Facunda no estaba dispuesta a cumplir sus deseos. Si se deshacía del bidón en alguna zona alejada del pantano, nadie se daría cuenta y se podría quedar con todo el dinero. 

Facunda: Quién quiere 100 cleuros pudiendo tener 500...
Roula: Estoy cansada Facu, ¿empujas tú?
Facunda: Roula, no me distraigas, tía. Estoy to concentrá a ver dónde dejamos la carga.
Roula: Ya, claro...


Desconocían que contenía el bidón. No se trataba simplemente de residuos contaminantes peligrosos para la naturaleza, su contenido podría extinguir a la humanidad, a todo ser vivo. Contenía la muerte, la destrucción, el fin del Playmundo tal como lo conocemos. Y-321 esperaba en su interior cualquier error para poder escapar, ansioso por saciar su hambre.

Facunda: Tía, creo que este es un buen sitio. ¿Ves? Soy la repera.
Roula: Sí, pero la que se desloma soy yo...


Escucharon ruidos que se aproximaban con rapidez hacia ellas. Facunda pensó que podría ser su tío. El miedo se apoderó de ella. Si su tío se enteraba de esto, no volvería a confiar nunca más en ella. Al distinguir una figura a lo lejos pedaleando sobre una bicicleta, supo que no se trataba de su tío. 

Facunda: Viene alguien, ¡menuda caca!
Roula: ¿Que hacemos?
Facunda: ¡Escondernos! ¡Ahí, en esos matorrales!


Efectivamente, no se trataba de su tío, el Dr. Marcus. Quién pedaleaba aproximándose hacia su posición era Ray, el monitor del gimnasio de Sabrina. Había quedado con ella en el pantano para recoger su dinero del chantaje. Había sido toda una suerte descubrir a Sabrina y otro chico del gimnasio liándose en las duchas. Grabó con su videocámara las escenas y la chantajeó. Si no le entregaba los 20.000 cleuros, se lo diría a su querido novio policía, John. 


Ray: Estoy de suerte. Ya he pillado un buen pellizco de otro chantaje. Ese viejo se pensaba que podría liarse con niñatas y engañar a su mujer sin pagar un precio. La semana que viene le pediré otros 30.000 cleuros. Con Sabrina también tengo asegurados unos cuantos pagos. Me aprovecharé de ella hasta que le saque toda la pasta a su noviete. ¡Ray, eres un cerebrito! Me comería a besos si pudiese. 


Roula y Facunda observaron cómo se alejaba. Ray no se percató de la presencia de las dos clacks ni del bidón abandonado. Estaba demasiado concentrado en sus pensamientos.


Empujaron el bidón hacia una zona poco visible. Las dos lo miraban pensativas. Roula sabía que aquello no estaba bien. A ella le gustaba la naturaleza, y esperaba que el bidón no la contaminase. Aunque en su interior sabía que muy bien no le haría.

Facunda: Que le den morcilla, aquí ya está dabuten.
Roula: ¿Crees que será perjudicial para la naturaleza? Me siento culpable...
Facunda: Siéntete culpable tomando una cerveza y gastando la pasta que nos llevamos. Da igual, Roula. Este sitio está to muerto, no hay ná de ná. 
Roula: Pero...dejar esto aquí...


Gerard: Buenos días, guapetonas.

Tres excursionistas habían aparecido de la nada a sus espaldas. Uno era rubio, extremadamente guapo, aunque a todas luces un chuleta del tres al cuarto. Otro era un chico también muy atractivo, castaño y con ojos azules intensos como el cielo. El tercero era un chico de color, con el pelo a lo afro. Tenía cara de pocos amigos.

Facunda: ¡La virgen! ¡¿Nos queréis matar del susto?!
David: Lo siento, no era nuestra intención.
Roula: No pasa nada, chicos.


Gerard: No veas, macho...

No pudo reprimir su sorpresa al ver a Facunda. Jamás había visto una clack tan fea. Ojos de lagarto y en su boca parecía haber explotado una bomba. Su pelo verde recogido, sus múltiples tatuajes y su corpulencia sin duda le otorgaban un aspecto muy personal.

Facunda: ¿Que miras? ¿Tengo monos en la cara o es que me quieres morrear?
Gerard: No, no...
Roula: Perdonad a mi amiga, tiene mucha personalidad.
Gerard: ¿Y que hacen dos clacks solas en un lugar como este?
Facunda: Pues...ehhh...¿A ti que te importa?
David: Será mejor que no les molestemos.
Roula: Estamos de excursión. Nos apetecía relajarnos en plena naturaleza.
Will: Pues yo me quiero ir a mi casa...estoy cansado y sudando como un cochino.


Gerard: ¿Y ese bidón?
Facunda: ¿Que insinúas? ¡No es nuestro!
Gerard: No, si no digo que sea vuestro...
Facunda: Ah, vale. 
Roula: Estamos sorprendidas, la gente es muy incívica...
Facunda: Sí, son incíclicos...
David: Son gentuza. Que poco considerados con el medio ambiente...es indignante. 
Facunda: Eso eso...es in-indi-indigran...eso que has dicho.


Gerard: Nosotros nos vamos, chicas. Disfrutad de la excursión. Vamos, tenemos un largo camino por delante.
Will: Preferiría volver a casa...tengo ampollas en los pies...
Gerard: Vamos, que eres un flojo. Demuestra que eres un macho con dos pares, ¡venga!
Will: A mala hora he decidido apuntarme a esto...
Facunda: Vamos, Roula. Nos las piramos de aquí.


Damon Espantapájaros era un famoso fotógrafo de moda. Sus ingeniosas y novedosas fotografías habían dado la vuelta al mundo. Las modelos se volvían locas por ser fotografiadas por el artista. Aunque no sólo por su trabajo era conocido el fotógrafo. Era un clackero de mucho cuidado. Su afición por las clacks era tal que muchos lo consideraban un enfermo. Si las modelos cedían, las fotografiaba desnudas y muchas veces terminaba en la cama con ellas. Había decidido acudir al pantano con algunas modelos para fotografiarlas en un entorno natural.

Damon: ¡Maravilloso, excelente, fantástico, extraordinario! Este lugar es perfecto para desatar mi imaginación.


Le acompañaban tres modelos femeninas y uno masculino. Cindy Clackford, castaña y famosa por su sensuales curvas. Era estricta en su trabajo y le gustaba hacer las cosas bien hechas, perfectas.Claudia Clickfer, rubia de pelo largo y ojos azules. Los diseñadores se peleaban para que luciese sus diseños. Podía presumir y creerse la mejor, pero Claudia era una clack con los pies en la tierra, de un barrio humilde. Heidi Cluck, considerada por muchos fea, pero valorada por su extraña y particular belleza. Creída, avariciosa y muy caprichosa. Era difícil trabajar con ella. El chico se llamaba Mathias Lauridsen. Sus fotografías y pósters adornaban las casas y carpetas de las adolescentes de medio Playmundo. Se lo tenía muy creído y pensaba convencido que era superior a todo ser viviente. Damon se dirigió a todos, eufórico.

Damon: Quiero que deis el cien por cien de vosotros, os necesito concentrados. Quiero que os rindáis ante mí, soy vuestro Dios, vuestro amo. Si digo que os tiréis al suelo, lo hacéis, si digo que os desnudéis, cumplís mis deseos...os quiero sólo para mi.
Mathias: Osea, que seremos tus esclavos, ¿no?
Damon: Sí.


Damon se acercó hasta Mathias y le susurró al oído...

Damon: Nos vamos a triscar a cada una de estas, ¡estamos de suerte!
Mathias: Me quedo con la rubita. ¡No te olvides de sacar alguna fotografía para venderlo a las revistas!
Damon: Iremos a medias, ¿vale? Yo lo intentaré con Cindy, me pone como una moto esa clack.


La sesión de fotos comenzó. Damon se puso en marcha, dejándose llevar por la pasión y dedicándose por completo a su trabajo. Las modelos posaban obedientes y aguantando las exigencias del fotógrafo.







Terminada la primera ronda de fotografías, se tomaron un descanso. Mathias se acercó hasta Claudia, que se relajaba observando el paisaje.

Mathias: Hola, muñeca.
Claudia: ¿A qué muñeca te refieres? Yo no me llamo muñeca.
Mathias: Preciosa, dejemos el aburrido cortejo y vayamos directos a la acción. Estás de suerte.
Claudia: ¿De suerte?
Mathias: Sí, podrás catarme. Sólo algunas privilegiadas tienen el placer de estar conmigo.
Claudia: Pues yo no quiero ser una de esas privilegiadas. Hasta luegi.


Mathias: ¿Me rechazas? ¡¿Que me rechazas?! ¡Cómo te atreves! ¡Nadie me rechaza, nadie! 


Heidi se acercó a Damon muy cariñosa. Sabía de la existencia de una revista especial nueva temporada y que le habían encargado elegir la portada y la modelo principal. Estaba dispuesta a conseguir ser la protagonista y salir en portada. Damon era muy clackero y ella sabía seducir a los hombres a su antojo. 

Heidi: Damon, estás excesivamente sexy.

Damon sólo llevaba un bañador slip, gafas de sol y unas botas camperas. Se alegró al escuchar esas palabras y la miró orgulloso.

Damon: Lo sé, preciosa.
Heidi: Una belleza como yo necesita que le den mimitos y besitos...¿Podrías ayudarme?
Damon: Ahora mismo, pequeña. Vamos tras esos matorrales y deja que te mime hasta que te derritas.
Heidi: Sí, pero antes quiero que me prometas que seré portada.
Damon: ¿Portada? ¡Lo estás flipando!


Señaló a Claudia, que se alejaba de Mathias a toda prisa.

Damon: Claudia será portada. Es la modelo revelación del momento y su belleza no tiene igual.

Heidi la miró rabiosa. Deseaba tirarle del pilo y escupirle en la cara. 


Heidi: ¡Pues no volveré a trabajar contigo nunca más!
Damon: ¡Heidi, no te enfades! ¿No quieres mimitos?
Heidi: ¡Vete al cuerno! Y para que te enteres, ¡tus fotos son bazofia! 


Heidi se marchó enfadada sin rumbo fijo. Caminaba con paso firme sin saber a dónde se dirigía. Esperaba que Damon la persiguiera rogando su perdón. Al principio estaba segura que el fotógrafo la seguiría, pero poco a poco fue perdiendo la esperanza. Se vio sola, caminando por un lugar totalmente desconocido y peligroso.


Heidi: ¡Odio a los hombres! ¡Odio a Damon y a esa harpía de Claudia! ¡Yo soy la mejor! ¡No puede despreciar mi belleza de esa forma!


Enfadada, le dio una patada al bidón. Se hizo daño en el pie y gritó dolorida. A pesar de todo, siguió dando patadas hasta que se hartó. 

Heidi: ¡Maldito Damon!


El bidón se abrió un poco por uno de los costados. Y-321 presionó con fuerza y lo abrió totalmente. Heidi estaba tan enfadada que no se percató.


Se alejó unos pasos del bidón y se asomó por un terraplén. Se veía gran parte del pantano y se quedó allí llorando. Estaba muy enfadada y le dolía el pie. Estaba segura que no podría andar bien en días, y tenía un par de pasarelas en las que tenía que desfilar. Y-321 salía poco a poco del bidón, sacando sus repugnantes brazos.


Ya tenía medio cuerpo fuera cuando localizó a Heidi. Seguía de espaldas a él, llorando y maldiciendo. No dudó un instante, era su objetivo.

Heidi: Podría demandarle por acoso...¡Es buena idea! Él intentó provecharse de mi, incluso me ofreció ser portada de la revista. Me negué, yo no soy una cualquiera y se propasó conmigo. Me defendí propinándole muchas patadas y me hice daño, aunque no conseguí alcanzarle. Suena bien...


Y-321 caminaba lentamente, sin prisa pero sin pausa. Veía el reluciente pelo de la modelo y sus deliciosos y sanos brazos y ansiaba alcanzarla. Cuando estaba muy cerca de ella, se le escapó un quejido. Fue breve y flojo, pero ella lo escuchó.



Se dio la vuelta esperando encontrar a Demon. Estaba dispuesta a chantajear al fotógrafo si no la elegía como modelo principal. Acabaría con su carrera y todos lo repudiarían. 

Y-321: Ghaaa...
Heidi: Por fin te dignas a hablar conmigo. Exijo que me...

Al ver a Y-321 gritó como jamás lo había hecho. Una vez fue capaz de gritar al ver una rata, otra incluso al ver una cucaracha pero aquellos gritos no se podían comparar con este. Le salió del alma. Estaba completamente aterrada.

Heidi: ¡Ahhhhhhh!
Y-321: ¡Grrrrr!


Se lanzó sobre Heidi pero ella intentó separar al monstruo con todas sus fuerzas. Y-321 no era precisamente débil. Sus repugnantes brazos agarraron a Heidi y abrió su boca para enseñar sus dientes. Heidi quiso gritar de nuevo, pero se quedó sin aliento. Sintió cómo desgarraba su garganta y supo que iba a morir. Pensó con pena que nadie lloraría su muerte.



Continuará...

jueves, 6 de agosto de 2015

Epidemia Zombie: Capítulo 02 - Mentiras, celos y engaños

Sabrina había hecho las cosas muy mal. Estaba arrepentida pero su lado más salvaje amaba el peligro y vivir al límite, rompiendo reglas. Había engañado a su novio John. En el gimnasio conoció a un chico y tuvieron sexo esporádico en las duchas. Fue sólo sexo y ninguno de los dos quiso repetir. Un monitor llamado Ray los descubrió y los grabó en vídeo para dejar constancia. Ahora chantajeaba a Sabrina con contárselo a John y vender el vídeo a una revista si no le entregaba veinte mil cleuros. Sabrina tuvo que inventar una historia para que John le diese tal cantidad de cleuros. Ahora le exigía quedar en el pantano de Payaso Demonio para el intercambio del dinero por el tórrido vídeo. 


Eran las doce del mediodía y seguía acostada. Se había ido a dormir muy tarde viendo la tele y chateando con chicos. Sintió que alguien le lamía el cuello y se le puso la piel de gallina. Abrió los ojos esperando ver a John pero en su lugar se encontró a Rex. El perro movía la cola contento y mirándola feliz.


Sabrina: ¡Ahhhh! ¡Largoooo! ¡Que asco!
Rex: ¡Guau, guau!
Sabrina: ¡Te apesta el aliento!


Rex la seguía a todas partes. Siempre trataba al perro con desprecio y nunca lo tocaba pero Rex parecía estar enamorado de ella. 

Sabrina: Si me miras así no podré hacer mis necesidades, ¡largo de aquí, chucho!
Rex: ¡Guau!
Sabrina: ¡Fuera!


Se levantó del retrete y se quitó una zapatilla. Amenazó con golpearlo (aunque nunca sería capaz de hacerlo) pero el animal lo interpretó como un juego.

Sabrina: ¡Ayyyy, que me dejes en paz! ¡Maldito chucho!
Rex: ¡Guau, guau!


Bajó de la primera planta en busca de John. Estaba hambrienta. Solía sorprenderla con unos desayunos impresionantes. Las tortitas con sirope de chocolate y azúcar glas eran su perdición.Zumo de pomelo o de naranja, churros con chocolate,...cada día la sorprendía con un desayuno especial.

Sabrina: Me comería una vaca. Que hambre tengo...¿John?

Rex bajó las escaleras y entró en la cocina a toda prisa. Hacía un día soleado con un cielo azul resplandeciente. 

Sabrina: Que asco de día, ¡ya podría estar lloviendo! 


Entró en la cocina y para su sorpresa, no había desayuno preparado. Se sintió decepcionada y de muy mal humor.

Sabrina: ¿Y el maldito desayuno? ¡Tengo hambre!


Encontró a John haciendo pesas. Iba vestido con un chandal y su gorra preferida. Rex se acomodó en la tumbona junto a John.

John: Buenos días, bella durmiente. Pensaba que no te despertarías hasta la hora de comer.
Sabrina: Buenos días, cariño. Oye, ¿y el desayuno?
John: Me llamaron del trabajo para terminar unos informes y tuve que ir temprano. Desayuné allí con Rose y ya pensé que siendo tan tarde sería mejor que te esperases a la hora de comer.
Sabrina: Pues mal pensado. Estoy hambrienta. ¿Ahora que desayuno?


John: Hay magdalenas y una caja de rosquillas.
Sabrina: Yo quería tortitas...
John: No seas caprichosa, cariño. Mañana te las prepararé. También las podrías hacer tu misma, no es difícil y...
Sabrina: Me apaño con las rosquillas. 


Sabrina: ¡Tú, quita de ahí! ¡Venga ya, saco de pulgas!
John: Que bruta que eres con Rex.
Sabrina: Se sienta en la tumbona para fastidiarme. Los perros deben estar en su sitio. Yo no dejaría que entrase en casa...
Rex: ¡Guau!
John: Pero si te adora...y sabes que Rex es muy importante para mi.


Finalmente consiguió echar a Rex de la tumbona. El perro se fue corriendo al exterior a toda prisa. La casa está situada en una zona en plena naturaleza y tenía terreno para correr y jugar.

Sabrina: Lo sé, si yo lo quiero mucho...Oye, cambiando de tema. ¿Irás hoy a por el dinero? Sabes que esos veinte mil cleuros salvarán la vida de mi hermana...
John: Lo sé, cariño. Con lo que le he pedido a mi madre y lo que tenía ahorrado cubriremos los veinte mil. Ahora iré al banco y los sacaré.


Sabrina: Recuerda, no debes decir nada a mi hermana sobre su enfermedad. Ella lo lleva en secreto y de saber que el dinero es tuyo y de tu madre no aceptaría. No quiere causar problemas...
John: Donna es un encanto. Espero que el tratamiento le cure...
Sabrina: Por eso no te preocupes, es 100% fiable. Se curará fijo. Aunque es importante que no le hables del tema, me hizo prometer que no te diría nada sobre su enfermedad.
John: De acuerdo. Sabes que quiero mucho a tu hermana y haría cualquier cosa por ella.Ese dinero era para comprar muebles nuevos, un televisor y tener nuestros ahorros, que es muy importante, pero tu hermana lo es más.


Sabrina: Eres un cielo. Amor mío, hay algo más que te quiero pedir.
John: ¿De que se trata?
Sabrina: Mi hermana desearía ir de vacaciones al pantano de Payaso Demonio.
John: ¿Allí? Sabes que es peligroso. Ocurren cosas extrañas en esas tierras...
Sabrina: Lo sé, pero tú nos protegerás. Vamos cari, que está muy enferma y aquello le vendrá bien. Le hace tanta ilusión...


John: No es buena idea. 
Sabrina: ¿Y si se muere? ¡Su ilusión es ir al pantano! No podemos negarnos...
John: ¿No dices que el tratamiento de veinte mil cleuros le salvará la vida?
Sabrina: Sí...pero esto le ayudará en su recuperación. Además, no puedo evitar pensar que las cosas salgan mal...
John: Está bien, iremos al pantano. Eso sí, tendrás que aceptar unas condiciones. 


Sabrina se lanzó sobre John y cayeron al suelo. Lo besó apasionadamente y John le correspondió.

Sabrina: Te amo, John. Eres el click de mi vida.
John: Y yo a ti, mi dulce Sabrina.
Sabrina: Dime, que condiciones son esas...
John: Mi madre está sola, así que se vendrá con nosotros. Rose también, que no tiene con quién pasar las vacaciones.
Sabrina: ¡¿Qué?!


Sabrina no se pudo negar y aceptó las duras condiciones. Odiaba a Rose pero mucho más a su suegra. John se marchó a correr con Rex por el bosque. Estaba relajándose sobre la tumbona cuando escuchó unos golpes. Ray la estaba llamando desde fuera de la casa.

Sabrina: ¿¡Qué haces aquí?! ¿Cómo te atreves a venir a mi casa?
Ray: Tenemos que hablar.
Sabrina: ¡Maldito!


Lo dejó pasar. Ray observaba todo detalle de la casa. Venía vestido de sport. Como siempre de una forma ridícula.

Sabrina: ¿¡Que haces en mi casa?! John podría verte. Quiero que te marches de aquí inmediatamente y no vengas más, ¿entiendes?
Ray: Menuda casa. Estoy seguro que has conseguido los veinte mil cleuros sin problemas.
Sabrina: No ha sido fácil...
Ray: Recuerda, el lugar de encuentro será el pantano. Si faltas o me la juegas, John se enterará de todo.
Sabrina: Allí estaré. Ahora vete de mi casa, rata inmunda. 


Sabrina: Y ponte algo encima, estás ridículo. ¿Vas de sex symbol?
Ray: Más quisieras tú catar estas carnes. 
Sabrina: Cómprate un bosque y piérdete.
Ray: Recuerda, ¡veinte mil cleuros en el pantano!
Sabrina: ¡Que te largues de una vez!

Ray se fue pedaleando su bicicleta hasta desaparecer. "En que lío te has me metido...Sabrina, no dejas de meter la pata" pensaba arrepentida.


Subió al dormitorio y se sentó frente al ordenador. Abrió su correo y buscó a uno de sus contactos para enviarle un e-mail.

"Hola, soy yo. Recuerda, nos veremos en el pantano de Payaso Demonio. Es importante que te traigas eso, que no se te olvide o te quedarás sin el dinero. Seguiremos en contacto. Por favor, no me escribas por whatsaclick ni me llames hasta nueva orden. Adiós"



Pasaron unos días y llegó el momento de ir al pantano. Clotilde (la madre de John), se había autoproclamado organizadora oficial de las vacaciones. No dejaba de dar órdenes y supervisar todo.

Clotilde: No he visto una clack con menos energía en mi toda mi vida, ¡espabila! 
Sabrina: Estamos de vacaciones, señora.
Clotilde: Tú siempre estás de vacaciones, guapita. No das un palo al agua y te aprovechas de mi niño.
Sabrina: ¡Trucho trucho no te escucho!
Clotilde: Pero que pava llegas a ser, Juanita.
Sabrina: Me llamo Sabrina, señora.


Clotilde: Sabrina o Juanita...que más dá. Oye, al menos carga la nevera en el coche. No haces absolutamente nada. Te he pedido que me ayudes con los bocadillos y no has sido capaz.
Sabrina: ¡Pero si me ha dicho que me quite que no los sabía hacer bien!
Clotilde:¡Excusas! Espero que mi John se dé cuenta de la clase de clack que eres y te deje.
Sabrina: ¡Bruja!


Rose estaba cargando el equipaje en el coche. Se reía al escuchar los gritos y discusiones entre Sabrina y su suegra. John se relajaba un momento observando a Rex jugando con la perra de Donna, Rita. Los dos animales habían congeniado muy bien y corrían y jugaban sin descanso.

John: Parece que se gustan.
Donna: Yo creo que aquí hay tomate, ¡jajaja! Espero que no me la deje embarazada.
John: Mi Rex es todo un caballero...no hará nada que ella no desee. 
Donna: Igual que su dueño, todo un caballero.



John: Donna, quiero confesarte algo muy importante.
Donna: ¿Que ocurre?
John: Promete que no le dirás nada a Sabrina.
Donna: ¿No puede enterarse?
John: Prométemelo o no te lo contaré.
Donna: Te lo prometo.


John: Le voy a pedir matrimonio.
Donna: ¿Hablas en serio?
John: Muy en serio. 
Donna: ¡Eso es fantástico!


Clotilde: ¡Que eres una vaga y no se hable más, leches!
Sabrina: ¡Y usted una vieja gorda y fea con aires de grandeza!
Clotilde: Por mi santa madre que tú no te casas con mi hijo. Haré lo que haga falta para que eso no ocurra jamás.
Sabrina: ¡Pues ahora la nevera la lleva usted! ¡Por lista!


Rose: Sabrina, deja de rechistar y trae la nevera, anda. No seas así...
Sabrina: ¡No la soporto!
Clotilde: Déjala, Rose. Si es una vaga maleducada y egoísta. Ya llevo yo la nevera, que fuerzas no me faltan.
Rose: Que John no os escuche discutir, por favor. ¡Estamos de vacaciones!


Sabrina vio a John agarrando a Donna por la cintura. Los dos se miraban emocionados. Daba la sensación de que en cualquier momento se besarían. Se abrazaban entusiasmados una y otra vez.

Sabrina: No me lo puedo creer...mi propia hermana...Me quiere quitar a John.


Se acercó hasta ellos y los dos parecieron sentirse incómodos. 

Sabrina: ¿Interrumpo algo?
Donna: Oh, no...nada...
Sabrina: ¿Y por qué te pones tan nerviosa?
Donna: ¿Yo? No estoy nerviosa...
John: Es un secreto, no preguntes más.
Sabrina: ¿Un secreto? Entre nosotros no debería haber secretos...
John: Pronto sabrás de que se trata.


Donna: ¿Has visto lo bien que se llevan Rita y Rex?

Sabrina se dio cuenta que su hermana había cambiado de tema para que dejase de interrogarles. 

Sabrina: No entiendo que no los dejemos en una guardería de esas de perros...nos molestarán.
John: No seas así, Sabrina.
Donna: Son perros muy buenos.


Rose: ¡John, ayuda!
John: ¡Ahora mismo voy!

Las dos hermanas se quedaron solas. Sabrina tenía ganas de tirar de los pelos a Donna, pero se contuvo. Estaba furiosa y muy celosa. "Esta me quiere quitar a John. Que mala hermana es..." pensaba mirando al infinito.

Donna: Que seria estás. ¿Te molesta lo del secreto?
Sabrina: Sí, y mucho. Dime de que se trata y zanjemos el tema ahora mismo.
Donna: No te puedo decir nada...se lo prometí a John.
Sabrina: Vaya, ahora te llevas muy bien con él, ¿verdad?


John: ¡Chicas, acercaros! 
Donna: Salvada por la campana...
Sabrina: ¿Que has dicho?
Donna: Nada, nada...
John: Ya está todo cargado, ¡comienzan las vacaciones! Nos espera un largo viaje, así que acomodaos y disfrutad del paisaje y la compañía.
Rose: ¡Lo pasaremos genial!
Sabrina: Yupi...


John: Amor mío, tú serás mi copiloto. Ya puedes tomar asiento.
Sabrina: ¡Gracias, cariño!


Clotilde: ¡Oh, lo siento pero eso no podrá ser!
Sabrina: ¿Perdona?
Clotilde: Me mareo con facilidad y tengo las piernas fatal. Estos asientos me van mucho mejor y no me marearé.
John: Perdona mamá, no pensé en eso. No te preocupes, mi niña te deja su asiento, ¿verdad?
Sabrina: "¡¡¡Bruja amorfa, fea, repugnante, hortera, marimandona, gorda, patética, ridícula y vomitiva!!!!" Por supuesto, querida suegra...
Clotilde: Gracias, Juanita querida.
Sabrina: Me llamo Sabrina, guapa. La edad ya no perdona, ¿verdad? A sus ochenta años es muy difícil acordarse de todo. Menos mal que nosotros le recordaremos que se tome sus pastillas.
John: Eres un sol, amor mío. Aunque le has puesto más años de los que tiene. Venga mamá, sube.


Clotilde: Oh, que bien se está aquí. Escucharemos buena música y hablaremos largo y tendido.
John: Claro que sí, mamá.
Sabrina: No aburra mucho a John con sus aburridas historias y problemas de salud, que se nos dormirá al volante. Y no creo que por la radio pongan esa música prehistórica que escuchaba cuando existían los dinosaurios.
Clotilde: ¡Pero que payasa que eres, Juanita! Me encanta su avispado sentido del humor. Venga, ve a hacer compañía a los perros.


Donna: ¡Sabrina, vamos! ¡Rose ha traído cartas y juegos de mesa!
Sabrina: Menuda tortura de viaje...¡Yo creo que dormiré un rato!

Subió a la caravana y John arrancó el coche. Tomaron rumbo al pantano de Payaso Demonio. Desconocían  que allí vivirían una experiencia que cambiará sus vidas para siempre. Después de aquel viaje, las cosas no volverían a ser igual nunca más. 


Continuará...