Fue un día triste para Wensuland. Llevaban años sufriendo
los ataques de las fuerzas del mal dirigidas por SAM, el brujo maligno, pero
aquel día fue especialmente difícil para todos los ciudadanos de Wensuland. Caris,
la princesa guerrera más importante, había muerto a manos de uno de los
esbirros de SAM, o por lo menos eso pensaban ellos. Desconocían que la oculta embajadora de Clisandia para SAM, a las órdenes de la Reina Circe, había sido la
causante de la muerte de Caris. Rubí,
había provocado un incendio que no solo mató a Caris, también a ciudadanos que
se encontraban en las inmediaciones celebrando el nacimiento del Príncipe Adam.
Aquel incendio arrasó muchas hectáreas aunque finalmente pudo ser extinguido gracias a la ayuda de las princesas guerreras y los soldados del Rey Ralph. No encontraron el cuerpo de Caris, pero necesitaban un lugar dónde llorar su muerte.
Aquel incendio arrasó muchas hectáreas aunque finalmente pudo ser extinguido gracias a la ayuda de las princesas guerreras y los soldados del Rey Ralph. No encontraron el cuerpo de Caris, pero necesitaban un lugar dónde llorar su muerte.
Cientos de ciudadanos se acercaron al entierro. Consigo
llevaban flores para despedirse de la princesa guerrera. Con Caris, las
esperanzas de derrotar a SAM y las fuerzas del mal se habían esfumado. Sin ella
se sentían perdidos…
El Rey Ralph de Valaqña miraba destrozado la tumba de su
amada. Aquel ser infernal se la había arrebatado para siempre. Su tristeza era
tan intensa como su odio. Deseaba vengar la muerte de Caris, eso le daba
fuerzas para seguir viviendo. Por otro lado, la Reina Evelyn se encontraba tan
desolada que lloraba sin cesar. Su pequeño le daba la energía suficiente para
seguir luchando, pero no conseguía reponerse. Había perdido a su mano derecha,
a una amiga leal.
Ralph: ¡Juro por mi alma que me vengaré! - Exclamó con lágrimas en los ojos.
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