lunes, 6 de mayo de 2024

La vida en la gran ciudad - Capítulo 05: Pegamento para el pelo

Capítulo 05

Pegamento para el pelo

Sus: ¿Eso es lo que te hemos enseñado? ¿Crees que pegar es la solución?
Dante: ¡No le he pegado por las buenas! Se estaba metiendo con Greta. No podía consentirlo.
Sus: Pues se lo dices a Olga.
Dante: ¡No soy un chivato!
Diamante: Es verdad, es un dilema...¿Quién es Greta? ¿Es tu novia?


Dante: ¡Yo no tengo novia! Es una chica que ha llegado nueva a clase. 
Sus: Dante, entiendo que quieras ayudarla, pero no es la forma. Si utilizas la violencia, pierdes la razón.
Dante: Mamá, la estaba agarrando de la camiseta y pretendía pegarle. Le empujé para evitar que le hiciese daño.
Sus: Ay, Dante...


Jaime: ¡Eso es mentira! Eres muy mentiroso, Dante. Yo no he pegado nunca a nadie. Ya verás cuando vengan mis padres. ¡Mi padre es abogado! 
Dante: ¿Qué es?
Jaime: ¡Abogado!
Dante: ¡Lo que tengo aquí col...!
Sus: ¡Dante!


Una mujer muy perfumada y un hombre con gafas de sol de marca aparecieron corriendo por el pasillo. Ella era muy atractiva. Su piel parecía porcelana, sus labios carnosos pintados de rojo, su pelo castaño parecía salido de un anuncio de champú y su ropa era de marca. El hombre vestía elegante y extremadamente moderno. Su pelo estaba meticulosamente peinado.

Alba: ¡Mi niño! ¡Mi pobre niño!

Daba la sensación de que estaba llorando, pero sus ojos estaban secos.


Jaime: ¡Madre! Este me ha pegado. 
Alba: ¡Salvaje!
Jaime: Me ha roto el pantalón.
Alba: Tranquilo, mi dulce niño. Esto no se va a quedar así. ¿¡Cómo te atreves a ponerle la mano encima a mi hijo!?
Dante: Yo...


Sus: Oiga, no le grite a mi hijo.
Alba: ¿Es su madre? ¡Menuda educación le está dando a su hijo! ¡El pantalón me lo tendrá que pagar! No voy a parar hasta que expulsen a su hijo del colegio.
Sus: Debería tranquilizarse.
Alba: ¡Usted no es nadie para decirme que me tranquilice! Qué poca vergüenza. No me extraña que tenga un niño con semejante modales.
Sus: A mi hijo lo respeta. Parece mentira que siendo adulta se comporte como una niñata.
Alba: ¿¡Niñata!?
Cayetano: Amorcito, no te rebajes a su nivel. No hay más que ver la clase de personas que son. Mira cómo viste el padre, ¡parece un pordiosero!
Diamante: ¡Ehhh! Cuidadito conmigo que he ido a clases de Chino Juan y reparto tortas como panes. 


Alba: ¡Mi pequeño! Tranquilo, mami ya está aquí.
Sus: Será mejor que guardemos las formas. Los niños están presentes...
Cayetano: Ahora pretende darnos clases de moralidad...
Sus: Yo no pretendo nada, señor.
Diamante: Tengo ganas de hacerle una llave del Chino Juan.


Olga: Veo que ya están ustedes aquí.
Alba: Por favor, ayúdenos. Esta situación es insostenible. Este niño ha agredido a mi pequeño y los padres nos están faltando al respeto.
Sus: ¿Habla en serio? Eso no es cierto.
Cayetano: Encima mentirosa.
Diamante: Grrrr.
Olga: Haya paz, por favor. Pasen. Los niños esperarán aquí.


Lorenzo fue junto a su hijo hasta secretaría y habló con Pili. 

Lorenzo: Vengo para las clases de repaso de mi hijo.

Pili lo miró sonriente. Tecleó algo en el ordenador y le habló con amabilidad.

Pili: Aula 5.
Lorenzo: Muchas gracias, señorita.
Pili: A usted. 


Kianga: Ahí está. Tengo que estar atenta a cualquier comportamiento sospechoso. Sacaré la cámara con disimulo.

Kianga observaba a Lorenzo con mucha atención, sin perder ningún detalle.


Mientras, Dante y Jaime esperaban a que sus padres saliesen de la reunión.

Jaime: Se te va a caer el pelo. Despídete de este colegio.
Dante: Ya te gustaría peganiñas.
Jaime: Cuando te expulsen, volveré a reírme de Greta y ya no estarás para defenderla.
Dante: No te atreverás.
Jaime: No puedes hacer nada para evitarlo.


Olga hizo pasar a los padres al interior del aula. La clase olía a rotuladores para colorear, libros y pinturas.

Olga: Tomen asiento en estas sillas.


Se sentaron en las sillas de los alumnos, frente al escritorio de ella. La directora estaba de pie junto a Olga. Los saludó con cordialidad y permaneció en silencio.

Olga: Les agradezco que estén aquí. Tenemos que hablar sobre sus hijos. Dante y Jaime.


Alba: Hablar de la agresión de su hijo al nuestro, imagino.
Olga: Así es. En este centro no toleramos el uso de la violencia bajo ningún concepto. Por eso, sentimos lo ocurrido con Jaime, señores Villarica.
Alba: No basta con sentirlo, hay que hacer algo.
Olga: Somos conscientes de ello.


Cayetano: Una expulsión disciplinaria sería lo correcto.
Diamante: ¿Y si dejas que sea ella la que lo decida? Qué plasta de tío.
Cayetano: De tal palo tal astilla.
Sus: Oigan, no estamos aquí para escuchar sus menosprecios. 
Olga: Haya paz, por favor.


Mientras tanto, Lorenzo hablaba con la profesora de repaso de su hijo. 

Lorenzo: Aquí está Gabrielito. Espero que se aplique como es debido.
Margarita: Seguro que lo hará. 
Gabrielito: Se me ha caído un diente y el ratoncito Pérez no me ha traído nada.
Margarita: ¡Vaya! Quizás te lo traiga esta noche.


Lorenzo: Si no saca mejores notas, ni el ratoncito Pérez le hará regalos.
Gabrielito: ¡Todo el mundo me odia!
Margarita: Eso no es verdad, Gabrielito.


Pili: ¡Disculpe! ¿Le puedo ayudar en algo?

Kianga estaba observando a Lorenzo y haciendo algunas fotos.

Kianga: Ah, sí, estoy esperando a mi sobrina. Sale ahora. Este colegio me parece maravilloso, con unas instalaciones asombrosas. Por eso estaba sacando algunas fotos.
Pili: Aquí no se pueden hacer fotos.


Kianga: Oh, disculpe, no lo sabía. Soy fotógrafa profesional y lo llevo en la sangre.
Pili: Tendré que comunicárselo a la directora. Son muy estrictos con...
Kianga: ¿Eres modelo?
Pili: ¿Yo? No.
Kianga: Juraría que te he visto en alguna revista. Ay no, es que te pareces a Clackarina Fox, la famosa modelo.
Pili: ¿En serio? Nunca me lo habían dicho. Aunque más de una vez lo había pensado. Le doy un aire.
Kianga: Clavaita. Oye, te puedo hacer un reportaje de fotos si quieres. Te veo que tienes madera para esto.
Pili: ¡Me encantaría!
Kianga: Me voy a sentar a esperar a mi sobrino, que estará a punto de salir. Ya lo hablaremos.
Pili: ¡Genial! Puede esperar a su...¿sobrino?
Kianga: Sí, sobrino.
Pili: Eso. Pues puede espera en la salita de espera.
Kianga: Gracias.


Lorenzo: Me marcho, que tengo muchas cosas que hacer. Luego vendré a recogerlo.
Margarita: Muy bien. Hasta luego.
Kianga: ¿Será esa profesora la querida del marido de mi clienta?


     En la reunión...

Alba: Exijo la expulsión inmediata de este futuro delincuente. Recuerden que somos una familia muy influyente en la comunidad.
Cayetano: Espero que sea usted sensata y haga lo más correcto. Además, un niño tan malcriado debería estar en un reformatorio, con niños salvajes con esa misma problemática.


Diamante: ¡Te voy a dar reformatorio, cara cartón! 
Sus: ¡No, Diamante!
Alba: ¡Nos quiere agreder!
Diamante: ¡Ahora si que vas a tener motivos para quejarte! ¡Pelo esparto!
Sus: ¡Diamante, para!


Matilde: ¡Basta ya! ¡¡He dicho que basta!!
Sus: Diamante, estate quieto. Esto es lo que están buscando...
Matilde: Esta escuela no tolera comportamientos violentos, tanto físicos como verbales.
Sus: Vete ahí atrás, Diamante. Toma aire y relájate.
Alba: A nosotros no nos tiene que decir nada, es cosa de estos padres. 
Matilde: Lo digo por todos.


Alba: ¿Nos pone al mismo nivel?
Matilde: Serán ustedes muy importantes en esta comunidad, pero esta es mi escuela, ¿entendido? Aquí mando yo.
Olga: Debemos dar ejemplo a los niños y comportarnos como es debido.
Sus: Mi Dante ha defendido a una niña que estaba siendo agredida por su hijo.
Alba: ¡Mentira! Eso son injurias y calumnias. 


Diamante caminaba nervioso por la clase, muy enfadado. No soportaba a ese matrimonio. Se creían mejores que ellos y menospreciaban a Dante.

Diamante: Ese tipo es un petardo.

Hablaba en voz baja, pero Cayetano se giró cuando lo escuchó susurrar.

Diamante: ¿Tengo monos en la cara?
Cayetano: No, pero tu cara me recuerda a uno.
Olga: Por favor, caballeros.


Olga: Jaime ha acumulado unas cuantas faltas por malas contestaciones y comportamientos inadecuados con sus compañeros.
Alba: Eso no puede ser verdad.
Olga: No tengo necesidad de inventarme nada, señora villarica.
Alba: Me cuesta creerlo.
Olga: Y Dante acumula faltas por pelearse con alumnos conflictivos. Lo hace para defender a compañeros a los que considera se les está tratando mal, pero eso no justifica que se comporte así.
Sus: Lo entiendo. No soporta las injusticias...
Alba: Pues que se vaya acostumbrando. El mundo no es un lugar justo.


Diamante estaba cada vez más enfadado. No les podía cae peor. Agarró un bote de pegamento y miró a Cayetano, con su pelo repeinado de peluquería.

Diamante: Tengo una idea...


Mientras Olga hablaba sobre lo ocurrido y la mejor forma de solucionarlo, todos escuchaban atentamente, mirándola con atención. Diamante caminó con sigiló hasta colocarse tras Jaime.

"Te has puesto tres kilos de gomina en el pelo pero creo que no es suficientemente fuerte. Si viene una ventisca, seguro que te despeinas. Yo no tengo ese problema. Los calvos vivimos mejor. Te ayudaré con tu problema".


Esparció el pegamento por todo su pelo. Era extra fuerte y aunque olía bastante fuerte, debido al invasivo perfume que Jaime se había echado, no se notaba.

"Qué bien te está quedando. ¡Ya no tendrás que ir a la peluquería nunca más!"


Diamante se alejó cuando Jaime giró la cabeza. Lo miró extrañado pero no notó nada. Diamante disimulaba asintiendo a todo lo que decía Olga.

Diamante: Qué razón tan grande tiene...


No le parecía suficiente así que agarró un pincel y pintura azul. Empezó a pintarle el pelo, como si fuesen mechas.

"Pues no le está quedando nada mal. Me podría dedicar a esto. "Peluquería el pirata" podría ser un buen nombre.


Jaime se volvió a girar. Diamante estaba de pie, junto a Sus. Fingió que miraba las paredes y el techo.

Diamante: Está todo muy bien pintado, qué paredes más blancas.


Kianga seguía esperando en la sala de espera. De pronto, Pili salió tras el escritorio y saludó amigablemente a Lorenzo, que ya se marchaba.

Pili: ¿Ya se marcha?
Lorenzo: Sí, voy al servicio y me marcho ya.
Pili: Casualmente yo también debo ir al servicio. 
Kianga: No le tengo que perder la pista...


Pili: Señorita, me marcho al servicio. No se preocupe, espere sentada hasta que salga su sobrino. Ahí tiene revistas para leer.
Kianga: Muy amable...


Lorenzo ya había llegado al lavabo de los hombres pero permanecía con la puerta abierta, a la espera. Pili bajaba sin prisa pero sin pausa. Kianga la seguía de cerca intentando no ser descubierta. 


Cuando Pili llegó a los servicios, fue hasta la puerta de los caballeros y se reunió con Lorenzo, que le estaba aguantando la puerta mientras miraba de un lado a otro.

Lorenzo: ¡Date prisa! 
Kianga: ¡Pili es la amante! Esto lo tengo que documentar.

Hizo varias fotografías desde la distancia, aunque no había captado bien el encuentro.

Kianga: Tengo que conseguir mejores fotografías. 


En el servicio de los hombres,  Lorenzo cerró la puerta con el seguro y se lanzó a besar a Pili.

Lorenzo: ¡Te echaba de menos!
Pili: Oh, Lorenzo. Te deseo tanto que no puedo pensar en otra cosa.


Kianga entró en el lavabo de mujeres. Los servicios estaban separados por una pared pero no llegaba hasta el techo.

Kianga: Tengo que conseguir la foto definitiva...


Se subió al inodoro y se asomó con la cámara en mano. Ahí estaban, manoseándose y dejándose llevar por la pasión.

Kianga: Ya son míos.


Se puso a hacer fotos sin parar, le daba igual repetirlas una y otra vez. No estaba dispuesta a dejar escapar la oportunidad de documentar el encuentro con todo detalle. Su clienta no tendría dudas de lo ocurrido. Se subió un poco más a la pared para tomar mejores fotografías sin percatarse de que se estaba resbalando. 


Mientras tanto, Olga había decidido no expulsar a Dante del colegio. Estaba castigado sin excursión a Clisandia y no podría participar en el campeonato de deportes que se estaba organizando en la escuela. Sin embargo, a Jaime también había decidido castigarle por su comportamiento con Greta. Tendría los mismos castigos que Dante. Además, Dante debía disculparse con Jaime y este con Greta. Alba saltó de la silla enfadada. 

Alba: ¡Esto es injusto! ¡Es mi hijo el que ha sido agredido! 
Olga: Su hijo también ha agredido a otra alumna, señora Villarica.
Alba: ¡Mentira! ¡Mi hijo es un santo!
Cayetano: No hagas caso mi amor.
Sus: Le pagaremos el pantalón, no se preocupe.
Alba: ¡Pienso poner una queja, esto no se quedará así!
Olga: Intento ser lo más justa posible y solucionarlo de la forma menos traumática para las partes implicadas. 


Cayetano: Amor, ¡mi pelo! Creo que la gomina que me he comprado es demasiado fuerte. ¡El pelo está tieso!
Alba: ¡Y lo tienes azul! Te lo dije, que te tendrías que comprar una gomina más cara. 
Olga: ¿Se encuentra bien?
Cayetano: ¡Me tengo que lavar la cabeza de inmediato!
Diamante: Ay, eso de usar productos tan tóxicos...
Olga: ¿Quiere que sigamos debatiendo el tema?
Alba: ¡¡Nos importa un pimiento el tema!! Tenemos cosas más importantes de las que encargarnos.


Cayetano: ¡Corre, amor!
Matilde: ¡Dicen que los polvos de talco van muy bien para limpiar el pelo!
Cayetano: ¡Tenemos que comprar!
Jaime: ¿Qué le pasa a papá?
Alba:  ¡Tiene el pelo tan duro como una piedra!


Sus: Vaya, parece que ya no les importa nada. ¿Tan importante es su pelo?
Diamante: No lo es, ya te lo digo yo. Te lo dice uno que no tiene un pelo de tonto.
Olga: Bueno, al menos el conflicto queda resuelto.
Sus: Gracias por su paciencia.
Olga: A ustedes.


Dante entró a clase preocupado.

Dante: ¿Me van a expulsar?
 Olga: No, pero debes cambiar de actitud, Dante. No podrás ir de excursión a Clisandia ni podrás participar en el campeonato escolar.
Dante: Jolin...
Sus: Da gracias que te has librado de la expulsión.
Dante: ¿Qué le pasa al padre de Jaime?


Sus: Algo le ha ocurrido con el pelo.
Diamante: Se pone tanta gomina en el pelo que al final ha hecho un efecto extraño y tiene el pelo más tiesto que una roca...
Dante: ¿Eso puede pasar?
Diamante: A la gente con la cabeza de chorlito sí.
Sus: ¡Diamante!


Dante: ¿Puedo ir a casa de Pradito? Se supone que nos tenemos que ver en el cuartel general...
Sus: Puedes ir. ¿Os compro algo para merendar?
Dante: No, Duclack nos tiene algo preparado.
Diamante: ¿Me puedo apuntar?
Dante: No, que te lo comes todo.


Kianga resbaló y sin poder evitarlo, cayó sobre Lorenzo y Pili. El susto fue monumental. Pili gritó como una loca y Lorenzo intentaba quitarse a Kianga de encima, que luchaba por recomponerse.

Pili: ¡Socorro!
Lorenzo: ¡Quítese de encima!
Kianga: Menudo guarrazo me he pegado...lo siento.


Matilde abrió la puerta al escuchar los gritos de socorro. Se llevó las manos a la cabeza cuando vio semejante espectáculo.

Matilde: ¿¡Qué se supone que están haciendo ahí!?
Pili: Puedo explicarlo...
Matilde: ¿Y bien?
Pili: Estaba intentando desatascar el baño...
Kianga: Maldita sea, tengo que salir de aquí...
Leonardo: ¡Me está aplastando!


Matilde: No tiene sentido, Pili. Esto no me gusta nada.
Kianga: ¡Hasta luego!
Matilde: ¿Y esa quién es?
Pili: Ha venido a buscar a su sobrino...
Matilde: ¡¿Y qué demonios hacían todos revueltos en el suelo?! ¡¿Y quién es este hombre?!
Lorenzo: Mi hijo va a repaso...
Matilde: Pili, acompáñeme a mi despacho.


Continuará...