viernes, 26 de abril de 2024

La vida en la gran ciudad - Capítulo 04: El colegio

Capítulo 04

El colegio

Al entrar al colegio, Sus y Diamante suspiraron aliviados. En su interior, no había tantos niños alborotando y los que estaban, hablaban tranquilamente sin montar escándalo. Sus miró el tablón de anuncios de la entrada.


Sus: Mira, están buscando a niños para montar una obra de teatro. ¡Concurso de dibujo! Yo siempre me apuntaba.
Diamante: ¿Sí? ¿Y ganaste alguna vez?
Sus: No, desgraciadamente dibujaba muy mal.
Diamante: Suselle se podría apuntar, a ella se le da bastante bien.
Sus: Mira, aquí avisa de la normativa de los teléfonos móviles. Yo creo que es un acierto que no se puedan usar en los colegios.


Diamante: Yo cada vez me entero menos de los horarios escolares. Antes era más fácil.
Sus: Los tiempos cambian, cariño. Ay, estoy un poco preocupada. ¿Crees que Dante la ha vuelto a liar?
Diamante: Nos prometió que no...


Kianga: ¡Sus y Diamante!
Sus: ¿Kianga? ¿Qué haces aquí?
Kianga: Eh...vengo a ver a mi sobrino.
Diamante: No sabía que tenías un sobrino.
Kianga: Sí, de toda la vida. Es un cielo de niño...
Sus: Pues un día te lo traes a mi casa y que conozca a mis hijos. Podrían hacerse amigos.
Kianga: Es que es un niño muy ocupado...hace tantas actividades extraescolares que no entiendo cómo le da tiempo a comer.


Sus: Nos alegra verte. Nosotros nos vamos ya, tenemos que hablar con la profesora de Dante.
Kianga: Muy bien...

Cuando se alejaron, siguió buscando al supuesto infiel.

Kianga: Tengo que encontrarlo antes que me empiece a encontrar a más conocidos y levante sospechas.


Mientras tanto, en la clase de Dante...

Olga hablaba con la directora del colegio. Le había pedido si podía estar presente durante la reunión de los padres de sus alumnos.

Matilda: A ese niño ya le hemos llamado muchas veces la atención. 
Olga: Es un defensor de la causas justas. Siempre defendiendo a los más débiles...
Matilda: Usando la violencia. Es un comportamiento del todo reprochable y que ensucia el buen nombre de este colegio.
Olga: Es cierto, pero no es mal chico. Lo que más me preocupa es que se ha peleado con el hijo de los Villarica.
Matilda: ¿Qué? No se podría haber metido con otro...
Niña: Profe, ¿me puedo ir ya?


Olga: Laurita, te puedes ir ya. Hasta mañana.
Laurita: ¿El examen será a primera hora?
Olga: No, después del recreo.
Laurita: Puff, menos mal.


Matilda: Espero que hayas estudiado, Laurita. 
Laurita:Ehhh...¡hasta mañana! 


Los alumnos abandonaban la clase a toda prisa, deseando salir del colegio.

Olga: ¡No corráis!


En el pasillo, estaban Suselle y Pradito. 

Pradito: Dante se ha peleado otra vez...
Suselle: Espero que no le caiga un castigo muy gordo. Es que se meten mucho con la niña nueva y la ha defendido.
Pradito: Sí, me da mucha pena. La he invitado a mi casa. ¿Quedamos luego en mi casa? Podemos hacer una reunión en el cuartel general.
Suselle: Vale. Me llevaré la merienda.


Pradito: Aunque no sé si se podrá venir tu hermano...
Dante: Le he dicho mil veces que peleándose así no se solucionan las cosas.

Dante estaba sentado en un pasillo, esperando que llegasen sus padres para hablar con la profesora. A su lado estaba el niño con el que se había peleado.


Sus se acercó a secretaría para preguntar.

Pili: Deje que lo mire en el ordenador...


Pili: ¿Su hijo es Dante?
Sus: Sí.
Pili: Parece que ya es una costumbre que se meta en problemas.
Sus: ¿Me dice dónde lo puedo encontrar? Hemos quedado con su profesora.


Pili: No se enfade, señora. Hay niños que pasan etapas así. Se traen los problemas de casa al colegio.
Sus: No es el caso de mi hijo.
Pili: Justo ahora ha terminado la clase de castellano. Le deben estar esperando allí.


Suselle: ¡Mamá, papá! ¡Estamos aquí!
Diamante: Mira, allí están Suselle y Pradito.
Sus: Gracias por su ayuda.
Pili: De nada...


Dante: Jolines, papá y mamá ya están aquí...


Suselle: Dante está ahí sentado.
Diamante: ¿Qué ha pasado?
Pradito: Se ha peleado con un niño. Estaba defendiendo a una niña nueva que ha llegado al colegio. Se meten siempre con ella.
Sus: ¿Y le pegó?
Suselle: Le empujó y se cayó al suelo, rompiéndose el pantalón.
Diamante: ¿Y por eso tanto lío?
Sus: ¡Diamante! La violencia no es ninguna solución a los conflictos.


Sus y Diamante se acercaron a Dante, que estaba sentado en un banco en el pasillo. Estaba cabizbajo, esperando la regañina. 

Sus: ¿Se puede saber qué es lo que ha ocurrido?
Dante: Pues...
Diamante: Responde a tu madre, muchachito. 


Kianga seguía en su búsqueda del supuesto infiel. Se asomaba a las clases para encontrar una pista para encontrarlo .

Kianga: Aquí tampoco está.


De pronto, un hombre acompañado de un extraño niño entraron en el colegio. Lo reconoció de inmediato. Se trataba del marido de su clienta y tal y como ella había dicho, llevaba al niño a clases de repaso.

Kianga: ¡Bingo! Ahí está.
Lorenzo: Tendrás que espabilar si quieres que te compre el funko que te gusta.
Gabrielito: ¡Jopé papa!


Gabrielito: El otro día saqué un tres. ¡Antes sacaba ceros!
Lorenzo: No es suficiente. Intenta llegar al cinco.
Gabrielito: ¡No valoráis nada de lo que hago!
Kianga: Parece que van al primer piso.


Continuará...



miércoles, 10 de abril de 2024

La vida en la gran ciudad - Capítulo 03: Por fin algo de acción

Capítulo 03

Por fin algo de acción

Cuando un cliente entró en la tienda, Sus casi salta de alegría. Reconoció a la señora Hermenegilda, entrando decidida a su tienda y con ganas de hablar. No tenía escapatoria. Era su tienda, tenía que atenderla y aguantar carros y carretas. Sabía que no dejaría de hablar y casi prefería no tener ningún cliente.

Hermenegilda: ...y me tienen hasta la peineta. Mis nietos no saben jugar, lo rompen todo y en seguida te piden otra cosa. Les regalé para Reyes unos juegos de esos de máquina que se enchufa en la tele, y me dicen que ya se lo han pasado. ¿Qué demonios significa eso? ¡Yo jugaba con mi muñeca de trapo hasta que se le caían las tripas! Si te lo has pasado pues te lo pasas otra vez hasta que le salga humo a la máquina, leches. Se piensan que mi paga es de millonaria, ¡ni que fuera yo la Preysler! 
Sus: Lo mejor es jugar con la imaginación.
Hermenegilda: ¡Dímelo a mi! Que jugaba con una mazorca y la peinaba como si fuese una muñeca. Los jóvenes de hoy en día nunca tienen suficiente. Yo les regalaba dos peraltas así de altas, pero me toca ser buena, que para eso soy su abuela.


Sus le vendió dos sets con un camión de basura, contenedores y figuras. Para sorpresa de Sus, Hermenegilda miró el reloj y dijo que tenía que irse ya. Sus vio el cielo abierto.

Hermenegilda: Perdona que te deje así, pero he perdido toda la mañana en el médico y tengo que ir al mercado a comprar y hacer la comida para los nietos. Ay, cómo os echo de menos en el edificio. La pálida millonaria se fue y no da señales de vida, la abogada dejó de pagar, por lo visto perdió el trabajo y la cosa no le iba bien. Luego un guarro que montaba fiestas, después las chicas esas tan majas, que decidieron irse al bosque a vivir, como los animales y ahora está viviendo una familia numerosa que no sabes lo escandalosa que es. Los niños parecen terremotos, dando brincos todo el día y no me dejan ver la novela tranquila.
Sus: Vaya, han pasado ya muchos por mi antiguo piso. Con el cariño que le tengo...
Hermenegilda: Pues pena te daría de verlo así. Bueno, me voy que al final no me dará tiempo de nada.


Cuando Hermenegilda salió, se cruzó con Diamante. 

Diamante: ¿Esa es la señora tan pesada?
Sus: La señora Hermenegilda, nuestra vecina del piso.
Diamante: Sus, tenemos que hablar de una cosa.


Diamante le contó que algo había ocurrido en el colegio con Dante. Tenían que ir a hablar nuevamente con su tutora. No era la primera vez que los reclamaban para hablar de su hijo, pero a Sus siempre la inquietaba.

Sus: Noa, ¿no te importa quedarte sola a cargo de la tienda?
Noa: Puedes ir tranquila, Sus. Voy a preparar un par de pedidos por la web y sacaré cajas del almacén.
Sus: Te lo agradezco. A ver qué ha pasado con Dante...


Mientras tanto, Isabelo hablaba con Patricia, la clienta. Se había sentado en el sofá, junto a ella. No dejaba de parlotear y decir cosas que a Patricia no le despertaba ningún interés. 

Isabelo: Por eso al final del capítulo Mortermort se queda sin caballo. Se enamora del dragón y se marcha dejándolo abandonado a merced de una horda de zombies paletos. No queda claro si al final se disfraza de elfo y se camufla o se va con los orcos para conquistar el valle de los caballeros colgados. 
Patricia: Quizás debería volver otro día...
Isabelo: Kianga no tardará, no se preocupe. Ah, ¿sabe que la princesa al final no estaba muerta? Solamente estaba dormida. La vieja peluda le había dado un veneno raro, pero como estaba vacunada contra el virus zombie paleto, no le hizo efecto. 


El olor a sudor y fritanga que desprendía Isabelo hizo que Patricia se levantase de inmediato. No podía aguantarlo ni un minuto más.

Patricia: Mi tiempo es oro, señor Isabelo. Debo hacer muchas cosas y no puedo estar toda la mañana esperando a su compañera. Lo siento, pero...


Kianga: ¡Ya estoy aquí! Le ruego que me perdone. Estaba sumergida en un caso mega importante que debía resolver. No le puedo dar datos, es confidencial, pero entre nosotras, era cosa relacionada con la casa real. 
Patricia: ¿La casa real?
Kianga: Sí, asuntos de estado. A veces se ven tan abrumados que contratan mis servicios. Al final he conseguido averiguar quién espiaba al Rey. 
Patricia: Vaya, trabaja para la corona. 
Kianga: Sí, pero no lo diga por ahí, por favor. Es mejor que esto sea un secreto. Vamos a mi mesa y me cuenta, si le parece bien.


Una vez sentadas, Patricia le explicó a Kianga los motivos por los que quería contratar sus servicios.

Patricia: Estoy casi convencida de que mi marido me es infiel.
Kianga: Vaya, menuda faena.
Patricia: Llevo semanas sospechando que se está viendo con otra.
Kianga: ¿Lo ha pillado en alguna mentira o ha visto algo extraño?
Patricia: Sí. Sé que no va a clases de pilates cuando deja al niño en las clases de repaso. He preguntado y las monitoras dicen que hace mucho que no aparece por allí.
Kianga: Quizás se haya aburrido y prefiera hacer otra actividad.
Patricia: Pero a mi me dice que va a pilates. Me habla sobre las clases y lo bien que lo pasa.
Kianga: ¿Es posible que se haya apuntado a otro centro?
Patricia: Me lo habría dicho.


Kianga: ¿Y lo ha seguido alguna o vez o lo ha visto con alguna mujer que no conozca?
Patricia: No soy capaz de hacerlo, me siento ridícula persiguiéndolo. No lo he visto con otra mujer, pero su ropa huele a perfume femenino y ya nunca...me desea.
Kianga: Entiendo.


Patricia: Soy atractiva y nunca me habían rechazado. Ahora, cada dos por tres se queja de dolores de cabeza y siempre está cansado. Además, está todo el tiempo mirando al teléfono y cuando me acerco, lo apaga para que no pueda ver con quién habla.
Kianga: Me es suficiente. Me tiene que dar una foto de su marido e indicarme la zona por dónde se mueve.


Patricia: Le pasaré fotos por el móvil. Pienso que su querida tiene que vivir cerca del colegio al que va mi hijo, aunque no estoy segura. Por favor, necesito saber la verdad. Quiero tener pruebas suficientes para estar segura y pedir el divorcio. Si me está poniendo los cuernos, lo voy a dejar en la puñetera ruina.
Kianga: Cuente con nosotros. Averiguaremos que está ocurriendo con su marido.


Patricia: Gracias. Si lo averigua, seré generosa con ustedes. Ahora irá a llevar al niño a las clases de repaso. Sería una buena ocasión para ir y averiguar algo.
Kianga: Termino lo de la casa real y voy, no se preocupe.


Cuando Patricia se marchó, Kianga saltó de alegría. Por fin tenían un caso, uno de verdad.

Kianga: ¡Tenemos un caso, Isabelo!
Isabelo: Menos mal, pensaba que ya no nos contrataría nadie. Aunque me ha dejado con el capítulo a medias, tengo que retomarlo ahora mismo.
Kianga: De eso nada, ¡vamos a trabajar! Tenemos que ir ahora mismo a averiguar si ese hombre le está poniendo los cuernos.


Isabelo: ¿Ahora? Pufff. Yo prefiero quedarme aquí, por si aparece otro cliente.
Kianga: Vale, pues entonces iré yo sola. Te iré informando.
Isabelo: Muy bien. Oye, voy a pedir pizzas. ¿Quieres una?
Kianga: No sé lo que tarde en volver. Pídeme una de atún.
Isabelo: Y unas patatas, anillas de cebolla y nuggets de pollo.
Kianga: Bueno, pide lo que veas.


Sus y Diamante llegaron al colegio dónde estudiaban Suselle y Dante. Estaba abarrotado de niños que gritaban y corrían en todas las direcciones. A Sus la estresaba ese alboroto caótico. 


Sus: Cuantos niños...
Diamante: ¿Puedo esperarte aquí fuera? Por allí hay un bar que...
Sus: ¡De eso nada! También son tus hijos. No me puedes dejar sola, Diamante.
Diamante: Es que no creo que sea necesario que estemos los dos...
Sus: Lo siento, pero no te puedes escaquear.
Diamante: ¡Cachis!


Los niños gritaban alrededor, soltando tacos y persiguiéndose los unos a los otros. Tenían que ir con cuidado para no tropezar con ellos.


Por fin llegaron a la entrada del edificio y entraron esperando encontrar más tranquilidad.


Kianga también había llegado a la escuela. Allí se suponía que tendría que aparecer el marido de su clienta. Tenía que estar muy atenta. Era muy importante para ella que no se le escapase. Comprobó que llevaba la cámara fotográfica en el bolso y entró algo nerviosa.


Con tantos niños montando jaleo, le sería mucho más complicado concentrarse.

Kianga: ¿Dónde estará el infiel? A simple vista parece que no está.


Continuará...