martes, 29 de noviembre de 2022

Halloween 2022 - Capítulo 01: La criatura marina

En un lugar maldito, dónde los seres más terroríficos habitan, está nuestro querido amigo Calabazo. Allí tiene su mansión encantada, rodeada de bosques siniestros y un viejo cementerio. Le gusta pasear entre las tumbas, mirando lápidas y riéndose de las pobres almas atormentadas. Luego, camina hacia el bosque y saluda a todas las criaturas que allí habitan. En ese lugar nunca sale el sol, por lo que siempre es de noche. La luna es la única encargada de iluminar esas tierras. Un momento, nos ha descubierto. Ya sabe que estamos aquí.


Calabazo: ¡Qué grata sorpresa! Os echaba en falta, adictos al terror. Me habéis pillado haciendo mi paseíllo diario. Recomendaciones del Doctor Frankestein. Yo siempre hago caso a mi médico, quiero seguir tan muerto como siempre.


Calabazo: Admiro que os aventuréis a venir hasta aquí. Pocos son los que sobreviven, este es un lugar muy peligroso, pero entiendo perfectamente que os queráis arriesgar. Estamos en Halloween y como cada año, me toca contaros una historia de terror.


Calabazo: Espero que no padezcáis talasofobia, pues esta historia ocurre en su totalidad en el agua. Si no sabéis nadar, agarrad un flotador y preparaos para descubrir los misterios que esconde el fondo del mar.


Martina observaba el horizonte desde el barco pesquero. Le gustaba respirar la brisa marina. Era un aire puro, fresco y limpio. La paz que el mar le proporcionaba le desintoxicaba de todos sus problemas y estrés de la vida diaria. Siempre se sintió muy unida al mar.


Era una chica muy alegre. Rubia, con pelo corto y ojos negros. A sus 25 años, sentía que su vida era tal y como ella siempre había querido. Su trabajo como camarera le encantaba por el trato con la gente, sobre todo con las personas mayores, por las que sentía gran debilidad. Llevaba con Antón dos maravillosos años. Le preocupaba cuando salía solo a faenar así que siempre que podía le acompañaba.


Antón salía todos los días con su pequeño barco de pesca a faenar. Así era como se ganaba la vida. Aunque era muy duro y no le permitía llevar un vida repleta de lujos, era feliz. Salir a faenar en su barco era su vida, y no la cambiaba por nada en el mundo. Los días que Martina le acompañaba, su felicidad se multiplicaba. La amaba con todo su corazón y cada momento que permanecía junto a ella, era un regalo.

Calabazo: Disculpad, tengo que vomitar, ¡puuuuaj! Perdón, prosigamos...


Antón: Ya casi hemos llegado.

Antón estaba al timón del pesquero. Su intención era pescar en una zona muy muy profunda dónde solía tener buena suerte. 


Aquel día el mar estaba tranquilo y aunque el cielo estaba algo nublado, no había previsión de lluvia. Hacía algo de frío, pero era soportable. 


Antón sacó la caña y se puso a pescar. Martina lo abrazó desde atrás y le besó en la cara.

Antón: No seas revoltosa.
Martina: Es para que entres en calor.

Después de tontear un poco, Antón se concentró en la pesca.


Pasados unos minutos, Martina llamó a Antón con urgencia. Señalaba algo que flotaba no muy lejos de su posición.

Martina: ¡Antón, allí hay algo flotando!
Antón: ¿El qué?
Martina: ¡Parece una persona!


Antón descubrió que Martina estaba en lo cierto. Había un cuerpo flotando en el agua. Desde esa distancia era imposible averiguar si estaba vivo o muerto.

Antón: ¡Rápido, tenemos que sacarlo del agua!
Martina: ¿Crees que está muerto?
Antón: Prepárate para esa posibilidad. 


Se dirigieron con el barco hasta el cuerpo flotante. Advirtieron que estaba enredado en una red de pescar muy grande. Agarró el arpón y lo enganchó en la red. 

Martina: Es una mujer...


Antón: Ayúdame a subirla al barco.

Entre los dos, consiguieron subir a la mujer. Estaba atrapada en la red de pescar. Entre los dos, fueron desenredando el cuerpo. Martina pudo comprobar que efectivamente era una mujer. A pesar de estar en semejante circunstancia, le pareció muy bella. 

Martina: Ya casi está.


Cuando finalmente la liberaron de la red, saltaron hacia atrás aterrados. La mujer no tenía piernas. En su lugar, lucía una enorme cola de pez.

Martina: ¡Es una sirena!
Antón: Debe ser un disfraz...

Antón la tocó con precaución. Supo de inmediato que aquello no era un disfraz. Notó las escamas y el tacto viscoso al que estaba tan acostumbrado. 

Martina: ¿Es de verdad?
Antón: Eso parece.
Martina: ¿Está viva?


La sirena abrió los ojos y rápidamente se incorporó. Se sentó al borde del barco, dispuesta a saltar. Estaba muy alterada y los miraba con recelo.

Martina: No tengas miedo, por favor. No te vamos a hacer daño.
Antón: Tranquila, no somos tus enemigos.


Martina: Yo me llamo Martina y él es Antón, mi novio.

La sirena los observó desconfiada. Pasaba su mirada de uno al otro, indecisa. 

Antón: Creo que no nos entiende. 
Martina: Esto es todo un descubrimiento, Antón. Existen las sirenas y tenemos pruebas de ello.
Antón: Sí, es asombroso. Mira, parece que quiera comunicarse con nosotros.


Antón fue hasta ella y la agarró de las manos. Las tenía muy frías. Ella le sonrió y apretó con suavidad las suyas.

Antón: Me está sonriendo.
Martina: Le has caído bien.
Antón: Tiene las manos heladas.
Martina: ¿Crees que deberíamos llevarla a tierra? Esto nos haría muy famosos.
Antón: No creo que sea buena idea. Imagina lo que harán con ella.
Martina: La meterán en un laboratorio para hacerle pruebas.
Antón: No la hemos salvado la vida para que la maten unos desalmados. La llevaremos mar adentro para que pueda volver a su casa.
Martina: Tienes razón, no estaría bien. Mira, no te quita los ojos de encima.


Antón fue hasta la cabina y agarró el timón rumbo mar adentro. Martina se sentó junto a la sirena, que la miraba curiosa.

Martina: No te preocupes, te vamos a llevar a un lugar dónde estarás a salvo. ¿Te enredaste en esa red de pescador y ya no podías liberarte?

La sirena no le contestó. De pronto, perdió el interés en Martina y la dejó hablando sola.


Martina: ¿A dónde vas?

La sirena quería ver a Antón, que seguía al timón. Le sonrió y Antón le respondió con otra agradable sonrisa.

Antón: Es una pena que no nos podamos comunicar. Martina, le deberíamos poner nombre.
Martina: Lo estaba pensando. ¿Te gusta Brisa?
Antón: Es muy bonito. Me gusta.


La sirena se acercó más a Antón. Para no tener piernas, se movía con bastante agilidad por la cubierta del barco.

Martina: Parece que quiere estar contigo.
Antón: Le gustará mi gorra.


Escucharon el sonido de un motor acercándose. Brisa se arrastró a toda prisa hasta Antón y se escondió tras él. 

Martina: ¡Allí hay una lancha a motor!
Antón: Brisa está asustada.
Martina: Parece que vienen hacia nosotros.
Antón: No pueden verla.
Martina: Haz que se esconda.


Brisa se abrazaba a Antón con mucha fuerza. Se negaba a soltarle.

Antón: Ey, no temas. Te vamos a proteger. Tienes que esconderte.


En la lancha habían dos hombres. El más joven se llamaba Alejandro. Era un hombre fuerte que se entrenaba a diario para estar en forma. Hablaba poco y era muy serio. Se encargaba del timón de la barca y llevaba consigo un par de armas de fuego. Además, contaban con un enorme arpón con el que podrían matar una ballena.


Junto a Alejandro se encontraba Francisco. Era un hombre curtido en mil batallas. Había viajado por todo el mundo en todo tipo de barcos, trabajando en las tareas más duras. Lucía una enorme barba que contrastaba con su cabeza rapada. Después de años dando tumbos, su vida cambió cuando conoció a su esposa. Se fueron a vivir a una pequeña embarcación en la que eran felices. Hasta que la desgracia apareció en sus vidas.

Alejandro: Quizás esos hayan visto algo.
Francisco: Esconde todas las armas. Iremos a preguntarles. 


Continuará...