Seguía nevando intensamente. La casa de Pam resultó ser una caravana muy acogedora. No era muy espaciosa, pero tenía todo lo necesario para vivir cómodamente.
Sus estaba tumbada sobre la cama, tapada con una manta. Dormía, pero estaba teniendo una extraña pesadilla sobre unos esquimales y un oso que le atacaba.
Desconocía que Pam la había llevado en brazos hasta allí. No fue fácil, le costó horrores cargar con ella en mitad de una tormenta, pero lo había conseguido.
Pam se tomaba una cerveza sentada en su sofá y mirando la tele. Estaban dando una película familiar navideña. El padre buscaba el juguete que su hijo quería para Navidad, pero estaba agotado. Tenía que pasar por muchas penurias para conseguirlo.
Sus se despertó y se sentó en la cama desorientada. Miró alrededor en busca del oso polar, pero allí no estaba. No entendía dónde se encontraba. Se acordó de lo ocurrido en la nieve y que había perdido de vista a Pam.
Escuchó el viento azotando las ventanas. Estaba claro que la tormenta no había pasado. Vio un sofá y una tele encendida. Desde su perspectiva no podía ver quién estaba sentado, pero rezaba para que fuese Pam.
Sus: ¿Hola?
Pam: ¡Sus! ¡Has despertado!
Sus: ¡Pam! ¿Cómo he llegado hasta aquí?
Pam: Te he tenido que traer a cuestas.
Sus: ¡A cuestas! ¿En serio?
Pam: Muy en serio.
Sus: Pam...me has salvado la vida.
Pam: No ha sido nada. Así he entrado en calor. ¿Quieres beber algo?
Sus: No, gracias. ¿Dónde estamos?
Pam: En mi casa.
Sus: No sabía que vivías en una caravana. Es muy bonita.
Pam: Bueno, para mi ya es suficiente.
Pam se sentó a su lado. El viento seguía golpeando con fuerza la caravana.
Sus: Gracias por salvarme la vida.
Pam: Somos familia, ¿no?
Sus: Claro que sí. Pam, ¿al final perdonaste a mi padre su infidelidad?
Pam: No. Él no sabe que lo descubrí con otra. Fui una cobarde y no quise enfrentarme a la realidad. Pensé que si pasaba las Navidades junto a tu padre, las cosas cambiarían, pero no ha sido así. Sé que sigue con la otra y yo, ya no quiero seguir haciéndome la tonta. Sé que os sigo teniendo, aunque no seamos familia de sangre.
Sus: Eso no importa. Para mi, Diamante y los niños, eres la tía Pam y eso no cambiará nunca. No estás sola, tienes una familia.
Pam: No sabes lo mucho que te lo agradezco.
Sus: Siento que mi padre se haya portado así de mal contigo...
Pam: Lo sigo amando, pero voy a pasar página. No te preocupes por mi.
Sus se asomó por una de las ventanas. Era imposible salir fuera con la que estaba cayendo.
Sus: Tenemos que hablar con los niños y mi padre.
Pam: No hay cobertura, lo he intentado muchas veces. En cuando la tormenta pase, los llamaremos.
Sus: Al menos estamos a salvo.
Pam: Te voy a preparar un chocolate caliente. Tengo churros en el congelador, ¿te apetece?
Sus: Mucho.
Pam: Pues no se diga más.
Se tomaron el chocolate y los churros y tras ver la película navideña, se fueron a dormir. Cuando Pam estuvo segura de que Sus estaba realmente dormida, abrió la puerta de la calle. La miró una vez más para asegurarse de que dormía, y se marchó.
Cerró bien la puerta y penetró en la oscuridad de la noche. Seguía nevando, aunque con menos fuerza. Caminó decidida con un objetivo muy claro.
A la mañana siguiente, Diamante conducía el 4x4 familiar hacia la casa de Pam. Ben le estaba indicando el camino. Estaba sentado en el asiento de copiloto.
Diamante: ¿Vive ahí?
Ben: Sí, esa es su casa.
Diamante: ¿Vive en una caravana?
Ben: Sí, es muy acogedora.
Diamante: Pues menos mal que Pam ha podido llamar desde una cabina. Estaba muy preocupado por ellas.
Ben: No entiendo cómo han conseguido llegar hasta aquí caminando.
Diamante: Sí, el coche accidentado queda lejos como para venir caminando y en plena tormenta. Pobre Sus...yo que le quería dar una sorpresa en Navidad...
Ben: Se la darás ahora.
Diamante: Espero que se encuentren bien.
Dante: ¿Falta mucho?
Dante y Suselle estaban sentados en los asientos traseros.
Ben: No, ya hemos llegado.
Suselle: Tengo ganas de abrazar a mamá.
Dante: Y yo.
Diamante: Yo estoy loquito por darle un beso.
Ben: Puedes aparcar en esa zona.
Dante: ¿Es verdad que vas a dejar a Pam?
Ben: ¿Eh? ¿De dónde has sacado eso?
Suselle: Te hemos escuchado cuando hablabas con una tal Emilia por teléfono.
Ben: Eh...
Suselle: ¿Es tu nueva novia? A mi me gusta Pam.
Diamante: ¡Y a mi! Es una pena que la dejes, suegro.
Ben: Sois todos unos cotillas.
Dante: Pam mola mucho, abuelo.
Ben: Lo sé...
Suselle: Es lo que dice Anita de los clicks, que son todos iguales. Ella ha tenido muchos novios y dice que son simples y neandertales.
Dante: Ya, y ella lo sabe todo. Yo no soy simple y neandertal...o como se diga.
Ben: Me he enamorado de otra clack, no lo he podido evitar. Pam es fabulosa, eso no lo niego. Por favor, guardad el secreto. No quiero que ella se entere por vosotros...
Diamante: Pobrecita.
Suselle: Abuelo, tienes que encontrar ya una novia definitiva. Con lo buena que es Pam...
Dante: Y divertida.
Ben: Lo siento, niños...
Diamante aparcó el coche y bajaron. No estaba nevando pero hacía frío.
Suselle: ¿Mamá está ahí dentro?
Diamante: Eso parece.
Ben: Puede parecer un lugar cutre, pero es muy acogedor.
Dante: A mi me mola. Yo viviría en una sitio así.
Ben tocó a la puerta, pero nadie respondía.
Diamante: ¿No están?
Ben: Qué extraño. Pam me dijo que estarían aquí.
Suselle: Vuelve a llamar.
Sus se despertó con los golpes en la puerta. Recordó dónde estaba y buscó a Pam con la mirada. Estaba sola. Volvieron a llamar a la puerta y vio a través del cristal a su padre saludándola con la mano y sonriendo.
Sus: ¡Papá!
Ben: ¡Buenos días, hija!
Se pellizcó para asegurarse de que aquello no era un sueño. El dolor le indicó que no estaba soñando, así que se levantó corriendo para abrirle la puerta.
Al abrir, se encontró a Diamante y los niños. No pudo evitar saltar de alegría. Lo último que imaginaba era encontrar a su familia en aquel lugar.
Diamante: ¡Sorpresa!
Dante: ¡Hola mamá!
Suselle: ¡Mami!
Sus: ¡Esto no me lo esperaba!
Se puso a llorar de la emoción abrazando a todos. Después de lo mal que lo había pasado, era el mejor regalo de Navidad que podría desear.
Sus: Os he echado de menos.
Diamante: Y nosotros a ti.
Ben: Estábamos muy preocupados.
Sus: Diamante, ¿no se supone que estabas fuera?
Diamante: Llegué anoche. Quería darte una sorpresa en plena cena.
Sus: ¿Y Bosco?
Diamante: Con tu madre.
Suselle: Mamá, nochebuena no fue lo mismo sin ti. Estaba triste.
Sus: Para mi también fue muy triste. Aunque por suerte estaba con Pam. Ella me salvó la vida.
Dante: ¿En serio? ¡Quiero que me lo cuentes todo!
Suselle: Pam es genial.
Sus: Siento que os faltaran algunos regalos. Papa Noel tenía demasiado trabajo y no pudo con todos...
Ben: Por cierto, ¿dónde está Pam?
Sus: No lo sé. Anoche estuvimos juntas hasta tarde, tomando chocolate y viendo la tele. Al despertar esta mañana, ya no estaba.
Ben: Tenemos que encontrarla.
Pam: Estoy aquí. Papa Noel me ha dado este regalo para una tal Suselle.
Pam llevaba consigo una enorme casa de muñecas. Era el regalo que Suselle tanto ansiaba y que se encontraba en la juguetería a la que nunca llegaron.
Suselle: ¡Es la mansión!
Sus: Pero, ¿cómo es posible?
Suselle: Mamá, Papa Noel no está tan despistado como pensabas. ¡Yupi!
Dante: ¡Es flipante!
Suselle y Dante agarraron la casa con esfuerzo, pues pesaba bastante.
Diamante: Menudo caserón.
Pam: ¿Es esta la que querías?
Suselle: ¡Síii! Papá, ¿me ayudarás a montarla?
Diamante: Tiene pinta de ser complicado, pero te ayudaré.
Sus se llevó a Pam a parte para hablar con ella a solas.
Sus: ¿Cómo lo has hecho?
Pam: Fui a esa juguetería y me llevé la casa. Estaba cerrado, pero a mi no hay puerta que se me resista. No te preocupes, dejé el dinero sobre el mostrador y no he causado ningún desperfecto en la tienda.
Sus: Pam, muchas gracias. Has hecho muy feliz a Suselle.
Pam: No ha sido nada.
Sus: Sí que lo es. He descubierto a una clack maravillosa, una amiga de verdad.
Ben: ¡Pam! Amor, estaba preocupado por ti.
Pam: Sabes de sobra que soy fuerte y cuatro copos de nieve no pueden conmigo.
Ben: Cariño, eran más que cuatro copos de nieve. Dame una beso.
Pam: No.
Ben: ¿No?
Pam: Te vi en la cabaña con otra.
Ben: Pam...eh, aquello no es lo que parece.
Pam: Era justo lo que parece. No soy tonta. Ya no hace falta que sigas con el paripé.
Ben enrojeció y empezó a sudar. No sabía qué decir.
Ben: Yo...lo siento.
Pam: Me has hecho daño, Ben.
Ben: Soy un miserable...
Pam: Eres un tío y sois así de simples. Te quiero, pero no pienso ponerme a llorar por las esquinas por ti. Voy a pasar página. Quizás podamos ser amigos, aunque ahora mismo no me apetece mucho tenerte cerca.
Ben: Lo entiendo...
Pam: Eso sí, pienso seguir viendo a tu familia. Aunque seas un infiel, no eres mal tío y tienes una familia que ya considero mía. Ay Ben, lo felices que podríamos haber sido. La has cagado.
Ben: Yo...
Pam: No encontrarás otra como yo, soy una tía estupenda. Ahora, si me disculpas, me voy a preparar chocolate para los niños. También para Diamante y Sus.
Pam se marchó con los niños y Diamante. Ben se puso a llorar. Se sentía inmensamente mal.
Sus: Papá, ¿estás bien?
Ben: No muy bien, hija.
Sus: No te entiendo, papá. Pensaba que amabas a Pam.
Ben: Y la amaba...
Ben se secó las lágrimas con un pañuelo.
Sus: No soporto verte llorar, papá.
Ben: Me lo merezco...por miserable.
Pam: ¡Ben, deja de llorar! También prepararé una taza de chocolate para ti...
Ben sonrió. Quizás Pam le perdonaría algún día.
Pam: Venga, que los niños tienen hambre.
Ben: Pam...¿no prefieres que me marche?
Pam: Es Navidad, tienes que estar con tu familia.
Ben: Gracias...
Aunque habían sido unas Navidades muy accidentadas, con enfermedades y calamidades, nunca las olvidaría. Pam le había demostrado el lado más maravilloso de la humanidad y le había enseñado el verdadero significado de la Navidad. Estaba triste, las cosas no siempre salían bien, pero tenía una familia y amigos que estarán siempre a su lado, tanto en lo bueno como en lo malo. Cada minuto contaba y por eso, debía vivir cada momento con intensidad. Valorar lo que tenía y cuidarlo.
FIN