domingo, 3 de mayo de 2020

Estado de alarma Capítulo 08: Agnes, Lúa, Artemisa, PD y Panama 2ª Parte


Estado de alarma

Capítulo 08

Agnes, Lúa, PD, Ximena, Valeria y Panama 

Vera, era la camarera con más experiencia del barco. Fue una de las supervivientes del naufragio que se llevó muchas vidas por delante, como la de su buena amiga y compañera Dora. Había aceptado trabajar de nuevo bajo las órdenes del Capitán Miller. Sus dos compañeras, Alejandra y Nora se habían convertido en dos hermanas para ella. Trabajaban a destajo para atender a todos los pasajeros. Llevar comida a todas las habitaciones era todo un reto que por el momento, estaban consiguiendo superar.

Vera: Aquí tenemos las bandejas para los camarotes que nos faltan.
Nora: ¡Por fin! Estoy agotada.
Vera: Después de llevar estas bandejas, come y tómate un descanso.
Nora: ¿Y tú cuando descansas?
Vera: Cuando se pueda...


Alejandra: Chicas, no os olvidéis de llevar la comida para Caitlyn y el hijo del Captán.
Nora: ¿Os dais cuenta del tiempo que pasa Elliot con Caitlyn? Lo está criando ella...
Vera: Su padre está muy liado el pobre y Lucía tampoco es que tenga demasiado tiempo para el niño. 
Nora: Yo odiaba que mis padres trabajaran tanto y no me dedicasen tiempo. Al menos Elliot tiene a Caitlyn.
Alejandra: Sí, y no se aburre. Siempre están cantando y jugando. Es una tía estupenda.


Nora fue a llevarle la comida a Elliot cuando se encontró con Diego, uno de los cadetes del barco. Estaba enamoradísimo de ella, pero nunca se lo había dicho.

Diego: Ey, Nora. ¿Cansada?
Nora: Sí, estoy agotada. Este es mi último servicio y me iré a comer. ¿Cómo llevas estar confinado en el barco?
Diego: No me quejo. Este barco es mi casa y estar bajo las órdenes del capitán es todo un honor. Además, así te puedo ver todos los días.


Nora: Eres muy amable, Diego. Yo estoy deseando que nos dejen bajar y volver con mis padres. Los echo de menos...
Diego: Ah, lo entiendo...
Nora: Te dejo, que se enfría la comida. Luego nos vemos.
Diego: Vale. ¡Hasta luego! 


Caitlyn actuaba en exclusiva para su mayor admirador, Elliot. El hijo del capitán estaba entusiasmado con ella. Pasaban muchas horas juntos haciendo todo tipo de actividades. Bailaban, cantaban, veían dibujos y hacían deberes. No había tiempo para aburrirse. Para ese día, Caitlyn se puso uno de sus mejores vestidos y cantó uno de sus mayores éxitos, Diva. Elliot aplaudía entusiasmado.


"Diva María, viva Victoria, aprhodite,
Viva le Diva, viva Victoria,
Cleopatraaa"


Agarró a Elliot de las manos y le invitó a bailar y cantar con ella. El niño aceptó encantado.

Caitlyn: En esta actuación cantamos los dos.
Elliot: ¡Yupi!


Elliot saltaba y cantaba al ritmo de la canción. Caitlyn reía al verle tan entusiasmado y contento.

Caitlyn: ¡Lo estás haciendo muy bien!


Nora los pilló en plena actuación.

Nora: ¡Oh, siento interrumpir la actuación!
Caitlyn: No te preocupes, yo ya estoy rendida. Elliot tiene mucha energía y no hay quién le siga el ritmo.
Elliot: ¡Hamburguesas!
Nora: Sí, esta es tu comida.


Elliot agarró la bandeja y empezó a comer inmediatamente. 

Caitlyn: ¿Hay alguna novedad?
Nora: No, todo sigue igual.
Caitlyn: No podemos estar aquí encerrados eternamente. Necesito salir para solucionar algunos asuntos.
Nora: Y yo...
Caitlyn: Bueno, debemos seguir siendo pacientes. Hay gente que lo está pasando mucho peor.
Nora: Sí, supongo que tienes razón.


Desde uno de los camarotes del Panama, PD se comunicaba con su mujer, Calíope. Había viajado para visitar a unos familiares y la pandemia lo pilló ahí dentro. Hablaba con ella a través de Skypeclick.

PD: ¿Cómo está Junior?
Calíope: Ni se inmuta. Está encantado encerrado en su cuarto. Se pasa las horas leyendo, haciendo deberes, escuchando heavy metal y jugando a videojuegos online con sus amigos.
PD: ¿No echa de menos ver a sus amigos?
Calíope: Sí, alguna vez me lo dice, pero ya sabes, no es de mucho salir. Hoy en día están todos enganchados a los móviles y hablan a través de ellos. Aunque para nosotros no es lo mismo...te echo en falta, amor.
PD: Y yo a ti y a Junior. Esto es insoportable. Si me hubiese tocado un compañero más...hablador.


Calíope: ¿Sigue sin pronunciar palabra?
PD: Sí. Ahora mismo duerme profundamente. Si no está durmiendo, está centrado en sus cosas y no habla. Lo he intentado, pero parece como si no me entendiese. 
Calíope: Debe arrastrar algún tipo de trauma. Por si las moscas, no te acerques demasiado. Mañana mismo salgo volando con la escoba y voy a por ti.
PD: No lo hagas, Junior te necesita. Si veo que esto se sigue alargando, me iré volando. Una noche, sin que nadie me vea.


Valeria y Ximena son pareja desde hace muchos años. Ximena siempre va acompañada de su inseparable oso de peluche, el señor Agripino. Encontraron una web que vendía cruceros a mitad de precio y compraron uno. Jamás imaginaron que se arrepentirían de ello.

Ximena: ¡Quiero irme de una vez de aquí!
Valeria: Intenta relajarte. Poniéndote así no conseguirás nada. 
Ximena: Pero es que me aburro y el señor Agripino está enfermo. Necesita un médico.
Valeria: Más preocupada estoy yo. Mi madre está sola en su casa, sin nadie que la ayude. Cada vez que lo pienso...
Ximena: El señor Agripino también tiene a su mamá sola en casa.
Valeria: Sí, y yo me desvivo por eso...


Ximena: Huy, ¿y ese tono?
Valeria: Pues que me importa un pimiento la mamá de un oso de peluche. ¿Que es lo peor que le puede pasar?
Ximena: ¡Un perro puede destrozarla o un incendio! Has ofendido al señor Agripino. Pídele perdón.
Valeria: ...
Ximena: ¡Valeria!
Valeria: Perdóoon.
Ximena: ¡Ese perdón no me vale! ¡Dale un beso!
Valeria: ¡De eso ni hablar!

Ximena se lanzó con el oso en la mano con el firme propósito de que le diese un beso. Valeria reía sorprendida y Ximena aunque en un principio se había enfadado, se le pasó. Ambas reían a pesar de su situación.


Capitán Miller: Dígame, señor ministro. 
Ministro: Siento haberles hecho esperar tanto, señor Miller. Tras varias horas de deliberaciones entre todos los partidos políticos y expertos, hemos decidido dejarles desembarcar.
Capitán Miller: ¡Esa es una gran noticia!


Lucía: ¡Lo hemos conseguido!
Felipe: ¡Por fin!
Capitán Miller: Se lo agradezco, señor ministro. Mis pasajeros necesitan volver a casa.


Los pasajeros y parte de la tripulación empezaron a desembarcar en el puerto. Caitlyn bajaba del barco, decidida a solucionar un asunto pendiente. Se puso la mascarilla y se despidió de todos sus compañeros. Al bajar, el Capitán la llamó.


Capitán Miller: ¡Caitlyn!
Caitlyn: ¿Sí?
Capitán Miller: Ten cuidado ahí fuera. Cuídate mucho.
Caitlyn: Tú también, Bryan. 
Capitán Miller: Gracias por todo lo que has hecho con Elliot. 
Caitlyn: No es necesario que me des las gracias. Elliot es como un hijo para mi. Soy yo la que debe darte las gracias por cuidar de todos nosotros. Eres un gran Capitán.
Capitán Miller: ¿Volverás?
Caitlyn: Sabes que sí. Aunque no sé cuando, esta crisis ha dejado al sector tocado de muerte. Ahora las artistas nos tenemos que reinventar y estoy segura que tardará en llegar de nuevo el trabajo.
Capitán Miller: Esta es tu casa y eres nuestra estrella. Aquí siempre tendrás trabajo.
Caitlyn: Gracias, Bryan.


Elliot: ¡Caitlyn! ¡Te echaré de menos! ¿No puedes quedarte?
Caitlyn: Yo también te echaré de menos. Volveré, no te preocupes. Haz caso a tu padre y ensaya nuestras canciones.
Elliot: ¡Lo haré!
Caitlyn: Te quiero, mi pequeño capitán.


La Playgirls también salieron del barco. Estaban deseando volver a su tierra.

Asunción: ¡Por fin libres!
Piedad: ¡Que se aparte el clickvirus! ¡Las Playgirls ya están aquí!
Brígida: ¡Le vamos a dar un zapatazo que ni la Carmen Clickores! 


Bajaron rápidamente, deseosas de pisar tierra firme. PD hacía lo mismo, no deseaba volver a viajar en barco durante mucho tiempo.

PD: ¡No quiero volver a ver un barco en mi vida!


Agnes supo de la buena suerte de sus amigas. Se alegró por ellas, pero no podía dejar de estar preocupada por su madre. Anxos, estaba viviendo sola en la aldea. Agnes no podía ir a visitarla hasta que no fuese totalmente seguro. Hablaba con ella por teléfono, pero eso no la tranquilizaba demasiado. Se iban a acostar. Estaban en su habitación, que se encontraba en la segunda planta de la casa. Lúa ya estaba en la cama, tapada con las sábanas y leyendo un libro. Agnes todavía no se había quitado la ropa. Miraba por la ventana los relámpagos que iluminaban el cielo.


Lúa: Agnes, ¿no vienes a la cama?
Agnes: Los relámpagos iluminan toda la ciudad. Tienen un poder hipnótico. Estaba pensando en mi madre. Allí sola, con la que está cayendo.
Lúa: Sabes que está bien. Tú tío Damián y los vecinos cuidan de ella.
Agnes: Pero desearía poder abrazarla y asegurarme de que está bien.


En la aldea...

En esos momentos, Anxos abrió la puerta de su casa y se asomó. Vio la tormenta a lo lejos, acercándose a toda prisa. A ella no le atemorizaban los truenos y los relámpagos. Recordaba todas aquellas veces que miraba junto a su hija las tormentas desde la ventana. Bajo la seguridad de su hogar, junto al fuego, ambas disfrutaban de la lluvia. Le contaba cuentos muy viejos que pasaban de generación en generación. Agnes disfrutaba de todas aquellas historias sin perder detalle.


Entró en casa y cenó. Sacó queso y algo de pan. Lo acompañó con un poco de vino caliente y terminó con una porción de tarta de Santiago. Mientras cenaba, escuchaba la radio. Cuando empezó a llover, la apagó para poder escuchar la lluvia.


Se tomó sus pastillas con un trago de agua y se preparó para dormir. Había cambiado las sábanas, por lo que el olor a jazmín del suavizante la abrazó al tumbarse. Pensó en Agnes mientras la tormenta descargaba con fuerza. No quería que nada malo le ocurriese. Nunca había vivido algo semejante y temía que la vida la apartase de su lado una vez más. Se quitó en seguida esos pensamientos negativos de la cabeza y apagó la luz. Cerró los ojos y se durmió con la certeza de que muy pronto, podría volver a abrazarla.  


Agnes se asomó a la ventana. Miró a lo lejos, en dirección a su aldea. Sabía que en esos momentos, su madre se habría acostado. "Nai, estaremos xuntos pronto, prometo".


Lúa: Agnes, te vas a resfriar. Cierra la ventana que entra mucho frío.
Agnes: Ahora mismo tiene que estar diluviando en mi aldea.
Lúa: Sigues preocupada por tu madre. Amor, pronto podrás abrazarla, ya lo verás.


Agnes cerró la ventana y se acostó junto a Lúa. Se abrazaron y se quedaron en silencio, pensativas. 

Lúa: Cuando todo esto pase, iremos a pasar unos días con tu madre. Organizaremos paseos por el río y cantaremos para ella todas las canciones que hemos compuesto.
Agnes: Eso sería maravilloso.
Lúa: Invitaremos a Silvia y las chicas. Incluso podríamos preparar un pequeño concierto para toda la aldea. 
Agnes: De pensarlo, me emociono. Luíña, es una gran idea.
Lúa: Vamos a descansar. Estoy segura de que mañana, será un gran día.


Continuará...

viernes, 1 de mayo de 2020

Estado de alarma - Capítulo 07: Agnes, Lúa, Artemisa, PD, Panama 1ª Parte

Estado de alarma

Capítulo 07

Agnes, Lúa, Artemisa, Panama


No podía estar más preocupada. Lúa, trabajaba desde casa con su portátil. Escuchaba una lista de Spotyclick, con canciones clásicas Clackllegas. Le tocaba rellenar varios informes antes de dar por acabada la jornada laboral. Le dolía un poco la cabeza, pero necesitaba terminar para que no se le acumulara el trabajo.  Miraba el reloj cada dos por tres. Agnes había salido a comprar y llevaba demasiado tiempo fuera. Antes, era ella la encargada de hacer la compra, pero su delicado estado de salud lo cambió todo. Padecía una extraña enfermedad del corazón y era preferible quedarse en casa. Escuchaba truenos, se aproximaba una gran tormenta. Miró el tiempo en su móvil y vio que no se equivocaba. Le envió un mensaje de voz para averiguar la razón de su tardanza.

Lúa: Agnes, ¿dónde carallo estás? ¡Estoy muy preocupada! Está a punto de llover y no te has llevado paraguas... 


Le entró una vídeollamada al Skypeclick. Era Silvia, una de las mejores amigas de la pareja.

Lúa: Hola, Silvia.
Silvia: ¿¿Estás escuchando los truenos?? ¡Está a punto de caer una buena!
Lúa: Sí, pero yo ando preocupada por Agnes.
Silvia: ¿Le ocurre algo?
Lúa: Pues que se fue a comprar y todavía no aparece. No se llevó paraguas, así que imagina...
Silvia: No te preocupes, estará bien. Ya sabes que Agnes se entretiene con cualquier cosa. Capaz de estar absorta, contemplando el río Miño.

En ese momento, un trueno hizo retumbar la casa y empezó a llover.


Lúa fue corriendo a la ventana que daba a la calle y la abrió. Estaba lloviendo a cántaros. Iba vestida con un suave pijama de manga corta y el viento fresquito le hizo tiritar. Un aire puro, fresco y un olor intenso a humedad se coló en la casa.

Silvia: ¿Lúa? ¿Dónde andas? ¿Has escuchado el tueno?
Lúa: Perdona, estoy mirando por la ventana. 
Silvia: ¿La ves venir?
Lúa: No. Pobre Agnes, se estará empapando todiña. 


Silvia: Ya sabes que a ella no le disgusta la lluvia.
Lúa: Sí, pero con todo lo que está pasando y cargada con la compra...
Silvia: ¿Has probado a llamarla por teléfono?
Lúa: Sí, pero no responde.


Silvia: Siempre lo diré. Envidio vuestro amor. Es verdadero. Me gustaría tanto que alguien se preocupase así por mi...
Lúa: ¡Pero si luego pasas de los hombres!
Silvia: Sí, pero es que me agobian y me gusta ser independiente.
Lúa: No hay quién te entienda.
Silvia: Soy así de especial.
Lúa: Por eso te quiero tanto.


Silvia: Pues te dejo. Cuando vuelva Agnes, hacemos una vídeollamda las tres.
Lúa: Vale.
Silvia: Y deja de preocuparte. Agnes volverá enseguida. 
Lúa: Vale, intentaré tranquilizarme. Hasta luego, Silvia.


Silvia tenía parte de razón sobre el retraso de Agnes. Se había entretenido mirado el río, paseando por los alrededores, absorta por la soledad de las calles, por su silencio. Era un panorama tan desolador que su alma no era capaz de reaccionar. Paseaba por las calles temiendo encontrarse un trasgo, quizás un mouro o un hombre lobo. Sabía que el enemigo que recorría las calles de su amada ciudad era mucho más pequeño y difícil de ver que esos seres mitológicos. Cuando reaccionó, se había hecho tarde. Fue al supermercado y compró rápidamente todo aquello que necesitaba. Al salir, se puso a llover.


La lluvia caía con fuerza y estaba muy fría. A Agnes no le disgustó en un principio, pero luego pensó en la compra. Había cosas que se podían estropear. Las tapó como pudo y caminó con prisa por las calles. Sus paisanos habían sido precavidos, todos llevaban su paraguas. Pensó en su madre. De haber estado con ella, le habría obligado a llevar paraguas. A pesar del confinamiento, se encontraba con gente en la calle. El miedo se apoderó de ella y hacía todo lo posible por no pasar cerca de nadie.


Duque, el valiente y caballeroso pirata, caminaba en esos momentos por la calle. Era el ex prometido de Lilu, con la que había terminado muy mal.Vio a Agnes caminando, cargada con dos bolsas de la compra que debían pesar mucho y sin paraguas. 


Su primera reacción fue ir a ayudarla. Agnes puso cara de terror cuando lo vio acercarse. Fue entonces cuando el pirata retrocedió.

Duque: Es verdad, no me puedo acercar a nadie...ni siquiera a ayudar a una dama en apuros. 

Se sintió mal, pero supo que lo mejor era alejarse. Si intentaba acercarse, seguramente la asustaría. No por ser pirata, si no por saltarse la distancia de seguridad y el temor a que le contagiase del clickvirus. Agnes suspiró aliviada y siguió caminando. 


Lúa seguía asomada a la ventana. Estaba a punto de ir a por un jersey de abrigo cuando vio a Agnes. Se sobrecogió al verla empapada y tan cargada. 

Lúa: ¡Agnes, por fin!
Agnes: ¡Luíña!


Lúa abrió la puerta y Agnes entró rápidamente. Estaba completamente empapada.

Lúa: ¡Estás empapada! 
Agnes: Me pilló la lluvia desprevenida. Al menos creo que la compra llegó ilesa.
Lúa: Corre, cámbiate de ropa y entra en calor.


Agnes: ¡Dejo la compra en la cocina!
Lúa: No te preocupes, yo me encargo de desinfectar. Ha llamado Silvia. Cuando estés relajada, la llamamos.
Agnes: ¡Vale!


Después de entrar en calor y merendar, contactaron con Silvia mediante Skypeclick.

Silvia: ¡Jajaja! Me imaginaba que algo así habría ocurido.
Agnes: Nunca me había sentido así, Silvia. Las calles tan solitarias y la sensación de que algo nos acecha, un peligro invisible. No he podido evitar pasear por las calles, ver con mis propios ojos lo que está pasando.
Silvia: Sobrecoge. 
Lúa: Pues yo estaba atacada de los nervios.
Silvia: Se preocupa mucho por ti. Eso es que te quiere de verdad.
Agnes: Lo sé, aunque yo la amo todavía más.
Lúa: ¿Y eso? ¡Yo te amo más!
Agnes: De eso nada, Luíña.
Silvia: Lo dejamos en un empate. ¡Jajaja!


Después de hablar con Silvia, se comunicaron con Artemisa. Tenía muy buen aspecto. Estaba en el jardín de la casa de Casandra, su hermana. La relación entre Agnes y Artemisa se había roto, pero no su amistad. Es cierto que pasaron malos momentos, sobretodo Artemisa. Le costó aceptar que Agnes ya no la amaba como antes y fue duro superarlo. 

Artemisa: ¿Tanto está lloviendo?
Agnes: ¡Ni te lo imaginas! 
Lúa: Parece que el cielo se vaya a caer en cualquier momento sobre nosotras.
Artemisa: Aquí luce el sol y ni una nube. 
Agnes: ¿Cómo llevas el confinamiento?
Artemisa: Lo llevo bien. Me dedico a leer mucho. Soy capaz de leerme dos libros por día. También estoy cosiendo y viendo series con mi hermana. Estoy viendo La casa de Playmobil, Juego de clicks y Enlickadas. 


Agnes: Nosotras leemos juntas, componemos y cantamos. También estamos viendo Master click, que a Luíña le encanta y hemos empezado a ver Juego de clciks. Nos gusta pero nos liamos con los nombres.
Artemisa: A principio es difícil quedarse con el nombre de tantas casas.
Casandra: ¡Sorpresa!


Casandra apareció junto a Artemisa.

Agnes: ¡Casandra!
Casandra: ¿Qué tal estáis? ¡Se os ve fenomenal!
Lúa: Estamos bien, gracias. ¿Y tú?
Casandra: Sobrellevándolo. Echo de menos a Gabriel, pero al ser médico prefiere hospedarse en un hotel hasta que todo esto pase. Ya sabéis, para no contagiarnos.
Agnes: Es un héroe. Pronto estaréis juntos.
Casandra: Eso espero. Me preocupo mucho y lo echo de menos. Hablamos todos los días, pero se hace difícil.
Lúa: Ánimo, estamos en la recta final.


Agnes también quería hablar con las Playgirls. Llevaba mucho tiempo sin saber de ellas. Con quién más contacto tenía era con Asunción. A veces se enviaban audios eternos y se ponían al día. Piedad, Asunción y su prima Brígida eran las nuevas Playgirls. Después de la muerte de su hermana Justina, Brígida se convirtió en una más. Llevaban varias semanas encerradas en el crucero en el que trabajaban, Panama. No les dejaban desembarcar en ningún puerto.

Asunción: Hay un caso de clickvirus en el barco y no nos quieren en ningún sitio, Agnes.
Agnes: ¡Eso es inhumano!
Asunción: El Capitán está negociando para que nos dejen bajar, pero hay protestas.
Lúa: ¿Protestas?
Piedad: Hay gente en el puerto que no quieren que desembarquemos. Nos tiran piedras y queman contenedores y ruedas.
Brígida: ¡Es como si el barco fuese el monstruo de Frankestein!
Agnes: Oh, rapazas...Esto es indignante.
Asunción: Hemos preparado un nuevo show. Disponemos de tanto tiempo muerto, que esta situación nos ha inspirado.
Brígida: El show se llama, "Las repudiadas".
Piedad: ¡Vamos a enseñaros en exclusiva la canción que abre el show!


Las tres se pusieron a cantar y bailar sobre la cama. Estaban viviendo una situación triste y complicada, pero se lo tomaban con mucho humor. Agnes y Lúa rieron al escuchar la letra de la canción y la coreografía del baile.


Playgirls: Somos las repudiadas, somos las repudiadas y vivimos apartadas. No por ello más dejadas, ni tampoco olvidadas. La gente es troglodita, no piensa y no medita. A nosotras nos irrita, pero cantamos y se nos quita. ¡Lara la lara la raaaa!


El Capitán Miller intentaba razonar con el gobierno para que les dejase desembarcar. Siempre les decían que era mejor que se quedasen en el barco, pero la gente necesitaba volver a sus casas y tenían necesidades que en el barco no podían cubrir. Una vez más, se les negó atracar en el puerto.


Capitán Miller: ¡Esto es intolerable! Nos apartan como apestados...

Pensaba en su tripulación, en todos los pasajeros que vivían encerrados en sus camarotes. La situación era insostenible. 


Lucía: Leire, ¿quién se hospeda en el camarote 325?
Leire: Se hospeda una pareja. Ximena y Valeria. Una de ellas exige un médico para un tal Agripino.
Lucía: ¿Quién ese ese Agripino?
Leire: Su oso de peluche...
Lucía: Están perdiendo la cabeza...
Leire: ¿Se sabe si podremos desembarcar?
Lucía: No. Ahora mismo le preguntaré al Capitán.


Lucía: Bryan, la gente está empezando a volverse loca. ¿Has podido comunicarte con los negociadores?
Capitán Miller: Sí. Dicen que hacen lo que pueden, pero que de momento no nos permiten desembarcar. Traerán alimentos y todo aquello que necesitemos, pero de aquí no nos dejan bajar.
Lucía: No pueden hacer eso.
Capitán Miller: La ciudadanía está en contra. Siguen las protestas en el puerto y la situación se está volviendo muy violenta.


Lucía: No me lo puedo creer...
Capitán Miller: No quiero volver a fallar a mis pasajeros y a todos vosotros. Lo hice una vez y estoy a punto de volver a hacerlo.
Lucía: Eso no es cierto. Lo que ocurrió no fue culpa tuya, así lo dictaminó la justicia. Esto tampoco tiene nada que ver contigo. Es culpa de la parte más oscura de la humanidad. 


Continuará...