Estado de alarma
Capítulo 08
Agnes, Lúa, PD, Ximena, Valeria y Panama
Vera, era la camarera con más experiencia del barco. Fue una de las supervivientes del naufragio que se llevó muchas vidas por delante, como la de su buena amiga y compañera Dora. Había aceptado trabajar de nuevo bajo las órdenes del Capitán Miller. Sus dos compañeras, Alejandra y Nora se habían convertido en dos hermanas para ella. Trabajaban a destajo para atender a todos los pasajeros. Llevar comida a todas las habitaciones era todo un reto que por el momento, estaban consiguiendo superar.
Vera: Aquí tenemos las bandejas para los camarotes que nos faltan.
Nora: ¡Por fin! Estoy agotada.
Vera: Después de llevar estas bandejas, come y tómate un descanso.
Nora: ¿Y tú cuando descansas?
Vera: Cuando se pueda...
Alejandra: Chicas, no os olvidéis de llevar la comida para Caitlyn y el hijo del Captán.
Nora: ¿Os dais cuenta del tiempo que pasa Elliot con Caitlyn? Lo está criando ella...
Vera: Su padre está muy liado el pobre y Lucía tampoco es que tenga demasiado tiempo para el niño.
Nora: Yo odiaba que mis padres trabajaran tanto y no me dedicasen tiempo. Al menos Elliot tiene a Caitlyn.
Alejandra: Sí, y no se aburre. Siempre están cantando y jugando. Es una tía estupenda.
Nora fue a llevarle la comida a Elliot cuando se encontró con Diego, uno de los cadetes del barco. Estaba enamoradísimo de ella, pero nunca se lo había dicho.
Diego: Ey, Nora. ¿Cansada?
Nora: Sí, estoy agotada. Este es mi último servicio y me iré a comer. ¿Cómo llevas estar confinado en el barco?
Diego: No me quejo. Este barco es mi casa y estar bajo las órdenes del capitán es todo un honor. Además, así te puedo ver todos los días.
Nora: Eres muy amable, Diego. Yo estoy deseando que nos dejen bajar y volver con mis padres. Los echo de menos...
Diego: Ah, lo entiendo...
Nora: Te dejo, que se enfría la comida. Luego nos vemos.
Diego: Vale. ¡Hasta luego!
Caitlyn actuaba en exclusiva para su mayor admirador, Elliot. El hijo del capitán estaba entusiasmado con ella. Pasaban muchas horas juntos haciendo todo tipo de actividades. Bailaban, cantaban, veían dibujos y hacían deberes. No había tiempo para aburrirse. Para ese día, Caitlyn se puso uno de sus mejores vestidos y cantó uno de sus mayores éxitos, Diva. Elliot aplaudía entusiasmado.
"Diva María, viva Victoria, aprhodite,
Viva le Diva, viva Victoria,
Cleopatraaa"
Agarró a Elliot de las manos y le invitó a bailar y cantar con ella. El niño aceptó encantado.
Caitlyn: En esta actuación cantamos los dos.
Elliot: ¡Yupi!
Elliot saltaba y cantaba al ritmo de la canción. Caitlyn reía al verle tan entusiasmado y contento.
Caitlyn: ¡Lo estás haciendo muy bien!
Nora los pilló en plena actuación.
Nora: ¡Oh, siento interrumpir la actuación!
Caitlyn: No te preocupes, yo ya estoy rendida. Elliot tiene mucha energía y no hay quién le siga el ritmo.
Elliot: ¡Hamburguesas!
Nora: Sí, esta es tu comida.
Elliot agarró la bandeja y empezó a comer inmediatamente.
Caitlyn: ¿Hay alguna novedad?
Nora: No, todo sigue igual.
Caitlyn: No podemos estar aquí encerrados eternamente. Necesito salir para solucionar algunos asuntos.
Nora: Y yo...
Caitlyn: Bueno, debemos seguir siendo pacientes. Hay gente que lo está pasando mucho peor.
Nora: Sí, supongo que tienes razón.
Desde uno de los camarotes del Panama, PD se comunicaba con su mujer, Calíope. Había viajado para visitar a unos familiares y la pandemia lo pilló ahí dentro. Hablaba con ella a través de Skypeclick.
PD: ¿Cómo está Junior?
Calíope: Ni se inmuta. Está encantado encerrado en su cuarto. Se pasa las horas leyendo, haciendo deberes, escuchando heavy metal y jugando a videojuegos online con sus amigos.
PD: ¿No echa de menos ver a sus amigos?
Calíope: Sí, alguna vez me lo dice, pero ya sabes, no es de mucho salir. Hoy en día están todos enganchados a los móviles y hablan a través de ellos. Aunque para nosotros no es lo mismo...te echo en falta, amor.
PD: Y yo a ti y a Junior. Esto es insoportable. Si me hubiese tocado un compañero más...hablador.
Calíope: ¿Sigue sin pronunciar palabra?
PD: Sí. Ahora mismo duerme profundamente. Si no está durmiendo, está centrado en sus cosas y no habla. Lo he intentado, pero parece como si no me entendiese.
Calíope: Debe arrastrar algún tipo de trauma. Por si las moscas, no te acerques demasiado. Mañana mismo salgo volando con la escoba y voy a por ti.
PD: No lo hagas, Junior te necesita. Si veo que esto se sigue alargando, me iré volando. Una noche, sin que nadie me vea.
Valeria y Ximena son pareja desde hace muchos años. Ximena siempre va acompañada de su inseparable oso de peluche, el señor Agripino. Encontraron una web que vendía cruceros a mitad de precio y compraron uno. Jamás imaginaron que se arrepentirían de ello.
Ximena: ¡Quiero irme de una vez de aquí!
Valeria: Intenta relajarte. Poniéndote así no conseguirás nada.
Ximena: Pero es que me aburro y el señor Agripino está enfermo. Necesita un médico.
Valeria: Más preocupada estoy yo. Mi madre está sola en su casa, sin nadie que la ayude. Cada vez que lo pienso...
Ximena: El señor Agripino también tiene a su mamá sola en casa.
Valeria: Sí, y yo me desvivo por eso...
Ximena: Huy, ¿y ese tono?
Valeria: Pues que me importa un pimiento la mamá de un oso de peluche. ¿Que es lo peor que le puede pasar?
Ximena: ¡Un perro puede destrozarla o un incendio! Has ofendido al señor Agripino. Pídele perdón.
Valeria: ...
Ximena: ¡Valeria!
Valeria: Perdóoon.
Ximena: ¡Ese perdón no me vale! ¡Dale un beso!
Valeria: ¡De eso ni hablar!
Ximena se lanzó con el oso en la mano con el firme propósito de que le diese un beso. Valeria reía sorprendida y Ximena aunque en un principio se había enfadado, se le pasó. Ambas reían a pesar de su situación.
Capitán Miller: Dígame, señor ministro.
Ministro: Siento haberles hecho esperar tanto, señor Miller. Tras varias horas de deliberaciones entre todos los partidos políticos y expertos, hemos decidido dejarles desembarcar.
Capitán Miller: ¡Esa es una gran noticia!
Lucía: ¡Lo hemos conseguido!
Felipe: ¡Por fin!
Capitán Miller: Se lo agradezco, señor ministro. Mis pasajeros necesitan volver a casa.
Los pasajeros y parte de la tripulación empezaron a desembarcar en el puerto. Caitlyn bajaba del barco, decidida a solucionar un asunto pendiente. Se puso la mascarilla y se despidió de todos sus compañeros. Al bajar, el Capitán la llamó.
Capitán Miller: ¡Caitlyn!
Caitlyn: ¿Sí?
Capitán Miller: Ten cuidado ahí fuera. Cuídate mucho.
Caitlyn: Tú también, Bryan.
Capitán Miller: Gracias por todo lo que has hecho con Elliot.
Caitlyn: No es necesario que me des las gracias. Elliot es como un hijo para mi. Soy yo la que debe darte las gracias por cuidar de todos nosotros. Eres un gran Capitán.
Capitán Miller: ¿Volverás?
Caitlyn: Sabes que sí. Aunque no sé cuando, esta crisis ha dejado al sector tocado de muerte. Ahora las artistas nos tenemos que reinventar y estoy segura que tardará en llegar de nuevo el trabajo.
Capitán Miller: Esta es tu casa y eres nuestra estrella. Aquí siempre tendrás trabajo.
Caitlyn: Gracias, Bryan.
Elliot: ¡Caitlyn! ¡Te echaré de menos! ¿No puedes quedarte?
Caitlyn: Yo también te echaré de menos. Volveré, no te preocupes. Haz caso a tu padre y ensaya nuestras canciones.
Elliot: ¡Lo haré!
Caitlyn: Te quiero, mi pequeño capitán.
La Playgirls también salieron del barco. Estaban deseando volver a su tierra.
Asunción: ¡Por fin libres!
Piedad: ¡Que se aparte el clickvirus! ¡Las Playgirls ya están aquí!
Brígida: ¡Le vamos a dar un zapatazo que ni la Carmen Clickores!
Bajaron rápidamente, deseosas de pisar tierra firme. PD hacía lo mismo, no deseaba volver a viajar en barco durante mucho tiempo.
PD: ¡No quiero volver a ver un barco en mi vida!
Agnes supo de la buena suerte de sus amigas. Se alegró por ellas, pero no podía dejar de estar preocupada por su madre. Anxos, estaba viviendo sola en la aldea. Agnes no podía ir a visitarla hasta que no fuese totalmente seguro. Hablaba con ella por teléfono, pero eso no la tranquilizaba demasiado. Se iban a acostar. Estaban en su habitación, que se encontraba en la segunda planta de la casa. Lúa ya estaba en la cama, tapada con las sábanas y leyendo un libro. Agnes todavía no se había quitado la ropa. Miraba por la ventana los relámpagos que iluminaban el cielo.
Lúa: Agnes, ¿no vienes a la cama?
Agnes: Los relámpagos iluminan toda la ciudad. Tienen un poder hipnótico. Estaba pensando en mi madre. Allí sola, con la que está cayendo.
Lúa: Sabes que está bien. Tú tío Damián y los vecinos cuidan de ella.
Agnes: Pero desearía poder abrazarla y asegurarme de que está bien.
En la aldea...
En esos momentos, Anxos abrió la puerta de su casa y se asomó. Vio la tormenta a lo lejos, acercándose a toda prisa. A ella no le atemorizaban los truenos y los relámpagos. Recordaba todas aquellas veces que miraba junto a su hija las tormentas desde la ventana. Bajo la seguridad de su hogar, junto al fuego, ambas disfrutaban de la lluvia. Le contaba cuentos muy viejos que pasaban de generación en generación. Agnes disfrutaba de todas aquellas historias sin perder detalle.
Entró en casa y cenó. Sacó queso y algo de pan. Lo acompañó con un poco de vino caliente y terminó con una porción de tarta de Santiago. Mientras cenaba, escuchaba la radio. Cuando empezó a llover, la apagó para poder escuchar la lluvia.
Se tomó sus pastillas con un trago de agua y se preparó para dormir. Había cambiado las sábanas, por lo que el olor a jazmín del suavizante la abrazó al tumbarse. Pensó en Agnes mientras la tormenta descargaba con fuerza. No quería que nada malo le ocurriese. Nunca había vivido algo semejante y temía que la vida la apartase de su lado una vez más. Se quitó en seguida esos pensamientos negativos de la cabeza y apagó la luz. Cerró los ojos y se durmió con la certeza de que muy pronto, podría volver a abrazarla.
Agnes se asomó a la ventana. Miró a lo lejos, en dirección a su aldea. Sabía que en esos momentos, su madre se habría acostado. "Nai, estaremos xuntos pronto, prometo".
Lúa: Agnes, te vas a resfriar. Cierra la ventana que entra mucho frío.
Agnes: Ahora mismo tiene que estar diluviando en mi aldea.
Lúa: Sigues preocupada por tu madre. Amor, pronto podrás abrazarla, ya lo verás.
Agnes cerró la ventana y se acostó junto a Lúa. Se abrazaron y se quedaron en silencio, pensativas.
Lúa: Cuando todo esto pase, iremos a pasar unos días con tu madre. Organizaremos paseos por el río y cantaremos para ella todas las canciones que hemos compuesto.
Agnes: Eso sería maravilloso.
Lúa: Invitaremos a Silvia y las chicas. Incluso podríamos preparar un pequeño concierto para toda la aldea.
Agnes: De pensarlo, me emociono. Luíña, es una gran idea.
Lúa: Vamos a descansar. Estoy segura de que mañana, será un gran día.
Continuará...