Capítulo 01
¿Truco o trato?
Alguien observa por la ventana. La luces están apagadas en aquel lugar. En el exterior el paisaje no puede ser más terrorífico. Un cementerio, casas encantadas, fantasmas paseándose entre las tumbas, calabazas con sonrisas diabólicas, zombies deambulando sin rumbo fijo...el paisaje es espeluznante. Las aspas de un molino se mueven lentamente en la lejanía, a merced de un viento que transporta los lamentos y sonidos del más allá. En ese lugar la noche es infinita, jamás aparece el sol.
Ese ser mira a través de la ventana. Está rodeado de arañas gigantes, salpicaduras de sangre por las paredes y todo tipo de alimañas.
Con todos ustedes, el terrorífico, el malvado, el perverso...¡Calabazo!
Calabazo: Mis queridos amigos, bienvenidos otro año más a Halloween. Me complace que hayáis decidido pasar este día tan especial conmigo. Soy Calabazo y os voy a contar una nueva historia de terror. Antes de nada, tendréis que disculparme. Este año me pilláis justo en una cita. Estoy en un restaurante del inframundo. He quedado con una maléfica bruja con la que me gustaría iniciar una relación. ¡Por ahí viene!
La bruja no puede ser más guapa. Pelirroja de pelo largo, con un vestido negro ceñido a su cuerpo y un sombrero negro. Lleva consigo una barita mágica, con la que es capaz de hacer cosas inimaginables.
Calabazo: Alice Kyteler, bienvenida.
Alice: Gracias, Calabazo.
Calabazo: Estás diabólicamente bella.
Alice: Muchas gracias. Tú también estás escalofriantemente espantoso.
Calabazo: Por favor, toma asiento.
Calabazo retira la silla de la mesa para que siente.
Alice: Eres todo un caballero.
Calabazo: ¿Tienes apetito?
Alice: Sí, aunque lo que más deseo es que me cuentes una de tus historias de terror.
Calabazo: Todo a su debido tiempo. Pidamos primero.¡Camarero!
Un hombre pálido, con el pelo blanco y muy elegante se acerca a ellos.
Camarero: ¿Ya saben los señores lo que desean pedir?
Alice: Sí. Quiero ojos bañados en vómito de ogro verde y patas de rata con salsa de costras.
Camarero: ¿Y el caballero?
Calabazo: Revuelto de gusanos y orejas de niño a la parrilla.
Caballero: ¿Para beber?
Calabazo: ¿Te apetece sangre?
Alice: Vale, pero que sea sangre de embarazada.
Camarero: Perfecto.
Alice: Por favor, cuenta ya la historia de terror. Estoy deseosa.
Calabazo: Está bien, no os haré esperar más. La historia de este año se titula...El autoestopista.
Ann le era infiel a su marido. Llevaba meses quedando con un gigoló al que pagaba muy bien. Sus encuentros eran cada vez más frecuentes y Ann estaba encantada. Su marido era aburrido e insulso en la cama, por lo que el gigoló era algo imprescindible para ella . Para no levantar sospechas, se encontraban en un hotel en otra ciudad. Allí pasaba horas con Mike, disfrutando del desenfreno y la pasión. Su marido, mucho más mayor que ella, trabajaba como abogado y pasaba largas jornadas fuera de casa, por lo que le era fácil quedar con Mike sin ser descubierta. Aquella fatídica noche, se dejó llevar sin mirar el reloj.
Bajo las sábanas, tumbados en el suelo y frente a la chimenea, liberaban sus más apasionados deseos. Mike disfrutaba, incluso más de lo que quería reconocer. Le estaba empezando a gustar Ann.
Mike: ¿Te gusta así?
Ann: ¡Me encanta! No pares, Mike.
Cuando terminaron, Mike agarró una botella de champagne y llenó dos copas.
Mike: Toma. Vamos a brindar por nosotros.
Ann: Chin chin. He contabilizado seis orgasmos.
Mike: Sí, han sido seis intensos orgasmos.
Ann: Eres el mejor en la cama.
Mike: Tú también eres fabulosa. Ann, podríamos quedar otro día para ir a cenar o dar un paseo. ¿No te apetece?
Ann: ¿Es una broma? No te pienso pagar por dar un paseo, cariño. ¡Oh, mira que hora es!
Ann se levantó llevándose consigo las sábanas. Mike quedó desnudo ante ella.
Mike: Quédate conmigo, deja a tu marido.
Ann: Mike, eso no es posible. Mi marido paga todos mis caprichos. ¿No te quieres comprar un BMW? Gracias a lo que te pago te podrás comprar uno. Si dejo a mi marido, te quedarás sin coche nuevo.
Mike: Pero...
Ann: Mike, piensas demasiado. Tengo que vestirme.
Ann se vistió rápidamente. Una mini falda verde y un top muy escotado. Sus gafas fashion rosas, unas botas marrones muy caras, pulseras y su collar de perlas. Mike se acercó hasta ella, abrazándola por la espalda.
Mike: ¿No te puedes quedar conmigo un rato más?
Ann: Imposible. Es demasiado tarde, Mike. No sé lo que dirá mi marido cuando no me vea en casa. No quiero tener problemas.
Mike: Conozco un abogado muy bueno.
Ann: Mi marido es el mejor abogado que conozco, capaz de conseguir lo que le da la gana. Mike, disfruta de nuestros encuentros y del dinero. No es posible nada más. Toma, hoy has estado impresionante.
Le ofreció 500 cleuros. Mike miró el dinero asombrado. Estaba indeciso, quería rechazarlo.
Ann: Mike, este dinero es para ti. No seas tonto, te pertenece. Tenemos un trato, sexo por dinero.
Mike: Está bien.
Ann: ¿Nos vemos la semana que viene?
Mike: Sí, el día que decidas.
Ann: Viernes a la misma hora en la puerta del hotel.
Mike: De acuerdo.
Ann se marchó corriendo. Llegaba tarde a casa y aunque sabía que no lograría llegar antes que su marido, no quería perder más tiempo. Mike se quedó solo, tumbado en la cama.
Mike: Tengo que desengancharme de ella...
Ann caminaba sin perder el tiempo. Estaba pensando una buena excusa para cubrirse las espaldas pero por más que lo hacía, no se le ocurría una idea convincente. Unos hombres jugaban al baloncesto. Uno de ellos intentaba encestar el balón mientras el otro se lo impedía.
Ann pasó por medio, interrumpiendo el juego. Los hombres gritaron indignados.
Isco: ¡Ey! ¡Pasa por otro lado!
Robin: ¡Quita de en medio!
Ann: Tengo prisa, no tengo tiempo para dar rodeos.
Ann siguió su camino sin prestarles mucha atención. Seguía pensando en la excusa perfecta que justificase su ausencia en casa.
Isco: Menuda petarda.
Robin: Por muy poco no le doy un balonazo.
Tenía su coche aparcado no muy lejos del hotel. La calle estaba repleta de gente. Era la noche de Halloween y todo el mundo disfrutaba del ambiente en la calle. El coche de Ann era un Porsche Macan GTS en rojo. Es un coche muy caro pero con grandes prestaciones.
"A lo mejor llega tarde a casa. No, George Lansin Squaid nunca llega tarde. Las 23:30 no son las 23:31 o las 23:32, son las 23:30. Es extremadamente puntual."
Un niño y una niña disfrazados se acercaron a ella. Ella iba de caperucita y él de demonio. Llevaban cestas en las que metían las golosinas que conseguían.
Caperucita: ¿Truco o trato?
Ann: No tengo tiempo para esto, lo siento niños.
Demonio: ¿Truco o trato?
Ann: Ni una cosa ni la otra. Tengo prisa, lo siento.
Ann se subió a su coche dejando a los niños allí plantados. La miraban serios, sin moverse del sitio.
Se sentó en el asiento y encendió el coche. Se percató de que los niños la seguían mirando, casi sin pestañear. Sorprendida, bajó la ventanilla del copiloto para poder hablar con ellos.
Ann: Ey, no os lo toméis a mal. Me pilláis en un mal día.
Demonio: Hoy es Halloween, señora.
Caperucita: No respeta el espíritu de Halloween y está muy enfadado.
Demonio: El espíritu la observará atentamente.
Ann: Que sí, hasta luego.
Caperucita: Tenga cuidado con lo que hace. Es su noche y cualquier error, se le volverá en su contra.
Cerró la ventanilla enfadada. Encima que se disculpaba, le hablaban de esa forma. Le pareció curioso que unos niños tan pequeños fuesen capaces de decir esas cosas tan espeluznantes. Por eso nunca había querido tener hijos, no soportaba a los niños.
Salió del aparcamiento y aceleró. Tenía que llegar a casa cuanto antes.
Ann: ¡Maldita sea! Tengo un cuarto de hora antes de que llegue George...es imposible que lo consiga.