Carmelo había castigado a su hijo, Renzo. La fiesta que montó en casa de Duclack se convirtió en un verdadero desastre. Traicionó la confianza de Duclack, la que era como una tía para él. Le dejó su casa para que celebrase la fiesta y la llenó de gamberros y desconocidos. Esa no era la intención de Renzo, que sin preveerlo vio como la situación se descontrolaba, pero era su responsabilidad. Ahora, debía ayudar a su padre en el restaurante todos los días al salir de clase hasta la hora de cierre.
Carmelo: Tienes que llevar esto a la mesa de la terraza interior.
Renzo: Papá, llevo todo el día aquí metido. ¿Puedo salir aunque sea un rato?
Carmelo: ¿Y quedarme solo con toda esa clientela? Renzo, sabes que estás castigado. Tus actos tienen consecuencias. De esta forma aprenderás.
Renzo: ¿Cuantas veces tengo que pedir perdón? ¡No lo volveré a hacer más! Por favor, papá...
Carmelo: Si te dejo salir será para ir directo a casa, hijo. Ahora mismo no puede ser, me tienes que ayudar. Tengo mucha faena y debes cumplir con el castigo.
Renzo: Es importante, Kimberly se va de viaje con sus padres dos semanas. Le prometí que iría a despedirme.
Carmelo: ¿Es la chica que te gusta?
Renzo: Sí...
Renzo: Ahora mismo no puede ser, tenemos mucho trabajo.
Cliente: ¡Esa sanggía, camagego!
Carmelo: Estás haciendo esperar a los clientes. Vamos, lleva la sangría y no pierdas más el tiempo.
Renzo: Papá...
Cliente: ¡Camagego!
Carmelo: Renzo, ahora mismo.
Renzo: Aquí tienen, su sangría.
Cliente1: Menos mal, llevag tiempo espegando, mucho gato espegando.
Clienta1: ¡Estoy sedienta! Eges un poco lento, muchachito.
Clienta2: A este le pegdono todo, ¡pego que guapo es! Me lo llevagía a casa como gecuegdo.
Clienta1: La paella está muy gica, felisidades.
Renzo: Muchas gracias, señora.
Cliente2: Otga de boquegones, pog favog.
Renzo: Enseguida.
Carmelo: Sal a ver a los clientes de las mesas de la calle. Comprueba que están bien servidos.
Renzo: Voy.
Carmelo: ¡Ánimo, hijo! Si te portas bien, a lo mejor te dejo ir a despedirte de tu amiga.
Renzo: ¡Gracias, papá!
Renzó salió a atender las mesas de la calle. En una de ellas estaban sentadas dos clientas bellísimas que disfrutaban de una paella. Eran muy simpáticas y Renzo enseguida mostró mucho interés en atenderlas y que no les faltase nada. Eran extranjeras y se entendían a duras penas.
Renzo: ¿Todo bien, chicas?
Doreen: Toro moi bien.
Hildrun: Paella buena. Congratulations.
Renzo: Muchas gracias. ¿Deseáis algo más?
Doreen: ¿Cómo se dise? Emmm, ¿came? Hildrun, ¿how do you say?
Hildrun: Sangría. Eso gusta a nosotras mucho.
Renzo: ¡Sangría! Claro que sí, ahora os traigo.
Doreen: Thanks, handsome.
Hildrun: Eres niño muy guapo.
Renzo: Gracias...
Hildrun: Es la verdad. Novias seguro que mucho.
Renzo: Bueno...
Diamante ¡Renzo!
Renzo: ¡Diamante! Hola, ¿que tal estáis?
Diamante: Te veo muy comprometido con tu trabajo...Por lo visto, tenéis una clientela muy interesante.
Renzo: Sí...aunque tenemos de todo.
Sus: Estás guapísimo con ese delantal.
Suselle: Síii, te queda mega guay.
Sus: Tenemos mesa reservada.
Renzo: Ah, sí. Pasad, es la mesa del fondo.
Diamante: Gracias.
Renzo: Mi padre está en la cocina.
Diamante: ¿Sigues castigado?
Renzo: Sí...
Diamante: Sigue así y te quitarán el castigo en cuanto menos te lo esperes.
Renzo: Eso espero...Dice mi padre que contratará a Tina, pero eso será la semana que viene.
Dante: ¡Hola, Carmelo!
Carmelo: ¡Familia! Bienvenidos a mi restaurante.
Suselle: ¡Holaaaa!
Sus: Wooow, esto es impresionante.
Paredes blancas, puerta azul y suelo de madera. Mesas de mimbre y madera y decoración relacionada con el mar. La cocina estaba al descubierto y se podía ver perfectamente al Carmelo cocinar.
Carmelo: ¿Os gusta?
Diamante: Camarada, estoy orgulloso de ti. Me gusta muchísimo.
Sus: La decoración es una pasada.
Dante: Madre mía, cuanto guiri.
Carmelo: Es una zona muy turística, así que tenemos muchos clientes extranjeros. Gracias a ellos el negocio funciona muy bien.
Diamante: ¡Huele que alimenta!
Sus: Incluso tenéis parrillada de verdura.
Carmelo: Para todos los paladares.
Diamante: No sabía que cocinases tan bien.
Carmelo: Ni yo. Me he sorprendido a mi mismo.
Dante: ¡Tengo hambre!
Suselle: ¡Y yo!
Carmelo: Tomad asiento en aquella mesa reservada. En seguida irá Renzo a tomaros nota.
Suselle: ¡Qué mesa tan bonita!
Sus: ¡Es verdad!
Dante: ¡Este es mi sitio!
Suselle: ¡Joo, mamá!
Sus: Da igual el sitio, cariño.
Suselle: Son unas sillas enormes.
Dante: Así se pueden sentar los gordos.
Suselle: Los platos son muy chulos
Sus: Ay, yo quiero unos así para casa.
Diamante: Pero si ya tenemos muchos...
Sus: Pues estos me chiflan. Mira que decoración tienen, con esas flores y colores tan vivos. Una pasada.
Diamante: Quiero un buen bogavante y luego algo de carne.
Sus: Yo prefiero una parrillada de verduras, que veo que las hace muy ricas.
Suselle: Yo también quiero verduras, mamá.
Dante: ¡Pues yo una hamburguesa gigante!
Cliente1: ¡HAHAHAHA! ¡Bailando flamenco en la bañega!
Clienta2: ¡Oleeeee! ¡Jajajajaja!
Cliente2 ¡Más sanggía! ¡Camagego!
Sus: Jolin, si que gritan esos...
Diamante: Son muy escandalosos. Estos guiris...
Sus: Nos van a fastidiar la comida con sus gritos.
Cliente2: ¡Más sanggía!
Sus: Maleducados...
Diamante: No les hagas caso, Sus.
Dante: Tengo tanta hambre que me comería una ballena.
Sus: Mira a Carmelo, me encanta verle así.
Diamante: Se le ve muy feliz, aunque estresado.
Sus: Menos mal que tiene a Renzo. Aunque es revoltoso, es muy buen chico.
Renzo miraba desde fuera a ver si su padre vigilaba. Al verle ocupado cocinando, aprovechó para hablar con Willy.
Willy: ¿Puedes hablar?
Renzo: Sí, aunque no tengo mucho tiempo.
Willy: Son unas clacks muy guapas las que vienen a comer a tu restaurante.
Renzo: Sí, estas son extranjeras. Además son muy simpáticas.
Willy: Entonces, ¿no vamos a despedirnos de Kimberly?
Renzo: Sí, yo creo que podremos ir. Dame unos minutos que termine de atender a los clientes y se lo pido a mi padre.
Willy: ¿Te dejará?
Renzo: Puede que sí. Ahora que parece que no vienen más clientes es buen momento. No quiero que Kimberly piense que paso de ella. Me pidió que fuese a despedirme y no le puedo fallar.
Willy: Que envidia me das...se nota que le gustas mucho.
Renzo: Y yo siento algo muy especial por ella. Creo que es el amor de mi vida. Ahora te tengo que dejar. Dentro de un rato nos vamos, espera aquí sin que te vea mi padre.
Willy: Vale, pero no tardes mucho...
Willy entró y siguió atendiendo a los clientes. Sirvió los platos a Sus, Diamante y los niños. Todos se chupaban los dedos con la comida.
Renzo: ¿Te sirvo vino, Sus?
Sus: Ay, no sé...
Renzo: Es afrutado y está muy rico...al menos eso dicen.
Sus: Vale, un poquito.
Diamante: No le hagas caso, llena la copa.
Sus: ¡Diamante! ¿Me quieres emborrachar? No estoy acostumbrada...
Diamante: Una copa no te hará daño.
Dante: ¡Esta hamburguesa está de vicio! La más buena que he probado en mi vida.
Suselle: Las patatas están muy buenas, y el maíz.
Diamante: Felicita a tu padre, Renzo. Está todo muy bueno.
Sus: ¡Mmm! Es verdad, este vino está muy rico.
Renzo: Gracias.
Pasados unos minutos, Renzo volvió a intentarlo. Se acercó a su padre con una mirada suplicante.
Carmelo: ¿Otra vez?
Renzo: Papá, te lo pido por favor. Estoy trabajando mucho y cumplo con lo que me pides.
Carmelo: ¿No le puedes enviar un mensaje por whatsaclick?
Renzo: Eso es muy cutre.
Carmelo: Si no entran más clientes, te dejo ir.
Renzo: ¡Gracias, eres el mejor padre del mundo!
Carmelo: Pero solamente ir y venir, ¿entendido?
Renzo: Entendido, mi capitán.
Willy lo miraba desde el exterior desesperado. Si no se daba prisa, Kimberly se marcharía y no se podría despedir.
Justo en ese momento entró un gran número de clientes. Carmelo se alegró, eso significaba una mayor recaudación. Renzo sin embargo, se desanimó y le dieron ganas de llorar.
Emilia: ¡Hola! ¿Hay mesa para comer?
Carmelo: Por supuesto. Renzo, prepara una mesa.
Renzo: Papá, pero...
Carmelo: Hijo, lo siento mucho. Si de verdad le importas, lo entenderá.
Renzo salió a la calle para hablar con Willy.
Willy: Uy, uy, uy...malas noticias, ¿no?
Renzo: Hay demasiados clientes...
Willy: Vaya rollazo. Si quieres voy yo y le digo lo que pasa. Aunque estará ya a punto de irse.
Renzo: Tengo una idea.
Willy: ¿Cuál?
Renzo miró de nuevo al interior del restaurante.
Renzo: Si vamos corriendo mi padre no se dará cuenta.
Willy: Pero si se da cuenta, te caerá una buena. ¿Vale la pena?
Renzo: Es el amor de mi vida, lo sé. No puedo dejarla escapar. Solamente me ausentaré un momento. Le diré que estaba hablando por teléfono con ella y a lo mejor no se enfada.
Willy: Vale, pero tenemos que darnos prisa.
Celedonio: ¡Un par de birras más, camarero!
Renzo: ¡Espere un momento!
Renzo y Willy comenzaron a correr a toda velocidad.
Celedonio: ¡¡Pero a dónde vas!!
Pepe: ¿Y nuestras birras? ¡Eyyy!
Mientras corrían, Renzo sintió un pequeño pinchado. Algo tiraba de él y no le dejaba avanzar. Se percató de que tenía algo enganchado en el pelo. Se giró y vio a Duclack con una caña de pescar. Le había lanzado el anzuelo y lo tenía enganchado del pelo.
Renzo: ¡Ay!
Renzo: ¡Duclack!
Duclack: ¿Dónde vas con esas prisas?
Renzo: Voy a...a...comprar algunas cosas en la tienda. Nos hace falta arroz y mi padre me ha pedido que vaya a comprar.
Duclack: ¿Con tanta urgencia?
Renzo: Es que tenemos muchos clientes.
Duclack: Vale, perdona. Es que al verte correr de esa forma...
Renzo: Ya me comporto muy bien, ¿verdad, Willy?
Willy: Ehh, sí sí. Lleva todo el día trabajando.
Duclack: Así me gusta. Me alegra que te hayas dado cuenta de tus errores y que estés rectificando. Estoy orgullosa de ti, Renzo.
Renzo: Ahora tengo que irme, necesitamos ese arroz.
Duclack: Sí, claro. Corre, no quiero que por mi culpa tu padre te regañe.
Renzo y Willy salieron corriendo en dirección a la tienda ante la atenta mirada de Duclack. Tenían que disimular y que no los pillase en la mentira.
Continuará...