Artemisa apremió a su hermana para que recogiera más leña. Necesitaba encender una fogata para protegerse de los seres oscuros que les acechaban. En un principio se propuso averiguar que estaba ocurriendo pero cuando descubrió que algo terrible se había despertado en el Pantano, supo que ellas mismas estaban en peligro.
Cassandra: ¿Estás segura de que nos hayamos en peligro?
Artemisa: No albergo ninguna duda, hermana. Se aproxima algo terrible hacia nosotras. Debemos prender fuego a estas ramas secas cuanto antes.
Cassandra: Has conseguido asustarme de verdad. Ahora mismo les prendo fuego.
Artemisa: ¡Están muy cerca! No perdamos más tiempo.
Aquellas ramas secas pronto empezaron a arder. Levantaron sus brazos y se concentraron. Necesitaban conectar con su lado espiritual para poder comunicarse con la Diosa. El miedo por lo que se estaba aproximando les impedía relajarse por completo, así que les estaba costando más de lo habitual.
Artemisa: ¡No temas, hermana! ¡La Diosa nos protegerá!
Cassandra: ¡Lo intento!
Un cosquilleo en las plantas de los pies y en las manos era la señal de que iban por buen camino. Artemisa se sintió de pronto invadida por una paz infinita.
Artemisa: ¡La Diosa está con nosotras!
Bruja Oscura: Así que el poder que noto mana de vosotras. Os he estado buscando.
Una bruja apareció ante ellas. Portaba un bastón mágico plateado con una esfera amarilla en la parte superior. Dos enormes cuernos se alzaban de su corona verde y vestía con una túnica y una capa en color lila. No sonreía y de sus ojos manaba la oscuridad y la maldad más infinita.
Artemisa: No deseamos hablar contigo, bruja. Aléjate, sirvienta de Belcebú.
Bruja Oscura: Eres muy osada. ¿No sabes quién soy?
Artemisa: Sé lo que representas y lo que deseas. No obtendrás de nosotras absolutamente nada. Tampoco permitiremos que sigas causando dolor y desesperación a seres inocentes.
Bruja Oscura: Pagarás con tu vida tu insolencia.
Un extraño ser con cuernos amarillos y una armadura de piedra se presentó ante ellas.
Dios del Pantano: Yo soy el Dios del Pantano. Adorado y respetado durante siglos. Vuestra presencia interrumpe mi paz. No sois bienvenidas, intrusas.
Cassandra: ¡¿Ahora que hacemos?! ¡La Diosa no nos escucha!
Artemisa: No pierdas la fe, Cassandra.
Bruja Oscura: Toda mi cólera caerá sobre ti, ser insignificante. ¡Muere!
De la esfera de su bastón salió una intensa luz cegadora. Artemisa se tapó los ojos con las manos mientras un dolor intenso le invadía por todo el cuerpo. Sentía que todas las partes de su cuerpo se quemaban.
Bruja Oscura: ¡Ha llegado tu fin!
A pesar de sentir aquel dolor, una tranquilidad absoluta renació de su interior. El dolor fue desapareciendo poco a poco ante el asombro de la bruja.
Bruja Oscura: No es posible...
Artemisa: Tu magia ya no puede dañarme, bruja. La Diosa me protege.
Artemisa sentía el poder de la Diosa en cada centímetro de su cuerpo. No tenía miedo ni ningún tipo de inseguridad. Expulsó de su cuerpo aquella luz dañina y la dirigió hacia la malvada bruja.
Artemisa: Tienes mucho odio y maldad en tu interior, servidora del diablo. Sufrirás en tus propias carnes el daño que infringes a los demás.
Bruja Oscura: ¡Noooo!
La esfera se agrietó y su brillo desapareció. El poder de la bruja se evaporó para siempre. Se miró las manos y descubrió horrorizada que había perdido su inmortalidad.
Artemisa: La Diosa reclama lo que le has arrebatado. Debes cumplir con tu obligación y devolver tu cuerpo al lugar del que procede, la tierra. Dispones de pocos días para despedirte de esta vida y dar la bienvenida a la vejez y la muerte.
Bruja Oscura: No...no es posible...yo soy poderosa, yo soy inmortal...
Artemisa: Vete, busca un lugar tranquilo en el que morir y hazlo con la poca dignidad que puedas encontrar en ti.
La bruja se arrastró con las pocas fuerzas que tenía y se alejó lentamente maldiciendo a Artemisa y lamentándose por su destino fatal.
Cassandra: ¡Hermana, ayúdame!
El Dios antiguo había golpeado a Cassandra en el rostro. Pretendía acabar con su vida con la mayor crueldad.
Aquella tranquilidad que sentía en su interior se turbó al ver a su hermana en el suelo malherida e indefensa. La paz dio paso a la ira y la indignación.
Artemisa: ¡Maldito ser polvoriento y repulsivo! ¡Te devolveré al lugar al que perteneces!
Dios del Pantano: Mujer, tu palabrería no me intimida.
Artemisa: No son mis palabras, ¡son las palabras de la Diosa!
Artemisa sentía el poder de la Diosa recorriendo su cuerpo. Elevó los brazos al cielo gritando palabras en un idioma irreconocible. El ser estaba perdiendo el equilibrio. Se tambaleó mareado de un lado para otro.
Dios del Pantano:¿Qué eres?
Artemisa: ¡Soy una creyente del amor, la paz y la naturaleza! ¡Una servidora de la Diosa! Soy un ser de luz que lucha contra la maldad y la oscuridad. ¡Vuelve al lugar al que perteneces y no regreses nunca más!
El Dios cayó al suelo inerte y se convirtió en piedra. Cassandra no podía dar crédito a lo acontecido. No solo por la existencia de aquellos seres extraños en el pantano, también por el poder que había demostrado poseer su hermana.
Cassandra: Artemisa, estoy muy sorprendida. Sabía que eras capaz de muchas cosas, pero nunca imaginé que pudieses llegar a hacer algo así.
Artemisa: Ha sido la Diosa, hermana. Sin ella no habría podido hacerlo. Estos seres no volverán a molestar a criaturas inocentes nunca más.
Cassandra: Estoy muy orgullosa de ti. Alabada sea la Diosa, hermana.
Artemisa: Alabada sea. Cassandra, debemos seguir buscando las pitusas inolvidables. Hemos perdido demasiado tiempo...
Mientras tanto...
En mitad de aquel extenso terreno secano encontraron un enorme árbol seco sin vida. Subieron por su tronco lo más rápido que pudieron antes de que el dinosaurio los atrapase. Fune perdió el equilibrio cuando ya había conseguido subir, pero consiguió agarrarse con las piernas en una de las ramas. El dinosaurio saltaba para intentar atraparla con sus colmillos.
Fune: ¡Ahhhh! ¡Socorro!
Pinhead acudió veloz a su rescate y le ayudó a subir a la rama. Fune sudaba aterrada. Había visto pasar toda su vida por delante.
Fune: Me has salvado la vida. Por poco no lo cuento, macho.
Pinhead: ¿Te encuentras bien?
Fune: Sí, aunque estoy atacá.
Estrella: ¡Qué desastre! Moriremos devorados por el dinosaurio...Mientras Wen me espera...pensará que ya no me quiero casar con él...¡Todo me sale mal en la vida!
Pinhead: Ey, al menos estamos vivos. Relaja la raja, tía.
Gallofa: ¡Estrella! ¡Ayyyy!
Estrella: ¡Gallofa!
Gallofa se agarraba de una de las ramas apenas sin fuerzas. El dinosaurio lo observaba atento. Esperaba el momento de su caída para poder atraparlo.
Estrella: ¡Gallofa, aguanta!
Pinhead: Tranquilo, colega. No desesperes.
Pinehad le ayudó a subir con gran esfuerzo.
Pinhead: Tío, pesas más que un muerto.
Gallofa: ¡Ay, muchas gracias Pinhead! ¡Dame un besooo!
Pinhead: ¡Quita quita!
Estrella: Gallofa, ten cuidado. Ven, ponte aquí a mi lado.
Gallofa: Tengo mucho miedo...
Fune: Toma, y yo. Me parece que estamos atrapados. Ese bicho no puede subir pero nosotros no podemos bajar.
Estrella: Estamos atrapados...
Pinhead: Tendremos que esperar a que se canse de esperar.
Gallofa: ¿Y si no se cansa? ¡Moriremos de insolación y de hambre!
Fune: No llames a la mala suerte. Algo se nos ocurrirá...
Muy cerca de allí...
Donna: Desde siempre mi hermana ha sido una chica complicada, pero es que mi padre nos lo hizo pasar muy mal. No es que la justifique, pero sé lo que siente...
Boby: Habéis pasado por cosas terribles. No te preocupes, yo no la juzgo. Mi lema es, ver, oír y callar.
Donna: Eres tan bueno.
Boby: ¿Ahora como se encuentra?
Donna: No muy bien. Algo le ocurrió al regresar del viaje de novios. John la encontró inconsciente en el cuarto de baño. Después de varios días en cama parece ser que ya está más recuperada. Me preocupa lo que le pueda estar sucediendo.
Boby: ¿Tienes alguna idea de lo que le ocurre? ¿No se lo has preguntado?
Donna: Se lo pregunté, pero no suelta prenda. Sé que me oculta algo, pero no sé que puede ser. Lo único que sé es que está distinta, preocupada....
Boby: Bueno, dejemos de pensar en los problemas. Ya que has decidido pasar conmigo las vacaciones, quiero que te despreocupes de todo. Al llegar a casa te haré un masaje y después de una buena ducha, prepararé una cena deliciosa.
Donna: Todo eso suena muy bien. Me estás mal acostumbrando. Mañana me dejas hacer la comida. Podría hacer mi famoso pollo al queso.
Boby: Trato hecho.
¡GRRRRRRRRRR!
Boby: ¿Has escuchado eso?
Donna: Sí...
Boby: Proviene de aquella dirección.
Donna: Debe ser un animal salvaje enorme...Boby, es peligroso...
Boby: Debo averiguar de que se trata.
Boby salió corriendo y Donna lo siguió asustada. No le apetecía saber la procedencia de aquellos rugidos terroríficos pero no quería dejar solo a Boby.
Se escondieron tras unas rocas y se asomaron con sigilo.
Donna: No puedo creerlo...
Boby: Es el Tyrannosaurus rex.
Donna: ¿Sabías que aquí hay un dinosaurio? ¡Es asombroso!
Boby: Sí, hace años que sé de su existencia. Me extraña mucho que haya decidido alejarse tanto de su territorio.
Donna: ¡Mira, allí arriba!
Boby: ¡Hay gente atrapada en aquel árbol!
Donna: Boby, tenemos que hacer algo...
Boby: No te preocupes, aunque parezca terrorífico, a este dinosaurio se le puede asustar con facilidad.
Donna: Cariño, ten cuidado...
Boby: ¡Ey, amigo!
Boby sacó su arma y disparó al aire. El dinosaurio se giró hacia Boby. Había captado toda su atención.
Boby: ¡Vuelve a casa! ¡Ahora mismo!
De nuevo disparó su arma.
El dinosaurio lo miraba indeciso. El sonido de los disparos estaba empezando a asustarle. Disparó un par de veces más y luego se acercó corriendo al ya atemorizado animal.
Boby: ¡No le tengáis miedo! ¡Es muy asustadizo!
Cuando todos vieron la valentía con la que Boby se estaba enfrentado al dinosaurio, hicieron acopio de valor y le ayudaron. Todos se lanzaron a darle patadas y puñetazos por todo el cuerpo.
Estrella: ¡¡No me arruinarás la boda!!
Fune: ¡¡Yo no soy la comida de nadie!!
Gallofa: ¡Bicho malo!
Boby siguió disparando al aire asustando todavía más al animal. Aturdido y muy atemorizado el dinosaurio salió corriendo alejándose de ellos a toda prisa. Todos saltaron de alegría abrazándose los unos a los otros.
Gallofa: ¡Lo hemos conseguido!
Fune: ¡Y no vuelvas por aquí, lagartija!
Estrella: ¡Yupiiii!
Se sentaron exhaustos en el suelo para tomar aire y descansar. Boby los miró pensativo. Conocía a Pinhead y Fune por sus fechorías. Eran delincuentes muy conocidos en el Playmundo.
Boby: ¿Que hacéis aquí? Estrella, espero que no te estén dando problemas...
Estrella: ¡Para nada!
Pinhead y Fune se miraron nerviosos.
Estrella: Ellos nos ayudaron cuando una loca intentó robarnos. Además, nos han salvado de ese dinosaurio. Si no llega a ser por Pinhead, Gallofa habría sido devorado...
Gallofa: Sí, Pinehad es un héroe.
Le lanzó un beso con la mano y Pinhead puso cara de asco.
Boby: Vaya, eso me sorprende. Estrella, ¿y que haces aquí? ¿Ya te has casado?
Estrella: Me he perdido. Por favor, Boby...tengo que llegar a la boda antes de que sea demasiado tarde. Wen se pensará que ya no me quiero casar con él...
Donna: Pobre...
Boby: No estás tan lejos. El camino a seguir es fácil. ¿Ves aquella enorme roca acabada en punta?
Estrella: Sí, la veo.
Boby: Pues desde allí tardarás unos minutos en llegar. No tiene pérdida.
Estrella: ¡Muchas gracias!
Estrella le dio un beso y un abrazo a Boby. Estaba entusiasmada.
Boby: ¡Oh! No es para tanto.
Estrella: Lo es para mi.
Fune: Suerte en la boda, Estrella.
Estrella: Gracias. Os debo muchísimo a los dos. No me importa lo que digan, tenéis un gran corazón y sois clicks buenos. Nunca olvidaré lo que habéis hecho por mi.
Pinhead: Como bien dice mi Fune, una boda es sagrada.
Fune: Corre, no hagas esperar más al novio.
Estrella salió corriendo a toda prisa. Gallofa la seguía muy de cerca pero le era imposible seguir su ritmo.
Gallofa: ¡Estrellita, espera!
Estrella: ¡Corre, Gallofa! ¡Wen me está esperando!
Boby: Chicos, aunque me fío de la palabra de Estrella, todavía tengo mis dudas de que tengáis buenas intenciones.
Pinhead: No se preocupe, pasamos de malos rollos y de montar pollos.
Fune: Sí, hoy me siento mejor que nunca.
Boby: No sé yo...
Donna: Vamos, Boby. Un voto de confianza. Los clicks pueden cambiar.
Boby: Está bien. Recordad que esto es muy peligroso. Os aconsejo volver a casa.
Pinhead: A sus órdenes, señor.
Fune: Bueno, por fin solos.
Pinhead: No sabía que eras una acérrima defensora de las bodas.
Fune: Las bodas son sagradas, amor. Sienta bien hacer el bien de vez en cuando, ¿no?
Pinhead: La verdad es que sí
Fune: Me gustaría casarme algún día...
Pinhead: Ah...¿Conmigo?
Fune: ¡Pues claro, flipao!
Pinhead: A mi también me gustaría casarme contigo, mi flipá.
Continuará...