Juan José conducía muy rápido. Superaba con creces los límites de velocidad. Llegamos a la playa y nos metimos con el coche por una zona muy solitaria. Ya no recordaba mi nombre, mis obligaciones o a la persona a la que amaba. Deseaba vivir el momento, disfrutar aquella experiencia para sentirme libre.
Juan José: ¿Te gusta mi auto? Recién lo compré. Fue amor a primera vista, lo mismo que me sucedió con vos.
Sabrina: ¿Queda mucho para llegar?
Juan José: En un cachito estamos, princesa.
Me gustaba su forma de conducir. Sus músculos se tensaban cuando giraba el volante y podía recrearme viendo sus maravillosos bíceps. Está claro que Juan José es un click deportista y cuida mucho su aspecto físico.
Sabrina: Este lugar es precioso.
Juan José: Mucha gente se deja la guita para visitar lugares que no son tan espectaculares como este.
Finalmente detuvo el coche en una zona con palmeras muy tranquila. Era una playa paradisíaca. Me sorprendió la tranquilidad y paz que allí se respiraba.
Juan José: Estiraremos la toasha aquí. Después te revelaré cual es mi sorpresa.
Colocó la toalla en la arena, muy cerca de la orilla. Era sexy, muy sexy. No sabía a que se dedicaba, pero no me extrañaría que fuese modelo o entrenador personal.
Juan José: Che, sentáte conmigo, no sos tímida.
Estaba tímida, me costaba acercarme a él. No sabía si me sentía intimidada o es que me daba miedo aquella situación que yo misma había provocado.
Finalmente me senté a su lado y Juan José sacó pecho. Intentó marcar todos sus músculos para impresionarme y lo cierto es que lo consiguió.
Juan José: Siempre supe que serías mía. Noté lujuria y sexualidad en tus ojos. Sos como sho, una fiera desatada que necesita saciar su sed. El destino nos tenía reservado este momento.
Sabrina: Es posible. Me gustaste desde el primer instante. Aunque eres muy descarado.
Juan José: No me ando con chiquitas. Si quiero algo, voy a por esho. Me marco objetivos y siempre los cumplo.
Sabrina: ¿Yo soy tu objetivo?
Juan José: Así es. No me importa que seas casada o que tengas hijos. Clack que deseo, clack que consigo. No obligo a ninguna a hacer algo contra su voluntad, simplemente caen rendidas a mis pies.
Fue hasta su coche y sacó una guitarra. Me la enseñó con orgullo.
Juan José: Mi única familia, mi querida guitarra. Esta es la sorpresa. Cantaré una canción que he escrito para vos.
Sabrina: ¡Fantástico!
Si antes era atractivo, tocando y cantando lo era todavía más. Lo que me pilló por sorpresa fue que no cantaba muy bien, pero su tono de voz masculino me pareció terriblemente sexy.
Juan José: Sabriiina, sos la más hermosaaaa
Sabriiiiina, sos maravishosa
La clack más tierna y encantadora
la clack más besha y seductora
Sabriiiiina, sos la más hermosaaaa
Sabriiiina, sos maravishosa
No es que fuese muy original, pero me gustó. Dejó la guitarra y se lanzó sobre mi.
Juan José: Che, vas a volar muy lejos. Te presentaré otros planetas y vivirás una experiencia que jamás podrás olvidar. Por algo me Shaman, el argentino del pepino.
"Todavía estás a tiempo"
Sabrina: Juan José...
Juan José: Iremos poco a poco, no debes preocuparte.
"Todavía estás a tiempo"
La voz de Artemisa se repetía en mi cabeza una y otra vez. De pronto mi mente tomó consciencia. Pensé en John, en lo mucho que lo amaba. Si lo perdía no podría soportarlo. No podía seguir traicionando su confianza.
Sabrina: No puedo...
Juan José: Sí que puedes, princesa...
Me besaba y con sus fuertes brazos me inmovilizó.
Sabrina: ¡No quiero! ¡Déjame!
Juan José: Me gusta este juego, Sabrina. Está bien, jugaremos.
Sabrina: ¡No es ningún juego! ¡No quiero que me toques!
Era el momento de cambiar, de cuidar a los que me quieren. Tengo una vida junto a John y no lo quiero perder por alguien que no me importa. Sí, la Sabrina de hace unos años habría seguido adelante, pero ya no soy la misma. No soy una santa, lo reconozco, pero ya existen unos límites que no quiero cruzar. Es hora de luchar por mi marido y mi hijo. Así que con una fuerza que no sé de dónde saqué, me lo quité de encima.
Juan José: ¡Que hacés, che! No te enojes, preciosa.
Sabrina: ¡¡Te estaba pidiendo que parases!!
Juan José: ¿Que ocurre? ¡No me puedes dejar así!
Sabrina: No quiero que vuelvas a acercarme a mi y a mi marido, ¿lo entiendes? Esto ha sido un error.
Juan José: No te hagas la estrecha. ¡A mi no se me resiste ninguna clack!
Para mi sorpresa, Juan José me agarró de los brazos para forzarme.
Sabrina: ¡No me toques!
Juan José: ¡Sé que lo estás deseando! ¡No te resistas!
Con todo lo fuerte que es, no soportó una buena patada en la entrepierna. También le propiné un puñetazo de los míos. Juan José cayó al suelo gritando dolorido.
Juan José: ¡Ahhh! ¡Te has pasado! ¡Maldita loca!
Sabrina: ¡Te he dicho que no me toques!
Allí tirado dejé a Juan José, retorciéndose de dolor. Salí corriendo para escapar de la tentación, del peligro, de la antigua Sabrina.
Juan José: ¡Sabrinaaaa!
Llegué al hotel y me senté en la misma entrada. Deseaba ver a John cuanto antes, decirle que lo amaba y que sería el único hombre en mi vida. Sentía vértigo y miedo por lo que estuve a punto de hacer. Esa Sabrina infiel estaba muerta y jamás volvería. Pasaron unas horas y John apareció por fin.
Sabrina: ¡¡John!!
John: ¿Que haces ahí sentada?
Fui hasta él y lo abracé con todas mis fuerzas. Le besé apasionadamente esperando así olvidar para siempre a Juan José y los clicks que habían pasado por mi vida.
John: Sólo he estado unas pocas horas fuera. ¿Tanto me has echado de menos? No me quejo, que conste.
Sabrina: Te amo con todo mi corazón.
John: Yo también te amo.
Sabrina: ¡Vamos, quiero enseñarte algo!
John: ¿El qué? ¡Sabrina, estoy molido de caminar!
Lo agarré de la mano y tiré de él con fuerza. Corrimos sin hablar durante todo el camino.
Llegamos a la playa dónde Juan José me había traído horas antes.
John: Vaya, ¿cómo has descubierto este lugar?
Nos detuvimos para mirar el horizonte.
Sabrina: He estado a punto de cometer un error.
John: ¿Un error?
Sabrina: Sí, y creo que debo confesarte lo que casi hago...aunque no me perdones, creo que es necesario que...
John: Alto.
Me agarró de las manos y me miró fijamente a los ojos.
John: Tú misma lo has dicho, casi cometes un error.
Sabrina: Ya, pero mi mente deseaba...por un momento he sido la vieja Sabrina traicionera.
John: Me da igual. Estás aquí, confesándote, abriendo tu corazón. Te disculpas, y eso es lo que cuenta.
Sabrina: John...Prometo ser la clack que esperas.
John: Mi amor, ya eres la clack que quiero.
De esta maravillosa forma, terminó nuestra luna de miel.
Al llegar a casa nos reencontramos con todos nuestros seres queridos. Estaba loca deseando ver a Walter. Cuando nos reunimos sonrió de alegría y nos fundimos en un abrazo. Donna junto a Boby, Rose y la madre de John nos sentamos en la salita de estar para charlar. John puso un vídeo de las vacaciones y nos pusimos a verlo.
Donna: ¿Quién es esa?
Sabrina: Se llama Minerva...una auténtica petarda.
John: ¡Sabrina! Minerva y Fran han sido encantadores...aunque es cierto, son un poco pesados.
Cloti: Me gusta el hotel, se ve precioso.
Rose: El paisaje es espectacular.
Sabrina: Cloti, ¿que tal estos días con Walter?¿Ha sido un niño bueno?
Cloti: Por supuesto...(A la espera estoy de los resultados de las pruebas de ADN. Mis contactos han facilitado todo el papeleo para que lleguen antes. Pronto saldremos de dudas, víbora). Es un niño muy bueno.
John: ¡Mirad! Ahí fue cuando fuimos al museo.
Boby: Ese museo salió en el telediario. Dicen que un niño chino estropeó un cuadro muy famoso.
Rose: Sí, de Clickorino el Clackarote.
Donna: Sentimiento ahogado, un cuadro muy famoso.
Sabrina: Pero el cuadro es horrible, eso no me lo negaréis.
Cloti: Mira, pues en eso te doy la razón. Es espantoso.
Dakota seguía husmeando por la zona, sin que yo me percatase. Elvis ladraba emocionado al verla pasear por los exteriores.
Elvis: ¡Grr! ¡Guaff guaff!
Dakota: Veo que te cuidan bien, Elvis. Yo también pienso aprovecharme de Pequeña Mentirosa...
Sabrina: ¡Shhhh, silencio Elvis!
Cuando terminó el vídeo, John quitó el pendrive y puso la televisión. Era la hora de las noticias. Estaba a punto de descubrir una agridulce noticia. Algo que me destrozó el corazón.
Telediario: ...así es, todavía existen personas que abandonan a sus hijos. Este bebé fue encontrado semienterrado cerca del vertedero de Wensuland. Una vecina descubrió a dos vagabundos enterrando algo. Cuando se marcharon, encontró al bebé.
Señora: Sí, eran dos vagabundos muy conocidos en el barrio. Romeo y Bruno. No se metían con nadie y siempre iban acompañados de una vagabunda que tenía problemas con la bebida. Ese seguramente era su bebé...siempre los abandona. Lo que me extraña es que Bruno y Romeo lo abandonasen enterrándolo con vida. Yo creo que pensaban que estaba muerto, pero todo son conjeturas.
La policía sigue investigando el caso en busca de la madre y uno de los sintecho, ya que el otro vagabundo implicado murió hace un tiempo.
Cloti: ¡Menuda gentuza! Abandonar a una criatura, eso es no tener corazón.
Donna: Hay personas que no deberían ser padres.
Rose: Una mala madre.
"¡Has abandonado a tu hijo! ¡Mala madre, hija del demonio!" Las palabras de Artemisa tomaron sentido cuando descubrí la verdad. Mi hijo no había muerto y yo lo abandoné. ¡Pero pensaba que estaba muerto!
Sabrina: Voy al baño...
John: Date prisa, que nos queda por ver el segundo vídeo.
Cloti: Pobre bebé...no es justo.
Boby: Eso es un intento de asesinato.
Rose: Bueno, todavía tienen que seguir investigando, por lo que dicen.
No podía seguir escuchando aquellos comentarios. Me encerré en el cuarto de baño y me refresqué la cara con agua fría. Estaba temblando y me mareaba. Mi hijo estaba vivo, esa era una buena noticia, pero lo había abandonado. Esa estaca en mi corazón la tenía muy bien clavada.
Me senté en el suelo a llorar, perdida, desorientada. Quería recuperar a mi hijo pero no sabía por dónde comenzar. Si John se entera de que Walter no es nuestro y que le oculté la muerte de nuestro verdadero hijo, no me lo perdonará jamás. Estaba condenada a perder a John, a Walter al saberse que no es mío y a mi verdadero hijo. La autoridades jamás me entregarían a mi niño, lo había abandonado. Ni siquiera le había dado un entierro como era debido...
Sabrina: Merezco el peor de los castigos...soy mala madre...
John: ¿Sabrina? ¿Estás bien?
Sabrina: Merezco estar encerrada, en un lugar dónde no haga daño a nadie.No, mucho mejor...merezco la muerte...
Fui perdiendo el conocimiento poco a poco, engullida por un mar de culpabilidad y tristeza. Deseaba desaparecer para siempre, dejar de pensar, dejar de sufrir.
FIN