Piratas en el tiempo es la historia de mis personajes de la infancia. Es muy especial para mi ya que con esta historia crecí y viví momentos inolvidables. Junto a mi mejor amigo creamos un mundo repleto de aventuras y personajes. A día de hoy estos personajes siguen vivos para nosotros. Desde hace tiempo pensé que su historia merecía ser contada, por todas aquellas tardes, noches y días que jugamos sin parar. Eramos niños, así que no es 100% igual, hay cosas que he tenido que retocar un poco para darle más sentido, pero la historia sigue siendo la misma, con sus personajes. Quizás no sea la más original o con el guión más sorprendente del mundo, pero es mi historia, la que imaginé junto a mi amigo en aquellos maravillosos años que ya no volverán. Es una historia larga, así que la dividiré en varios capítulos. Resumiré algunas cosas para que resulte más ameno. Espero que sea de vuestro agrado, está escrita con toda la ilusión del mundo.
12 de Junio de 2014
En la actualidad
No estoy viviendo mi
mejor momento. Aquí secuestrada, atada a esta silla, golpeada y sin posibilidad
de escapatoria mi vida pende de un hilo. Tengo el cuerpo y la cara amoratados
de tantos golpes recibidos. Me he caracterizado por ser una clack luchadora y
valiente, pero mi espíritu guerrero ha sido derrotado.
Pienso en todos mis seres queridos que ya no están y los que todavía siguen con vida, refugiándome en los mejores momentos vividos junto a ellos. Mi vida ha sido larga, mucho más larga de lo que podéis llegar a imaginar. He vivido muchas cosas, buenas y malas a lo largo de todos estos años pero jamás pensé que mis días en este mundo terminarían de este modo… pero me gustaría comenzar por el principio…
Año 1750
La taberna El loro
mareado estaba siempre a reventar. Era
el lugar preferido de todo buen pirata. Allí se congregaban para beber, comer y
disfrutar de los placeres carnales que se les ofrecían. Todo estaba permitido,
no había reglas. Mi padre era un famoso pirata temido y respetado por sus
camaradas y enemigos. Capitán del Fantasía, un enorme barco preparado para la
batalla y surcar grandes distancias en busca de tesoros escondidos y aventuras
peligrosas. Se llamaba Christian Delaveaux pero todos lo conocían por Capitán Pain. Siempre que atracaban en aquel puerto francés,
visitaban esa taberna. Acompañando a mi padre siempre le seguía su inseparable
amigo Piff. Aquella noche en la que todos los allí presentes disfrutaban con
sus excesos, mi madre se enamoró de mi padre. Trabajaba ofreciendo su cuerpo
por dinero y era una conocida ladrona en las calles de la ciudad.
Cuando vio a mi padre
bebiendo ron junto a Piff, lo quiso para ella. Su porte era elegante, alto y
fuerte. Su pelo negro como la noche y su cuidada barba le parecieron lo más
varonil que había visto nunca. Su
compañera de miserias no pudo evitar reír cuando la vio interesada.
- Eso es tirar muy alto, querida. Ese hombre es inalcanzable. Es el mismísimo Capitán Pain – le explicó fascinada.
- No he conocido hombre capaz de resistirse a mi pecaminoso cuerpo – contestó ofendida.
- Será mejor que te olvides, no acepta compañía femenina. Siempre rechaza a toda clack que se le insinúa. Yo misma he sufrido su desprecio…
- ¿Crees que es uno de esos hombres que prefiere la compañía masculina? – No lo aparentaba, pero más de una vez se había llevado una sorpresa.
- No lo creo…quizás le hiriesen ahí abajo, ya sabes…y ya no le funcione– se tocó entre las piernas y las dos echaron a reír.
- Un Eunuco…vamos a averiguarlo – le dijo con picardía.
- Hola guapo, ¿es usted
el Capitán Pain?
- El mismo, ¿quién
pregunta? – Solía espantar a las clacks que se le acercaban. La muerte de su
prometida años atrás le hizo jurarse que jamás volvería a interesarse por
ninguna clack. Al ver a mi madre, los ojos se le abrieron como platos.
- Me llamo Caroline. Es
un placer conoceros, Capitán – le guiñó un ojo y le dedicó una de sus mejores
sonrisas.
- Mademoiselle, el placer
es mío – su pelo rubio, sus ojos azules como el cielo y su exuberante cuerpo le
hipnotizaron. Mi madre era una experta seductora y supo de inmediato que lo
había cautivado – Estaba bebiendo ron junto a mi fiel amigo y compañero. ¿Desea
algo en particular?
- Me preguntaba como
sería sentarse sobre el regazo de un hombre tan guapo y elegante como usted –
se sentó en su regazo sin pedir permiso y mi padre se dejó seducir por sus
encantos de clack fatal – Sí, es tal y como imaginaba. Dígame, Capitán Pain…¿le
parezco una clack sexy?
- No desearía parecer
vulgar, pero lo es. La clack más sexy que he visto jamás – ya no podía escapar
del embrujo de mi madre. Se había enamorado perdidamente de ella.
Debido al enamoramiento
de mi padre, tardaron más días en zarpar. No solían pasar mucho tiempo en
tierra firme y su tripulación se estaba inquietando. Finalmente decidió
marcharse dejando a Caroline en tierra. Ella protestó y pidió que la llevase
con él, pero se negó. Sabía que la presencia de una mujer en su barco
provocaría muchos problemas y su vida correría peligro rodeada de tantos piratas.
- Se defenderme muy bien
sola, amor mío – intentaba hacerle cambiar de opinión, pero mi padre era muy
testarudo.
- No es posible, amada
mía. Deberás permanecer en tierra, esperando mi llegada. Prometo volver a verte
cuando me sea posible. Sabes que la vida de un pirata no es fácil.
- Me abandonas así, sin
más. Eres cruel conmigo. ¿Así demuestras todo lo que me quieres? – Le reprochó
enfadada.
- Solo me preocupo por tu
bienestar. En cuanto consiga un buen tesoro, te compensaré con joyas y todo el
oro que te mereces.
- Eso sería maravilloso,
amor. Está bien, esperaré tu regreso con impaciencia – Amaba el dinero y el lujo más que
nada en el mundo – Prometo ser solo tuya, para siempre.
Se despidieron en el
puerto con un largo y apasionado beso. Mi
padre y Piff se marcharon en una barca cargada de provisiones rumbo al
Fantasía. Caroline observó como se
alejaban hasta que los perdió de vista.
Año 1759
Mi madre quedó encinta.
Aquello le desagradó muchísimo. Odiaba ponerse gorda y perder encanto para los clientes. También odiaba a los niños. Christian no supo de mi nacimiento hasta
pasados dos años desde su partida. Cuando descubrió que era padre reaccionó con
alegría. Sin embargo, mi madre me odiaba y no sentía por mi ningún cariño. Mi
padre venía siempre que podía, pero eran pocas veces. No encontraba tesoros,
pero siempre nos traía regalos y monedas para facilitar nuestra supervivencia.
A pesar de todo, mi madre se lo gastaba sin invertir ni una moneda en nuestras
necesidades más básicas. Le gustaba el ron e invitar a hombres a casa,
engañando a mi padre en múltiples ocasiones. Yo no me atrevía a decir nada
cuando mi padre regresaba “lo mataré mientras duerme si le cuentas algo” me
decía mi madre. Cuando venía a casa a vernos era la niña más feliz del mundo. Disimulaba
mi tristeza y los malos tratos a los que mi madre y sus amantes me sometían. Yo era una niña rubia de ojos azules y muy bella. "Cuando seas mayor, tendrás muchos clientes" solía decirme.
Aunque no era feliz en
casa, tenía dos grandes amigos. Uno de ellos se llamaba Tommy, un niño
vagabundo que vivía dónde podía. Su piel morena y sus ojos negros contrastaban con mis rasgos. Siempre quedábamos para jugar a piratas. Los
dos deseábamos ser piratas y navegar lejos para vivir aventuras. Un día, mientras jugábamos con nuestras
espadas de madera en las calles, apareció la que se convertiría en mi mejor
amiga, Margaret. Nos sorprendió su forma de vestir, tan limpia y elegante.
Sentí envidia y me cayó mal al instante.
- ¿Quién eres tú? – Le
pregunté con cara de pocos amigos.
- Soy Margaret. Mi tía
vive en este barrio y me aburría en su casa. ¿Cómo os llamáis? - nos miraba de
arriba a bajo, parecía creerse superior.
- Yo me llamo Diana y él
es Tommy. ¿Qué quieres?
- ¿Puedo jugar con
vosotros?
- Sí – dijo Tommy de
inmediato. Me sorprendió su rápida respuesta, yo estaba dispuesta a mandarla a paseo
sin ninguna consideración. Margaret se acercó a nosotros más confiada.
- ¡Estupendo! Mi tía es
tan aburrida…Mirad, traigo mi muñeca. Se llama Cleopatra. ¿A que jugáis? – miré
la muñeca con deseo, nunca había visto una tan bonita.
- A piratas. ¿No te
mancharás ese vestido tan caro? – Le pregunté en un último intento de hacerle
cambiar de opinión. – Para este juego es necesario tirarse al suelo y
ensuciarse.
- Prefiero eso a escuchar
los ronquidos de mi tía. ¡Me pido ser la chica secuestrada!
Desde aquel día nos
convertimos en tres grandes amigos.
Descubrí que Margaret era una niña muy divertida y que me había
equivocado pensando mal de ella. Todas las tardes que venía a casa de su tía,
se escapaba para jugar con nosotros. Lo hacía en secreto, sin que su tía y sus
padres se enterasen. Siempre hacía de chica guapa en apuros, pero no nos
importaba. Yo prefería el papel de mujer pirata y Tommy del valiente novio que
la rescataba.
Mi madre me castigaba
siempre que me descubría jugando con mis amigos. Me obligaba a pedir en las
calles y a robar. No me gustaba hacerlo pero no tenía alternativa.
- ¡Socorro prometido mío!
¡Esta pirata me tiene secuestrada! – Gritaba Margaret muy metida en su papel
Utilizábamos cualquier
cosa para hacerlo pasar por barcos pirata. Un carreta, una vieja cesta, una
caja de madera…
- ¡Yo te salvaré, amada
mía! – Sabía que a Tommy le gustaba mucho Margaret, saltaba a la vista.
- ¡No permitiré que te la
lleves sin más! ¡Ella es mi prisionera!
- ¡Maldita niña del demonio! – Los gritos de mi madre interrumpieron nuestros juegos - ¿Qué narices haces aquí?
- ¡Madre! Sólo estaba jugando un poco con mis amigos… - Sabía que me esperaba un castigo por mi desobediencia.
Me agarró de los pelos y
me arrastró dirección a nuestra hogar. Lloraba suplicando perdón, pero mi madre
no tenía compasión.
- ¡Madre, me hace daño!
¡No lo volveré a hacer más!
- ¡Estoy maldita con una
hija como tú! Aprenderás a obedecer, ya lo verás – conocía aquella mirada
maléfica, me esperaba una buena.
Tommy y Margaret fueron
testigos de estas situaciones en muchas ocasiones. Intentaron intervenir, pero nada
podían hacer contra la violencia de Caroline.
A pesar de las pocas
veces que mi padre nos visitaba, lo adoraba. Sus visitas se convertían para mi
en una gran fiesta. Siempre me traía regalos que me entusiasmaban. Sabía de mi
fascinación por los piratas y las aventuras así que me contaba sus experiencias más emocionantes. Mi madre se ocupaba de vender sus
regalos e inculcarme que jamás sería una mujer pirata. En cuanto cumpliese unos años
más, me llevaría con ella a la taberna.
En una ocasión la familia
de Margaret se preocupó. Sus padres la dejaban todas las tardes en casa de su
tía mientras ellos se ocupaban de sus negocios y asuntos familiares. Una tarde
su padre se percató que no estaba en casa. La buscó hasta que la encontró jugando con
nosotros en la calle.
- ¡Margaret! – Gritó
sorprendido - ¿Qué haces aquí? ¡Este lugar es peligroso!
Era un hombre muy
gracioso. Su barba larga y ancha, su enorme barriga, sus grandes gafas y su
elegante forma de vestir me hicieron mucha gracia.
- ¡Padre! Estoy jugando
con unos amigos, Diana y Tommy – dijo sonriente.
- Si tu madre se entera
que te escapas para venir a jugar aquí, te castigará – le recordó.
- No le digas nada,
padre…es que en casa de tía Augustine me aburro mucho. Siempre se queda dormida.
Ellos no son malos, padre. Son mis amigos.
- Encantado de conoceros.
Me llamo Charlie, soy el padre de Margaret. ¿Vivís por aquí? – Nos preguntó
curioso.
- Yo vivo en la calle,
señor. – Contestó Tommy sonriente – A veces me refugio junto a otros niños en
una casa abandonada cerca de aquí.
- ¿No tienes padres? – Al
padre de Margaret pareció afectarle su situación.
- No señor. Mis padres me
abandonaron hace muchos años.
- ¿Y tú?
- Yo vivo con mi madre
muy cerca de aquí – le contesté. No podía dejar de mirar su extensa barba
marrón.
- Si mi hija juega con
vosotros es porque sois buenos chicos. Tomad, una moneda para cada uno – cuando nos entregó aquellas brillantes monedas, saltamos de alegría.
- ¡Muchas gracias señor!
– Estaba feliz. Pensé en comprarme una muñeca igual a la que tenía Margaret.
- Vamos hija mía,
regresemos a casa que ya es tarde. Ha sido un placer, Diana y Tommy.
- ¡Hasta mañana! –
Margaret parecía estar contenta. Su padre me pareció un ángel.
- Voy a comprar comida,
¡mucha comida! – exclamó Tommy feliz.
- Yo quiero una muñeca
como Cleopatra, ¡por fin tendré una!
Mi madre había
presenciado lo ocurrido. Descubrir que
Margaret pertenecía a una familia adinerada puso en marcha un plan para sacar
tajada de la situación. Claro está, se quedó con mi moneda para gastárselo en
sus vicios.
Más de una vez Margaret
nos invitó a su casa sin el permiso de sus padres. Siempre entrábamos sin ser
vistos y jugábamos en su alcoba con todos sus juguetes. Tommy y yo la
envidábamos. Vivía en una enorme mansión con toda clase de lujos y comodidades.
Ella se quejaba de la poca libertad que tenía y lo estrictos que eran sus
padres, pero a nosotros su vida nos parecía un sueño inalcanzable.
- Cuando sea mayor
heredaré esta mansión , todas las propiedades de mis padres y el negocio
familiar. Cuando sea libre para decidir, os vendréis a vivir conmigo. Podremos
jugar todo el tiempo que nos dé la gana – nos prometió convencida.
- No permitiremos la
entrada a mi madre. Ya no podría ponerme la mano encima nunca más – dije con
los ojos llorosos – Tommy ya no tendrá que vivir en la calle, pasando frío.
- Siempre seremos amigos, no lo olvidéis nunca. Cuando me necesitéis, aquí estaré. Si algún día estáis en apuros, no dudéis en pedirme ayuda. Para eso están los amigos. Solo tenéis que esperar a que sea mayor de edad, entonces os vendréis a vivir conmigo.
- Eres muy buena, Margaret – dijo Tommy feliz.
- Si pudiese, vendríais a vivir ahora mismo conmigo. No soporto que tu madre te maltrate…ni que tú vivas en la calle – las lágrimas resbalaban por sus mejillas.
- ¡No estemos tristes! ¡Vamos a jugar! – Dije tirando todos los juguetes al suelo. Los tres reímos felices viviendo cada segundo juntos.
Una tarde en la que
jugábamos los tres juntos en la calle, mi madre nos acechaba junto a su nuevo
novio al que le llamaban “El Pulgas”. Su plan consistía en secuestra a Margaret
y pedir un rescate.
Nos sorprendieron en
mitad de nuestros juegos. Caroline agarró a Margaret y la metió en un saco.
Ella gritaba confundida y espantada. No podía creer lo que estaba viendo. Mi
propia madre estaba secuestrando a mi mejor amiga. Quise impedirlo, pero El
Pulgas se interpuso en mi camino.
- ¡Ayúdame Diana!
- ¡Suéltala, madre! –
Grité enfurecida.
El pulgas me agarró del
cuello y me elevó en el aire. Me estaba ahogando. Movía mis brazos y mis
piernas intentando asestarle un golpe, pero era incapaz.
- Maldita niña, no te
interpongas en nuestro camino – me amenazó mientras apretaba con más fuerza mi
cuello.
Tommy le asestó un buen
golpe y El Pulgas me soltó entre maldiciones y gritos de
dolor. Caí al suelo respirando aire desesperada. Tommy siguió golpeando a El
Pulgas con todas sus fuerzas, pero todos sus golpes ya no surtían efecto. Sacó un puñal de su bolsillo y se lo clavó en
el pecho.
- ¡Tommy! – Grité al ver
el puñal ensangrentado - ¡Lo has matado! ¡Asesinoo!
Corrí hacia él y le
golpeé con mis puños. El se reía ante mi
desesperado intento de vengar su muerte. Me agarró y me abofeteó dejándome
aturdida. No podía dejar de llorar por Tommy y Margaret.
- ¡Deja de molestar o
correrás el mismo destino!
El padre de Margaret
frustró el secuestro. Mi madre vio asustada como el señor Charlie se dirigía
hacia ella dispuesto a rescatar a su hija.
- ¡Nos han pillado,
Caroline! ¡Tenemos que salir de aquí!
- ¡Margaret! ¡Alto ahí,
esa es mi hija! – Charlie estaba decidido a dar la vida por su hija.
- ¡Vayámonos de aquí! –
Ordenó mi madre.
Eran capaces de
enfrentarse a unos niños pero no a un click adulto. Margaret suponía un peso muerto así que la abandonaron. Corrieron como alma que
lleva el diablo. El Pulgas me agarró en brazos y aunque intenté resistirme, me
llevaron con ellos.
- ¡Diana! ¡Padre, se la
llevan! – Margaret lloraba intensamente. Había visto morir a su mejor amigo y
ahora su mejor amiga estaba en manos de dos lunáticos sin corazón.
- ¡Margareet! – Alargué
mi brazo hacia ella pero pronto nos alejamos de aquel lugar.
Pude ver como su padre le abrazaba e intentaba consolarla con el corazón en un puño.Después salieron corriendo pidiendo un médico a gritos.
Nos refugiamos en casa,
esperando que pasase la tormenta. Aquella noche no podía dejar de llorar. Tommy
estaba muerto y me costaba aceptar esa realidad. Lo echaba de menos. Tenía
asumido que jamás volvería a ver a Margaret, sus padres no se lo permitirían.
Por suerte, pude recuperar a Cleopatra. Margaret se la dejó olvidada tirada en
la calle. También recuperé la espada de madera de Tommy. Eran mis dos tesoros y
los guardaría conmigo para siempre. Acostada sobre un montón de paja, mis ansias de
venganza aumentaban por momentos. Mi madre y su novio dormían en una cómoda
cama. Se habían emborrachado hasta quedarse dormidos.
Allí acostado estaba el
asesino de Tommy. El Pulgas le había asesinado sin piedad, riéndose sin ningún
tipo de remordimiento. “Le he hecho un favor, Diana. Llevaba una vida miserable
y pasaba hambre y frío. Su existencia no tenía ningún sentido “. Esa fue su justificación ante mis miradas impregnadas
de odio.
- Pagarás por la muerte
de Tommy, rata inmunda – dije susurrando.
No fue difícil hacerme
con su puñal, estaba tan borracho que ni un terremoto le haría despertar. Su
risa cuando el cuerpo de Tommy cayó al suelo se repetía en mi
cabeza una y otra vez. Me tiré sobre él clavándole el puñal una y otra vez.
Pensé que me sentiría victoriosa, feliz por vengarme, pero ocurrió todo lo
contrario. Me sentía mal, muy mal. Mi madre despertó sobresaltada y gritó aterrada
cuando descubrió el cuerpo sin vida de su amante. Vio el puñal en mis manos y
enloqueció.
- ¡Amor mío! ¡No, por
favor! ¡Despierta! – Meneaba su cuerpo intentando hacerle despertar – Tú lo has
matado, ¡lo has matado!
Me quitó el puñal y me
golpeó. Caí al suelo sollozando. Ya nada me importaba, ni la misma muerte.
- ¡Tenerte fue un error!
Niña desagradecida, ¡te he dado un techo! Debes morir, ¡has matado al amor de mi vida! – Alzó el puñal amenazante y supe que pretendía asesinarme.
- Suelta ese puñal, mujer
– Era su voz, la voz más maravillosa del mundo. Mi padre estaba allí con
nosotras, amenazando a mi madre con su imponente espada – Un movimiento en
falso y morirás.
- ¡Padre! ¡Ten cuidado,
madre es mala! Me dijo que te mataría, ¡no quiero que mueras! – La sola idea de
perder a mi padre me hacía enloquecer.
- Hija mía, ven conmigo.
Ponte tras de mí – obedecí sin pensármelo dos veces.
- Amor…no te enfades…no
pretendía hacerle ningún daño. Ha asesinado a ese hombre a sangre fría, ¿no lo
ves? – le preguntó señalando el cadáver de El Pulgas.
- ¡Él mató a Tommy! Intentó
matarme pero Tommy se lo impidió. ¡Él se reía como si su muerte fuese una
broma! – Me agarré de la pierna de mi padre llorando.
- ¿A Tommy? Ese era tu
mejor amigo. ¿Es eso cierto, Caroline?
- Era solo un vagabundo…
¿Tan importante es?
- También era el mejor
amigo de Diana, ¿lo has olvidado? ¿Qué hace ese hombre en la cama?
- No tenía a dónde ir y
le dejé dormir en la cama. Yo dormía con Diana cuando de repente…
- ¡Mentira! Era su novio,
padre. Cada semana trae uno distinto…y me pega, padre…me maltrata y me obliga a
pedir en la calle…
- ¡Maldita mentirosa!
Espera que te coja, tu padre no estará siempre aquí para protegerte – Volvía a
mirarme con esos ojos maléficos que tanto miedo me daban.
- Escuché cómo decías que había matado al amor de tu vida. Eres indigna de ser
madre, de tener una hija como Diana. No me arrepiento de haberte conocido, ya
que soy padre de una preciosa niña, pero te repudio. No volverás a ponerle la
mano encima a nuestra hija.
- Amor mío, no te alteres
más. Es una niña mentirosa, con mucha imaginación. Pretende ponerte en mi
contra, ¿no te das cuenta?
- ¡Calla víbora! Tu
lengua es venenosa. No volverás a ver a nuestra hija nunca más. Se vendrá
conmigo.
Al escuchar aquellas
palabras lloré con más intensidad abrazada a mi padre.
- Tranquilízate hija, te
vendrás conmigo. Nadie volverá a hacerte daño, te lo prometo – me dijo
acariciándome el pelo.
Caroline se lanzó a los
pies de mi padre suplicante.
- Te lo ruego, llévame
contigo. Prometo ser una madre ejemplar, amor mío – le besó las botas esperando
que su humillación surtiese efecto.
- Levántate, Caroline –
recé para que mi padre no se dejara encatusar por sus mentiras. Si mi madre se
venía con nosotros, seguiría sufriendo sus maltratos – Has perdido tu
oportunidad de ser una buena madre. Te perdono la vida por respeto a mi hija,
nada más.
Mi padre me tomó en
brazos y salimos de aquella espantosa casa. Mi madre nos seguía con ojos
suplicantes y pidiendo perdón una y otra vez.
- No puedes dejarme, ¡por
favor! Perdóname, dame otra oportunidad. Te quiero, no puedo vivir sin ti, te
lo ruego. ¡Haré todo lo que quieras!
- No volverás a ver a tu
hija nunca más, ¿eso no te entristece?
Cuando subimos al
Fantasía, mi corazón dio un brinco. Aquel enorme barco era más bonito que en
mis más dulces sueños. Diversos piratas se preparaban para desembarcar. Caroline nos
observaba desde el puerto, ahora con odio en sus ojos. Mi padre me abrazaba
fuerte mientras me acariciaba suavemente.
- Diana, hija mía. No
llores más. Ahora serás la capitana de este barco y viviremos juntos muchas
aventuras. Siento la muerte de Tommy, pero siempre vivirá en tu corazón, hija
mía.
El barco se alejó de aquel puerto y nunca más volví a ver a mi madre. Junto a mi padre superé aquellos terroríficos momentos. Viajamos mucho y descubrí animales y seres extraños que nunca había visto. Era la niña mimada de aquel barco y todos los piratas me trataban con cordialidad, en especial Piff. Adoraba el viento fresco en la cara, las olas azotando el casco del barco, las intensas tormentas, las islas paradisíacas. Me sentía como una Princesa en su castillo.
A veces temía que mi madre apareciese en la oscuridad de la noche, dispuesta a vengarse por la muerte de El Pulgas, pero poco a poco aquellas pesadillas y miedos desaparecieron. Jamás me olvidé de Tommy y Margaret, imaginando lo bien que nos lo pasaríamos los tres juntos jugando en el Fantasía. Mi vida cambió para siempre y me convertí en lo que siempre quise ser, pirata.
Continuará...