lunes, 7 de octubre de 2013

Venganza en el pantano: Capítulo 10 (Final)

Capítulo 10



Los clientes llegaban al hotel con ganas de desconectar durante unas semanas. Era un lugar tranquilo y rodeado de naturaleza. El botones los recibió en la puerta y se ofreció a llevar las maletas a su habitación.




Christine se ocupaba de la recepción además de prácticamente todas las tareas relacionadas con la gestión del hotel. Ofreció la llave a los nuevos clientes. Les informó sobre los horarios de las comidas y les deseó una feliz estancia.





Peter y Christine habían sido novios durante unos meses. Aunque todo parecía ir bien, Christine se sentía agobiada. No soportaba dar explicaciones de a dónde iba y a que dedicaba su tiempo libre. Se cansó y lo dejó. A pesar del duro golpe, su amistad sobrevivió.

Christine: Que bien, tenemos el hotel prácticamente lleno.
Peter: Es una pena que vayamos a cerrar… debería ser verano todo el año.
Christine: Había pensado en ir a Clisandia a pedir trabajo en el gran hotel que inauguraron este verano pero ya tienen todas las plazas cubiertas. En temporada baja se mantienen con el personal mínimo.
Peter: Le preguntaré a mi tío si necesita a un camarero. Aunque sé que las cosas no le van muy bien…



Ernesto: Buenos días.
Christine: ¡Dios mío!
Peter: ¿Quién es?
Christine: Es el propietario de este hotel… Ernesto Pérez… nos ha pillado de cháchara.
Peter: Maldita sea…solo falta que me despidan...



Christine: ¡Señor Ernesto! ¡Que gran honor! No sabíamos que vendría de visita.
Ernesto: Yo tampoco. Ha sido algo improvisado. ¿Qué tal va el hotel?
Christine: Muy bien,  la verdad. Es una pena que tengamos que cerrar en temporada baja…
Ernesto: Esta zona está muerta durante el resto del año y no sale a cuenta mantenerlo abierto. Dime, ¿hay habitaciones para unos cuantos?
Christine: Por supuesto, señor. Le daré la 102, una de las mejores que tenemos disponibles. Les acompañaré.

Christine abrió la puerta y los invitó a pasar. Era una habitación sencilla pero con todas las comodidades. 







Christine: No dude en llamar si necesita cualquier cosa, para eso estamos. Les dejo solos.
Wenda: Gracias.
Ernesto: Toma, te has ganado una propina.
Christine: ¡Oh! Muchas gracias, señor. Es mucha cantidad…
Ernesto: La cantidad que te mereces. Eres buena trabajadora.
Wenda: Dale algo también al botones, papá.
Ernesto: ¡Que cabeza tengo! Toma, muchacho.



Le dio veinte cleuros y aunque ya era dinero, comparado con los 500 que le había dado a Christine se sintió defraudado.

Peter: A ti te ha dado mucho más…no es justo.
Christine: Luego te invito a comer, no te quejes.


Wenda: ¿Dónde está mamá?
Ernesto: Está hospedada en otra habitación. No quiero que se agobie y vuelva a desaparecer. Ahora iré a hablar con ella.
Wenda: Papá, había perdido toda esperanza. Pensaba que estaría muerta… no entiendo dónde ha estado todos estos años. ¿Por qué no se comunicó con nosotros?
Ernesto: No quiero atosigarle con preguntas, pero lo averiguaremos. 



Peter ayudaba a Diamante a montar la cuna para Dante y Suselle.

Peter: Hay que cogerle el tranquillo a estas cunas.  Al principio me costó saber cómo se montaban.
Diamante:  Gracias, amigo. Lo he intentado pero no me aclaro.
Peter: No se preocupe, caballero. 


Suselle: Apoo gugú (Tengo hambre, mami)
Dante: Apoo cacu (Tengo caca, mami)
Sus: Mis niños, que miedo he pasado. Gracias a dios que estáis los dos bien. No os preocupéis que no iremos más a ese pantano. ¡Ups! Huele mal… ¿quién se ha hecho cacota?


Peter: ¡Montada!
Diamante: Gracias, amigo.
Pandy: ##### (¡Yo también quiero una cuna! ¡Esto es discriminación animal!)
Diamante: Bueno, pues muchas gracias majo.
Peter: …de nada señor. ¿Desea alguna otra cosa más?
Diamante: No, nada más. Gracias.




Diamante cerró la puerta antes de que Peter pudiese pronunciar una palabra más.

Peter: ¡Tacaño! La próxima vez que le monte la cuna su madre.
Sus: ¡Diamante! ¿No le has dado propina? El chico se la merece, ¡ve y dale alguna moneda!
Diamante: Estamos en crisis, cariño. Además, no tengo suelto…
Sus: No tienes remedio…




Diamante: Hoy he pasado mucho miedo. Pensaba que perdía a toda mi familia…
Sus: Siempre conseguimos sobrevivir. Míralos, están ajenos a todo lo que ha ocurrido.
Diamante: Están cansados, seguro que se quedan fritos en seguida.
Sus: Son dos angelitos.
Pandy: #### (¿Y yo? ¡Antes el angelito era yo!)





Sus: Aprovecharé para darme una buena ducha.
Diamante: Buena idea. Yo veré un ratito la tele. Después del Click Aventurero ponen dos capítulos de Cutreman.
Sus: No lo pongas muy fuerte que sabes que a los niños les encanta. Tienen que dormir un poquito.



Christine:  Esta es vuestra habitación.
Duclack: Gracias. Es muy bonita.
Mary: ¡Es justo lo que deseaba!
Christine:  Recuerden que el comedor se abre a las ocho y se cierra a las diez. Que tengan una buena estancia.
Mary: Muchas gracias.



Mary se tiró sobre la cama sin dudarlo. Estaba agotada después de un día tan intenso…

Mary: ¡Esto es gloria bendita!


Duclack: Después de que nos hayan secuestrado, amenazado, encerrado en una jaula e intentado matar… esto es como estar en el cielo. Hazme un sitio que me tumbaré contigo un rato.



Mary: Se está muy bien. Tengo hambre. A las ocho seré la primera en bajar al comedor. Mira a Tanger, también está cansado.
Duclack: Pobrecito, ha sido un día muy duro.
Mary: Duclack…ahora que estamos solas, podrías explicarme con todo lujo de detalle quien era ese tal Francesco.
Duclack: ¿Ahora? Es que me da vergüenza…
Mary: Prometo no contar nada. Vamoos, porfiii.


Pasadas unas horas, la habitación de Mary y Duclack se convirtió el centro de reunión de todos los amigos. Comentaban lo ocurrido con Uma y la aparición de la abuela de Wen y Sus.

Duclack: Al menos Uma se pudrirá en la cárcel el resto de su vida.
Vicrogo: Menuda loca. He hablado con el agente de policía John y me asegura que Uma no se podrá librar de cadena perpetua.
Alexia: ¡Que alegría! Las calles serán más seguras sin esa mujer suelta.


Sus: Todavía no puedo creer que mi abuela haya aparecido…
Wen: Yo tampoco.  Tengo muchas ganas de hablar con ella.
Diamante: Wenda dice que dejemos que primero aclaren las cosas entre ellos. Ernesto tiene muchas preguntas que necesitan una respuesta.
Duclack: Es un misterio. Estoy deseando saber que le ocurrió para no dar señales de vida durante tantos años.
Sus: Yo también. 


Christine acompañó a Ernesto a la habitación donde se alojaba Susanne.

Susanne: Todavía me sorprende verte con esa barba blanca de papa Noel.
Ernesto: Tú también tienes el pelo blanco como la nieve. Aunque sigues estando tan bella como siempre.
Christine: Les dejo solos.
Ernesto: Gracias Christine.




Cuando Christine se fue, Ernesto y Susanne se sentaron juntos para hablar. Los dos estaban muy emocionados y no sabían por dónde empezar.

Ernesto: Fue muy duro, Susanne. Los niños sufrieron  mucho. Me tenía que encargar yo solo de ellos y de la empresa. Trabajé duro para salir adelante y superar tu pérdida.
Susanne: Lo sé…lo has hecho bien. Yo por el contrario, me siento una mala esposa y una madre nefasta… pero te aseguro que todo este tiempo he estado…en otro mundo.
Ernesto: ¿En otro mundo? Amor… ¿Qué te ocurrió? ¿Dónde has estado?
Susanne: Recuerdo aquel fatídico día. Te estaba esperando en cubierta cuando el barco se partió en dos… fue horrible. Aquella tormenta era demencial. ¿Recuerdas que viajaban unas monjas en el barco?
Ernesto: Sí, vagamente…
Susanne: Estaba con ellas. Una de ellas murió cuando le cayeron encima unos escombros… vi que un hombre estaba salvando a las monjas. Las subía a una barca mientras otros pasajeros intentaban colarse. Sabía que estabas en la mitad contraria del barco en la que me encontraba yo… y debía confiar en que llegarías a tiempo a una barca.
Ernesto: Teníamos dinero y fuimos los primeros en ser desalojados.
Susanne: Le quité la sotanaa la monja fallecida y me la puse. Era la única forma de subir a la barca y salvar mi vida. Cuando me disponía a subir, alguien me empujó y me golpeé fuertemente en la cabeza. Caí al agua y perdí el conocimiento.
Ernesto: ¡Eso es horrible! ¿Cómo sobreviviste?



Susanne: Las monjas de la barca me rescataron… muchas de ellas habían muerto en el naufragio. Cuando desperté ya no recordaba nada…había perdido la memoria.
Ernesto: ¿No te acordabas de nada?
Susanne: No…las monjas pensaron que era una de ellas y me cuidaron durante el tiempo que estuve convaleciente. Cuando me recuperé, creí que era una de ellas. Me fui con ellas a un convento en Valaqña.  Allí he pasado todos estos años, dedicada a Dios por completo.
Ernesto: ¡No puede ser! ¿No te venían flashes de tu verdadera identidad? ¡Tenías una vida aquí!
Susanne: A veces. Más de una vez mi mente se aclaraba un poco…pero nunca lo suficiente como para sacar nada en claro. Una vez me marché del convento…pensaba que aquel no era mi lugar. Quise buscar respuestas a esos flashes que me venían pero terminé convenciéndome que las monjas eran mi verdadera familia.
Ernesto: Todo este tiempo has estado en un convento sin saber quien eras en realidad…
Susanne: Hasta hace unas semanas. En el convento no teníamos televisión ni radio, así que estaba desconectada del mundo. Un día salimos dos hermanas y yo a vender dulces al pueblo. Una familia muy amable nos invitó a entrar en su casa y nos ofrecieron un refrigerio. Hacía calor así que aceptamos encantadas. En el salón la televisión estaba encendida y entonces vi un reportaje de Mercedes Clická. Hablaba del pantano de Payaso Demonio. Entonces supe que yo había estado ahí, pero no recordaba exactamente cuándo y con quién.  Seguido los noticiarios interrumpieron la conexión informando de la fuga de una de las delincuentes más peligrosas del Playmundo. Pusieron imágenes de esa loca y…en una de esas fotografías salías tú. Estabas en silla de ruedas, con barba y con gafas oscuras, pero me bastó para reconocerte.
Ernesto: Bendita televisión.
Susanne: Me mareé…y fue como si me echaran una jarra de agua fría. Supe quién era…mi nombre, mis hijos, mi casa,…y que estaba casada. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo y me puse a llorar. Las hermanas se preocuparon mucho por mí, las pobres. Supe que había perdido muchos años de mi vida…y que debía regresar inmediatamente con mi familia. Estaba tan ansiosa por haber perdido todo este tiempo en el convento que no perdí mucho tiempo en despedidas. Desde que éramos jóvenes que veraneábamos en ese pantano...y supe que estaríais allí.
Ernesto: Tuvo que ser duro…
Susanne: Muy duro…


Susanne: Vamos a tumbarnos juntos en la cama. Te ayudaré.
Ernesto: De acuerdo.
Susanne: Puede sonar duro lo que te diré pero…era feliz. Las hermanas eran mi familia y juntas formábamos un buen equipo. Me ocupaba de la cocina y disfrutaba con ello. Aunque en mi interior tenía inquietud y sabía que algo no estaba bien, era feliz.
Ernesto: Al menos no sufrías y eso me consuela.
Susanne: Lo que más deseo ahora es reencontrarme con Leandra y Williams. Wenda se parece mucho a mi… y Sus, Wen y Lilu son muy guapos. Por no hablar de mis bisnietos, ¡que ricos son!





Ernesto: Amor…tengo que contarte algo muy duro.
Susanne: ¿De qué se trata? No me asustes por favor...
Ernesto: Williams…ya no está con nosotros.
Susanne: ¿Qué quieres decir?
Ernesto: Falleció hace ya unos años…en un terrible accidente de coche.

Susanne lloró por su hijo y se lamentó por no haber estado a su lado en esos momentos tan duros. Lloraba por no haberse podido despedir de él. Los dos se pusieron al día y se consolaron mutuamente. 





Susanne deseaba reencontrarse con Leandra y conocer al resto de sus nietos. Decidieron partir para Wensus y reencontrarse con el resto de la familia. Al salir, Ernesto felicitó a Christine por el trabajo.

Christine: Muchas gracias, señor. Ha sido un placer saludarle. Espero que vuelva a visitarnos muy pronto.
Ernesto: Christine, acude este viernes a las oficinas centrales de la empresa.



Christine: ¿Para qué?
Ernesto: Si quieres podrías trabajar en el nuevo hotel que inauguramos allí. Llévate a tu compañero, quizás tenga un puesto también para él.
Christine: Es muy amable, señor Ernesto. No sabe como se lo agradezco.
Ernesto: Allí nos vemos. Vamos Susanne, tenemos que recuperar el tiempo perdido.
Christine: Adiós, señor Ernesto.



FIN

2 comentarios:

  1. Qué interesante! Me encanta. Me resultó un poco extraña la historia de Susanne, pero al final encaja todo. Por cierto, me encanta la ropa de Christine!

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  2. Después de tanta tensión en los capítulos anteriores. Este último capítulo viene a darnos un poco de tranquilidad. Lo primero que debo decir es que ese hotel es precioso. Estoy enamorada de él.
    Me han gustado muchos las escenas de familia de Diamante y Sus y todos en el cuarto de Mary y Duclack comentando lo sucedido.
    Christine me encanta. Es guapísima esa clack con esa faldita.
    Y luego están las explicaciones de la abuela al abuelo parecen haberle convencido completamente. Pero yo tenía la impresión de que le estaba metiendo una gran bola, hasta le ha dado la espalda, porque era incapaz de mantenerle la mirada. ¿Por error acaba en un convento? ¿Y ha llevado una vida feliz allí? Suena todo demasiado idílico. No digo que no pueda ser verdad. Pero... tengo la sensación de que todo ha salido a pedir de boca. Para Ernesto es perfecto. Ha recuperado a su mujer y resulta que tan solo le ha sido infiel con Dios. Ainsss... En fin ya iremos conociendo más a esta clack e iremos viendo su personalidad. También es una desconocida para nosotros, el público.
    Ha sido un placer volver a disfrutar este verano de las aventuras en el pantano y de tu creatividad. Eres un genio. Esta es una gran historia como las anteriores, que marca una nueva etapa en la vida de la familia de Wen y Sus. Ya quiero ver las próximas aventuras.
    Un abrazote muy grandeeeeeeeee

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