Por fin la suerte me sonreía. Después de haber sufrido durante meses un infierno, la vida era de color de rosa. En aquella habitación de hotel era inmensamente feliz. Deseaba disfrutar de aquella nueva vida desde el primer momento, así que me lancé sobre John y caímos en la cama. Sí, estaba dispuesta a hacer volar al click al que amaba. Como una buena aventurera, quería adentrarme en cada centímetro de piel de John y hacerle disfrutar.
Sabrina: Prepárate para disfrutar.
John: Estoy preparado. Haz conmigo lo que quieras.
¡Toc, toc, toc!
Sí, alguien interrumpió aquel tórrido momento. Abrí la puerta rabiosa, esperando encontrarme al botones exigiendo más muestras de cariño.
Minerva: ¡Sorpresa!
Fran: Esperamos no interrumpir nada.
Sabrina: Lo cierto es que sí.
Minerva: Es que ya empiezan las actividades de baile del hotel. La monitora no está esperando. ¿No es fantástico? ¡Nos lo vamos a pasar muy bien!
Arrastrada por una corriente ilógica de estupidez, bajé a hacer el ridículo con ellos. John parecía entusiasmado, así que no rechisté. Sinceramente, habría preferido no salir de la habitación aquella mañana. Al llegar a la zona de baile, encontré de nuevo al chico surfista buenorro. Estaba sentado en su coche deportivo verde, observándome. Me ruboricé y aunque no quería mirarle, no pude evitarlo. Era extremadamente guapo.
Monitora: Es muy fácil, pronto me seguiréis el ritmo. Recordad, uno, dos, tres y cuatro, media vuelta. Esa es la base.
Minerva: ¡Entendido! Ayy, estoy deseando empezar.
John: Soy algo patoso, a ver que tal me sale. ¿Estás preparada, amor?
Sabrina: Sí...
Monitora: ¡Vengaa, todos con las manos arriba!
Minerva: ¡Yupi!
Sabrina: ¿Es necesario levantar las manos?
John: Venga, no seas perezosa.
Monitora: Vengaaa...
"Las manos hacia arriba,
las manos hacia abajo,
como los clicks gorilas,
¡uh,uh,uh,uh!
Todos caminamos"
Sabrina: ¡Esto es demasiado para mi!
John: ¡Jajajaja, venga Sabrina!
Sabrina: Qué vergüenza, John...
Minerva: ¡Soy una rumbeeraaaaaaa!
Fran: ¡Como los gorilas!
Monitora: ¡La de rojo, más garbo!
Sabrina: ¡Y un cuerno!
Monitora: Ahora viene el cambio, ¡todos juntos!
"Aserejé ja de je
de jebe tu de jebere
seibinoua majavi
an de bugui an de guididipí"
Estaba acalorada y muy avergonzada. Me percaté de que aquel chico me seguía mirando atentamente. Estaba haciendo el ridículo más grande de mi vida. Odiaba aquellas nauseabundas canciones y sus estúpidos bailes. ¿Que pensaría ese chico de mi?
Monitora: Venga, nos cogemos todos de las manos.
"Agachate, y vuélvete a agachar,
que los agachaditos no saben bailar.
Hache, i, Jota, ka, ele,
elle, eme..."
Sabrina: ¡No lo soporto más!
John: ¡Sabrina!
Sabrina: No estoy dispuesta a seguir haciendo el ridículo. Te espero en el recibidor del hotel.
John: ¡No seas niña! ¡Que nos estamos divirtiendo!
Sabrina: Sí, como los niños de parvularios...
Sentí una punzada de culpabilidad al dejar a John bailando con aquella gente, pero aquella situación era superior a mi. Me quedé allí sentada, mirando la recepcionista de cara muy pintada. En el fondo esperaba que John me siguiese y así hacer otras cosas, pero no apareció.
El chico guaperas entró en recepción y me puse a sudar. ¡Sentía muchísima atracción! Era un dios griego, un ser sobrenatural. Disimulé mirando al techo pero me saludó.
Buenorro: Che, ¿vos estás de vacaciones aquí?
Sabrina: ¿Me hablas a mi?
Buenorro: Disculpa, me shamo Juan José.
Sabrina: Yo me llamo Sabrina. Y sí, estoy de vacaciones aquí. Bueno, más bien de luna de miel.
Juan José: Eso está re bien, che. Sos una mina presiosa, ¿te gustaría coger conmigo? Con vos siento química.
Sabrina: ¿Coger el qué?
Juan José: Desde que te he visto, no me llega agua al tanque. Esto está muy plomo y sé que tu pibe no te ofrese lo que una dama como vos necesita.
Sabrina: Piérdete...
Juan José: Te dejo mi tarjeta, y me shamas cuando quieras. Te estaré esperando, mina presiosa.
Muchas de las cosas que me dijo no las entendí, pero estaba claro que quería algo más que palabras conmigo. Mi parte más loca saltó ilusionada y me sentí muy halagada, pero la parte razonable se indignó. No podía fallarle a John, y muchos menos en nuestra luna de miel.
Sabrina: ¡No pienso llamarte! ¡Descarado! ¡No sé que te habrás creído, pero yo no soy de esas!
Ya, ni yo me creí mis propias palabras...
Para evitar la fuerte tentación decidí subir a la habitación. Me tumbé e intenté relajarme. Juan José me había desestabilizado. John no tardó en llegar. Estaba sudado y sonriente. Al verme sentada en la cama con cara de pocos amigos (en realidad estaba teniendo una lucha interior contra las tentaciones), se echó a reír.
John: Te imaginaba tal y como estás. Lo que me he reído cuando te has ido.
Sabrina: Pues a mi no me hace la más mínima gracia...pensaba que te vendrías conmigo.
John: Eres tú la que me has dejado plantado. Pobrecita, mi niña vergonzosa.
Sabrina: Es un baile ridículo. Y la pesada de Minerva gritando de felicidad como los tontos me ponía los nervios de punta.
Se tiró sobre mi. Estaba sudado, pero no me molestó lo más mínimo. Sonreía divertido.
John: Nunca dejas de sorprenderme. Me encanta cuando te enfadas por tonterías.
Sabrina: ¿En serio?
John: Pero tengo que castigarte. Ya sabes, soy policía y tengo que cumplir con mis obligaciones.
Sabrina: ¿Estoy detenida?
John: Así es. Ahora aprenderás a respetar la ley...
Pasadas unas horas, decidimos ir a la playa. John estrenó su nuevo bañador. Tengo que reconocerlo, mi marido está que rompe. Estaba segura que sería la envidia de todas las clacks en la playa.
John: ¿Crees que me queda muy ajustado?
Sabrina: No cariño, te queda perfecto. Que se vea bien ese cuerpazo que tienes. Me apetece presumir de marido. Marido, suena raro, ¿eh?
John: Me gusta como suena. Después de pasar la tarde en la playa, te volveré a enseñar algunas normas importantes...ya sabes, para que aprendas a respetar la ley.
Sabrina: Estaré encantada...Oh no...
John: ¿Qué pasa?
Vi de reojo los plomez asomados por la ventana. Tenía ganas de gritarles por pesados e inoportunos. Me parecía el colmo que se asomaran por la ventana. Golpearon el cristal para que les abriésemos la puerta.
Sabrina: Otra vez los plomez...
John: Vamos, sé amable. Son muy simpáticos.
Minerva: ¡Holiii!
Fran: ¡Vamos a la playa!
Abrí la puerta desganada. El bañador de Minerva era precioso, a juego con sus ojos y le favorecía mucho. Fran lucía un bañador gris. Estaba musculoso y visto así, me pareció más atractivo.
Minerva: ¿Nos vamos a la playa? Dicen que estas aguas son cristalinas y las playas paradisíacas.
Fran: ¿Que os parece mi bañador? ¿A que estoy divino?
John: Venga, no perdamos más tiempo hablando.
Fuimos a la playa más famosa de la isla. No imaginaba que estaría tan concurrida, pero no me importó. El sol brillaba con fuerza y no hacía nada de frío. El ambiente era agradable y tranquilo.
John: Esto es fantástico.
Sabrina: ¡Sí! Que ganas tengo de tumbarme a tomar el sol y relajarme.
Fran: Yo creo que aquí estaremos bien.
Minerva: ¿Os gusta este sitio?
John: Sí, está bien.
Extendimos nuestras toallas y nos sentamos. Minerva se sentó a mi lado y de nuevo comenzó a rayarme con su vida. Me estaba empezando a aburrir.
Minerva: ...y llevo dos semanas. Lo he dejado dicho, que volveré cuando regrese de la luna de miel. Las clases de cocina japonesa son muy divertidas. Aprendes a cocinar sano y con muy poco dinero. A mi Pichoncito le encanta. Cerca de casa tenemos un restaurante japonés buenísimo, aunque si aprendo a preparar más platos, iremos poco. También me gusta la comida italiana. Fui durante dos meses a clases de cocina italiana que impartía una vecina y aprendí mucho. Tengo un blog de cocina, ya te pasaré el enlace. ¡Ah! Suelo preparar bizcochos integrales con forma de corazón y de estrella. Siento un vínculo especial con las estrellas y corazones, no sé que me pasa, es como una conexión que...
John: Sabrina era vigilante de la playa.
Agradecí enormemente que John la hubiese interrumpido
Minerva: ¿En serio?
Sabrina: Sí, era la mejor. Ahora es que no me sale trabajo de eso, pero como yo ninguna.
Fran: Minerva fue campeona de natación en el equipo de la universidad.
Sabrina: ¿Sí?
Ahora la odiaba más. No me daba la gana que esa petarda fuese mejor que yo. Estaba desentrenada y era mentira, yo no era la mejor en mi trabajo, pero Minerva no podía ser mejor que yo.
Minerva: Sí, pero de eso hace ya mucho. Aunque esto es como montar en bicicleta, nunca se olvida. ¿Vamos al agua? ¡Hace mucho calor!
Fran: Sí, estoy asado.
Minerva: ¡El último en llegar es tonto!
John: Vamos, cariño.
Sabrina: Es que me apetecía tomar el sol un rato...
Minerva: ¡Esa vigilante de la playa! ¡Vamos!
John: Yo me quiero meter, el agua tiene que estar muy buena.
John se tiró de cabeza y pronto desapareció de mi vista. Me levanté y metí los pies en el agua. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. ¡Estaba helada! Hice un esfuerzo para que nadie notase el terror que me daba meterme en el agua.
Minerva: ¡Sí que aguanta bajo el agua!
Fran: ¡Que bárbaro!
Toqué el agua con las manos y me mojé la nuca y las muñecas.Tenía que aprovechar que estaban distraídos para meterme poco a poco.
Llegué hasta John con dificultad. Con cada paso, mi cuerpo penetraba poco a poco en el agua. Tenía un frío horrible y me apetecía salir corriendo y tomar el sol. No quería parecer débil o inferior a Minerva, así que aguanté.
John: Está buena, ¿verdad?
Sabrina: SiIIiiIIiiIiIIÍ, eEeEeEEEeestá muy rica...
John: ¡Estás tiritando!
Sabrina: NOoooOOoOO, es de de la emoción...
Minerva: Pichoncito mío, te amo con toda mi alma. Esto es maravilloso.
Fran: Soy el click más afortunado del Playmundo.
Sabrina: Ay, algo me ha rozado...
John: Son peces. He visto algunos mientras buceaba.
Sabrina: ¿Peces? Espero que no sean tiburones ni nada de eso...
John: Ven aquí, princesita.
Me abrazó fuerte y entre sus musculosos brazos me sentí segura. En ese momento no se me ocurría ningún lugar más seguro que aquel.
Sabrina: Contigo estoy a salvo. Eres mi héroe.
John: Por mucho que me hagas la pelota, no te lo librarás de tu castigo...
Sabrina: No es peloteo, tonto.
Minerva: Sabrina, ¿ves aquella roca de allá? Te reto a una carrera. A ver cual de las dos llega antes. Así sabremos quién está más en forma. ¿Te animas o crees que ya estás demasiado oxidada?
Sabrina: ¿Yo, oxidada? ¡Acepto!
John: ¿Estás segura?
Sabrina: Segurísima.
John: Somos afortunados, Fran.
Fran: Sí, menudas dos clacks tenemos como esposas. Aunque te advierto que ganará Minerva. Ella sigue estando en forma.
John: Sabrina también lo está. Ya veremos quién gana esta carrera.
Empecé con muchísimas fuerzas a nadar. Me sentía muy fuerte e invencible. Mienerva me aventajaba un poco, pero estaba segura que pronto la adelantaría. Pronto empecé a sentir el cansancio golpeando todos mis músculos. Bajé el ritmo y Minerva me sacaba más ventaja.
"¡No puede ganarme!" pensaba enfurecida. Aquella furia me dio fuerzas para alcanzar a Minerva. Sabía que pronto desfallecería, no podía seguir su ritmo. Sin duda, estaba más en forma. Lo sé, quizás no debería haberme comportado así, pero quería ganar a toda costa. Agarré la parte superior del bañador de Minerva y tiré con fuerza del lazo. El bañador se desató y se perdió entre las olas. Seguidamente en un impulso, le tiré del pelo con fuerza y ella gritó sorprendida.
Sabrina: ¡Cuidado que hay pulpos!
Minerva: ¡Ahhhhh!
Tragó un poco de agua y tosió. Sus pechos quedaron al descubierto (confirmé mis sospechas, aunque los mío son más pequeños, son mucho más bonitos que los suyos). Seguí nadando aunque con menos fuerza. Ella ya no me seguía y tenía vía libre para llegar a mi ritmo.
Minerva: ¡Mi bañador!
La esperé en la roca triunfante. Ella nadó hasta mi visiblemente enfadada.
Sabrina: ¡He ganado! Quién es la mejor, ¿eh? Creo que estás algo oxidada, bonita.
Minerva: ¿Me has tirado del pelo?
Sabrina: ¿A ti también te ha tirado del pelo? Había un pulpo furioso que nos estaba atacando.
Minerva: Joo, y he perdido el bañador...
Sabrina: Bah, no pierdes nada. Entre nosotras, era muy feo y no te favorecía nada. Yo creo que tu color es el marrón o el gris.
Salimos del agua y no tumbamos los cuatro en las toallas. Minerva se había creído lo del pulpo, o al menos eso me parecía a mi. John y yo estábamos tumbados boca arriba. Nos miramos y hablamos en voz baja.
John: Has estado espectacular.
Sabrina: Gracias.
John: Aunque la próxima vez, intenta ganar sin hacer trampas.
Sabrina: ¿Trampas?
John: Eso del pulpo no se lo creé ni un clickito de cinco años...¿Y le has desatado el bañador?
Sabrina: Es que le quedaba muy mal.
John: Tramposa. Definitivamente, tendré que castigarte. Eres una niña muy mala.
John no parecía enfadado, aunque aquello me concienció de que debía tener más cuidado con mis trapicheos.
Me incorporé para darme la vuelta y entonces lo vi. Juan José estaba allí, mirándome. Quise apartar la mirada de su escultural cuerpo, pero no pude. Esa atracción fatal que sentía por aquel desconocido me estaba volviendo loca. ¿Me estaba siguiendo o era simple casualidad? Lo cierto es que no había tirado su tarjeta a la basura y no sabía muy bien si sería capaz de hacerlo. La tentación aumentaba por momentos y estaba perdiendo la razón.
Continuará...