viernes, 28 de septiembre de 2018

Redacción del verano de Dante 2018

Redacción de Dante

28 de septiembre del 2018

Mi verano ha sido muy guay. Hemos ido a muchos sitios. Me han llevado a la playa, la piscina y a muchos lugares más. El que más me ha gustado es el pantano. He escuchado muchas historias sobre lo que ocurre allí. El amigo de mis padres, PD (es el dueño del pantano), nos dijo que esa era una zona dónde no hay peligros. Me dio un poco de rabia, yo quería pasar aventuras. Aunque lo pasé muy bien y me pasó una cosa muy rara. Como aprobé y pasé de curso, mis padres me compraron un coche eléctrico de juguete. Puedo montarme y conducir, como los mayores. Es un cochazo estilo jeep, como el de mi abuelo, pero más bonito. Es gris plateado y va muy rápido. En el pantano podía correr todo lo que me diese la gana, aunque mi madre siempre me estaba dando la brasa para que no corriese tanto.


Mi padre se refrescaba en la orilla, pero nosotros no. A mi madre le da miedo y aunque tampoco quería que mi padre se bañase, no pudo retenerlo.


Aunque al final solamente se mojó los pies. No por miedo (mi padre es un pirata muy valiente y no le tiene miedo a nada), si no por no hacer enfadar mucho a mi madre.


Yo alucinaba con mi coche. Me gusta mucho conducir y cuando sea grande, me compraré un coche de verdad. Me iré en coche a Japón, a comprar videojuegos.


Mi hermana Suselle es un poco tonta. Se llevó su bolso pijo (se lo regaló nuestra prima Lilu, de su nueva tienda de ropa), y le daba miedo mancharlo.


Pandy no hacía más que mirar al horizonte. Estaba un poco pensativo. Últimamente está un poco extraño, no sé lo que le pasará.


Fue la caña perseguir a mi hermana con el coche. Ella se pensaba que la quería atropellar y salía corriendo pidiendo ayuda a mis padres. Ellos estaban muy acaramelados. Todo el tiempo se estaban dando besos, ¡puaj!


Cuanto más corría mi hermana, más la perseguía. Es que me hacía reír mucho. Si hubiese estado Pradito con nosotros, también le habría perseguido. Al principio mi hermana se quejaba, pero luego se reía. Es que no la pensaba atropellar de verdad, ¡se lo cree todo!


Mi tita Duclack y Wen se vinieron con nosotros. No se pudo traer a Pradito, se había ido con mi abuela Wenda y mi nuevo abuelo Duclón de ruta con las motos. Me dio un poco de envidia, pero bueno. Duclack no dejaba de hablar de Sebastián, su ex novio. No me gusta nada verla tan triste. Mi tito Wen hablaba mucho del embarazo de mi tita Estrella. Van a tener un niña, ¡tendré una primita!


Pandy está gordo. Come mucho bambú y camina poco. Mi madre dijo que jugásemos con él, a ver si así hacía ejercicio y se animaba. Pandy es como un hermano para mi, así que intenté que se lo pasara bien. Suselle se subió conmigo en el coche y reía  muy contenta.


Papá estaba un poco revoltoso y le quitó a Duclack sus zapatillas lilas de la suerte. Se las puso y salió corriendo. Duclack no lo dudó ni un momento y fue a quitárselas. Mi madre nos daba la tabarra otra vez con que no tenía que correr tanto con el coche.


Suselle y mi madre se fueron a pasear juntas. Hablaban de cosas de chicas y estaban muy distraídas. No sabían que había un señor verde que las vigilaba.


Era un señor alto, delgado y con la cabeza metida en un casco transparente, como si la tuviese metida en una pecera. Vestía de una forma extraña.


Lo vi mientras paseaba con mi coche. Lo vi intentando atrapar a mi hermana y mi madre. Ellas estaban despistadas, mirando plantas y hablando. Tenía que hacer algo para rescatarlas. 


Ese señor no tenía pelo en la cabeza. Cuando me acerqué a toda velocidad, me miraba con unos ojos muy grandes y rojos.


Lo atropellé y salió disparado dando vueltas. Mi madre y mi hermana seguían caminando como si nada. Llamaba a mi madre para que mirase al señor, pero ni caso. Al final se marchó sin que lo pudiesen ver.


Luego lo vi persiguiendo a Duclack y mi padre. Ellos estaban jugando. Mi padre corría con las zapatillas de Duclack y ella con las suyas. Se notaba que no le hacía mucha gracia que mi padre se las cogiese, aunque fuese en broma. Ese señor verde estaba dispuesto a saltar sobre ellos.


Duclack al final atrapó a mi padre y se sentaron en el suelo. Intercambiaban sus zapatillas entre risas. No se daban cuenta que el señor verde y feo estaba a punto de sorprenderles. ¡Tenía que hacer algo!


Fui a toda velocidad y lo atropellé nuevamente. ¡Se pegó un buen golpe y desapareció tras la maleza! Duclack y mi padre se pusieron en pie y se fueron junto a los demás sin percatarse de nada.


Luego vi como pretendía hacer lo mismo con mi tío Wen y Pandy. Estaban sentados, mirando el paisaje. No sé que pretendía ese señor raro, pero me daba muy mala espina. A lo mejor era caníbal y se los quería comer. ¡Y un jamón!


Lo volví a sorprender con mi coche y lo atropellé nuevamente. Salió disparado y se le cayó el casco pecera que llevaba puesto. ¡Conduzco de miedo!


El caso pecera quedó sobre mi coche, así que me lo llevé de recuerdo. El señor verde gritaba enfadado, pero me daba igual. Se lo tenía merecido, por pesado.


Menos mal que se le pasó el enfado cuando apareció otro señor, era blanco y muy alto. Daba un poco de miedo, la verdad. El señor verde gritó, imagino que de alegría.


Cuando llegué junto a mi madre, le enseñé el casco pecera y le conté lo ocurrido. Fui todo un héroe y me merecía al menos un premio. Un helado, o quizás un gofre con chocolate. Para mi sorpresa, mi madre no me creyó. Mi hermana se reía de mi y mi madre me dijo que tenía una gran imaginación. ¡No me lo estaba imaginando!


Le repetí muchas veces que era verdad, pero no me quiso creer. Encima, me hizo tirar el casco pecera, "tira esa guarrada, Dante. No cojas basura del suelo" me dijo. La perseguí intentando convencerla de que decía la verdad, pero no lo conseguí. Así que nada, fui el único que vio al señor verde y lo peor es que no saben que los salve. En fin, ese ha sido mi verano. ¡Es un asco que ya tenga que ir al cole!


Fin

sábado, 22 de septiembre de 2018

Vacaciones en el mar - Capítulo 27: Hasta siempre, Panama (capítulo final)

Sinéad y Eros llevaron a los supervivientes hasta la zona en la que se encontraba el Capitán y los demás. Miraban sorprendidos a los presentes. No entendían que hacían todos allí parados, sin prisas por escapar. El Capitán se alegró al ver a Sinéad, ella había salvado a Lucía de una muerte segura. 


Piedad casi se cae de la impresión. Su hermana Asunción estaba allí, con vida. Caminaba por su propio pie, sin ninguna herida aparente. Al principio no reaccionó, se quedó paralizada, sin entender lo que estaba sucediendo.

Piedad: Asu...
Asunción: ¡Piedad!


Las hermanas se abrazaron entre lágrimas. 

Piedad: ¡Estás viva! No puedo creerlo.
Asunción: Ellos me salvaron. Sin su ayuda, habría muerto.
Piedad: ¡Asunción, no vuelvas a dejarme sola! Perderos era demasiado doloroso. ¿Dónde está Justina?
Asunción: Ella no lo consiguió...Piedad, estuve a su lado, no la dejé sola y se fue sin miedo.
Piedad: Justina...


Cuando Ignacio vio a Nicole, casi le da un infarto. Pensó que se lo estaba imaginando, pero cuando se puso a caminar hacia él, supo que estaba viva y coleando. Por su mirada, sabía que no estaba precisamente contenta.


Ignacio: Nicole, ¿estás bien? Pensaba que estabas muerta...
Nicole: Gracias a dos ángeles que han arriesgado su vida por mi, estoy viva. Gracias por abrirme los ojos, ahora sé la clase de rata que eres. Me has utilizado a tu antojo, pero eso no volverá a ocurrir nunca más. Espero que el destino te devuelva todo el daño que me has hecho y compruebes en tus propias carnes lo que he sufrido. Eres un despojo click, basura sin corazón, un repugnante engendro indigno de llamarse Playmobil. No quiero volver a verte nunca más y te juro que si me vuelves a hablar o te acercas a mi, te mataré.
Ignacio: ...


Sinéad: Capitán, ¿qué ocurre?
Capitán Miller: Siento daros malas noticias, chicos. La salida está bloqueada por todos estos escombros. Lo hemos intentado todo, pero son demasiado pesados para nosotros.
Eros: Maldición.


Sinéad: Eros, tenemos que hacer algo.
Eros: Lo sé, Shiny. Sabes que si lo hacemos, nos descubriremos ante toda esta gente.
Sinéad: Sí, pero no nos queda otra. No podemos dejarles morir.
Eros: ¿Manos a la obra?
Sinéad: Manos a la obra.


Entre los dos, empezaron a mover los escombros. Todo el mundo hablaba sorprendido, gritando de emoción.

Duque: ¡Eso no es posible!
Sinéad: Cuidado, dejo estos hierros por aquí.
Capitán Miller: Debo estar delirando...
Duclón: ¡Impresionante!
Eros: ¡Apártense! ¡Nosotros despejaremos la salida!


Y así fue. Entre los dos, sacaron todos los escombros hasta que la salida quedó libre de obstáculos. Por fin podrían salir de allí. El Capitán se acercó hasta Sinéad, con los ojos llorosos. No sabía que estaba pasando, pero solamente tenía palabras de agradecimiento y admiración para ellos.

Eros: Salida despejada, amigos.
Capitán Miller: ¿Qué sois?
Sinéad: ¿De verdad importa, Capitán?
Capitán Miller: La verdad es que no. Para mi sois ángeles, nuestros ángeles de la guarda.
Eros: ¿Ves, Shiny? No eres un monstruo.
Sinéad: Gracias, Capitán. Estoy lejos de ser un ángel o una virgen. Simplemente hago lo que creo que es correcto, aunque implique exponerme a los demás.


Capitán Miller: Por lo que a mi respecta, vuestro secreto está a salvo. Estoy seguro que todos los presentes os compensarán con su silencio.
Sinéad: Gracias.
Eros: No quiero interrumpir un momento tan bonito, pero vamos mal de tiempo.


El Capitán organizó una fila ordenada y los supervivientes fueron saliendo poco a poco de esa zona. Todavía les quedaba recorrido por hacer, pero las posibilidades de llegar con vida a la estancia del ancla eran cada vez más altas.



Ignacio: No entiendo que yo sea uno de los últimos. ¡Dense prisa, narices! ¡No quiero morir aquí!
Beatriz: Deja de hacer el ridículo y guarda la compostura.
Ignacio: ¡Venga, que esto no se mueve!

Beatriz se tocó la cabeza, cansada de aguantar los gritos y protestas de su marido.

Donato: Carlota, cuando salgas de aquí, deja a este cretino.
Ignacio: ¡Eh, a mi no me llames cretino!
Carlota: Ten por seguro que lo haré.


Blas no quiso ayudar a Felipe y Demetria, dejándolos a su suerte mientras la corriente los arrastraba. Había cerrado la puerta del camarote, convencido que era lo más seguro. No era consciente que el agua había inundado los pasillos. Cuando Felipe cerró la puerta de aquella zona, salvando a Demetria (y sacrificando su propia vida), otorgó más tiempo para sobrevivir a los supervivientes, pero condenó a Blas a una muerte segura. Aquel camarote en el que se había encerrado, estaba en una zona ya inundada y nadie iría a socorrerle. Entraba algo de agua por los laterales de la puerta, pero tampoco le dio mucha importancia.

Blas: Alguien vendrá a salvarme.Es cuestión de tiempo. Soy un tipo con suerte.


Se sentó en una cama y pensó en Felipe y Jano. Los odiaba, por traidores. 

Blas: Uno se larga sin despedirse y el otro, prefiere a una clack antes que a un amigo. Encima es fea, muy muy fea...

Se escuchaban golpes por todas partes. Eran ruidos raros, como si un gigante estuviese doblando hierros. Luego la puerta empezó a temblar, así que se incorporó emocionado.


Blas: ¡Vienen a salvarme! Lo sabía, soy un tipo con suerte. ¡Estoy aquí! ¡Hola!

La puerta temblaba cada vez con más fuerza y entonces supo que tras ella no había nadie. Era la presión del agua y la puerta estaba empezando a ceder. Las bisagras temblaban y el agua se derramaba por ellas.

Blas: ¿Hola? ¿Hay alguien que me pueda ayudar?


La puerta cedió y el agua entró con fuerza. Corrió, pero no tenía a dónde ir. Aquel camarote era pequeño y sin salida.

Blas: ¡Socorro!


El agua subía con rapidez, sin darle tiempo a pensar. Dos metros de agua y subiendo, sin detenerse. Nadaba de un lado para otro, encerrado en un camarote diminuto que pronto estaría inundado. La luz iba y venía. Cuando se apagaba, gritaba aterrado y cuando volvía, se conseguía tranquilizar un poco. Con el agua, entraban objetos y muchos cadáveres.

Blas: ¡Socorro!

Era deportista, así que no le suponía un gran esfuerzo mantenerse a flote, pero con tantos cadáveres alrededor, se puso tan nervioso que tragaba agua y tosía sin parar.


La luz era cada vez más mortecina. Nadaba de un lado a otro, intentando encontrar alguna salida, pero no tenía escapatoria. De pronto, vio el cadáver de Felipe arrastrado por la corriente y tocándole las piernas. Tenía los ojos abiertos y parecía estar recriminándole su actitud.

Blas: ¡Ahhhh! ¡No, apártate de mi!


El agua subía cada vez más y solamente le quedaba un metro para cubrir todo el camarote. Nadaba nervioso, golpeando el cadáver de Felipe, que por casualidades del destino, se empecinaba en estar a su lado.

Blas: ¡Déjame! ¡Vete de aquí! ¡Socorro!


Escasos centímetros faltaban para que el agua terminase de inundar el camarote. Soplaba nervioso, sabiendo que debía coger aire para poder aguantar lo máximo posible bajo el agua. Gritaba con todas sus fuerzas, presa del pánico más absoluto. Era consciente que no tenía escapatoria y de que iba a morir. Cogió todo el aire que pudo y el agua por fin, lo anegó todo.


Retiraba el cadáver de Felipe, que seguía a su lado, con los ojos abiertos y mirándole fijamente. No podía aguantar más. Gritó, gritó con todas sus fuerzas pero nadie lo escuchó. El agua penetró por su garganta y alcanzó sus pulmones. 


Lucía había conseguido llevar a los supervivientes a la salida del ancla. Fuera, habían lanchas que los llevarían hacia varios barcos de rescate. El agua estaba brava, pero les permitía maniobrar para sacarlos de allí. Lucía organizaba la evacuación con calma e intentando que fuese lo más ordenada posible. 


Jean: ¡Exijo ser el primero en salir! Las clacks las últimas, así no las discriminamos. 
Lucía: Usted no es nadie para exigir nada. Apártese y deje que sea yo la que lo decida.
Jean: ¡Clack tenía que ser!
Lucía: Y a mucha honra, caballero.


Alicia: ¡No quiero salir sin Izan!

Alicia estaba muy nerviosa. No concebía la idea de salir sin Izan, sin saber si estaba bien. Leire intentaba hacerle razonar, aunque sin mucho éxito.

Leire: Su novio saldrá en cualquier momento, no debe preocuparse.
Alicia:Usted no lo entiende, ¡no puedo marcharme sin él! Me he portado tan mal...tengo que decirle muchas cosas.


Cecilia fue hasta Alicia y la abrazó. Esta se puso a llorar pero el abrazo la tranquilizó un poco.

Cecilia: Ten fe, Alicia. Conoces a Izan, es valiente y muy inteligente, lo conseguirá. Debemos salir, aquí no hacemos nada y no le estamos ayudando.
Alicia: Si le pasa algo me muero, Cecilia.
Cecilia: No le ocurrirá nada.
Alicia: He sido muy injusta contigo, Cecilia. Siento haber sido tan borde...tienes un gran corazón.
Cecilia: No te preocupes. Yo en tu lugar, seguro que habría reaccionado igual. Los celos son incontrolables cuando temes perder a la persona que amas.


Kimberly: Renzo, ¿dónde estarán mis padres? No quiero marcharme sin ellos...
Renzo: Seguro que el Capitán y Duque los están ayudando a salir. Confía en ellos, son muy valientes y saben lo que hacen.
Kimberly: ¿Y mis cosas? He dejado en mi camarote mi portátil, mis joyas, mis vestidos...todo.
Renzo: Te comprarás cosas nuevas. 


Agnes: Estoy preocupada por Asunción y sus hermanas, Artemisiña.
Artemisa: Y yo. Si tardan más en venir, no podrán salir de aquí.
Agnes: Estoy pensando en Caitlyn. Fue tan buena conmigo cuando quise sorprenderte. Me ayudó a vestirme y me dio muy buenos consejos.
Artemisa: Espero que la Diosa los guíe y se puedan salvar.
Agnes: Artemisiña, no deseo subir más en ningún barco, y ni muchos menos atravesar largas distancias. Me acuerdo mucho de mi abuelo, ya sabes que murió faenando en alta mar...
Artemisa: Lo sé. No pienses en eso, cariño. A partir de ahora nuestros viajes serán a la montaña y como mucho, visitar la orilla de alguna playa.


Willy: Emma, estás muy callada...
Emma: Mi abuela, Willy. Sigo preocupada. No quiero que se muera...ella es como una madre para mi. Tengo a mi hermano y mi tío Anselmo, pero ella lo es todo para mi.
Willy: Yo también estoy preocupado por mi tía y Duclón. No te desanimes, estarán bien.


Amy no lo pudo evitar, necesitaba hablar con Rafa. Estaba apoyado en una pared, alejado del resto. Su corazón latía de nerviosismo, pero tenía que hablar con él, al menos disculparse.

Amy: Rafa, ¿puedo hablar contigo?
Rafa: No hay nada de lo que hablar.


Amy: Comprendo que no quieras hablar conmigo, pero concédeme un minuto. Solamente deseo pedirte perdón. Jean siempre me incitó a hacer esto. No digo que me pusiese un cuchillo en el cuello, pero esta es la vida que conocí a su lado. No quiero justificarme, pero al menos quiero que sepas que lo siento mucho. Me enamoré de ti, desde un principio. Intenté alejarte de mi, te lo dije muchas veces, que era mejor que lo dejásemos, pero las cosas salieron así.
Rafa: Te acercaste a mi por mi dinero, igual que hacen todas. Jugaste con mis sentimientos, con mi confianza, y me traicionaste de la forma más ruin. No acepto tus disculpas, por mi te puedes ir al infierno.


Amy: Quizás ese sea mi destino, me lo merezco. Solamente quería disculparme y que supieses que mis sentimientos eran reales, eso no fue un engaño.
Rafa: Hay algo que no sabes. Tomé precauciones. Llamé a la policía y les expliqué mi situación. En la costa nos estarán esperando. En cuanto lleguemos detendrán a Jean y después de los últimos acontecimientos, a ti también. Espero que te condenen a unos cuantos años en la cárcel y sufras por todo lo que me has hecho.
Amy: Rafa...
Rafa: Disculpa, no tengo nada más que decir. Espero no volver a verte nunca más.


Amy lo vio alejarse entre la gente y se puso a llorar. Sus palabras le habían dolido profundamente. Había perdido a Rafa para siempre, y eso la destrozaba por dentro. Lo amaba, pero su amor era ya un imposible.


Lucía: ¡Atención, es el momento de salir! Lo haremos de forma ordenada y sin prisas. Es peligroso y alguno podría caer al agua. Primero subirán los niños, los ancianos y después el resto.


Y así fue. Las lanchas fueron sacando poco a poco a todos los supervivientes. Todos estaban deseando salir de aquel infierno, pero algunos lloraban al dejarse a seres queridos todavía en el interior.



Cuando todos estuvieron a salvo en los barcos de rescate, Lucía se negaba a marcharse. Miraba a la oscuridad del pasillo por el que debería aparecer el Capitán y los demás. Sabía que el tiempo se estaba acabando y que las posibilidades de que saliesen con vida eran cada vez más escasas.

Leire: Lucía, debemos marcharnos ya.
Lucía: Todavía no. Un poco más.
Leire: Pero Lucía...
Lucía: Un momento más, por favor...


Cuando ya estaba perdiendo la esperanza, el Capitán Miller apareció por el pasillo de acceso. Lucía saltó de alegría. Jamás había sentido una sensación de alivio tan grande.

Leire: ¡Están vivos!
Lucía: ¡Bryan!
Capitán Miller: ¡Lucía!


Se abrazaron y se fundieron en un apasionado beso. Caitlyn los observaba celosa, pero resignada. Miller era feliz con Lucía y solamente podía desearles la felicidad más completa.

Lucía: Sabía que lo conseguirías.
Capitán Miller: No ha sido fácil, te lo puedo asegurar. Aunque aquí hay muchos héroes anónimos, sería injusto colocarme las medallas. ¿Dónde está Elliot?
Lucía: Está a salvo con los demás. Es el momento de abandonar el barco.


Fueron saliendo poco a poco, esperando a las lanchas que los iban transportando a los barcos de rescate.


Demetria dio un último vistazo al barco antes de salir. Pensó en Gabi y Felipe. Jamás podría olvidar esta experiencia y mucho menos a ellos dos. 

Demetria: Siempre os llevaré en mi corazón...


Asunción y Piedad no dejaban de pensar en su hermana. Con la muerte de Justina, una gran parte de ellas había muerto para siempre. 

Asunción: Justina, siempre estarás con nosotras.
Piedad: Adiós, hermanita...te quiero. 


Todos fueron llevados a los barcos de rescate. Quedaban Sinéad, Eros, el Capitán Miller y Lucía.

Capitán Miller: De nuevo gracias por todo. Os estaré agradecido de por vida. La curiosidad me está matando, ¿no puedo saber que es lo que son? ¿Ángeles? ¿Dioses? ¿Superhéroes? 
Sinéad: Prefiero reservarme esa información, si no le importa.
Eros: Deje las cosas como están, Capitán. Podemos ser lo que usted quiera.
Sinéad: Es un buen hombre. No deje que esto destruya sus sueños. Siga luchando.
Capitán Miller: Gracias. ¿Volveremos a vernos?


Sinéad y Eros saltaron hasta la salida que daba directamente al mar. El agua se movía brava y la tormenta que había aflojado, todavía seguía azotando el barco.

Sinéad: No lo creo. Debemos marcharnos ya.
Capitán Miller: ¿No esperan a la lancha? 
Eros: Preferimos nadar.
Lucía: ¡Eso es un suicido! ¡Morirán ahogados!
Sinéad: Nosotros no podemos morir. Adiós, ha sido un placer.


Seguidamente se lanzaron de cabeza al agua y desaparecieron.

Lucía: ¡Noooo! ¡Morirán ahogados!
Capitán Miller: No te preocupes, saben lo que hacen. 
Lucía: Es imposible que puedan sobrevivir, Bryan...
Capitán Miller: Confía en mi, sobrevivirán.


Lucía: Está bien...
Capitán Miller: Debemos salir, esto no aguantará mucho más.

Panama se hundía y desaparecería para siempre bajo las aguas más profundas. Muchos habían perecido en aquel naufragio y eso los marcaría para siempre.


Lucía subió a la lancha y solamente quedaba por subir el Capitán. 

Lucía: ¡Bryan, vamos!
Capitán Miller: ¡Voy!


Cuando estuvieron a bordo de la lancha, se fueron alejando poco a poco. Pudieron ver como el agua inundaba la estancia del ancla. El crucero se fue hundiendo entre las olas que lo devoraban con ferocidad. Cuando se quiso dar cuenta, el barco desapareció.Unas lágrimas resbalaron por sus mejillas.

Capitán Miller: Hasta siempre, Panama.



Carlota y Donato

Después de la trágica experiencia, se tomaron una semana de descanso, en un hotel en plena montaña. Donato se olvidó de su ex mujer e hijas y se centró en Carlota. Ella le hacía feliz. Carlota recuperó las ganas de vivir junto a Donato. Pasada una semana, se marcharon a Bokiang Liao y allí son felices. Era tal como Donato le había explicado a Carlota. Un paraíso en el que pensaba vivir el resto de su vida, junto a Donato.


Beatriz e Ignacio

Beatriz no estaba dispuesta a aguantar a Ignacio ni un día más. Se divorció y lo desplumó, consiguiendo una manutención desorbitada para Kimberly. Ahora vive feliz junto a su hija, que sigue siendo tan caprichosa como siempre. Decidida a construir su propio destino, abrió una tienda de abanicos y complementos en un centro comercial de Clisandia. Ha conocido a un hombre mucho más joven que ella, pero con el que vive una fantástica historia de amor. Ignacio sin embargo, no es feliz. Vive solo en una pequeña mansión a las afueras de la gran ciudad. Tiene varias amantes y sigue destrozando corazones. Cada quince días le toca cuidar de Kimberly.


Lilu y Duque

Duque dejó a Lilu y ella tuvo que aceptar la realidad. Duque encontró el amor en otra clack, atractiva y además con la que compartía muchas cosas en común. Lilu sin embargo, pasó por una gran depresión.  Gracias a sus amigos, levantó cabeza. Sigue con su tienda de ropa y complementos y ha cambiado de look de forma radical. Lo que no sabe es que pronto descubrirá que la vida le tiene deparadas muchas sorpresas.


Caitlyn

Pasó un tiempo en casa de su hermana, que la recibió con los brazos abiertos. Visitó a sus amigas trans de toda la vida, con las que vivió momentos inolvidables. Se apuntó a varios castings y consiguió un papel para una obra de teatro musical muy importante. Eso lo compagina con sus actuaciones en hoteles prestigiosos. 


Asunción y Piedad

Volvieron a su aldea, en Galicia. La noticia de la muerte de Justina destrozó a su madre, que pasó por momentos muy duros. Gracias al amor y el cariño de ellas, pudo sobrellevarlo mucho mejor. Llamaron a su prima Brígida, que cantaba y bailaba muy bien y la convirtieron en la nueva componente de las Playgirls. Volvieron a actuar en bares y locales gays y brillaron como siempre, con el recuerdo constante de Justina. Su madre las acompañaba a todas sus actuaciones y se ha convertido en su representante. Quedaron con Agnes y Artemisa en muchas ocasiones y juntas, recordaban lo ocurrido en el crucero. Se hicieron grandes amigas, aunque por problemas de distancia no se podían ver todo lo que les gustaría.


Wenda y Duclón

Sus familiares los recibieron felices, aliviados al verles con vida. Que se quisiesen casar en el barco sin contar con ellos les sentó un poco mal, pero entendieron que al final lo hicieran dadas las circunstancias. Esta experiencia los unió mucho más. Duclón vive en la mansión junto a Wenda, pero no quiere renunciar a su casa de toda la vida. Los fines de semana los pasan allí, paseando por el barrio y viviendo momentos de pasión y desenfreno.


Demetria

Demetria no renunció al amor, pero no lo buscó. Se centró en si misma, en encontrar la felicidad en su interior. No necesitaba a ningún click para ser feliz y tampoco era la respuesta a sus inquietudes. Decidió olvidar el dolor y la tristeza y esforzarse por disfrutar de sus amigos y su familia. El recuerdo de Gabi y Felipe le acompañaría para siempre. Escribió un libro de su experiencia en el naufragio y fue tal éxito, que una editorial la contrató. 


Alicia e Izan

Alicia renunció a la presidencia de la empresa familiar y se la cedió a su hermana, Patricia. Se tomó un año sabático y se fue a vivir con Izan al pantano, en una pequeña cabaña alejada de la ciudad. Era una zona segura, tranquila y muy bonita. Izan le propuso matrimonio una noche en la que cenaban ante la luz de la chimenea. Ella aceptó y ahora está comprometidos.


Nicole

La experiencia la cambió para siempre. Estar tan cerca de la muerte y descubrir el engaño de Ignacio destruyó su inocencia. Desarrolló una fobia a los hombres que le obliga a odiarlos. Dejó su trabajo para centrarse en ayudar a clacks maltratadas y luchar por sus derechos. Odia a Ignacio y siempre piensa en vengarse de él de alguna manera.


Kimberly y Renzo

Cuando Kimberly descubrió que sus padres habían sobrevivido, se alegró muchísimo. Eso la tranquilizó y volvió a ser la misma de siempre. No le sorprendió el divorcio de sus padres, pues sabía de la existencia de Nicole. Se aprovechaba de su padre haciéndose la víctima, fingiendo que lo echaba de menos. Su padre, sintiéndose culpable, cumplía con todos sus caprichos y exigencias. Renzo volvió a casa con todas las ganas del mundo de estar con su padre y ayudarle en el restaurante. Carmelo nunca le recriminó nada, sabía muy bien que su hijo había aprendido la lección. Su relación con Kimberly siguió, a pesar de que casi todos la veían con malos ojos. Renzo sigue enamorado de ella, incapaz de ver que no lo trata bien. 


Agnes y Artemisa

Cumplieron su promesa y no volvieron a viajar en barco, al menos en alta mar. Se marcharon a Galicia a vivir, pues era lo que Agnes siempre deseó. Lo que ellas no sabían es que su relación iba a pasar por muy malos momentos y que podría suponer el fin de su relación. Las discusiones, los celos y una infidelidad por parte de una de ellas, supusieron un antes y un después para la relación. ¿Conseguirán superar esta mala racha?


Amy y Jean

Nada más pisar tierra firme, Jean fue detenido. Cuando fueron a buscar a Amy, no la encontraron. Un testigo dijo que había visto algo caer agua, pero no vio exactamente lo que era. La buscaron durante días hasta que la dieron por muerta. Nunca más se supo de ella. Jean fue condenado a diez años de prisión y aunque intentó culpar a Amy y negar todos los cargos, no se libró. En la cárcel se convirtió en la "perrita" de uno de los presos más peligrosos, El Cobra.


Emma y Willy

La abuela de Emma consiguió sobrevivir junto a otros pasajeros. Emma no pudo ser más feliz cuando la encontró en el barco de rescate. Volvieron al pueblo y desde entonces, su abuela casi no le permite moverse de casa. Su delicado estado de salud había empeorado un poco por lo vivido en el naufragio, pero sobreviviría. Willy no se había olvidado de ella, y se escriben a diario por Whatsaclick. Están organizando todo para que Willy pueda ir a verla y pasar allí unos días con ella.


Leire y Vera

Leire fue contratada para formar parte de la tripulación de otro crucero. Aceptó, aunque echa de menos a todos sus compañeros. Vera, triste por la pérdida de su mejor amiga, se fue a vivir un tiempo sola en la casa que sus padres tienen en la playa. Pasó semanas pensando en su amiga, recordando momentos junto a ella y reviviendo todo lo ocurrido. Buscó trabajo como camarera y la contrataron en una heladería en una zona pija de la ciudad. 


Rafa

Aunque Amy lo había defraudado, la noticia de su desaparición le afectó. No podía deshacer el amor que sentía por ella, por muy dolido que estuviese. Fantaseaba con la idea de que estuviese viva, en alguna parte del Playmundo, pero la realidad es que nunca más volvió a saber de ella. Sigue jugando al tenis y ganando premios, aunque sin suerte en el amor.


Cecilia

Uno de sus rescatadores, un click policía muy guapo y muy cariñoso, se enamoró de ella. La cuidó hasta llegar a tierra firme y le proporcionó todo lo necesario para estuviese bien. Cecilia se fijó en él y también se enamoró. Dos semanas bastaron para irse a vivir juntos y al mes, se casaron. La ceremonia fue íntima, con los más allegados. De vez en cuando visita a Izan y Alicia junto a su marido. Los cuatro son grandes amigos.


Sinéad y Eros

El Capitán y todos los supervivientes nunca más supieron de ellos. Algunos empezaban a pensar que se habían imaginado lo ocurrido, que no existían. Otros se hicieron muy religiosos, pensando que eran ángeles enviados para rescatarlos. Nunca llegaron a saber que eran vampiros y que podían ser seres terroríficos, si se lo proponían. Sinéad y Eros se alejaron por un tiempo de las grandes ciudades y aglomeraciones de personas. Se fueron un tiempo a una isla deshabitada llamada Lacnisha. Allí se relajaron, disfrutando del paisaje. Pasadas unas semanas, miraron la lista de cosas pendientes por hacer y tacharon la de viajar en un crucero. La siguiente era "Dar la vuelta al mundo en bicicleta". Aunque Sinéad no sabía ir en bicicleta, Eros le propuso intentarlo con un tándem.


Capitán Miller, Lucía y Elliot

Lucía estuvo al lado del capitán en todo momento, a pesar de la presión de la prensa y los juicios por lo ocurrido. Se quedó embarazada y a su hija la llamaron, Sinéad. Elliot adora a su hermana y es su protegida. Tiene claro que quiere seguir los pasos de su padre. A veces visita a Renzo y Willy, con los que se lleva muy bien. El Capitán Miller tuvo que pasar por intensas jornadas de interrogatorios y varios juicios para aclarar el naufragio. Cuando todo eso terminó y fue declarado inocente, se puso manos a la obra con su nuevo proyecto. Sacar al Panama bajo el agua era imposible, pero ser el capitán de un nuevo crucero que se llamase igual no tanto. Tras varios meses de reuniones y acuerdos, lo consiguió. Un barco idéntico al Panama iba a ser inaugurado y él sería el capitán. Antes de iniciar esta nueva andadura, tenía que conseguir reunir a su antigua tripulación y compañeros, y animarles a unirse a él.


FIN