sábado, 11 de noviembre de 2017

Halloween 2017: Capítulo 04: En ocasiones, veo muertos


Capítulo 04

En ocasiones, veo muertos

De pronto, el niño apareció de nuevo acompañado por su padre, Theo y dos policías armados. Michael y su padre se vieron sorprendidos amenazando a Eleonor con un cuchillo y una escoba.

Michael: ¡La policía, padre!
Edward: ¡Ya lo veo, no soy ciego!
Eleonor: ¡Socorro, policía!

El niño señaló a los dos hombres, que miraban aterrados a los agentes.

Niño: ¡Son ellos, padre!


Agente de policía: ¡No se muevan! ¡Quedan arrestados!
Edward: Se trata de un error, señor agente. ¡Somos inocentes!
Niño: ¡Me tenían encerrado en esa jaula! 
Theo: Edward...no puedo creerlo.


Edward: No sé de que te sorprendes, Theo. No sabes dirigir este hotel y se está hundiendo en la miseria. Pretendía comprártelo y resucitarlo. Además, con lo poco que nos pagas casi estamos trabajando gratis.
Theo: ¡Eres un desagradecido! Sabes que no tengo la culpa de lo que le está ocurriendo al hotel. Me he dejado la piel para que esto funcione y os pago a vosotros sin poder, y lo sabes. ¡Encima estáis robando a los huéspedes! La situación es ya insostenible debido a los robos, las muertes y el dichoso fantasma. 
Edward: Siempre has sido una niña mimada.
Theo: Puedo entender que  me robes, pero Edward...¿Asesinar? ¿Pretendíais matar a este pobre niño?
Michael: Es que me vio robando y no me quedó más remedio que secuestralo y matarlo...
Edward: ¡Cállate, idiota!


Niño: Padre, quiero irme de aquí.
Padre: Ahora mismo nos vamos, hijo mío. Ya estás a salvo.


Theo: Serviste a mis padres y te querían como a uno más de la familia. Confiaba en ti...
Edward: Siempre has sido muy inocente, Theo. Nunca he significado nada para tus padres. ¡No me incluyeron en la herencia!


Theo: Hay un inversor dispuesto a revitalizar el hotel. Pretende atraer a nuevos clientes millonarios amantes de las historias de terror. Contaba contigo para este nuevo proyecto...
Edward: ¿Por qué no me lo dijiste? Theo, esto ha sido un desafortunado error. Tienes que ayudarnos, por favor. Cuenta conmigo para este nuevo proyecto, te lo ruego.
Theo: Agentes, llévense a estos dos. No los quiero en mi hotel ni un segundo más del necesario.
Edward: Theo, por favor...


Agente: Edward y Michael Myers, quedan ustedes detenidos por asesinato, secuestro y robo.
Edward: ¡Theo!
Michael: ¡Usted nunca me creyó, padre! ¡Le dije que ella me perseguía! Su fantasma pasea por el hotel, la he visto muchas veces. ¡Ella nos delató!
Edward: ¡¡Cállate de una vez por todas!!


Theo: Eleonor...¿Estás bien?
Eleonor: Sí, creo que sí.
Theo: Dos veces agredida en el hotel...se está convirtiendo en una costumbre. Primero aquel loco asesino...menos mal que la policía acabó con su vida antes de que te hiciese daño. Ahora Edward y Michael...todavía no me lo puedo creer.
Eleonor: Yo tampoco...
Theo: Vete a casa y descansa. Mañana te puedes tomar el día libre, es lo menos que puedo hacer por ti.
Eleonor: Gracias, señora. Aunque si no le importa, deseo terminar algunas faenas antes de marcharme.
Theo: Está bien, pero no tardes. Tienes que intentar desconectar. Yo tengo que ir a entregar las pertenencias robadas a los huéspedes.


Theo se marchó triste y con losojos llorosos. Todo lo que había ocurrido le afectaba mucho. Edward era su único apoyo y la persona en la que más confiaba. Ahora se sentía un poco perdida y muy confusa.


Eleonor: ¡Niñas! ¿Estáis bien?
Mina: Sí, gracias a ti.
Regan: Nos has ayudado. Gracias a ti hemos podido salvar a ese niño y que el culpable por mi muerte pague por lo que me hizo.
Mina: No lo entiendo.
Elonor: Siento no haberte querido ayudar antes. Los espíritus siempre me han dado mucho miedo. No entendía que acudían a mi para pedirme ayuda, no para asustarme. Me cerraba en mi misma, ocultando mis sentidos capaces de contactar con los espíritus. Me has hecho entender que no debo temer mi gran don.


Mina: No puede ser...¡No estás muerta!
Regan: No te lo dije para no asustarte, Mina. No tengo amigas y me sentía tan sola.
Mina: ¡Pero no eres invisible! Yo te puedo ver,Eleonor también, y Michael.
Regan: Muy pocas personas son capaces de ver espíritus. Eleonor tiene un don, al igual que Michael. Eleonor no quería ayudarme y le daba miedo y Michael...no merece tener este don, pero lo tiene. Me podía ver y me daba tanto miedo...él acabó con mi vida y verle me recuerda una y otra vez lo que pasó.
Eleonor: Regan desapareció hace años del hotel y nunca encontraron su cadáver. 
Regan: Estoy enterrada en el jardín, bajo los rosales.
Mina: Yo...lo siento mucho...

Mina no pudo contener las lágrimas. Conocer la trágica historia de su amiga le había conmovido profundamente.

Regan: Estoy preparada para irme. Eleonor, ¿que hay al otro lado?


Eleonor: No lo sé, pequeña. Estoy segura que algo maravilloso, no debes tener miedo.

Una luz brillante y cegadora apareció en una pared.

Regan: Mina, vente conmigo...tengo miedo.
Mina: No puedo, Regan. Mis padres me están esperando. No quiero que te vayas...

Se puso a llorar al entender que Regan se marchaba para siempre y que jamás volverían a verse.


Mina: ¡Regan! ¡Eres la mejor amiga que he tenido nunca!
Regan: Te estaré esperando, princesa miedica.

Eleonor también lloraba. Se sentía feliz por haber ayudado al espíritu de Regan y que pudiese marcharse en paz. Aunque sentía culpabilidad por no haber actuado antes.


Regan caminaba hacia la intensa luz blanca. Tenía miedo, pero las palabras de Eleonor la tranquilizaron.


Mina: ¡Adiós, Regan!

Regan se dio la vuelta y las saludó con una mano. Luego siguió su camino hasta desaparecer. La luz fue perdiendo intensidad hasta apagarse por completo.


Eleonor: Mina, ¿estás bien?
Mina: Sí...¡tengo que volver con mis padres!

Dejó a Eleonor allí plantada y salió corriendo en busca de sus padres.


Mientras, Theo ya había devuelto a los padres de Mina sus pertenencias. No se habían percatado de nada y se mostraron muy sorprendidos. Una vez solos, Jonathan se tumbó en la cama. Grace se sentó mirando fijamente la pared.

Jonathan: Mañana a primera hora nos marcharemos. Este lugar no es seguro. ¿No te acuestas?
Grace: No tengo sueño. 
Jonathan: Debes descansar. Si sigues así, enfermarás. El doctor dijo claramente que debías intentar dormir.


Grace: Lo sé, pero no puedo. Al dormir, tengo pesadillas. 
Jonathan: Grace, no quiero que enfermes. Entiendo que temas tener más pesadillas, pero el descanso es fundamental. Venga, acuéstate a mi lado.


Grace: Me gustaría ser tan fuerte como tú...
Jonathan: Eres fuerte, mi amor. No creas que yo soy inmune, también sufro y hago esfuerzos para no desfallecer. 


Grace se tumbó junto a su marido. Los dos miraban al techo, pensativos.

Grace: Debería ir a ver a Mina. Estoy preocupada.
Jonathan: Estará bien, deja de preocuparte.
Grace: Quizás se sienta sola...
Jonathan: Por favor, deja el tema o me enfadaré. Debes dejar de torturarte de esta forma.


Mina: ¡Mamá! ¡He vivido una aventura! ¡Mi amiga es un espíritu!
Grace: ¡Mina! 


Grace se levantó rápidamente de la cama. Jonathan se sentó, visiblemente enfadado.

Mina: Unos hombres malos querían hacernos daño, pero Eleonor nos ayudó. ¡He pasado mucho miedo!
Grace: Mina...¿Estás aquí?
Mina: Mamá, ¿que te pasa?


Jonathan: ¡No puedo más! ¡Debes aceptar su muerte! No podemos ir pagando dos habitaciones cada vez que nos alojamos en un hotel, ni pagar tres desayunos pensando en Mina. No podemos seguir tirando el dinero de esa forma. ¡Yo también sufro por su muerte! La echo de menos, pero debemos aceptar su muerte. El doctor me dijo que intentase seguirte la corriente, que debías ir aceptando su muerte poco a poco, pero no puedo más.
Grace: No...ella no está muerta. La siento, sé que está con nosotros.
Jonathan: Grace...por favor. La enfermedad se llevó a Mina, debemos aceptarlo.


Grace: Mi amor...la echo de menos...no puedo vivir sin ella...¡No puedo!

Jonathan abrazó a su mujer, que lloraba con desesperación.

Jonathan: Lo superaremos, te lo prometo. Mina querría que siguiésemos viviendo. Debemos luchar por ella. Siempre vivirá en nuestros corazones.

Mina estaba mareada, mirando a sus padres hablar entre ellos sin prestarle atención. Ahora entendía muchas cosas. Recordó su enfermedad y su peregrinaje por cientos de consultas, hospitales y doctores. Acudieron a curanderos cuando los doctores la dieron por perdida, pero tampoco consiguieron salvarla. Recordaba la sensación tan angustiosa que la embargaba. Esa sensación de malestar a todas horas, el agotamiento, la fiebre, el dolor de cuerpo...y el sufrimiento de sus padres. No le gustaba verlos así, tan tristes y preocupados. 

Mina: Estoy muerta... 


No podía aceptarlo. Deseaba estar con sus padres, decirles que estaba bien y que ya no le dolía nada. 

Mina: ¡Mamá, estoy aquí! 
Grace: ¡Mina!
Jonathan: Grace, ya basta.
Grace: Ella está aquí, no sé cómo explicarlo. 


Eleonor: Tiene usted razón, señora.
Mina: ¡Eleonor!
Jonathan: ¿Quién es usted?
Eleonor: Me llamo Eleonor. Disculpen que invada su intimidad, pero no he podido evitar escuchar su conversación. 
Jonathan: Haga el favor de marcharse de nuestra habitación.
Eleonor: Mina está aquí. 
Jonathan: ¿Pretende aprovecharse de nuestra situación? ¡Fuera de aquí!
Grace: Usted también nota su presencia.


Eleonor: Tengo ciertas facultades. En ocasiones, veo muertos. El espíritu de su hija está aquí, la pequeña Mina. Ella no se despega de usted, no se quiere marchar.
Jonathan: Pienso llamar a la policía.  ¡No nos sacará ni una moneda!
Eleonor: Créame, no quiero nada de ustedes. Quiero ayudar a Mina, que está atrapada entre dos mundos. 
Grace: ¿Usted puede verla?
Eleonor: Así es, está frente a ustedes.
Mina: Dile a mi padre que añoro cuando me contaba por las noches, antes de ir a dormir el cuento del lobo y los siete cabritillos.
Eleonor: Dice Mina que añora cuando le contaba el cuento del lobo y los siete cabritillos antes de ir a dormir.
Grace: Oh, Mina...
Jonathan: Muchos padres cuentan ese cuento a sus hijos antes de ir a dormir.
Mina: Sí, pero él cambiaba el final y el lobo se convertía lagartija.
Eleonor: Usted cambiaba el final. El lobo se convertía en lagartija.
Jonathan: ¿Cómo puede saber eso?


Mina: Por favor, dígale a mis padres que los quiero mucho. Que nos se peleen, y menos por mi. Que no quiero que estén tristes. Ya no me duele nada y estoy bien. Dígale a mi madre que la quiero mucho y que quiero que sea feliz. Si ella sonríe yo también lo haré.

Eleonor le comunicaba todo lo que Mina le iba diciendo. Aunque Jonathan se resistió, finalmente no pudo evitar ponerse a llorar. 

Mina: Que le regale mis muñecas a mi prima Isabella, sé que las cuidará. ¡Ah! Mis dibujos son para papá y mis peluches para mamá. 


Grace: Mina...intentamos curarte, por todos los medios. No fue posible, pero sabes que hicimos todo lo que pudimos. Te queremos con locura, mi niña...Te prometo que intentaremos sonreír y ser felices, pero te llevas contigo la mitad de mi corazón. Te quiero, te quiero muchísmo y te añoro tanto...
Mina: Yo también te echo de menos, mamá. ¡Voy a un sitio genial! Allí me espera mi amiga Regan y prometo cuidarte desde ese lugar tan bonito.

Eleonor comunicó a Grace todo lo que su hija le decía.


Se despidieron entre lágrimas. Esta vez, Mina se marchaba para siempre. No tenía miedo, intuía que le esperaba una aventura que vivir al otro lado y lo estaba deseando. Sus padres aceptaron su marcha con mucha pena, pero aceptando su destino.


Mina: Gracias, Eleonor.
Eleonor: Gracias a ti, pequeña. Abriré mi mente y permitiré que los espíritus se acerquen a mi.  Prometo ayudarles a encontrar la luz. Sin ti y Regan, seguiría rechazando mi don.
Mina: Debo irme. Alguien me llama, y creo que es Regan.
Eleonor: Adiós, Mina.


De nuevo apareció una luz blanca cegadora. Esta vez, los padres de Mina pudieron ver a su hija dirigirse hacia la luz. Se dio la vuelta, se despidió con la mano y desapareció.



Grace: ¡Gracias, Eleonor!
Eleonor: Ha sido un placer ayudarles.

Grace abrazaba a Eleonor con todo el agradecimiento del mundo.

Jonathan: Gracias, esto no lo podremos olvidar jamás.
Eleonor: Ahora deben intentar ser felices, aunque siempre tengan a su hija presente. Saben que Mina está bien y desea su felicidad.


Edward y Michael fueron a prisión y allí acabarían sus últimos días de vida. Grace y Jonathan siguieron con su vida y juntos sobrellevaron la muerte de Mina. Un año más tarde, Grace se quedó embarazada. Theo consiguió la ayuda del inversor y juntos consiguieron que el hotel recuperase su reputación. Ahora, era un hotel que atraía clientes aficionados al ocultismo y lo paranormal.

Eleonor siguió trabajando en el hotel. Ahora intentaba ayudar a todos aquellos espíritus que lo necesitaban. Su testimonio era casi un show para todos los huéspedes que acudían al hotel, por lo que ella misma se encargaba de hacer tours por las estancias en las que había ocurrido algo paranormal. Theo le pagaba mucho más de lo que ella jamás podría haber imaginado. Era feliz.

Una tarde de invierno, Eleonor limpiaba la última habitación de su jornada laboral. Se apresuraba a hacer la cama, pues debía atender a unos clientes que la esperaban para el tour por las zonas terroríficas del hotel. 

Por fin estamos solos, Eleonor.

Aquella voz tenebrosa la paralizó. Recordó aquel hombre que la quiso matar hacía ya unos años. Era la misma voz, la del doctor Hugh Crain. El miedo la invadió por completo. 


Revivió aquel fatídico día. Recordó cuando entró en la habitación de Crain, creyendo que no había nadie. Pretendía limpiar y ordenar la habitación pero Hugh la estaba esperando, sentado en un sillón en la oscuridad, dispuesto a acabar con su vida. Pensó que aquel sería su final, pero la policía andaba tras su pista y llegaron a tiempo. Estaba muerto, pero había vuelto a por ella. 


Se dio la vuelta y lo vio, levitando en una esquina de la habitación. Supo que nadie acudiría en su ayuda, estaba a merced de aquel espíritu maligno.

Eleonor: ¡Vete, aléjate de mi!
Hugh Crain: ¡Conseguiste escaparte una vez, pero ahora nadie acudirá en tu ayuda!

Su voz era tan terrorífica que la paralizó. No podía dejar de mirar sus ojos inyectados en sangre, deseosos de venganza.


Eleonor: ¡Socorrooo!
Hugh Crain: Mi obra de muerte y desolación no terminó y tú me ayudarás a seguir con ella.
Eleonor: ¡No te ayudaré! ¡Aléjate de mi!


El espíritu saltó sobre Eleonor y esta cayó sobre la cama.

Hugh Crain: Has prometido ayudar a todos los espíritus que se te acerquen, ¡Deja que entre en ti!
Eleonor: ¡Noooo!


Minutos más tarde, Theo fue en su busca. Los huéspedes la estaban esperando y ya empezaban a impacientarse. No era normal que Eleonor se retrasase tanto en sus tareas. Entró en la habitación y la encontró haciendo la cama.

Theo: ¿Eleonor? Los huéspedes te están esperando.

Eleonor estaba sumida en sus tareas. No atendía a las palabras de Theo. 


La veía de espaldas, así que se acercó a ella para averiguar si se encontraba bien.

Theo: ¿Eleonor?

Seguía de espaldas a ella, haciendo la cama. La agarró del hombro para llamar su atención.

Theo: ¿Te encuentras bien?


Eleonor giró la cara y Theo gritó aterrada. Su cara estaba deformada y sus ojos inyectados en sangre. No tardó en percatarse que era el rostro del doctor Hugh Crain.

Eleonor: Tú serás la siguiente en morir.


Calabazo: ¡Cuidado con esos baúles! En su interior tengo cosas muy delicadas.

Dos seres extraños le están ayudando a cargar el camión de mudanzas. La tienda está prácticamente vacía. Un momento...uno de esos hombres parece Hugh Crain.

Calabazo: ¡Poco a poco!


Coraline: Disculpe, ¿tiene un momento?
Calabazo: En estos momentos ando algo ocupado, señorita. Estoy de mudanza.
Coraline: ¿Ya cierra el negocio? 
Calabazo: Nos trasladamos. Este barrio no es lo que esperaba.
Coraline: ¿Recuerda a mi hermana? Fuimos juntas a su tienda. Nos echó cuando mi hermana insistió en comprarle un libro.
Calabazo: Lo recuerdo vagamente. 


Coraline: Ha desaparecido. Anoche se fue de casa y no regresó. Estoy preocupada. Quizás usted la haya visto. ¿No regresó a la tienda otra vez?
Calabazo: Lo siento, no la he visto. Quizás esté con amigos, ya sabe que la noche de Halloween es muy especial y todo puede ocurrir. 
Coraline: Me dijo que se iba con sus amigos ocupas a Clisandia, pero es extraño que no se haya despedido...
Calabazo: Ahí tiene la respuesta. Estará con sus amigos, ocupando edificios.
Coraline: No sé...
Calabazo: Si me disculpa, tengo mucho trabajo que hacer. Deje de preocuparse.


Nancy: ¡Coraline! ¡Estoy aquí! ¡Soy la barita!
Coraline: Gracias por su amabilidad. Tiene usted razón, estará con sus amigos.
Nancy: ¡Estoy aquí!
Calabazo: Claro, mujer. Hasta la vista.
Coraline: Adiós.
Nancy: ¡Noooooo! ¡Coraline!


Calabazo sube a la parte trasera del camión y se acerca hasta un cofre de madera. Ahí está la barita guardada con otros objetos.

Calabazo: No te esfuerces, ella no puede oírte. Ponte cómoda, nos vamos muy lejos.
Nancy: ¡Socorrooo!


Calabazo: Amigos, espero que les haya gustado la historia de Halloween de este año. Debo marcharme a mi mundo pero no os preocupéis, el año que viene regresaré con más historias terroríficas. Hasta ese momento, ¡que tengáis felices pesadillas!


FIN

viernes, 3 de noviembre de 2017

Halloween 2017: Capítulo 03:Si me tocas la nariz, te cuento un chiste

Capítulo 03

Si me tocas la nariz, te cuento un chiste

Ya es medianoche. El frío es más intenso y no hay muchas personas en la calle. Se ven clicks disfrazados pero lejos de la solitaria calle en la que está situada la tienda de Calabazo. El silencio se rompe cuando alguien pisa unas hojas secas caídas en el suelo. Se trata de Nancy, que camina ocultándose en las sombras. Tenía planes, pero esa noche ha decidido anteponer sus prioridades. No  ha ido a casa de su hermana ni tampoco con sus amigos ocupas. Desea robar El abrazo de la tierra, el libro que tanto le ha fascinado. Estaba acostumbrada a conseguir todo aquello que deseaba así que ha decidido robar el libro esa misma noche. "Luego tendré tiempo para ir a casa de mi hermana e irme con mis amigos" piensa intentando tranquilizarse.


Lo cierto es que está nerviosa. Calabazo había conseguido asustarla con su forma de hablar y de mirar. La autoridad con la que las echó de la tienda la sobrecogió, pero no piensa rendirse tan fácilmente. Ansía leer ese libro, descubrir quién es Agnes y su historia. Pocas veces un libro le había atrapado de aquella manera. "A decir verdad, nunca me he sentido tan atraída por un libro...y eso que solamente he podido leer unas líneas..." piensa entusiasmada.

Un ruido la alerta y su corazón se acelera bruscamente. Una rata corre por la calle en dirección las alcantarillas.

Nancy: Maldita rata.


Un cuervo la observa desde la rama de un árbol cercano. Piensa en espantarlo, le pone nerviosa, pero no desea llamar la atención así que lo ignora. 


Aparentemente la tienda está cerrada, aunque de su interior emana una luz verde muy siniestra. Se asoma y permanece en silencio. Cuando está segura de que no hay nadie en su interior, fuerza la puerta de entrada.


Calabazo: Vaya, parece que tenemos una visita inesperada. 

Sonríe maliciosamente y desaparece sin dejar rastro. Nancy no lo puede ver, pero está ahí, escondido.


La tienda tiene un aspecto macabro, mucho más que a plena luz del día. Nancy recuerda a los niños saliendo a toda pastilla de la tienda junto a su madre. En esos momentos le gustaría ser uno de esos niños. "Seguramente están comiendo dulces y protegidos por sus padres". Intenta concentrarse y respira profundamente. Su objetivo es el libro y no se irá de la tienda sin llevárselo.  


Por fin llega al pasillo dónde se encuentra el libro. Lo localiza en el mismo lugar, sobre el cofre rojo. 

¡¡Huye!! ¡No lo hagas!

Mira de un lado para otro en busca de la procedencia de esas voces. No hay nadie en la tienda pero juraría haber escuchado algo.

Payaso: Si me tocas la nariz, te cuento un chiste.

Casi le da un infarto. Propina una patada al payaso de juguete e intenta tranquilizarse. "Se activa si detecta movimiento" piensa enfadada. 

Nancy: Maldito payaso.


¡¡Ahhhhhhh!! ¡¡Socorro!! ¡No lo hagas!

Ignora las voces, que gritan y se lamentan. 

Nancy: Son los objetos, que tienen sonidos. Menuda majadería.


Se acerca ansiosa al libro. Por fin podrá leerlo y será suyo, completamente suyo. No puede evitar leer unas líneas cuando lo tiene en sus manos.

"Agnes corría a través del bosque notando que huía de la última estela de paz y de amor que podía latir en su vida, percibiendo que se adentraba en un terreno desconocido y pantanoso en el que no existía senda. Apartaba las plantas que ocultaban el camino que tenía que recorrer para alcanzar su cabaña creyendo que, en realidad, impelía con sus trémulas manos los brazos de seres horribles que deseaban apresarla"

Nancy: Quiero leerlo desde el principio, me fascina. Te vienes conmigo a casa.


Esqueleto: Este libro es sagrado.

Retrocede al escuchar la voz procedente del esqueleto que custodia el libro.

Nancy: ¡Menudo susto! Parece de verdad...
Esqueleto: Su lectura es exclusiva para unos pocos elegidos. Tú no eres uno de ellos. Has ignorado las advertencias por lo que tu alma quedará presa para la eternidad.


Los ojos del esqueleto se iluminan y una potente luz amarilla sale de ellos. Hasta ese momento había pensado que se trataba de un truco barato para asustar, pero ya no está segura de eso. Decide que es el momento de huir, aquel lugar esconde algo malvado. "Coraline tenía razón" se dice asustada.


Dos rayos amarillos brillantes como el fuego salen disparados hasta penetrar en el cuerpo de Nancy. Se retuerce en el suelo de dolor. Su cuerpo se ilumina como una bombilla y no puede moverse.


Nancy no entiende lo que está ocurriendo. Su cuerpo ya no es el mismo. No puede moverse, y aunque puede pensar y hablar, su voz solamente puede ser escuchada por seres paranormales y clicks con facultades especiales.

Nancy: ¡¿Qué me está pasando?! ¡Socorro!
Calabazo: Vaya, ¡tenemos un nuevo objeto en la tienda!
Nancy: ¡¡Tú!! Ayúdame, ¡no puedo moverme! 
Calabazo: Nancy, Nancy, Nancy...


Nancy:¿Qué me has hecho? ¡Socorroooo! Por favor, no puedo moverme...
Calabazo: Por supuesto que no, ¡las baritas mágicas de juguete no pueden moverse!
Nancy: ¡Ayuda! ¡Por favor, prometo que me marcharé y no volveré a molestarte nunca más!
Calabazo: Robarme, a mi...pobre incauta. Vamos, Nancy...deberías pensar en positivo. Has podido leer unas cuantas líneas del libro, ¡eres una privilegiada!  ¡Jajajajajaja!
Nancy: ¡Nooo! ¡Socorro!


En ese momento se percata de todos los gritos. Proceden de todos los objetos de la tienda. Se lamentan, piden ayuda y gritan atormentados. Al igual que ella, sus almas están condenadas para siempre en aquellos siniestros objetos.


Hotel Stanley
Londres, 1845

Las niñas corrían a toda prisa, alejándose de aquel espíritu maligno. Cuando Mina vio a la mujer de la limpieza, su corazón dio un vuelco. Por fin podría pedir ayuda. La mujer era bella. Vestía con ropa sencilla y un delantal blanco. Era pelirroja pero a penas se distinguía por el pañuelo que cubría su cabello.

Mina: ¡Señora!
Regan: ¡No, Mina! ¡Esa mujer no nos ayudará!
Mina: ¡Pero necesitamos que nos ayuden!
Mina: ¡Ya lo he intentado y no quiere!

La mujer las vio acercarse y dejó sus tareas de limpieza.  Su rostro no era precisamente de amabilidad.


Mina: ¡Señora, tiene que ayudarnos!
Eleonor: Estoy trabajando. Fuera de aquí.
Mina: ¡No lo entiende! ¡Un espíritu maligno nos está persiguiendo!
Eleonor: Por favor, dejarme trabajar. Yo no quiero saber nada de espíritus malignos. 
Mina: Hay un niño en peligro, ¿verdad, Regan?
Eleonor: Ese no es mi problema. Quiero que me dejéis en paz, ¡¡dejarme trabajar tranquila!!


Regan: Te lo dije, ella no nos ayudará.
Mina: Pero...
Eleonor: ¡Fuera, dejarme en paz de una vez por todas! 
Regan: ¡Corre, Mina!


Las niñas corrieron hasta llegar a otro pasadizo secreto. Tras caminar unos minutos, Regan abrió una compuerta y salieron.

Regan: Es aquí, vamos.
Mina: ¿Dónde estamos?


Era una estancia grande, con muchos objetos extraños. Mina no tardó en descubrir una gran jaula de madera situada al fondo de la sala. 


En su interior estaba el niño que había visto horas antes en recepción. Abría y cerraba los ojos sin fijar la vista en ningún lugar en concreto. Parecía estar mareado.

Mina: ¡Ahí está! ¿Qué le pasa?
Regan: Creo que le han golpeado y no se encuentra bien.
Mina: Pobrecito. ¡Tenemos que sacarlo de ahí!
Regan: ¡Shhhhh!


Mina: ¿Qué ocurre?
Regan: Mira.

En esa misma estancia había un hombre acostado sobre una cama. En una de sus manos sujetaba unas llaves.

Mina: Conozco a ese hombre. Lo vi cuando entramos en el hotel. No me gusta nada.
Regan: Es malo. 
Mina: Sabía que no era bueno. Regan, tenemos que llamar a mis padres...
Regan: No podemos hacer eso. Si no actuamos ahora, matará al niño. Tenemos que quitarle las llaves.
Mina: ¿Cómo?
Regan: Sin que se despierte.


Caminaron poco a poco hasta llegar a la cama. El hombre roncaba y respiraba muy fuerte. Su enorme barriga se movía al ritmo de su respiración.


Mina: Hazlo tú, a mi me da miedo...
Regan: Está bien, pero eres una princesa miedica. 

Alargó la mano para coger las llaves. Las tenía bien sujetas y no parecía dispuesto a soltarlas fácilmente.

Regan: No las suelta.


Mina: ¡El bolso y el maletín de mis padres!

Sobre unas maderas Mina descubrió el bolso y el maletín de sus padres.


Regan tiró con fuerza de las llaves pero el hombre se despertó al momento. Corrieron a esconderse detrás de uno de los respaldos de la cama. El hombre miraba extrañado a su alrededor con cara soñolienta. 

Michael: ¿Hay alguien ahí? ¿Padre?
Mina: Nos ha descubierto...ahora nos matará a nosotras también.
Regan: ¡Shhhh, puede escucharnos! 


Michael se levantó a regañadientes. Decidió ir a ver al prisionero y de paso, comer alguna cosa. Estaba hambriento. Caminó perezoso sin percatarse de la presencia de las niñas, que permanecían escondidas.


Regan: Esa muñeca es mía.

Regan señaló una muñeca de trapo situada junto a otras pertenencias.

Mina: ¿Que hacen las cosas de mis padres aquí?
Regan: Son ladrones.
Mina: ¿Son? ¿Hay más?


Michael: ¡Eh, niño! ¡Despierta!
Niño: Yo...no...
Michael: Te he dado un golpe demasiado fuerte y te has quedado tonto. Mejor, menos resistencia opondrás cuando acabe contigo.

Dejó las llaves de la jaula sobre la mesa.


Edward: ¡Michael! ¿Se puede saber que demonios has hecho?
Michael: ¡Padre! Al fin acudes en mi ayuda.
Edward: No me digas que tienes algo que ver con la desaparición de ese niño.
Michael: Pues...sí. Entré a limpiar las "chimeneas" de todas las habitaciones, como me ordenaste. En todas pude entrar sin problemas, los huéspedes duermen plácidamente, menos en una. Este niño me descubrió y salió corriendo para decírselo a su padre. Por suerte lo atrapé a tiempo. 


Edward comenzó a golpear con los puños a su hijo en la cabeza. Este se protegía como podía de la lluvia de golpes recibida.

Edward: ¡Inútil! ¡Lo has vuelto a hacer!
Michael: ¡Padre, no me pegue!
Edward: ¡Te dije que no más muertes! Esto puede acabar con la poca reputación del hotel y nos quedaremos sin ganancias. Tienes que robar, pero no secuestrar o matar, ¡inútil! 


Edward se acercó hasta la jaula. El niño parecía estar más despejado y se puso de pie. 

Niño: Tiene que ayudarme, señor.
Edward: No te preocupes, pronto te sacaremos de aquí.
Niño: Ese hombre es malo.
Edward: ¿Malo? Yo diría que es tonto de remate.


Cogió uno de los cuchillos que había sobre la mesa y agarró a su hijo del brazo. Se alejaron un poco de la jaula y le habló en voz baja.

Edward: Toma este cuchillo. Hazlo rápido y por favor, que no sufra. La última vez no lo hiciste muy bien.
Michael: Lo sé, padre.Ella me sigue atormentado...puedo verla.
Edward: ¡Qué cruz tengo contigo! No debes temer a los muertos. Los vivos son los que tienen que preocuparte. La policía está registrando el hotel en busca del niño desaparecido y su padre está poniendo todo patas arriba. Te has llevado los bolsos, maletines y maletas de los clientes, por lo que buscan también a un ladrón. Deberías haber cogido solamente algunas joyas y dinero suelto. 
Michael: Lo siento, padre. No lo volveré a hacer más.
Edward: Eso no lo dudes. Debemos ser precavidos. Es el momento de proponer a Theo que queremos comprarle el hotel. No hay mal que por bien no venga. Todo esto del niño perjudica al prestigio del hotel y nos costará remontarlo, pero Theo no tendrá más remedio que venderlo por un precio mucho más bajo.


Michael: Mira, padre. 

Fueron hasta un cofre de madera y lo abrieron. En su interior había monedas y joyas.

Edward: Creo que será suficiente para poder iniciar una nueva vida. Por fin este hotel será nuestro.
Michael: ¡Yo seré el recepcionista!
Edward: Eso ya lo veremos. 

Mina y Regan fueron hasta la mesa para coger las llaves.


El niño lloraba con un llanto desgarrador. Mientras Regan cogía las llaves, Mina intentaba animarle.

Mina: No llores. Nosotras te sacaremos de aquí.


Abrieron la jaula y el niño observó sin moverse. Estaba muy asustado y casi no era capaz de moverse.

Mina: ¡Date prisa!

El niño salió rápidamente aunque temblaba sin parar y no podía dejar de llorar.


La puerta de la jaula se cerró dando un fuerte golpe. Edward y su hijo se dieron la vuelta sorprendidos.

Edward: ¡Que se escapa!
Michael: ¡No os mováis de ahí!
Mina: ¡Socorroooo!
Regan: ¡Auxilio!


Edward agarró al niño, que se resistía dando patadas y pegando golpes.

Edward: ¡No te resistas!
Michael: ¡Malditas!
Mina: ¡Socorro! ¡Madre, padre!
Edward: ¡Ayúdame, imbécil!


Eleonor: ¡Deja en paz a las niñas!

Eleonor apareció dando escobazos. Pilló por sorpresa a Michael, que cayó al suelo tapándose la cabeza con las manos.

Eleonor: ¡Asesinos! ¡Os pienso denunciar a la policía! 


Mina: ¡Tenga cuidado, tiene un cuchillo!
Edward: ¡¿Cómo nos has encontrado?!
Eleonor: He escuchado sus gritos.


El niño aprovechó el descuido de su secuestrador y escapó. Corrió hasta uno de los pasadizos y desapareció.

Eleonor: ¡Corre y pude ayuda!


Eleonor ya no contaba con el factor sorpresa. Padre e hijo la acorralaron. Michael agarró el cuchillo con fuerza y se lo enseñó a Eleonor, que lo miraba aterrada.

Edward: No tendrías que haber metido tus narices en asuntos que no te incumben. 
Eleonor: Por favor, debéis detener toda esta locura.
Edward: Debemos acabar con tu vida, Eleonor. Eres una testigo importante que podría declarar en nuestra contra. Los niños son fácilmente manipulables. Tú eres la asesina y ladrona y nosotros los rescatadores. Te matamos en defensa propia...
Eleonor: Sois repugnantes.
Mina: ¡No le hagáis daño! ¡Por favor, dejarla en paz!
Michael: Lo siento, Eleonor...no es nada personal.


Continuará...