jueves, 23 de abril de 2020

Estado de alarma - Capítulo 06: Sabrina 2ª Parte

Estado de alarma 

Capítulo 06

Sabrina 2ª Parte

No le apetecía en absoluto hacer cola. No había salido a la calle para perder el tiempo de esa forma. El supermercado estaba quedándose sin género. La gente se lo llevaba todo. A Sabrina lo único que le interesaba era la rosquilla, y estaba decidida a conseguirla. La primera de la fila era Mary Sarrat. "Mira, la pija petarda amiga de Sus", pensó al verla. A ver si consigo que me deje pasar.

Sabrina: Hola, Mary.
Mary: Hola.
Sabrina: Me preguntaba si me podías dejar pasar. Es que tengo mucha prisa.
Mary: Lo siento, pero yo llevo haciendo cola mucho tiempo. Tendrás que tener paciencia.
Sabrina: Si solamente quiero una rosquilla, iré rápido.
Mary: Lo siento, Sabrina. Si fuese por algo más urgente...
Sabrina: No me extraña que sigas soltera, con ese carácter...
Mary: ¿Perdona?
Sabrina: Nada, que hasta luego. 
Mary: Esta mujer no cambiará nunca. Sigue siendo tan maleducada como siempre. Menuda jeta tiene...


Sin más remedio, tuvo que  ir hasta el final de la cola.

Sabrina: Para una miserable rosquilla tengo que hacer esta cola...


Le preguntó al último de la fila si le dejaba pasar. El hombre negó con la cabeza y Sabrina le sacó la lengua. Con la mascarilla, no se notó.

Sabrina: Qué insolidaria es la gente. ¿Has visto, Elvis? La gente, en momentos así, saca lo peor.
Elvis: ¡Grrrrr!


Pinhead estaba en comunicación con Fune, su novia. Habían quedado en verse y escapar. Querían refugiarse en una casa ocupa del centro y esperar a que todo pasase. Fue hasta la puerta de su casa y esperó el mensaje de su novia. No tardó en recibir un whatsaclick en el que le decía que ya estaba fuera.


Llevaban muchas semanas sin verse y se les estaba haciendo insoportable. Fune ideó el plan. Conocía una casa desocupada en el centro en la que estarían la mar de bien. Su dueño, un hombre de negocios, estaba fuera por causa del clickvirus y no aparecería en meses. Era una casa enorme, con todas las comodidades. Escondiéndose entre los coches y las farolas, llegó a la calle en la que vivía su novio. Le envió el mensaje para que saliese de su casa.


Sabrina se cansó y empezó a toser de forma exagerada. Todo el mundo se apartó y ella empezó a caminar hasta entrar en la tienda.

Sabrina: ¡Ay, perdón! ¡Cof cof cof cof! ¡Ay, qué mal llevo el clickvirus!


Filomena acompañaba a dar un paseo a su hijo, Bisbi. Dado su especial estado de salud, necesitaba ese paseo diario. Bisbi llevaba su mascarilla y Filomena un pañuelo.

Bisbi: ¿Podemos ir a ver a Suselle?
Filomena: Sabes que en estos momentos no puedes ver a ningún amigo.
Bisbi: ¿Y podemos ir al parque?
Filomena: Tampoco. Están todos cerrados.
Bisbi: Pues vaya un rollazo. Mami, ese coronavirus es de lo más fastidioso.
Filomena: Lo sé, hijo mío.
Bisbi: ¿Esa señora nos echará de casa?
Filomena: No lo sé, hijo mío. He intentado llegar a un acuerdo con ella, pero se muestra inflexible. 
Bisbi: Yo no me quiero ir de casa. Si quieres, te doy todos mis ahorros y se los das.
Filomena: Eres muy bueno, cariño. Me temo que con eso, no es suficiente...


La madre de Pinhead, (Ramona), estaba asomada a la ventana. Era uno de sus pasatiempos preferido. Ejercía de guardiana del barrio y cuando algo le parecía mal o fuera de lugar, protestaba. Su marido veía la televisión y sus dos hijas jugaban con el móvil.

Ramona: ¡Mira esa! Dándose un paseo por la calle como si nada. ¡Oiga, señora!


Filomena: ¿Se dirige a mi?
Ramona: Sí, no disimule. ¡Es usted una sinvergüenza! ¡¡Sale a dar paseos con su hijo cuando eso está prohibido!!
Filomena: ¿Disculpe? ¡No tengo que darle a usted ninguna explicación! Tengo permiso para pasear con mi hijo.
Ramona: ¡Y un pepino! ¡Pienso llamar a la policía! ¡¡Menuda irresponsable!!


Pinhead aprovechó el desconcierto para salir.

Pinhead: Es el momento.


Dalia, su hermana pequeña, lo vio salir y lo llamó. 

Dalia: ¡Hermano! ¿A dónde vas?
Pinhead: Con mi churri. 
Dalia: Como te pille la mama, te va a canear.


Pinhead: Eso no lo hará si tienes el pico cerrado.
Dalia: Eso te costará 50 cleuros.
Pinhead: ¡Ni lo sueñes!
Dalia: ¡Ma...!
Pinhead: ¡Shhh! Está bien. Si te pregunta, le dices que no me has visto.
Dalia: No diré una palabra.


Pinhead: ¡Fune!
Fune: No hay tiempo que perder, ¡vamos!

Fune agarró a Pinhead de la mano y salieron corriendo.

Pinhead: ¿Queda muy lejos esa casa?
Fune: Un poco, pero sé un camino por el que lo pasma no suele pasar.


John patrullaba la zona junto a su compañero, Tomás. Era un agente novato, pero muy apto para el trabajo. John conducía el coche policial y Tomás estaba sentado en el asiento del copiloto. Rex descansaba en la parte trasera el vehículo.

John: Un día tranquilito.
Tomás: Sí, no ocurre nada. Menudo rollazo...
John: Créeme, es mejor que la cosa siga así.


Fune y Pinehad fueron a parar justamente por la calle por la que estaban patrullando. Les dieron el alto inmedatamente.

John: ¡Otra vez estos dos!
Tomás: ¿Quienes son?
John: Dos delincuentes reincidentes. Estoy cansado de detenerlos...
Fune: ¡Maldita sea!
Pinhead: ¡La pasma! 


John: Buenas, chicos. Otra vez nos vemos las caras.
Pinhead: Sí, pero ya nos íbamos...
John: ¿Motivo por el que estáis en la calle?
Fune: Ehhh, hemos ido a llevarle comida a una mujer mayor.
Pinhead: Sí, estaba hambrienta. La pobre se estaba comiendo los geranios. 
John: Chicos, que nos conocemos...
Fune: ¡Es la verdad!
John: Volved a casa, es mi primer y único aviso.A la próxima, os tendré que multar.
Fune: ¡Y un cuerno! ¡Yo no vuelvo a mi casa! ¡A por ellos!


Fune y Pinhead se enfrentaron a ellos. Preferían pelear antes que rendirse y volver al confinamiento. Daban patadas y puñetazos a los dos agentes. 

Pinhead: ¡Nadie nos volverá a separar!
Tomás: ¡Cálmese, señor!
John: ¡Rex!


Rex se lanzó sobre Fune y Tomás sacó su pistola.

Pinhead: ¡Ehhh! ¡Eso no es necesario!
Fune: ¡Quitadme esa bestia de encima!
John: Chicos, lo vuestro no tiene remedio. Quedáis detenidos. 


Sabrina salió del supermercado con la rosquilla en la mano y burlándose de todos los que seguían en la cola. La gente la miraba indignada.

Sabrina: ¡Hasta luego, pardillos!


Bisbi estaba muy alterado. Ramona no cesaba de gritar desde la ventana a Filomena.

Bisbi: ¡No insultes a mi mamá!
Filomena: Bisbi, tranquilízate. 
Ramona: ¡Menudo hijo tienes! ¡Lo tienes malcriado! ¡Ya he llamado a la policía y te va a caer un puro de los gordos!
Filomena: Pues hablaremos con las autoridades, no se preocupe. No tengo miedo de nada.
Sabrina: Huy, ¿y esto de que va?


Vio aparecer el coche policial conducido por John y el corazón se le salió del pecho. 

Sabrina: ¡Es John! ¡Corre, Elvis! 

Salió corriendo antes de ser vista.

John: Algo está ocurriendo aquí.

Pinhead y Fune estaban esposados en los asientos traseros.

Pinhead: ¡Mi madre! ¡Por favor, que no me vea!
Tomás: Pues tenemos que parar.
Pinhead: ¡Me matará!
John: Nos ahorraría trabajo. Estamos hartos de tus fechorías.


Sabrina se alejó unas calles y se sentó en un banco.

Sabrina: Por los pelos. Me sentaré aquí a comerme la rosquilla y luego volveré a casa. ¡Mmmm! ¡Deliciosa!


Rose detuvo la moto frente al banco dónde Sabrina se había sentado.

Rose: Veo que te lo estás tomando con calma.
Sabrina: ¡Rose! Es que estaba cansada y me he sentado a descansar...
Rose: Esta ya no te la paso. ¿Me tomas por tonta? Te dije que volvieses a casa.
Sabrina: Pensaba hacerlo después de comerme la rosquilla. ¿Quieres un bocado?
Rose: ¿Es que no ves las noticias? ¡Esto no se puede hacer!
Sabrina: ¿Comerme una rosquilla sentada en un banco? ¡Ni que estuviese robando!


Rose: ¡Ya está bien! Tu actitud nos pone a todos en peligro. Te he avisado, Sabrina.
Sabrina: Afloja un poco, chica. Mira, me voy para casa y aquí no ha pasado nada.
Rose: Demasiado tarde para eso. Te tengo que multar. Serán 600 cleuros.
Sabrina: ¿Perdona? ¡Estás loca!


Filomena: Por eso, siguiendo las instrucciones de su médico, salimos todos los días a pasear. Esa es la documentación que lo acredita. 
John: Ya veo. Está todo correcto.
Ramona: Ah, pues no lo sabía. El chico tendría que llevar un distintivo que avisase que es un caso especial y puede salir a la calle. Los demás no podemos adivinar que el chico tiene problemas...
Filomena: No pienso señalar a mi hijo para que gente como usted no nos insulte por la calle.
John: Haya paz, por favor.


Ramona: Pues yo creo que no estaría mal ponerle algo para que sepamos que es un chico especial. Un brazalete o algo. Yo lo único que hago es vigilar el barrio y que todo el mundo cumpla con la ley. 
Tomás: Se lo agradecemos, señora, pero antes de formar estas peleas, llame para que nosotros nos encarguemos.


Rex empezó a tirar de la correa. John sabía que cuando hacía eso, algo había captado. Quizás un rastro que lo llevaría a la escena de un crimen o un delito.

Rex: ¡Guau guau!
John: ¿Has captado algo, amigo?


John: Encárgate tú, Tomás. Parece que Rex ha captado algo.
Tomás: Descuida.
John: ¡Vamos, Rex!
Rex: ¡Guau guau!


Sabrina: ¡Siempre me has tenido envidia! Estás enamoradita de mi John. 
Rose: ¡No digas sandeces! 
Sabrina: No pienso pagar 600 cleuros de multa por sentarme en un banco a comerme una rosquilla.
Rose: ¡Que estamos en estado de alerta! Está en juego la salud de todos, inclusive la tuya.
Sabrina: ¡Me tienes manía!


John: ¿Sabrina?
Sabrina: ¡John!

Sabrina palideció al ver a su marido y Rex frente a ella.

Sabrina: ¡Sorpresa! Quería sorprenderte...


Rose: Tu esposa es una mentirosa compulsiva. Lleva horas dando vueltas por el barrio. La vi golpeando a un limpiador y le avisé, que debía volver a casa cuanto antes. No me hizo caso y me la he encontrado en este banco, como Pedro por su casa. Encima, me falta al respeto y se ríe en mi cara.
John: ¿Es eso cierto?
Sabrina: ¡Es todo mentira! Yo he salido para darte una sorpresa y pasear a Elvis, que el pobre está cansado del bosque. Tu amiguita me está haciendo la vida imposible. Con el rollazo del clickvirus ese no se puede una ni sentar en un banco. ¡Me quiere multar con 600 cleuros!
John: No me lo puedo creer...
Sabrina: Sí, me tiene envidia. Se las da de querer proteger a todo el mundo, que estamos en alerta, pero todo es una estrategia para vengarse de mi. ¡Es una envidiosa! 


Rose: John, somos amigos desde hace años. Entiendo que es tu mujer, y sabes que yo no me meto, pero esto ya pasa de castaño oscuro. Sabes que mi abuela ha muerto del clickvirus hace pocos días y que lo único que quiero es que esto pare. No me siento con fuerzas para discutir con ella y explicarle algo que todo el mundo sabe. Dejo en tus manos lo que quieras hacer con ella. Por nuestra amistad, me marcharé, pero a la próxima, ten por seguro que me dará igual que sea tu mujer.
John: Rose...


Sabrina: ¿Ha muerto su abuela?
John: Así es.

Rose subió a la moto y se marchó.


John: ¿Has perdido el juicio? ¡No le puedes decir esas cosas a un agente de la ley!
Sabrina: Yo...
John: ¡Y tratar a Rose de esa forma!
Sabrina: Pero ella me quería poner una...
John: ¡Basta ya! Me has decepcionado, Sabrina. Esto es muy serio y parece que no quieres entenderlo. ¿Por qué te empeñas en dejarme mal ante mis compañeros?
Sabrina: Eh...
John: Parece que no te importase nada. Te da igual mi trabajo, nuestros hijos, tu salud y la de nuestra familia. Sales a pasear, saltándote la ley sin motivo alguno. 
Sabrina: Yo...
John: Volvamos a casa, si es lo que quieres. No te impediré que te marches por ahí a pasear y hacer el indio, pero atente a las consecuencias...


Faustino movía el guiso que estaba preparando. Había cocinado un par de veces en su vida con un resultado desastroso. Temiendo que Sabrina hiciese realidad sus amenazas de meterlo en un asilo, se puso a cocinar. Pidió ayuda a Walter, que lo supervisaba mientras ponía la mesa. Walter era un gran cocinero, a pesar de su corta edad. Sabrina cocinaba muy mal, por lo que muchas veces se había visto obligado a cocinar. Cuando Sabrina, John y los perros entraron en casa, pillaron a los niños poniendo la mesa. Anita ponía los platos y Walter llevaba el pan.

Walter: ¡Ya estáis aquí!
Anita: Sabrina, estaba preocupada...
Sabrina: Estoy bien, no pasa nada...

Sabrina intentaba disimular las lágrimas. No había parado de llorar durante todo el trayecto en coche hasta casa. John estaba realmente enfadado.

Fuastino: ¡La cena está casi lista! Ehhh, ¿cómo se llama esto?
Walter: Tagliatelles con verduras.
Faustino: ¡Tauralletes con verduras!


John: Estoy muy cansado, Sabrina. No hago más que tirar de ti y tú no haces más que tirarme piedras.
Sabrina: Lo siento, John. Estaba cansada de estar en casa y...
John: No es solamente esto, es todo. Necesito que recapacites de una vez por todas. Ya no somos unos niños. Tenemos responsabilidades.
Sabrina: Yo...
John: No sé cuanto tiempo podré aguantar esta situación...
Sabrina: John...


Anita escuchó toda la conversación. Vio a Sabrina llorar mientras John se alejaba enfadado. Se sintió muy identificada con su madre. Ella era igual de incorregible y sus padres adoptivos la habían regañado miles de veces.


Sabrina salió corriendo hacia su cuarto. Necesitaba llorar. Walter no se había percatado de la discusión. Llevaba la barra del pan a la mesa y daba órdenes a su abuelo para que no se le quemase la comida.

Walter: ¡Mami! Estamos preparando una comida deliciosa. 


Faustino: ¿Problemas con tu maridito?
Sabrina: Nada que te importe.
Faustino: Hagamos las paces. Os estoy preparando una cena de categoría. Este hijo tuyo es todo un artista. Lo podrías apuntar al Chef click junior.
Rex: ¡Guau!
Faustino: Mira, hasta el perro quiere probarlo.
Sabrina: ¡No tengo hambre!


Se metió en su habitación y se tiró a la cama. Lloró arrepentida y enfadada. John nunca le había hablado así y temía perderlo para siempre.

Sabrina: ¡¡Soy un puñetero desastre!!


Anita entró en el cuarto y la vio llorando en la cama. Por primera vez desde que la conoció, deseó abrazarla.

Anita: Sabrina, ¿estás bien?
Sabrina: No es nada ,cariño. Se me pasará...

Hablaba, pero sin dejar de llorar. No despegaba la cabeza de la cama. No quería que Anita la viese así, pero era incapaz de tranquilizarse. 

Anita: No estés triste.


Sabrina: No pasa nada...
Anita: He escuchado la discusión. Yo también me he preocupado por ti. Me daba miedo que te pasase algo por el clickvirus.
Sabrina: He sido una irresponsable, perdóname. 
Anita: Bah, yo también he metido la pata muchas veces. Mi madre...me regaña cada dos por tres. Somos iguales en eso. Nos gusta meter la pata.
Sabrina: ¿De verdad? Anita, no seas como yo. No soy un buen ejemplo...
Anita: Eres más divertida que mi otra mamá.
Sabrina: Pero soy una madre horrible...
Anita: Eso no es verdad, mamá.


Cuando Anita la llamó mamá, Sabrina arrancó a llorar otra vez. Era la primera vez que lo hacía. Anita se sentó en la cama y Sabrina lloró en su regazo.

Anita: Siento haber sido tan mala contigo...pero estaba enfadada. 
Sabrina: Mi niña, no hay nada que perdonar. Yo en tu lugar, también estaría enfadada conmigo.


John y Walter llegaron a la habitación.

Walter: ¡Mami! ¿Te pasa algo?
Anita: Está un poco triste.
Walter: Mami...
Sabrina: Ya se me pasa...

Seguía llorando sin parar. Anita acariciaba el pelo a su madre y miraba a John con los ojos llorosos.

Anita: John, ¿la perdonas?
John: ...
Anita: ¡Venga, porfa! Seguro que tú también te equivocas muchas veces. No me gusta ver a Sabrina así...

John era incapaz de estar enfadado por mucho tiempo y verla así, le rompía el corazón.


Se tumbó junto a ella y Walter también. Estaban los cuatro sobre la cama, abrazados. Sabrina se tranquilizó y miró a John con los ojos llorosos.

John: Has sido una clack muy mala.
Sabrina: Lo sé. Lo siento, no te casaste con Sus o la Princesa Alexia.Soy así, meto la pata...
John: Lo sé, y te quiero como eres, pero...
Sabrina: Ya...a veces me paso. Intentaré ser más...racional.
John: Con eso me vale. Ahora deja de llorar. 
Sabrina: Pide perdón a Rose de mi parte y dile que siento mucho lo de su abuela.
John: Lo haré.
Walter: ¡Bieeen! ¡Ya está arreglado!


La puerta de la habitación se abrió y entraron Rex y Walter corriendo. Se subieron a la cama con ellos y empezaron a jugar. Faustino miró la escena sorprendido.

Faustino: ¿Me he perdido algo?
Anita: Te has perdido lo mejor.
Faustino: La cena ya está lista.
Sabrina: Papá, siento haberte dicho lo del asilo...
Faustino: No te preocupes, reconozco que soy un viejo insoportable. Aunque cuando me lo propongo, puedo ser adorable. La cena está lista, ¡espabilad que se enfría! 


Continuará...

domingo, 19 de abril de 2020

Estado de alarma - Capítulo 05: Sabrina 1ª Parte

Estado de alarma

Capítulo 05

Sabrina 1ª Parte

Tumbada sobre su cama, Sabrina miraba el cielo por la ventana del techo. Aburrimiento, esa era la palabra que definía su vida. Sin salir durante tanto tiempo, se sentía encerrada, como cuando estuvo en la cárcel (aunque sin matonas que le cortaban el pelo). Estaba confinada junto a su marido John, sus dos hijos, los perros y su padre. El sexo con John era nulo. Es policía, por lo que trabajaba mucho y cuando tenía fiesta, los niños estaban siempre por medio. 


Odiaba a su padre. Deseaba meterle en un asilo, pero todavía era joven para eso. Nunca fue un buen padre para ella. Su hija, Anita, no consideraba a Sabrina su madre. Por una serie de circunstancias, estuvo al cuidado de otra familia durante muchos años. Cuando pudo recuperar la custodia de su hija, ella ya estaba muy vinculada a esa familia. Todo el tiempo quería volver con sus padres adoptivos y rechazaba el cariño que Sabrina le brindaba. Habían decidido que los fines de semana los podía pasar con sus padres adoptivos, pero para ella eso no era suficiente. Por último, estaba su hijo Walter. Es un niño adoptado, pues su madre se lo dio a Sabrina cuando dio a luz. Este si que era cariñoso con ellos y era completamente feliz. 


Se sentó en la cama, sin saber muy bien a dónde quería ir. Su casa estaba situada en un barrio muy cercano al bosque, por lo que no tenía vecinos. Podía pasear entre los árboles en plena naturaleza alrededor de la casa, pero eso a ella le aburría mucho. Deseaba ir de compras, ver chicos y comer en restaurantes. 


Se fue a la cocina. Recordó que John había comprado tarta de chocolate la última vez que fue de compras. Él era el encargado de dicha tarea. Aprovechaba que volvía del trabajo y hacía la compra. "Así no te tienes que exponer al virus", le había dicho.


Abrió la nevera y no encontró ni rastro de la tarta.

Sabrina: ¡Otra vez el glotón de mi padre! ¡Se lo come todo!


Fue directa al comedor. Su padre solía pasarse las horas viendo CanalFútbol24h. Veía sin cesar partidos repetidos y programas eternos de tertulias sobre el fútbol.

Sabrina: ¡Papá! ¿Te has comido la tarta de chocolate?


"Vamos a ver, si el penalti fue pitado fuera de tiempo, no me fastidies.
¡¡Estás delirando, chaval!! Lo que pasa es que el árbitro está comprado.
Siempre pita fuera de juego cuando los Pinypon están acorralados. "

Sabrina: ¡Papá!
Faustino: ¡No te pongas delante de la tele!
Sabrina: ¿Te has comido la tarta de chocolate?
Faustino: Sí.
Sabrina: ¡Era para mi! John me la compró a mi.
Faustino: No sé, estaba ahí y no he visto que tuviese tu nombre. Quita, que no me dejas ver.
Sabrina: Ayyy, te pienso meter en un asilo en cuanto pueda.
Faustino: ¿Quieres quitarte de la tele?
Sabrina: ¡Grrrrr!


Sabrina: Al menos podrías aportar algo. No sé, hacer de comer o...
Faustino: ¡¡Eso es mentira!!
Sabrina: Eh...
Faustino: ¡¡El gol de Clickstiano Ronaldo fue un golazo!!
Sabrina: Por todos los clicks, te va a dar algo por una tontería.


Fue hasta la sala de cristal. Allí tenían una bicicleta estática, un sillón tumbona y algunas plantas. Entraba el sol y era un lugar ideal para descansar o hacer ejercicio. Allí estaba John, usando la bici y sudando a mares. Rex estaba tumbado en el suelo, junto a él. Era su fiel compañero. Policía, al igual que John. 

Sabrina: Hola, amor.
John: Ey, cielo. ¿Quieres subir en la bici?
Sabrina: Sí, ahora mismo...


Se tumbó en el sillón y lo miró.

Sabrina: Estás muy sexy todo sudado.
John: No me provoques, que soy capaz de saltar sobre ti y...
Sabrina: Menos lobos..
John: ¿Menos lobos?
Sabrina: Sí, me están saliendo telarañas. 


Se acercó a ella y la besó.

John: Lo siento. Sé que te tengo descuidada, pero ya sabes, el clickvirus y el trabajo absorben todas mis energías. Luego los niños, que incluso duermen con nosotros...
Sabrina: Pues una tiene sus necesidades. John, te deseo y quiero disfrutar de ti...así no puedo seguir.
John: No sabía que estabas tan desesperada...pues lo solucionaré, no te quepa la menor duda.
Sabrina: Hazlo, pero no tardes mucho. El clickvirus de las narices no me a privar de lo que más me gusta. 


Anita: ¿Lo has visto?
Walter: ¡Síi! Era un pájaro carpintero. 
Anita: ¡Adoro los pájaros!

Rex podía ver a los niños a través de la cristalera. 

Rex: ¡Guau!
John: ¿Quieres salir, amigo?


John abrió la puerta y Rex salió disparado. Saludó a los niños, que lo acariciaban con entusiasmo. 

Anita: Hola, bonito.
Walter: Es el mejor perro del mundo. 
Sabrina: Oye, ¿y Elvis?
Walter: Ay, también es el mejor perro del mundo.
Anita: Elvis es muy caprichoso y ladra mucho.
Wañter: Papá, ven conmigo. He visto huellas de trolls. 
John: ¡Trolls! Vamos a ver.


Sabrina: ¿Te lo estás pasando bien?
Anita: Pché.
Sabrina: ¿Quieres merendar?
Anita: Ya he merendado.
Sabrina: ¿Te apetece jugar a alguna cosa conmigo? Venga, que las mamás también podemos ser divertidas.
Anita: Tú no eres mi mamá.
Sabrina: No te enfades, Anita. Al menos podríamos ser amigas...
Anita: ¡Quiero volver con mis padres!


Anita salió corriendo. Sabrina lo había intentado todo y siempre sin resultado. Cuando creía que se estaba acercando a ella, se volvía a alejar. Se preguntaba si hacerse con la custodia había sido una buena idea.

Sabrina: ¡Anita!


Faustino: ¡¡¡Pero tira a portería!!! ¡¡Ese tío no vale para nada!!
Sabrina: Papá, no grites...
Faustino: ¡¡Chuta la pelota de una vez!!
Sabrina: ¡¡Deja de gritaaaaar!!


Fue hasta la cocina y se asomó por una de las ventanas. Vio a Anita fuera, dándole patadas a piñas secas. Veía reflejada en ella su misma rebeldía. Le daba rabia que la vida las hubiese separado durante tanto tiempo y dudaba que algún día Anita la quisiera.

Sabrina: Quizás nunca me quiera...


Pasaron un par de horas y John, se estaba preparando para ir al trabajo. Sabrina veía como se vestía sentada en al cama junto a Walter.

Sabrina: Podría ir yo a comprar.
John: No te expongas, cariño. No me cuesta nada ir a comprar cuando termine mi jornada laboral. 
Sabrina: Pero yo quiero salir, estoy cansada de estar aquí metida...
Walter: Yo quiero volver al cole...echo de menos a mi profe y mis amigos.
Sabrina: La verdad es que es una profe muy enrollada.
John: ¿Habláis de Olga?
Walter: Sí. También echo en falta a Dante, Pradito, Suselle, Karim...
Sabrina: No necesitas relacionarte con esos, cariño. Son mala influencia para ti.
John: Deja que el niño haga los amigos que quiera. Esos niños no tienen nada de malo...
Sabrina: No conoces a sus padres. La madre de Pradito es Duclack, una pirata que vive en una mansión de lujo (a saber cómo ha conseguido tanto dinero para construir esa casa) que se ha liado con su mayordomo y ahora está preñada.
Walter: A mi me cae bien...
Sabrina: ¿Y Sus y Diamante? Menudos son. Diamante me acosó durante años. Quería que me casase con él. Sus es una petarda de cuidado. Va de mosquita muerta, pero se las trae. Es más mala que la peste.


John se vistió con el uniforme oficial de policía.

John: No digas esas cosas delante del niño...
Walter: Tranquilo, papá. Estoy acostumbrado.
Sabrina: Es la realidad. Cuando antes sepa lo que hay, mejor. ¿De verdad que no puedo ir yo a comprar?
John: Cariño, por tu salud y la de los niños y tu padre, deja que me ocupe yo.
Sabrina: Está bien...


John se marchó con Rex al trabajo. Se quedó sola en la habitación, agobiada y a punto de explotar. Necesitaba salir, aunque solamente fuese un rato.

Sabrina: Al cuerno, yo me piro a dar una vuelta por ahí. Me apetece una rosquilla de fresa.


Se calzó, agarró el bolso y le puso la correa a Elvis. Bajó al comedor y encontró a los niños viendo una película con Faustino.

Sabrina: ¿Qué estáis viendo?
Anita: Pues una peli, ¿es que no lo ves?
Walter: Dinosaurios transformers 4: La venganza de los camiones voladores.
Faustino: Para que luego digas que no hago cosas por vosotros. He dejado de ver deporte por los niños.
Sabrina: Sí, haces grandes esfuerzos. Bueno, que me voy.
Anita: ¿A dónde? No puedes salir.
Sabrina: Voy a sacar a Elvis.
Faustino: Elvis puede salir alrededor de la casa, no es necesario sacarlo.


Sabrina: Habló el veterinario. 
Walter: Mamá...
Sabrina: Tengo que comprar algunas cosas.
Faustino: Tu marido se encarga de eso.
Sabrina: Cuida a los niños mientras estoy fuera.
Anita: No tienes que salir...
Sabrina: No tardaré. No hace falta que le contéis a papá que voy a salir. Si me guardáis el secreto, os traeré un regalo.
Anita: Pero es...
Sabrina: ¡Hasta luego!


Faustino: ¡Quiero cerveza o me chivaré!
Sabrina: ¡Sí, te traeré un barril!
Faustino: ¡Me chivaré a tu marido!
Sabrina: ¡Si lo haces te meteré en una residencia de monjas despiadadas! 
Faustino: Bruja...
Walter: ¡Abuelo!
Anita: No le digas eso...
Fasutino: Es broma, niños. Vuestra madre es una grandísima santa.


Se puso una mascarilla y abrió la puerta de la calle. El aire era puro. Un intenso olor a humedad invadía el ambiente.

Sabrina: Estoy hasta el moño de este olor. Vamos, Elvis.
Elvis: ¡Guau guau!
Sabrina: Vamos a dar un paseo por la ciudad. Vamos a ver perritas guapas y chicos guapos.
Elvis: ¡Guau guau!


Sabrina: Volveremos antes de que regrese John del trabajo. 


Anduvo un buen rato para llegar a la ciudad. Elvis tiraba de ella excitado, olfateando todo lo que podía. A Sabrina le decepcionó ver tan poca gente en la calle y todas las tiendas cerradas. 

Sabrina: Jolines, no puedo comprar nada. Es que ni la tienda del Chino Juan está abierta...


Veía a la gente asomada a las ventanas, haciendo vida en casa. En una de ellas, estaban Kimberly y su madre, Beatriz. Kim deseaba encontrarse con su novio, Renzo. Llevaban demasiado tiempo sin verse ni darse un beso. Se aburría muchísimo en casa y ansiaba salir de compras.


Beatriz intentaba suplir la ausencia de amistades de su hija. Quería hacer cosas con ella, pero pocas veces lo conseguía. Kim se encerraba en su cuarto y salía lo justo para quejarse, ducharse y comer algo. Ese día, consiguió que se quedase con ella para cocinar juntas.

Beatriz: Prepararemos un bizcocho.
Kim: ¿Integral?
Beatriz: Pues no...
Kim: No quiero engordar. Mamá, ¿cuando podremos salir a la calle?
Beatriz: Confío que dentro de poco, hija mía.


Kim: Echo de menos a mi novio y mis amigos. Quiero ir de tiendas, pasear e ir al instituto.
Beatriz: Eso llegará, no te preocupes. Debemos ser pacientes.
Kim: ¿Sabes algo de papá?
Kim: Las ratas suelen sobrevivir sin problema. Sé que está confinado con su nueva novia, que es veinte años más joven que él, claro. Me han dicho que es estudiante de...

Kim dejó de escuchar a su madre y pensó en Renzo.

Kim: Renzo...te echo de menos...


Sabrina pasó frente a las ventanas de la casa de Kim y su madre. Kim vio a Sabrina y deseó tener un perro para tener una excusa para salir a la calle. 

Sabrina: Iremos al mercaclick a comprar una rosquilla de fresa. Seeeh, una de esas tan ricas. Anda que no sienta bien el paseo. ¿Verdad, Elvis?
Elvis: ¡Guau!
Sabrina: Así me libro un ratito del plasta de mi padre.


Al cruzar la esquina, se encontró con uno de los limpiador del virus. Desinfectaba el mobiliario público y las aceras con una mochila pulverizadora. Llevaba un traje protector de plástico que le protegía del virus. Sabrina se lo encontró de golpe y se llevó un susto de muerte. Gritó aterrorizada y Elvis reaccionó gruñendo al hombre.


Sabrina le golpeó con el bolso y este cayó al suelo. Elvis trepó sobre su traje y empezó a gruñirle.

Limpiador: ¡Socorro! 
Sabrina: ¡Un psicópata! ¡Ataca, Elvis! ¡Ataca!


Kim y Beatriz observaban lo que estaba ocurriendo desde la ventana. El hombre intentaba defenderse, pero el traje limitaba su movimiento.

Limpiador: ¡Está loca!
Sabrina: ¡Mi marido es policía! ¡Te has metido con la clack equivocada! 

Rose es una clack policía. Intima amiga de John y a la que Sabrina odiaba. Estaba patrullando la zona en moto y vio la escena desde lejos.


Rose: ¿Esa no es Sabrina? ¡Está atacando al limpiador!


Bajó de la moto y detuvo la pelea. 

Sabrina: ¡Rose!
Rose: ¿Qué demonios está pasando aquí?
Limpiador: ¡Está mujer me está dando una paliza! 
Sabrina: ¡Estaba atacándome!
Limpaidor: Eso es mentira, solamente estaba haciendo mi trabajo.
Sabrina: Lo he visto así vestido y de repente, pues...
Rose: Este hombre se está jugando la vida por nosotros. Lo último que se merece es una paliza por tu parte.
Sabrina: Lo siento, me he asustado. Podrían ir vestidos de otra forma.
Limpiador: Ya me gustaría. ¿Puedo seguir con mi trabajo?
Rose: Por favor, prosiga. Siento lo ocurrido.


Sabrina: No me digas que ese traje no da miedo...
Rose: ¿Qué haces aquí?
Sabrina: Paseando a Elvis.
Rose: ¿No tiene suficiente con la enorme zona boscosa que rodea tu casa?
Sabrina: Pues no. Además, tengo que ir a comprar una rosq...medicación para mi pobre padre. Está enfermo.
Rose: ¿No tendrá síntomas del clickvirus?
Sabrina: Oh, no no. Son medicinas para otras dolencias.
Rose: ¿Traes la receta?
Sabrina: No...


Rose: Pues las compras y te vuelves a casa. A Elvis lo puedes pasear por el bosque, que es más seguro para ti.
Sabrina: A la orden, capitana.

Rose también llevaba mascarilla, por lo que no pudo ver la mueca de disgusto en su cara.

Rose: Menos guasa, Sabrina. Esto es muy serio.
Sabrina: Lo siento.Compro la medicina para mi padre y vuelvo para casa.
Rose: La próxima vez que tengas que salir a por medicinas, te traes algún justificante o al menos la receta.


Rose montó en la moto y de despidió de Sabrina.

Rose: Vuelve a casa cuanto antes, Sabrina.
Sabrina: Lo haré. (Maldita sea, esta seguro que se lo cuenta a John...).


Fue hasta el supermercado dónde vendían las rosquillas que le gustaban. Había una larga cola para entrar. Todos separados a un metro de distancia.

Sabrina: ¡Maldita sea! ¿Ahora cómo hago para comprar mi rosquilla?


Continuará...