Rafa estaba tomándose un refresco en la cubierta del Panama. Un hombre estaba tumbado al sol muy cerca de él pero parecía estar en otra galaxia. Rafa estaba triste y malhumorado. Le gustaba Amy, y mucho. Pocas veces una clack le había causado tanto impacto. Que estuviese con otro y encima que fuese tan infeliz le entristecía. Eran muchas clacks que se le acercaban, pero todas lo hacían por dinero y fama. Lo tenían idealizado, influenciadas por su éxito en el tenis.
Se asombró al ver a Amy caminar a su lado. Lo miraba de reojo y algo tímida.
Amy: Hola...
Rafa: Amy, ¿estás bien?
Amy: Sí, estoy bien. Bueno...
No pudo evitar que se le escapasen unas lágrimas...
Rafa: No estás bien...
Amy: Mi vida es complicada.
Rafa se levantó y la agarró de la mano.
Rafa: Ese hombre no te trata bien, ¿verdad?
Amy: Rafa, agradezco tu preocupación pero será mejor que te alejes de mi.
Rafa: No pienso permitir que te maltrate de esta forma.
Amy: Las cosas no son tan fáciles como piensas. Es mejor que te alejes, Jean es peligroso. Hazme caso, yo solamente te voy a dar problemas.
Rafa: Soy un click cabezota, lo siento.
Amy: Es peligroso, lo mejor es que...
Rafa: Olvídalo, quiero ayudarte.
Amy: Jean es hijo de Al Clackone.
Rafa: ¿El mafioso?
Amy: Sí, el mismo. Yo soy un regalo de su padre. No es precisamente un hombre capaz de conquistar una clack, así que decidió comprarle una mujer.
Rafa: No puedo creerlo...¿Comprar una mujer?
Amy: Hace años me engañaron, prometiéndome un futuro maravilloso. Viajé al extranjero con un hombre que decía ser empresario y todo resultó ser un engaño. Junto a unas cuantas chicas, pasé a ser propiedad de Al Clackone.
Rafa: Esto hay que denunciarlo.
Amy: No es tan fácil, la policía está compinchada. Son peligrosos, muy peligrosos. No hay nada que puedas hacer por mi...
Rafa la abrazó y ella se dejó llevar.
Rafa: Te he dicho que soy muy cabezota y te pienso ayudar.
Amy: Rafa...¿Eres consciente de lo peligroso que puede ser todo esto? Tu vida corre peligro...
Rafa: Correré el riesgo.
Amy lo miró fijamente. Los dos ardían en deseo. No necesitaron más palabras. Se dieron la mano y corrieron al camarote de Rafa.
Mientras, Blas y Jano bebían alcohol en el camarote. Blas no podía dejar de pensar en Caitlyn. Ya no la quería conquistar solamente por la apuesta, también le había cautivado.
Jano: Es muy guapa, la cantante.
Blas: Está muy buena, colega. No puedo dejar de pensar en ella. ¡Menudas curvas tiene!
Jano: Anda que Felipe, con la famobil...
Blas: Es un rato fea. Me fastidia que consiga ganar la apuesta.
Jano: Sí, fastidia que gane la apuesta...
Felipe: ¿Os fastidia que gane?
Blas: ¡Colega!
Felipe había escuchado la conversación de sus amigos y los había sorprendido.
Felipe: Pues puede que al final ganes tú.
Blas: ¿Te ha rechazado?
Jano: ¿Te ha rechazado?
Felipe se sentó junto a ellos y abrió una botella de cerveza.
Felipe: No es eso. Es que me ha gritado. Le quería hacer una foto y se ha puesto loca.
Jano: Menuda loca.
Blas: Todas las famobil están locas, eso deberías saberlo. ¿Y te has largado?
Felipe: Sí, no soporto que me griten.
Jano: Pero perderás la apuesta...
Felipe: Creo que me da igual.
Blas: ¿Te da igual perder 600 cleuros?
Felipe: Demetria no se lo merece. Además, no me gusta que me griten.
Blas: Ohhhh, Demetria no se lo merece. Vamos, te estás quedando conmigo.
Jano: Te estás quedando conmigo.
Felipe: Os lo digo en serio. Es una chica especial.
Blas: A mi no me la pegas. Sabes que no tienes nada que hacer contra mi y te retiras con el rabo entre las piernas.
Felipe: Eso es mentira.
Jano: Blas te ha ganado.
Felipe: No le quiero hacer daño...
Blas: ¿Te retiras?
Felipe: No... sigo adelante.
Felipe salió al pasillo. Por una parte no quería jugar con los sentimientos de Demetria y estaba resentido por hablerle gritado, pero por otra deseaba volver a verla y ganar la apuesta.
Blas: Así me gusta, que no te rindas. No quiero que me lo pongas tan fácil.
Felipe: Pienso ganar esta apuesta.
Blas: Eso ya lo veremos.
Felipe se fue mientras sus amigos lo miraban alejarse.
Blas: Lo veo raro. ¿Crees que le gusta de verdad?
Jano: Nunca lo había visto así.
Blas: Se nos está convirtiendo en un sentimental. Aunque ganaré yo, de eso no te quepa la menor duda.
Justo en ese momento, pasaba Caitlyn por el pasillo.
Jano: ¿Esa es la cantante?
Blas: Sí...
Jano: Está de pan y moja.
Blas: Lo sé...
Jano: ¡Mira que culo tiene!
Blas: ¡Me vuelve loco!
Blas: ¡Caitlyn!
La cantante se dio la vuelta al escuchar su nombre.
Caitlyn: ¿Me llamabas?
Blas: Sí. Estás radiante, ¿lo sabías?
Caitlyn: Siempre estoy radiante, amor. Hasta luego.
Blas: Un momento, por favor.
Caitlyn: ¿Qué ocurre?
Blas: ¿Te gustaría cenar conmigo?
Caitlyn: ¿Contigo?
Blas: Vamos, dame una oportunidad. Soy un buen tío, que te lo diga mi colega.
Jano: Es buen tío.
Caitlyn: No creo que sea buena idea...
Blas: Yo pienso que es una gran idea. Vamos, deja que te demuestre que soy buen tío. No te arrepentirás.
Caitlyn: Está bien. Cuando termine mi actuación esta noche, búscame.
Caitlyn le guiñó un ojo y se fue. Blas saltaba de alegría y Jano le imitaba. Los escuchó gritar y no pudo evitar sonreír tímidamente. "Esto es un error, Caitlyn, lo sabes...aunque es mono y no creo que te haga daño que te mimen un poco" se dijo un poco preocupada.
Artemisa volvía del solarium. Había dejado a Agnes hablando con las Playgirls. Hablaban a todas horas sobre Galicia y la música. Entre ellas se había creado un vínculo muy especial. Artemisa intentaba participar, pero siempre terminaba sentada a un lado escuchando las conversaciones y asintiendo en alguna ocasión cuando la miraban. Se cansó y se fue al solarium. Se había tomado un refresco para hacer tiempo. Deseaba con todas sus fuerzas que las chicas se hubiesen marchado. Estaba empezando a odiarlas. Era su viaje con Agnes, y lo estaban arruinando. Además, no podía evitar que los celos la invadiesen por completo.
Llegó a la puerta de su camarote y escuchó música. Deseó con todas sus fuerzas encontrar a Agnes cantando sola, esperando a que volviese tumbada en la cama y leyendo uno de sus libros.
Al abrir, vio a Agnes y las Playgirls cantando sobre la cama. Estaban sentadas en círculo y dando palmas. Agnes cantaba feliz, riendo sin parar.
Ai maruxina, eu ben cho dicía,
que o andar de noite é unha tolería,
é unha tolería, é unha tolería,
ai maruxina, eu ben cho dicía,
Eu querer quéroche ben,...
No le daba la gana entrar en el camarote y aguantarlas otra vez. Además, ella no sabía cantar en gallego. Pasaba de quedarse mirando como una tonta.
"Agnes parece más feliz que nunca. No me necesita. Pues que se quede con esas", pensaba mientras se alejaba enfadada. No sabía muy bien a dónde se dirigía, pero necesitaba alejarse de ellas lo máximo posible.
Renzo y Willy estaban frente al Capitán. Lucía los había llevado hasta él. Elliot los miraba preocupado, no quería que los castigase por su culpa. Renzo miraba al suelo, muy intimidado. Willy intentaba aguantarse las ganas de llorar. El Capitán los miraba en silencio y con cara de pocos amigos.
Capitán Miller: Así que estos son los dos polizones que se han colado en mi barco.
Lucía: Así es, Capitán. Se llaman Renzo y Willy. Son menores de edad, por lo que sus padres los estaban buscando. La llamada de una conocida de uno de los polizones nos puso en alerta. Las cámaras de seguridad han sido fundamentales para encontrarlos.
Elliot: Papá, yo...
Capitán Miller: ¡Silencio! Ni una sola palabra, hombrecito.
Lucía: Elliot los quiso ayudar, pues estos chicos buscan a una pasajera de nuestro barco. Los encerró en un camarote y se olvidó de ellos. Cuando se acordó de ellos, ya era demasiado tarde.
Capitán Miller: Comprendo.
Lucía: Las familias están ya debidamente informadas. Los recogerán en el puerto de Click Marino. Por el momento, son nuestra responsabilidad.
Capitán Miller: No tengo otra cosa mejor que hacer que hacerme cargo de dos mocosos más.
Renzo: Señor, sentimos haberle causado tantas molestias.
Willy: No pretendíamos viajar en su barco. Solamente queríamos despedirnos de una amiga...
Capitán Miller: ¿Una amiga?
Renzo: No, es mi novia. La amo y no quería que se fuese sin despedirnos.
Capitán Miller: Ya veo. Lo que habéis hecho no es cualquier tontería. Habéis puesto en peligro vuestras vidas. Si no tenemos conocimiento de vuestra presencia y os ocurre algo, no os podríamos haber ayudado. Subirse a un barco es una infracción muy grave, chicos. Vuestras familias han sufrido por vuestra culpa, pensando que algo os podría haber ocurrido.
Renzo: Lo sabemos, señor...
Willy: Estamos muy arrepentidos.
Elliot: Papá, he sido yo el que los dejó encerrados. No les castigues, por favor...Castígame a mi.
Capitán Miller: Hijo, me has decepcionado mucho. Sabes que no has obrado bien, tendrías que haberme informado. ¿De esta forma quieres convertirte en Capitán? ¿Incumpliendo las normas y poniendo en peligro las vidas de estos chicos?
Elliot: Yo...
Elliot se puso a llorar. Le dolía ver a su hijo llorar, pero era necesario hacerle entender que se había equivocado.
Capitán Miller: Bueno, no puedo dedicaros todo el día. Tengo muchas cosas que hacer. Ahora sois dos tripulantes más de este barco. Bienvenidos al Panama.
Renzo y Willy miraron al Capitán esperanzados. Quizás no sufriesen demasiadas consecuencias por su travesura.
Renzo: Gracias.
Willy: Gracias, Capitán.
Capitán Miller: Tienen suerte de que sea un romántico empedernido. Han hecho todo esto por amor, aunque no esté bien. No acepto polizones en mi barco. Panama es un gran barco y quién decide subir a bordo, debe pagar lo que vale o trabajar para poder viajar con nosotros. Si quieren viajar con nosotros, tendrán que trabajar. ¿Quién es Renzo?
Renzo: Yo, señor.
Capitán Miller: Trabajará en las cocinas. Necesitan un limpiaplatos y tienen mucha faena.
Renzo: ¿Limpiaplatos? ¿No hay otra cosa que pueda hacer?
Capitán Miller: ¿Limpiar retretes le parece mejor?
Renzo: Prefiero limpiar platos...
Capitán Miller: Leire, acompañe al chico a las cocinas. Enséñale el trabajo que tendrá que realizar.
Leire: Sí, mi Capitán.
Leire: Hola, Renzo. Ven conmigo, te llevaré hacia las cocinas.
Renzo: ¿Y Willy?
Leire: Willy se tiene que quedar aquí.
Renzo: Willy...
Willy: ¡Renzo! ¡Quiero ir con él!
Capitán Miller: Tienes otro destino, lo siento.
Separarse de Willy le asustó más de lo que pensaba. Junto a su amigo se sentía capaz de superar cualquier obstáculo. Sin él, le faltaban fuerzas para afrontar esa situación.
Capitán Miller: ¿Dónde colocamos a Willy?
Lucía: De refuerzo en el bar. Vera y Dora tienen mucho trabajo y no les vendrá mal una ayuda.
Capitán Miller: Estupendo. Lo dejo todo en sus manos. Buen trabajo, oficial.
Lucía: Gracias, mi Capitán.
Lucía fue hasta la barra del bar y los presentó.
Lucía: Vera, este es el chico que te comentaba.
Vera: ¡Pero si es muy jovencito!
Lucía: Sí, es un niño.
Willy: No soy tan niño.
Lucía: Lo dejo a tu cargo. Que te ayude en todo lo necesario.
Vera: Entendido.
Lucía: Veo que tenéis mucho trabajo.
Vera: Ni te lo imaginas. Está todo el grupo de chinos aquí. Anda que no beben y comen, con lo delgaditos que están. Hola, me llamo Vera.
Willy: Yo me llamo Willy.
Vera: No te preocupes, guapo. Te trataré muy bien.
El hombre misterioso seguía dando vueltas por el bar. Se había pedido otro zumo de naranja con hielo servido en copa. No se había quitado las gafas en ningún momento. De vez en cuando se peinaba su pelo rubio con la mano, a pesar de su actitud extraña, parecía que le gustaba cuidar su aspecto. Caminaba de un lado para otro, mirando a cada uno de los pasajeros que estaban en el bar.
Continuará...