Marcos empujó la camilla hasta el ascensor y pulsó el botón de la primera planta. Diamante miró al exterior. Reconoció algunos edificios cercanos a su casa. En ellos había luces encendidas, gente viviendo sus vidas, ajenos a lo mal que lo estaban pasando muchos pacientes en los hospitales. Marcos se percató de la mirada triste de Diamante e intentó animarle.
Marcos: ¿Sabes cual es el colmo de un jardinero?
Diamante le miró extrañado.
Marcos: Que su novia se llame Rosa y lo deje plantado. ¡Jajajajaja!
Diamante: ...
Marcos: Sé que es malo, pero un poco de gracia tiene, ¿no?
Diamante: Sí...
Salieron del ascensor y Marcos empujó la camilla por los pasillos.
Marcos:¿Por qué el calendario está triste?
Diamante: No lo sé...
Marcos: Por que sus días están contados. ¡Jajajajaja!
Diamante: Ahaha...
Marcos: ¡Bien! Al menos te he sacado una sonrisa. Sé que soy malo contando chistes, pero ahí está la gracia.
Llegaron a la sala dónde le harían la resonancia magnética. Una mujer rubia los estaba esperando.
Diamante: ¿Dónde estoy?
Marcos: Aquí te haremos una resonancia magnética. Ella es Carla, nuestra técnica en resonancias. Es la encargada de ayudarte para que salga perfecta.
Diamante: ¿Me tengo que meter en esa máquina?
Carla: No se preocupe, es indoloro y le acompañaré en todo momento. Tiene que quitarse la ropa. Además de los pendientes y las pulseras.
Macos se fue y se quedó a solas con ella. Diamante se quitó la ropa a excepción de los calzoncillos y se sentó en la máquina.
Carla: Escuchará ruidos que quizás le incomoden, pero no se preocupe, estaré pendiente. Si se agobia, me avisa. Intenté relajarse todo lo que pueda.
Diamante: Vale...
Carla: Ahora túmbese. Desde la sala de control manejaré la máquina y estaré en constante comunicación con usted.
Diamante: Vale...
Carla: Muy bien. No se asuste cuando la máquina empiece a moverse. Es totalmente normal. Tendrá medio cuerpo en su interior. Avise si se agobia.
Diamante: ¿A dónde va?
Carla: Se lo he dicho, a la sala de control. Está aquí al lado.
Diamante: ¿Y me quedaré solo?
Carla: Sí, pero yo le estaré viendo todo el tiempo.
Carla se fue y Diamante empezó a agobiarse.
Diamante: Esta máquina parece la boca de un tiburón...no me gusta...
Las luces se apagaron y la maquina se movió. Diamante ya tenía medio cuerpo dentro.
Carla: ¿Todo bien?
Diamante: Sí...
Carla: Escuchará sonidos muy fuertes, no se asuste.
¡PRRRRTTT TACA TACA TACA TACA! ¡PRRRRTTTAA TACA TACA!
Diamante; ¡Ahhhhhhhhh! ¡Socorroooo!
Diamante salió de la máquina y se arrastró por el suelo aterrorizado.
Diamante: ¡Es un monstruo! ¡La boca de un tiburón blanco!
Carla entró en la sala a toda prisa. Diamante se lanzó sobre ella temiendo que la máquina lo devorase.
Diamante: ¡Yo no me meto ahí! ¡Esa máquina es un demonio! ¡Quiero que venga mi mujer!
Carla: Señor, relájese...de acuerdo, llamaré a su mujer.
En la sala de espera...
Sus: Estoy tan preocupada...
Duclack: Estará bien, ya lo verás. Sus, ¿no te resulta extraño que se pusiese tan malo justo después del mensaje del Capitán Miseria?
Sus: Sí, justo cuando le dijo que había encontrado un tesoro en esa isla...
Duclack: Puede que sea el disgusto por perder el tesoro. Ya sabes lo mucho que le gusta el oro.
Sus: ¿Crees que puede ser ansiedad?
Duclack: Es muy posible.
Laura: ¿Es usted la mujer de Diamante?
Sus: ¿Está bien? ¿Ocurre algo?
Laura: Está bien, no se preocupe. Tenemos algún problemilla con su marido. Nos está costando que se tranquilice para que le realicemos la resonancia magnética. Ha solicitado su presencia. Quizás usted lo pueda tranquilizar.
Sus: Oh, vaya. Pobrecito. Vamos, a ver si lo consigo.
Cuando Diamante vio a Sus, se lanzó a sus brazos.
Diamante: Sus, esa máquina es infernal. ¡No quiero meterme ahí!
Sus: Cariño, te entiendo. A mi tampoco me gusta. Aunque tengas miedo, debes hacerlo, por tu bienestar.
Diamante: No puedo...
Sus: Yo estaré en la sala de al lado. Venga, luego le podrás contar a los niños por todo lo que has pasado. Les contaré la gran valentía con la que has enfrentado este reto. No les extrañará, su padre es el pirata más valiente del universo.
Diamante: Ese soy yo. Carla, enciende este chisme que ya estoy preparado.
Carla: Ahora mismo.
Finalmente Diamante accedió y pudieron hacerle la resonancia.
Aunque Sus le hablaba desde la sala de al lado y eso le tranquilizaba, se aguantó las enormes ganas de salir corriendo.
¡PRRRRTTT TACA TACA TACA TACA! ¡PRRRRTTTAA TACA TACA!
Diamante: Aguanta, Diamante, aguanta...
Cuando la prueba terminó, Marcos regresó a por Diamante.
Diamante: ¡Hola, Marcos!
Marcos: Ey, amigo. ¿Todo bien?
Diamante: De fábula. Sus, Marcos cuenta chistes muy malos.
Marcos: Me ofendes, amigo. No son tan malos. ¿Qué le dice un techo a otro techo?
Sus: Ni idea.
Marcos: ¡Techo de menos! ¡Jajajaja!
Diamante: ¡Jajajaja!
Carla: Ahora Marcos le llevará a su habitación. Señora, tendrá que esperar en la sala de espera.
Sus: De acuerdo.
Diamante: Sus...
Sus: En cuanto me dejen, subo.
El camillero llevó a Diamante a su habitación. Le tocaba compartirla con otro enfermo.
Hermenegilda: Ya no sé lo que hacer con las sábanas. De pronto tengo calor como que tengo frío.
Diamante: Oh no, la señora Hermenegilda...
Marcos: Le traigo compañía, señora Hermenegilda.
Hermenegilda: ¡Aleluya! Me estaba aburriendo. ¡Hombre, el pirata calvo! ¡Mi antiguo vecino!
Diamante: Hola...Marcos, entre tú y yo, ¿no hay otra habitación libre?
Marcos: Lo siento, amigo. Esto no es un hotel dónde se pueda elegir.
Diamante: Aunque sea en un pasillo, pero no me dejes aquí...
Marcos ayudó a Diamante a acomodarse en la cama y se marchó a toda prisa.
Marcos: Lo siento, amigo. Pobre, la que le espera...
Diamante: ¡No puedes dejarme aquí!
Hermenegilda: Eso mismo dije yo. ¿Perla, no?
Diamante: Me llamo Diamante.
Hermenegilda: Lo que yo decía. Pues eso, que yo dije lo mismo. Es una vergüenza que la dejen a una en una habitación así, tan fría. Sábanas que rascan como si fuesen lijas y ruidos y pitidos por todas partes. En una feria está una más tranquila. Y esa enfermera, Laura. ¡Es un demonio de mujer! Su marido la dejó, le he escuchado hablar con otra enfermera, que es una pelandrusca de cuidado. No me extraña, se la ve de esas roba maridos. Creo que es una trepadora en el trabajo. Quiere ir de buena pero a mi no me engaña, menuda soy yo. Ten cuidado que tú estás de muy buen ver y te veo con poca sesera. ¿Qué te pasa?
Diamante: Nada.
Hermenegilda: Imagino que algo te pasará. No creo que estés aquí ingresado por gusto.
Diamante: Ah, no, es que me faltaba el aire y el corazón me latía muy rápido.
Hermenegilda: Eso es de tanto fumar y beber.
Diamante: ¡No fumo!
Hermenegilda: Tienes que dejarlo, eso es malo. Algunos fuman como chimeneas y luego se quejan de que están malos.
Hermenegilda: Te veo más calvo, Perla. ¿Estás muy estresado?
Diamante: No, estoy igual. Hace tiempo que no tengo ni un pelo en la cabeza.
Hermenegilda: El estrés hace que se te caiga todo. Mi último marido estaba más calvo que una bombilla. Le decía al pobre desgraciado que murió hace años, que el señor lo tenga en su gloria, que no tenía un pelo de tonto ni de listo.
Diamante: Usé una vez un crecepelos pero no funcionó como yo esperaba...
Hermenegilda: Claro, tienes ya un montón de niños y eso estresa. Tu mujer sin embargo conserva bien su melena, aunque veo que tiene más pandero. ¿No hace ejercicio?
Diamante: Mi mujer está perfecta.
Hermenegilda: ¡Lo sé! Es preciosa la muchacha, eso no te lo puedo negar. Mis nueras son todas feas. Mis hijos tienen mal gusto. Aunque ellos no son precisamente muy guapos. Me han salido feicos, pero son buena gente. Mi Ramón tiene unos ojos saltones y unos dientes que ya quisiera un caballo. Chepa y encima calvo. Menos mal que los Playmobil no tenemos nariz, si no....tendría una más larga que una barra de medio.
Diamante: ¿No viene nadie a atendernos? Me estoy agobiando mucho.
Hermenegilda: ¿Ves? Te veo estresado, Perla. Aprovecha que estás aquí conmigo y desahógate. Cuéntame tus cosas, que yo soy una tumba y sé guardar secretos.
Diamante: No, estoy bien...solamente necesito que...
Hermenegilda: Otra cosa no se, perdona que te interrumpa, pero sé escuchar. Mi amiga Gregoria lo sabe, que soy mejor que una psiquiatra de esas que te sacan los cuartos.
Laura: Buenas, ¿todo bien por aquí?
Diamante: ¿No hay posibilidad de llevarme a otra habitación? Lo digo por esta señora, que necesita tranquilidad...
Hermenegilda: Fíjate, qué majo es. A pesar de fumar y beber tanto, tiene buen fondo.
Diamante: ¡Yo no fumo!
Laura: Por favor, no eleven la voz. Esto es un hospital.
Laura tomó la tensión y la fiebre a Diamante.
Laura: Todo bien, Diamante.
Diamante: ¿Me puedo ir ya?
Laura: Eso lo tiene que decidir el doctor. Tendrás que esperar a los resultados de las pruebas.
Diamante: Maldición...
Laura: Hermenegilda, aquí tiene su medicación.
Hermenegilda: Eres una santa, Laura. Cómo nos cuidáis.
Laura: Es mi trabajo.
Hermenegilda: Pues lo haces muy bien. Además de guapa. Esta chica podría ser modelo. Te podrías haber apuntado a miss clack 2025.
Laura: Odio ese tipo de concursos.
Al rato, entraron Sus y Duclack en la habitación.
Diamante: ¡Sus, Duclack! Estáis aquí, por fin.
Sus: ¿Estás bien?
Diamante: Sí, creo que ya no me voy a morir.
Duclack: Es buena señal que te encuentres tan bien.
Sus: Estaba tan preocupada...
Diamante: Quiero salir de aquí...
Hermenegilda: Le he dicho a tu marido que te veo muy guapa y muy delgadita.
Sus: ¿Sí? Gracias. Siento verla aquí.
Duclack: ¿Qué le ha ocurrido?
Hermenegilda: Un resbalón en la cocina. Estaba cocinando unas cocretas y con el aceite resbalé. Me di un golpe en la cabeza y se puso todo negro. Pensé, ya está, hasta aquí hemos llegado. Me encontrarán muerta en la cocina con las cocretas quemadas, pero no, estoy sana sanísima. Ya le he dicho a Perla que deje de fumar y beber, que es malo.
Sus: ¿Perla?
Duclack: ¿Quién es Perla?
Diamante: No preguntes...
Duclack: Sus, si te parece, voy a traeros algunas cosas y de paso, hablo con los demás para contarles que todo está bien.
Sus: Mil gracias, Duclack. Tranquiliza a los niños, se quedaron muy preocupados.
Duclack: Descuida.
Sus se sentó en un sofá tras hablar un ratito con Diamante.
Diamante: ¿Crees que tardarán mucho en darme el alta?
Sus: No lo sé. Quizás tengamos que pasar aquí la noche...
Hermenegilda: Pues aquí no se duerme nada. La petarda de la enfermera viene cada dos por tres y así no hay quién pegue ojo.
Eustaquio: Hola, oh, no pretendía molestar.
Sus: No molesta.
Eustaquio: Vengo a ver a mi madre.
Sus: ¿Es el hijo de la señora Hermenegilda?
Eustaquio: Así es. Vaya, veo que ya se a acomodado en el sofá.
Sus: Sí...
Eustaquio: Pertenece al acompañante de esa cama, pero no pasa nada, soy un caballero.
Hermenegilda: ¡Has tardado mucho! ¿Dónde están mis nietos?
Eustaquio: Ya están con Charo.
Hermenegilda: ¡A ver si se ocupa un poco de ellos! Llevan todo el santo día conmigo. ¡Estoy mala!
Eustaquio: El trabajo, madre.
Hermenegilda: Eres un calzonazos. Esa mujer hace lo que quiere contigo.
Eustaquio: No empecemos, madre.
Hermenegilda: ¿Me has traído las revistas del corazón?
Eustaquio: Sí, y las gafas para leer.
Eustaquio: Me voy a sentar un ratito en la silla, madre.
Hermenegilda: Tienes poco aguante, hijo. Anda, ve que si no te desplomas.
Sus: Diamante, ¿quieres agua?
Diamante: No, estoy bien.
Doctor Moreno: ¿Cómo están estos pacientes?
Hermenegilda: ¡Ay, doctor! Estaba mal, pero ahora al verle, me encuentro mejor. ¿Será que su presencia me alivia? ¡Me lo voy a llevar a casa!
Doctor Moreno: Tengo los resultados de todas las pruebas. No tiene ningún tipo de lesión y ya pasado el periodo de observación, le voy a dar el alta.
Hermenegilda: ¿Ya? ¡No, hombre! Puedo quedarme un poquito más, mi hijo me ha traído revistas del corazón y le estoy haciendo compañía a mi amigo Perla y su mujer. No me importa pasar la noche aquí.
Doctor Moreno: Usted ya no necesita estar aquí. Puede volver a casa.
Hermenegilda: Pues vaya...
Hermenegilda se vistió y se despidió de Sus y Diamante.
Hermenegilda: Lo siento, pero tengo que irme ya.
Sus: Nos alegramos de que ya pueda volver a casa. Cuídese mucho.
Hermenegilda: Pienso que me dan el alta muy pronto. Este doctor no lo veo yo muy profesional.
Doctor Moreno: Su madre está perfectamente. Tiene los achaques de la edad, pero nada por lo que tenga que quedarse ingresada. Puede volver a casa.
Eustaquio: Gracias, doctor. Vamos, madre.
Hermenegilda: Pues bueno, me voy. Gracias, doctor. Es usted una eminencia.
Doctor Moreno: Cuídese.
Eustaquio: He llamado a Charo. Ahora traerá a los niños para que se queden contigo.
Hermenegilda: ¡Otra vez!
Eustaquio: El trabajo, madre.
Doctor Moreno: Diamante, estamos esperando los resultados de la resonancia. ¿Se sigue ahogando?
Diamante: Ya no. Creo que estoy curado.
Doctor Moreno: Creo que todo apunta a un trastorno de ansiedad.
Diamante: ¿Eso es mortal? ¿Es muy malo?
Doctor Moreno: No es mortal, aunque le puede provocar ese cuadro de ansiedad que ha sufrido cuando se ponga nervioso. A falta de los resultados de la resonancia, le recomendaría ejercicio regular, una dieta equilibrada, dormir bien y dejar la cafeína y el alcohol. Disfrute de momentos de calidad en los que pueda estar tranquilo, haciendo meditaciones, yoga o paseando por la naturaleza. Cambie aquellos hábitos que le generen estrés y no se tome las cosas tan a pecho. Quizás podría pensar en un psicólogo que le ayude a encontrar ese equilibrio que necesita.
Diamante: Vale...
Doctor Moreno: Le puedo recetar pastillas que le ayudarían a relajarse, pero soy partidario de intentar evitarlas si es posible.
Al día siguiente, Wen trajo a Dante y Suselle al hospital a ver a su padre. Estaban deseando abrazarle.
Suselle: ¡Papá!
Dante: ¡Hola, papá!
Diamante: ¡Mis niños!
Se lanzaron a la cama como si fuese una piscina.
Sus: ¡Tened cuidado! ¡Le vais a hacer daño!
Diamante: ¡Me moría de ganas de veros!
Dante: Te echamos de menos.
Suselle: La casa está muy triste sin ti...
Wen: ¿Estás bien?
Diamante: Sí, perfectamente. Creo que pensar en perder el tesoro por culpa del Capitán Miseria me alteró mucho.
Wen: Al final no lo encontró. Duque y los chicos fueron a comprobarlo y el tesoro seguía allí. Miseria no logró encontrarlo.
Diamante: ¡Bien!
Wen: Aunque un barco de la armada apareció y tuvieron que abandonar el tesoro...ahora lo tienen ellos.
Diamante: ¡Oh, no! ¡Maldición!
Sus: ¡Diamante!
Diamante: Sí, sí...me relajo. Da igual, era solamente un montón de oro...
Doctor Moreno: Buenos días. Ya traigo el resultado de la resonancia.
Diamante: ¡Por fin!
Doctor Moreno: Necesito quedarme a solas con usted y su mujer.
Wen: Nosotros vamos a la máquina de chucherías a ver lo que hay.
Suselle: ¡Quiero un huevo Kinder!
Dante: ¡Y yo!
Diamante: Dígame, doctor. Quiero saberlo sin rodeos, ¿estoy bien?
Doctor Moreno: Sí, está usted perfectamente.
Sus: ¡Qué bien!
Diamante: ¡Vivaaaaaaaaaaaaaaa! ¡Estoy sanoooo! ¡Fuerte como un toroooo!
Diamante se puso a saltar sobre la cama, gritando de alegría.
Diamante: ¡Vivaaaaa!
Doctor Moreno: ¡Cuidado, que se va a caer!
Diamante agarró al doctor en bazos y empezó a dar vueltas.
Diamante: ¡Estoy sano! ¡Vivaaaa!
Doctor Moreno: ¡Me estoy mareando! ¡Ahhhhh!
Sus: ¡Diamante!
Diamante: ¡Yupiiii!
Dejó al doctor otra vez en el suelo y abrazó a Sus.
Diamante: Soy muy feliz, Sus.
Sus: Y yo también. Te quiero, mi amor.
Diamante: Y yo a ti. Vamos, quiero ir a casa, ducharme e invitarte a cenar por ahí.
Sus: ¿Y los niños?
Diamante: ¡Que se vengan también! Quiero vivir la vida al máximo.
Sus: Oh, Diamante. Y yo también.
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