miércoles, 23 de octubre de 2019

Halloween 2019 - El soldado y la muerte - Capítulo 04: Un fantasma atormentado

El soldado y la muerte

Capítulo 04

Un fantasma atormentado


El soldado informó a su familia de lo ocurrido y se acostó. No tardó en sentirse mal y enfermar. Su mujer y su hija lloraban por el terrible desenlace. Agarró la copa y miró a través de ella. La muerte se había colocado en la cabecera de su cama.

"Despídete pronto de los tuyos, pues te quedan tres minutos escasos de vida",le informó la muerte.


"Muerte, ¿que es esto?"Le preguntó enseñándole el saco. "Un saco", respondió impasible. "Es verdad, pues entra dentro", le ordenó el soldado.


La muerte en un instante se encontró metida en el saco. La mujer y la hija del soldado observaban la escena sin perderse detalle. No podían ver a la muerte, pero imaginaban lo que estaba ocurriendo. Ató fuertemente el saco para que no pudiese escapar.


El soldado se recuperó de inmediato. Saltó de la alegría junto a su mujer y su hija. Había capturado a la muerte y su vida ya no corría peligro.


Debía esconder el saco en un lugar seguro, lejos de curiosos y ladrones.Decidió encerrar el saco en una de las mazmorras del palacio, un lugar oscuro al que nadie tenía acceso.


Pasaron los años y nadie moría. Nacían y nacían, pero ninguno se moría. Así pasaron los años, sin que el soldado liberase a la muerte. Su hija creció y se convirtió en una mujer bella y sana. Un día, el soldado paseaba con su mujer y su hija por las calles de una aldea cercana. Un anciano decrépito caminaba lentamente por la calle, a penas se sostenía en pie.


El soldado se acercó y lo saludó. "¡Anciano, qué viejo eres! No concibo que puedas seguir caminando en ese estado", le dijo sorprendido.

"Sí, hijo mío. Cuando hiciste prisionera a la muerte solo me quedaba una hora de vida. Tengo gran deseo de descansar; pero, ¿cómo he de hacer? Sin la muerte, la tierra no me admite para que descanse en sus profundidades. Dios te castigará por ello, Soldado. Son muchos seres humanos que estamos sufriendo a causa de tus actos insensatos."


El soldado no había pensado en las terribles consecuencias de sus actos. Había pensado en su propio bienestar y el de su familia, pero no en el de los demás. 

"¡Dios te castigará por ello!" Exclamó el decrépito anciano."Es necesario que libere a la muerte, aunque esta me lleve a mi. He sido un inconsciente y un egoísta. ¡Soy un gran pecador!"Dijo arrepentido.


Sin más demora, corrió al palacio y se dirigió a las mazmorras. El saco seguía en el mismo lugar en el que lo había dejado. Se acercó y habló. "Muerte, ¿sigues viva?" Tras unos segundos de silencio, respondió. "Sigo viva, amigo". La muerte le contestó con una voz apenas perceptible.


Abrió el saco y la muerte sacó la cabeza. "Te liberaré, pero te pido que me mates rápido, para no sufrir", le dijo temeroso. Abrió el saco para que pudiese salir.


Cuando estuvo fuera, no hizo caso a sus palabras. Huyó asustada, temerosa del soldado y aquel saco. En un momento, desapareció.


Pasaron los años y la esposa del soldado enfermó. A pesar de todos los cuidados, esta murió. Fue un gran golpe para el soldado, pues la amaba de verdad.


Siguieron pasando los años y se convirtió en un anciano decrépito al que le costaba caminar. La muerte le temía y nunca iba a por él. Su hija murió anciana, y tras su hija sus nietos, y sus tataranietos. Se quedó solo en el mundo, pues todo aquel que le importaba terminaba muriendo.


Reclamaba a la muerte misericordia, que no lo abandonase, pero esta lo temía y nunca se lo llevó.


Tras un largo viaje, encontró la entrada al infierno. Tan desesperado estaba que entregarse a los demonios le pareció la mejor opción a su situación. Deseaba terminar su andadura por la tierra, desaparecer para siempre, aunque tuviese que pasar la eternidad en el infierno.


Llamó a la puerta. De esta salían llamas y un calor sofocante. Huesos y calaveras rodeaban la entrada a aquel terrible lugar. La puerta se abrió y el demonio al que le había arrancado el cuerno hacía ya muchos apareció.

"¡Tú, maldito soldado!" Gritó espantado. "Por favor, permite mi entrada al infierno, no puedo seguir vagando por la tierra. La muerte me teme y no hallo la paz".


"¡No eres bienvenido! No me fío de ti ni de tu saco", contestó asustado el demonio. "Te regalo el saco si lo deseas, ¡no lo quiero!" Exclamó el soldado. "¡Aparta esa cosa de mi vista! ¡Fuera de aquí y no vuelvas!" Tras aquellas palabras, el demonio cerró la puerta.


El soldado se marchó cabizbajo, cansado de su miserable vida y su mala suerte. Se fue caminando lentamente. Recorría los caminos en los que, años atrás, había encontrado a aquellos mendigos. Recordando tiempos felices, desapareció entre la espesa vegetación. Han transcurrido muchos años, pero muchos son los que dicen que lo han visto caminando lentamente entre los árboles, como un fantasma atormentado. 


Calabazo: ¡Fin! Es bonito, ¿verdad? 
Suselle: Es un final muy triste.
Calabazo: ¿Triste? ¡Pero si el protagonista no muere! ¡Jajajajaja!
Dante: Ahora tienes que cumplir tu palabra y liberarnos.
Calabazo:Sí, pero antes os convertiré en ratas.
Suselle: ¡No, por favor! ¡No quiero ser una rata!
Dante: ¡Dijiste que después de contarnos el cuento, nos dejarías libres!
Calabazo: Sí, pero no especifiqué que fuese en forma humana. Un momento, voy a mirar el libro de los hechizos de la bruja Calíope.
Dante: Ahora que está distraído, tenemos que intentar escapar.
Suselle: ¿Cómo?
Dante: Espera, creo que puedo forzar esta madera. ¡Está abierto!


Dante: Somos libres...vamos, antes de que se percate.
Suselle: Espera, Dante. No me dejes sola...
Dante: Dame la mano.
Calabazo: ¿Dónde está ese hechizo? ¡Ahora recuerdo! !En la página 666! 


Dante: ¡Ahí están las llaves! ¡No las alcanzo!
Suselle: ¡Aúpame, rápido! ¡Las tengo!


Calabazo: ¿Eh? ¿Ya os vais?
Dante: ¡La puerta ya está abierta, vamos Suselle!
Suselle: ¡Corre que viene!
Calabazo: ¡No salgáis ahora a la calle, que hace mucho frío!


Vaya, se han escapado.Les estaba gastando una broma, no pensaba convertirlos en rata. Esos animales son asquerosos pero no son los más repugnantes. Pensaba convertirlos en dos enormes y espantosas cucarachas. Habría sido tan divertido...


Soy tan torpe, dejarme la trampa abierta justo cuando me había dado la vuelta...


Amigos, esto ha sido todo por este año. Espero hayáis disfrutado de esta historia y que este Halloween se cumplan todos vuestros deseos más terroríficos. Me marcho, tengo mucho trabajo. Hay muchos niños y no tan niños a los que atormentar y no quiero que se me escape ninguno. Hasta el año que viene. ¡Feliz Halloween!


FIN


domingo, 20 de octubre de 2019

Halloween 2019 - Capítulo 03 - El soldado y la muerte: A través de la copa

El soldado llegó al palacio antes de que anocheciese. Entró y encontró huesos y cadáveres por todas partes. Múltiples soldados habían muerto en aquel lugar. No se dejó impresionar por lo que vio y entró decidido.


Fue hasta una gran sala y se instaló allí. Se sentó a la mesa y sacó su baraja de cartas. Estaba anocheciendo y las sombras parecían más amenazadoras. Escuchó ruidos provenientes de algún lugar del palacio. Alguien o algo se acercaba entre risas diabólicas y gritos sobrehumanos.


Dos enormes demonios aparecieron en la sala. Su aspecto era verdaderamente aterrador. Sus ojos rojos miraban al soldado con sorpresa. Lucían dos enormes cuernos en la cabeza y aunque caminaban a dos patas, podían hacerlo a cuatro si lo deseaban. Uno de ellos sonrió y enseñó sus colmillos afilados y sangrientos.


"Soldado, ¿que haces aquí? ¿A caso quieres jugar a los naipes con nosotros?" Los dos demonios rieron a carcajadas. "A lo mejor desea ser devorado", apuntó el otro.

"Podría jugar con vosotros a las cartas, pero con una condición. Hemos de jugar con mi baraja, no tengo fe en la de ustedes". "Si ganamos, te devoraremos, si perdemos, te entregaremos todo nuestro oro y este palacio". Todos estuvieron de acuerdo con las condiciones y comenzaron a jugar.


Jugaron a un juego y el soldado ganó; la segunda vez ocurrió lo mismo. A pesar de todas las astucias y triquiñuelas de los demonios, siempre perdían. El soldado acumulaba el oro ganado y los demonios gritaban enfurecidos cada vez que perdían. Improvisaban trampas, tiraban cartas al suelo e intimidaban al soldado con su mirada, pero a pesar de todo, perdían.


"¡Maldito seas, soldado!" Gritó uno de ellos. A los demonios no les gustaba perder y su paciencia había sobrepasado su límite.


El soldado miraba los cofres de oro que había conseguido. "¡Vamos a despedazarte! ¡Nadie nos gana a las cartas!" Estaban tan enfurecidos que no pensaban dejar un solo hueso del soldado intacto. 


El soldado se subió a la mesa para evitar ser devorado. Los demonios proclamaban improperios al soldado, que luchaba por sobrevivir. 


Sacó su saco y les preguntó que es lo que veían. "Un saco, humano necio. ¡Eso no te librará de la muerte!" Le gritó uno de ellos. "¡Efectivamente, es un saco! ¡Os ordeno que os metáis dentro!" Tras pronunciar esas palabras, los demonios entraron al saco inmediatamente.


"¡Ahhhh, no entiendo nada!" Exclamaban aturdidos.


El soldado agarró el sacó y lo sacó al exterior. Con una vara empezó a golpear el saco y los demonios gritaban doloridos y asustados. "¡No, por favor, déjanos libres!¡Prometemos marcharnos muy lejos, jamás entrar en ese palacio y nunca más molestarte!" Suplicaban temerosos de pasar el resto de la eternidad ahí dentro.


El soldado los liberó pero agarró a uno de ellos y le arrancó un cuerno."Te libero, pero este cuerno será mío. Vete, pero cuando te necesite has de venir en mi ayuda y será entonces cuando te devolveré el cuerno". El demonio, muy asustado, aceptó y se marchó junto a su compañero.


Los Reyes no daban crédito a lo ocurrido. Lo recibieron con honores y lo alabaron por su hazaña. Lo dejaron vivir en el palacio con todas las comodidades y la abundancia que un hombre podría soñar. El soldado empezó a gozar de la vida. La gente le hacía reverencias respetuosas cuando lo veían. Era un héroe para todo el mundo.


Conoció a una bella mujer y quiso casarse con ella. Le propuso matrimonio y ella aceptó. Era bella y dulce y su amor era verdadero.


Vivir en el palacio, con todas aquellas comodidades y casado con aquella preciosa dama, era un sueño hecho realidad. 


Al año de su matrimonio, su mujer quedó encinta y tuvieron una niña. El soldado ya tenía una familia y no podía ser más feliz. Aquella niña crecía feliz y sana con el cariño de sus padres.


Siete años después, la niña enfermó y nadie lograba curarla. El soldado había llamado a los mejores médicos y curanderos de la región, pero ninguno hallaba una cura para su hija. Se sentía impotente, atado de pies y manos.


Entonces se acordó del diablo sin cuerno. Fue en busca del cuerno, pues lo había escondido en buen recaudo durante todos esos años y llamó al demonio. 

"¿Demonio?" Preguntó al aire. El demonio no tardó en aparecer ante su presencia. "¡Sigues vivo!" Exclamó aliviado. "Así es, mi señor. ¿En que puedo ayudarle?" Le preguntó servicial.

"Se ha puesto enferma mi hija y no sé como curarla. Quizás tu sepas hacerlo." Le explicó esperanzado. "Así es, pero debes devolverme el cuerno". El soldado no lo dudó ni un momento y se lo devolvió.


El demonio sacó una copa con agua y se la entregó al soldado. "¿Una copa? No entiendo nada, demonio". 


Le pidió que se acercase a la cama en la que su hija estaba tumbada. "Mira a través de la copa, ¿que es lo que ves?" El soldado dio un respingo asustado. "Veo a la muerte", contestó. 


"¿Dónde se halla?" Le preguntó. Este respondió que a los pies de la cama de su hija. "Está bien. Si está en los pies de la cama, es que se curará. Si hubiese estado en el cabezal, habría muerto sin remedio. Ahora rocía a tu hija con el agua", le ordenó.


Su hija se levantó al momento. Su fiebre había desaparecido y estaba totalmente recuperada. Su mujer saltó de alegría al ver a su hija sana. El soldado abrazó a la niña llorando. Su hija se había salvado. Cuando se quiso dar cuenta, el demonio había huido. Temía que le arrancase de nuevo el cuerno o que le ordenara entrar en el saco otra vez. Se marchó a toda prisa con la intención de no volver a ver nunca más al soldado.


Desde aquel día se hizo curandero con la ayuda de la copa. Se dedicaba a curar a todo aquel que precisase de su ayuda. Salvó muchas vidas inocentes. La gente lo respetaba todavía más y lo consideraban un hombre bendecido por la mano de Dios.


Muchos querían pagar su servicios, felices al ver a sus familiares totalmente recuperados, pero nunca aceptó ni una sola moneda. Le gustaba ayudar a la gente y sentirse querido.


Así transcurrieron algunos años hasta que el Rey enfermó. La Reina hizo llamar al soldado para que lo curase. El soldado trajo consigo la copa con agua y la colocó en la cabecera del lecho. Descubrió con horror que la muerte estaba, como un centinela, en la cabecera de la cama. Le comunicó a la Reina que no podía hacer nada por el Rey. Se enfadó con el soldado, pues había salvado la vida de pobres y granjeros y era incapaz de salvar la vida del mismísimo Rey. "¿A caso es el Rey de peor casta o indigno de tu favor?" Aquellas palabras afectaron mucho al soldado, pues apreciaba al Rey y se sentía muy agradecido por su generosidad.


Miró a través de la copa a la muerte y le habló. "Muerte, dale al Rey la vida y toma la mía. Es un hombre bueno y su pueblo lo necesita". Tras estas palabras, vio como la muerte asentía y se colocaba a los pies de la cama. Roció al Rey con el agua y este se recuperó.

"Muerte, dame tres horas de plazo. Necesito despedirme de mi mujer y mi hija". La muerte asintió y el soldado corrió a su casa, en busca de su mujer y su hija.


Continuará...