sábado, 19 de octubre de 2019

Halloween 2019 - Capítulo 02 - El soldado y la muerte: Las tres galletas

Capítulo 02

El soldado y la muerte

Las tres galletas

Después de años de servicio, un soldado pidió ser licenciado y se fue a recorrer mundo. Deseaba distraer su mente y olvidar los malos momentos vividos en batalla.

Anduvo un tiempo, de acá para allá, sin rumbo fijo. Pronto se quedó sin dinero, pero le quedaban tres deliciosas galletas que guardaba como oro en paño.Las reservaba para una ocasión especial e intentaba alimentarse de lo que la naturaleza le ofrecía.


Caminaba por una zona boscosa, en plena naturaleza. Escuchaba a los pájaros y el sonido de las hojas mecidas por el viento. Mientras caminaba se encontró a un mendigo sentado junto a un árbol. El hombre se veía desnutrido y enfermo. Se acercó y le preguntó si se encontraba bien.


El mendigo le contesto que llevaba días sin comer. Le pidió limosna, pero el soldado no tenía dinero. Conmovido por la penosa situación de aquel pobre hombre, decidió ofrecerle una de sus galletas.


El mendigo la agarró sorprendido y muy agradecido. "Dios te bendiga", le dijo mientras se la comía. "No pasa nada, todavía me quedan dos", pensó sonriente. 


Siguió su camino por aquel espeso bosque. Estaba encantado con el ambiente que allí se respiraba. El olor a humedad y a flores revitalizaba a cualquier ser vivo.


Se encontró con otro hombre sentado en un lado del camino. Le pidió limosna humildemente. "Lo que buenamente pueda, señor", le dijo extendiendo su brazo.


El soldado, conmovido por su situación, le dio otra de sus galletas. El mendigo la agarró y le dio las gracias. "Es usted un buen hombre", dijo agradecido. Mordió la galleta y cerró los ojos para saborearla plenamente.


Siguió su camino, feliz por haber ayudado a ese pobre mendigo. Tras caminar un buen rato, encontró un anciano sentado en la hierba. Tenía una barba larga y blanca  como la nieve y un parche, pues le faltaba un ojo. El anciano le saludó con la mano y le pidió una limosna.


"Si pudiese ayudarme, aunque fuese con una moneda", dijo el pobre anciano. El soldado lo miró entristecido. Pensó en su abuelo y se le encogió el corazón.


Miró su última galleta y pensó. "Le puedo dar la mitad de mi última galleta, pero si se encuentra con los otros dos mendigos, se ofenderá al saber que les he dado una galleta a cada uno.Será mejor que le de la galleta entera, ya me las apañaré para comer como sea".


Le dio la galleta y se quedó sin provisiones. "Dime, buen hombre, ¿qué necesitas y qué deseas?" Le preguntó el anciano. "Dios te bendiga. ¿Que puedo pedirte a ti, abuelito, si eres tan pobre que no tienes nada que ofrecerme?" Le contestó.


"No hagas caso de mi miseria y dime lo que deseas, quizás pueda recompensar tu buen corazón". Tras estas palabras, el soldado deliberó un rato y sonriendo le contestó. "Si tienes una baraja de cartas, me la podría llevar como recuerdo tuyo". El anciano sacó una baraja del bolsillo y se regaló.

"Tómala, es para ti. Ten por seguro que juegues con quién juegues, siempre ganarás. Toma también este saco. A quién encuentres por el camino, ya sea hombre, animal o sea cosa, si la abres y dice que entre, entrará."El soldado miró el saco con curiosidad y le dio las gracias. "Muchas gracias, amable anciano".


El soldado agarró la baraja y el saco y sin darle más importancia, siguió su camino.


Caminaba silbando, feliz por haber ayudado a ese anciano y por su generosidad. Llegó a la orilla de un lago y vio a tres gansos, nadando plácidamente. Pensé que era buen momento para comprobar si el anciano le había dicho la verdad sobre el saco.


Abrió el saco y ordenó a los gansos que entrasen. A penas le dio tiempo a pronunciar las palabras cuando los gansos volaron hasta él y entraron en el saco. Sorprendido, cerró el saco y siguió su camino.


Anduvo hasta llegar a una ciudad desconocida. Encontró una taberna y entró en ella. No había nadie, solamente el tabernero, barriendo y limpiando las mesas.


Ordenó al tabernero que le asase un ganso para cenar. "Este me lo asarás para cenar, con este otro me darás pan y una buena copa de aguardiente y el tercero, te lo quedarás como pago por tu trabajo". El tabernero aceptó de buena gana y le preparó el ganso.


Tras la deliciosa cena, se asomó a una de las ventanas de la taberna. Desde allí se podía contemplar un grandioso palacio que parecía abandonado.  Tenía los ventanales rotos y estaba muy descuidado.


"Dime, amigo. ¿Qué palacio es ese y por qué se halla abandonado?" Le preguntó mientras bebía aguardiente. "Ya hace tiempo que nuestro Rey lo mandó construir. Antes de que se pudiese instalar allí, unos demonios lo ocuparon. Hace ya diez años de aquello y todos los que han intentado hacerles frente han muerto. Todas las noches se reúnen allí para bailar, alborotar y jugar a las cartas".

"Yo les haré frente", dijo decidido. "No seas insensato, soldado. Es muy peligroso". No escuchó las advertencias del tabernero y se dirigió a ver al Rey.


Se presentó ante el Rey y la Reina.  Escucharon sus palabras sorprendidos.

"Majestad, perdone mi audacia por venir sin ser llamado. Quisiera que me diese permiso para pasar una noche en el palacio ocupado por demonios". El Rey resopló aburrido. "Vuelve por dónde has venido, soldado. Son muchos los que se han presentado audaces y valientes, pidiendo lo mismo que tú. A todos les di permiso y ninguno volvió con vida. No quiero el peso de otro muerto en mi conciencia".

El soldado no estaba dispuesto a dejarse asustar por esas palabras. "No temo a la muerte. Soy soldado, no me ahogo en el agua ni me quemo en el fuego. Soy un soldado curtido en mil batallas durante muchos años. ¿Cree que ahora podría morir en una sola noche?" Replicó el soldado decidido. 

"Está bien, pero te advierto que todo hombre vivo que entra en la noche a ese palacio, al día siguiente solamente quedan sus huesos.  Te deseo suerte, soldado".


"Gracias por su confianza, majestad." El soldado se dio media vuelta y corrió al palacio ocupado por los demonios.


Continuará...

1 comentario:

  1. ¡Me encantaaaa! ¡Qué historia tan bonita! No sé si lo h as hecho queriendo, pero hay varios detalles de esta historia que me recuerdan a algunas leyendas gallegas. El saco que puede contener lo que desees es uno de los detalles que siempre se incluyen en las historias de personas que le hacen frente al demonio. Luego, el palacio del que no regresa nadie vivo me recuerda al castillo de Irás y no volverás; pero, evidentemente, son historias muy distintas. Lo que ocurre es que creo que, al final, indirectamente contenemos en nuestro bagaje cultural recuerdos de algunas leyendas que, en algún momento, llegan a nosotros y quedan en nuestro inconsciente. Me gusta mucho que el protagonista sea un soldado con tan buen corazón y que se haya encontrado con estos tres seres que parecían sólo mendigos. ¡Estoy deseando saber qué ocurrirá a continuación! Me gusta mucho también la ambientación de la historia. Se me olvidó comentarte en el anterior capítulo que me encanta el efecto de la niebla y estas fotos en el bosque también son muy bonitas. ¡Qué ilusión me hace leer historias tuyas! Me encanta asomarme a tu mundo interior. Tienes un mundo interior muy grande.

    ResponderEliminar