jueves, 9 de agosto de 2018

Vacaciones en el mar - Capítulo 22: La tormenta

En el puente de mando la preocupación iba en aumento. La tormenta que en un principio parecía que se alejaba de ellos, ya la tenían encima. Peter necesitaba hablar con el Capitán.

Peter: Álvaro, busca al Capitán. Esto no me gusta nada...
Álvaro: Ahora mismo, señor.


El Capitán no tardó en presentarse en el puente de mando. Peter le resumió las novedades y lo peligroso de la situación.

Capitán Miller: Maldita sea, pensaba que nos libraríamos de la tormenta.
 Peter: Lo peor son las olas, Capitán. Jamás había visto unas tan grandes.
Capitán Miller: Algunos pasajeros se están empezando a preocupar. 


Miller observaba el radar preocupado. La cosa no pintaba nada bien. Ordenó un cambio de rumbo repentino y con ello sortearon algunas olas grandes. Intentaba alejarse de la tormenta, pero le resultaba imposible.


Mientras tanto, Blas llegó a su camarote muy enfadado. Le dolían los puños por los puñetazos que le había propinado a Caitlyn, pero le daba igual. Felipe estaba acostado en una de las camas, aunque no estaba dormido. El barco se movía mucho y tenía el estómago revuelto, así que fue directamente a vomitar.


Blas: ¡Buaaagggh! Me estoy mareando con tanto meneo.
Felipe: Mira por la ventana, estamos en mitad de una tormenta.
Blas: Paso, que me mareo más. Por cierto, buen puñetazo el que me has dado. 


Felipe: Lo siento, pero es que te has pasado. No podía consentir que siguieses faltando al respeto a Demetria. ¿Que te ocurre en las manos?
Blas: ¡Le he dado una paliza a ese mariquita!
Felipe: ¿De quién hablas?
Blas: De Caitlyn.


Felipe: ¿Caitlyn? Pero si es una mujer...
Blas: ¡No lo es! Es un tío. Qué asco, y pensar que lo he tocado...
Felipe: Un momento. ¿Has pegado a Caitlyn?
Blas: Una buena paliza. Es un pervertido que se viste de mujer y se estaba riendo en mi cara. ¡Yo no soy mariquita!
Felipe: Has pegado a Caitlyn. No puedes caer más bajo.
Blas: ¡Que te digo que es un tío!


Felipe: Pues seguramente sea transexual, ignorante. ¿Crees que golpeándola solucionas las cosas?
Blas: Se lo merecía, por pervertido. Hemos tenido mala suerte. Yo con un tío que se viste de mujer y tú con una famobil monstruosa. 


Felipe: ¡No hables así de ella! El monstruo eres tú, pegando a una clack.
Blas: ¡Es un tío! Te has vuelto tonto. Me has decepcionado, Felipe. Jano se pira dándome de lado y tú te pones del lado de un degenerado y una famobil fea de narices. ¡Eres un mal amigo!


La rabia de Felipe aumentaba con la potencia de la tormenta, que era cada vez más violenta.

Felipe: Pero Blas, ¿todavía no te has dado cuenta? Estás solo, nadie quiere estar a tu lado. Caitlyn vio algo en ti y le has recompensado dándole una paliza, eres repugnante. Insultas a las clacks y las utilizas, sin importarte sus sentimientos. Y a los amigos los tratas como súbditos, te ríes de ellos y te crees superior. Se acabó, no quiero volver a verte nunca más.
Blas: ¡Pues vete con la fea esa!


Las luces se apagaron y se encendieron unas de emergencia. Las olas eran muy grandes y la lluvia caía con mucha fuerza. Se repetían los truenos cada pocos segundos. Felipe agarró a Blas del cuello y lo empujó contra la pared. 

Felipe: No vuelvas a hablar de ella en tu puñetera vida, ¿entendido? Eres basura.
Blas: Pégame otra vez. El único violento aquí eres tú.


Felipe soltó a su ex amigo y se fue del camarote a toda prisa.

Blas: ¡Esoo, vetee! ¡Maldito cobarde! ¡No te necesito para nada!


Se quedó mirando como Felipe se alejaba y aunque no quería reconocerlo, le dolió perder su amistad. De pronto, las Playgirls aparecieron por el pasillo y se acercaron a su puerta. Blas las miraba anonadado. 

Asunción: Hola, guapiño.
Blas: Hola, chicas. ¿Os puedo ayudar en algo?
Justina: La verdad es que sí.


Blas: Estaré encantado de ayudar a tres preciosidades como vosotras. 
Piedad: Las tormentas nos aterran. En una noche así, lo pasamos muy mal.
Blas: Vaya...

Blas tenía el estómago revuelto, pero disimulaba.

Asunción: ¿Podrías darnos un poco de amor en una noche tan oscura y tormentosa?


Blas: Por fin me sale algo bien. Claro que sí, preciosas. Una cosa, ¿no seréis transexuales?
Asunción: Oh, para nada. No te preocupes.
Blas: En ese caso, pasad. Os voy a dar todo el amor del mundo.

Asunción llevaba un cuchillo escondido en su espalda, Justina una cazuela y Piedad unas tijeras. 

Asunción: Y nosotras a ti, amor.


Blas se quitó la ropa al instante. La mala experiencia con Caitlyn le había dejado a medias.

Justina: No pierdes el tiempo, ¿eh?
Blas: Claro que no. La vida es corta, muñeca.


Asunción estaba asqueada. Cada vez que recordaba a Caitlyn en el suelo, se ponía más furiosa. No lo matarían, pues no son asesinas, pero si que le asustarían para darle una lección.


Demetria y Gabi pasaban por ahí cuando escucharon los gritos de dolor de Blas.

Blas: ¡AHHHH! ¡Ahí no! ¡Auuu!
Asunción: ¿Te gusta? ¡Toma!
Blas: ¡Ahhhh!
Gabi: La gente tiene gustos muy retorcidos. ¿Qué estarán haciendo?
Demetria: Es el camarote de Felipe...vete a saber. Vamos, no quiero escucharlo.


Gabi: ¿Dónde vamos?
Demetria: Ami camarote. Estoy algo mareada con esta tormenta.


En el puente de mando...

Leire: Capitán, esto se está poniendo muy feo...
Capitán Miller: Tranquila, saldremos de esta.
Leire: Hay pasajeros muy preocupados. He intentado tranquilizarles, pero resulta difícil con lo que se mueve el barco.
Capitán Miller: ¡Rumbo 30 grados al este!
Peter: Sí, mi Capitán.


La tormenta empeoraba por momentos. Con cada ola gigante, el Capitán conseguía enderezar el barco y salvar la situación, aunque a duras penas tenía margen de maniobra. 

Capitán Miller: ¡20 grados al oeste!
Peter: ¡Sí, mi Capitán!
Leire: ¿Eso que es? ¿¡Es un ola!?


Capitán Miller: ¡30 grados al norte!
Peter: ¡Sí, mi Capitán!
Leire: ¡Es demasiado grande!


Consiguieron sortear la ola, pero no contaban con que la siguiente era todavía más grande. El Capitán cogió el altavoz y habló para todos los pasajeros y tripulación.

Capitán Miller: Les habla su Capitán. Vamos a ser embestidos por una ola gigante. Agárrense fuerte dónde puedan y mantengan la calma. Es importante no perder los nervios. Les mantendremos informados.
Peter: Mi Capitán...
Leire: ¿Que hacemos, Capitán?
Capitán Miller: ¿Sabe usted rezar?
Leire: Sí...
Capitán Miller: Pues rece. 


Duque miraba por las cristaleras la tormenta. Era un experto pirata, curtido en mil batallas en alta mar. Sabía que aquella no era una tormenta normal. Había vivido una parecida hacía años y el barco naufragó llevándose consigo la vida de muchos camaradas.

Duque: ¡Agárrense fuerte!


El crucero no fue capaz de soportar el golpe y volcó. Se quedó flotando de lado sobre las furiosas olas.


Con el golpe, el hombre misterioso erró su tiro. Todos cayeron sobre las puertas y las paredes laterales, que hacían ahora de suelo. Beatriz se golpeó en la cara contra un foco de luz. El Hombre misterioso se dio contra una puerta y gritó dolorido. Ignacio no se hizo daño y salió ileso.

Beatriz: Socorro...
Ignacio: ¿Qué está pasando?


Carlota quedó atrapada en la pared de un pasillo, a unos metros de altura de dónde estaban ellos. Miró aterrorizada a su alrededor. Estaba claro que el barco había volcado.


Donato: ¡Carlota!

Vio a Donato caminando desorientado. Caminaba pisando las puertas y cuadros que ahora hacían de suelo.

Ignacio: ¿Estás bien, amor?
Beatriz: No me toques, desgraciado...
Ignacio: No te enfades, amor. Le estaba mientiendo, no hablaba en serio.
Beatriz: Y un cuerno.


Donato: ¿Se encuentra bien?
Beatriz: Me duele el brazo.
Ignacio: Le han disparado.

El hombre misterioso se estaba recuperando del golpe.


Carlota: ¡Donato! ¡Aquí arriba! ¿Estás bien?
Donato: ¡Carlota! ¡Por todos los clicks! Estoy bien. ¿Puedes bajar?
Carlota: No lo creo...está muy alto.
Donato: Salta sobre mi, yo amortiguaré el golpe.
Carlota: Me da miedo...
Donato: Confía en mi.


Carlota saltó y Donato la agarró al vuelo. Su espalda protestó y un calambre recorrió todo su cuerpo. Seguramente se pasaría días dolorido...si sobrevivía.

Donato: Te tengo.


Carlota: Donato, pensaba que te había perdido.
Donato: Soy un viejo duro de roer.
Carlota: ¿Qué está pasando?
Donato: No lo sé, pero debemos salir de aquí cuanto antes. El barco se debe estar hundiendo.
Beatriz: ¡Mi hija! Tengo que encontrar a mi niña.
Ignacio: La encontraremos.


Hombre Misterioso: De aquí no se mueve nadie.
Donato: ¿En serio? ¡Se está hundiendo el barco! Podría dejar su cacería para más tarde.
Hombre Misterioso: Eso me da igual. Tengo que eliminar mi objetivo en las circunstancias que sean. Si el barco se hunde, no es relevante.
Carlota: ¡Maldito lunático!


Blas ya se había vestido y las chicas lo miraban enfadadas. Le habían maltratado un poco, haciéndole prometer que jamás volvería a hacer daño a una clack. Aunque lo prometió, decidieron contarle todo al Capitán, en contra de los deseos de Caitlyn. No se podía salir de rositas. En ese momento, el barco volcó y todos fueron a parar a la pared que daba a las ventanas. Piedad se había golpeado la cabeza contra el lavabo y le sangraba un poco. Justina y Asunción habían caído sobre los colchones y solamente estaban aturdidas. Blas tampoco había recibido muchos golpes.

Asunción: Hermanas, ¿estáis bien?
Justina: Sobreviviré...creo.
Piedad: ¿Qué carallo está pasando?
Asunción: ¡El barco se hunde!
Justina: Imposible...


La pared dónde estaba la puerta era ahora el techo, por lo que les era imposible salir. Blas miró las camas empotradas al suelo y las utilizó para escalar y llegar a la puerta.

Asunción: ¡Ayúdanos, por favor!
Blas: Primero subo yo.
Piedad: Me duele la cabeza...
Justina: Te has dado un buen golpe, hermana.


Blas llegó por fin a la puerta y salió. 

Asunción: ¡Lo has conseguido!
Justina: Ayúdanos a subir, por favor. 


Blas las miraba rabioso.

Blas: ¿Ahora quién se ríe?
Justina: ¡Vamos, no es momento de recriminar nada!
Asunción: Dame la mano.


Blas cerró la puerta y partió la llave en la cerradura, dejando la puerta inservible. Las chicas gritaron aterradas y le imploraban que las dejase salir, pero no pensaba hacerlo.

Blas: Hasta nunca, locas.


En la sala de fiestas, la gente gritaba asustada. Muchos estaban heridos, aunque de momento no había ningún muerto.

Agnes: ¡Artemisa! ¿Dónde estás?
Renzo: ¡Kim!
Kimberly: ¡Renzo, socorro!
Willy: ¡No veo a Emma!
Alicia: ¡Ayuda, estoy atrapada!


Otra ola movió al barco de tal forma, que finalmente quedó boca abajo. El golpe causó muchos daños en la estructura del crucero, inundando algunas zonas. Muchos pasajeros murieron por los golpes y otros ahogados. Se declararon muchos incendios que nadie podía apagar.  


Los que en ese momento estaban en la sala de fiestas, tuvieron suerte. La sala no salió dañada y el agua no entraba. Por el momento, las cristaleras aguantaban. 


Se escuchaban gritos de dolor, gente llorando y muchos pasajeros llamando a sus seres queridos. Estaban desorientados y muy asustados. Caminaban por el techo, junto a las lámparas que todavía proporcionaban luz. La electricidad seguía funcionando, aunque no duraría demasiado.


Izan se asomó por los ventanales y vio cómo el agua golpeaba los cristales. Podía ver gente fuera, ahogándose bajo el agua. Desaparecían junto a maletas, mobiliario de las terrazas y objetos en la oscuridad más profunda. Una clack imploraba ayuda, pero él no podía hacer nada por ella. La vio luchar contra las olas hasta que finalmente, desapareció. Tenía que encontrar a Alicia y salir de ahí cuanto antes. El barco se estaba hundiendo.


Continuará...

lunes, 6 de agosto de 2018

Vacaciones en el mar - Capítulo 21: ¿Soy un monstruo?

Las Playgirls hablaban animadamente de camino a su camarote. Estaban muy satisfechas por el show ofrecido y felices por Agnes y Artemisa.

Asunción: Es que hacen una pareja divina...aunque me muera de la envidia.
Justina: Hermanita, siempre te enamoras de las clacks más imposibles.
Asunción: ¿Puedes dominar tu corazón? Pues yo tampoco.
Piedad: Nos tenemos las unas a las otras, chicas. Nosotras no nos fallaremos nunca.
Asunción: Sí, aunque es triste que nunca seamos correspondidas.
Justina:  Algún día llegará, ya lo verás.


Piedad: ¡Mirad! ¿Quién es ese buenorro?
Asunción: Sale del camarote de Caitlyn.
Justina: Pues camina como alma que lleva el demonio.

Blas caminaba rápidamente sin percatarse de las presencia de las hermanas. Tenía los puños enrojecidos. 


Asunción: Me dijo Caitlyn que había uno que le gustaba mucho, pero que no sabía si lanzarse.
Justina: Pobrecita, siempre ocultando su secreto para no sentirse rechazada. 
Piedad: Espero que le haya ido bien. Se tiene que quitar de la cabeza al Capitán, es un amor imposible.
Justina: Vamos a ver que nos cuenta.

Blas había dejado la puerta abierta tras marcharse, por lo que entraron sin problemas.

Asunción: ¿Caitlyn? ¿Hola?
Piedad: ¿No está?


Asunción: ¡Carallo! ¡Caitlyn! ¡Chicas, venid aquí!
Justina: ¡Por la virgen de la clackatúa!
Piedad: ¡Ay que nos la han matado!


Asunción la incorporó un poco y consiguió apoyarla en su regazo. Estaba repleta de moratones y cortes por todas partes. Estaba consciente, pero no se quejaba del dolor.

Asunción: Amor, dime que te ha ocurrido. ¿Ha sido ese chico?
Caitlyn: No estoy destinada a ser amada...siempre recibo todo el odio del mundo.
Justina: Está delirando.
Piedad: Vamos a tumbarla sobre la cama. Con mucho cuidado.


Entre las tres, consiguieron acostarla sobre la cama. Caitlyn gritó dolorida con tanto movimiento.

Asunción: Ahora mismo vamos a hablar con el capitán. Necesitas atención médica.
Justina: Esto no se puede quedar así.
Caitlyn: No, por favor. Si le contáis esto, descubrirá mi secreto...
Asunción: ¿Y qué más da? ¡Esto no puede quedarse así!
Caitlyn: Estoy bien, solamente necesito descansar. Quiero olvidar lo ocurrido. 
Justina: Pero...
Caitlyn: Por favor, respetad mi decisión.
Asunción: Pues deja que curemos tus heridas, tienen muy mala pinta.
Caitlyn: Vale...


Las tres hermanas se reunieron para hablar.

Justina: ¿Y bien? No podemos permitir que ese miserable quede inmune.
Piedad: Pero ella no quiere denunciarle...
Justina: No quiere que el Capitán sepa que es transexual. Debería darle igual.
Asunción: Tengo una idea. Nos encargaremos nosotras solas de impartir justicia.
Justina: Me gusta como piensas, hermana.


Todos respiraron más tranquilos cuando Renzo y Elliot subieron a bordo. El Capitán abrazaba a su hijo emocionado y Willy hacía lo mismo con Renzo. Duclón lo abrazó y comprobó si se encontraba bien. Estaba exhausto pero sobreviviría.

Willy: ¡Eres la caña, Renzo!
Duclón: Has sido muy valiente, Renzo, aunque eso que has hecho era muy peligroso. Menos mal que estás bien.
Wenda: Estoy atacada. Si le llega a pasar algo me muero. ¿De verdad que estás bien?
Renzo: Sí...un...un...un poco can...cansado.
Kimberly: ¡Mi novio es un héroe! Esto lo cuelgo en Instaclick ahora mismo.


Capitán Miller: Hijo, ¿estás bien?

Elliot temblaba tanto que no podía ni hablar.

Capitán Miller: ¡Traed una manta!


Duclón: Menudo susto nos has dado. Eres joven, pero se nota que eres hijo de Carmelo. Serás un buen pirata. Un poco impulsivo, eso sí. ¿Tienes frío?
Renzo: Un poco...
Duclón: Toma esto y tápate. 


Capitán Miller: Gracias por salvar a mi hijo. Has arriesgado tu vida para salvar la suya. No puedo más que darte las gracias, eres un héroe.  Me alegra que os colaseis en mi barco. Es un honor tenerte a bordo.
Renzo: Gracias, Capitán. Había otra persona en el agua.
Capitán Miller: ¿Cómo?
Renzo: Sí, hay alguien más en el agua. 


Elliot estaba en los brazos de Leire, tapado con una manta y entrando en calor. Esto le permitió por fin hablar.

Elliot: Lucía está en el agua, papá. Se tiró a rescatarme.
Capitán Miller: ¿¡Lucía!? No puede ser...


El Capitán se asomó y llamó a su novia. La tormenta estaba cada vez más cerca y las olas eran más grandes.

Capitán Miller: ¡Tenemos que encontrarla! 


Capitán Miller: ¡Que enciendan los focos! ¡Ordena que bajen la lancha! ¡Debemos darnos prisa!


Sinéad y Eros llegaron a la cubierta más alta del barco. Sinéad se tumbó en el suelo y miró por una de las claraboyas  el interior del barco. Podía ver la sala de fiestas. Todo el mundo bailaba y bebía ajenos a su tristeza.

Sinéad: Me gustaría deshacerme de esta tristeza que me invade. Eliminar esta culpabilidad que me quema por dentro...
Eros: Entonces no serías tú.
Sinéad: ¿Soy un monstruo?
Eros: Sabes que no.

¡¡Socorro!!


¡¡Cataplum!!

Sinéad: ¿Has escuchado eso?
Eros: ¿El qué? ¿Los truenos?
Sinéad: Esos gritos.

La tormenta estaba prácticamente encima. Los truenos eran tan fuertes que parecía que iban a partir el barco en dos.

¡¡Cataplum!!


Sinéad se asomó y vio a alguien ahogándose en el mar.

Sinéad: ¡Alguien se está ahogando!
Eros: ¿En serio? ¡Es verdad!

¡¡Cataplum!!


Sinéad: ¡Aguantaaa! ¡Voy a ayudarle!
Eros: ¡El agua está muy brava, Shiny! Será mejor que no...


Antes de que terminase la frase, Sinéad se lanzó al agua. Podía percibir la angustia de esa persona, lo mal que lo estaba pasando. Si no la rescataba en seguida, moriría.


Al lanzarse al agua,pasó por la cristalera que daba a la sala de fiestas. Silvana estaba intentando despejarse un poco tras fumar unos cuantos porros. Bailaba como podía al son de la música. De pronto, vio a Sinéad por la cristalera, cayendo al agua. Dió un grito de histerismo, pero nadie se percató. La música estaba muy fuerte. Otra vez había visto a esa vampiresa. Primero tirando un muerto al mar en la isla, y ahora por la cristalera del barco.


Salió corriendo hacia su camarote, necesitaba acostarse.

Silvana: Se acabó, no pienso fumar ni un solo porro nunca más. Esto debe ser una señal...¡Tengo que desintoxicarme! 


Fuera, luchando contra las olas, Lucía aguantaba a duras penas. Era prácticamente imposible mantenerse a flote y el mar era cada vez más violento. Alguien le agarró por la cintura y la tranquilizó.

Sinéad: ¡No temas, ya estás a salvo!

Ya estaba lloviendo con fuerza y tenían la tormenta encima.

¡¡Cataplum!!


Álvaro: ¡Mire, mi Capitán! ¡Allí se mueve algo!
Capitán Miller: ¡Rápido, tenemos que ayudarle!


Cuando Lucía y Sinéad estuvieron a bordo, el Capitán abrazó y besó a Lucía sin contemplaciones. Leire estaba muy feliz al ver a Lucía con vida, pero le sorprendió la efusividad del Capitán.  

Lucía: E-e-lliot...
Capitán Miller: Está bien, no te preocupes.

Lucía respiró tranquila. Sabía que había sobrevivido por los pelos. Miró a Sinéad agradecida.

Lucía: Gracias...
Sinéad: De nada. ¿Estás bien?
Lucía: Sí, gracias a ti. Eres mi ángel de la guarda.
Sinéad: No, solamente soy...
Lucía: Jamás olvidaré lo que has hecho por mi.

¡¡Cataplum!!


Lucía abrazó a Elliot y este se puso a llorar. 

Elliot: Lo siento, he sido un tonto...
Lucía: No llores, pequeño. Ya pasó. Lo importante es que estás bien.


Capitán Miller: Señorita, no sé cómo agradecer lo que ha hecho. Gracias, gracias de todo corazón. Se merece al igual que Renzo, una distinción por su valentía. Es usted una mujer extraordinaria.
Sinéad: Gracias, no sabe lo bien que me vienen sus palabras.
Lucía: ¡Pasemos dentro, se aproxima la tormenta! Capitán, le necesitan en el puente de mandos.
Capitán Miller: En seguida voy, Leire.


Eros: ¡Shiny! ¿Estás bien?
Capitán Miller: ¿La conoce?
Eros: Es mi novia.
Capitán Miller: Es afortunado. Tiene un ángel de novia, una mujer extraordinaria. Mañana mismo prepararemos un acto en honor a ella y al pequeño Renzo. Son héroes. 
Eros: Eso sería fabuloso.


Sinéad: ¡Eros!

Se besaron bajo la intensa lluvia.

¡¡Cataplum!!

Eros: ¿Ahora que tienes que decir? Un ángel, un mujer extraordinaria, una heroína... No he escuchado a nadie decir monstruo.
Sinéad: Ahora me siento mucho mejor.
Eros: Has saltado sin dudar para salvar la vida a esa clack. No eres un monstruo, Shiny.

Ella le sonrió feliz y siguieron besándose bajo la tormenta.

¡¡Cataplum!!


El capitán abrazó a Lucía y su hijo. Sentía que les habían concedido una segunda oportunidad.

Capitán Miller: Os quiero.
Lucía: Y nosotros a ti.
Elliot: Serás una buena mamá, Lucía.
Lucía: Gracias, pequeñajo.
Capitán Miller: Vamos, nos estamos empapando. Tenemos una gran tormenta encima y me esperan en el puente de mando.


Continuará...