domingo, 16 de septiembre de 2018

Vacaciones en el mar - Capítulo 25: Perro de Urco

Caitlyn estaba aturdida. Después de la brutal paliza que le había propinado Blas y los golpes por el hundimiento del barco, era incapaz de moverse. Estaba ahí tumbada, sin fuerzas para seguir luchando, esperando a que el destino decidiese por ella. Le dolía el cuerpo, pero mucho más el alma.

Capitán Miller: ¡Caitlyn!

Escuchar la voz del Capitán le devolvió a la realidad. ¿Se trataba de un sueño o era realidad?

Capitán Miller: ¡Está ahí!


No era un sueño ni imaginaciones suyas. El Capitán había ido a rescatarla. Tenía ganas de llorar, de abrazarse a él y pedirle que no la dejase sola nunca más, pero no tenía fuerzas.

Capitán Miller: ¿Estás bien? Estás malherida. No te preocupes, te sacaré de aquí.
Caitlyn: Bryan, estás aquí...
Capitán Miller: Estoy aquí, no te abandonaré.
Piedad: Le ayudaré a levantarla.


El Capitán la cogió en brazos y Caitlyn se sintió más segura que nunca. Ni en tierra firme se habría sentido mejor. Se agarró fuerte a su espalda ancha y musculosa. 

Caitlyn: Gracias, Bryan...
Capitán Miller: No tienes que preocuparte por nada, ya estás a salvo.


Caitlyn miró por última vez su camarote. Allí había pasado algunos de sus mejores y peores momentos. Era su hogar, su rincón en el universo. Le dolía pensar que en unas horas estaría en las profundidades del mar.


Duque abrió la puerta del camarote de Lilu. Todo estaba destrozado, aunque la televisión seguía emitiendo imagen. Había agua por todas partes pero ni rastro de Lilu. La llamó preocupado pero pronto recibió respuesta.

Lilu: ¡Duque!
Duque: ¡Lilu!


Corrió hasta ella y la encontró tirada en el suelo, bajo unas maderas. Duclón y Wenda entraron al escuchar la voz de Lilu.

Lilu: ¡Estoy aquí!


Al ver a Duque, se puso a llorar. Pensaba que ya no le importaba, que no se molestaría en ir a buscarla. Verle ante ella, preocupado y arriesgando su vida le devolvió las esperanzas.

Duque: Lilu, ¿estás herida?
Lilu: No, pero no puedo moverme.
Duque: Te quitaré todo esto de encima.


No pesaban demasiado y las pudo retirar sin problemas. Lilu se abrazó a él llorando.

Lilu: ¡Has venido a salvarme! Duque, te quiero tanto.
Wenda: ¿Está bien?
Duclón: Sí, sana y salva.
Wenda: ¡Gracias a Dios!
Lilu: Te amo Duque, te amo más que nunca.


Duque: Lilu, yo...
Duclón: ¡No perdamos más tiempo! ¡Debemos salir de aquí cuanto antes!
Lilu: Gracias por venir a rescatarme. Sabía que seguías amándome.
Duque: Yo...
Wenda: ¡Ya hablaréis más tarde!


Ignacio era el que más rápido corría. Le daba igual que Beatriz se quedase atrás. Todavía seguía en ropa interior, pero no le importaba. Deseaba salir de allí a toda costa. Pasó por el camarote de Nicole y la vio allí tirada, rodeada de agua y tuberías, pero ni por un momento pensó en detenerse.


Beatriz sin embargo, se detuvo. La vio allí tirada, inconsciente y totalmente indefensa, que no pudo evitar detenerse a ayudarla.


Ignacio dio la vuelta y se acercó hasta el camarote de Nicole.

Ignacio: ¿Se puede saber que haces?
Beatriz: Mira, es tu joven amante. ¿No piensas ayudarla?
Ignacio: Ya te he dicho que no me importa nada. Solamente me importas tú. Además, ¡nos persigue un psicópata!
Beatriz: ¡Maldito miserable! ¡Es una vida humana! 
Donato: Debemos darnos prisa, ese loco no tardará mucho en alcanzarnos.


Beatriz se acercó a Nicole y la notó fría como el hilo.

Beatriz: Está muerta...
Ignacio: ¿Contenta? Venga, salgamos de aquí.


Donato: Vamos, yo te ayudo a salir.
Beatriz: No reconozco a mi marido...¿Con quién estoy casada?
Ignacio: Con uno que gana mucha pasta y te consiente todos tus estúpidos caprichos. 
Carlota: Es mejor que dejéis esta discusión para otro momento.


Felipe consiguió llegar al camarote de Demetria. La puerta estaba abierta. Se asomó y la vio intentando mover escombros. Al verla viva, sintió un gran alivio.

Felipe: ¡Demetria!


Demetria no pudo contener su alegría. Estaba llorando y muy nerviosa.

Demetria: ¡Felipe!
Felipe: He venido a por ti. Vamos, tenemos que salir de aquí.
Demetria: ¡No puedo dejar a Gabi! Está ahí atrapado, bajo esos escombros.
Felipe: ¡Oh no!


Entre los dos intentaban retirar los escombros, pero eran muy pesados.

Felipe: Tenemos que sincronizarnos muy bien.
Demetria: Vale.


En ese momento, Blas pasó por la puerta del camarote y se detuvo a mirar.

Felipe: ¡Pesa demasiado!
Demetria: No tengo fuerzas...
Blas: Sigues con la fea.


Felipe: ¡Blas! Por favor, tienes que ayudarnos.
Demetria: Gabi está atrapado bajo estos escombros.
Blas: Has demostrado ser un traidor, que abandona a sus amigos por una famobil fea. 
Felipe: ¡Deja de decir tonterías! Esto no es un juego, Blas. Este hombre necesita ayuda.
Blas: Ahí te quedas, con tu clack espantosa. Hasta nunca.


Blas salió corriendo dejándolos allí plantados.

Felipe: ¡Blas! ¡Vuelve!
Demetria: Con amigos como ese, ¿para qué quieres enemigos?...Gabi, por favor, responde.


Quizás fue por la rabia por lo sucedido, pero Felipe encontró las fuerzas para apartar los escombros y liberar a Gabi. Demetria lo arrastró hasta que estuvo a salvo.


Demetria: Gabi, ¿estás bien?
Gabi: De..metria. Por favor...
Demetria: Te ayudaremos a salir de aquí.
Gabi: Por favor...dile...a mis padres que los quiero...que conocí lo que es el amor...aunque fuese por un efímero mo...momento...
Demetria: No digas eso, podrás hablar con ellos tú mismo... ¿Gabi? ¡Gabi!


No se lo podía creer. Gabi estaba muerto, había fallecido sonriendo y mirándole a los ojos.

Demetria: ¡Noooooooooo! ¡No puedes morir!
Felipe: Lo siento, Demetria...
Demetria: ¡Gabi, despierta!
Felipe: Demetria, está muerto.


Felipe la dejó llorar abrazada al cadáver de Gabi y luego la obligó a levantarse.

Demetria: ¡Nooo, déjame en paz!
Felipe: ¡No puedes hacer nada por él!
Demetria: Gabi...
Felipe: Gabi no querría que murieses aquí. Vamos, esto se va a pique y no tenemos mucho tiempo.
Demetria: Gabi...lo siento. Yo también te amo.


Los cristales de la sala de fiestas no aguantaron la presión y explotaron en mil pedazos. El agua entraba a caudales inundando todo lo que se encontraba a su paso. El puente de mandos, la recepción, la piscina, la sauna,...




El Capitán guiaba a todos los supervivientes hacia la salida. Debían llegar a la estancia del ancla antes de que fuese demasiado tarde. Le seguían en silencio, escuchando los ruidos y golpes que provenían de todas partes. Caitlyn caminaba tras el Capitán, temiendo perderle de vista.

Caitlyn: ¿Queda mucho?
Capitán Miller: No demasiado. Si seguimos a este ritmo llegaremos pronto.


De pronto, llegaron a un pasillo en el que la salida estaba bloqueada. Unas placas enormes y hierros pesados obstruían la única vía de escape.

Capitán Miller: ¡Maldita sea!
Caitlyn: ¿Qué pasa?
Capitán Miller: La salida está obstruida.


Duque: ¿Es la única salida?
Capitán Miller: Lo es. Tenemos que intentar despejarla antes de que sea demasiado tarde...


Mientras tanto, Asunción estaba sentada junto a su hermana Justina. Hacía un buen rato que había dejado de respirar y Asunción lloraba su pérdida. Había estado a su lado hasta el final, agarrándole la mano con fuerza y hablándole sobre cosas agradables. Cuando Justina falleció, el miedo más descontrolado se apoderó de ella. Ahora estaba sola, en un barco que estaba naufragando y sin ninguna posibilidad de salir de allí con vida. Tenía miedo, mucho miedo. Escuchaba ruidos por todas partes, a veces suaves y otros muy fuertes. 

Asunción: Justina, espérame allá dónde estés. Pronto estaré contigo, hermana.


Escuchó susurros extraños. El pasillo estaba oscuro y no se podía ver nada. Los miedos de su infancia reaparecieron. ¿Sería el perro de Urco? En la mitología gallega, un Urco es un animal que toma la apariencia de un perro enorme negro o blanco, con grandes cuernos y orejas, que sale del mar arrastrando una cadena. Su presencia se considera de mal augurio, anunciando una muerte próxima. Se levantó temblando. Se había tapado con una manta, cada vez hacía más frío. Siempre había temido al perro Urco.

Asunción: ¿Hola? Asunción, los urcos no existen...

Se imaginó al perro gigante arrastrando las cadenas, caminando por el pasillo hacia ella, anunciándole que estaba a punto de morir.

Asunción: No quiero morir...por favor, vete por dónde has venido animal demoníaco. 


De pronto el sonido se hizo más fuerte. Era agua, un caudal descontrolado que se aproximaba a ella. Vio como el pasillo se estaba llenando de agua  y empezaba a entrar al camarote. Esa parte del barco se estaba inundando y ya no tenía ninguna escapatoria.

Asunción: Por la virgen O Corpiño...no quiero morir...por favor, ayúdame. Aleja al Urco de aquí...


Se agachó para mirar una última vez a Justina.

Asunción: Justina, tengo miedo... no quiero morir...¡No quiero morir!

Besó a su hermana fallecida y se preparó para lo peor.


El agua entró con fuerza, llevándose a su paso muebles y enseres personales. Estaba muy fría, eso fue lo primero que impresionó a Asunción. Se le partió el alma al ver a su hermana desaparecer bajo el agua. Intentaba agarrarse, pero todo cedía ante la fuerza del agua.

Asunción: ¡Virgen O Corpiño, ayúdame!


¡No temas, voy a por ti!

Asunción gritó de terror al escuchar la voz, no se lo esperaba. La virgen le había contestado.

Asunción: ¡Oh, mi virgen O Corpiño! ¡Gracias por escuchar mis súplicas!
Sinéad: Tranquila, estás desvariando. No soy una virgen, pero te voy a ayudar.

Sinéad y Eros habían decidido rescatar supervivientes por su cuenta. No podían quedarse con las manos cruzadas. 


Asunción: ¡Oh, gracias! Yo creía...

El agua la hizo callar, ya no tenía fuerzas para seguir nadando. 

Sinéad: ¡Te tengo! ¡Eros, ayúdame a sacarla de aquí!
Eros: ¡Chica, dame la mano!
Asunción: ¡Gracias, gracias!
Eros: ¡La tengo! Vamos, salgamos de aquí.


Salieron a toda prisa de esa zona inundada y cerraron algunas puertas para retener el agua y ganar tiempo. Pasaron por la puerta de un camarote y Sinéad ordenó que se detuvieran.

Eros: ¿Qué ocurre?
Sinéad: Ahí hay alguien vivo.


Levantó a Nicole y la reanimó. Estaba congelada de frío, pero no muerta.

Sinéad: ¿Estás bien? ¿Puedes caminar?
Nicole: A duras penas...
Sinéad: Yo te ayudaré, vamos.


Mientras, Ignacio, Beatriz, Carlota y Donato, seguían huyendo del hombre misterioso. Llegaron a una zona en la que había una gran puerta que quedaba un poco alta. Ignacio la saltó sin problemas y siguió su camino sin preocuparse por Beatriz.

Donato: ¡Eh, ayuda a tu mujer a subir!


Hizo caso omiso y se quedó esperando, descansando. Donato ayudó a Beatriz a saltar y luego a Carlota. Beatriz miraba a su marido con tanto desprecio, que Ignacio bajaba la mirada avergonzado.



Cuando pasaron los cuatro, escucharon un disparo. El Hombre Misterioso les seguía de cerca. 

Donato: ¡Rápido, salgamos de aquí!
Carlota: ¡No se cansará nunca!
Ignacio: ¡Piernas para que os quiero!


Decidieron esconderse en uno de los camarotes. Entraron por un hueco. El camarote era un auténtico desastre. Una mujer yacía en el suelo, con cristales clavados por todo el cuerpo. Por la postura de su cabeza, supieron de inmediato que estaba muerta. Ignacio se clavó un cristal en la planta del pie, pues no estaba calzado.

Ignacio: ¡Ah, mierda!
Beatriz: ¡Shhh! 


Entraron en silencio y se escondieron en el cuarto de baño. Aquel lugar olía a muerte, pero no tenían otra opción.


Guardaron silencio durante un rato hasta que Ignacio habló.

Ignació: Me he clavado un cristal en...
Carlota: ¡Shhh! Nos puede oír.

La voz de Ignacio alertó al hombre misterioso, que entró en el camarote con la pistola en la mano.


Hombre Misterioso: No tenéis escapatoria. No alarguéis más esta situación y dejar de luchar. Prometo ser misericordioso y acabar con vuestras vidas de una forma rápida e indolora.

Carlota pensó en la mujer fallecida del camarote. Por lo visto, el naufragio le había pillado tomándose un buen tentempié.  Restos de comida por el suelo, una botella de agua con gas, una copa destrozada, un plato, un tenedor, y...un cuchillo. Estaba ante ella, a escasos centímetros. Solamente debía alargar el brazo y sería suyo. Podría intentar defenderse. Era mejor que esconderse sin hacer nada.

Hombre Misterioso: Sé que estáis ahí.


Se decidió y se lanzó a por el cuchillo. El hombre misterioso disparó, pero Carlota se había agachado por el cuchillo, así que salió ilesa. Colocó el cuchillo en el cuello del hombre y este se quedó paralizado.

Carlota: Tira el arma.
Hombre Misterioso: Vamos, no serías capaz de hacer daño ni a una mosca.


Carlota le hizo un pequeño corte en el cuello y el hombre soltó el arma. Se tiró al suelo sorprendido. La pistola no había quedado muy lejos, por lo que si se daba prisa, podría volver a hacerse con ella.

Carlota; ¡Quieto parado! Ni se te ocurra.
Hombre Misterioso: Vaya, la abuela parece ser más valiente de lo que pensaba.
Carlota: Estoy harta de ti. Me has arruinado la vida. Quiero que me dejes en paz, que me olvides.


El hombre misterioso se levantó para ir a por la pistola, pero Carlota se abalanzó sobre él. Le había dado una oportunidad, podría haberse marchado sin que nadie tuviese que morir, pero aquel hombre estaba decidido a acabar con ella.


Le clavó el cuchillo en la espalda y este cayó al suelo sorprendido.

Hombre Misterioso: ¡Ahhh! ¡Vieja de las narices!

Carlota agarró el arma del suelo y miró como se retorcía de dolor. Donato estaba tan sorprendido que se quedó sin palabras.

Carlota: Tú me has obligado, malnacido. Ya no tengo paciencia, lo siento. 


El hombre misterioso se sacó el cuchillo de la espalda y se puso a reír a carcajada limpia. Tenía la boca llena de sangre. Le enseñó el cuchillo a Carlota.

Hombre Misterioso: Felicidades, te has defendido muy bien. Parecías una mosquita muerta.
Carlota: Es el fin, desgraciado. Has perdido.
Hombre Misterioso: Yo nunca me doy por vencido.


Se levantó empuñando el cuchillo y corriendo hacia ella todo lo rápido que su herida le permitía. Carlota le apuntó a la cabeza y disparó.


La bala dio en el blanco y el asesino murió en el acto. Cayó al suelo, ante los pies de Carlota. Lo miraba con asco y odio.

Donato: Buen disparo, cariño.
Ignacio: ¡Por fin está muerto!
Carlota: Por fin soy libre.


Tiró el arma al suelo y miró a Donato y los demás.

Carlota: ¿Nos vamos? Quiero abandonar este maldito barco del terror y coger el primer avión hacia Bokiang Liao.


Continuará...

2 comentarios:

  1. ¡Madre mía! ¡Qué capítulo tan emocionante! Lo he leído ansiosa, deseando conocer lo que pasaría en todo momento. Primeramente, tengo que confesarte que, al leer el título del capítulo, me he quedado muy sorprendida, pensando qué tendría que ver o can Urco con esta historia; pero, en vez de empezar a hacer conjeturas, he empezado a leer ávida hasta comprender por qué llevaba ese título el capítulo. ¡Muy buena idea! También podría haber ido muy bien la figura del Sacaúntos, que es como un hombre del saco, jajajaja. Muy bien pensado. He de decir que me ha aliviado profundamente que Sinéad y Eros salven a Asunción. Tenía los pelos de punta al ver cómo iba a morir la pobre. Creo que no se merecía ese final. Conforme se acercaba el agua, luego la oscuridad del pasillo, los ruidos que oía la pobre, el terror al sentir que cada vez el agua la cubría más... Es una situación horrible que por nada del mundo deseo vivir. Menos mal que Sinéad la ha salvado. Creo que no se merecía morir así. Me ha hecho mucha gracia cuando Sinéad dice: no soy una virgen, jajajajaja, qué graciosa. También tengo que decir que me da cada vez más asco Ignacio. No puede ser más miserable, igual que Blas. Desde luego, qué seres tan podridos. Tendríamos que mirar a ver si tienen fecha de caducidad. A lo mejor están ya muy pasados y no tiene sentido que sigan existiendo jajajajaja o a lo mejor directamente no tienen ni fecha de caducidad porque desde el principio estaban ya podridos y echados a perder, jajajajaja. Yo no entiendo por qué ésos siguen vivos. Se merecen la peor muerte, que se estén muriendo y que nadie se moleste en salvarlos, al contrario, que, en vez de ayudarlos, les lancen más cristales rotos y más hierros. Encima (pero no puedo negar que me he reído mucho en ese momento), el idiota de Ignacio, cuando los está persiguiendo el loco ése, va y dice: me he clavado un cristal en... Ni en esos momentos le funciona el cerebro; pero me ha encantado la reacción de Carlota. Yo creo que también habría hecho lo mismo, o no sé, no sabemos hasta dónde podemos llegar en un momento como ése en el que sentimos que toda nuestra vida está en peligro y en el que se concentra ya tanto agotamiento, tanta rabia por todo el sufrimiento vivido...
    Me ha conmovido mucho, también, que Kaytlin esté tan enamoradita del capitán. Pobrecilla. Menos mal que también la han salvado. No se merecía morir después de todo. Y Demetria... ¿Por qué no ha reaccionado antes si amaba a Gaby y le dio más importancia a Felipe? A veces, el hecho de que sean dos personas las que de repente le vayan detrás a alguien que no suele tener pretendientes puede despistar y desorientar, pero me da mucha pena Gabi, aunque su final ha sido muy bonito, la verdad.
    Y me ha sorprendido mucho el momento en el que estallan los cristales de la sala de baile. Me he quedado muy preocupada y estremecida cuando he sabido que la salida que el capitán tenía pensada está bloqueada. Desde luego, este capítulo lo deja todo mucho más emocionante que antes. Y qué fotos tan sobrecogedoras... ¡Está genial hecha esta historia, de verdad! ¡Enhorabuena!

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  2. Otro gran capítulo devorado. Está todo tan interesante. Me encantan los diálogos, el desarrollo de las tramas y las fotos que los acompañan. Es una historia fantástica.
    Yo quiero que Caitlyn acabe con el capitán. Si no en esta historia, en otra. Los sueños tienen que hacerse realidad.
    Me ha gustado mucho cuando Sinéad y Eros salvan a Asunción. Me ha encantado como has enlazado la historia del can de la mitología gallega. Eres un artista, Dani. Magnífico creador y contador de historias.
    Lilu la pobre cree que Duque la ama. En una situación tan terrible creo que es difícil no confundirse. Me sorprende que Duque tenga tan claros sus pensamientos.
    La muerte de Gabi ha sido muy triste pero bonita. Me ha dado mucha pena. A buenas horas se da cuenta Demetria de que lo quería.
    Y la escena más impactante de este capítulo es la explosión de cristales de la sala de fiestas, que provoca la inundación de más zonas del barco. Es terrible como Asunción describe lo que parece su muerte con la impresión del contacto con agua helada. Es un gran capítulo. A ver si puedo leerme otro.

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