lunes, 3 de noviembre de 2025

Halloween 2025 - Capítulo 02: Cena para dos

 Capítulo 02

Cena para dos

Londres, 1920

Anne había nacido en el seno de una familia adinerada. Junto a su hermana, vivieron años felices de prosperidad. Un terrible día, sus padres tuvieron un accidente y murieron. Aunque la noticia las destrozó, ambas recibieron una gran herencia. A Anne le dejaron gran cantidad de dinero y una mansión en el centro de la ciudad, en una muy buena zona. Había sido el hogar de un empresario millonario llamado Andrew Morgan. Decían que la mansión escondía muchos secretos. Morgan, conocido por su gran temperamento, no era precisamente un vecino agradable, le gustaba estar solo y se relacionaba lo justo y necesario. Tras su muerte, muchos decían que había escondido joyas y dinero en las paredes de la mansión.


Hazel, la hermana de Anne, heredó otra mansión familiar, terrenos y negocios muy prósperos. Aunque las cosas empezaron a irle mal. No sabía invertir y mucho menos tomar buenas decisiones. Al final, le tocó vender prácticamente todo lo que heredó. Anne sin embargo, conservaba su mansión y todo el dinero heredado de sus padres. Aunque la vida no le iba del todo bien. Al mudarse a la mansión empezaron los rumores. La veían hablando sola en su casa y por las noches, se la escuchaba reírse en la oscuridad. Nunca se le conoció pretendiente y ya tenía una edad en la que la empezaban a llamar solterona. Seguía siendo bella, pero el tiempo pasaba y Anne no parecía interesada en cambiar su situación.


Ese día, caminaba por la calle. Venía del teatro. Le gustaba ir al menos una vez a la semana. Todo el mundo la miraba y cuchicheaba a sus espaldas. Le dolía, pues no entendía que todos la tomaran por loca. Ella solamente vivía su vida, no se metía con nadie. Sí, no se había casado todavía, pero, ¿a caso era eso un delito?

Señora: Mira, la loca...
Señor: Pobre chica, está desequilibrada. Una mujer no debería vivir sola.


Aunque en el fondo, todo eso le daba igual. Aquellas personas no formaban parte de su vida. No eran importantes y no le interesaba en absoluto su opinión sobre su vida. Es verdad que no tenía amigas y no se relacionaba con mucha gente, pero se sentía plena y feliz.


Mujer: ¿Es esa la loca solterona?
Hombre: Con lo bella que es. Es una lástima.
Mujer: ¡No la mires! Quién sabe lo que pueda hacer si nos descubre mirándola.


Su padre había intentado casarla antes de morir, pero Anne no se sintió atraída por ninguno de los hombres que su padre le presentaba. Estaba deseando llegar a casa, así que aceleró el paso. No soportaba más las miradas descaradas de sus vecinos.


Al fin llegó a su portal. Cuando vio a las niñas de los vecinos sentabas en el banco, se puso nerviosa. Aunque procedían de una familia adinerada, eran muy maleducadas. Todo aquello que se les pasaba por la cabeza, lo decían sin miramientos. Ella intentaba siempre poner buena cara, pero le resultaba complicado cuando le faltaban al respeto.


Prado: ¡Niñas, volved aquí!
Niñas: ¡Por ahí viene la loca!
Prado: ¡Niñas!


Niña: ¿Es verdad que estás loca?
Niña: ¿Es verdad que odias a los hombres?
Niña: ¡Dicen que hablas con las paredes! ¿Es verdad?
Prado: Por favor, discúlpelas. Disculpaos, niñas.


Alguien, desde el interior de la mansión de Anne, observaba lo que estaba ocurriendo. Los gritos e injurias de las niñas le provocaban rabia, dolor y mucha indignación.


Anne entró en su casa sin contestar. No quiso escuchar más barbaridades y no le interesaba el perdón de esas dos mocosas maleducadas. 

Kamia: ¡Señorita! ¿Se encuentra bien?

Kamia era la mujer que trabajaba para Anne. Limpiaba, cocinaba y se ocupaba de la mayoría de las labores del hogar. Anne la adoraba, pues siempre la trataba con mucho cariño. 

Anne: Las niñas de la vecina...


Kamia: ¡¿Otra vez?! Señorita, usted merece un respeto. Debería imponerse.

Anne se asomó por la ventana, entre las cortinas. Las vio ahí gritando, haciendo caso omiso a lo que le decían los adultos.

Anne: Da igual, prefiero no contestar y que se cansen.
Kamia: No se cansan, ese es el problema.


Anne: Da igual. No deseo darles más importancia.
Kamia: ¿Cómo fue en el teatro?
Anne: ¡Maravilloso! He disfrutado tanto. Deberías venir un día conmigo.
Kamia: Yo no sería bienvenida, señorita.
Anne: No es justo, Kamia.
Kamia: ¿Fue a ver a su hermana?
Anne: ¡Se me olvidó!
Kamia: Le prometió que iría a verla. Seguro que estará muy enfadada.
Anne: Ya se le pasará.
Kamia: ¿Tiene hambre? He preparado su plato favorito.


Anne caminó emocionada hacia el comedor.

Anne: ¡Eres fabulosa, Kamia! Tengo un hambre atroz. Por favor, prepara la mesa para dos. 
Kamia: ¿Espera visita?
Anne: No, es para Andrew.
Kamia: Señorita, ese tal Andrew murió hace muchos años. Está enterrado y ya no debe quedar nada de él.
Anne: Te digo que Andrew sigue aquí. Nunca se fue. Sé lo que piensas, pero de verdad que no estoy loca. Estamos enamorados, Kamia.  


Kamia le preparó la mesa y ella se sentó a la espera de que le sirviese la comida.

Anne: Tenía tantas ganas de verte. Te he echado de menos, Andrew.

Miraba a la mesa vacía que tenía en frente.


Kamia traía la comida en un carro. Miraba la escena preocupada. Si Anne seguía así, su hermana la ingresaría en un psiquiátrico. Tenía claro que prescindiría de sus servicios y se vería sin trabajo. Estaba tan bien con Anne, que no deseaba que nada malo le ocurriese. Ella la trataba bien y era una buena persona.


Anne: ¡Mmmm! Estoy hambrienta, Kamia. Aunque Andrew no come, por favor, sírvele un poco en su plato.

Kamia miró triste la silla vacía y sirvió una ración en el plato.

Anne: Gracias, Kamia. Andrew dice que tiene una pinta espectacular.
Kamia: Dele las gracias de mi parte, señorita. Si me lo permite, me voy a retirar ya para adecentar la cocina.
Anne: Gracias, Kamia. 


Cuando se alejaba, unas lágrimas cayeron por su rostro. ¿Había perdido definitivamente la cabeza? ¿La ingresarían en un psiquiátrico y perdería su trabajo?


Podrido: ¡¡¡¡....!!!!
Calabazo: ¡Podrido! ¿Ocurre algo?
Lola: Parece preocupado.
Calabazo: ¡No sé lo quiere!
Lola: No deberías haberle cortado la lengua...
Calabazo: Por favor, ruego que me disculpes. Dame un momento.
Lola: ¡Date prisa! Quiero saber si Anne está loca. Parece que todo el mundo lo piensa...incluso su criada.


Vaya, en la planta baja está Huesitos de oro, la propietaria del restaurante "Si no te mata, es que estás muerto". Su aspecto no es muy agradable. Se trata de un esqueleto dorado que luce un pelo blanco y desaliñado. Parece enfadada.

Calabazo: ¡Huesitos!
Huesitos de Oro: ¡Dijiste que pasaríamos la noche de Halloween juntos!
Calabazo: Oh, ya...es que estoy enfermo.


Huesitos de Oro: ¿Y eso que más da? ¡Adoro la enfermedad! Podríamos disfrutar juntos de tu dolor. Me gusta verte padecer.
Calabazo: Me muero por tus huesos, lo sabes, pero es que...padezco la lepra, ébola, sarampión, dolor de muelas y estreñimiento extremo. Deseo disfrutar de todos estos dolores en soledad. 
Huesitos de Oro: Lo comprendo, son todos fabulosos. A mi también me gusta gozar las enfermedades en soledad. ¿Has probado mi pastel de inmundos?
Calabazo: Sí, está vomitivo. Cada bocado me provoca la peor de las arcadas. Eres la mejor.


Huesitos de Oro: Promete que me llamarás. Deseo entregarme a ti en hueso y alma.
Calabazo: Te llamaré. Ahora debo dejarte, estoy a punto de entrar en éxtasis debido al maravilloso dolor que estoy disfrutando.


Parece que la mujer esqueleto dorado se lo ha creído. Se ha marchado con sus huesos a otra parte.

Calabazo: ¡No deberías haberla dejado entrar!
Podrido: ...
Calabazo: ¡Silencio! Me la estoy jugando, Podrido. No quiero que Lola se enfade.


Una mujer con el rostro muy pálido y los ojos blancos apareció en la puerta.

Calabazo: ¡Bruja Piruja!
Piruja: Pareses sorprendido. Teníamos una sita, ¿lo habías olvidado?
Calabazo: ¡Claro que no! Es que...¡Se ha presentado mi madre en casa!
Piruja: ¡Tu madre! Por todos los diablos y demonios, eso es una calamidad. 
Calabazo: Ya sabes el carácter que tiene...
Piruja: Entonses nos vemos otro día. Prefiero escuchar reggaetón que estar en su presensia. Voy a torturar curas. Nos vemos otro día.


Calabazo no pierde el tiempo. ¿Realmente está tonteando con tantas mujeres? Lola le está esperando pacientemente sentada a la mesa. Parece que está disfrutando mucho de la comida.

Lola: Pensaba que me habías dado calabazas...
Calabazo: ¡No! Disculpa, Podrido no se aclara con la chimenea.
Lola: Ni que fuese tan complejo. 
Calabazo: Su cerebro no da para mucho.
Lola: Por favor, sigue con la historia. Tengo ganas de saber cómo sigue.


Calabazo: Está bien. ¿Por dónde lo habíamos dejado? ¡Ah, sí! Kamia había dejado a Anne cenando con una silla vacía. Estaba tan preocupada por ella. Su hermana era un bicho malo, de esos que a nosotros nos gusta tanto, y no dudaría ni un segundo en ingresarla en un psiquiátrico a la primera de cambio. 


Continuará...