jueves, 3 de noviembre de 2016

Halloween 2016: Me llamo Scott - 2ª Parte

Aquellos gemidos parecían provenir del mismísimo infierno. Lamentos que le cortaban la respiración. Cada paso que daba en la oscuridad su cuerpo se estremecía. Rezaba para que Scott no llorase o hiciese algún sonido. Si aquellas criaturas descubrían su posición, sus posibilidades de salir de allí con vida y salvar a su hijo serían casi nulas. Una de las puertas estaba abierta de par en par. Recordaba que en aquel apartamento de la séptima planta vivía una familia muy educada y aparentemente unida. Una de esas criaturas se encontraba de espaldas a la puerta, pero temía llamar su atención y no era capaz de avanzar.


Un cadáver yacía en el suelo de aquella vivienda, posiblemente a causa de aquel ser repugnante. Notó que Scott se movía incómodo y eso le impulsó a caminar. Consiguió pasar por la puerta sin que el infectado se percatase de su presencia. El ser se dio la vuelta y miró a la puerta...por muy poco no lo descubrió.


Consiguió llegar a la tercera planta, le quedaba muy poco para salir de allí. En un rellano se encontró un cadáver. Le habían arrancado la mano derecha y yacía en el suelo boca abajo. No se movía, así que pensó que no se trataba de un no muerto.


Cuando pasó junto al cadáver, este se levantó gritando con el rostro ensangrentado. Intentó atraparle pero Carl fue rápido y escapó escaleras abajo.


Aquello hizo despertar a todo ser viviente y muerto del edificio. Golpes, pies arrastrados por el suelo, gemidos, pisadas...Debía salir de allí cuanto antes. 

Por suerte, consiguió llegar a la puerta de salida sin encontrarse a más seres. Antes de salir, se asomó por uno de los cristales de la puerta principal. Lo había visto desde su balcón, pero contemplarlo tan de cerca le impresionó todavía más. Una siniestra niebla se había apoderado de las calles. La ciudad estaba abandonada, a merced de los infectados.


Maletas abandonadas, dinero, ropa y otros enseres estaban esparcidos por todas partes. Un infectado permanecía inmóvil de espaldas al edificio. Su cabeza estaba ensangrentada. Lucía muchos mordiscos en la cara, cuero cabelludo...una auténtica atrocidad. Cualquier ser vivo estaría rabiando de dolor o lo que es más probable, estaría muerto. Sin embargo, aquel ser se mantenía de pie totalmente impasible al dolor y su estado.


Decidió salir cuando los pasos de los infectados del interior de su edificio se escuchaban muy cerca. Encontró más cadáveres esparcidos por la acera. La escena era tan grotesca que se mareó y tuvo ganas de vomitar. 


El ser de los mordiscos se percató de su presencia y alzó los brazos hacia Carl. Lo miró atónito, sorprendido. Otros infectados se acercaron al escuchar a su compañero gemir.

Scott: Najya, apa.
Carl: Sí, hijo...tenemos que irnos de aquí cuanto antes.

Salió corriendo a toda prisa, pero los infectados salían de todas partes. 



Bajo una moto calcinada, tras una señal de tráfico o un vehículo accidentado...estaba rodeado. Scott pareció notar el peligro y se puso a llorar muy asustado.

Carl: ¡No llores, Scott! ¡Te prometo que no te pasará nada!


Consiguió dejar atrás a algunos no muertos, así que se concedió un respiro y se detuvo a descansar. De una tienda de ropa aparecieron varias chicas. Al principio pensó que acudían en su ayuda, pero pronto descubrió que estaba muy equivocado. Aquellas clacks, encerradas en la tienda de ropa, aporreaban el escaparate con rabia cuando lo vieron aparecer. Su aspecto era terrorífico. Una novia con sangre en el rostro y con el brazo desgarrado, una clienta sin brazo y sin ojos...

Carl: Esto no puede estar pasando...


Decidió que debía alejarse de la ciudad y esconderse en el bosque. Al menos no encontraría tantos engendros con los que combatir. Se sentía cada vez más cansado y dolorido. Suponía que los síntomas por la infección del mordisco estaban empezando a aparecer.  


Escuchó unos pasos y se escondió tras un árbol. Se asomó y vio a un no muerto caminando sin rumbo fijo. Permaneció en silencio hasta que desapareció.


Llegó la noche y decidió descansar entre la maleza acobijando a Scott para que no pasase frío. La muñeca que le había regalado Julia calmaba al niño. La abrazaba y sonreía feliz. Rodeado por aquella naturaleza que le protegía de todo peligro, y junto a su hijo, se sentía feliz. Había llegado a pensar que quizás el mordisco de Julia no le habría infectado, pero los síntomas en su cuerpo eran la prueba de que no había lugar para la esperanza. 


Consiguió dormir a ratos. Se despertaba entre grandes dolores y preocupado por si aparecía algún no muerto. Cualquier ruido le atemorizaba. Reanudó su camino en cuanto amaneció. Al levantarse sintió un gran dolor en todas las articulaciones. Tosía, sudaba y le dolía mucho la cabeza. Una gran flojedad se había apoderado de todo su cuerpo. Intuyó que le quedaba poco tiempo de vida, así que aceleró el paso. 

Tras varias horas andando llegó a un camping abandonado. Se aseguró de que no hubiese algún no muerto cerca y se detuvo a descansar.


Estaba demasiado cansado. No le quedaban fuerzas y deseaba sentarse y descansar. Jamás había sentido algo tan terrible. Miraba a Scott, que jugaba con su muñeca ajeno a lo que ocurría.

Carl: En cualquier momento perderé el conocimiento...tengo que hacer algo o mi hijo morirá...¡¡Tengo que hacer algo!!


Miró el cadáver de una chica excursionista y entonces tuvo una idea. Sí, era una locura, pero no se le ocurrió nada mejor para mantener a salvo a su hijo. 

Carl: Espero que funcione... 


Scott tenía puesto el sombrerito para protegerse de la lluvia. Es una de las últimas cosas que consiguió hacer su padre por él antes de morir, pero él no lo sabía. Su padre seguía caminando, aunque no hablaba. Avanzaba sin rumbo fijo entre los árboles de aquel bosque, con su hijo a sus espaldas, pero sin ser consciente de ello.


Tenía un palo largo atado al cuello y hombro y en el extremo más alejado, una bolsa con miembros mutilados de aquella excursionista. Avanzaba intentando dar alcance a tan sabroso manjar, pero nunca conseguía atraparlo. En un desesperado intento por encontrar ayuda para su hijo, se le ocurrió aquella siniestra idea. Caminaba concentrado en la bolsa que nunca conseguiría atrapar y transportaba a Scott sin percatarse de su presencia. Quizás aquello no salvase la vida de su hijo, pero le daría más tiempo.


Scott no hablaba, no se quejaba. Parecía comprender que lo mejor para su supervivencia era permanecer en silencio. La lluvia era intensa y los truenos se repetían una y otra vez.


Sasha: ¿Es un zombie?
Rick: Sí, es uno de ellos.
Sasha: Maldita sea...tendremos que regresar al campamento sin encontrar más supervivientes.
Rick: Le tengo que disparar. Se está acercando demasiado al campamento.
Sasha: Sí, es mejor no correr riesgos. Date prisa, que Michonne está preparando la cena y tengo mucha hambre.


Sasha y Rick formaban parte de un campamento de supervivientes a aquel horror. Se habían conseguido mantener a salvo de aquella plaga que había arrasado el Playmundo. Eran excursionistas, preparados para sobrevivir en condiciones adversas. El apocalipsis les hizo más fuertes aunque nadie estaba preparado para algo así.

Sacó su escopeta y apuntó a Carl. Aguantó la respiración y disparó. 


Acertó en su cabeza por lo que Carl cayó al suelo fulminado. 

Rick: Uno menos...nunca me acostumbraré a esto. Vamos, tenemos la tormenta encima.
Sasha: ¿Para que llevaba ese palo con esa bolsa al hombro?
Rick: Da igual, está muerto. Vamos.


Rick comenzó a caminar alejándose de Carl. Sasha hizo lo mismo cuando algo llamó su atención.

Scott: Papá.
Sasha: ¿Has escuchado eso?
Rick: ¿El qué?


Se acercaron a Carl y descubrieron a Scott sujeto al cuerpo. Estaba empapado y tenía frío.

Sasha: ¡Es un bebé!
Rick: ¿Está vivo?
Sasha: ¡Sí, está vivo! Pobrecito, casi lo abandonamos...


Sasha lo cogió en brazos y lo abrigó con su chaqueta. Entre la ropa de Scott encontraron una nota. Rick la leyó en voz alta.

"Me llamo Carl y este es mi hijo, Scott. Por favor, ruego que lo cuide y lo salve de este horror. Se merece una oportunidad. Te ruego que le digas que su padre luchó por él hasta el último suspiro de vida, y tras morir también. Su muñeca se llama Julia, como la mujer que se la regaló, una amiga con la que voy a reunir cuando muera. Dile que su padre le amó con toda su alma y que lo seguiré protegiendo allá dónde esté. Gracias por salvar a mi hijo. Scott, te quiero."


Sasha no pudo evitar emocionarse y se puso a llorar. A Rick se le saltaron las lágrimas, pero intentó disimular. 

Sasha: Carl, prometo cuidar a tu hijo con mi vida. Le hablaré de ti y de lo mucho que lo querías. Descansa en paz.
Rick: Tu padre te quería mucho, pequeño.


Se alejaron lentamente y el cuerpo de Carl se fue perdiendo entre la espesura del bosque y la lluvia.

Scott: ¡Papá!
Sasha: No llores, pequeñín. Tu papá estará siempre contigo, en tu corazón.


4 comentarios:

  1. Como llevo días sintiéndome muy sensible y emocionándome por la tontería más nimia, no me ha extrañado que el final de este capítulo me haya llenado los ojos de lágrimas y me haya puesto triste. Lo más curioso es cuánto contrasta el principio del capítulo con su final. La atmósfera en la que se mueve Carl hasta que muere es espeluznante. El ambiente del edificio en el que ha vivido es terrible. Incluso se me ha revuelto el estómago cuando describías la apariencia de las calles, la presencia de tantos infectados, y es que tu forma de escribir es absolutamente real. Quiero decir que es muy sencillo conectar con lo que cuentas e imaginarlo como si en realidad lo tuviésemos enfrente, como si nosotros mismos fuésemos los protagonistas de esta tristísima y estremecedora historia. Es cierto que quien es escritor tiene esta virtud como una de las principales, pero es que tú logras cosas que no muchos escritores consiguen, por muy bien que escriban. Lo que más me inquieta es que, aún varios minutos después de haber leído el capítulo, todavía tenga en el cuerpo todas esas sensaciones que me han causado su lectura.
    Es muy triste la forma en que Carl muere, pero también debo confesarte que me ha sorprendido muchísimo la solución que encuentra para no hacerle daño a su hijo y es que creo que el amor (a quienquiera que lo dediquemos) nos hace más creativos y nos inspira, hace que ideemos cualquier solución para salvar de algún peligro al ser u objeto amado; pero a mí no se me habría ocurrido esa solución nunca. ¡Tienes una imaginación desbordante! Te lo he dicho muchas veces, pero es que no quiero que se te olvide ni que dejes de tenerlo presente. Tienes un don: contando historias, inventándolas, haciendo fotografías... De verdad, a veces me da pena que el mundo entero no conozca tus habilidades porque no son cualquier cosa, para nada. Tú estás acostumbrado a hacer fotografías, a diseñar la luz y la disposición que las definirán, pero para nada es algo sencillo. Cada fotografía es especial y tiene su gran trabajo y lo más inquietante y bonito es que te cueste tan poquito trasladar un sinfín de sentimientos y de hechos a una imagen. A lo mejor yo no capto todos los detalles que la forman, pero percibo la esencia, que de veras es lo más bonito porque una fotografía puede estar cargada de detalles sutiles, pero no tener esencia, y las tuyas (que están llenas de detalles, por supuesto) tienen mucha esencia para mí. Se desprende de ellas la atmósfera que contienen. Incluso soy capaz de sentir el frío y los olores que se encierran en ese pedacito de historia.
    Mi más sincera enhorabuena.

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  3. Jopé Dani, cómo te las gastas. Qué penita que da Carl, y qué ingenioso es, nos has puesto el corazón en un puño a los lectores. El comentario de Marina es mejor que el que yo pueda escribir, así que no voy a insistir más, me ha gustado muchísimo todo, las fotos están muy bien, la niebla ha sido una buena idea para ambientar, pero sobre todo la historia es muy muy buena. Nos has regalado una historia espeluznantemente ingeniosa, tienes muchísimo talento.

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  4. Es una historia de amor muy triste pero preciosa. Las fotos son una auténtica maravilla y has conseguido emocionarnos. No pierdas nunca la ilusión por hacer historias. Tienes magia. ¡Me ha gustado mucho!

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